EL DESENFADO DE UN PINTOR PERUANO

A don Guillermo Lam Almonacid

PANCHO FIERRO PALAS. ARCHIVO COURRET

Don Francisco Fierro (1807 – 1879)

Nada compendia a cabalidad el sabor provinciano e histórico de la vieja Lima, aquel del ocaso colonial y los albores de la república, que las acuarelas que dejó don Francisco Fierro Palas, pintor y caricaturista mulato, nacido a principios del S. XIX en la ciudad de los picarones, la tizana, la mixtura, la revolución caliente, la mazamorra y los anticuchos.

Aquí, algunas de las acuarelas más representativas:

Jinete mulato; acuarela

Vendedora de pescado; acuarela

En las dos primeras décadas de su existencia tenía pintada, el autodidacta Fierro, la constante de una vida citadina en la que los esclavos negros, mulatos o zambos menudeaban, ora en las chacras, ora en los establos; servidumbre y peonaje en general, sea como lustrosos e impecables aurigas o palafreneros de los señoriales coches de los títulos de Castilla en el oficio de vendedores ambulantes que voceaban pegajosos pregones o en lo castrense cuando formaban los regimientos de la caballería colonial, más tarde republicana. Era Fierro excepcional testigo de aquella larga época: un pintor de costumbres.

Hacendado, acuarela sobre papel

Amanuense; acuarela

Pero su pincel, repetimos, apuntaba gracioso no exento de picardía, a sacerdotes, amanuenses, médicos, letrados, militares y cuanto personaje y oficio de gremio habitaba Lima. Cuadros aquellos, en especial acuarelas, de las festividades religiosas a los que tan propenso y nutrido se mostraba el calendario nacional; los cánones del vestir y de costumbres que si no llegan a la fidelidad académica de un Rugendas o un Angrand -testigos selectos de la época- muestran lo de folklórico y sandunguero con maestría y desenfado, detalle que escapó a los celebrados pintores europeos ya que en el magín de nuestro artista este detalle le era consustancial y lo trasladaba a la pintura con felicidad en sus limeñísimos personajes; también estaban los indios o naturales, que en número y oficio moraban en la bullente y abigarrada urbe. Con él se reconstruye un tramo importante y colorido de la historia nacional.

Diversos momentos de la zamacueca o mozamala en modo decente, ya que por su marcada sensualidad este baile de origen negro estuvo prohibido en las primeras etapas coloniales

Testigo, desde la épocas del virrey de La Pezuela, de las germinales luchas por la independencia, lo fue también de la llegada de las tropas de San Martín, en la que un regimiento era de pardos; o las que después trajo Bolívar donde la gente de raza negra -su raza- menudeaba, hasta avanzados los primeros meses de la guerra con Chile, la impronta de su orgulloso y festivo timbre es la característica del artista, quien apunta adusta y solemne la figura o la exhibe pícara cuando así lo desea; entonces basta contemplar los gestos de sus personajes y los de las cabalgaduras, en especial los asnos, que parecen sonreír o mofarse de las circunstancias…

Zamacueca o Mozamala de baile adecentado a baile lascivo Acuarelas

Señora de segundo Rango

Señora de primer rango

Zamacueca o zamba culeca

Carnavales, talco y jeringa; acuarela sobre papel

Pancho había nacido liberto o manumiso por razones de las que no hemos indagado aún, hijo de Nicolás Fierro, blanco de origen y de Carmen Palas, negra de nacimiento, pero conocido dueño de su hábil oficio tenía acceso a toda clase social, lo que deja en claro su gran aceptación. Como correspondía al gremio, abrió atelier en una calle principal de la ciudad. ¡Y, vaya hombre, no se diga quién era quién!

Lechera; acuarela sobre papel

Según sus estudiosos, Francisco aprendió a pintar por vocación pero también por necesidad. Tampoco sabía leer y escribir, asuntos estos que no lo excluyeron catalogar como célebre pintor costumbrista del S. XIX. Por ello no firmaba sus obras, ni falta que le hubiera hecho, habida cuenta de la nula competencia que tenía; se estima que llegó a captar más de 1200 escenas de la vida limeña, con sus singulares personajes y oficios; ceremonias religiosas y festividades de costumbre; letreros y carteles de toros y de gallos.

Doctor de negritos, acuarela

Naturalmente que esta producción pictórica no fuera ajena al escritor don Ricardo Palma, de quien se conoce haber adquirido una colección y con toda seguridad muchas de cuyas tradiciones limeñas tienen por referencia aquellos apreciados pinceles de nuestro biografiado artista. Donada por la familia Palma Soriano, se mantiene ahora en el actual Museo de Arte de Lima (MALI)

Yerbatero; acuarela

El pintor francés Leonce Angrand, quien visitó Lima en pleno siglo XIX produjo una memorable obra sobre tipos y costumbres, adquirió pinturas del artista peruano, pago caprichos. También, un importante número de esas acuarelas se hallan en el museo de etnografía de Leningrado y otro tanto se conserva en la Hispanic Society de Nueva York. Es un lujo poseer un original, pero las copias menudean y las hemos tomado de Internet. Su fama ahora traspasa los umbrales del Perú.

El bandolero Escobar, acuarela

Este negro, facineroso trabuco en mano, jefe de una partida de bandidos asaltaba las diligencias que se aventuraban por el desierto de Lurín, a los jinetes aislados o a cuanto desdichado se aventuraba por esos andurriales de arena, supo -pues tenía oídos prestados- que le dejaban saber de los acontecimientos políticos, o lo mejor, la desolación de la ciudad y cuanto fuese necesario conocer sobre la seguridad de Lima.

Ahora bien, a fines del año de 1835, con las tropas de Salaverry encaminadas para hacer frente al ejército auxiliar boliviano, la ciudad de Lima prácticamente quedó acéfala, pues el Consejo de Gobierno del Jefe Supremo tuvo que dejar la ciudad por la aproximación de las fuerzas enemigas al mando del general Francisco Vidal. A ese efecto se dictó el decreto de fecha 27 de diciembre suscrito por Juan Bautista Lavalle.

En ese estado de indefensión de la capital hicieron su entrada a la ciudad partidas de montoneros al mando del negro León o del negro Escobar, montoneros que, como tales, habían sido armados y servían a la hueste de Orbegoso. Así, pues, el 28 de diciembre de 1835, estos salteadores de caminos tuvieron “la insolencia de entrar en el Palacio y sentarse en la silla de los Gobernantes del Perú” (“Continuación de las causas de las revoluciones”, El Comercio, N° 1630, Lima, 17 de noviembre de 1844, nota 4, p. 4).

En resumidas cuentas, según la información consignada en El Comercio, un negro, cabecilla de montoneros, había logrado sentarse en el sillón presidencial y tal vez actuó como mandatario, pero el suceso no puede ser calificado como ejercicio de la jefatura del Estado pues no se realizó el ceremonial típico de todo pronunciamiento que conllevaba a la asunción del supremo poder estatal.

Poco tiempo duraría el predominio de la montonera. El 30 de diciembre ingresarían a la ciudad las tropas del general Vidal (decreto nombrando prefecto interino del departamento de Lima, 30 de diciembre de 1835) y este, como servidor del gobierno de Orbegoso, haría llamar a su supuesto “correligionario” político e, inmediatamente, ordenaría su fusilamiento (Jorge Basadre, Historia de la República del Perú (1822-1993), Lima: Producciones Cantabria, 2014, tomo 2, p. 107).

Así acabaría la vida de aquel “insolente” negro que había osado sentarse en la silla presidencial. (lenguaraces malintencionados aseguran que fue el más justo, breve y demócrata gobierno que tuvo el Perú de aquellas épocas de golpismo, retintín de espuelas y arrastrar sables)

La criolla, acuarela sobre papel

Vendedor de Aguardiente de Ica Acuarela

El deceso de Pancho Fierro fue noticia, que El Comercio de Lima, un triste día del mes de la patria en 1879, como es natural, suceso que habría de producir consternación general y congoja en su hogar.

Don Esteban Arredondo, capeador de caballos

Fuentes

Wikipedia

Internet

Grabados del Banco Central de Reserva del Perú y del Museo de Arte

Diversos otros de procedencia por Internet

Publicado por Luis Siabala Valer el Martes, 13 de octubre de 2009  11:24

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Etiquetas: Fierro, Francisco, mulato, Pancho, pintor, sandunguero, negro, mulato, auriga, peón, jinete, soldado, regimiento, tropa

LOS OCHO PORTALES DE LA PLAZA DE ARMAS DEL CUSCO

Historia y tradición

Plaza de Armas, portal de la compañía esquina de la Avenida el Sol y la calle Loreto

Exordio.-  Amplia ágora, casi trapezoidal. que conocemos como Plaza de Armas del Cusco; en época prehispánica era llamada Huacaypata, (Lugar donde se llora) separada de otro espacio de menor tamaño pero considerable amplitud, ubicada en un plano o grada (pata) algo más alta en razón al declive, que era Cusipata, (Lugar donde se alegra).

Al centro del Huacaypata se levantaba el Unsu, un estrado cubiculario, algo elevado para que el soberano Inca pudiese ver, hablar y sentir a su pueblo que le aguardaba postrado de hinojos y con la cara al suelo en señal de humilde vasallaje, mientras el poderoso y fastuosamente ataviado monarca tocado del Llauto con la Mascaipacha y las plumas del Korekenke en la frente y en la mano el cetro Topayauri se dirigía a la masa en atildado quechua. Solemne e imponente actitud imperial.

Silente e inmóvil la compacta masa humana habrá de responder -por momentos- con sonoras voces de pena, tristeza, o cuando no, mal oculto temor; sollozos y llanto en comunidad de menor, mayor o igual aflicción llenarán los aires en todas direcciones. En esta abigarrada escena diríase que la quejumbre y el desconsuelo obedecía a la admonición o molestia del Inca por actos que su omnímoda persona demandaba de su pueblo.

Terminados estos oficios y con igual majestad, sin ser visto por ojo alguno, descenderá del Unsu seguido por su larga corte en rigurosa prelación de sacerdocio y nobleza, sumados los amautas y orejones, es decir, un séquito de fasto, sabiduría, santidad y riqueza. En solemne procesión, subido en litera bajo palio de hermoso tejido llevado de portadores de estampa y atavío, el Inca ingresará en la Cusipata donde el pueblo allí, nuevamente congregado, le recibirá con vivas muestras de alegría y gozo para iniciar, en esta oportunidad, una magna celebración al cobijo de la munificencia imperial.

Ya no existe el Unsu, pero el atávico recuerdo ancestral de los naturales seguirá llorando como que lloran y quejumbrosos piden clemencia y perdón ante la presencia del nuevo soberano, que llevado en andas de plata aparece, de pronto, entre repiques de le los bronces y el humo de los sahumerios por la catedralicia Puerta del Perdón, llevado por la hermandad. Se está ahora, ante la venerada imagen crucificada del Señor de los Temblores (Taitacha temblure) y su séquito de sacerdotes en rigurosa prelación que encabeza el Obispo, desciende a la Plaza de Armas para su recorrido tradicional.

Otrora la Cusipata ahora Plaza Bolognesi, a la cual se accede por la calle Del Medio y también locación de la antigua Prefectura es lugar destacado para las fiestas cívico – militares. Hay un cambio en las formas mas no en las ancestrales costumbres.

Así, someramente descrito, aquellos dos importantes espacios del milenario Cusco, ahora nos resta enmarcar con brevedad literaria cada uno de los ocho portales de la Plaza de Armas, siguiendo el sentido levógiro, iniciando el recorrido por la arquería que se muestra a la derecha de la Catedral del Cusco o Catedral Basílica de la Virgen de la Asunción, estaremos visitando los portales de sobria arquería:

Portal de Carnes.- Primer portal según el sentido convencional que hemos acordado, situado al extremo derecho -terreno de por medio- de la Catedral que según datos históricos se habría construido incluso antes que la Capilla de la Familia cuya puerta corresponde a la Puerta de la Epístola a la derecha de la puerta central o Puerta del Perdón (nominación privativamente catedralicia). Durante la época colonial era el Portal del Comisario de la Inquisición o Portal del Comisario, a secas. Mantuvo este nombre aproximadamente hasta 1895, a partir de entonces fue bautizado como Portal de Carnes por los puestos de expendio de carnes que hubo, como se le conoce actualmente.

Portal de Harinas.- Llamado así así por las tiendas para expendio de harina; generalmente de trigo, maíz, habas, chuño y de jora; este último el principal ingrediente para preparar la bebida sagrada de los incas, la popular chicha cusqueña de jora.

Años antes el portal recibía el nombre de Portal Mármol de Carbajal, debido a la vivienda de don Francisco Gascón de Carvajal (Rágama de Arévalo, Castilla, 1454 – llanos de Jaquijahuana, Anta, Cusco,1548) más conocido por “Demonio de los Andes”, por lo de feroz, despiadado a la par de valiente, sarcástico y temerario que era el maestre de campo de don Gonzalo Pizarro; derrotada y dispersa que fueran sus huestes en la batalla de Jaquijahuana el 10-04-1548 por las fuerzas de don Pedro de la Gasca, durante la guerra civil entre españoles, fue quien dispuso previas torturas, la decapitación del veterano Carvajal y hacerle cuartos, para luego colocar sus partes en cuatro puntos al ingreso de la ciudad imperial. Poco tiempo después, el Rey de España ordenó la demolición de aquella vivienda, sembrarle de sal el terreno y colocar en lugar visible una lápida de mármol con la infamante inscripción “Traidor de la Corona” a continuación del nombre del temido ajusticiado.

Portal de Panes o de la Bofetada.- Inmediato al de Harinas. En época de la colonia conocido como Portal de Kasana y al igual que los dos primeros portales se quedó con el nombre de Portal de Panes, debido a la venta de este popular producto. Las casas ubicadas en este portal fueron construidas en el palacio del Inca Pachacutec y utilizadas por Francisco Pizarro como prisión para sus enemigos. Debido a un suceso, que pasó de boca en boca, tomó el curioso nombre de Portal de la Bofetada: el español Benito Suarez Carbajal quien, aprovechando la coyuntura de lucirse habría propinado una sonora bofetada al sacerdote franciscano Orriamún, por negarle a una joven y bella mujer comprar una pieza de pan, pues lo tenía acaparado en su totalidad para la congregación. El humillado seráfico maldijo a su agresor, quien tiempo después habría sido asesinado por un carpintero de donde le vendría ese otro nombre.

Portal de Confituría.- Antaño Portal de Fonderías por acudir a ella la gente pobre y los vendedores del mercado a tomar alimento en los tugurios tomados de hollín. Posteriormente, durante el ejercicio del Obispo Ocón, una negra liberta llamada María se instaló en ese portal dedicándose a preparar turrones y confites de lo cual le proviene el nombre. Actualmente los balcones de los negocios allí instalados son preferidos por los turistas para contemplar y fotografiar la Plaza de Armas.

Portal de Comercio.- El quinto portal de la Plaza de Armas se ubica entre las esquinas de las calles Del medio y Mantas, antiguamente, los comerciantes españoles y judíos tenían tiendas de venta del Paño de Segovia, una especie de pañuelo de tela fina y Afamada Castilla, estos tenían considerable demanda entre las mujeres por lo que era muy concurrido, gracias a esos productos de ultramar. Ya en la época de emancipación fue llamado como Portal Ropavejeros.

Portal de La Compañía.- Ubicado entre las esquinas de la Av. El Sol y calle Loreto. Este portal se hacía llamar anteriormente como Portal de Sastres, obviamente por el oficio que se ofrecía allí. Tiempo después se inauguró el portentoso convento de los hermanos Jesuitas que albergó 50 frailes, en los tres claustros además del monumental templo. La construcción del templo fue dirigida por los sacerdotes arquitectos jesuitas, Pietro y Ludovico Maieroni, quienes demoraron alrededor de 17 años levantarlo. Una historia cuenta que un gran tesoro se encontraría oculto en la bóveda del coro bajo, asunto muy propio del rumor que corrió luego de la expulsión de esta importante Orden del Perú y el dominio de la Corona española de América Meridional, el S XVIII.

Portal Carrizos.- Siempre se llamó así debido a que en él se vendía largos carrizos y madera llamada magüey, material utilizado en la construcción de techos de teja, además, por los artesanos escultores y los coheteros cuyo oficio son los castillos de carrizo para las fiestas patronales.

Portal de Belén.- El ultimo portal de la Plaza de Armas del Cusco. Nombrado así por la Virgen de Belén por ser considerada entonces la patrona de Armas y de la ciudad del Cusco, en 1645. Empero, un año antes el cabildo eclesiástico había querido considerar a la Virgen de Guadalupe aquellos mismos honores, pero el cabildo secular y la población se rehusaron, llevando el caso hasta el Obispo Juan Alonzo Bocón, su eminencia decidió en sesión capitular atribuir el título de “Patrona de Armas y de la Ciudad de Cusco” a la Virgen de Belén por ser la más antigua y la que tenía mayor número de fieles. Ante este triunfo el pueblo, siempre bien dispuesto a las celebraciones realizó una gran fiesta, con fuegos de artificio, danzas y muchas actividades tradicionales. El cabildante don Infonso de Ganderias, dueño de la casona, no dudo en colocar al costado de su vistoso portal un letrero con la inscripción “Este portal es de Belén”, dando así lugar al actual nombre.

Otros portales antiguos, igualmente famosos, los tenemos en las ciudades capitales de Arequipa, Lima y Ayacucho y algunas otras provincias.

Fuentes: textos y fotografías editados de Wikipedia e INTERNET

1910, año del asedio al Perú

A don Alejandro Luis Huertas Barrera

PRESIDENTE DEL PERÚ, DON AUGUSTO B. LEGUÍA SALCEDO

(Período 1908-1912)

Se cumplen ciento veintiún años cuando Ecuador, Colombia y Bolivia

prepararon ataques al Perú concertados y asistidos por La Moneda

Entre 1903 y1911 se produjo la máxima tensión internacional entre el Perú y sus países vecinos. Sería julio de 1910 la cúspide de aquella.

Para el final del gobierno de don José Pardo Barreda en 1908, cuyo empuje al frente del civilismo había conseguido, entre otras importantes tareas, la de continuar el rearme iniciado por don Nicolás de Piérola, quien trajo la primera misión francesa al mando del coronel Dogni, además la construcción de la Escuela Militar de Chorrillos sobre la base de la antigua Escuela de Cabos.

PRESIDENTE DEL PERÚ, DON JOSE S. PARDO Y BARREDA

(Período 1915-1919)

Pardo, decíamos, había emprendido una vigorosa política del fomento de la defensa nacional; además de renovar el contrato a la misión militar francesa; dotó al Estado Mayor del Ejército de los servicios de topografía y de ingenieros, además el de inspección de armas. Se crearon los cuerpos de artillería de campaña y de artillería de costa, los servicios de remonta; se instaló la fábrica de municiones por concesionario en Lima de la firma Ober Monteur Deutshe Waffen und Munitionsfabriken, con sede principal en Karlsruhe, Alemania; la adquisición del moderno fusil Máuser 1910, modelo peruano; fue construido el arsenal de guerra; la adquisición de considerable material de guerra, en especial artillería de campaña, de costa y de montaña; se fortificó el puerto del Callao con piezas de costa Armstrong de 240 mm (Batería Ugarte) en el Arsenal Naval; se dotó a los regimientos de artillería con piezas Schneider Canet de 110 mm. Para ello, el 5 de abril de 1904 estableció la Intendencia General de Guerra, bajo gestión del ministro, general Pedro E, Muñiz.

La escuadra, hasta entonces al servicio de naves en mal estado, de las cuales destacaba el crucero Lima, de 1880 y los transportes Constitución, de 1886 y Chalaco, 1884, recibió en 1904 el transporte Iquitos y en 1907 los cruceros Almirante Grau y Coronel Bolognesi que se mandó construir en los astilleros Vickers de Inglaterra en 1906 que constituyen hasta ahora elementos de grata recordación para quien suscribe este artículo y los de la generación de 1938.

Mientras esto ocurría, se asistía por entonces, a una reclamación diplomática por las provincias de Tacna y Arica en poder de los chilenos y el esfuerzo tenaz de la cancillería del sur de alargar más los plazos para llevar en ellas el plebiscito que se acordó en 1884, urgida por el Artículo tercero del Tratado de Ancón, que reza:

Artículo tercero.- El territorio de las provincias de Tacna y Arica, que limita por el norte con el río Sama, desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia, hasta su desembocadura en el mar, por el sur, con la quebrada y río de Camarones, por el oriente con la República de Bolivia, y por el poniente con el mar Pacífico, continuará poseído por Chile y sujeto a la legislación y autoridades chilenas, durante el término de diez años, contados desde que se ratifique el presente tratado de paz. Expirado este plazo, un plebiscito decidirá, con votación popular, si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente del dominio y soberanía de Chile, o si continúa siendo parte del territorio peruano. Aquel de los dos países a cuyo favor queden anexadas las provincias de Tacna y Arica, pagará a los otros diez millones de pesos moneda chilena de plata, o soles peruanos de igual ley y peso de aquella.

Un protocolo especial, que se considerará como parte integrante del presente tratado, establecerá la forma en la que el plebiscito deba tener lugar y los términos y plazos en que hayan de pagarse los diez millones por el país que quede dueño de las provincias de Tacna y Arica.

El plazo había vencido en 1893 y Chile había logrado, mediante maniobras, una prórroga. Pese a eso estaba en desventaja pues la población peruana potencialmente resultaba superior a la chilena y desde luego el plebiscito no sería favorable a los intereses del invasor. Esta preocupación para los ocupantes necesitaba de alguna solución y había que buscarla.

La llegada al gobierno de don Augusto B. Leguía Salcedo, en el período de 1908 a 1912 y con él la del distinguido letrado Melitón Porras Osores, el asunto tornó distinto. Nuestro canciller, sumaba a su natural inteligente y sagaz el orgullo de haber servido y batido en la batalla de Miraflores, a la par de que quien lo había convocado a su gabinete para el difícil cargo de ministro de RR. EE., el señor Leguía, igualmente ex soldado de la Reserva.

MINISTRO DE RR EE DEL PERÚ, DOCTOR MLITÓN PORRAS OSORES

(Período 1908- 1920)

Leguía había sido exitoso ministro de hacienda durante los gobiernos de Manuel Candamo Iriarte y José Pardo y Barreda. Estaba al tanto de la economía y de los intereses nacionales.

A las reclamaciones diplomáticas dejadas por su predecesor se suman ahora las de tono enérgico, y en paralelo, la clara disposición del gobierno de recuperar las provincias cautivas donde, en previsión de acumular votación favorable los esfuerzos de los chilenos estaban abocados a la expulsión de la población peruana y la migración de chilenos en su reemplazo. Es importante en este punto el tratamiento que se dio a la propuesta chilena de concurrir con una corona conmemorativa en honor a los militares caídos en la pasada guerra. (Ver)

Un fervor nacional despertado por la contundente pluma de don Manuel González Prada inclinaba la conducta política por el revanchismo y la reconquista de los territorios ocupados, era el escritor peruano émulo circunstancial de Georges Clemenceau quien clama por la revenge, después de la derrota sufrida por Francia por los ejércitos alemanes en los campos de Sedán en 1871.

D. MANUEL GONZALES PRADA

(1844-1918)

El revanchismo se presentaba en el ánimo del gobierno peruano y Leguía continuó resuelto en su campaña pese al parecer de una minoría de la oposición, sesgada por mezquinos intereses personales, como siempre ha ocurrido.

Las autoridades chilenas, apoyadas en sus tropas, consideran que para frenar aquello sería útil una política de dura administración que debían ejercen los intendentes. Más tarde deciden la contratación de los mazorqueros, delincuentes licenciados de las cárceles para persuadir a golpes la salida de los peruanos o de ser necesario causarles daño en sus propiedades y hasta privarles de la vida. Paulatinamente se produjo por esta acción la expulsión de la población nativa. Era el período que la historia conoce como la iniciación de la chilenización de Tacna, Arica y Tarapacá, virulencia que toma fuerza a partir de 1916.

La expulsión de los sacerdotes peruanos para reemplazarlos por chilenos en aquellas provincias, a las que se incluye Tarata agregada manu militari, y el llamado incidente de la corona exacerban los ánimos de los dos pueblos que desde 1879, esto es treinta y un años atrás, habían peleado una desigual contienda. La prensa abona por ambas partes caldeando esta situación. Los disturbios frente a las embajadas en Santiago y en Lima son frecuentes.

La cancillería de Chile encuentra entonces muy oportuno usar de la situación del momento que planteaban los vecinos del Perú y se mueve diplomáticamente en aquellos delicados asuntos de frontera planteados por el Brasil, Ecuador y Colombia como parte de la estrategia para frenar o amenguar la política de la cancillería peruana decidida y pertinaz.

La situación de disputa fronteriza, rezago de la colonia, por la que se crearon a costa del virreinato del Perú nuevos países, estaba impulsada principalmente con arreglo a esta coyuntura de momento que sería altamente explotada por la cancillería a orillas del Mapocho:

PRESIDENTE DEL BRASIL, DON AFONSO AUGUSTO MOREIRA PENA

(Período 1906-1909)

Con el Brasil, pese a que ese estado había sido una colonia portuguesa regido con las colonias españolas por el tratado de San Idelfonso, dio origen al avance de sus bandeirantes (exploradores) o shiringueros (buscadores del caucho o shiringa) en territorio peruano, desguarnecido y abandonado de toda impunidad, avance que lo introdujo con facilidad en espacios considerables de la selva peruana, sistemáticamente, pero de forma continua por la que se introdujeron los brasileños en los vastos territorios de nuestras selvas, avance que apuntaba llegar hasta las propias márgenes del Ucayali.

Don Melitón Porras actuó de acuerdo a las circunstancias:

El martes 11 de enero de 1910 consiguió que el Congreso aprobara, por 95 votos contra 15, el Tratado de Límites con el Brasil, suscrito en Petrópolis el 8 de diciembre de 1909, por el plenipotenciario peruano en Río de Janeiro, señor Velarde y el canciller brasileño barón de Río Branco (Tratado Velarde-Río Branco) De esta forma, delimitadas las fronteras del Este cesó definitivamente toda pretensión brasileña.

Este frente quedó resuelto y la contrariedad de la causa chilena quedó manifiesta conforme se puede conocer de El Diario Ilustrado, de Santiago, que comentó el hecho de la siguiente forma:

(…) El Brasil ha aprovechado hábilmente la situación de ánimo creada en el Perú por la cuestión de Tacna y Arica, incrementando su territorio sin gastar pólvora ni dinero (…)

Con el Ecuador, estado sudamericano formado por la disolución de la Gran Colombia en 1830, cuya frontera con el Perú estaba fijada en los límites naturales de las altas cumbres de los Andes, es decir mediante una limitación arcifinia (Esta palabra proviene del latín arcifinĭum). adj. (Dícese del territorio que tiene límites naturales.), para 1910 anhelaba salir al Amazonas, alegando derechos coloniales insolventes. La situación tenía soliviantado el ánimo de la población ecuatoriana durante el gobierno del malogrado presidente general José Eloy Alfaro Delgado, quien había declarado su deseo de ir a la guerra y acudir en persona a la frontera del Perú, en especial con el resultado que se anticipaba del laudo de España a favor del Perú. Cosa que no era exactamente la que se iba a producir, pero que el Ecuador en inteligencia con Chile había especulado y con ello provocado un estado de guerra inminente.

Claro que para ello era necesario e imperioso atender el ofrecimiento de la misión militar chilena y la cesión de dos naves de guerra, amén de la compra de cuantioso pertrecho de aquella república del sur para medirse con su vecino de siempre.

Una fuente de origen chilena consigna esta glosa con elación a la crisis de 1910:

(…) La pequeña fuerza naval entró en febril actividad, ante el peligro de un conflicto bélico con el Perú, por el fracaso del arbitraje del Rey de España.

Las maniobras internacionales, principalmente de Colombia, llevaron al Ecuador a desconocer el Laudo Real, aún antes de ser promulgado, pues se sospechaba que iba a ser contrario a las aspiraciones del Ecuador. El grito “Tumbes, Marañón o la Guerra” levantó el espíritu nacional y el País entero se dispuso a tomar las armas en defensa de sus derechos. La nación se movilizó, se compraron armas modernas, se fortificaron las fronteras meridionales y toda la población aceptó el estado de guerra. Lógicamente la provincia de El Oro iba a ser el eje de concentración de tropas, pero carecía de vías de comunicación en forma casi absoluta. ¿Cómo sostener una guerra en la frontera sur, en tales circunstancias? Quedaba, naturalmente, la vía marítima, era y por lo mismo, la hora de la Armada.

Chile vendió gran cantidad de armas de todo calibre, que fueron embarcadas en el vapor Mayuin en 731 bultos en febrero de 1910. Estas compras, indudablemente costosas, sirvieron para fortalecer la defensa y equipar al Ejército y a la Marina.

Punta de Piedra fue convertida en Batería de Costa. Se completaron sus fortificaciones con ocho cañones Armstrong de 120 milímetros en emplazamientos distribuidos en la colina Punta de Piedra y Cerro Atahualpa que dominaban el río, además de otros cañones de menor calibre. Se pensó también en una segunda batería en el Estero Salado, con los cañones descartados y que resultaban muy pesados para desplazarlos a otros frentes.

Los buques fueron alistados para cualquier eventualidad, sobre todo para el transporte de tropas y servicio logístico. El cazatorpedero Bolívar (ex Simpson de la Armada de Chile) debía estar con sus calderas a presión y listo para zarpar en cuarto de hora, para trasladar al presidente Alfaro al frente de la Batalla en El Oro. Efectivamente, el presidente Alfaro se trasladó al Oro para dirigir las tropas al viejo estilo guerrillero.

(…) Coincidió esta etapa con la presencia en el Ecuador, como ya se dijo, de la Misión Chilena, encabezada en su sección naval, por el Capitán de Navío Rubén Morales. La primera preocupación de la Armada y de la Misión Chilena fue la formación de oficiales y tripulantes por medio de institutos serios y permanentes, que debían reemplazar a los “cursos prácticos” de cadetes y tripulantes, a bordo de los buques. Paralelamente a este proyecto, estaba la formación de especialistas e Ingenieros Navales. Para ello se tenía ya la base fortificada de Punta de Piedra, que se incrementó con una Escuela de Grumetes y la Escuela de Especialistas de Artillería, Minas y Torpedos (…)

Sin embargo, para el partido conservador el acendrado laicismo del general Eloy Alfaro Delgado, un militar declarado anticlerical provocará un trágico desenlace.

Esta es la crónica de su actividad que culminó con su encarcelamiento, linchamiento, vejación de su cadáver e incineración por sus enemigos:

(1907-1911)

1907 ene. 1.- Eloy Alfaro es nombrado presidente de la República por la Asamblea Constituyente.

PRESIDENTE DEL ECUADOR, GENERAL ELOY ALFARO DELGADO

1908 jun. 25.- Inauguración del ferrocarril entre Guayaquil y Quito. Nov. 6.- Se expide la «Ley de las manos muertas«, bajo la cual se confiscan los bienes inmuebles del clero para el beneficio de la asistencia pública.

1910 abr. 24.- Alfaro asume la Jefatura del Ejército para fortificar el golfo de Guayaquil en caso de una invasión peruana. La intervención diplomática de Estados Unidos, Argentina, y Brasil evita la guerra.

1911 jul. 30.- La Junta Patriótica pide que el gobierno de Alfaro reconozca la elección de Emilio Estrada como Presidente. Ago. 11.- Alfaro renuncia por revuelta popular; el presidente del Congreso, Carlos Freile Zaldumbide es encargado del Poder. Sep. 1.- Emilio Estrada Carmona asume el poder como Presidente Constitucional; no hubo vicepresidente. Dic. 21.- Estrada fallece de ataque cardíaco. Dic. 22.- Carlos Freile Zaldumbide es otra vez encargado del Poder.

1912 ene. 12.- Eloy Alfaro desembarca en Guayaquil. Ene. 28.- Por orden de Freile, los Alfaro, Páez, Serrano y el periodista Luciano Coral son puestos en el Penal García Moreno en Quito. El gobierno no protege a los prisioneros alfaristas de una «chusma organizada» que invade el Penal García Moreno, asesina a los detenidos, los arrastra por las calles de Quito y quema los cadáveres en el Ejido.

Corolario de esto es el rechazo a la injerencia de Chile, tan amigo de Eloy Alfaro, en los asuntos militares que había logrado influir y se vota por la expulsión de algunos miembros conspicuos de aquella misión chilena.

Con relación a este punto se introduce lo expresado por el escritor, diplomático de carrera, señor Manuel Barros van Buren, en su conceptuosa obra Historia diplomática de Chile, 1541-1938. 1970. Ediciones Ariel, Esplugas de Llobregat, Barcelona, España:

(…) La amistad entre Chile y Ecuador, fortalecida a través de los años, grata a la psicología de ambos pueblos y estimulada por un activo intercambio cultural, había pasado a ocupar un lugar preponderante en la atención de la Cancillería chilena. A esto contribuían diversos elementos, además de los ya nombrados: la necesidad de crearle al Perú un frente de retaguardia en el caso de que la tensión existente no derivara hacia aguas mansas; la presencia en Ecuador, a partir de 1908, de una misión militar, una misión naval, una misión pedagógica, una policial y otra de aduanas y un considerable número de becarios ecuatorianos en Chile; los intereses generales del Pacífico, en los que Ecuador ocupaba un lugar determinante por la posesión de las islas Galápagos, y el puerto de Guayaquil.

Como ya vimos en los capítulos precedentes, servía nuestra misión en Quito don Víctor Eastman Cox, diplomático de carrera, bastamente vinculado a la sociedad serrana por su matrimonio y relaciones personales, y un hombre de gran ambiente político y popular. A cargo de las misiones especiales estaban el teniente coronel Luis Cabrera, el capitán de corbeta señor Stone, el capitán de policía don Alejandro Jaramillo y el asesor pedagógico don Francisco San Cristóbal. Todo este pequeño mundo de técnicos hacía de la Legación de Chile el epicentro de una importante actividad política que si, por un lado, halagó ampliamente nuestra satisfacción, por otro fue un quebradero de cabeza verdaderamente serio para la Cancillería de Santiago.

A partir de 1895 ocupaba la presidencia del país un entrañable amigo de Chile: el general Eloy Alfaro. La amistad entre Alfaro e Eastman allanó muchos problemas, casi todos derivados del conflicto que Ecuador mantenía con el Perú y en el cual sus perspectivas no eran promisorias. Como recordaremos, el fallo del perito español señor Menéndez Pelayo no le había sido favorable. La resolución de S. M. Alfonso XIII de no conocer el asunto produjo cierto alivio en Quito, pero es evidente que su causa se había debilitado en América y que la sentencia del perito había producido en el Perú la resolución de exigir el cumplimiento del fallo por sobre toda otra consideración. Por otra parte, Colombia, al iniciar sus conversaciones con Lima sobre el condominio del río Amazonas, había dejado totalmente de lado al Ecuador y la Cancillería de Quito no cabía en sí de indignación.

Los diplomáticos ecuatorianos aconsejaron a Alfaro buscar una alianza estrecha con Chile que consultara un convenio militar, un sistema de consultas y una integración económica. Mientras Chile estudiaba las proposiciones parciales que hizo en Santiago el ministro señor Rafael Elizalde, la diplomacia peruana atacó a fondo, exigiendo un pronunciamiento de la comisión de neutrales. Después de muchas discusiones, éstos lograron exigir el retroceso de la línea militar a una distancia que impedía un peligro inmediato de guerra, pero no la animosidad de los bandos.

En 1910, Chile sugirió a Alfaro llevar el asunto a la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya y, mientras tanto, buscar un arreglo directo con los peruanos sobre la base de partir el Oriente Amazónico en dos. La Cancillería ecuatoriana resolvió, entonces, llevar el caso al Congreso Bolivariano de 1911, y ya veremos en el próximo párrafo los resultados de esta gestión.

Mientras la actividad diplomática apresuraba su ritmo, los sucesos políticos se precipitaban en Ecuador. Alfaro, en pugna con las fuerzas católicas y abandonado por los principales caudillos del partido liberal, del cual era «el viejo luchador», debió enfrentar una revolución que lo derribó del poder. El depuesto presidente buscó asilo político en la Legación de Chile. Eastman obtuvo del nuevo gobierno que se le concediera un pasaporte para marchar a Panamá.

En enero de 1912, el general Pedro Montera se sublevó en Guayaquil con la intención de reponer a Alfaro. Don Eloy, seducido por los llamados de su sobrino Flavio, vino a su patria a ponerse al frente do las fuerzas liberales. Pero la suerte le fue adversa. Abandonado por los suyos, derrotadas sus tropas, sentenciado por el gobierno, fue llevado a Quito, donde una soldadesca incontrolada asaltó la cárcel y lo mató. El populacho arrastró su cuerpo por la ciudad hasta el campo del Ejido, donde lo quemaron. Con el murieron seis de sus colaboradores.

La situación de Chile estaba destinada a correr la suerte del presidente muerto, a cuya amistad estaba tan íntimamente unido. En efecto, los triunfadores de la revolución comenzaron por acosar al ministro Eastman de todo género de desaires. El diario El Guante, de propiedad del señor Manuel J. Calle, inició una campaña de injurias y calumnias en contra del teniente coronel Cabrera. A los chilenos, en general, de les acusó de “sayones de Alfaro”, “imperialistas coludidos con el Perú” y otras especies.

El ministro del Interior, señor Intriago, llegó a aconsejar al jefe revolucionario, general Freile Zaldumbide, romper relaciones con Chile. La Cancillería, dirigida por Alfredo Baquerizo Moreno, se opuso.

Cuando Chile estaba ya resuelto a retirar a su ministro en Quito y a sus cinco misiones técnicas, ocupó el poder el general Leónidas Plaza, hombre de gran rectitud y sensatez. Comprendiendo que todo el encono provenía de la amistad de Eastman con el depuesto presidente, creyó neutralizarla otorgando al ministro de Chile el mismo grado de simpatía de que gozaba antes. Y para acallar a sus partidarios dejó sacrificar a Cabrera como víctima propiciatoria. (…)

El regreso de Plaza a Quito normalizó nuevamente las relaciones entre los dos países. Toda la política exterior del Ecuador tendió a obtener de Chile una alianza militar estrecha contra el Perú. (…)

La guerra se detuvo y fracasa así el plan chileno, pero es el caso que el Ecuador confiado en el apoyo de Chile estuvo a punto de desencadenar la guerra en 1910. Pero el Perú movilizó 23 mil soldados en la frontera norte al mando del general Enrique Varela Pozo, veterano de Tarapacá e hijo del coronel Marcelino Varela uno de los capitanes de Bolognesi.

Pero ante la inminencia de la guerra y por iniciativa del Brasil, sin solicitud de las partes en litigio, Estados Unidos, Brasil y Argentina mediaron de conjunto (22 de mayo de 1910). Fue la primera vez, dice el historiador Jorge Basadre, en que se llevó a la práctica la Convención de La Haya.

Ambos estados retiraron sus fuerzas de sus fronteras. El Perú aceptó la propuesta de los mediadores, hizo resaltar sin embargo en beneficio del Real árbitro un nuevo testimonio de respeto. El Ecuador invitó al Perú a un arreglo directo en la que Colombia tuviese participación.

Se desguarnecieron las avanzadas ecuatorianas y peruanas de sus posiciones en las márgenes del río Zarumilla y reconcentraron sus fuerzas en Machala y Tumbes, respectivamente. Poco tiempo después los mediadores obtuvieron la desmovilización de los antagonistas.

PRESIDENTE DE BOLIVIA, GENERAL ISMAEL MONTES GAMBOA

(1904-1909)

Con Bolivia, –el antiguo Alto Perú- separado de Perú en 1825 por acción de Sucre atendiendo los deseos de Bolívar, ahora por acción de la guerra del salitre resultaba mediterránea. Pedía y disponía, sin embargo, como suyos territorios del noreste peruano; como consecuencia de esto se produjo el combate de Guayabal a orillas del Manuripe (Madre de Dios) en 1910 contra un destacamento boliviano.

Para ese año, Chile tenía ya suscrita la terminación del llamado Pacto de Tregua con Bolivia y conseguida la suscripción, canje y aprobación del llamado Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Bolivia, firmado en Santiago, el 20 de octubre de 1904, que restablecían las relaciones de paz y amistad y terminaba el Pacto de tregua, sobre la base de las siguientes consideraciones que se resumen:

Que la finalidad de las relaciones comerciales de ambos estados es convenir en la construcción de un FFCC entre Arica y el Alto, en La Paz cuya propiedad se traspasará a Bolivia al expirar el plazo de quince años, contados desde su terminación. Que Chile asume el compromiso de pagar las obligaciones de Bolivia hasta por cinco por ciento de otras líneas ferrocarrileras dentro del plazo de treinta años dentro del territorio boliviano.

La entrega al Gobierno de Bolivia de la cantidad de trescientas mil libras esterlinas en dinero efectivo y en dos parcialidades de ciento cincuenta mil libras. La cancelación definitiva de los créditos reconocidos por Bolivia, por indemnizaciones la suma de cuatro millones quinientos mil pesos, oro de diez y ocho peniques, pagadera, a opción de su Gobierno, en dinero efectivo o en bonos de su deuda externa estimados al precio que tengan en Londres el día en que se verifique el pago; y la cantidad de dos millones de pesos, oro de diez y ocho peniques, pagadera en la misma forma que la anterior.

El reconocimiento de Chile en favor de Bolivia y a perpetuidad, el más amplio y libre derecho de tránsito comercial por su territorio y puertos del Pacífico. Finalmente, someter las cuestiones a suscitarse al arbitraje de Su Majestad el Emperador de Alemania.

El hecho jurídico que resulta del manifiesto Artículo III, de construir un ferrocarril de Arica a La Paz, es decir por territorio peruano y el más amplio tránsito boliviano por él mortifica el espíritu peruano.

Sin embargo, este tratado de 1904 no sólo puso fin al Pacto de Tregua firmado en 1884 y estableció definitivamente los límites entre las repúblicas de Bolivia y Chile, sino que el antiguo Alto Perú quedó desde entonces condenado a la mediterraneidad confinado por los Andes.

Bolivia, después de haber recibido del Chile en 1904 pago por sus conquistados territorios de Atacama, meditaba ahora su enclaustramiento y movido por la diplomacia chilena anhelaba en 1910 una salida al mar por Ilo.

Aun así, en el escenario internacional, para Chile quedaba pendiente con el Perú un plebiscito, que, de efectuarse, le resultaría adverso. Para 1925 la cancillería chilena aún diría:

No hay expectativa de éxito, pues el número de votantes que podemos presentar es inferior al de los peruanos por más que los tachemos en serie y, además, porque dado el sistema de los norteamericanos para agotar los medios de prueba, Chile corre el riesgo de quedar en absoluta minoría” (Canciller de Chile, Agustín Edwards – 20 OCT 1925).

Durante el gobierno de José Pardo se había ajustado con Bolivia, a la sazón gobernada por el general Ismael Montes, el acuerdo suscrito el 22 de septiembre de 1902, ente el canciller peruano, señor Felipe de Osma y su par boliviano, señor Eliodoro Villazón, cuya decisión se confió a la República Argentina, gobierno que el 8 de agosto de 1909 expide el fallo arbitral, aceptado por el Perú, pese a que la demanda peruana no había sido íntegramente satisfecha, más no así Bolivia que rompió relaciones con la Argentina y pidió la guerra contra el Perú.

Inmediatamente, la cancillería chilena exhorta a Bolivia a invadir Puno y Moquegua para lograr una salida soberana por Ilo:

«Perú sigue enviando tropas a su frontera norte. Es la ocasión de realizar el ideal de nuestra salida al mar. Chile nos garantiza la victoria, nos da dinero, armas y gente. Nos proporciona la ayuda del Ecuador, del Brasil y la neutralidad de Argentina. Es la ocasión más preciosa de nuestra historia. Chile no pide nada, sólo quiere terminar la cuestión de las cautivas dejando de ser vecino del Perú. Llegará hasta garantizar la estabilidad de nuestro puerto. Ruego indicar inmediatamente si necesita un millón de libras o más, si puede dar por garantía alguna entrada aduanera, saludos. (Luis Arce – Canciller boliviano / Telegrama 19 JUL 1909”.

Entusiasmado, Ismael Montes acepta la confabulación:

Necesitamos 15,000 fusiles con 15 millones de tiros; 24 ametralladoras; 30 piezas de artillería con respectiva munición, más 300 caballos ensillados y 200 mulas. Si todos estos elementos nos los proporciona ese gobierno, deberán embarcarlos inmediatamente con destino a Antofagasta. Además, necesitamos un millón de libras para desarrollar una campaña larga. Respecto a personal de jefes y oficiales que hemos de necesitar, irán indicaciones posteriores – (Presidencia de Bolivia / Telegrama 22 JUL 1909”.

La sangre no llegó al río y la cancillería peruana consiguió la vigencia del tratado Osma-Villazón, suscrito en diciembre de 1902. Nueva frustración de los planes de La Moneda.

PRESIDENTE DE COLOMBIA, GENERAL RAFAEL REYES PRIETO

(1904-1910)

Con Colombia, igualmente segregada de la Gran Colombia, en 1829, después de la revolución de Páez contra Bolívar alegaba derechos en el Caquetá y el Putumayo, animada con el alegato de los graves sucesos de explotación de The Peruvian Corporation y la firma Arana en la persona de nativos y ciudadanos colombianos explotados y maltratados en la extracción del caucho por lo que moviliza tropas, asunto que provocó también la movilización del Perú por los territorios del Potué o Caquetá, que dio origen al encuentro de La Pedrera (río Caquetá) en 1911 contra un batallón colombiano y la captura de su estado mayor.

Para el caso resulta importante considerar, dentro de estas circunstancias, la misión militar chilena llegada a Colombia para formar la escuela militar.

Con relación a estos asuntos viene al caso lo siguiente:

El desempeño de las misiones militares chilenas en Ecuador motivó a Colombia a solicitar asistencia de oficiales del Ejército de Chile para iniciar su propio proceso de reforma militar. También surgía esta necesidad de profesionalización de la complicada situación en que quedó Colombia con la segregación de Panamá y las guerras internas provocadas por el conflicto entre liberales y conservadores.

En 1899 estalló la llamada Guerra de los Mil Días, producto de un conflicto político interno que dejó al país en una situación realmente lamentable. Calmado ya el estado beligerante, ascendió al poder el general Rafael Reyes Prieto, en 1904, quien manifestaba una gran preocupación por la situación militar de Colombia y por la incapacidad del Ejército de mantenerlo en el poder ante un eventual nuevo levantamiento golpista o revolucionario.

Coincidió que oficiaba entonces como ministro de Colombia en Ecuador, el General Rafael Uribe Uribe, quien había sido testigo del proceso de reforma militar quiteña quedando sorprendido con el dominio de la escuela prusiana por parte de los oficiales chilenos. Uribe había trabajado directamente como observador de las instrucciones, asesorado por el Capitán Ernesto Medina. En 1905, fue destinado a la representación de su patria en Chile, ocasión en que pudo confirmar sus impresiones sobre el prestigio y la profesionalidad del Ejército de Chile.

Desde aquel momento, Uribe se empeñó en convencer al presidente Reyes de conducir la reforma militar en planes, con personal militar chileno y no alemán, como muchos sugerían. Así, en septiembre de 1905 publicó la Memoria sobre las Instrucciones Militares de Chile, un trabajo completísimo de investigación y recopilación, que terminaría de imponer la idea de profesionalizar al ejército colombiano bajo instrucción chilena. Al mes siguiente, salían los primeros envíos de cadetes para estudiar en la Escuela Militar de Santiago, entre los que figuraban dos hijos del propio Uribe. El Ejército de Chile también autorizó al Alférez de Caballería del Ejército de Colombia, José Manuel Izquierdo y Valdés, para ser incorporado en carácter de oficial extranjero en el Regimiento Cazadores del General Baquedano.

Hacia fines de 1905, el Gobierno de Colombia procedió a solicitar directamente el envío de oficiales chilenos para iniciar la instrucción. Por recomendación de Uribe, se requeriría también de asistencia para la fundación de la Escuela Naval.

En diciembre de 1906, quedó conformada la que sería la primera misión, escogida por el General Körner Henze. Los elegidos fueron el Capitán Arturo Ahumada y el Capitán Diego Guillén, recibiendo autorización para partir el 7 de enero del año siguiente. Se sumó a ellos el Teniente Primero Alberto Asmussen, para asumir la instrucción relativa a la que sería la Armada de Colombia y tomar la Dirección de la Escuela Naval.

La misión chilena se encontró de inmediato con el desafío de organizar la Escuela Militar, dirigirla e impartir las clases en ellas. También debieron correr con la necesidad de producir los reglamentos orgánicos y organizar el alto mando del Ejército, de la Inspección General y del Estado Mayor.

Considerando que esta misión se extendió por sólo dos años, la eficiencia con que logró iniciar esta titánica labor ha de ser ejemplar, al punto de que acercó ostensiblemente a ambos países a nivel diplomático, quizás como nunca antes había sucedido, considerando las diferencias que hubo entre Chile y el prócer Bolívar a inicios de la república, y luego por el apoyo de Colombia a la posición peruana durante la Guerra del Pacífico.

La segunda misión chilena llegó a Colombia en 1909, compuesta por el Capitán Francisco Javier Díaz Valderrama y el Mayor Pedro Charpín Vidal. Díaz permaneció en Bogotá hasta 1911, con actuación destacada. Charpín lo hizo hasta un año más, fundando el 1º de mayo de 1909 la Escuela Superior de Guerra de Colombia, que comenzó a impartir sus primeras clases en 1910. La caída del presidente Reyes y el ascenso de Jorge Holguín al poder, en 1909, y luego de Ramón González Valencia, en 1910, no fueron obstáculo para la continuación del proceso de reforma militar instruido por los chilenos. De hecho, el desempeño de Capitán Díaz Valderrama fue tan reconocido que, una vez ascendido a General, fue contratado como asesor del Ministerio de Guerra durante el conflicto entre Colombia y Perú, en 1932.

La profunda reforma modernizadora de las fuerzas armadas de Colombia se completó con las misiones chilenas de 1912-1913 (Mayor Washington Montero, Capitán de Artillería Pedro Vignola y Capitán de Ingenieros Manuel Aguirre) y la de 1913-1914 (Mayor Carlos Sáez). En 1915, además, Colombia contrató a dos Capitanes chilenos (Ramón Álvarez Goldsack y Óscar Herrera Jarpa), para entregar instrucciones a los artilleros y crear la Escuela de Artillería.

Si bien algunos analistas militares colombianos no vieron grandes progresos en las misiones militares chilenas de 1907 a 1914, como es el caso de Diógenes Gil Mojica, para otros, como Eurípides Márquez, el resultado fue «una obra tan completa en tan corto tiempo» que se debería enteramente a «que los oficiales que fueron a Colombia.

Con Chile, que había conseguido alongar su territorio con las provincias de Tacna, Tarata, Arica y Tarapacá y la riqueza del guano, borato y salitre que poseían estos territorios, quería conseguir la ventaja necesaria para una votación plebiscitaria favorable y quedarse con lo conquistado.

PRESIDENTE DE CHILE, DON RAMÓN BARROS LUCO

(1911-1915)

La Moneda, irritada por la actividad diplomática peruana, encontró en estas disputas la ocasión de exacerbarlas y consiguió, dado el prestigio alcanzado por sus armas en la Guerra del Salitre, colocar, conforme tenemos anotado, sendas misiones militares en Quito y Bogotá, las que iban a formar las escuelas o academias militares de esos países a la par que inducir mediante sagaces diplomáticos, muy de cerca en los asuntos externos de aquellos estados, en contra del Perú.

Era necesario aislar al Perú promoviendo la animadversión vecinal.

Cedemos nuevamente la palabra al diplomático chileno Manuel Barros van Buren en su obra citada:

Las relaciones con el Perú

La situación pendiente de Tacna y Arica había agriado seriamente las relaciones con nuestro vecino del norte. Los diversos esfuerzos realizados por Chile para llegar a una solución cordial, o habían muerto al nacer, o se habían esterilizado en el camino, ahogados por los intereses contrapuestos de ambas naciones, cuando no por los sentimientos exaltados de la opinión pública, tanto chilena como peruana. La expulsión de los párrocos de Tacna y el incidente de la placa de bronce al monumento a los caídos de 1879, en Lima, durante la administración de Montt, terminaron por sepultar las esperanzas aun de los más optimistas.

Don Ramón Barros y don Rafael Orrego estaban convencidos de que la presencia, cada vez más determinante, de don Guillermo Billinghurst en la política interna del Perú sería un alivio para esta tensión. Sin embargo, 1911 abrió con lamentables sucesos, fiel reflejo del estado de ánimo a que había llegado la odiosidad popular. En mayo de ese año, a raíz de unas publicaciones del diario peruano La Voz del Sur, subvencionado por el gobierno de Lima para mantener viva la llama de la peruanidad en Iquique, publicaciones que se estimaron ofensivas a nuestra marina de guerra, las pobladas asaltaron las prensas y las destruyeron. Mientras la policía y tropas de línea pugnaban, en medio de una refriega formidable, por mantener el orden, un grupo de exaltados se lanzó contra el Consulado del Perú y, arrancando el escudo, lo destruyó.

La gravedad de los hechos causó una indignación incontenible en Lima.

La Cancillería chilena se apresuró a presentar las excusas de rigor por intermedio de nuestro cónsul general, señor Munizaga. El gobierno peruano las aceptó en razón a los testimonios fidedignos de que las autoridades de Iquique habían hecho esfuerzos inauditos por resguardar los lugares amagados. Chile pagó la reparación de la imprenta rota y dio una satisfacción pública al cónsul del Perú en Iquique.

Pero todos estos esfuerzos conciliatorios no alcanzaron ni conmovieron a la opinión pública peruana. Una concentración de masas que reunió más de 30.000 personas desfiló bajo los balcones del palacio presidencial, donde el presidente, don Augusto Leguía, les dirigió un fogoso discurso, prometiendo hasta la última gota de su sangre a fin de vengar «los ultrajes de Iquique» y para recuperar «las cautivas provincias de Tarapacá, Tacna y Arica», En aquella oportunidad, la Liga Patriótica del Perú, formada casi exclusivamente por expatriados de estas provincias, le entregó al mandatario un acuerdo de honor por el cual 10.000 firmantes se comprometían a ir a pelear en la vanguardia de la próxima guerra con Chile.

Leguía no quiso dejar morir este espíritu tan promisor y, aunque en su fuero interno estaba decidido a arreglar el problema por las buenas, no vaciló en enviar al Congreso un proyecto para comprar el acorazado francés Depuis de Lome, en ese momento considerado como uno de los más poderosos del mundo. Simultáneamente, impartió órdenes a la división de Arequipa de efectuar una demostración de fuerza lo más cerca posible de la frontera.

Munizaga informó oportunamente de que tras toda esta pantalla bélica sólo estaban los anhelos de popularidad de Leguía. Que el acorazado francés no se adquiriría por falta de fondos y que la división de Arequipa sólo contaba con 5.000 hombres, armados insatisfactoriamente. Pero, en Chile el gobierno, alarmado por la exaltación patriótica de la prensa y Congreso, debió responder.

La Primera División, con sede en Tacna, reforzada con tropas del sur, acordonó la frontera del Sama en una de las maniobras más espectaculares de nuestra historia militar. Se concentraron 35,000 hombres bien armados y diez buques de guerra en la bahía de Arica. Observadores extranjeros de más de 15 países fueron invitados. Los comentarios de la prensa europea sobre este despliegue de fuerzas son realmente elogiosos para Chile.

Como si estos sucesos no fuesen bastante, en marzo de 1912 se produjo el desdichado incidente del vapor Cóndor. Un grupo de marineros chilenos, de franco en El Callao, fueron atacados por una poblada. En la pelea que revistió caracteres de un verdadero combate, dos marineros chilenos y dos peruanos resultaron muertos, amén de una docena de heridos graves. La policía, alertada a tiempo, tomó el buen acuerdo de corres a proteger el Consulado de Chile, evitando así la repetición de los sucesos de Iquique. El gobierno peruano pagó una indemnización a los familiares, tanto chilenos como peruanos, a fin de dejar satisfechas las susceptibilidades patrióticas de ambos países.

Cuando todo parecía cerrado a un avenimiento, asumió el poder en Lima, en reemplazo de Leguía, don Guillermo Billinghurst, gran hombre público y buen amigo de nuestro país. Don Ramón Barros le envió una carta personal felicitándolo por su cargo y haciendo halagüeños augurios de paz y de concordia.

El 12 de noviembre de 19I2 se renovaban las relaciones entre ambos países, sin designarse, por el momento, representantes diplomáticos. El 18 de noviembre del mismo año llegaba a Valparaíso el primer buque peruano, después de treinta años de tensión. Se trataba del Pachitea, que fue recibido por una cordial multitud en el muelle Prat.

El presidente Billinghurst hizo cuanto estuvo de su parte para renovar formalmente las relaciones con Chile. Por un lado, sus conflictos limítrofes con Ecuador y Colombia le aconsejaban arreglar cuanto antes el frente del sur. Por otra parte, comprendía que cada año que Tacna y Arica pasaban en poder de Chile era un retroceso para la soberanía peruana en estas zonas, tan alegada en documentos y discursos. Como tercer elemento debe considerarse su recio espíritu americanista, que le hizo tan altamente respetado en el continente y tan impopular en su propio país.

Hacia 1915, fuera de los contactos oficiosos tomados con ocasión de la guerra mundial, las relaciones entre Chile y Perú continuaron radicadas en los cónsules y en las amistades personales de grupos determinados. En esta fecha, la Liga Estudiantil de Lima invitó a un Congreso Panamericano y los estudiantes de la delegación de Chile fueron espléndidamente recibidos. La generosa universalidad de la juventud quiso abrir así una etapa nueva en la amistad de ambas naciones. Pero el ambiente no estaba aún maduro.

Estos sucesos del pasado no parecen haberse diluido. Cien años después el Perú tiene presentada ante la Corte Internacional de la Haya, una demanda contra Chile por el diferendo marítimo con relación a la soberanía de las doscientas millas, surgido de acuerdos de pesca que Chile pretende darle calidad de Tratados.

La cancillería peruana, heredera de las lecciones del pasado repasa seguramente la sagaz política diplomática de don Melitón Porras Osores y la del general Manuel Varela Pozo.

Si bis pacem parabellum.

Fuentes:

Las citadas en el texto.

Historia de la República del Perú. Jorge Basadre. Tomo VIII. Ed. Universitaria; Lima-1983

Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera. Felix Denegri Luna. Primera Ed. Lima-1996.

Nuestras vidas son los ríos… Historia y leyenda de los González Prada. Luis Alberto Sánchez. Fundación del Banco de Comercio. Lima-1986.

Luchas y victorias por la definición de una frontera. Tnte. Crl. E.P. Rómulo Zanabria Zamudio. Ed. Jurídica S.A. Lima, Perú-1996

Grabados:

INTERNET

Otras fuentes:

http://es.wikipedia.org/wiki/Augusto_Legu%C3%ADa

Comentarios a la primera edición:

3 comentarios:

José Abad dijo…

Primero, quiero felicitar al autor de este blog que en cada uno de sus artículos es único, veraz y cautivante. El asedio, acoso y estrategias contra el Perú en 1910 deben dejarnos una lección.

Y como vemos, no todo fueron preparativos para hundir al Perú. En otros casos las cosas derivaron en violencia como la que se comenta con las instalaciones del diario La Voz del Sur.

En Ecuador, guardo el testimonio de mi abuelo José Dolores Abad, quien, junto con su tía paterna, trabajaba en un establecimiento comercial en el puerto de Guayaquil. En 1910 su establecimiento fue incendiado y saqueado por los lugareños anti peruanos y tuvo que huir con mucho riesgo en una frágil embarcación hacia el Perú.

Tiene razón don Luis, han pasado 100 años y hay a nuestro alrededor alianzas insospechadas. Hoy en día se usan incluso medios de comunicación masivos (con extranjeros a la cabeza) para atontar a nuestra población. Hasta alguien ya especuló la tesis de eliminar las instituciones militares. Soberana tontería.

Si bis pacem parabellum.

22 de julio de 2010 a las 15:04

Rafael Córdova Rivera dijo…

HERMANO LUCHO, TE FELICITO POR EL ARTICULO Y POR LAS MENCIONES SOBRE PORRAS Y VARELA.

UN ABRAZO

23 de julio de 2010 a las 18:42

Alejandro Luis Huertas Barrera dijo…

Mi querido Dr.

Es un gusto poder saludarte y reiterarte mi agradecimiento por tus distinguidas colaboraciones que son muy comentadas acá en la familia, un abrazo y adelante Ugartino Valiente.

Alejandro Luis

Jueves 5, agosto: 2005.- Facebook

7 de agosto de 2010 a las 23:21

La Cripta

Cripta de los Héroes de la Guerra de 1879

Incidente diplomático de 1908 entre el Perú y Chile

Lima, martes 18 de septiembre de 1908.- 10:00 horas. -Palacio de Gobierno. Sesión del Gabinete del presidente José Pardo y Barreda. El canciller, doctor Solón Polo tiene desde hace media hora audiencia con el presidente Pardo. Hay premura en palacio por atender asuntos de política interna habida cuenta que aquella administración estaba de salida, pero el tema principal en agenda es la propuesta que ha sido comunicada por el ministro plenipotenciario de Chile, señor José Manuel Echenique Gandarillas, recientemente acreditado ante el gobierno peruano, de colocar una placa de bronce en la cripta que el gobierno peruano había erigido en honor de los caídos en la guerra de 1879 y a la que se sumaba Chile.

El ministro quería de esta forma inaugurarse bien en Lima y La Moneda había aprobado la iniciativa, en época de serio acoso a los peruanos en la zona ocupada y como contrapartida la resistencia de aquéllos.

Antecedentes a la erección de la cripta

La cripta, levantada en el Cementerio General de Lima, fue concebida para el eterno reposo de aquellos combatientes peruanos en especial de la Guerra del Salitre (1879 – 1883) y su inauguración solemne y concurrida tuvo lugar el 8 de setiembre de 1908, durante el gobierno del presidente José Pardo y Barreda. Obra del arquitecto francés Emilio Robert, reviste hasta hoy, ostensible, la severa majestad de su propósito lo que se puede ver de la hermosa fotografía que exorna este artículo.

Tras su erección, correspondió la ardua tarea de ubicar e identificar principalmente los restos de los militares peruanos que murieron y fueron sepultados en los osarios que se improvisaban en los campos de batalla, específicamente Mejillones y Tarapacá, Intiorco en Tacna, San Juan, Chorrillos y Miraflores, Arica, Huamachuco y San Pablo, amén de otros lugares referidos como tales. La actividad de traslación de los caídos sepultados en territorio ocupado en las jornadas del sur, había correspondido al gobierno del general Andrés A. Cáceres.

Para conseguir tal propósito, expidió el 3 de junio de 1890, un decreto supremo, por el cual se disponía el traslado al seno de la patria de los restos de quienes sucumbieron en batalla y se comisionó a la flamante cañonera Lima a cuyo bordo llegaron al Callao y fueron destinados a diversas tumbas en el cementerio principal de Lima, ese mismo año.

En la Cripta

En el primer nivel fueron colocados los magníficos sarcófagos en mármol que contienen los restos del almirante Miguel Grau Seminario y del coronel Francisco Bolognesi Cervantes, mientras que en el segundo se dispusieron los 246 nichos de los militares identificados, que incluyen los restos encontrados en cinco osarios.

El acto de adhesión chilena a tan laudable acontecimiento nacional lo era también como un gesto de distensión -la ocasión se mostraba propicia de la mejor forma encontrada por La Moneda- para apaciguar momentos de efervescente y exacerbado nacionalismo que confrontaban las dos naciones con relación a la suerte de los territorios peruanos de las provincias de Tarapacá y Tacna ocupados desde 1879, esto es 29 años atrás, gesto con el que decíamos, esperaba hacer su ingreso el nuevo ministro plenipotenciario chileno en momento de aquellos negocios jurídicos tan controvertidos que movían las pasiones populares del Rímac y del Mapocho.

La nota protocolar decía:

«Lima, 16 de septiembre de 1908.- A S.E. el Dr. Solón Polo. – Señor ministro: El Gobierno de Chile, queriendo asociarse al homenaje que el Gobierno del Perú ha rendido a los ciudadanos que en defensa de su patria sucumbieron en la guerra de 1879, me ha confiado el honroso encargo de depositar una corona de bronce en la tumba que ahora guarda sus restos.

Al transmitir a V. E. este deseo de mi Gobierno que entraña sencillamente una elevada significación moral me permito rogar a V. E. estime oportuno para dar cumplimiento a la piadosa misión con que he sido honrado. Aprovecho con agrado esta ocasión para renovar a V. E.… la expresión de los sentimientos de mi más alta y distinguida consideración. (Firmado José Miguel Echenique Gandarillas

Coyuntura diplomática

Empero, las fechas del magno acontecimiento, su inauguración ya efectuada como explicamos el 8 de septiembre de 1908 y los de la trasmisión del mando al nuevo mandatario, don Augusto Bernardino Leguía Salcedo ganador de las elecciones de 1908, fijado para el viernes 25 de septiembre, escasamente a una semana de tiempo, fueron los motivos para que el canciller Polo contestase alongando su aceptación:

«Lima 17 de septiembre de 1908.- […] En respuesta, me es muy grato expresar a V. E. rogándole se sirva transmitir a su Gobierno los vivos agradecimientos del mío por tan delicada atención.

Una vez que se hagan los arreglos necesarios me complaceré en acordar con V. E. todo lo referente al significativo homenaje que el gobierno chileno quiere tributar al sacrificio de los que ofrendaron abnegadamente su vida en defensa de la patria. (Firmado Solón Polo) […]

Estando a esta repuesta el señor Echenique contrató en un taller de fundición de Lima la fabricación de la placa que se terminó y estuvo a punto a fines de diciembre de 1908, producida ya la trasmisión de la administración presidencial de Pardo a Leguía.

Personajes de la nueva administración peruana

La transmisión del mando se efectuó el 25 de setiembre y el nuevo presidente, quien relevaría a José Pardo hasta 1912, debería afrontar durante este mandato los problemas limítrofes con los cinco países vecinos que, conocedores de las limitaciones materiales que pesaban sobre el Perú después de la Guerra de 1879, encontraron el momento oportuno para acometer sus pretensiones territoriales.

Pero Leguía tenía elegido como canciller al doctor Melitón Porras Osores.

Había pues una formada empatía y resolución en las respectivas personalidades políticas.

En ocasión de su discurso inaugural como presidente de la república, Leguía hizo hincapié en torno al conflicto por Tacna y Arica:

[…] «El criterio del progreso solidario de la América y las soluciones pacíficas, nos inspirará para dirigir todas nuestras relaciones diplomáticas, y muy principalmente los esfuerzos para conseguir que nuestra frontera del sur sea, en la realidad, la designada por un tratado que el infortunio impuso y que, si nuestra fe nos obliga a respetar, no puede nuestra dignidad consentir que se agrave en nuestro daño» […]

Se refería al Tratado de Ancón, producto del tristemente célebre Grito de Montan lanzado a la república por el general cajamarquino Miguel Iglesias Pino, en plena campaña de la resistencia y a pesar de ésta que oponía al enemigo invasor el general Andrés A. Cáceres, pronunciamiento que tuvo por corolario el citado Tratado firmado en el balneario de Ancón, el 20 de octubre de 1883, cuyo Artículo segundo reza:

[…] La República del Perú cede a la República de Chile, perpetua e incondicionalmente, el territorio de la provincia litoral de Tarapacá, cuyos límites son: por el norte, la quebrada y río de Camarones; por el sur, la quebrada y río de Loa; por el oriente, la República de Bolivia; y por el poniente, el mar Pacífico. […]; y el consecuente Artículo tercero:

[…] El territorio de las provincias de Tacna y Arica, que limita por el norte con el río Sama, desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia, hasta su desembocadura en el mar, por el sur, con la quebrada y río de Camarones, por el oriente con la República de Bolivia, y por el poniente con el mar Pacífico, continuará poseído por Chile y sujeto a la legislación y autoridades chilenas, durante el término de diez años, contados desde que se ratifique el presente tratado de paz. Expirado este plazo, un plebiscito decidirá, con votación popular, si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente del dominio y soberanía de Chile, o si continúa siendo parte del territorio peruano. Aquel de los dos países a cuyo favor queden anexadas las provincias de Tacna y Arica, pagará a los otros diez millones de pesos moneda chilena de plata, o soles peruanos de igual ley y peso de aquella.

Un protocolo especial, que se considerará como parte integrante del presente tratado, establecerá la forma en la que el plebiscito deba tener lugar y los términos y plazos en que hayan de pagarse los diez millones por el país que quede dueño de las provincias de Tacna y Arica. […]

Resistencia del clero peruano en Arica y Tarapacá

A esto se sumarían de forma dramática, pues comprometía el servicio espiritual de las poblaciones del vasto territorio ocupado, la expulsión de Tacna que se hizo de los curas párrocos peruanos sufragáneos de la diócesis de Arequipa.

Al producirse la separación política de Tacna y Arica de la jurisdicción peruana y ocuparla Chile por la fuerza de las armas, no se rompió la unidad eclesiástica; los párrocos de estas zonas quedaron bajo el mando directo del obispo de Arequipa de la que dependían. Toda gestión del ministro chileno Errázuriz Echaurren por lograr de la Santa Sede un arreglo a esta situación fue estéril, pues el Papa evitaba pronunciarse en tanto subsistiese el estado de cambio de jurisdicción, so pena de declarase abiertamente por Chile.

Tacna y Arica permanecían invariables bajo la dirección espiritual de 38 párrocos peruanos, que como es natural tomaron bando, con el entusiasmo que es de imaginar, por los asuntos de su patria. Púlpitos, confesionarios y procesiones eran motivo y aliento para la propaganda peruana.

Los diarios chilenos, ya mayoritarios en Tacna y Arica, reclamaron a las autoridades y éstas pusieron los antecedentes en poder de su cancillería.

Se dispuso un trato cordial para lograr un advenimiento directamente con la propia Iglesia. El obispo de Arequipa intentando darle sentido favorable al pedido del ocupante enfocó el tema, pero no con asidero a la denuncia de Chile sino a la vida y conducta privada de los curas párrocos, algunos de los cuales habrían estado confrontando denuncias graves en 1908, en aquella curia.

La opinión pública peruana protestó de inmediato sobre la conducta extraña del obispo. Entonces el prelado temeroso de caer en el «torrente de traidores a la patria«, rechazó la petición oficiosa y confirmó a los párrocos en sus cargos. Dado este hecho Chile, consideró que los párrocos peruanos tenían la condición de funcionarios públicos y les canceló los permisos para ejercer su ministerio con la exigencia y requerimiento de nueva autorización ante la intendencia respectiva, temperamento que no fue aceptado.

El intendente Máximo Lira los conminó a no ejercer bajo ninguna circunstancia sus funciones; en respuesta aquellos sacerdotes abrieron oratorios privados. Una población, en su inmensa mayoría católica, quedó sin los auxilios de su religión y dividida por un agudo conflicto político.

Búsqueda chilena de la intervención del Vaticano

El ministro chileno en Roma, señor Rafael Errázuriz Urmeneta, presentó un extenso memorial al secretario del Estado Vaticano, pidiendo la autorización para nombrar párrocos chilenos en Tacna y Arica. En subsidio se solicitaba la creación de un vicariato castrense que permitiese designar capellanes militares que atendieran las necesidades de la población civil. El Vaticano entró en estudio de esta proposición.

Como el ambiente general en Tacna era insostenible y los párrocos, alentados por la prensa de Lima, habían adoptado una posición de abierta rebeldía, Chile pidió directamente al obispo de Arequipa autorización para que ocho sacerdotes chilenos ejercieran su ministerio en la zona disputada. El obispo rechazó la petición y por el contrario confirmó a los párrocos peruanos, autorizando, incluso, los oratorios privados.

Por toda respuesta, los párrocos de Tacna, en número de seis, y los de Arica, de Estique, de Belén y de Codpa fueron puestos a bordo de un buque y expulsados del país. El clero chileno se plegó a su gobierno.

La cancillería peruana ordenó a su encargado de negocios en Santiago pedir sus pasaportes y retirarse. Las relaciones diplomáticas entre Chile y Perú quedaban rotas nuevamente.

A fin de evitar un rompimiento definitivo, el ministro chileno Agustín Edwards McClure preparó un proyecto completo para la realización inmediata del tan esperado plebiscito cuya demora estaba en función de la necesidad de aumentar la población chilena en aquellos territorios y disminuir la peruana, por obvias razones.

El 3 de marzo de 1910, la cancillería chilena enviaba a Lima la proposición, y el 24 de marzo Brasil ofrecía su intervención amistosa. El 25 del mismo mes se adherían Argentina y los Estados Unidos. El Perú contestó, por intermedio de su ministro en Washington, que consideraba inoportuno el ofrecimiento de Chile, hasta tanto los párrocos peruanos no fueran repuestos en sus cargos.

Como en esos mismos días la Santa Sede se pronunció por la creación del Vicariato Castrense, Chile dio por terminada la gestión. Se nombró vicario general a monseñor Rafael Edwards y 40 capellanes chilenos sustituyeron a los clérigos extrañados y se hicieron cargo de la vida religiosa del territorio disputado.

Participación de Chile en el homenaje de los peruanos

Empero, el gesto al parecer del todo caballeresco, propiciado formal y diplomáticamente por el enemigo vencedor, confrontaba ahora para la aceptación de la placa de homenaje aquellos reales acontecimientos descritos, propios de la clara resistencia pasiva que oponían maestros y curas párrocos de las provincias ocupadas, a las instrucciones y prohibiciones que impartían los intendentes de aquellas jurisdicciones nombrados como tales por el gobierno chileno, en especial del intendente Máximo Lira, que lo era de Tacna, abocados a cualquier costo en aumentar la población chilena en la zona y de esta forma tener la mayoría necesaria para un potencial plebiscito.

Administración de salida

El panorama peruano en 1907 estaba revuelto. Terminaba su primera presidencia don José Pardo y Barreda, cuya previsora y ejemplar administración se había preocupado, entre otras importantes medidas de política interna, de la adquisición de novísimo armamento y la adopción de la moderna y distinta concepción de la doctrina militar en boga, además de la orden para la construcción en Inglaterra de los cruceros Grau y Bolognesi. Era claro que el Perú se recuperaba y que la sombra de una nueva conflagración se cernía sobre el horizonte.

La exacerbación de pasiones, tanto en el plano interno como en el internacional eran asuntos permanentes. Para entonces, el pensamiento diplomático del Perú era ya no insistir en el plebiscito, sino pedir la revisión total del tratado de Ancón. Al período de apaciguamiento y serenidad había sucedido otro de clara revancha guerrera y exaltado fervor nacionalista.

Un patriotismo efervescente muy popular influía seriamente en las decisiones del gobierno. Entenderse con Chile era motejado de traición. Los estudiantes de San Marcos habían declarado como «indignos de llevar el nombre de peruanos» a todos los firmantes del documento de Ancón y a numerosos oficiales y diplomáticos que habían recibido condecoraciones de Chile.

El presidente de Chile, D. Pedro Elías Pablo Montt Montt, se mantenía firme en su creencia que los problemas con el Perú podrían arreglarse con buen sentido y con la eliminación del patriotismo bullanguero que se manifestaba por ambas partes. Al igual que muchos políticos chilenos, había cifrado en el presidente Guillermo Billinghurst, cuya administración había dado claras muestras de acercamiento y, más tarde, en la de don Augusto B. Leguía, las más grandes esperanzas de poder llegar a un acuerdo.

Por ello, una de las primeras disposiciones de Montt al asumir el poder a principios de 1907, fue designar ministro en Lima a don José Manuel Echenique Gandarillas, con las miras de tender un puente que permitiese una solución cordial. Echenique era portador de instrucciones precisas para proponer a la cancillería de Torre-Tagle la realización del plebiscito de Tacna y Arica.

Corolario, ruptura y movilizaciones

Pero la placa jamás fue colocada en el monumental sarcófago de los defensores peruanos. Echenique, ofendido, pidió una explicación. Porras le contestó:

[…] «la situación existente entre mi país y el vuestro es la menos propicia para un acto público de esta naturaleza, que podría herir los sentimientos patrióticos del pueblo peruano» […]

La cancillería chilena ordenó a Echenique averiguar exactamente qué entendía el gobierno del Perú por «situación existente«, y de no ser la respuesta satisfactoria, pedir sus pasaportes.

El señor Porras, al contestar al plenipotenciario chileno, se lanzó contra el Tratado de Ancón, declarándolo inválido, injusto, impuesto por la fuerza e inaplicable. Echenique consideró, con toda razón, que plantear el problema de Tacna y Arica, o cualquier otro, en estas circunstancias, era simplemente perder el tiempo y en consecuencia solicitó sus pasaportes.

El 20 de diciembre el semanario El Porvenir, da cuenta del incidente de la corona ofrecida por Chile, y al día siguiente Miguel Echenique envía a su gobierno una extensa nota informando todo el asunto desde su personal óptica, culminando así:

«La conducta del Perú podría ser apreciada a la luz de la nueva prueba de amistad que le hemos dado y quedaría demostrado ante los Gobiernos amigos que todos los esfuerzos de Chile se estrellan contra la tenaz negativa de avenimiento del Perú«.

No obstante conocer el parecer del gobierno del Perú, Echenique envía una nota al canciller peruano reiterando finalmente:

«Réstame después de transcurrido tres meses, conocer la resolución de V.E. en orden de la fijación de la fecha para la realización del acto material de la entrega de la corona que ha quedado pendiente desde el día señalado«.

El ministro de RR EE peruano contesta por fin el 28 de diciembre de manera contundente:

«Es nuestro más vivo y sincero deseo que no se turbe con actos públicos que puedan tal vez provocar la susceptibilidad del sentimiento nacional peruano, la tranquilidad de las gestiones con que, confiamos, se ha de poner término a la triste situación de nuestros compatriotas de Tacna y Arica«.

Así proseguía el tiempo y el 9 de enero de 1909, el canciller chileno Balmaceda remite una nota a Echenique:

«El Gobierno estima que dados los términos de la nota del señor Porras V. S. debe regresar al país. Deje al Secretario como Encargado de Negocios«.

El gobierno, por intermedio del ministro de RR EE, pidió sus pasaportes y el diplomático, frustrado en sus propósitos, abandonó Lima.

A título de despedida, el gobierno peruano declaró persona no grata al cónsul general en el Callao, señor Paut Vergara, por haber puesto el escudo de Chile en el frontispicio del consulado, lugar que se encontraba, según la cancillería limeña, en «recinto portuario y militar«. Para no agriar más las cosas, Chile cambió de cónsul.

Dañadas las relaciones que hasta el momento habían sido tibias, se produjeron movilizaciones de contingentes de tropa a la frontera común, por ambas partes y con demostraciones recíprocas de fuerza de las guarniciones de Arequipa y Arica para el caso reforzadas.

Una nueva generación de peruanos se mantenía sobre las armas.

Estos fueron los acontecimientos que en el Perú se conocen como el Incidente de la corona, presumiblemente por que la placa de bronce ofrecida por Chile tenía inserta una corona de hojas de laurel cuya etimología heráldica es la del honor, gesto de adhesión protocolar, en su sentido estricto, pero ofrecido en momento inoportuno de recíproca hostilidad, conforme se tiene reseñado y como siempre lo será en tanto subsistan diferencias de todo orden que confronten vecinos tan obstinados y comprometidos con el pasado.

Presidente de la República, Augusto B. Leguía y Salcedo

Historia Diplomática de Chile, 1541–1938, Mario Barros van Buren. 1970. España. Ediciones Ariel. Espulgues de Llobregat. Barcelona

Historia de la República, Jorge Basadre. Tomo VIII, Séptima Edición. Lima, 1983. Edit. Universitaria

Fuentes:

Entre el Perú y Chile: la cuestión de Tacna y Arica

Páginas de divulgación histórica

Enrique Castro y Oyanguren:

 http://www.cervantesvirtual.com/obras/autor/castro-y-oyanguren-enrique-1875-3701

Wikipedia:

https://es.wikipedia.org/wiki/Rep%C3%BAblica_Aristocr%C3%A1tica#:~:text=Con%20Chile%20se%20produce%20un,en%20la%20guerra%20del%20Pac%C3%ADfico.

Grabados:

Internet

Presidente del Perú, D. Augusto. B. Leguía Salcedo; Foto editada tomada de Wikipedia

Presidente de Chile, D. Pedro Montt Montt; Foto editada tomada de Wikipedia

Foto de la Cripta de los Héroes de 1879, en el Cementerio Presbítero Maestro, del artista nacional, señor Telmo Cáceres Serna, (Chimi). Flickr

Dr. Melitón Porras Osores. Diccionario Enciclopédico del Perú; Editorial Mejía Baca. Tomo II, Lima, 1966.

(*) Publicado inicialmente en Harun al – Rashid espacio de la literatura, la narrativa y el ensayo. En jueves, 03-09-2009

Comentarios a la primea edición

7 comentarios:

CHIMI dijo…

Estupendo reportaje Luis, algo que desconocía casi en su totalidad…esto no lo enseñan en los colegios pero que importante es saber nuestra historia y así tener una identidad más fuerte y profunda con nuestra patria, gracias por ilustrarnos con tan importante fragmento de la historia del Perú.

Honor que me haces usar una de mis fotos en tu tan interesante artículo Luis.

Un fuerte abrazo

3 de setiembre de 2009 a las 17:13

Anónimo dijo…

Apreciado cuñado:

Creo que tu contribución de mantener viva la memoria peruana sea esta en actos buenos o aquellos en el que se demuestra la falta de tino y el falso nacionalismo cayendo en el chauvinismo debe de ser conocido por los peruanos para no volver a caer en lo mismo

Un abrazo y sigue siendo nuestro guardián de nuestra cultura y de nuestro rico pasado.

Luis

3 de setiembre de 2009 a las 18:52

Rafael Córdova Rivera dijo…

EXCELENTE, LUCHO…COMO QUISIERAMOS QUE NUESTROS ACTUALES GOBERNANTES, DIPLOMATICOS, MILITARES Y PUEBLO EN GENERAL, TUVIERAN EL ESPIRITU ALTIVO DE LAS GENERACIONES PASADAS.

RAFAEL

3 de setiembre de 2009 a las 20:55

Alejandro Reyes dijo…

Un saludo y abrazo Lucho, te felicito por el artículo, muy ilustrativo y reflexivo, los personajes que mencionas los he visto en textos chilenos y peruanos, incluso algunos jefes como Lecca lo tengo registrado.

Nuevamente, un abrazo

Alejandro

6 de setiembre de 2009 a las 21:48

Eloy Villacrez dijo…

Señor Siabala, leí con atención su nota sobre la Cripta que nos recuerda nuestros héroes de la agresión chilena de 1879, edito una revista llamada Aukana, desearía publicar un condensado, espero recibir su autorización haciendo constar la fuente.

Saludos

Eloy Villacrez

9 de setiembre de 2009 a las 00:03

Pedro Jareño dijo…

Hola Luis,

Pues un verdadero placer y un orgullo que lleguen respuestas como las tuyas. Me he apuntado tus blogs en mi lista de favoritos para ir leyendo cositas poco a poco. Me encanta la historia…

A partir de ahora estamos en contacto.

Te mando saludos desde Madrid,

Pedro

21 de setiembre de 2009 a las 13:38

Eleuterio Soto Salas dijo…

Hola Dr. Siabala:

Son esporádicos, y algo temerosos, los gestos de dignidad de los gobernantes peruanos frente a las bravuconadas chilenas. Los chilenos, que eran peones de los peruanos antes de 1879, se creen muy astutos. Así que tuvieron la osadía de pretender colocar una placa de bronce en la Cripta de los Héroes. Estoy seguro que ellos no lo hacían por amigables, sarcásticamente quisieron poner una lápida sobre la dignidad de nuestros héroes. Usted ha reseñado prolijamente ese hecho en su blog. Curiosamente el director del diario Correo toca el tema en manera similar en su artículo del día 22-09-2009, aunque en forma resumida.

Atte.

Eleuterio Soto

23 de setiembre de 2009 a las 15:09

Los silencios de la plaza

A la memoria de don Fernando Marcet Salazar; dedicado a don José Luis Castro López, mi gran amigo gallego.

“Cuando los terrenos del toro se mezclan con los del torero, ronda la muerte…”

D. GREGORIO CORROCHANO

Séame permitido ensayar sobre este asunto, que me comentó un entrañable amigo que ya no está entre nosotros, aquello de los silencios que se producen, no del todo, en ruedos españoles, especialmente en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, o la extraordinaria de las Ventas en Madrid, comparados con los que se dejan sentir en el albero de Acho, nuestra venerable Plaza Firme del Otero de Acho. Que fue mi amigo un especial testigo y yo lo comento reflexivo.

El arte del toreo es asunto de pocos, pero tema de muchos. Es conciencia cargada de sangre, miedo, fuerza, olor, colorido, ovación y música… pero también de silencio, uno sepulcral, como el que suele producirse en notables tardes en la longeva de la vigésima cuadragésima quinto año de existente Plaza de Acho (1766-2022); silencio premonitorio de pinturera suerte o, en fatal extremo, violenta muerte.

Es producto de la cita del destino entre la singular pareja que hacen hombre y bestia con la compañera muerte, la infaltable chaperona que simbolizo el luto, por muerte necesaria del toro o del torero en ocasiones, que también la hubo de ambos, entonces se dijo que se murió matando, he aquí lo épico del drama.

La corrida de toros lleva inmersa estas potenciales condiciones. Así fue siempre y así lo seguirá siendo. El primitivo ser que mora dentro del aficionado de todos los tiempos y latitudes lo sabe y así lo espera. Se señala con sabida certeza que el arte de la lidia resulta de la mezcla de los miedos del toro con los del torero; sumados a los del expectante público, añadimos.

Los conocedores quedan contagiosamente suspensos en los tendidos y el tiempo parece detenerse durante esos silencios… y la muerte, conspicua acechadora de los ruedos, espera su momento, aguarda calculadora; es lívida dama de blancos y largos tules que empuña la guadaña con un crespón negro, la que siempre acompaña a los rivales en la lidia; el uno, pletórico de instinto, poderosa acometida, letal cornamenta y gran musculatura; el otro, debilísimo de estructura, dotado tan solo de acusado juicio, experta mano y un valor que ya rezó sus oraciones.

Los terrenos del toro son defendidos por el burel que no tolera invasión alguna, asunto que conoce el matador. Empero, será necesario en ocasiones, tentar el destino y para lucir aquella suerte habrá de invadir esas áreas que le son vedadas; entonces dentro, paso a paso, a medio paso, tendida y templada la muleta citará y cargará la suerte; luego el astado calculador y bravo, arrancará con estrépito para hacer la historia y cumplir el destino.

Es muy cierto aquello que se murmura: Cuando los terrenos del toro se mezclan con los del torero, ronda la muerte.

Está sonando el clarín señal del cambio de tercio, el último tercio. El sol va picante; aquella mujer del tendido de sombra, la de sedosa cabellera, mordisquea nerviosa el tallo de un clavel…

Ya se dejó la muleta, es el turno del estoque de matar… un extendido rumor recorre la plaza…






		

VELAS LATINOAMÉRICA 2018

 

Unión, a toda vela

Logotipo de Velas Latinoamérica 2018 LA MÁS IMPORTANTE REGATA DE LA REGIÓN QUE TOCA EL PUERTO DEL CALLAO

Unión a la cuadra de San Lorenzo

BAP Unión (BEV-161) inicia su Tercer zarpe de Instrucción y rendez vous en Valparaíso para sumarse a Velas Latinoamérica 2018

Una vez más tendremos en el Callao, de recalada, la flota de veleros-escuela de las respectivas armadas de nueve países latinoamericanos y dos importantes invitados de Europa: España y Portugal, que viene surcando aguas del Pacífico meridional y se encuentra a la cuadra de la costa chilena bajo auspicio de Velas Latinoamérica 2018. El hermoso evento náutico, que se inició el pasado 25 de marzo en Río de Janeiro (Brasil), es el tercero desde su creación en el año 2010.

Las embarcaciones todas a vela, distinta arboladura, desplazamiento y remotas épocas son buques-escuela de las armadas de Argentina, Brasil, Portugal (invitado), Chile, Ecuador, España (invitado), Colombia, Perú, Uruguay, México y Venezuela. En su mayoría conocidas por gran parte de nuestro público capitalino y chalaco, flota a la que se incorporará, por vez primera, el flamante BAP Unión.

Es importante anotar que los veleros que integran esta regata, de acuerdo a la lectura del material informativo, registrarían la siguiente prelación por antigüedad:

Capitán Miranda, Uruguay

El más antiguo de los veleros en servicio activo resultaría la bella goleta Capitán Miranda (POU 20), al servicio de la armada uruguaya; que fue botada en 1930 por los astilleros andaluces de Matagorda, España, por entonces parte de la Sociedad Española de Construcción Naval, maestranza elegida  tras haber ganado el concurso internacional celebrado por el gobierno de la república de Uruguay para dicha construcción.

En consideración a los muchos años de servicios y constantes reparaciones y al borde del desguace, felizmente resultó legalmente autorizada a pasar de los servicios oceanográficos a los de valero-escuela, oportuno cambio que trajo anexo el total repaso del casco, máquinas,  aparejos y el acondicionamiento para atender el acomodo del personal en instrucción naval, los oficiales instructores y la tripulación; tarea que se realizó en astilleros nacionales. La hermosa nave lleva el nombre del polígrafo uruguayo Capitán de Navío Francisco Prudencio Miranda.

El segundo velero- escuela en antigüedad -que se registra- sería el  Sagres,  de la ArmadaSegres, Portugal de  Portugal. Resulta muy importante, sin embargo, dar a conocer la razón por la que esta nave además de su remoto origen sirvió bajo nombre y banderas distintos debido a los  acontecimientos coyunturales de la época que culminaron cuando fue adquirido por la república de Portugal. Me resulta apasionante rememorar la singular trayectoria de este bricbarca por haber seguido desde mi infancia la lectura de aquellos hechos que hoy los actualizo con la información que he podido recoger.

El periodista Juan A. Padrón Albornoz, de la Sección Santa Cruz y los barcos del Diario El Día de Tenerife, Canarias, escribió un interesante artículo sobre este histórico velero: El bricbarca Sagres, buque-escuela de la Armada Portuguesa arriba mañana que estoy reproduciendo en glosa, con algunas anotaciones entre paréntesis de las partes más destacadas de nuestro velero.

Escribe Juan Padrón: […] En 1932 naufragó la Niobe, bricbarca alemana de tres palos que por entonces desempeñaba las funciones de buque-escuela. Para sustituirlo, en la firma Blohm & Voss de Hamburgo, se contrató la construcción de tres veleros que, de tres palos, llevarían también aparejo de bricbarca.  El primero de estos, el Gorch Fock fue botado en mayo de 1933, seguido –el 13 de junio del año siguiente- por el Horst Wessel y justo un año más tarde fue el Albert Leo Schlageter, posteriormente todos destinados a la Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine); posteriormente la rumana encargó otro similar, el Mirces, también actualmente en servicio, y, ya en plena guerra, fue botado un quinto bricbarca el Deutschland también destinado a navegar bajo bandera alemana y que, no terminado, su casco fue entregado en 1945 a Francia, que lo destinó a pontón de entrenamiento. Hace unos meces, fue remolcado a París, donde se le apareja adecuadamente para ser utilizado como atracción turística.

De los tres primeros bricbarca, el Georg Fock pasó a la URSS en 1945 en concepto de reparaciones de guerra y, rebautizado Tovarich (camarada), navega como buque-escuela de la marina mercante y, como tal, ha recalado en varias ocasiones por nuestro puerto. El segundo Horst Wessel corrió la misma suerte y, desde 1946, es el Eagle del U. S. Coast Guard.

Primera escala

El 1 de febrero de 1938, el Albert Leo Schlageter fue recibido oficialmente por la Marina alemana y, tras un corto crucero arranchó (2. tr. Mar. Pasar muy cerca de la costa, de un cabo, de un bajo, etc. 3. tr. Mar. Cazar y bracear todo lo posible el aparejo de un buque. RAE) a son de mar para, luego, emprender otra de más larga duración por aguas y puertos del Atlántico. Fue durante este primer viaje que, el 18 de abril, el Albert Leo Schlageter recaló por Santa Cruz de Tenerife puerto visitado en anterioridad por sus gemelos Gorch Fock y Horst Wessel.

El bricbarca germano venía entonces al mando del capitán Bernhard Rogge, el marino que, ascendido luego a capitán de navío, el 31 de marzo de 1940 zarpó de Kiel al mando del crucero auxiliar Atlantis (nave alemana armado en corso o corsario) y hasta que fue hundido su buque por el crucero pesado Devonshire de la Royal Navy capturó y hundió barcos enemigos que, en total, sumaron 146,000 toneladas de registro bruto. Bernhard Rogge era marino frío, calculador, perseverante y muy humanitario, de allí su éxito y que, al formarse la Marina Federal, volviese al servicio activo hasta que, ya almirante, se retiró por imperativos de edad.

Época cuando se entonaba el antiguo Himno alemán con algunas modificaciones introducidas por el partido nacionalsocialista.

Durante la guerra este bricbarca navegó por el Báltico en los primeros meses de la lucha y, más tarde, se le utilizó como cuartel flotante primero y buque hospital después. Al igual que su gemelo Horst Wessel fue adjudicado a la marina USA, si bien Holanda había una y otra vez insistido para lograr la propiedad de dicho velero.

El Albert Leo Schlageter fue transferido al gobierno estadounidense y, tras largo amarre en un puerto alemán, fue vendido a la Armada brasileña. A rastras de un remolcador de altura, el bricbarca llegó a Río de Janeiro donde, tras un recorrido del casco y aparejo en los astilleros de Ilha das Cobras, quedó listo para navegar bajo el nuevo nombre de Guanabara.

Como ya la  Marina brasileña tenía en servicio otro buque-escuela, el bergantín goleta de cuatro palos Almirante Saldanha bien recordado en Santa Cruz de Tenerife, el Guanabara realizó varias campañas oceanográficas, alternando estas con cruceros de instrucción para cabos y marineros.

En 1959, el Guanabara, fue amarrado y, al mismo tiempo comenzaron las negociaciones con la Marina portuguesa, necesitada de un buen velero para sustituir al bricbarca Sagres que databa de 1896. Por fin, el 12 de febrero de 1962 y en aguas de Río de Janeiro, la Marina portuguesa se hizo cargo del bricbarca, con el nombre de Sagres –el anterior había sido rebautizado San André– y empezó a prestar servicio tras obras de modernización en Alfeite (astillero lisboeta, antiguo arsenal de la Marina, hoy empresa pública Arsenal de Alfeite S.A. en Amada, Lisboa)

El Sagres -tercero de su nombre en las listas de la Armada portuguesa-  es buque de 1,752 toneladas estándar y 1,884 m de eslora, 11,9 de manga y 5,2 de calado. Para entrar y salir de puerto, navegaren calmas chichas o aguas de mucho tráfico, lleva dos motores MAN (Machinenfabrik, Augsburg-Nürenberg SE) que, con 700 Bhp (refiere a la sigla Brake horsepower, potencia al freno, es la medida de la potencia del motor sin tener en cuenta toda pérdida)  sobre una hélice, le da 10,5 nudos de media a régimen normal. Con 52 toneladas de combustible en sus tanques, la autonomía del Sagres es de –solo a motor- 5,450 millas a 7,5 nudos.

Sagres las cuadras, cruz del Descubrimiento

De líneas airosas y elegante, el Sagres, larga en sus tres palos 20,793 pies cuadrados de velamen; en mesana, con botavara y doble pico, la cangreja es de abanico, características de muchos veleros alemanes (Segler o Seglerboot) desde el pasado siglo (se refiere al XIX)

El palo mayor tiene una altura de 43 metros y, con las velas cuadras adornadas con las rojas cruces del Descubrimiento –la de las carabelas del Infante Don Enrique el Navegante,  el Sagres, numeral A-520, bien navega desde que, en el rojiverde de Portugal a tope del pico cangrejo, el 23 de junio de 1963 dio fondo en la histórica aguas del Tajo. […]

Aquí un video del Gorch Fock, botado en 1950 sobre los planos del Sagres, zarpe (Hay algunos otros videos referidos a maniobra en veleros, en idioma alemán)

Juan Sebastian Elcano, 1968El tercer lugar lo ocuparía el velero-escuela Juan Sebastián de Elcano (A-71) otro veterano de orgulloso recorrido, salido de los famosos astilleros gallegos, una nave de gran importancia en la historia de España, tanto por los destacados personajes que transportó a su bordo, en épocas difíciles, como por el nombre que ostenta en memoria del intrépido piloto vascongado que arribó a Sevilla al mando de la nao Victoria completando la primera vuelta al mundo resultado de la osada pero trágica expedición de Fernando de Magallanes. A la izquierda una foto que tomé del velero en la Base Naval del Callao en 1968. Luce entre dos dianas de práctica artillera.

La nueva incorporación

El BAP Unión, como lo hemos dado a conocer, nuestro buque-escuela a vela formará

Unión, clavillero en banda
Cabilleros

parte de la flota incorporándose a ella en Valparaíso como adición a su Tercer zarpe de Instrucción de cinco meses que ya lo inició el día 10 del presente mes de mayo y que hará un rendez vous en Valparaíso para enrumbar con el grueso de la flota hacia el Norte, con dirección al Callao, donde se esperará con impaciente júbilo a la magnífica armada, del domingo 17 al viernes 22  de junio del año que corre, según lo registra el itinerario oficial. De gallardo porte, armado en bergantín con sus cuatro palos  con masteleros de velas cuadras y gran cangreja en el palo de mesana, va, poco a poco, tomado noticia de toda suerte de mares y formando activas tripulaciones.

Nota con relación al presente artículo:

Se consignan los mayores datos posibles para uso de los aficionados

Unión. Jarcias y motones
Motones y estays

Contrario a la tarea objetiva que se espera, esta antología es producto de la idea de compendiar cuanto dato sea importante para no perder de vista una actividad relacionada con la Historia, que se hizo por la fuerza del viento, con la cual los viejos hombres de mar gobernaron sus naves y los mares marcando hitos. De allí su extensión, pero es necesario no perder de vista estos antecedentes en estas modernas épocas y por el contrario mantenerlos actualizados. De otro lado, cada nave tiene su propia entrada con lo créditos suficientes para la posible investigación de los entendidos en esta materia.

En el video oficial se actualizan automáticamente los eventos de la regata

Video oficial

http://www.velaslatinoamerica2018.cl/videos.html

En la fecha de este despacho la flota se encuentra en el puerto de Talcahuano, Concepción donde hizo recalada el día lunes 21 por la tarde.

El itinerario de la gran regata Velas Latinoamérica, 2018

(Las fechas son las de visita)

Punta del Este, Uruguay (Zarpe)                                       10 Abril – 15 Abril

Buenos Aires, Argentina                                                      7 Abril – 23 Abril

Ushuaia 04 Mayo, Argentina                                                07 Mayo

Cabo de Hornos, Paso internacional                                 08 Mayo

Punta Arenas, Chile                                                                11 Mayo – 15 Mayo

Talcahuano, Chile                                                                   23 Mayo, – 26 Mayo

Valparaíso, Chile                                                                     28 Mayo – 03 Junio

Antofagasta, Chile                                                                  08 Junio – 11 Junio

Callao, Perú                                                                              17 Junio – 22 Junio

Guayaquil, Ecuador                                                                28 Junio – 02 Julio

Balboa 07, Panamá                                                                Julio – 10 Julio

Curazao, Holanda                                                                   15 Julio – 18 Julio

Cartagena de Indias, Colombia                                             21 Julio – 26 Julio

La Guaira, Venezuela                                                             31 Julio – 04 Agosto

Santo Domingo, Santo Domingo                                         08 Agosto – 12 Agosto

Cozumel, México                                                                    21 Agosto – 23 Agosto

Veracruz, México (Recalada)                                                27 Agosto – 02 Sept.

Datos generales de cada Velero-Escuela, en orden alfabético:

Capitán Miranda, Uruguay

Capitán Miranda, UruguayCapitán Miranda (ROU 20)

Bandera insignia

Capitán Miranda Escudo insignia

Historial

Astillero                          Sociedad Española de Construcción Naval

Tipo                                  Goleta de tres mástiles, Buque escuela

Operador                        Armada Uruguaya

Puerto de registro        Montevideo

Autorizado                      enero 1930

Iniciado                            3 de marzo de 1930

Botado                               27 de julio de 1930

Asignado                           julio de 1930

Características generales

Desplazamiento             839 toneladas

Eslora                                64 metros

Manga                               8 metros

Calado                              3,80 metros

Aparejo                            Marconi

Propulsión                       1 hélice de cuatro palas

Potencia                           750 CV

Velocidad                        10 nudos

Tripulación                     12 Oficiales, 26 Guardiamarinas, 39 Personal Subalterno

Capacidad                       8 invitados

El Capitán Miranda es un barco de vela de la Armada Nacional del Uruguay, que sirvió originalmente como buque hidrográfico para las investigaciones oceanográficas y la confección y preparación de las cartas náuticas, tras lo cual se convirtió en buque escuela en 1977.

Se construyó en el año 1930 en los Astilleros Españoles de Matagorda (que en ese entonces formaban parte de la Sociedad Española de Construcción Naval) tras haber sido elegida al ganar un concurso internacional celebrado por el gobierno de Uruguay.

Su nombre hace homenaje al Capitán de Navío Francisco Prudencio Miranda, marino uruguayo, hidrógrafo, historiador, profesor y escritor. En una visita al buque, el Gobernador Civil de la Provincia de Cádiz le entregó al comandante Julio Lamarthée una placa de plata que decía: Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Letras y Artes de Cádiz. En memoria de la botadura del Buque Hidrográfico Capitán Miranda. Cádiz, julio de 1930.​

El Capitán Mirando realizó el último de sus 22 viajes de instrucción en abril de 2011, y está en reparación desde abril de 2013.

Transformación

En el año 1976, el Capitán Miranda estaba destinado a ser desguazado, pero el entonces comandante en jefe de la Armada uruguaya, el Vicealmirante Hugo L. Márquez proyectó su transformación en buque escuela, como goleta de tres palos. La transformación empezó en 1977. El que hasta entonces era un buque de estudios oceanográficos, fue transformado para ser un velero escuela. Para eso se le aumentó su superficie vélica, se construyeron alojamientos adecuados, se efectuó su remotorización, se modernizaron sus sistemas de navegación y se adecuó completamente para su nueva función.

En esta transformación participaron varias empresas uruguayas, utilizando en su mayoría materiales nacionales. Sólo se adquirieron en el exterior elementos indispensables. Además, los trabajos fueron realizados por personal especializado de la Armada Nacional.

Al comenzar su nueva tarea, se convirtió en uno de los más grandes y rápidos veleros activos, ​ gracias a su moderno aparejo. El 20 de octubre de 1978 el Capitán Miranda realizó su primer viaje de instrucción, que se volvería a repetir cada año hasta la actualidad.

Transcurridos 16 años de la primera transformación, fue aprobada una nueva remodelación del buque. En junio de 1993, el barco ingresó al astillero de la Empresa Nacional Bazán en Cádiz, España, donde, debido a su estado avanzado de deterioro, el Capitán Miranda fue prácticamente desarmado en su totalidad y vuelto a armar minuciosamente sustituyendo cada pieza. Esta segunda reparación permitió la incorporación de una serie de mejoras, que sumadas a la actualización tecnológica de rigor, han dotado al velero de mayores facilidades para el cumplimiento de su misión.

Reseña Histórica al 2013-16

Después de haber participado en la Celebración del Bicentenario en una derrota por Latinoamérica y luego de transcurridos 17 años de su Reparación Mayor en España, el buque presenta un grado de deterioro general que imposibilita continuar con los viajes, en respuesta a esto la Armada se avoca a analizar y estudiar las distintas alternativas.

A fines de 2011 El Poder Ejecutivo Declara de Interés Nacional al Proyecto de Reparación o sustitución del Buque Escuela Capitán Miranda Armada (Dec.1067/11). En el año 2012 se llama una licitación pública, en la cual se descartaron todas las ofertas por no ajustarse al pliego de condiciones, ante esta situación el Mando decide ejecutar la Reparación Mayor en el país por parte de la Armada. En abril de 2013 se le encarga al Arsenal Naval la Reparación Mayor del ROU20, con la Premisa de: Mantener o mejorar las capacidades operativas y funcionales del Buque.

Descripción del Proyecto Alcance, Adquisiciones, Comunicaciones, Riesgos

Gestión de Riesgos 20 de Agosto de 2015

Trabajos en ejecución 2015 1. Proa (pique de proa, pañol de pintura y caja de cadenas) 2. Camarote de SSOO (casco, mamparos, cubierta y estructura) 3. Comedor y Alojamientos Personal (casco) 4. Alojamientos de GGMM (casco y cubierta) 5. Baños de proa (cambio de piso) 6. Frigorífica (cambio total de piso) 7. Sala de Máquinas (casco, sustitución de cuadernas) 8. Túnel y Aljibes (tratamiento de superficie) 9. Camarotes de Popa (cambio de casco, estructura y cubierta) 10. Local de Servo (cambio de casco, estructura de tanques, cubierta) 11. Panadería y Cocina (cambio de cubierta, mamparos y estructura) cambiando puerta de acceso hacia popa en panadería y proyectando unir ambas. Cambio de todas las puertas estancas Cubiertas: (Detalle: Renovación parcial de estructura interna y forro de cubiertas) 1.- Cubierta Trinquete 2.- Cubierta Principal proa 3.- Cubierta Principal bandas, trancaniles 4.- Cubierta de Botes 5.- Cubiertas secundarias de proa a popa APROXIMADAMENTE SE HAN CAMBIADO 500 M2 DE CHAPA

Se realizó el estudio técnico de las necesidades del buque y se determinaron las especificaciones técnicas de los equipos y sistemas, para la confección de los pliegos técnicos, así como también el estudio de las ofertas para asesoramiento en las adjudicaciones de los siguientes equipos;

Motor Principal Caja reductora Panelería para revestimientos interiores Compresor Potabilizadoras Purificadora de combustible Ojos de buey Puertas estancas Herramientas y consumibles principales Tuberías, bridas y accesorios. Madera para cubiertas Equipos de navegación

Ingeniería de adquisición de equipos: Sistema de ventilación Válvulas Renovación servo-timón Sistema extinción de incendio por Co2 y detección. Guinches proa y popa Equipamiento sanitario Aberturas y herrajes Reparación de mascarón de proa Estudio de estabilidad final

En confección de pliego técnico.

Ingeniería de adquisición de equipos

Planta de aguas negras Separador de sentinas Hidróforos Plan de pintura Generadores Caldera Bombas(achique, incendio, agua dulce, aceite, combustible) Sistema de eje, hélice, bocina, bujes y cojinetes. Cámaras frigoríficas (una cámara diaria en local servo) Línea de fondeo Equipos de comunicaciones

Mejoras operacionales.

Rediseño de todos los sistemas. Planos finales en formato autocad y pdf. Adquisición del 95% de los equipos de (navegación, comunicación, propulsión, generación, seguridad). Salto tecnológico generacional en operación y mantenimiento de sistemas de control. Aprendizaje para futuros OPV.

Centralización de los sistemas de control en Timonera y Sala de Control Maq. Recuperación estanqueidad. Rediseño de Generación y Distribución Eléctrico. Rediseño de Sistemas de CAV/LCI, sensores de alarmas centralizados, ajustado a normativa internacional. Circulación por interiores (corredores centrales y vías escapes de emergencia) Sala de Control de sala de máquinas. Renovación del diseño de Alojamientos y Comedor Personal. Arreglo alojamientos femeninos (Personal y GGMM). Salón de clases para GGMM/ Comedor. Integración de Panadería con Cocina. Frigorífica Central e incorporación de Frigorífica de servicio diario en Popa

Vuelta al mundo

Capitán Miranda. Cañón

Cañón en la cubierta del Capitán miranda

Heráldica

Capitán Miranda, Escudo de la nave

El Capitán Miranda trae sobre campo de sable una carabela en oro entre d os columnas de plata, ambas rodeadas de una cinta de gules cargada de letras de oro, en la diestra PLUS y en la siniestra ULTRA. En la campaña lleva sobre fondo de plata, trangles de azur, está rodeado interiormente por una filiera de gules, timbra con una corona naval y su divisa reza: MARE MAGNUM.

Referencias

Ficha técnica

De buque oceanográfico a velero escuela

Cadiz-Regata

Descripción Heráldica

Video:

https://youtu.be/TIWd4r-Ghi8

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/Capit%C3%A1n_Miranda_(ROU_20)

Cisne Branco, Brasil

Cisne Branco, Brasil

NVe Cisne Branco (U-20)

Bandera insignia
Historial

Astillero                                                      Astilleros Damen, Amsterdam, Netherlands

Tipo                                                               Fragata ​

Botado                                                          4 de febrero de 2000

Asignado                                                       9 de marzo de 2000.

Destino                                                         activo

Características generales

Desplazamiento                                         1.038 t

Eslora                                                            76,00 m

Manga                                                           10,50 m

Puntal                                                            6,60 m

Calado                                                           4,80 m

Calado aéreo                                               46,40 m

Aparejo                                                          Fragata​

15 velas redondas

10 velas Latinas

6 velas auxiliares

1 vela para mal tiempo

Sensores                                                       1 radar de navegación Furuno FR-1510 Mc 3

Armamento                                                 2 cañones de 47mm para ceremonias

Propulsión                                                    motor Caterpillar Diesel a 1800 rpm

Potencia                                                        1001 cv

Velocidad                                                     A vela: 11 nudos

Con motor                                                   17.5 nudos [2]​

Autonomía                                                   1.250 millas [2]​

Tripulación                                                   1 comandante, 9 Oficiales, 41 Guardiamarinas

Capacidad                                                    31 alumnos

MMSI                                                            710428000

El NVe Cisne Branco (U-20) es un velero de la Armada de Brasil, desempeña funciones diplomáticas y de relaciones públicas. Su misión es representar a Brasil en eventos internacionales de veleros, promover la mentalidad marítima en la sociedad y preservar las tradiciones marineras. En ocasiones se utiliza como buque de entrenamiento.

Realizó su viaje inaugural en una travesía conmemorativa de los “500 años del descubrimiento de Brasil” cruzando el Atlántico en la misma forma que lo hizo Pedro Álvarez Cabral en el año 1500. Este velero es hermano del “Stad Amsterdam” de bandera holandesa, lanzado al mar el año 2000. El buque fue construido en tiempo récord, de un año tres meses, con el propósito de permitir a Brasil participar con un velero en la histórica travesía conmemorativa de los 500 años de su descubrimiento.

El nombre del navío proviene de un verso de la música “Cisne Branco”, canción símbolo de la Marina de Brasil, conocida como la “Canción del Marinero”. Vale la pena mencionar que la palabra “Cisne”, en simbología heráldica significa “Feliz travesía y buen augurio”.

El Cisne Branco es el tercer navío de la Armada de Brasil que lleva ese nombre.

Cisne Branco y Amisterdam

Cisne Blanco y Amsterdam

Referencias

«Distintos aparejos en buques de vela». Histarmar. Consultado el 12 may. 2015. «Los dibujos fueron tomados de la obra «Las artes del mar», 1966.»

Enlaces externos

Página oficial del NVe Cisne Branco

Historia y Registro de los buques de guerra Brasileños

Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre NVe Cisne Branco.

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/NVe_Cisne_Branco_(U-20)

Cuauhtémoc, México

Cuauhtemoc, México

ARM Cuauhtémoc (BE-01)

ARM Cuauhtémoc (BE-01)

Barque Cuauhtémoc

ARM Cuauhtémoc (BE-01)

Escudo

Cuauhtémoc, Insignia

Historial

Astillero                                                        Astilleros Celaya S.A. (Bilbao, España)

Tipo                                                               bricbarca ​

  • 2368 m²

  • 10 velas cuadras

  • 13 velas de cuchillo

Puerto de registro                                      Acapulco, México

Botado                                                          24 de julio de 1981

Asignado                                                      29 de julio de 1982

Destino Activo

Características generales

Desplazamiento                                         1800 t

Eslora                                                            90,5 m

Manga                                                           12 m

Puntal                                                            7,4 m

Calado                                                           5,4 m

Propulsión                                                    • Motor Diésel (1) D-399

  • Velamen

Velocidad                                                     8 nudos

Tripulación                                                 • Oficiales y tripulación: 186

  • Guardiamarinas: 90

El Buque Escuela Cuauhtémoc (ARM Cuauhtémoc BE-01) es el buque-escuela de la Armada de México en el cual los cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar realizan sus viajes de práctica. Dichas prácticas comprenden el estudio de materias tales como cinemática naval, astronomía náutica, derecho marítimo nacional e internacional, comunicaciones navales y administración del mantenimiento, entre otras comprendidas dentro de su plan de estudios, así como seminarios y prácticas de navegación; estas asignaturas en conjunto forman parte imprescindible de la formación profesional de los Cadetes Navales.

El buque tiene un aparejo de bricbarca, también llamado brik-barca, bergantín-barca o simplemente barca,​ con tres mástiles y 23 velas repartidas (10 velas cuadras en los palos mayor y trinquete, velas cangreja y escandalosa en el de mesana, con 13 velas de cuchillo entre los palos), con un total de 2368 metros cuadrados de velamen.

Historia

Por iniciativa del entonces presidente José López Portillo; el Velero Cuauhtémoc comenzó a ser construido el 24 de julio de 1981 en los Astilleros de Celaya, S.A., en Bilbao, España, a partir de la grada número 187. Su diseño corresponde al cuarto y último de los grandes veleros diseñados y construidos como buques escuela por los Astilleros Celaya para las armadas hispanoamericanas; siendo sus buques hermanos el Gloria de Colombia, botado en 1967; el Guayas de Ecuador, botado en 1976 y el Simón Bolívar de Venezuela, botado en 1979.

El Cuauhtémoc fue botado el 24 de julio de 1982 y días después, el 29 de julio, Francisco Landero Molina, presidente de los astilleros, entregó formalmente el velero a Francisco Alcalá Quintero, embajador de México en España. Al acto oficial también asistieron el vicealmirante P.A. Federico Carballo Jiménez, agregado naval de México en España, y Luis Pinilla Solivares, gobernador militar de Vizcaya. De inmediato causó alta en la Armada de México y se entregó a su primera tripulación, cuyos oficiales, maestranzas y tripulación previamente habían sido preparados en un curso especializado en la Escuela de Maniobra Galatea de la Armada española en El Ferrol. Fue nombrado como su comandante el capitán de navío Cuerpo General Diplomado de Estado Mayor Manuel Zermeño del Peón.​ El comandante segundo del Cuauhtémoc fue el capitán de fragata Cuerpo General Diplomado de Estado Mayor Alberto Gerardo del Barrio Gillé.

El 18 de septiembre de ese mismo año tocó por primera vez aguas nacionales y arribó al puerto de Veracruz. Siete días después, el 25 de septiembre, fue abanderado por el presidente José López Portillo.

Es el segundo buque de la Armada de México que lleva el nombre de «Cuauhtémoc». El anterior fue el destructor Cuauhtémoc (E01), un barco de la clase Fletcher botado en mayo de 1942, que sirvió en la armada estadounidense con el nombre de USS Harrison (DD-573) y que fue adquirido por la Armada de México el 19 de agosto de 1970, el cual fue finalmente retirado del servicio en 1982 para su desguace.

Cuautehmoc Escudo

El escudo del Cuauhtémoc

El cuerpo del escudo se constituye por dos círculos concéntricos: el exterior, a semejanza de un cabo de abacá, significa la jarcia de labor, elemento principal de la tripulación en las faenas de largar y cargar el aparejo. El círculo interior sirve para dividir concéntricamente la circunferencia total del cuerpo.

La parte interna de éstos lleva en su centro la silueta del Buque Escuela Cuauhtémoc por su babor y con todo el aparejo dado, navegando hacia el poniente, impulsado por el viento, situación que representa su primer viaje para incorporarse a su Patria.

En el anillo formado por los dos círculos se tienen dos inscripciones: una en la parte superior, que dice: “Armada de México”, institución de la cual forma parte; y otra en la parte inferior, que dice: “Buque Escuela Cuauhtémoc”, el nombre oficial del buque.

El mismo anillo ofrece, en el punto oriente, la figura del dios del viento Ehécatl (en la mitología azteca), quien con su aliento impulsa al buque hacia el poniente. En el punto poniente aparece el Sol del crepúsculo vespertino; en los puntos norte, intercalados en la inscripción, los astros siderales que hacen posible el conocimiento constante de su posición. Por último, en la parte superior del cuerpo, el águila del Escudo Nacional, que recuerda el origen del buque y su dotación.

Viajes efectuados

Buque Escuela Cuauhtémoc en Acapulco.

Crucero Atlántico 1982

Crucero Oriente 1983

Crucero Tahití 1984

Crucero Atlántico Norte 1985

Crucero Libertad 1986

Crucero Sur Pacífico 1987

Crucero Mediterráneo 1988

Crucero Eurocaribe 1989

Crucero Circunnavegación 1990

Crucero 50 Aniversario de la Secretaría de Marina Atlántico 1992

Crucero Cabo de Hornos 1992-1993

Crucero Europa 1994

Crucero Canadá 1994

Crucero Báltico 1996

Crucero Osaka 1997

Crucero Australia 1998

Crucero Lisboa 1998

Crucero Mar del Norte 1999

Crucero Euroamérica 2000

Crucero Europa 2001

Crucero de Circunnavegación 2002

Crucero Rouen 2003

Sail Rhode Island 2004

Crucero de Instrucción Pacífico Norte 2005

Crucero de Circunnavegación 2006

Crucero de Instrucción Báltico 2007

Crucero Rouen 2008

Crucero de Instrucción Japón 2009

Crucero de Instrucción Bicentenario Velas Sudamérica 2010

Crucero Mediterráneo 2011

Crucero Atlántico 2012

Crucero Europa 2013

Velas Latinoamérica 2014

Crucero Levante Mediterráneo 2015

Crucero Ibero Atlántico 2016

Crucero Centenario de la Constitución 2017

Velas Latinoamérica 2018

Cuauhtémoc entra en Talcahuano. Jose Gonzales Spaudo

Cuauhtémoc entrando el lunes 21 en Talcahuano, Chile. Cortesía de mi amigo José González Spaudo

Referencias

«Distintos aparejos en buques de vela». Histarmar. Consultado el 12 may. 2015. «Los dibujos fueron tomados de la obra «Las artes del mar», 1966.»

Rabe, Fritz A. «Breve historia de los aparejos». Histarmar. Consultado el 12 may. 2015.

Secretaría de Marina (México), ed. (23 abr. 2009). «»Buque escuela velero Cuauhtémoc» en Barcos Históricos de la Armada de México». Consultado el 14 may. 2015.

Enlaces externos

Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre ARM Cuauhtémoc.

El Cuauhtémoc en San Diego, California, Agosto 2014 (en inglés)

El Buque Escuela Cuauhtémoc (sitio oficial de SEMAR)

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/ARM_Cuauht%C3%A9moc_(BE-01)

Esmeralda, Chile

Esmeralda _ Grandes Veleros Portada - masmar

Esmeralda (BE-43)

Buque escuela Esmeralda

Buque escuela Esmeralda.

Escudo

Estrella de Chile, emblema

Historial

Astillero                                                        Echevarrieta y Larrinaga, Cádiz (España)

Planos                                                           del ingeniero Juan Antonio Aldecoa y Arias

Clase                                                             Juan Sebastián Elcano (2 buques)

Tipo                                                               Bergantín-goleta

Autorizado                                                   30 de mayo de 1946

Botado                                                          12 de mayo de 1953

Asignado                                                      vendido por España a Chile como forma de pago ante un crédito, 15 de junio de 1954

Destino                                                         Activo

Características generales

Desplazamiento                                          3673 t apc​

2900 t en rosca

Eslora                                                          • 113,1 m

  • 94,13 m sin el bauprés.

Manga                                                          13,1 m

Puntal                                                           8,7 m

Calado                                                          7 m

Calado aéreo                                               48,5 m

Aparejo                                                        bricbarca

Armamento                                                 4 cañones de 57 mm (batería de saludo)

Propulsión                                                    vela/ motor Diésel

Velocidad                                                     17,5 nudos (32,41 km/h) a vela​ (registrado en su navegación a vela por el Cabo de Hornos)

13 nudos a motor

Autonomía                                                   1200 mni a 17 nudos

Tripulación                                                   330 personas

Esmeralda, ChileEl buque escuela Esmeralda es un buque de instrucción de la Armada de Chile de fabricación española. Es el sexto buque chileno bajo el nombre Esmeralda. Actualmente es el tercer velero más grande del mundo (considerando la altura y la longitud), junto con su gemelo perteneciente a la Armada Española, el Juan Sebastián de Elcano.

Su nombre honra tanto a la fragata Esmeralda —navío de la escuadra española capturado en El Callao la noche del 5 de noviembre de 1820, por el almirante Lord Thomas Alexander Cochrane— como a la corbeta Esmeralda —navío al mando del comandante Arturo Prat Chacón, muerto gloriosamente en el Combate Naval de Iquique—.

Los oficiales egresados de la Escuela Naval Arturo Prat y las 70 primeras antigüedades del Personal de Mar egresados de la Escuela de Grumetes Alejandro Navarrete Cisterna realizan el Crucero de Instrucción a bordo del buque escuela por el plazo de un año.

Historia

Construcción

En 1946 España ordenó al astillero Echevarrieta y Larrinaga de Cádiz, propiedad de Horacio Echevarrieta, la construcción de una embarcación gemela del Buque Escuela Juan Sebastián de Elcano —como reemplazo del segundo buque escuela de la Armada Española, el Galatea—, siguiendo los planos desarrollados por el ingeniero Juan Antonio Aldecoa y Arias. Este nuevo barco llevaría el nombre de Buque Escuela Juan de Austria.

El 18 de agosto de 1947, el astillero Echevarrieta y Larrinaga fue destruido tras la explosión de la Base de Defensas Submarinas de España. El Gobierno de España, en forma de ayuda, se hizo cargo de las deudas acarreadas por la explosión y creó la Sociedad de Astilleros de Cádiz S.A., dependientes de la Empresa Nacional Bazán. El trabajo sobre el barco quedó temporalmente detenido. En 1950 Chile y España entraron en negociaciones para saldar las deudas contraídas con Chile como consecuencia de la Guerra Civil Española. Chile aceptó el barco inacabado como parte del pago y, en 1951, los trabajos se reanudaron con algunas modificaciones en la estructura, que lo diferencian del buque escuela español.

A las 13:30 del 12 de mayo de 1953, se realizó la botadura desde las gradas de la Sociedad de Astilleros de Cádiz S.A. Posteriormente, se llevó a cabo el bautizo de la nave; Raquel Vicuña de Orrego, esposa de Fernando Orrego Vicuña (encargado de negocios de Chile), ofició de madrina en la ceremonia en que el buque fue bendecido por el obispo Tomás Gutiérrez. El buque fue entregado al Gobierno chileno el 15 de junio de 1954, cuando hizo el recibimiento el embajador de Chile en España, Óscar Salas Letelier. Desde entonces, han sido numerosos los cursos de guardiamarinas, marineros, cadetes y grumetes que han navegado en sus cubiertas en diversos cruceros de instrucción.

Durante sus años de navegación ha recalado en más de 300 puertos de todo el mundo, correspondiéndole una destacada participación en su calidad de Buque Escuela y Embajada flotante, recibiendo en su cubierta fraternal la visita de jefes de Estado, diplomáticos, jefes militares, medios de comunicación y público en general.

Ha participado en las Operaciones Vela de Nueva York en 1964, 1976 y 1989; en la Osaka Word Sail en 1983 y en las Regatas Internacionales de Veleros realizadas en 1964, 1976, 1982 y 1990, ganando el trofeo «Cutty Sark» en estas dos últimas.

Durante sus cruceros batió el récord mundial de velocidad media para este tipo de buque: 16 nudos durante una singladura. Tiene una superficie vélica de 2852 m² y 29 velas,​ clasificadas en 6 foques, 4 cuadras, 5 estayes, 3 cangrejas, 3 escandalosas y 8 rastreras. La altura de palos es de 48,5 m.​ Ha sido modernizado en varias oportunidades, incluyendo tres cambios de motor.

Centro de detención y tortura durante la dictadura militar

Véase también: Violaciones de los Derechos Humanos del Régimen Militar (Chile)

Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, el Buque Escuela Esmeralda fue utilizado como centro de detención y tortura. Fondeado en la bahía del puerto de Valparaíso, recibió a un centenar de personas, entre ellas el sacerdote chileno-inglés Miguel Woodward, posteriormente desaparecido. Esta situación ha sido tenida presente por organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, que han realizado actos de protesta en los puertos donde ha recalado durante sus cruceros de instrucción. El Comandante en Jefe de la Armada, Rodolfo Codina Díaz, ha hecho declaraciones en el sentido de querer celebrar un acto de desagravio en el buque recordando dichos crímenes. [Nota del compilador: Estoy persuadido que jamás habrá de repetirse semejante acto. Dura lección para la posteridad marinera del mundo.]

Regata Bicentenario

Para celebrar el Bicentenario de las respectivas Primera Junta Nacional de Gobierno, las Armadas de Chile y Argentina se unieron en la organización del encuentro y regata internacional de grandes veleros Velas Sudamérica 2010.

El evento reunió a varios de los más grandes veleros del mundo. Bergantines, goletas y fragatas, tanto civiles como militares, de distintos países de América y Europa, que navegaron durante cinco meses en una travesía de conmemoración y amistad por los mares de América del Sur y del Caribe, donde el buque escuela Esmeralda tiene una connotada participación por pertenecer a uno de los países organizadores.

Embarcaciones participantes

Capitán Miranda – Uruguay

NVe Cisne Branco – Brasil

ARM Cuauhtémoc – México

Esmeralda – Chile

Europa – Holanda

ARC Gloria – Colombia

BAE Guayas– Ecuador

Juan Sebastián Elcano – España

ARA Libertad – Argentina

NRP Sagres – Portugal

ARBV Simón Bolívar – Venezuela

USCGC Eagle – Servicio de guardacostas de EUA

Véase también

Esmeralda, fragata española capturada por la Armada de Chile en El Callao en 1820.

Esmeralda, corbeta de la Armada de Chile que participó en la Guerra del Pacífico en 1879.

Esmeralda, crucero de la Armada de Chile, en servicio entre 1884 y 1895.

Esmeralda, crucero de la Armada de Chile, en servicio entre 1896 y 1930.

Esmeralda, fragata de la Armada de Chile, en servicio entre 1946 y 1966.

Escuela Naval Arturo Prat

Escuela de Grumetes Alejandro Navarrete Cisterna

Academia Politécnica Naval

Notas y referencias

Armada de Chile (s/f). «Buque Escuela Esmeralda – El Buque: Datos Técnicos» (HTML). Consultado el 27 de enero de 2016.

Armada de Chile (s/f). «Buque Escuela Esmeralda – Historia: Reseña Histórica» (HTML). Consultado el 27 de enero de 2016.

Declaraciones del Comandante en Jefe de la Armada, Almirante Rodolfo Codina Díaz, para el Diario El Llanquihue de Puerto Montt

Armada de Chile (s/f). «Buque Escuela Esmeralda – Comandante» (HTML). Consultado el 27 de enero de 2016.

Enlaces externos

Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Buque escuela Esmeralda.

Sitio web oficial de la Armada de Chile dedicado al Buque Escuela Esmeralda

Declaraciones del almirante Codina respecto a un acto de desagravio para las víctimas de violaciones a los D.D.H.H. detenidas en la Esmeralda

Tour Virtual en 360° de la Esmeralda Chilexplora.com

British Pathé – Video del buque en 1961

Esmeralda, al ancla, Chile

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/Buque_escuela_Esmeralda

Gloria, Colombia

Gloria, Colombia

ARC Gloria

Bandera

Gloria. Pabellón

ARC Gloria

Buque Escuela ARC Gloria

Historial

Astillero                                                                    Astilleros Celaya S.A. (Bilbao, España)

Tipo                                                                             Bricbarca o Bergantín-barca

Autorizado                                                                 6 de octubre de 1966

Iniciado                                                                       abril de 1967

Botado                                                                        2 de diciembre de 1967

Asignado                                                                    9 de octubre de 1968

Viaje inaugural                                                          Ferrol – Cartagena de Indias

Destino                                                                       activo

Características generales

Desplazamiento                                                        1300 t

Eslora                                                                          67,0 m

Manga                                                                         10,60 m

Puntal                                                                          5,7 m

Calado                                                                         4,8 m

Calado aéreo                                                             40 m

Aparejo                                                                      bricbarca

  • 10 velas cuadradas (5 palo mayor y 5 palo trinquete)

  • 13 Velas latinas (5 foques, 6 estayes, 1 cangreja, 1 escandalosa)

  • 1693,63 m²

Propulsión                                                                  • 1 motor diésel

  • Vela

Potencia                                                                      1300 cv

Velocidad                                                                   • 12 nudos

  • 6 nudos a velocidad económica

Autonomía                                                                60 días

Tripulación                                                                 130 personas entre oficiales y marineros

Capacidad                                                                  10 civiles

El ARC Gloria es el buque escuela perteneciente a la Armada de Colombia y el buque insignia de su academia naval. El Buque Escuela ARC «Gloria» es también designado como el Embajador flotante de Colombia en los mares del mundo. Fue construido en España en 1968 y es el más antiguo de los cuatro veleros hermanos construidos por el mismo astillero, aparejados a bricbarca:

ARBV Simón Bolívar de Venezuela

BAE Guayas de Ecuador

ARM Cuauhtémoc de México

ARC Gloria de Colombia

Historia

El buque fue autorizado en enero de 1966 según el decreto nº 111, mientras era comandante de la Armada el Vicealmirante Orlando Lemaitre Torres, según el cual, el gobierno de Colombia dio autorización a la Armada Nacional para adquirir un velero tipo bergantín-barca, de tres mástiles, para destinarlo a buque escuela.

A pesar de la necesidad del mismo, la compra se iba posponiendo hasta que el Ministro de Defensa y general Gabriel Rebeiz Pizarro, en una reunión social, dio su apoyo al proyecto y en una servilleta escribió: Vale por un Velero.

El contrato formal fue firmado el 6 de octubre de 1966 con los Astilleros bilbaínos Celaya S.A., tras lo cual comenzaron las obras de ejecución del buque en abril de 1967. Para supervisar la construcción, se designó al capitán de fragata Benjamín Alzate Reyes, y el 2 de diciembre del mismo año se procedió a botar al agua al buque en la Ría del Nervión, ceremonia a la que asistió Gloria Zawadsky, viuda de Rebeiz Pizarro, en cuyo honor el buque fue bautizado como Gloria.

En agosto de 1968 fue asignado un grupo de marinos conformado por oficiales, suboficiales, cadetes y personal civil para trasladarse a Bilbao, con el objeto de participar en la última etapa de construcción y recepción del velero. El 7 de septiembre de 1968 a las 17:30 horas, mientras el buque estaba atracado en el muelle del Canal de Deusto, se llevaron a cabo los actos oficiales para la ceremonia de izado de la bandera de Colombia en el buque, tras lo cual se procedió a tareas de instrucción de la nueva tripulación y a las pruebas de mar del velero. Finalmente, el 9 de octubre de 1968 zarpó a su primera singladura, desde el puerto de Ferrol (La Coruña), con rumbo al puerto colombiano de Cartagena de Indias, donde arribó el 11 de noviembre de 1968.

Gloria, por estribor

Por la amura de estribor

 Gloria Colombia Hamburg

El buque escuela ARC Gloria, en Hamburgo

 Gloria” Visita Barranquilla

ARC Gloria en Barranquilla

Registros

Millas navegadas: 727 604, 1 Mn

Total días navegados: 7083 (equivalen a 18,4 años)

Total puertos visitados: 165 en 60 Países

Cruce de meridiano 180°: 10 Veces

Cruce línea del Ecuador: 40 veces

Cruce del meridiano 0°: 36 veces

Pierna más larga: 52 días de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) –Sídney (Australia)

Vuelta al Mundo: 1970 – 1997 (2 veces)

Puerto más al norte: Helsinki (Finlandia)

Puerto más al sur: Ushuaia (Argentina)

Puerto más al oriente: Hong Kong (China) y Osaka (Japón)

Puerto más al occidente: Honolulú (Estados Unidos)

Referencias

«Distintos aparejos en buques de vela». Histarmar. Consultado el 12 may. 2015. «Los dibujos fueron tomados de la obra «Las artes del mar», 1966.»

Web de la Escuela Naval

Web de la armada de Colombia

Enlaces externos

Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre ARC Gloria.

Página oficial de la Armada Nacional

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/ARC_Gloria

Guayas, Ecuador

Guayas. Ecuador

BAE Guayas (BE-21)

Buque escuela Guayas

Bandera

Guayas (BE-21) - Emblema

Historial

Astillero                                                                      Astilleros Celaya S.A., Bilbao, España

Tipo                                                                             Bricbarca

Autorizado                                                                 22 de mayo de 1974

Botado                                                                        23 de octubre de 1976

Asignado                                                                     23 de julio 1977

Destino                                                                        activo

Características generales

Desplazamiento                                                        1250 t

Eslora                                                                          78,40 m

Manga                                                                         10,60 m

Puntal                                                                          6,60 m

Calado                                                                         4,5 m

Calado aéreo                                                             41,90 m

Aparejo                                                                      bricbarca

  • 11 velas cuchillos

  • 10 velas cuadradas

  • 1 vela cangreja

  • 1 vela escandalosa

Propulsión                                                                  Motor Carterpilar

Potencia                                                                      1100 cv

Tripulación                                                                 • 35 Oficiales

  • 120 tripulantes

Capacidad                                                                  80 alumnos

MMSI                                                                          735059037

El BAE Guayas es un buque escuela a vela de la Armada del Ecuador, aparejado como bricbarca. Botado en 1976, fue nombrado en forma conjunta en honor al Río Guayas y al vapor Guayas, el primer barco de vapor que se construyó en América del Sur en 1841 y que se muestra en el escudo de armas del Ecuador. La base del barco es la ciudad de Guayaquil.

Es considerado un embajador del Ecuador, el Guayas ha participado en varias regatas de veleros alrededor del mundo. La participación más reciente fue en 2010 en Velas Sudamérica 2010 donde se conmemora los 200 años de independencia de América latina, el Guayas emprendió un viaje por la costa oeste de América del Norte hizo escalas en los puertos de Acapulco, San Diego, Los Ángeles, San Francisco y Seattle. En 2008, el Guayas cruzó el Océano Pacífico para visitar Vladivostok, Japón, Corea, Y China. En el tramo de Osaka-Pusan, a finales de 2008, el Guayas visitó 60 puertos en 25 países y cubre cerca de 340 000 millas náuticas (630 000 kilómetros).

Se clasifica como clase A Tall Ship por la Sail Training Internacional Asociación.

Es uno de los 4 buques escuela construidos en los astilleros españoles de Celaya S.A. en Bilbao, para países americanos:

ARC Gloria de Colombia

ARM Cuauhtémoc de México

ARBV Simón Bolívar de Venezuela

Regata Bicentenario

Artículo principal: Regata Bicentenario Velas Sudamérica 2010

Para conmemorar los 200 años de independencia de América latina, las armadas de Chile y Argentina organizaron una regata internacional de veleros denominada Velas Latinoamérica.

Galería

Guayas en Parl Harbour

BAE Guayas rindiendo honores a los restos del USS Arizona en Pearl Harbor

 Guayas en Schweden 2008

En Suecia

 Guayas, atracado en Buenos Aires

Anclado en mar del Plata, Argentina

Referencias

Guayas en la web de la armada de ecuador

«Distintos aparejos en buques de vela». Histarmar. Consultado el 12 may. 2015. «Los dibujos fueron tomados de la obra «Las artes del mar», 1966.»

Enlaces externos

Sitio Oficial del Buque escuela Guayas

Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre BAE Guayas.

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/BAE_Guayas_(BE-21)

Juan Sebastián de Elcano, España

Juan Sebastian Elcano, España

Juan Sebastián Elcano (A-71) en la ría de Pontevedra

Juan Sebastián de Elcano

Banderas

Juan Sebastián Elcano (A-71) Banderas

Historial

Astillero                                                                      Echevarrieta y Larrinaga — Cádiz (España)

Clase                                                                            Juan Sebastián Elcano

Dos buques

Tipo                                                                             Bergantín-goleta

Autorizado                                                                 6 de abril de 1923

Iniciado                                                                       21 de noviembre de 1925​

Botado                                                                        5 de marzo de 1927

Asignado                                                                    17 de agosto de 1928

Destino                                                                       Activo

Características generales

Desplazamiento                                                        • 3770 t apc

  • 2900 t en rosca

Eslora                                                                          • 113,1 m

  • 94,13 m sin el bauprés

Manga                                                                         13,1 m

Puntal                                                                          8,68 m

Calado                                                                        7 m

Calado aéreo                                                             48,7 m

Aparejo                                                                     Bergantín-goleta

20 velas con 3151 m² de superficie​

Sensores                                                                     • 2 Radares navegación Decca brige master

  • 2 Giroscópicas Sperry MK-27

  • 1 Corredera Sagem LHS

  • 2 Sondadores Elac LAZ (5100 Y 50)

  • 2 GPS Leyca Marina MX.420/8

  • 1 GPS Trimble Navigat. NT 100

  • 1 GPS 1 Furuno SC-50)

  • 1 Antema AIS SAAB R4

Armamento                                                               • 2 cañones de 37 mm

  • 2 Ametralladoras Browning de 12,7 mm

  • 2 Ametralladoras MG-1 de 7,62 mm​

Propulsión                                                                  Vela/motor diésel

  • 1 motor diésel Deutz MWM tipo RBV 6M

  • 1 hélice dextrógira de 4 palas y ø2, 46 m

Potencia                                                                      2070 cv aprox.

Velocidad                                                                   16,5 nudos

Autonomía                                                                 • 1200 mn a 17 nudos

  • 10 500 mn/73 días a 6 nudos

Tripulación                                                                 197 hombres y mujeres

  • 24 oficiales

  • 22 suboficiales

  • 146 marinería

  • 5 civiles

Capacidad                                                                  Hasta 78 guardiamarinas

Número OMI                                                             8642567

Indicativo de llamada                                               Echo.svg Bravo.svg Charlie.svg Bravo.svg

Juan Sebastián de Elcano. Escudo

Escudo del buque Juan Sebastián Elcano

El buque escuela Juan Sebastián de Elcano es un bergantín-goleta de la Armada Española. Tiene cuatro mástiles con los nombres de Blanca, Almansa, Asturias y Nautilus, nombres de cuatro buques escuela que lo precedieron. Recibe el nombre por el explorador español Juan Sebastián Elcano, capitán de la expedición, tras la muerte de Fernando de Magallanes, que completó la primera vuelta al mundo en 1522. El barco lleva también el escudo de armas de Elcano, que fue otorgado a la familia por el emperador Carlos I tras la vuelta de Elcano de la expedición. El escudo de armas es un globo terráqueo con el lema latino «Primus Circumdedisti Me» («Fuiste el primero en circunnavegarme»).

El buque

El casco fue diseñado por la compañía Echevarrieta y Larrinaga de Cádiz propiedad del vizcaíno Horacio Echevarrieta. Su ingeniero y diseñador fue el bilbaíno y director del astillero entre 1921 y 1931 Juan Antonio Aldecoa y Arias. El mascarón de proa y otras tallas del barco fueron encargados al escultor bilbaíno Federico Sáenz Venturini. Los planos técnicos los proporcionó la casa inglesa Camper & Nicholson de Southampton. Para el diseño de las velas se eligió al proyectista inglés Nicholson. Fue botado el 05 de marzo de 1927.

Su primer velamen era de lino y se encargó a la fábrica Ratsey & Lapthorne de Gosport, una de las importantes firmas inglesas del momento. Las velas de respeto fueron realizadas por la casa V. Echame de Gijón. A su entrega, el buque escuela contaba con un motor diésel auxiliar de 800 caballos (unos 600 kW). El precio de coste del barco ascendió en aquella época a 8 189 532,28 pesetas.

La embarcación cuenta con dos purificadores de agua y un depósito de gasóleo de 265 000 l que alimenta tanto sus motores de propulsión como sus generadores eléctricos. Con una capacidad de carga de poco más de 600 t puede estar en alta mar durante más de veinte días sin tener que ir a puerto a abastecerse.

Características generales

Juan Sebastian de Elcano at Pensacola

El Juan Sebastián Elcano en Pensacola, salvas de saludo

El barco tiene cuatro zonas principales:​alcázar, castillo, combés y toldilla.

El palo mayor popel de nombre Asturias se encuentra en el alcázar, siendo en esta zona donde se celebran la mayor parte de los actos importantes como las proyecciones de cine, teatrillos, conciertos de bandas de música, los relevos de las guardias y la misa dominical.

En la zona del castillo están los 2 cañones de 37 mm que se usan para salvas en las celebraciones y es donde se realizan todas las maniobras para el anclaje. En esta zona, se encuentra el bauprés con el mascarón. Debajo se encuentran las cubiertas inferiores, los aseos y los pañoles.

El palo mayor proel, que tiene el nombre de Almansa y el palo trinquete, llamado Blanca se encuentra en el combés. Además allí está ubicada la cocina, enfermería, el quirófano, el puente de mando, las estaciones de radio y meteorología y los cuartos de derrota. Debajo están los comedores.

La caseta con el motor del timón, el palo mesana de nombre Nautilus, la caña de gobierno manual, el acceso al alojamiento del comandante y los pescantes de las balleneras (barcas de salvamento y operación) se encuentran en la toldilla.

Historia

Juan Sebastián Elcano, a toda vela

A toda vela

   Juan Sebastián Elcano, botado en Cadiz, España

El Juan Sebastián de Elcano fue botado en Cádiz, España, el 5 de marzo de 1927, siendo su madrina Carmen Primo de Rivera, hija del dictador Miguel Primo de Rivera.

El primer nombre que recibió el proyecto de este barco fue «Minerva», diosa que aparece en el mascarón de proa, pero por un real decreto del 17 de abril de 1925 fue cambiado por el nombre que hoy tiene. Fue Horacio Echevarrieta dueño de los astilleros que en el que se construía el barco, el que expresó a Primo de Rivera su deseo de que el barco se llevara en nombre de «Juan Sebastián El Cano». Primo de Rivera elevó la petición a Alfonso XIII quien accedió a ello.

La primera travesía del barco fue de Cádiz a Málaga con el rey Alfonso XIII a bordo. En su primer viaje visitó los puertos de Cádiz y Málaga (donde desembarcó el Rey dirigiéndose a continuación a Sevilla, sede en aquel momento de la Exposición Iberoamericana, donde permaneció hasta el 30 de abril). Puede decirse que este viaje fue el ensayo general antes de efectuar su primera circunnavegación, recalando en Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. Antes de llegar a Canarias permaneció 40 días en el Atlántico sin tocar puerto hasta el 6 de junio. El 4 de julio llegó a Pasajes en Guipúzcoa, donde recibió la bandera de combate de manos de la Infanta Beatriz de Borbón, hija del rey Alfonso XIII. Dicha bandera fue obsequio de la Diputación Provincial de Guipúzcoa. Del 18 de abril al 15 de julio de 1928 se recorrieron 5.769 millas repartidas en 57 singladuras y dando una velocidad media de 4,2 nudos.

Terminado este periodo de prueba, pasó a la Carraca para limpiar fondos y prepararse para su primer crucero de instrucción, que consistió en dar la vuelta al mundo en dirección opuesta a la que en su día hizo el ilustre navegante del que recibe su nombre, siendo su comandante el capitán de fragata Manuel de Mendívil, comenzando el 1 de agosto de 1928 y finalizándolo el 29 de mayo de 1929. Recorrió los siguientes puertos: Cádiz, San Vicente (islas de Cabo Verde), Montevideo, Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Adelaida, Melbourne, Sídney, Suva, San Francisco, Balboa, La Habana, Nueva York y Cádiz.

Al regreso de su primer viaje y tras los diagnósticos oportunos se supieron sus virtudes y defectos, y estos últimos fueron tenidos en cuenta para ser corregidos y mejorados en sucesivos cambios y obras de carena y recorrido. Hasta el comienzo de la Guerra Civil, estas reformas habían sido:

15 de julio de 1930, por su escasa potencia el motor fue sustituido por otro grupo electrógeno Pressel Mancon

14 de agosto de 1933 se construyeron los pañoles en el sollado de proa

Julio de 1933 los tanques de agua se trasladan de la toldilla a proa

8 de mayo de 1934 se instala en babor el repetidor de la giroscópica en el puente y en el despacho del comandante

1933 y por orden del comandante Moreno Fernández se colocó en el mamparo de proa de la toldilla la placa con la inscripción latina «Tu Primus Circundedisti Me», que rememora el escudo y lema que Carlos I otorgó a la familia de Elcano. También fueron bautizados los 4 palos con los nombres que recuerdan a buques escuelas anteriores

Entre los guardiamarinas que embarcaron en él a lo largo de su historia figuran: el Rey Juan Carlos I, que realizó su XXX crucero de instrucción en 1958 y el del Rey Felipe VI, que hizo su LVIII crucero de instrucción en el año 1987.

25 años después se usaron los mismos planos para construir el buque escuela chileno Esmeralda en 1952–1954.

Grandes Regatas y navegaciones Transoceánicas

A lo largo de su historia (hasta 2006), el Juan Sebastián de Elcano ha participado en cinco regatas principales:

Transoceánica Lisboa-Bermudas en 1964 con el buque al mando del capitán de fragata Francisco Javier de Elizalde y Laínez;

Regata Bermudas-Newport de 1976, bajo el mando del capitán de fragata Nalda Díaz de Tuesta;

Gran Regata Colón’92, cuando el buque estaba bajo el mando del capitán de navío Vajelo Ruiz. La cita tuvo un primer punto de encuentro en Cádiz con barcos procedentes de Lisboa y Génova y desde el puerto gaditano siguieron la ruta establecida: Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, La Gomera, San Juan de Puerto Rico, Nueva York, Boston y Liverpool;

Regata Tall Ship 2000 Cádiz-Bermudas cuando era su comandante el capitán de navío Juan Carlos Muñoz-Delgado Díaz del Río

Regata OP Sail 2000 Nortfolk, Newport, Nueva York, Boston y New London.

En noviembre del año 2005, bajo el mando del capitán de navío Luis Cayetano y Garrido, resultó ganador por séptima vez de la Boston Teapot otorgada cada año por la Sail Training International al buque que consigue navegar a vela el mayor número de millas en 124 horas. En 2006 obtendría su séptima victoria en dicha prueba. ​

En sus viajes de entrenamiento tarda unos 22 días en llegar hasta América, haciendo escalas en diferentes puertos en su recorrido. Da la vuelta al mundo en aproximadamente nueve meses; hasta el año 2008 lo había hecho diez veces. El resto de sus salidas ha viajado a América y regresado a España sólo navegando en el océano Atlántico.

En 2010, durante su LXXXI crucero de instrucción, participó junto a otros diez buques escuela en la Velas Sudamérica 2010, que celebra el Bicentenario de la independencia, y está organizada por las Armadas de Chile y Argentina.​ Tras finalizar su participación en la regata, participó entre el 18 y el 19 de julio de 2010 en la exposición Un entorno marítimo seguro para el siglo XXI celebrada en Vigo junto a los buques Galicia, Méndez Núñez y Chilreu.

El 8 de enero de 2011, zarpó en su 88º crucero de instrucción desde el muelle comercial de Cádiz, que seguirá la ruta Estambul, a donde arribó el 22 de enero,​ Venecia a donde arribó el 7 de febrero, por primera vez en sus 88 años, Toulon, Bilbao, Londres, Hamburgo, San Petersburgo, y final en Marín (Pontevedra), tras finalizar el crucero, estaban previstas obras en el buque de remodelación y mantenimiento.​

Las obras, fueron realizadas por la empresa Navantia en sus instalaciones de San Fernando, iniciándose las mismas en junio de 2011, dándose por concluidas en marzo del año siguiente, y siendo devuelto el buque a la Armada Española el 7 de marzo de 2012.​

El 1 de abril de 2012, zarpó desde Cádiz en su octuagesimotercer crucero de instrucción, y en que se prevé tocar los puertos de Santa Cruz de Tenerife, desde donde partió el 10 de abril, para llegar a La Habana el 4 de mayo y desde donde partirá el 14 de mayo con destino a Nueva York donde encabezó la parada Naval a través del río Hudson formada por 20 buques, entre buques escuela, buques de guerra de la US Navy y de otras marinas aliadas, que da comienzo de la Fleet Week de la ciudad como buque invitado en la citada Semana Naval, que organiza en Nueva York anualmente la Marina de los Estados Unidos. Estando prevista su partida con rumbo a Norfolk el 30 de mayo, y posteriormente a Saint-Maló, Marín (Pontevedra) y Lisboa y participará en las regatas Opsail 2012 y la Grandes Veleros, organizada por la Sail Training International. Finalmente, está previsto que a finales de julio regrese a Cádiz donde participará en los actos del bicentenario de la Pepa​

En 2013, durante su LXXXIV crucero de instrucción, tras participar en Miami en los actos del quinto centenario del descubrimiento de Florida,​ realizó el viaje de retorno a Europa navegando solo a vela en una navegación de 29 días, en los que se recorrieron 3680 mni desde Newport (Estados Unidos) hasta Den Helder, (Países Bajos), donde encabezó una flota de grandes veleros para conmemorar el 525º aniversario de la creación de la Marina holandesa.

En el 2013 los restos del Diputado puertorriqueño en España, Don Ramón Power y Giralt fueron traídos a Puerto Rico por el Buque escuela Juan Sebastián Elcano.

En 2014 al finalizar su 85º crucero de instrucción, tres marineros del buque fueron detenidos acusados de introducir desde Cartagena de indias y transportar a bordo en un pañol de velas de reserva 147 kg de cocaína, de los cuales entregaron 20 kg en Nueva York.​ Otros dos fueron detenidos por la Guardia Civil en relación con el mismo suceso en octubre tras las investigaciones.

En 2015 la Diputación de Cádiz concedió la Corbata de la Provincia de Cádiz a la bandera de combate del buque como reconocimiento a su labor educativa y militar.

Véase también

Fragata Blanca: fragata de hélice que fue utilizada como buque escuela tras quedar obsoleta en la Armada Española; da nombre al primer mástil (trinquete) del Juan Sebastián Elcano.​

Fragata Almansa: fragata de hélice que fue utilizada como buque escuela tras quedar obsoleta en la Armada Española; da nombre al segundo mástil (mayor proel) del Juan Sebastián Elcano.​

Fragata Asturias: fragata de hélice que fue utilizada como buque escuela tras quedar obsoleta en la Armada Española; da nombre al tercer mástil (mayor popel) del Juan Sebastián Elcano.

Corbeta Nautilus: otro buque escuela de la Armada Española; da nombre al cuarto mástil (mesana) del Juan Sebastián Elcano.

Galatea: otro buque escuela de la Armada Española.

Esmeralda: buque escuela de la armada de Chile, gemelo del Juan Sebastián Elcano.

Velero Escuela Capitán Miranda (ROU20): buque escuela de la Armada de Uruguay. Construido en España en 1930 como buque oceanográfico y reconvertido a velero en 1977.

ARC Gloria: buque escuela de la armada de Colombia construido en España.

ARM Cuauhtémoc: buque escuela de la armada de México construido en España.

BAE Guayas: buque escuela de la Armada del Ecuador, construido en España.

ARBV Simón Bolívar (BE-11): buque escuela de la Armada de Venezuela construido en España.

NRP Sagres: buque escuela de la Marina Portuguesa.

Amerigo Vespucci: buque escuela de la Marina Militare Italiana.

Referencias

«Distintos aparejos en buques de vela». Histarmar. Consultado el 12 may. 2015. «Los dibujos fueron tomados de la obra «Las artes del mar», 1966.»

Ministerio de defensa. «Buque Escuela «Juan Sebastián de Elcano»». Consultado el 19 de agosto de 2014.

«Buque Escuela «Juan Sebastián de Elcano» (A-71)». Armada Española. Consultado el 14 may. 2015.

C/ «nº15 «Juan Sebastián Elcano»». Astilleroscadiz.buques.org. Consultado el 8 de agosto de 2011…

«Características generales». Consultado el 25 de junio de 2011.

Armada española Buques > Buque Escuela > B. E. «Juan Sebastián de Elcano»

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Sitio web de la Armada Española: El Buque Escuela de la Armada Española ‘Juan Sebastián de Elcano’ hace escala en Valparaíso.

Sitio web de la Armada Española, 4 de mayo de 2010: El buque escuela ‘Juan Sebastián de Elcano’ hace escala en El Callao.

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Armada Española, 20 de julio de 2010: Miles de personas en Vigo visitan los buques de la Armada y la exposición «Un entorno marítimo seguro para el siglo XXI».

Escala del buque-escuela de la Armada `Juan Sebastián Elcano´ en Estambul Armada Española; 25 de enero de 2011

El ‘Juan Sebastián de Elcano’ hace escala en Venecia Armada Española; 7 de febrero de 2011

El Buque Escuela `Juan Sebastián Elcano´ inicia su LXXXII crucero de instrucción Armada Española; 8 de enero de 2011

«Navantia finaliza las obras de remodelación del buque Juan Sebastián Elcano». Infodefensa.com. 3 de septiembre de 2012.

«El buque escuela ‘Juan Sebastián de Elcano’ hace escala en La Habana». Web de la Armada Española. 9 de mayo de 2012.

«El buque escuela ‘Juan Sebastián de Elcano’ encabeza la Parada Naval de Nueva York». Armada Española. 25 de mayo de 2012.

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«Los ‘narcomarineros’ metieron la droga en el ‘Elcano’ oculta bajo la ropa». El País. 6 de agosto de 2014. Consultado el 7 de agosto de 2014.

«Dos nuevos detenidos de la tripulación del ‘Juan Sebastián Elcano’ por tráfico de drogas». El mundo. 30 de octubre de 2014.

«La Diputación concede la Corbata de la Provincia de Cádiz al ‘Elcano’». El diario de Jerez.

Ministerio de Defensa. «Relación de Comandantes de J. S. de Elcano en sus cruceros de instrucción». Consultado el 10 de noviembre de 2009.

Enlaces externos

Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre el Juan Sebastián Elcano.

Página web personal con información

FdB — reportajes fotográficos, años 2008/2007/2006

Juan Sebatián de Elcani Elcano. Dibujo

 Dibujo del velero Juan Sebastián de Elcano

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Sebasti%C3%A1n_Elcano_(A-71)

Libertad, Argentina

Libertad, velas desplegadas

ARA Libertad (Q-2)

Bandera

Libertad (Q-2) - Escudo

Historial

Astillero

Río Santiago

Tipo                                                                                           Fragata de tres palos

Iniciado                                                                                     11 de diciembre de 1953

Botado                                                                                      30 de mayo de 1956

Asignado                                                                                   28 de mayo de 1963 (recibido)

28 de mayo de 1963                                                          (afirmación del Pabellón Argentino)

Destino                                                                                      En Servicio

Características generales

Desplazamiento                                                                      3765 t a plena carga

Eslora                                                                                        103,75 m

Manga                                                                                       14,31 m

Calado                                                                                       6 m

Armamento      4 cañones Hotchkiss de 47 mm como batería de saludo

Propulsión         2 motores diésel Sulzer de enclochados a un solo eje a través de un sistema Pomini.

Potencia                                                                                    2 × 1200 CV

Velocidad                                                                                 13,8 Nudos

Tripulación                                                                               • 24 Jefes y Oficiales

  • 187 hombres de tripulación

  • 150 cadetes embarcados

La fragata (Q-2) ARA Libertad, construida en el Astillero Río Santiago, es un buque de vela con gavias dobles (cinco vergas por palo que puede bracearse hasta 45°) y tres palos cruzados (trinquete, mayor y mesana), perteneciente a la Flota de Mar de la Armada Argentina. La altura máxima del palo mayor es de 49,8 m y tiene seis guinches eléctricos para maniobra de velas. Tiene 27 velas de dacron, son 15 cuadras, 5 foques, 6 cuchillas y una cangreja, con una superficie total de 2652 m², siendo éste un buque escuela.

La Fragata Libertad tiene como misión completar la formación profesional de los guardiamarinas de la Armada Argentina, contribuyendo al incremento de sus conocimientos marítimos e integrándolos a la vida en el mar. Asimismo, contribuye a la política exterior representando a la República Argentina en los puertos en los que recala, donde difunde la realidad geográfica, cultural y productiva de su país.

Desde su entrega, la Fragata ha recorrido más de 800 000 millas náuticas alrededor del mundo y fuera de su apostadero ha pasado el equivalente a 17 años en el mar. Por sus cubiertas han pasado y se han formado alrededor de 11 000 marinos de la Armada Argentina, fomentando las relaciones navales internacionales, estrechando los vínculos profesionales y de amistad con las armadas de otros países. En más de treinta y cinco viajes de instrucción que ha realizado, visitó 58 países y más de 400 puertos extranjeros.

Historia

El primer remache de su quilla fue puesto el 11 de diciembre de 1953. La nave inició su vida como barco de instrucción recorriendo los mares del mundo; fue diseñado y construido en 1953 en el ARS, como parte del proceso de modernización militar del gobierno de Juan D. Perón y botado tres años después. Entre 1954 y 1955 se produjeron variaciones en el proyecto original y la configuración de la nave. ​Botado su casco el 30 de mayo de ese año, su construcción y alistamiento sufrieron los avatares de la situación política argentina. Los trabajos prosiguieron en los siguientes años con diversas modificaciones en el aparejo, que quedó como de fragata de tres palos en agosto de 1956. Por decreto Nº. 7.922, del 27 de abril de 1956 —durante el gobierno de facto de la autodenominada «Revolución Libertadora»— se le impuso el nombre Libertad.

La construcción del buque escuela a vela, encarada en el Astillero Río Santiago del AFNE (Astilleros y Fábricas Navales del Estado), llegó a su fin el 28 de mayo de 1963 con la entrega oficial a la Armada Argentina de la fragata ARA Libertad (Q-2), que relevó de su tarea al crucero ARA La Argentina y a la legendaria fragata ARA Presidente Sarmiento.

El mascarón de proa es una escultura femenina tallada en una sección de 6 m de longitud de roble colorado, realizada entre 1963 y 1964 por el escultor Carlos García González​ y aunque en la talla aparece el nombre Niké (Victoria en idioma griego), su nombre es Úrsula recordando a su primera esposa.

Las pruebas de mar comenzaron recién a fines de 1961 y fueron llevadas a término bajo el comando del Capitán de Navío Atilio Porretti con el bautismo de un temporal del Atlántico Sur en marzo de 1962 y se incorporó a la División Instrucción, comenzando su vida de buque escuela.

En el año 1963 —aún sin colocarle el mascarón de proa— zarpó del puerto de Buenos Aires en su primer viaje de instrucción al mando del capitán de navío Horacio Ferrari, junto con los oficiales Orlando Pérez Cobo y Heinz Otto Grünewald; fue el oficial de relaciones públicas el capitán de corbeta auditor Mario A. Manfredi.

En 1964 participó por primera vez en una regata oceánica para grandes veleros, entre los puertos de Lisboa (Portugal) y Hamilton (Bermudas), y poco tiempo más tarde en la «Operation Sail» que se llevó a cabo en el río Hudson. En 1966 recorrió 1335 millas, en 1976 navegó 1247 millas, en 1979 hizo 1029 millas, en 1981 alcanzó 1.115 millas y en 1987 hizo 1173 millas.

Año 1965 realizó un viaje de nueve meses siendo este viaje el tercero de la Fragata Libertad y el primero de ellos en recorrer el mundo.

En 1992, participó de la «Gran Regata Colón 92» que se realizó en conmemoración de los 500 años del descubrimiento de América.

El 2 de octubre de 2003 sufrió un incendio mientras se encontraba anclada frente al puerto español de El Ferrol, durante el correspondiente viaje de instrucción. El suceso dañó severamente el casco del navío y los dormitorios de los aspirantes a guardiamarina, con un resultado de cinco internados por principio de asfixia. El fuego se controló luego de tres horas de trabajo por parte de tres autobombas. En consecuencia, entre el 2004 y el 2006, los viajes de instrucción se realizaron a bordo del transporte rápido multipropósito A.R.A. Hércules.

En el año 2004 se inició, nuevamente en el mismo astillero que la vio nacer, un completo proceso de modernización de media vida, que finalizó el 2 de marzo de 2007. La remodelación del buque escuela incluyó el reemplazo del sistema propulsor, la planta eléctrica, el sistema central de aire acondicionado, el cambio de la cubierta y la reparación integral de toda la estructura. También incluyó una reforma en los sollados de los guardiamarinas para poder incluir comodidades para las nuevas generaciones de mujeres que cursan en la Escuela Naval.

En el Viaje de Instrucción del año 2007 embarcaron, por primera vez, cadetes mujeres de la Escuela Naval, aprovechando la nueva disposición de sollados que se efectuó en la Modernización de Media Vida entre finales de 2004 y principios de 2007 en el Astillero Río Santiago.

Fue protagonista de la Regata Bicentenario Velas Sudamérica 2010, junto a sus pares de Sudamérica y otros países, así como en la edición del Velas Latinoamérica de 2014.

En 2015, durante la gestión Fernández se dispuso su entrada en Astilleros Río Santiago donde se iniciaron trabajos de restauración y modernización de la nave en dique seco, ​que incluyeron pintado de casco, sellado del buque, renovación de ánodos, anclas y cadenas (14 grilletes por banda), trabajos en líneas de ejes y timón, reparaciones en calderas y soldadura, etc.

Retención en Ghana

Artículo principal: Retención de la Fragata Libertad en Ghana

El 2 de octubre de 2012, por pedido del fondo NML Capital Limited fue retenida en el Puerto de Tema.

El canciller argentino Timerman planteó ante diversos organismos en las Naciones Unidas (ONU) la queja por la retención de la Fragata, como claramente violatoria al derecho internacional por tratarse de una embarcación de guerra. El gobierno del ghanés John Dramani Mahama advirtió que sólo actuaría cuando se haya completado el proceso judicial.

El 14 de noviembre, el Gobierno argentino, presentó una demanda judicial en el Tribunal Internacional del Derecho del Mar, con sede en Hamburgo, contra el gobierno de Ghana.​ El 28 de noviembre la Organización Marítima Internacional (OMI) certificó que la Fragata Libertad es un buque militar y por lo tanto es inembargable.​ El 15 de diciembre, bajo comunicado oficial Nº188 107, el ITLOS (Tribunal Internacional del Derecho del Mar) dio la razón a la Argentina y dispuso liberar la fragata, arribando a la Argentina el 9 de enero, con un multitudinario acto de bienvenida.

El 20 de junio de 2013 la Corte Suprema de Ghana determinó que el buque cuenta con «inmunidad absoluta respecto de medidas cautelares y embargos«. Dictaminó que la retención de la Fragata Libertad fue injusta. Afirmó que la decisión “podría haber puesto en peligro la seguridad del país” y hasta “haber desencadenado un conflicto militar”. Posteriormente obligó a NML Elliot a pagar unos 8 millones de dólares a la administración del puerto de Tema, en concepto de gastos por haber mantenido secuestrada a la Fragata Libertad durante 77 días.​

En 2017 por cuestiones de reducción presupuestaria, el viaje de la fragata, que solía durar siete meses, fue reducido a seis meses. El recorte fue ejecutado desde el Ministerio de Defensa, que conduce el radical Julio Martínez por 7 millones de pesos. Esto fue criticado por especialistas debido a que un menor tiempo en altamar implica que las personas que hacen este viaje tengan como consecuencia menor capacitación navegando.

Premios otorgados

Boston Tea Pot Trophy y Gran Medalla: En 1966, durante, su cuarto viaje de instrucción, al mando del capitán de fragata Ricardo Guillermo Franke, participa en la «Travesía del Atlántico Norte a Vela» compitiendo por la tercera edición del Boston Tea Pot Trophy, cuyo premio es entregado por la Sail Training Association a la embarcación que, con más del 50% de su dotación en instrucción, recorra la máxima distancia en 124 horas de navegación a vela. La Fragata Libertad obtuvo La Gran Medalla al llegar en primer lugar en su categoría y establecer el Récord Mundial de Velocidad en el Cruce del Atlántico Norte a Vela, cubriendo 2.058 millas desde Cabo Race (Canadá) hasta la línea de Dublín/Liverpool, en tan solo 8 días y 12 horas. Este récord aún no ha sido batido al día de la fecha. En esa ocasión, el Trofeo Tea Pot fue entregado al Capitán Franke por el Príncipe Philip, Duque de Edimburgo, en nombre de la Reina Elizabeth II. El mencionado trofeo fue obtenido en ocho oportunidades: 1966, 1976, 1981, 1987, 1992, 1998, 2000 y 2007.

En 1998 ganó el primer puesto en la regata entre Savannah y Green Port (Estados Unidos de América).

Su nombre

Es el noveno buque en la Armada Argentina que lleva este nombre. Sus antecesores son:

Bergantín corsario Libertad (1827).

Goleta Libertad (1841).

Goleta Libertad (1845),

Ballenera Libertad (1853).

Vapor armado en guerra Libertad (1862).

Transporte Libertad (1865).

Acorazado de río Libertad (1892).

Crucero auxiliar Libertad (2) (1955, transporte Flota Argentina de Navegación de Ultramar (FANU) Eva Perón), que se incendió accidentalmente en 1972 y fue desguazado en 1973.

Datos de interés

Libertad 500 Rublos

500 rublos

500 rublos

La fragata «Libertad» está representada en los billetes rusos de 500.000 rublos (1997) y de 500 rublos (1998, 2001, 2004). Fue diseñado por Igor Krylkov, esbozado sobre fotos. La última modificación (2011) cambió la vista de la fragata.

 

Galería

Libertad, por la aleta de babor

Velas desplegadas, vista por la aleta de babor

 

Libertad, ingresando al Apostadero en Buenos Aires

Ingresando al Apostadero Naval de Buenos Aires

Libertad. Zarpe de Buenos Aires, en viaje de onstrucción

Iniciando un nuevo viaje de Instrucción, zarpa del Puerto de Buenos Aires

Referencias

«Historia de la Fragata Libertad». Estado Mayor General de la Armada. Archivado desde el original el 22 de diciembre de 2012. Consultado el 11 de enero de 2013.

«Carlos García González talló el mascarón de la Fragata Libertad».

«La historia de «Ursula», el mascarón de proa de la Fragata». Clarin.com. Consultado el 13 de diciembre de 2015.

«Un papelón con la Fragata Libertad». Diario La Nación. 23 de enero de 2010. Consultado el 11 de enero de 2013.

Ponen a punto a la Fragata Libertad en Astillero Río Santiago. El Día, 28 de mayo de 2015.

«La fragata Libertad, presa de un fondo buitre, sólo cubre el 1% de la deuda argentina: Bloomberg – valormundial». Consultado el 13 de diciembre de 2015.

«Los que se quedaron en Ghana, con más restricciones y resignados». Clarin.com. Consultado el 13 de diciembre de 2015.

«Fragata Libertad: el Gobierno presenta demanda contra Ghana». Todo Noticias. Consultado el 13 de diciembre de 2015.

El embargo de la Fragata Libertad fue mal otorgado

La Corte Suprema de Ghana falló otra vez a favor de Argentina

Gasper (23 de marzo de 2017). «Fragata Libertad, un emblema nacional recortado». Diario hoy.net.

«Buques Mercantes Argentinos: «Libertad/Eva Perón»». Historia y Arqueología Marítima. Archivado desde el original el 26 de diciembre de 2012. Consultado el 11 de enero de 2013.

Анастасия Гнединская Художник от купюр // Moskovskiy Komsomolets

Enlaces externos

Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Fragata Libertad.

Recorrido virtual 360º a la Fragata (en español).

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/ARA_Libertad_(Q-2)

 

Unión, Perú

Unión, a toda vela

BAP Unión (BEV-161)

Unión ingresa en la Base Naval del Callao

BAP Unión (BEV-161) arribando a la Base Naval del Callao

Unión, Emblema

Insignia

Unoòn Escudo Peruano

Escudo del Perú

Unión. Pabellón del Perú

Pabellón Nacional del Perú

Historial

Astillero                                                                                    SIMA Perú S. A. (Callao)

Clase                                                                                          Aún no definida

Autorizado                                                                               23 de diciembre de 2010

Iniciado                                                                                    8 de diciembre de 2012

Botado                                                                                      22 de diciembre de 2014

Asignado                                                                                   27 de enero de 2016

Destino                                                                                      Activo

Características generales

Desplazamiento                                                                      3200 t

Eslora                                                                                        115,5 m

99,0 m sin el bauprés

Manga                                                                                       13,5 m​

Puntal                                                                                        11,5 m

Calado                                                                                       6,5 m

Calado aéreo                                                                           53,5 m

Aparejo                                                                                    Bricbarca de cuatro palos.

Propulsión                                                                                Vela/motor diésel

Velocidad                                                                                 12 nudos

Tripulación                                                                               257 personas

El BAP Unión (BEV-161) es el buque escuela perteneciente a la Marina de Guerra del Perú, comisionado para el servicio de su Escuela Naval. Es un velero de cuatro mástiles con aparejos de tipo bricbarca, construido entre los años 2012-2015 en los astilleros del SIMA Perú; asimismo, es el primer buque de estas características en la Armada peruana.​ Recibió su nombre en honor de la corbeta Unión, navío que participó en la primera etapa de la guerra del Pacífico como parte de la escuadra comandada por el almirante Miguel Grau, máximo héroe naval del Perú.

Su construcción se decidió para cubrir, tras décadas de postergación, la necesidad de contar con una nave semejante para el adiestramiento tanto de los cadetes de la Escuela Naval del Perú como de los alumnos de la Escuela Técnica de Suboficiales, CITEN. De igual modo, el BAP Unión opera como un embajador itinerante del país en sus diversas travesías por el mundo, para lo cual el Ministerio de Defensa mantiene convenios con las carteras de Cultura, Comercio Exterior y Turismo, y Relaciones Exteriores.​ Por sus características y dimensiones, ha sido catalogado (a la fecha de su asignación) como el buque escuela más grande de América Latina​ y el segundo más grande del mundo después del STS Sedov.

Historia

Unión en gradas, SIMA-Callao

Casco del Unión en construcción en SIMA Perú, 2012

Durante muchos años la Marina de Guerra del Perú había anhelado contar con un buque escuela de vela que sirviera para la instrucción de sus cadetes. Con este fin, el Gobierno peruano expidió en 1985 la Ley N.° 24094, que declaraba de necesidad pública y de interés nacional contar con un buque de estas características. Sin embargo, debido a la crisis económica que atravesó el país a finales de los años ochenta y por posteriores restricciones en el presupuesto público, el proyecto fue continuamente aplazado.

En el año 2010, el proyecto de inversión pública del buque escuela fue finalmente declarado factible y aprobado, con lo cual la construcción del navío quedó autorizada. El 2012 el Gobierno anunció que encargaría su construcción al astillero naval del SIMA Perú, ubicado en el puerto del Callao, con la asesoría técnica y la cooperación del Gobierno español a través de las firmas CYPSA y Navantia, que se encargarían del diseño estructural de la nave. El 8 de diciembre del 2012 se inició su construcción mediante una ceremonia de colocación de la quilla en presencia del presidente de la República, Ollanta Humala. El casco estuvo listo dos años después y fue botado el 22 de diciembre del 2014 en el mar del Callao.

Posteriormente, se prosiguió con los trabajos complementarios, como la colocación de los mástiles y la hélice en junio del 2015,​ así como el diseño de los interiores y el equipamiento, que fueron adjudicados a la firma de ingeniería viguesa Acopafi, la cual, a su vez, subcontrató a la decoradora M. O. Contract. Asimismo, en virtud de un convenio entre el SIMA Perú y Navantia, se dotó al buque de un Sistema Integrado de Control de Plataforma, Navegación y Comunicaciones.​ De acuerdo a la Memoria Anual 2016 del SIMA Perú, el costo total de construcción de la nave ascendió a S/ 166, 887,237.68 Soles (aproximadamente 55 millones de Dólares)

Unión, trabajos finales SIMA, Callao, 2012

El Unión durante los trabajos finales en SIMA Perú, Callao 2015

De manera paralela a la construcción del velero, el Gobierno peruano se ocupó de brindar adiestramiento a su futura tripulación, para lo cual contó con la asesoría de un instructor de la Armada española,​ además de destacar a parte de su dotación a cruceros de instrucción de otros países. Así, por ejemplo, a bordo del velero mexicano ARM Cuauhtémoc, el personal peruano completó un período de capacitación que incluyó clases teóricas, navegación a vela, navegación mixta, maniobra de veleros, maniobra de aparejos, entre otros.​ De igual modo, una delegación de marinos peruanos fue destacada a la ciudad de Cartagena de Indias para participar de los trabajos de mantenimiento y reparación del velero colombiano ARC Gloria.

El 27 de enero del 2016, el BAP Unión fue oficialmente asignado (comisionado) a la Marina de Guerra del Perú mediante una ceremonia de afirmado del pabellón nacional, en la cual participaron el Presidente de la República, el Ministro de Defensa y el Comandante General de la Marina, entre otras autoridades y personalidades. El capitán de navío Gianfranco Polar Figari fue designado primer comandante del buque,​ bajo cuyo comando se llevaron a cabo las pruebas de mar de la embarcación durante el mes de junio de 2016. Posteriormente, el Unión realizó un primer viaje de entrenamiento operacional, zarpando desde el puerto del Callao el 10 de julio de 2016 con destino al puerto de Matarani, en el sur del Perú, a donde llegó dos días después.

El 27 de julio de 2016 el BAP Unión inició su primer crucero de instrucción al extranjero, denominado oficialmente como «VIEX 2016» (Viaje de Instrucción al Extranjero 2016). En esta primera travesía el Unión visitó los puertos de Guayaquil (Ecuador), Cartagena (Colombia), San Juan (Puerto Rico), La Habana (Cuba), Miami (Estados Unidos), Veracruz (México) y Balboa (Panamá), donde los cadetes navales y la tripulación del buque, además de recibir instrucción en ejercicios y maniobras navales a bordo del velero, difundieron la cultura peruana con información y muestras itinerantes proporcionadas por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo. La ceremonia de zarpe fue presidida por el Presidente del Consejo de Ministros Pedro Cateriano, acompañado de los ministros de Defensa, de Relaciones Exteriores y del comandante general de la Marina de Guerra, almirante Edmundo Deville, entre otras autoridades civiles y militares.​ La nave retornó a su base en el Callao el 3 de noviembre de 2016.

Unión en la Base Naval del Callao

BAP Unión maniobra de zarpe en el  Callao

Unión, Mascarón de proa

Mascarón de proa del Unión

Mascarón de proa

El mascarón de proa es de bronce y fue tallado por la escultora Pilar Martínez Woodman. Lo componen diversos símbolos iconográficos del antiguo Perú. Así, como elemento central, se aprecia la figura del inca Túpac Yupanqui, conocido como el Resplandeciente, que aparece sobre la piedra de los doce ángulos y con la mano derecha levantada y apuntando a la figura del dios Sol. Lleva sobre la cabeza una mascapaicha, viste un unku con el diseño de un damero, así como una capa en forma alada que semeja las olas del mar. También, a modo de rodilleras, lleva la figura de un puma blanco, animal sagrado que simboliza la fuerza del soberano. Su escudo contiene dos rombos unidos en forma horizontal que representan al Tahuantinsuyo.

Unión escudo de la nave

Escudo de la nave

Escudo

El escudo es de forma rectangular en la parte superior, mientras que la inferior presenta una base en forma de arco y punta curvilínea. Los bordes tienen forma de cabo de color amarillo y representan la maniobra del velero. En su interior, el diseño se encuentra dividido en dos campos: uno de color celeste claro, que representa el cielo; y otro de azul marino oscuro, que representa el océano. En la parte central y sobrepuesta al firmamento, aparece la silueta del Unión en plena navegación, con el pabellón nacional izado sobre su popa; a la izquierda se aprecia la constelación de la Osa Menor con la estrella Polaris, que es la guía de los navegantes en el hemisferio norte, mientras que a la derecha se aprecia la constelación de la Cruz del Sur, que es característica del hemisferio austral. Estas enseñas representan los dos hemisferios por los que el buque efectuará sus travesías.

En la parte superior del escudo, se ubican un sol radiante y la designación «Marina de Guerra del Perú» inscrita en un cintillo tremolante de color amarillo y con letras de color negro. En la parte inferior se aprecia el nombre de la unidad, «BAP Unión», inscrito también en un cintillo tremolante de color amarillo y con letras de color negro. Debajo de la figura del velero, aparece el lema del buque escuela, escrito en latín con letras de color blanco: Cudendum Character Nautarum, que significa «Forjando el carácter del marino».

Características

Diseño y propulsión

La moderna embarcación, considerada como la más grande de su tipo en América Latina (a la fecha de su puesta en servicio), es un velero de 4 palos con aparejos de tipo bricbarca; está compuesta de 38 bloques estructurales de acero,​ tiene una eslora o largo total (con bauprés) de 115,5 m, manga o ancho máximo de 13,5 m, calado o profundidad de 6,5 m, calado aéreo de 53,5 m, un desplazamiento de 3200 toneladas, una potencia de 1825 kw, una velocidad de 12 nudos y capacidad para 250 tripulantes.

La propulsión consiste en un motor diésel Caterpillar 3516H (2448 bhp),​ una hélice de paso variable BERG (4 palas), un reductor Reintjes y una hélice de maniobra Rolls Royce en la proa. Su velamen está compuesto por 34 velas de fabricación Wienecke distribuidas en el palo bauprés (5), palo trinquete (9), palo mayor proel (9), palo mayor popel (8) y palo mesana (3), con una superficie vélica total de 3402 m².

Acondicionamiento para la instrucción

Dada su condición de buque escuela, el interior del navío alberga un auditorio, una biblioteca, una plataforma informática y aulas para facilitar a los cadetes navales el aprendizaje de la navegación astronómica, la meteorología, la oceanografía, la hidrografía, y las maniobras y operaciones navales.​

Viajes y galardones

Unión Bostón, 2016

En Boston, 2017

Unión, de la Marina peruana en Hamburgo

En el puerto de Hamburgo, 2017

Unión acoderado en un molón de la Base Naval del Callao

Designación oficial del BAP Unión (BEV-161)

Países y Puertos visitados         

2016     Callao (Perú) – Guayaquil (Ecuador) – Cartagena (Colombia) – San Juan (Puerto Rico) – La Habana (Cuba) – Miami (Estados Unidos) – Veracruz (México) – Balboa (Panamá) – Callao (Perú) VIEX 2016

2017     Callao (Perú) – Balboa y Colón (Panamá) – Jacksonville, Norfolk y Boston (EE.UU) – Charlottetown (Canadá) – Londres (Inglaterra) – Hamburgo (Alemania) – Rotterdam (Holanda) – Le Havre (Francia) – La Coruña, Cádiz, Santa Cruz de Tenerife (España) – Lisboa (Portugal) – Santo Domingo (República Dominicana) – Colón y Balboa (Panamá) – Guayaquil (Ecuador) – Callao (Perú)    VIEX 2017

El primer viaje realizado por el BAP Unión se produjo el 10 de julio de 2016 dentro de aguas territoriales peruanas (del puerto del Callao al puerto de Matarani) con el propósito verificar el correcto funcionamiento del navío así como el alistamiento debido de su tripulación. Sin embargo, el primer crucero de instrucción propiamente dicho inició el 27 de julio de 2016 en un viaje denominado oficialmente como «VIEX 2016» (Viaje de Instrucción al Extranjero 2016), el cual marcó el inicio formal de las travesías para las que fue construida la nave.

En 2017 se llevó a cabo el segundo Viaje de Instrucción al Extranjero (VIEX 2017). Como parte de esta travesía, el BAP Unión participó en la regata Rendez-Vous 2017, que comprende una serie de competencias de veleros organizada por la Sail Training International. En dicho certamen, el Unión ganó la carrera de Boston a Charlottetown en el Golfo de San Lorenzo (Canadá).

Galería de imágenes

Unión arriba al Callao, noviembre de 2016

BAP Unión (enero, 2016)

Unión, Callao, 2016

BAP Unión (enero, 2016)

Unión. Escudos

Escudo del Perú y de la Marina de Guerra del Perú

Unión, tripulación al retorno del VIEX, 2017

Tripulación al retorno del VIEX 2017, (Callao)

Unión, maniobra en el Callao

En la Base Naval del Callao

Unión, de la Marina peruana en Hamburgo

Unión, de la  Marina peruana, en Hamburgo

Véase también

Unión (corbeta)

Buque escuela

SIMA Perú

Marina de Guerra del Perú

Referencias externas

Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre BAP Unión.

Revista Marina julio 2014.

Unión. Ministro de Defensa, despide al comandante de l BAP Unión en su Tercer VIEX, 2018

Unión. Ministro de Defensa, despide al comandante del BAP Unión en su Tercer VIEX, 2018

Unión Ceremonia VOEX, 2108

Ceremonia del zarpe VIEX 2018

Unión, ceremonia del zarpe VIEX, 2018

Honores al pabellón nacional

Unión. Zarpe VIEX 218

Zarpe VIEX 2018

Unión, maniobra en el Callao

Unión inició tercer viaje de instrucción y navegará 5 meses

Unión zarpa en su Tercer Viaje de Instrucción

BAP Unión zarpando en Tercer viaje de Instrucción, 2018

Fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/BAP_Uni%C3%B3n_(BEV-161)

Unión. Emblema de la Marna de Guerra del Perú

Videos del BAP Unión:

Ceremonia de bautizo y lanzamiento

https://youtu.be/jvb6T9kGsOk

Ceremonia de afirmación del pabellón nacional

https://youtu.be/GKdXlKKv4Tw

Simón Bolívar, Venezuela

Simón Bolivar BE-11

ARBV Simón Bolívar (BE-11)

ARBV Simón Bolívar (BE-11)

ARBV Simón Bolívar (BE-11)

Banderas

Simón Bolívar (BE-11) - Escudo

Historial

Astillero                                                        Astilleros Celaya S.A. (Bilbao, España)

Tipo                                                               Bricbarca

Destino                                                          Activo

Características generales

Desplazamiento                                         1260 t

Eslora                                                            76,5 m

65,3 m sin el bauprés

Manga                                                           10,6 m

Calado                                                           4,4 m

Propulsión                                                    1 motor diésel Detroit 12v-149t

Velocidad                                                     10 nudos

Tripulación                                                   93

  • 17 oficiales

  • 102 tripulantes

El ARBV Simón Bolívar (BE-11), también conocido como El Embajador Sin Fronteras, es el buque escuela de la Armada de Venezuela.

Tiene por misión fundamental formar a los cadetes de la Escuela Naval de Venezuela y el aspecto de su misión internacional es el de vigorizar y proyectar la imagen naval de Venezuela, así como el de establecer y estrechar vínculos de amistad con las Armadas de otros países.

Cuenta con un aparejo tipo de bricbarca de tres mástiles, con un área de velamen de 1650 m² en un total de 23 velas.

Fue construido a pedido de la Armada de Venezuela en 1978, botado al agua el 21 de noviembre de 1979 afirmándose su Pabellón Nacional el 12 de agosto de 1980.

Es uno de los cuatro buques escuela de países americanos construidos en los Astilleros Celaya S.A. de Bilbao, además del Cuauhtémoc de México, BAE Guayas de Ecuador y ARC Gloria de Colombia.

El ARBV Simón Bolívar (BE-11) ha navegado doscientas cincuenta y siete mil doscientas setenta y dos (257.272) millas náuticas desde su botadura, realizando diecinueve (19) cruceros de Instrucción al Exterior.​ El Buque Escuela ARBV Simón Bolívar (BE-11), además de ser el buque insignia de la Armada de la República Bolivariana de Venezuela. En el año 2002 por orden presidencial, este buque entró por primera vez en un proceso de mantenimiento mayor y reconstrucción de casco y estructura en Diques y Astilleros Nacionales C.A. (DIANCA), con la finalidad de mejorar las condiciones de la unidad. Tras 6 años de mantenimiento fue botado a la mar en 2008.

El domingo 28 de febrero de 2009 vuelve a zarpar el buque escuela en misión de entrenamiento de cadetes de marina, acompañados de los mejores cadetes de las escuelas de formación del FANB.

Para celebrar el Bicentenario de la Independencia, participó en la regata internacional Velas Sudamérica 2010 conjuntamente con los grandes buques veleros.

Galería

Simon Bolivar (ship)

Buque Escuela Simón Bolivar BE-11

Simón Bolívar desde el palo de bauprés

Navío – Escola Simon Bolivar da Marinha da Venezuela chega em Salvador

Simón Bolívar. Campana de detalle

Campana detalle del Buque Escuela Simón Bolívar

Notas y referencias

«Distintos aparejos en buques de vela». Histarmar. Consultado el 12 may. 2015. «Los dibujos fueron tomados de la obra «Las artes del mar», 1966.»

Venezuela: Buque escuela “Simón Bolívar”

Enlaces externos

Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre ARBV Simón Bolívar (BE-11)

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/ARBV_Sim%C3%B3n_Bol%C3%ADvar_(BE-11)

Sagres Portugal

Sagres al ancla

NRP Sagres

NRP Sagres

Guanabara

Albert Leo Schlageter

Sagres acoderado en Bremenhaven wn 2005

NRP Sagres en 2005 junto al Gorch Fock, Bremenhaven

Banderas bajo las cuales sirvió

Sagres. BanderasHistorial

Astillero                                                       Blohm & Voss, Hamburgo, Alemania

Clase                                                             Gorch Fock

Tipo                                                               Velero de mástiles altos

Operador                                                     Bandera naval de Portugal Marina portuguesa

Autorizado                                                   1936

Botado                                                          1937

Asignado

Emblema de Alemania: 1936

NSDAP

Bandera de Brasil:                                      1948

Bandera de Portugal:                                 8 de febrero de 1962

Baja                                                               Bandera de Alemania nazi: 1945 (capturado y vendido)

Bandera de Brasil:                                      1961 (vendido)

Destino                                                         Activo

Características generales

Desplazamiento                                          1940 t

Eslora                                                            9 m

Manga                                                          12,2 m

Calado                                                          6,2 m

Aparejo                                                        Bricbarca

3 mástiles

Propulsión                                                    • Velas

  • 2 motores MTU 12V 183 TE92

  • 1 hélice

Velocidad                                                     10,5 nudos

Autonomía                                                   5450 mn a 7,5 nudos

Tripulación                                                   257 tripulantes

El NRP Sagres​ o NE Sagres, también conocido como Sagres III, es el principal buque escuela de la Marina Portuguesa. Es también el navío de esta Marina más famoso internacionalmente. Tiene como misión básica permitir el adiestramiento y el contacto con la vida en la mar a los alumnos de la Escuela Naval, futuros oficiales de la Marina Portuguesa. Como misión complementaria, el NRP Sagres es usado en la representación nacional e internacional de la Marina y de Portugal.

Historia

NRP Sagres

El Sagres actual es el tercer navío con este nombre en desempeñar funciones de instrucción náutica en la Marina portuguesa. Fue construido en los astilleros Blom & Voss de Hamburgo (Alemania) en 1937, como buque escuela de la Kriegsmarine en ejercicio del partido nazi (NSDAP, acrónimo de Nationalsozialistiche Arbeiterpartei Deutschland), siendo bautizado como Albert Leo Schlageter, gemelo de los buques Gorch Fock que da nombre a su clase, del ex-Horst Wessel (actual USCGC Eagle), del Deutschland y del Mircea buque-escuela de la marina rumana.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, el navío fue capturado por las fuerzas de los Estados Unidos, siendo vendido a la Marina de Brasil en 1948 por un valor simbólico de $5000 dólares.​ En Brasil fue bautizado como Guanabara, sirviendo como buque escuela hasta 1961, fecha en que fue adquirido por Portugal para ser usado en sustitución del entonces NRP Sagres II (ex Rickmer Rickmers). El buque recibió el mismo nombre de su antecesor, entrando al servicio de la Marina portuguesa el 8 de febrero de 1962.

A veces, el NRP Sagres (III), erróneamente llamado Sagres (II), es el tercer buque escuela con el mismo nombre, fue el ex bricbarca Albert Leo Schlageter. En realidad, el primer Sagres fue una corbeta de madera construida en 1858 en Inglaterra. Fondeada en el río Duero, sirvió como buque escuela para alumnos marineros, entre 1882 y 1898.

Referencias

Notas aclaratorias

Las unidades navales militares de la Marina Portuguesa reciben el acrónimo «NRP» antes del respectivo nombre, lo cual significa «navío de la República Portuguesa».

En este caso, el acrónimo «N.E.» se refiere a «navio-escola» (buque escuela).

Notas al pie

Historia del NRP Sagres (en portugués). Sagres.marinha.pt (archivado en Archive.org).

Enlaces externos

Wikimedia Commons alberga una galería multimedia sobre NRP Sagres.

Sitio oficial del Buque-escuela portugués «NRP Sagres»

Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/NRP_Sagres

Sagres, Gobierno

Créditos

Advertencia: La información, en su mayor parte, procede de la Enciclopedia Libre Wikipedia, las entradas o enlaces (links) por cada velero están anotadas al finalizar cada ítem naval. Los textos obtenidos, cuando ha sido  necesario, han sido redactados para los fines particulares en estilo propio, tanto en forma como en fondo, pero sin editar los textos que corren en la enciclopedia, que es materia distinta. De igual forma y proceso he trabajado con los gráficos de los veleros cuyas fotos también han sido editados, cuando ha sido del todo indispensable.

Otras fuentes:

http://www.histarmar.com.ar/Veleros/1943-sagres/VisitadelSagres-1943.htm

Ancla de navío

 

 

Las campanas ya no doblan por Lima

MARTES, 17 DE OCTUBRE DE 2006

Catedral de Lima. S XIX.0

Esbeltos campanarios de la Catedral de Lima

Palma, al tratar sobre la ciudad de Lima de los SS. XVI al XIX, especialmente este último que le tocó vivir como testigo y cronista, nos remite, en más de una Tradición, a las campanas de las numerosas y venerables iglesias de la capital y a ese ordenamiento de la vida pía y citadina, siempre dispuesta en sus actividades a los golpes del badajo y el bronce.

Buena parte del tiempo de los habitantes del Rímac transcurría a los llamados de las torres -rezago en alguna forma de la costumbre musulmana del almuecín convocando a la oración desde los minaretes- la sonora actividad empezaba desde el amanecer con los maitines para atardecer con el ángelus y de vez en vez, durante la noche, broncos sones echaban al aire aisladas y sostenidas vibraciones del lúgubre toque de difuntos, señal de partida de algún morador que había entregado su alma a Dios después de recibir el Santísimo.

Cuando los juveniles ímpetus de Felipe Santiago Salaverry del Solar (1806-1836), deseoso del asiento de Pizarro, lanzaron a las tropas fuera de sus cuarteles, las campanas doblaron a rebato, esa especie de toque a generala que sirve para llamar a las armas entre la milicia.

Se conoce de viejas crónicas, que cuando la vieja ciudad tomada en revolución, como fue el caso de la entrada por la portada y barrio de Cocharcas del caudillo arequipeño Nicolás de Piérola Villena (1839-1913), aquellos 17, 18 y 19 de marzo del convulso año de 1895, resuelto a despojar por las armas al general ayacuchano Andrés Avelino Cáceres Dorregaray (1833 – 1923) del prolongado gobierno al que accedió después de correr de palacio, a su turno, al general cajamarquino Miguel Iglesias Pino (1830-1909) -cofirmante del tristemente célebre Tratado de Ancón (20 Oct.1883)-; decíamos que Lima, en completo cierrapuertas, convertida en campo de batalla, calle por calle, cuartel por cuartel, los limeños a salvo dentro de sus moradas pudieron seguir el victorioso avance de la revolución provinciana gracias al tañido de los campanarios de las iglesias de aquellos barrios o cuarteles que eran tomados a su paso.

Los bronces por sus peculiares notas, familiares desde muy temprano a los oídos de los vecinos, diferían unos de otros y no cabía duda que aquellos rápidos toques o repiques de una tiple era Cocharcas; las notas severas y broncas, Santa Ana; las pausadas y graves, San Camilo; así, Trinitarias, Santa Clara, Mercedarias, el Carmen hasta llegar a las céntricas y monumentales San Francisco, La Merced, Catedral, San Pedro y San Agustín, amén de Santo Domingo, cuya categoría de templos mayores alzaba la majestad de su alcurnia y sus dobles la soberbia musicalidad que movía al recogimiento y a los más recónditos ímpetus del alma, anunciaban la dirección del ataque.

Fue por aquellos días, cuando al abrigo de la hermosa San Agustín, en la Plazuela del Teatro, calle Teatro, donde Piérola había dispuesto su cuartel, que hacia allí fueron dirigidos los tiros de las baterías de Palacio y que uno de aquellos alcanzó de lleno en la torre que daba sobre la calle Lártiga y puso fin a la célebre Mónica, citada por don Ricardo Palma en su tradición Un virrey hereje y un campanero bellaco. No se ha reconstruido la torre de aquel campanario, ignoramos que exista el ánimo de hacerlo.

Lástima. No sabemos tampoco la razón del silencio de las campanas de Lima, otros ruidos y estridencias las han desplazado; probablemente lo avanzado de la edad de las torres y los sismos haya orientado tal ostracismo. Parte de la personalidad de la ciudad descansaba en el tañer de sus campanas, no sólo para llamar a la oración sino también en ocasión de las grandes festividades o para amanecer independientes cada 28 de julio; entonces, desde las alturas de la Catedral doblaba la mayor anunciando la fiesta nacional, o también por acontecimientos mundanos de alguna significación se echaban al vuelo en concierto campanas y esquilones de todas las torres al empezar un nuevo año.

Los señores del Patronato de Lima, y nuestros alcaldes en quienes ahora descansa la tradición, podrían explicar qué pasa, por qué ese silencio y por favor que ya no pendan ociosos los bronces en indolente inactividad, que regrese ese metálico vibrar, estímulo de la población; después de todo para eso fueron fundidos y elevados a esas atalayas que aún se yerguen severas y orgullosas de su activo pasado.

Torre sur de San Pedro

Torre sur de San Pedro de Lima

Publicadas por Luis Siabala Valer Hora 9:11:00

Maximiliano I de México y la protesta peruana de Ramón Castilla

Maximiliano-habsburgo-emperador

Maximiliano I, de México

 

Notas respecto a la segunda intervención francesa sobre México

(1862 -1867)

 

Mexicanos al grito de guerra

al acero aprestad y al bridón,

y retiemble en su centro la tierra,

al sonoro rugir del cañón

Coro del Himno Nacional de México

 

 Emblema 2

Exordio

Esto sucedió en el interregno de 1861 a 1867. Pero con el triunfo liberal encabezado por el itinerante gobierno del presidente don Benito Juárez, tras la derrota del Emperador Maximiliano I y su dramático fusilamiento en Querétaro en el cerro de Las Campanas, aquél fatídico 19 de junio de 1867, terminó esta situación.

Correspondió, en la sexta década del SXIX, a las jóvenes repúblicas americanas -ex colonias de España- sostener su independencia tanto de la antigua metrópoli como también de los apetitos de algunas potencias europeas, en especial de la Francia del Segundo Imperio, con el emperador Napoleón III, quien logra intervenir militarmente en México donde grupos importantes de conservadores se mostraron partidarios de la potencia europea para protectora de sus destinos bajo las ofertas del emperador cuyo mal oculto plan era entronizar en el legendario país del águila, la serpiente y el nopal, a uno de los últimos Habsburgos.

Francia retiro sus abatidas tropas para no repetir jamás otro intento.

Esa misma década, Perú, Ecuador y Chile, se habían de asociar militarmente para enfrentar también los disimulados deseos de la España de doña Isabel II. La soberana, mal aconsejada de la necesidad de recuperar para Iberia sus viejos y ricos dominios de América Meridional había despachado su flota, al sur occidente del continente americano, con el candoroso pretexto de llevar una misión con propósitos eminentemente científicos.

Pero con el fracaso de Abtao, en el archipiélago de Chiloé y el contundente rechazo del fuego de las baterías en la rada del Callao, en la memorable jornada del 2 de mayo de 1866, la flota del comodoro español Núñez de Vela partió a España, vía las Filipinas, para no intentar jamás otra aventura militar en este lado del mundo.

De esta cruenta forma, como en Ayacucho de 1824, en el Callao de 1866 quedaba asegurada la independencia americana largamente peleada.

La acción francesa en México concitó la protesta de las naciones ribereñas del Pacífico, pero sería la del Presidente del Perú, Mariscal don Ramón Castilla Marquesado la voz más potente. Con la acción demostró su disposición de acudir con las armas en apoyo de México.

Aquí una apretada síntesis de aquellos acontecimientos, los dramatis personae y su desenlace. Además, una clara muestra de la abierta política americanista del brillante mandatario peruano, liberal también como lo era su par mexicano don Benito Pablo Juárez García.

México y su deuda

Para 1860, México tenía contraída una cuantiosa deuda con Francia, Inglaterra y España de naturaleza impaga. Vencidos los plazos y apremios internacionales los soberbios acreedores europeos imposibilitados a la par que deseosos de recuperar sus especulativas ganancias subscribieron el Convenio de Londres. Ese documento expresaba el compromiso de resarcirse de sus acreencias sobre la base de una intervención punitiva en México.

Para este efecto embarcarían sus respectivas tropas expedicionarias. Pronto hicieron su entrada en el Golfo de México y aguardaron al ancla en la bahía del puerto de Veracruz.

El presidente Benito Juárez García, un letrado de pura raza zapoteca, en gesto decidido y apoyado en razones coyunturales frente a la imposibilidad material de honrar las obligaciones contractuales de estado, contraídas en general durante épocas de dispersión administrativa por causa de las constantes guerras intestinas en especial la última llamada Guerra de Reforma o también de los Tres Años, había decidido tomar una drástica medida.

Conviene puntualizar que la Guerra de Reforma (1857-1860) enfrentó a los dos bandos en que se encontraba dividida la sociedad mexicana de liberales y conservadores. Juárez, contando con la respectiva aprobación legislativa había declarado suspendidos aquellos compromisos adquiridos y el aplazamiento del pago de la cuantiosa deuda a sus reclamantes europeos.

Juárez

Don Benito Juárez García

Se hizo entonces efectivo el apremio y las tropas extranjeras transportadas por sus flotas desembarcaron en el puerto de Veracruz, tierra de los jarochos como también se reconoce a los veracruzanos. Su objetivo, la toma y sometimiento de la ciudad de México.

Las potencias extranjeras desembarcan sus tropas

En primer lugar, frente a esta coyuntura de fuerza, bajo el peso de la bota extranjera, el gobierno de don Benito Juárez entró a la negociación diplomática y accedió, impotente, pagar un monto exagerado de intereses, entre otros conceptos por destrozos de la Casa Jecker causados en los actos de la Guerra de Reforma; permitir el control total y absoluto de sus aduanas; la intervención directa en la política económica del país y; además, imponer un gobierno monárquico en México, bajo el subterfugio tuitivo de contrarrestar de esta forma el creciente poderío de los Estados Unidos, nación que había incursionado en México veinte años antes y habíale arrebatado inmensos territorios.

Únicamente España e Inglaterra aceptaron por separado las explicaciones mexicanas firmadas en los tratados llamados de La Soledad, acordando en principio el reconocimiento de la soberanía territorial, al de las acreencias del Estado mexicano y la apertura de nuevas negociaciones que beneficiaran tanto a México como a los particulares intereses de aquellas dos potencias invasoras.

 El ministro español Juan Prim, satisfecho, ordenó el reembarqué y el retorno del ejército español pero, de paso, alertó a la diplomacia mexicana que Francia no era de aquella opinión, puntualizando que continuaría con los ambiciosos planes expuestos por la representación francesa basada de sus propios y particulares intereses y tratados; que para ello observaría haber fallas en los recientes acuerdos de La Soledad, por todo lo cual exigiría el inmediato pago de la deuda; que la verdadera causa radicaba en que Francia se veía amenazada por Prusia y no tenían recursos con que solventar una guerra, por lo cual aguardaban ansiosos comenzar una invasión con dirección a la capital de la república, para obtener el pago de la deuda. Hecho que resulto cierto.

Segunda intervención francesa en México

Con las fuerzas expedicionarias francesas, premunido de sus particulares consignas políticas, venía envuelto en laureles de victoria, el general Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, partió en solitario de Veracruz en dirección a la ciudad de México, debido al arreglo particular de México con ingleses y españoles.

Sus tropas incorporaban los regimientos de la famosa Legión Extranjera y los mamelucos egipcios en sus singulares uniformes.

Para contrarrestar este avance, el gobierno mexicano de Benito Juárez creó el Ejército de Oriente, primeramente al mando del general José López Uraga y posteriormente del general Ignacio Zaragoza, hasta entonces ministro de guerra y marina y veterano de la guerra con los Estados Unidos de 1874 y de la Guerra de Reforma.

  

Legionario en Mexico

Legionario

Coraceros de la Legión Extranjera

Carga de los coraceros de la Legión

Legionarios

Legionarios

 Tropas mexicanas durante la intervención francesa

 Tropas mexicanas

Los charros, esos hábiles jinetes de sombrero alón, vistoso atuendo de casaca corta y pantalón ajustado cargado de adornos, pistola al cinto, lazo, sable y rifle, compartían puesto con los regimientos y batallones formales de línea y se aprestaban a una defensa en las afueras o goteras de Puebla, itinerario obligado de los franceses con rumbo a México. Los soldados del país en relativa inferioridad de armas, empírica pero constante experiencia y con un efectivo por debajo del número requerido, mostrábanse al margen de estas circunstancias y limitaciones con el valor redivivo de pelar su independencia una vez más, a como diera lugar.

Sin embargo, este fervor para detener el avance, particular dentro de los liberales, generalmente anticlericales donde menudeaban conspicuos líderes librepensadores, ergo masones, no hacía eco en los conservadores, católicos respetuosos de los fueros de la iglesia y las costumbres impuestas durante la colonia que, por el contrario, se mostraban ajenos y partidarios de esa intervención foránea.

Era esta una situación de pugna interna complicada y odiosa, pero el pueblo mexicano acudía nuevamente a las armas; en anterior ocasión lo habían hecho contra el ejército expedicionario de los Estados Unidos en su primera intervención expansionista de 1846 a 1848, como consecuencia de la indemnización que exigió a México bajo el pretexto de los daños ocasionados con la independencia del territorio mexicano de Texas, hecho que siguiendo un prpósito de conquista, lo había propiciado Washington.

Antecedente de la primera intervención de EE UU en México

En aquella oportunidad, el ejército estadounidense, fuerte de 7 8000 hombres al mando del general Zachary Taylor, se apoderó de la capital después de una valerosa resistencia de 4 0000 mexicanos. Ambos bandos sufrieron cuantiosas bajas y de allí quedó la memorable acción de los Niños Héroes de Chapultepec, último bastión de la defensa que ofrecieron aquellos cadetes de México vencidas que fueron las tropas regulares y cívicas que se interpusieron en el camino de aquella abrumadora invasión.

Estados Unidos tomó, desde entonces, el control sobre Texas, además del territorio en disputa entre México y Texas que comprendía toda la tierra al norte del Río Bravo y los territorios conocidos como Alta California y Santa Fe de Nuevo México; apropiándose de lo que hoy son los estados de Arizona, California, Nevada, Utah, Nuevo México y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma.

Significó para México la pérdida de más de 800.000 millas cuadradas, esto es más de 2.100.000 Km2, el 55% de su territorio nacional.

Ahora, tocaba a los franceses el turno de hacer incursión en territorio de la valiente nación azteca.

Al mando de las vistosas tropas francesas, como señalamos líneas arriba, venía un triunfador envanecido, colgado de sus blasones con los triunfos obtenidos en Solferino, Magenta, Argelia y Sebastopol. El general francés Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez.

Conforme a lo que expresamos de él, reflejaba su persona una actitud insolente, de suficiencia y subestimación; lo prueba esta nota cursada al Mariscal de Francia Lannes, que reza así:

Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6.000 valientes soldados, ya soy dueño de México”.

Pero el gallardo Lorencez, ignorante de la realidad, o a despecho de ella, estaba dispuesto a conquistar un país cinco veces más poblado que Francia, que sostenía una guerra civil permanente y que por el momento no registraba amenaza alguna de los Estados Unidos, pues aquella nación norteamericana también se encontraba ocupada en una durísima guerra de secesión.

Latrille estaba dispuesto a cumplir con hacer efectiva la intervención francesa, que de inmediato se hizo sentir. La consideraba fácil. Pero la ambición era superior a ese propósito conforme lo hemos historiado.

En la primera confrontación los mexicanos esperaron a las goteras de Puebla el ataque francés. Producida la acción y peleada en firme el resultado les fue adverso a los atacantes; costó caro a los franceses. Su general en jefe Lorencez, derrotado y sus destrozadas columnas fugadas en completa dispersión no pudo evitar el llanto ante semejante fracaso, con lo que decidió retirarse hacia Amozoc.

La guerra no terminó ahí, sino hasta 5 años después, en 1867, pero la batalla de Puebla representa un símbolo de resistencia en contra de la invasión de tropas extranjeras, que se recuerda y celebra.

Battalla de Puebla

Batalla de Puebla; en primer plano, mamelucos franceses

La coronación de Maximiliano I cuenta con el apoyo de parte de la aristocracia criolla que haciéndose eco de la oportunidad vio con agrado elevar la nación, tan decantada por las guerras civiles, al rango de monarquía que se ofrecía desde Francia y a las propuestas del emperador Napoleón III, de colocar uno propio en México apoyado por una expedición de 25 000 hombres.

Fernando Maximiliano José de Habsburgo-Lorena o, en alemán, Ferdinand Maximilian Josef von Habsburg-Lothringen, noble y joven personaje austriaco de educación católica, crédulo y delicados propósitos, seducido por las garantías de Napoleón III como por la jubilosa y distinguida delegación de aristócratas venida especialmente de México, encabezada por José María Gutiérrez Estrada, Juan Nepomuceno Almonte y Miguel Miramón y la importante presencia de la señora Escandón esposa del más acaudalado terrateniente de México, don Antonio Escandón, portadora de la halagüeña noticia que el pueblo mexicano, en libre plebiscito, había expresado que lo necesitaba como emperador y lo aguardaba ansioso; de esta manera podría llegar a esa nación, grande en población de nativos ignorantes, las bondades de la cultura y la seguridad basadas en la fortaleza que representaba Francia.

Convencido de la sinceridad del emperador francés, los supuestos votos para su entronización como emperador de México, adulado por aquellas familias criollas mexicanas, emocionado y confiado en sus victoriosos generales, Maximiliano accedió gustoso atender ese clamor y embarcó para América en compañía de su joven esposa Carlota de Bélgica amén de numerosa corte. La travesía hacia costas mexicanas del Atlántico se realizó en la fragata francesa Novara. Patético, esa misma nave, años después, traería de vuelta sus restos mortales para quedar sepultos en Viena, su tierra natal.

El Segundo Imperio Mexicano, 1863 a 1867

El 10 de abril de 1864 se hace efectivo el ofrecimiento a Maximiliano de Habsburgo de la corona mexicana y la pareja fue coronada en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, quien de esta forma accedió al trono imperial como Maximiliano I.

En realidad el primer emperador que tuvo México había sido el general Agustín Cosme Damián de Iturbide y Aramburu, o con propiedad Agustín I de México (1783-1824) militar por cuyos esfuerzos se había logrado consumar la independencia el 27 de septiembre de 1821.

Pero, en diciembre de 1822, el general Antonio López de Santa Anna proclamó el Plan de Veracruz, con lo que antiguos insurgentes de ideas republicanas e inconformes se levantaron contra el emperador Agustín I quien abdicó en marzo de 1823 y exilió en Europa. El Congreso mexicano lo declaró traidor a la patria, dando órdenes para prenderlo en caso de que volviese. Iturbide, ignorante de esta resolución, regresó a México en julio de 1824. Al desembarcar en Tamaulipas fue arrestado y posteriormente ejecutado por un pelotón de fusilamiento.

Para la época de Maximiliano I, los mexicanos formaban un pueblo nativo numeroso y su mestizaje sumado a los años de lucha intestina los tenía unificados en materia de coraje y patriotismo. Por ello el novísimo emperador encontraría, para su asombro, la activa oposición personificada en un abogado y político, procedente del bajo pueblo -de raza zapoteca- el más enconado y resuelto enemigo.

Ante la nueva situación política impuesta por los franceses y apoyada por los conservadores Benito Juárez García abandona la ciudad de México con sus hombres de gobierno, escoltado por sus tropas y pone rumbo al norte para organizar de forma itinerante un gobierno de resistencia y el llamamiento a las armas. Su proclama, además de alentar a la defensa para sacudirse del nuevo yugo, deja sentir la necesaria búsqueda de apoyo internacional.

La protesta peruana

 

Mariscal Ramón Castilla Marquezado

Mariscal Ramón Castilla Marquesado

Este clamor de ayuda haría eco en el Perú y la sonora protesta americana del presidente del Perú, don Ramón Castilla Marquesado se dejaría sentir en la voz de su canciller don Manuel Nicolás Corpancho quien premunido de plenos poderes marchó a México a la cabeza de una misión ante el presidente Juárez, para ofrecerle la ayuda necesaria del gobierno peruano ante la intrusión de Francia en los asuntos mexicanos, mal precedente para las naciones hispanoamericanas de las cuales el Perú formaba parte.

Manuel Nicolás Corpancho (Lima, 1830-Mar Caribe, 1863)

Manuel Nicolás Corpancho

El flamante diplomático viajó a Nueva York y Washington para establecer relación con sus pares mexicanos y preparar su delicada misión. Fue recibido oficialmente por el gobierno mexicano de Benito Juárez, el 16 de marzo de 1862, e inmediatamente se empeñó en una intensa actividad.

Gestionó la adhesión de México al Tratado Continental, suscrito en Santiago de Chile en 1856, para incluirse junto al Perú, Chile y el Ecuador. Documento que en su parte fundamental estipulaba la ayuda mutua en caso de ser agredidos por fuerzas provenientes de países extranjeros.

Cuando se produjo la segunda intervención francesa en México y la posterior proclamación del emperador Maximiliano I, Corpancho protestó contra tal intromisión foránea con apoyo franco y decidido a la causa nacionalista de los mexicanos. Entonces el gobierno usurpador lo obligó a dejar el país, entregándosele sus pasaportes el 20 de agosto de 1863, por su conducta “en extremo hostil que siempre ha observado respecto al orden establecido y al gobierno emanado de él, abusando de su carácter oficial de un modo poco digno y conveniente, amparado con la protección del pabellón del Perú a enemigos notoriamente conocidos del gobierno”.

Esto último se refería a los liberales republicanos y nacionalistas mexicanos.

Se le fijaron tres días para abandonar suelo mexicano, lo que se hizo efectivo en Veracruz el 9 de septiembre. Ccuando embarcó Corpancho en el vapor español México, rumbo a La Habana, su intención era de unirse luego al gobierno de Benito Juárez.

Empero, la fatalidad se había de enseñorear con nuestro diplomático, la nave que lo conducía se incendió y como trágica consecuencia ese ilustrado peruano desapareció en aguas del proceloso Caribe.

Había sido secretario de Castilla durante sus campañas, especialmente contra el Ecuador y posteriormente contra Vivanco en Arequipa. Al momento de morir Manuel Nicolás Corpancho contaba 32 años de edad.

Entonces Castilla, caracterizado por un natural de suyo resuelto, solicitó permiso al Congreso para emprender gestiones ante Colombia y para pasar con rumbo a México tropas peruanas por Panamá, provincia por entonces perteneciente a esa república, en apoyo de las fuerzas de Benito Juárez en franca campaña para sacudirse del yugo francés.

Batalla de Querétaro y los fusilamientos del cerro de Las Campanas

Con la victoria de Querétaro, donde había acudido Maximiliano a la cabeza de sus tropas y después de la batalla que le fue adversa, el bien intencionado y crédulo Habsburgo tuvo que sufrir sumario juicio en aquella ciudad bajo un tribunal militar que falló por su fusilamiento y el de sus generales Miguel Gregorio de la Luz Atenógenes Miramón y Tarelo; y, Tomás Mejía.

A las siete y cinco de la mañana del 19 de junio de 1867, en cerro de Las Campanas de Querétaro, Maximiliano, Miramón y Mejía fueron fusilados por un pelotón de soldados republicanos del ejército del general Mariano Escobedo.

 Fusilamiento de Maximiliano

 Fusilamiento de Maximiliano y sus generales Mejía y Miramón

Este hecho haría innecesaria la intervención peruana.

El congreso mexicano reconocido por el gesto votó por nombrar a Castilla Presidente Honorario de México.

Carta de Benito Juárez al Emperador Maximiliano

Una muestra de la personalidad de resuelto temple y entereza moral de don Benito Juárez se puede extraer de esta digna respuesta a los requerimientos del emperador llamándole a la paz y cordura.

30 de Agosto de 1864.

Respetable Señor:

Me habéis dirigido privadamente una carta fechada el 2 del corriente a bordo de la fragata Novara, y mi carácter de persona cortés y respetable me impone la obligación de contestarla aunque muy de prisa y sin meditación, pues, como debéis suponer, el importante y delicado cargo de Presidente de la República absorbe todo mi tiempo, y no me deja solaz ni aún de noche.

El filibusterismo francés está buscando minar y destruir nuestra nacionalidad, y yo que por mis principios y mi juramento soy el llamado a sostener la integridad nacional, su soberanía y su independencia, tengo que trabajar con mucha actividad, multiplicando mis esfuerzos, a fin de corresponder al sagrado depósito que la nación, ejerciendo sus facultades soberanas, me ha confiado. Esto no obstante, me propongo contestar, aunque muy brevemente, los puntos más importantes de vuestra carta.

Me decís que, «abandonando la sucesión de un trono en Europa, abandonando vuestra familia, vuestros amigos, vuestras propiedades y lo más caro del hombre, vuestro país, habéis venido con vuestra esposa Doña Carlota a tierras distantes y no conocidas, solo por obedecer un llamamiento espontáneo de una nación que fija en vos la felicidad de su porvenir». Admiro hasta cierto punto toda vuestra generosidad, pero me sorprende mucho encontrar en vuestra carta la frase «llamamiento espontáneo», pues yo había visto antes que cuando los traidores de mi país se presentaron bajo su propia autoridad, en Miramar, a ofreceros la corona de México con algunas actas de nueve o diez ciudades de la nación, no percibisteis en eso sino una farsa ridícula, indigna de la seria consideración de un hombre honrado y decente. En contestación a tal absurdo exigisteis la expresión libre de la voluntad nacional, como resultado del sufragio universal. Esto era pedir una imposibilidad; pero era el justo deber de un hombre honorable hacerlo: ¡Cuán grande, pues debe ser mi sorpresa, al veros venir al territorio mexicano, sin que se hayan cumplido alguna de las condiciones! ¿Cómo no he de maravillarme al veros aceptar la misma farsa de los traidores, adoptar su lenguaje, condecorar y tomar en vuestro servicio bandidos como Márquez y Herrán, y rodear vuestra persona con esta clase peligrosa de la sociedad mexicana? Hablando francamente, me he engañado mucho: porque creía y esperaba que erais una de esas organizaciones puras que la ambición no puede corromper.

Me invitáis cordialmente a que vaya a México; a donde os dirigís a fin de que celebremos una conferencia en unión de otros jefes mexicanos armados hoy, prometiéndonos las fuerzas necesarias para nuestra escolta durante el viaje y empeñando como fianza y garantía, vuestra fe pública, vuestra palabra y vuestro honor. Es imposible, señor, que acceda a esta instancia, porque mis ocupaciones oficiales no me lo permiten. Pero si ejerciendo mis funciones públicas, pudiera aceptar tal invitación, no sería suficiente la fe pública, la palabra de honor de un agente de Napoleón el perjuro, de un hombre cuya seguridad está confiada a los mexicanos traidores, y que en este momento representa la causa de uno de los que firmaron el tratado de Soledad. Conocemos demasiado bien en América el valor de esa fe pública, de esa palabra y de ese honor, justamente cómo sabe el pueblo francés lo que valen los juramentos y promesas de un Napoleón.

También decís que de la conferencia (si yo acepto), no dudáis que resulte la paz, y en ella la felicidad de la nación mexicana; que colocándose al imperio en un lugar de honor distinguido, contaría en lo futuro con mi talento y mi patriotismo para el bien general. Es indisputable, señor, que la historia de nuestros tiempos registre los nombres de grandes traidores, que han hecho traición a sus juramentos, a sus palabras y a sus promesas, que han sido falsos a su propio partido y principios, aun a sus antecedentes y a lo más sagrado para el hombre de honor: cierto también que en todos estos casos de traición el traidor ha sido guiado por la vil ambición de mando, y el deseo miserable de satisfacer sus pasiones y sus vicios; pero un hombre, a quien está confiado el cargo de Presidente de la República, saliendo como ha salido de las oscuras masas del pueblo, sucumbirá, si así lo decreta la sabiduría de la Providencia, desempeñando su deber hasta lo último, correspondiendo a las esperanzas de la nación que preside, y satisfaciendo las aspiraciones de su propia conciencia.

La falta de tiempo me obliga a concluir, y sólo añadiré una observación. Al hombre le es dado a veces atacar los derechos de otro, apoderarse de sus propiedades, amenazar las vidas de los que se atreven a defender su nacionalidad, hacer aparecer las más esclarecidas virtudes como crímenes y hacer resplandecer sus vicios como virtudes. Pero hay una cosa que está fuera del alcance de los falsos y perversos, y esta es la sentencia tremenda de la historia. Ella nos juzgará.

Benito Juárez

Tomado del periódico «La Independencia», Colima, del 28 de septiembre de 1864, reproducida por el Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda y Crédito público; Sep. de 1864.

Decenas de documentos de don Benito Juárez:

 

Fuentes:

http://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_Intervención_Francesa_en_México

http://es.wikipedia.org/wiki/Benito_Juárezhttp://es.wikipedia.org/wiki/Maximiliano_I_de_México

http://es.wikipedia.org/wiki/Ramón_Castilla

http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Nicolás_Corpancho

 

Grabados, tomados de INTERNET

 

Publicadas por Luis Siabala Valer Hora 03:33:00 

Etiquetas: Agustín, Benito, Castilla, Corpancho, extranjera, Francia, García, Intervención, Iturbide, jarochos, Juárez, legión, mamelucos, Maximiliano, México, Puebla, Ramón, Soledad, Tamaulipas, Veracruz

Publicado el 27 de agosto de 2010 00:24

BRIGADIER ESPAÑOL JOSÉ RAMÓN RODIL Y GAYOSO (1789-1853)

La batalla de Ayacucho (1824) puso fin al virreinato del Perú; sin embargo, Rodil y Gayoso, comandante militar de las fortalezas del Callao, se negó a acogerse a la capitulación de Ayacucho confiando en que aún podría recibir refuerzos de España

Brigadier José Ramón Rodil y Gayoso, marqués de Rodil

De los mejores jefes superiores del Real Ejército Español que guarneció el Perú, especialmente cuando España atribulada por la invasión napoleónica se preparaba para darle feroz resistencia, fue el brigadier José Ramón Esteban Mateo Rodil y Gayoso, célebre por su terquedad, muchas veces marcada por la crueldad, de sostenerse en los Castillos del Callao, con la inútil esperanza de ayuda de una España empeñada a su vez en arrojar a los franceses de sus tierras ocupadas por Napoleón.

Asediado por tierra y por mar, en la Fortaleza del Real Felipe y los Castillos del puerto resistió un sitio de casi dos años; contaba para su defensa con los veteranos regimientos Real de Lima y Arequipa junto a los soldados independentistas desertores que se le habían unido. Se habían refugiado al igual que muchos nobles de Lima, entre ellos el Marqués de Torre Tagle, familia y sirvientes, también en el Callao millares de civiles realistas que perecieron en gran número por hambre y enfermedad. Finalmente, el 22 de enero de 1826, cuando casi todos sus soldados habían muerto y los sobrevivientes se alimentaban de ratas, Rodil aceptó capitular ante el comandante del asedio el general venezolano Bartolomé Salom.

La asombrosa resistencia del jefe realista mereció que Simón Bolívar dijera a Salom después del triunfo, cuando este último pedía la máxima pena para el jefe realista: “El heroísmo no es digno de castigo”. Rodil obtiene condiciones honrosas en la capitulación llevando consigo las banderas de sus regimientos que fueron las últimas en abandonar el Perú. Con la entrega del Callao, desapareció el último ejército español de América del Sur. Regresó a la península en 1826 como Mariscal de Campo por haber defendido heroicamente El Callao, y por sus méritos militares se le otorgó en 1831 el título nobiliario de marqués de Rodil.

Unido a los liberales, con ocasión de la reorganización militar llevada a término por la Regente María Cristina de Borbón a la muerte de Fernando VII, fue encargado de perseguir y capturar al pretendiente al trono Carlos María Isidro de Borbón, hermano del difunto rey, pero la tarea fue vana al estar este refugiado en Portugal. Durante la Primera Guerra Carlista fue nombrado General en Jefe del Ejército del Norte y virrey de Navarra (en julio de 1834), enfrentándose a Zumalacárregui, que le derrotó y provocó su fulminante destitución, cuatro meses después.

Fue fundador y organizador del Cuerpo de Carabineros con el nombre de Real Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras por Real Decreto de Fernando VII el 9 de marzo de 1829 en tiempos del ministro de Hacienda Luis López Ballesteros. Pocos años después, en 1833 pasa a denominarse Carabineros de la Real Hacienda dependiendo de la Dirección de Rentas Estancadas del Ministerio de Hacienda. Su dependencia de Hacienda hace que los carabineros entren en un estado de abandono. En 1842 el Cuerpo de Carabineros estaba totalmente desacreditado y era totalmente inoperante. Ese mismo año se encomienda al mariscal de campo Martín José de Iriarte, la organización del Cuerpo de Carabineros del Reino, para sustituir a los de la Real Hacienda.

Posteriormente tuvo varios destinos administrativos fuera del frente de batalla como Capitán general. Hombre de la confianza de Baldomero Espartero, cuando este alcanzó la Regencia en 1840 le nombró presidente del Consejo de Ministros en 1842. Con anterioridad había sido ministro de la Guerra, Diputado y Senador. Fue Gran Maestro Masón desde 1837 hasta 1851.

Falleció en Madrid el 20 de febrero de 1853, a los 64 años de edad.

Bibliografía empleada

El drama Rodil: drama en tres actos y un prólogo, escrito en prosa y verso, escrito por Ricardo Palma y publicado en 1851, está vagamente basado en el asedio a la Fortaleza del Real Felipe y la resistencia de Rodil. (Ver)

Obras

Manifiesto y causa del Teniente General Marqués de Rodil. Documentos importantes a la época contemporánea, publicados por él mismo. Madrid, 1838.

Objetivo: La toma de Palacio de gobierno en Lima

Palacio de los Virreyes de Lima, Iglesia de los Desamparados, Arco del Triunfo y Plaza Mayor (grabado de fines del SXVIII

Esta fachada del palacio virreinal fue reproducida durante el gobierno del 19. Virrey.- Don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos. (1666-1672), en una pintura que aún se halla en la Iglesia de La Soledad. En dicha pintura se puede observar la gran portada con su balcón y frontón con las reales armas. Fueron destruidos por los terremotos de 1687 y 1746, y reedificados en el mismo estilo, aunque ya no con tanta elegancia.

Uno de los movimientos revolucionarios que en forma de coalición partidaria hicieron historia en los capítulos de las Guerras civiles de Perú, fue el iniciado el 18 de marzo de 1884 por de José Nicolás Baltazar Fernández de Piérola y Villena (Arequipa, 1839 – Lima, 1913), conocido como Nicolás de Piérola y apodado por sus huestes El Califa. Político, que ocupó la Presidencia del Perú en dos oportunidades: la primera, de facto, de 1879 a 1881; y la segunda, de jure, de 1895 a 1899. El presidente más importante del siglo XIX quien se levantó en revolución contra el general ayacuchano Andrés Avelino Cáceres Dorregaray (Ayacucho, 1836 – Lima, 1923) un militar y político que luchó en la guerra del Salitre y de manera brillante en la Campaña de Resistencia contra al invasor chileno, apodado por sus enemigos el Brujo de los Andes. Presidente Constitucional del Perú en dos ocasiones: de 1886 a 1890 y de 1894 a 1895. Es el patrono del Arma de Infantería del Ejército Peruano.

Guerra civil peruana (1894-1895)

La guerra civil peruana de 1894-1895, conocida también como la revolución civil de 1894-1895, tuvo su origen en el alzamiento popular y civil contra el segundo gobierno del general Andrés Avelino Cáceres, que fue encabezado por el caudillo civil Nicolás de Piérola.

La causa inmediata de esta revolución fue la cuestionada elección de Cáceres en 1894, realizada fuera del marco constitucional, pero la causa fundamental fue la necesidad de acabar con la hegemonía del Partido Constitucional o cacerista en el poder desde 1886, y con el auge del militarismo en el escenario político, el llamado Segundo Militarismo, o militarismo después de la derrota con Chile.

Los revolucionarios o insurrectos fueron conocidos como coalicionistas, pues los partidos opositores a Cáceres que fomentaron el alzamiento se habían unido en una autodenominada Coalición Nacional. También se les denominó pierolistas. Las filas coalicionistas o pierolistas estaban conformadas por montoneros o guerrilleros, que surgieron en diversas provincias del país, así como por voluntarios; mientras que el gobierno de Cáceres contó con el respaldo del ejército regular concentrado en Lima. El conflicto culminó con la entrada de los montoneros en Lima y la abdicación de Cáceres, luego de sangrientos enfrentamientos en las calles de la ciudad. Esta guerra marcó el fin de una época en la historia republicana peruana y el inicio de otra, conocida como la República Aristocrática.

Antecedentes

General Andrés Avelino Cáceres. Héroe de la resistencia durante la Guerra del Salitre. Presidente del Perú (1886-1890 y 1894-1895)

Tras la desastrosa derrota en la Guerra del Pacífico, se inició en el Perú la llamada Reconstrucción Nacional. En el orden político se produjo la aparición del Segundo Militarismo, o militarismo después de la derrota, con los generales Miguel Iglesias y Andrés Avelino Cáceres, que se disputaron el poder. Iglesias ocupó el poder en 1883 y firmó la paz con Chile ese mismo año, pero enfrentó la revolución encabezada por Cáceres, que triunfó en 1885. Esta fue la primera guerra civil peruana después de la derrota con Chile. Se instauró un gobierno provisorio, encabezado por el Consejo de Ministros, que convocó a elecciones en las que triunfó Cáceres al frente de su partido, el Constitucional. Su gobierno culminó en 1890, pero su influencia en el poder se mantuvo en los años siguientes, pues su sucesor, el coronel Remigio Morales Bermúdez, pertenecía a las filas de su partido.

Finalizando ya el periodo de Morales Bermúdez, Cáceres preparó su reelección, contando con el apoyo visible del gobierno. Pero entonces falleció súbitamente Morales Bermúdez, el 1 de abril de 1894, y no obstante corresponderle constitucionalmente el mandato a Pedro Alejandrino del Solar en su calidad de primer vicepresidente, asumió el segundo vicepresidente, coronel Justiniano Borgoño, acérrimo cacerista, eliminándose así cualquier escollo que pudiera interponerse en la vuelta del general Cáceres a la presidencia del Perú. Transgrediendo la Constitución, el gobierno de Borgoño disolvió el Congreso y convocó a elecciones con la única candidatura de Cáceres, quien como era de esperar triunfó e inauguró su segundo gobierno, el 10 de agosto de 1894. Este gobierno carecía de legitimidad y popularidad, por lo que estalló el descontento popular.

La Coalición Nacional

Por entonces, la oposición al gobierno cacerista la representaban dos grupos políticos:

La Unión Cívica (que era una alianza entre los partidarios de Mariano Nicolás Valcárcel, disidente del cacerismo, y el Partido Civil, el ya para entonces tradicional partido que fuera fundado en 1871); y El Partido Demócrata, fundado en 1882 por Nicolás de Piérola, famoso líder civil que había sido apresado en 1890 por el gobierno de Morales Bermúdez, pero que logró fugar hacia Chile.

El 30 de marzo de 1894, en vísperas del fallecimiento de Morales Bermúdez, se firmó un pacto de coalición entre cívicos y demócratas «en defensa de la libertad electoral y de la libertad de sufragio». Se formó así la Coalición Nacional, que agrupaba nada menos que a civilistas y demócratas, los adversarios más enconados de la historia política peruana. A continuación empezaron a surgir espontáneamente en todas las provincias del Perú partidas de guerrilleros revolucionarios o montoneros, iniciándose así la rebelión civil contra el segundo gobierno del general Cáceres. Entre los más destacados montoneros estaban los hermanos Oswaldo, Augusto, Edmundo y Teodoro Seminario, en Piura; el hacendado Augusto Durand, en Huánuco; el coronel Felipe Santiago Oré, entre otros.

La llegada de Piérola

Nicolás de Piérola, caudillo de la revolución de 1894-1895.

El movimiento no tenía todavía un jefe ni una dirección, pero entonces se encomendó a Guillermo Billinghurst para que fuera a Chile en busca de Nicolás de Piérola, que desde 1891 se hallaba desterrado. Piérola aceptó encabezar la revolución y se embarcó en Iquique, el 19 de octubre de 1894, a bordo de una chalupa con solo dos remos y una vela latina. Se dice que Billinghurst solo pudo conseguir tan frágil medio de transporte y que al verla, Piérola le preguntó: «¿Usted se embarcaría en este bote?» Billinghurst le contestó: «Yo no; pero yo no me he propuesto ser el regenerador del Perú». Piérola asumió el reto y realizó con éxito el largo recorrido costero de trescientas millas marinas desde Iquique hasta Puerto Caballas, cerca de Pisco, donde desembarcó el día 24 de octubre. Los que lo vieron no podían creer que había recorrido tal distancia a bordo de una frágil embarcación.

El Manifiesto de Chincha

De Puerto Caballas, Piérola pasó a Chincha, donde el 4 de noviembre de 1894 lanzó un «Manifiesto a la Nación», asumiendo el cargo de «Delegado Nacional». Sostuvo que la sublevación era indispensable para restablecer el imperio del orden y la ley, tan brutalmente atropellado, y para devolver al Perú su soberanía desconocida y su dignidad ultrajada.

Extensión de la revolución

De Chincha, Piérola pasó a Cañete, donde se le reunieron las montoneras. Luego pasó a Huarochirí, iniciando así la campaña sobre Lima. Entretanto, los departamentos del norte y del centro se sumaron a la revolución. El 26 de enero de 1895 Arequipa cayó en poder de los revolucionarios que actuaban en el sur, quienes capturaron la Prefectura, la cárcel, las torres del templo y otros lugares. El 27 de enero fue derrotado y muerto en Moquegua el coronel Juan Luis Pacheco Céspedes, quien se había plegado al movimiento pierolista. En Cuzco, el 3 de abril, fuerzas coalicionistas dirigidas por los coroneles Esteban Salas y Antonio Fernández-Baca lograron apoderarse de la ciudad luego de un sangriento enfrentamiento en las calles en el que fue muerto el Prefecto coronel Antonio Marzo.

En una escaramuza cerca de Puno fue mortalmente herido por un disparo cacerista el caudillo arequipeño Diego Masías y Calle, quien trasladado a su ciudad natal falleció a los pocos días. Luego de varios combates, todo el sur peruano quedó bajo control de la Coalición, si bien en Arequipa tomó el control Amador del Solar, con el título de Delegado del Primer Vicepresidente de la República (es decir, de Pedro Alejandrino del Solar, su padre, a quien consideraba como el indicado constitucionalmente para constituir gobierno). Solo faltaba capturar Lima, pero el avance sobre esta demoró un poco más. Mientras tanto, los coalicionistas fueron formando el llamado Ejército Nacional, cuyo jefe de estado mayor era el militar alemán Carlos Pauli. Muchos voluntarios se enrolaron en dicho ejército.

El ataque sobre Lima

Desde enero de 1895 Lima vivió en constante incertidumbre, pues se temía de un momento a otro el ataque de Piérola. Cáceres disponía de 4.000 hombres bien armados, y los coalicionistas solo tenían 3.000. En la tarde del 16 de marzo de 1895 Piérola dispuso el ataque a la capital. Su ejército se dividió en tres cuerpos para atacar simultáneamente Lima por el Norte, Centro y Sur.

En la madrugada del domingo 17 de marzo empezó el ataque y Piérola, a caballo y al frente de sus huestes, entró por la Portada de Cocharcas, memorable suceso histórico que ha sido inmortalizado por el pincel de Juan Lepiani. Las fuerzas de Cáceres retrocedieron hasta el Palacio de Gobierno, combatiendo con denuedo. Piérola estableció su Cuartel General en la Plazuela del Teatro Segura, a cuatro cuadras de la Plaza de Armas. La lucha entre coalicionistas y caceristas fue muy sangrienta.

El armisticio

Al amanecer del 19 de marzo, más de 1000 cadáveres yacían insepultos en las calles y no menos de 2000 heridos en los hospitales. El fuerte calor veraniego empezó a descomponer los cadáveres, lo que amenazaba con desatar una epidemia. Se reunió entonces el cuerpo diplomático y bajo la presidencia del nuncio apostólico, monseñor José Macchi, se consiguió una tregua de 24 horas entre los combatientes para sepultar a los muertos y atender a los heridos. Técnicamente hablando, las fuerzas montoneras de Piérola no habían conseguido la victoria, pues el ejército de Cáceres permanecía prácticamente intacto; sin embargo el ambiente público era a favor de los revolucionarios y así lo entendieron los caceristas.

Prorrogado el armisticio, se firmó un acuerdo entre Luis Felipe Villarán (representante de Cáceres) y Enrique Bustamante y Salazar (representante de Piérola), bajo la mediación del Cuerpo Diplomático, acordándose el establecimiento de una Junta de Gobierno presidida por el civilista Manuel Candamo, y con dos representantes de Cáceres y dos de Piérola. La misión de esta Junta sería convocar a elecciones, mientras que los dos ejércitos se retiraban de la capital. El general Cáceres, luego de renunciar al gobierno, partió rumbo al extranjero. La revolución había triunfado. En el espíritu del Brujo de los Andes enfrentarse al pueblo del que provenían sus egregios montoneros y luego soldados era un asunto serio que inclino también la balanza en pro de la dimisión del mando presidencial.

Tropas Pierolistas, en 1895, en Palacio de Gobierno con el triunfo de la revolución de Piérola contra Cáceres.

Consecuencias

El 8 de abril de 1895 Pedro Alejandrino del Solar reconoció a la Junta de Gobierno y renunció al derecho que algunos le atribuían para asumir la presidencia, en su calidad de primer vicepresidente del gobierno de Morales Bermúdez. El 14 de abril la Junta de Gobierno convocó a elecciones presidenciales. La Coalición Nacional, manteniendo la alianza, lanzó la candidatura de Piérola, quien sin contendor resultó elegido con abrumadora mayoría. Hasta entonces, las elecciones se hacían por el sistema indirecto de los Colegios Electorales: de los 4.310 electores, 4150 votaron por Piérola.

Nicolás de Piérola fue ungido como Presidente de la República el 8 de septiembre de 1895. Hizo una gestión notable, constituyéndose en el verdadero artífice de la Reconstrucción Nacional iniciada tras la catastrófica Guerra del Pacífico. Inauguró a la vez un periodo de estabilidad política conocida luego como la República Aristocrática, que se prolongaría durante las dos primeras décadas del siglo XX. Demostrando talante de estadista, Piérola convocó a los más capaces para ocupar funciones en el gobierno, sin tener en cuenta antecedentes partidarios; respetó escrupulosamente la Constitución; fortaleció las instituciones públicas e impulsó el desarrollo integral del país.

Luego de su dimisión del cargo de Presidente de la Republica y enviado a Prusia en calidad de encargado de negocios el Perú ante el Kaiser Guillermo I, el general Cáceres encontró en la franca amistad del soberano Prusiano un admirador de sus tácticas de guerra de Guerrillas empleada contra los invasores chilenos y las victorias obtenidas en severos combates con tropas, bastimento y armas de número escaso. Su educan y ayudante el coronel cajamarquino Julio César Guerrero, ofició de traductor dado su perfecto conocimiento del idioma alemán. Esto hizo que el Kaiser lo nombrase cercano a la dirección de la revista alemana Das Krieg, de la que fue su director por largo tiempo. Una hazaña jamás vista en los anales prusianos.

 

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Fuentes:

https://lsiabala.wordpress.com/2014/04/11/einen-schwarzen-adler/https:/lsiabala.wordpress.com/2014/04/11/einen-schwarzen-adler/

Wikipedia

https://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9s_Avelino_C%C3%A1ceres

https://es.wikipedia.org/wiki/Nicol%C3%A1s_de_Pi%C3%A9rola

https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_civil_peruana_de_1894-1895

SEGUNDA SERIE DE REGISTROS DE LAS BANDAS MUSICALES DE PELICULAS

Produce: Luis Siabala Valer

Algunas de los más populares registros, épicos y líricos:

¡¡¡Tora, Tora, Tora…!!! .- ¡¡¡Tora, Tora, Tora…!!!– Twenty Century Fox, 1970. Actores Martín Balsam (Almirante USA Husband Kimmel), Só Yamamura (Almirante japonés Isoroku Yamamoto) registro incidental del compositor Jerry Goldschmidt. Dramático fondo musical de los preparativos,  el feroz y efectivo ataque por sorpresa a la flota norteamericana surta en Pearl Harbor (Islas Hawai) el domingo 07 de diciembre de l941, en horas de la mañana, por la aviación naval de la Armada Japonesa basada en portaviones, preludio de la entrada en la Segunda Guerra Mundial de USA. Los golpes de un tambor bajo y los toques de percusión en el último sector del registro musical, son impresionantes. En la película inician la acción. El resto son materia del recuerdo personal de los fanáticos que nos relevan de comentarios

El Misterio de Sierra Maestra.-

Cantando bajo la lluvia

El sonido de la música

La novicia rebelde

Los cañones de Navarone

My Fair Lady

Ben Hurt

Gloria

Los miserables

The Eddy Duchin Story

CUADROS DE UNA EXPOSICIÓN

Escribe, Guillermo Lam Almonacid

Música e ilustraciones, Luis A, Siabala Valer

Cuadros de una exposición es una famosa suite de piezas, compuesta por Modest Músorgski (1839-1881) en 1874, quien escribió la obra para piano, interpretada más tarde por la orquestación que el compositor Maurice Ravel (1875-1937) hizo de ella en 1922. Compuso esta obra inspirado en diez pinturas y dibujos incluidos en una exposición póstuma de su gran amigo, el artista y arquitecto Víktor Hartmann (1834-1873) quien solo tenía 39 años cuando murió. La exposición fue organizada por Vladímir Stásov (1824-1906), escritor, crítico musical y asesor del Círculo de Balákirev.​ A manera de homenaje, el compositor quiso «dibujar en música» (música programática) algunos de los cuadros expuestos y dedicó la partitura a Stásov. (Wikipedia)

La Ultima Cena. Obra maestra de Leonardo Da Vinci, (1452-1519) en el cual muestra a Jesús de Nazaret presidiendo al centro la mesa y los apóstoles de ambos lados. Este cuadro ha sido estudiado por expertos e historiadores que interpretan y revelan mensajes ocultos, observando rostros y gestos de los personajes, tales como la supuesta presencia de María Magdalena, las miradas de los apóstoles, Pedro sujetando un cuchillo y el autorretrato de Da Vinci en uno de los apóstoles.

La Clase de Anatomía. Cuadro de Rembrandt (1606-1664) (Leiden, Pays-Bas ), muestra a un profesor que imparte una clase práctica de anatomía, con la disección de un cadáver, ante los ojos atentos de sus alumnos, todos ellos con la indumentaria de la época. La escena claro – oscura, impacta a primera vista a los espectadores.

La Lechera. Es la obra más famosa de Johannes Vermeer (1632-1675) (Delf, Pays-Bas), el maestro de la Luz. Sus obras muestran temas simples de la vida cotidiana, pero destacan en el manejo del efecto de la luz natural y las sombras que proyecta. Vermeer solo hizo una treintena de cuadros y uno de sus coleccionistas y ávido de sus cuadros fue Hermann Goering, Jefe de la Luftwaffe, durante la segunda guerra mundial.

El Entierro del Conde Orgaz. Famoso cuadro del El Greco (1541-1614) (Heraclion, Grecia), quien residía en España. Cuando terminó, su obra fue observada por las autoridades de la Santa Inquisición, que criticaban su exceso de grandiosidad en la composición, como si el Conde Orgaz fuera un personaje sacralizado. En este cuadro figuran autoridades civiles y eclesiásticas de la época, quienes solicitaron sus respectivos autoretratos. Entre los personajes se encuentra el autoretraato de El Greco.

La mujer con sombrilla (El Paseo ). Cuadro de Claude Monet (1832-1883) (Paris, Francia ), uno de los fundadores del Impresionismo en Francia. Este cuadro es una escena instantánea, durante un paseo, en un día soleado, de Monet con su esposa Camille y su hijo Jean. La vestimenta de Camille y Jean se mezclan habilmente con los colores del cielo y nubes, en conjunción con la luz brillante del sol. La composición nos sugiere la armonía de la vida civilizada con la naturaleza.

Le Moulin de la Gallete. Cuadro de Pierre – August Renoir (1841-1919) (Limoges, Francia) y uno de los destacados pintores del estilo impresionista. Este cuadro muestra una reunión de baile de la bohemia parisina en Montmartre. Es una escena con sombras y filtraciones de la luz solar a través de los árboles, donde las damas y caballeros de rostros alegres y animosos, con sus vestimentas de la época, celebran Le charme de Jouir de la vie.

GUERNICA. Famoso cuadro de Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) (Málaga, España ). El tema fue el bombardeo aéreo de la ciudad de Guernica, por la aviación alemana o Luftwaffe, aliada de las fuerzas de F. Franco, durante la guerra civil española (1936-1939). En el cuadro en blanco y negro, resaltan los gestos de dolor y sufrimiento de figuras humanas y de animales. Lo que paso en Guernica, se repite históricamente.

                                                                          Lima , 27 de Octubre 2022

MOVIE SOUNDTRACK MUSIC FROM FIFITES AND SIXTIES

BANDAS SONORAS DE LAS PELÍCULAS CINEMATOGRÁFICAS DE LOS AÑOS CINCUENTA Y SESENTA

Coproducción, Guillermo Lam Almonacid & Luis Siabala Valer

La generación de jóvenes de los años cincuenta, en Lima, gustábamos del cine. La banda sonora de ciertas películas, en ciertos momentos y etapas marcaron huella en nuestras respectivas vidas. Aquella generación, contra todo pronóstico, todavía existe y quienes se interesan en la búsqueda de novedades por la red YouTube, se encuentran muchas veces con los agradables compases de la banda de fondo que identifica musicalmente alguna añorada película, entonces un torrente de recuerdos aflora al instante.

Mencionaremos algunas de ellas:

EL TERCER HOMBRE. Producción británica, esta película fue filmada, excepcionalmente, en blanco y negro en 1949. Los actores principales son Joseph Cotten, Orson Wells y Alida Vali. Las acciones se desarrollan en Viena ocupada por las tropas aliadas en la post segunda guerra mundial, ciudad a la sazón con una población precaria y escasa de recursos, sobretodo la demandada penicilina que se presta a contrabando. Lo más adherente de la película es la música de fondo ejecutada magistralmente, a la cítara, por el compositor y virtuoso, el maestro vienés Antonio Karas, autor de la música de fondo de la película The Third Man. La cítara es un instrumento de cuerdas de origen medieval, propio de Europa Central.

EL TERCER HOMBRE

PICNIC. Producción de Hollywood. Filmada en technicolor en 1955. Los actores principales William Holden y la hermosa actriz Kim Novak, una rubia de ojos claros y mirada lánguida. La escena principal sucede una noche en una apartada glorieta cuando la pareja inicia un ritual de baile con la música de fondo de Moonglow. En esa época era difícil encontrar un disco de 45 rpm con esa pieza musical, los aficionados a este tipo de películas, ocasionalmente, la escuchábamos por radio en los programas La Cajita de Música de Jorge Peláez Rioja, en Radio América o el de Barton Wilson, en Radio Miraflores.

EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI: Producción de estudios hollywoodenses, tecnicolor de 1957. Los actores estelares, William Holden y Alec Guinness. Es famosa la marcha del coronel Boggey, con la que ingresan marchado, cantando y silbando los prisioneros británicos al campo de concentración japonés en algún lugar de Birmania en la segunda guerra mundial. El comandante japonés tiene la misión de construir un puente para ferrocarril en tiempo y fecha perentorios y por ello empleará toda la tropa incluso los oficiales, asunto que el coronel inglés objetará en concordancia con los acuerdos, respecto a la prohibición del sometimiento al trabajo de los oficiales prisioneros, suscrito en Ginebra al finalizar la Primera Guerra Mundial. Empero; el comandante Saito y el coronel Nicholson, dadas las circunstancias concomitantes para las partes, se ponen de acuerdo y el puente es construido al borde del tiempo perentorio por la tropa británica dirigida por sus oficiales. La película tiene su final cuando la cámara filmadora va alejándose del flamante puente, que ha sido volado por comandos británicos, al compás de aquella marcha del coronel Boggey.

EL PUENTE SOBRE EL RIO KWAI

DOCTOR NO. Inicia con la presentación de los créditos y atreves del ánima helicoidal de una pistola aparece la imagen de la posible víctima: un elegante caballero de sombrero va caminando para, de súbito, saltar y dirigir su automática Walter PPK, disparándola contra el enemigo, es el momento que la banda sonora estalla en trompetas y trombones a los que le siguen el ritmo sincopado de contrabajos y el punteo de una guitarra eléctrica, música extraña a la par que estridente que incita a la acción y es la presentación del Agente 007, personaje policial premunido por la Corona británica, de amplios poderes y con licencia para matar conforme lo expresan los dos 00 de su código. El  actor Sean Connery lo fue durante varias series siempre acompañado de Ursula Andrews, luego, por turnos cambiaron a otros. Destaca la banda sonora de “Goldfinger” del compositor John Barry.

GOLDFINGER

DESDE RUSIA CON AMOR: Bella melodía llena de acción una de la más cotizadas del agente 007 y su hermosa contraparte.

DESDE RUSIA CON AMOR

SHANE, EL DESCONOCIDO. De Hollywood, actores estelares Alan Ladd, Jean Arthur, van Hefling y la aparición por vez primera del recio Jack Palance. La ley del más fuerte prima en el Far West, no importa la vida, se trata de apropiarse de las tierras, en este caso las yermas pero prometedoras de pastoreo. Una pareja de colonos con su menor hijo asentó solitaria y pacífica en el valle y allí mora al abrigo de la leña, la lámpara de aceite y los días de sol. Tiene lugar la visita de un jinete desconocido que resulta serle simpático al menor. Es acogido para trabajar por lecho y alimento pero el ocasional personaje se disculpa y despide.

Una partida montada de pistoleros, nada amical, se dirige al modesto rancho y el dueño avisora peligro, toma la carabina de su hijo y se dispone a enfrentarla. Es compelido abandonar la tierra porque dicen tener dueño, su denegatoria genera amenaza, entonces aparece oportuno Shane que así se llama el desconocido dispuesto a la protección de la familia, los malhechores se retiran reiterando las amenazas.  Shane decide aceptar el trabajo por algún tiempo. Acompaña a su amigo con las tareas y la compra de víveres en el pequeño pueblo algo distante. Allí tiene lugar una escena de pelea y nuestro desconocido demuestra lo veloz que es con sus armas y la contundencia de los puños. Atemorizados, al fin de cuentas, por falta de autoridades a quien acudir los colonos de la comarca deciden marcharse, excepto los amigos, un valiente quien decide enfrentar a los forajidos, pero en su intento es fulminado por una certera bala entre los ojos. Un pistolero a sueldo, especialmente contratado, es el autor del crimen. Enterado el patrón decide vengar la muerte de su amigo, Shane zanja por la fuerza el asunto, se despide y marcha, seguido de lejos por el menor, llega a la taberna que es la guarida del mal y termina con todos los malhechores empezando por el formidable sicario. El fondo musical de Victor Young ya es clásico.

MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS: S XIX, USA, Washington. Se decide que siendo las tribus nativas un obstáculo para poder llevar las líneas ferroviarias al Oeste -el sueño acariciado de pudientes empresarios- fracasadas las conferencias y acuerdos celebrados, más tarde trocados en desacuerdos, los regimientos marcharían a la pacificación de una vasta zona aún desconocida, excepto por los tramperos y aventureros de ocasión quienes se prestaron de guías por un salario.

Se inicia entonces una etapa de violencia y los cuarteles o fuertes militares de avanzada son atacados por hordas tribales de chayennes y souxs y la consecuente perdida de vidas y material de guerra. Hay también mortandad entre los guerreros y sus mujeres por abuso de los regimientos.

Uno de los jefes sioux, reacio a toda intromisión blanca, llamado Caballo Loco (Crazy Horse) decide dar la última batalla. Conocedor del terreno y las tácticas de sus enemigos elige el campo para dar la batalla final, ocultando el verdadero número de sus guerreros de a pie y a caballo en las alturas, matorrales y lomadas de un desfiladero llamado Little Big Horn donde tiene curso un río de ese nombre: Para decidir la guerra, cuenta para ello con más de 1 800 guerreros de tribus coaligadas frente al 7° Regimiento de Caballería, del general de brigada George Armstrong Custer, fuerte de 600 hombres, Custer estaba catalogado por sus superiores como un valiente oficial poco apegado a cumplir las órdenes, fiado en su experiencia en la guerra secesionista donde destacó al mando de importantes generales uno de ellos el feroz general Sheridan.

Opuesto a todo consejo Custer acude en busca de las hordas indias y allí, temerariamente, divide en tres partes sus fuerzas asignándole a cada una determinada misión, fiado como estaba en la valentía de sus hombres y la superioridad de sus fusiles de repetición que incluía ametralladoras Gatling, pero cada grupo es rodeado y los defensores formados en cuadro con sus caballos como única defensa ante tamaña desproporción, son masacrados hasta únicamente vivo al valiente Jefe blanco quien es ultimado por disparos a la cabeza y al pecho por Caballo Loco en la última carga. No hubo rendición, todos murieron con las botas puestas, el 15 de junio de 1876.

MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS

CASABLANCA: Marruecos, 1942, en el norte de África, estado neutral dependiente del gobierno francés, títere de Vichy, es lugar donde las embajadas alemana, francesa, italiana y británica tienen representantes ante el monarca; en aquella ciudad los espías y ladrones menudean y las joyas, alimentos y especialmente las visas son material de contrabando. El punto de reunión preferido para concertar citas es el Café de Rick, allí un cantante de color anima al piano, cuyo administrador es un súbdito norteamericano, Rick Bleine (Humphrey Bogart). Había huido de una Francia ocupada en plena guerra y también de un amor traicionero.

Una tarde hace su aparición en el Café una pareja de extraños, un refugiado francés (alto jefe de la Resistencia francesa) y su bella esposa Lisa Lund, (Ingrid Bergman) quien es perseguido por la Gestapo en la persona del mayor alemán Strasser. En tanto Lisa reconoce al pianista Sam pero el músico finge no reconocerla, insistente la hermosa dama pide tocar y cantar una melodía que Rick le tenía prohibida, quien extrañado por la desobediencia se presenta de súbito e impone cesar el canto, pues le recordaba sus desdichados amores en París, su sorpresa es mayúscula cuando enfrenta la realidad: ella vive, está casada y ahora presente en su propio negocio, después de haberlo dejado sin explicación alguna en el aeropuerto parisino, desde donde tenían planeado poner rumbo a Lisboa y de allí a los Estados Unidos.

Lisa presenta a su esposo a Rick quien le solicita directo un par de visas para salir de Casablanca pues sabe que Rick es poseedor de un par de documentos especiales con firma suficiente para, quien rellene sus nombres, tenga facilidades para viajar sin mayor objeción de las autoridades.  

Llegado el momento pretenden huir de los nazis que les pisan los talones. Ante tan dura situación, finamente, Lisa consigue una visa solo para ella, Rick se reserva una a pedido del esposo quien ya sabe que ambos aman a la misma mujer, pero al confrontar la angustia en los ojos de ella, ya en el aeropuerto y el avión con los motores encendidos entrega su reservada visa al prefecto francés en Casablanca y le pide a cambio de su arresto colocar oficialmente los nombres y señas de la pareja. El mayor Strasser llega al aeropuerto e intenta telefonear para que la torre suspenda el vuelo pero recibe un disparo mortal de Rick, en tanto el avión toma vuelo. Drama con aquella bella música de fondo.

CASABLANCA

Edición de Bandas sonoras: Luis Siabala Valer

AFICHES

EL TERCER HOMBRE
SHANE, EL DESCONOCIDO
PICNIC
EL PUENTE SONRE EL RIO KWAI
DESDE RUSIA CON AMOR
GOLDFINGER
MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS
CASABLANCA

Virreyes del Perú (1544 – 1824)

Homenaje de Harum al-Rachid al 485 aniversario de la fundación española de Lima

Don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros

EXORDIO

Cuarenta fueron los virreyes que gobernaron el Perú.

Desde el capitán general, D. Blasco Núñez de Vela, que hizo su entrada en Lima el 17 de marzo de 1544, hasta el teniente general José de Laserna, llevado a virrey por la fuerza de las armas y con quien cesó para siempre la administración española en América, después del descalabro de las tropas a su mando en las frías punas de pampa de Quinua en Ayacucho, aquel 9 de diciembre de 1824.

Un largo período, de algo más de 280 años, señaló la voluntad real guiada por las ordenanzas dictadas desde la metrópoli destinada a frenar la evidente insubordinación de los conquistadores y el fervor feudal que se anidaba en ellos, desde los mismos momentos de la conquista de estos reinos del Perú. La política, se mostró favorecida por esos emisarios regios que la aplicaron, con acierto o, en no pocas ocasiones, extremado celo.

Leales y devotos a la figura real, únicamente subsistía, como límite del éxito de su augusta misión, la sabiduría y naturales dotes que cada uno de ellos poseía y habría de ministrar, ora en la cobranza de los tributos, diezmos, primicias, quintos reales, lanzas, medias lanzas, anatas y medias anatas, que tal era la pepitoria de contribuciones que pesaban sobre los habitantes, fueren nobles o no, en estas ricas vegas del Perú, ora en las audiencias en instancia última que habrían de presidir; como también en la defensa de las dilatadas costas a la que habrían de asistir enfrentando a taimados corsarios y temibles piratas; o por qué no, en las frecuentes disensiones políticas entre castellanos, vascongados y gallegos que habrían de terciar; mercedes que conceder, cuerpos de ejército que mandar y todo ello a la vista de no pocas festividades religiosas que, ocasión es para decirlo, menuda fiesta de toros y buena comida mejor regada, habrían de compartir. No poca cosa había de ser, entonces, la tarea de los regios mandatarios ni tan penosa que digamos habrían de padecerla.

Llegado el momento los Borbones relevaron a los Habsburgos en la conducción de los vastísimos territorios de esta parte del mundo, naturalmente con las marcadas características políticas que habrían de sobrevenir desde Europa, primero con la Contrarreforma a la cabeza de Carlos V, hasta los trances del ingreso de Napoleón en España que trajo la abdicación de Fernando VII, el Deseado y su forzada relegación en Bayona.

Los dos primeros gobernantes fueron, don Francisco Pizarro (1535-1546), conquistador del Perú y el licenciado Cristóbal Vaca de Castro (1549-1550), cuyas biografías y hechos son materia aparte. De igual forma a D. Pedro de la Gasca, le corresponde lugar aparte por su singular condición como pacificador en la guerra civil entre los conquistadores.

En resumen, en su momento, tuvieron la administración del Perú:

1 Capitán general

1 Presidente de la Real Audiencia

2 Gobernadores; y

40 Virreyes; dos de ellos tenientes generales

Manuel Atanasio Fuentes dice que fueron 42 virreyes. A don Juan Pío de Tristán y Moscoso (Arequipa 1773, Lima, 1860), militar y político peruano al servicio realista, algunos historiadores lo consideran como el último virrey, cargo que no llegó a ocupar efectivamente, por haber renunciado a él, no ejercido su mandato o no haberlo aceptado, según otros.

Importa decir, de paso, que los virreyes de Nueva España cuando eran enviados al Perú venían ascendidos, que tal jerarquía estaba instaurada de esta manera; lo hacían con la expectativa de quien ha ganado un premio. Las administraciones de los virreyes de Méjico, en muchas ocasiones se prolongaron con semejante ascenso al venir directamente al Perú, cuna del importante imperio incaico, por entonces en trance de destrucción cultural por haber emprendido los iberos ávida rebusquina de oro y plata. Lo que dice en mucho de la importancia que pesaron sobre los hombres del rey los asuntos de estado, en aquellos otros que disponía la Iglesia y en no pocas ocasiones, con dirección a los que algún interés podía reportar a los nativos del país, quienes, además de su miserable suerte, eran tributarios sin remisión. Cabe anotar que algunos capitanes generales de Chile pasaron como virreyes al Perú.

El número total de virreyes en América fue de 170, de ellos sólo cuatro fueron americanos, y de 600 capitanes generales, apenas catorce criollos llegaron a ocupar ese cargo.

Los gastos de Carlos V y su deuda a los banqueros judíos Welser y Fuggar (los Fúcares, según los españoles de la época) fue la medida de la expoliación de América indiana.

En una de mis visitas a Méjico, en 1998, fije la atención en un magnífico lienzo que luce en la sala virreinal del Alcázar de Chapultepec, antigua sede del Palacio de Maximiliano y del posterior gobierno republicano. Muestra aquél la efigie del virrey D. Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, virrey de Nueva España (1603-1607) y, posteriormente, undécimo virrey del Perú, (1607-1614) quien alcanzó el alto ministerio en América gracias a la merced del rey que le tenía como bien allegado. Joven en porte y mirada, de facciones que en algo revelan el empuje y la codicia, así luce en el lienzo, su suerte había de mejorar cuando el entusiasmo del soberano por su administrador hubo de enviarlo al Perú. Su retrato es el que se muestra en el exordio de este artículo.

A él debe la Capital el puente de Piedra o de Montesclaros cuya fábrica mandó levantar para unir Lima con el arrabal de San Lázaro, que se extendía del otro lado del Rímac entre potreros y vegas. También la alameda de los Descalzos, de proporciones generosas que está sufriendo, aunque sea torcido así decirlo, pues más de abandono y pena le cupo en su dilatada existencia como paseo entre álamos, la dicha de estar siendo restaurada en los días que escribimos estas líneas. El Mariscal Ramón Castilla, admirador de lo peruano, dispuso la restauración o mejora de este bello paseo de álamos y como resultado de ello se colocaron estatuas de mármol traídas de Italia y la hermosa y larga verja de hierro que lo protege hasta nuestros días.

Dado el valor y créditos que ha ganado con el tiempo la enciclopedia Wikipedia he glosado y redactado, en su turno, pasajes no comprendidos en la obra digital y agregado notas de autores varios con los que me he auxiliado para componer este interesante aunque complejo artículo dedicado a la administración virreinal del Perú, al celebrarse el cuadragésimo octavo quinto centenario de su fundación española por D, Francisco Pizarro, marqués de los Atavillos, conquistador del Perú

La administración virreinal fue como sigue:

Bajo los Asturias Menores o Habsburgos (1544 – 1700) (Carlos I a Carlos II)

1. Virrey.- D. Blasco Núñez de Vela I Marqués de Blasco (1495 – 1546)

Militar y político español, Capitán General de la Armada de las Indias, primer virrey del Perú, por nombramiento de Carlos I en reemplazo de D. Cristóbal Vaca de Castro. Gobernador interino del Perú.

En 1530, fue el primero que capitaneó la Flota de Indias que cruzó el Océano Atlántico llevando los cargamentos de oro y plata al rey Carlos I de España evitando las amenazas de los corsarios.​

En 1543 envió hacia España, por demanda de los comerciantes de Sevilla, la navegación de convoyes protegida por buques de guerra, sustituyendo por primera vez en Hispanoamérica los navíos sueltos.​

Nació, en 1495 en Ávila, España. Hombre de la mayor confianza del monarca Carlos V a su juicio quien debería en su nombre morigerar el abuso hecho costumbre de esclavizar y desposeer a los naturales de Indias para fructificar la hacienda personal. Las quejas que de consuno le habían llegado desde ultramar necesitaban del carácter harto decidido de D. Blasco Núñez de Vela por lo que al monarca juzgó la persona indicada.

El 2 de julio de 1540 el Rey Carlos le concedió el título de Marqués de Blasco como recompensa por sus hazañas.

Fue nombrado primer Virrey del Perú en 1543, con la tarea de hacer cumplir las Leyes Nuevas redactadas para poner fin a los abusos cometidos con los indios por parte de los encomenderos.

El linaje de los Vela en Ávila tuvo su origen en el conde Nuño Vela, originario de una familia condal alavesa arraigada en León bajo la protección real. De este rico-hombre procedieron los apellidados Vela Núñez o Núñez Vela.

Descendiente de un Núñez-Vela fue Blázquez Vela, que fundó mayorazgo con facultad Real, siendo su hijo Luis Núñez-Vela, señor del mayorazgo de Tabladillo y casó con la que fue madre de Blasco Núñez Vela, doña Isabel de Villalva.​

De buen parecer y gentil presencia, debido a su empeño en hacer cumplir la nueva legislación sin mayores dilaciones, entró rápidamente en conflicto con las élites locales, de manera tal que fue depuesto de su cargo por la Real Audiencia de Lima, en 1544, institución que entregó el poder a Gonzalo Pizarro.​

Enviado de vuelta a España, desembarcó en Tumbes y reunió un ejército con el que marchó contra los gonzalistas, con el ánimo tenaz de recuperar el poder. Pero hubo de retroceder y en la batalla de Iñaquito, cerca de la ciudad de Quito, fue derrotado y decapitado, el 18 de enero de 1546.

Blasco Nuñez Vela ejerció los cargos de Corregidor de Málaga y Cuenca, Capitán de lanzas de Orán, Veedor general de las galeras y de la gente de guerra de Castilla, e Inspector general de la frontera de Navarra.

Como capitán general de la armada, realizó numerosas pero cortas travesías entre España y América, por lo que al momento de confiársele la alta responsabilidad en el Perú ya estaba un tanto familiarizado con el Nuevo Mundo. Para entonces era ya conocido por la rigurosidad de sus castigos.

Estaba casado con doña Brianda de Acuña, con la cual tuvo siete hijos. Dos de ellos, Cristóbal Vela y Acuña y Diego Vela fueron arzobispos de Burgos y Lugo, respectivamente. A don Antonio y don Juan de Acuña Vela se les dio el hábito de la Orden de Santiago a uno y el de la Orden de Alcántara al otro; a ambos hízolos primero Meninos de la Emperatriz y luego sus propios Gentiles-hombres; murió el mayor proveído para embajador en Francia, el segundo de Capitán general de artillería de España y Consejero de guerra. Blasco era también Caballero de la Orden de Santiago.

Primer virrey del Perú

El deseo de mejorar el trato y calidad de vida de los indios sometidos en América, inspiró al emperador Carlos V a redactar las famosas ordenanzas o Leyes Nuevas que sancionó en Madrid, el 20 de noviembre de 1542. De acuerdo a ellas, se prohibía la esclavitud y el trabajo pesado de los indios, determinaba la supresión a corto plazo del régimen de las encomiendas, ordenaba despojar de sus repartimientos de indios a todos los oficiales públicos y a las congregaciones religiosas, y además mandaba quitar sus encomiendas a los que habían intervenido en el bando pizarrista durante la guerra civil entre los conquistadores del Perú.

Para poner en vigor tales leyes, y a la vez terminar con el espíritu de insubordinación que mostraban los conquistadores y extirpar el germen del feudalismo que pretendían trasplantar a América, el rey juzgó conveniente enviar al Perú a un funcionario altamente caracterizado que era la máxima autoridad: el virrey, desplegando un gran boato y provisto de extensas facultades y que fuera un verdadero representante de la Monarquía Hispánica, de su poder real y de la persona misma del soberano. El virrey fue acompañado de una Real Audiencia compuesta de cuatro Oidores con alta jurisdicción así en lo civil como en lo criminal.

No fue fácil hallar quien quisiera aceptar un cargo de tanta responsabilidad como el de Virrey del Perú, habida cuenta de que debía promulgar y hacer cumplir unas leyes que tanta impopularidad tenía entre los arrogantes conquistadores del Perú, convertidos en encomenderos.

El emperador se fijó en Blasco Núñez Vela, quien al principio quiso rechazar el honor, para finalmente aceptar la voluntad real. Era ya para entonces un hombre maduro, aunque todavía gallardo y robusto, honrado, valiente, enérgico, leal y devotísimo al emperador de España, quien mucho le estimaba y favorecía. Era terco, arrebatado, de cortos alcances, y, por tanto, muy desconfiado, duro como el clima y áspero como la tierra en que había nacido. En abril de 1543 se le otorgó el título de Virrey, Gobernador y Capitán General de los reinos del Perú, Tierra Firme y Chile y presidente de la Real Audiencia, que con las atribuciones y preeminencias de la de Valladolid, debía establecerse en la Ciudad de los Reyes o Lima. Su salario anual quedó fijado en 18,000 ducados de oro.

Hacia el Virreinato del Perú

Blasco Núñez Vela, partió para hacerse cargo del Virreinato del Perú de Sanlúcar de Barrameda, con gran aparato y grandeza, el 3 de noviembre de 1543, en una armada cuyo mando se le confió, acompañado de los oidores de la nueva Audiencia (Diego Vásquez de Cépeda, Juan Álvarez, Pedro Ortiz de Zárate y Juan Lissón de Tejada), y otros varios ilustres caballeros. Las últimas instrucciones que recibió del Emperador Carlos V fueron que procurase mostrarse severo castigador de pecados, para que nadie presumiese de no hacerlo, que los disimulaba y sufría.

No sospechaba Carlos V cuán caro había de costar a su fiel servidor el cumplimiento de este mandato.

Luego de hacer escala en las islas Canarias, la armada llegó a Nombre de Dios el 10 de enero de 1544. El virrey y su comitiva desembarcaron siendo recibidos con festejos; al segundo o tercer día se pregonaron las ordenanzas o Leyes Nuevas y comenzaron los disgustos entre los vecinos, sobre todo por la pérdida de posesión de sus indios esclavos, al ser obligados a enviarlos de regreso a sus tierras nativas. Otro hecho que causó indignación fue el embargue de un cargamento de oro y plata, que el Virrey ordenó arguyendo el hecho de haberse obtenido mediante el trabajo de los indios esclavizados.

El virrey pasó luego a Panamá, dando continuas pruebas de su carácter violento y replicando a las observaciones de los Oidores, que le aconsejaban más prudencia y mesura en sus procedimientos que había de ejecutar las ordenanzas como en ellas se contenía sin esperar para ello términos algunos ni dilaciones.

Llegada al Perú

Dejando a los miembros de la Audiencia en Panamá, Blasco Núñez Vela se embarcó para el Perú y llegó a Tumbes, donde desembarcó el 14 de marzo de 1544. Decidió continuar por tierra su viaje a Lima y llegó a San Miguel de Piura, donde quitó a varios encomenderos los indios que tenían, así como obligó a otros particulares que dejaran libres a sus indios esclavos y los regresaran a Nicaragua y Panamá (de donde provenían). A esas alturas el descontento era ya general entre los vecinos frente a la tenaz rigurosidad con la que el virrey hizo cumplir las ordenanzas.

Continuando su camino llegó a Trujillo, en donde fue recibido solemnemente. Allí continuó su labor, liberando a los indios de los monasterios y a cuatro encomenderos (a estos por haber intervenido en el bando pizarrista durante la guerra de Las Salinas).

De Trujillo se dirigió a Barranca, donde pudo leer en la pared de la estancia en que comía esta advertencia preñada de amenaza:

A quien viniere a echarme de mi casa y hacienda procuraré yo echarle del mundo.

El dueño de aquella venta era un vecino de Lima, Antonio del Solar, hacia quien el virrey incubó un odio feroz, aunque por el momento lo guardó para sí. Hubo incluso un debate en Lima sobre si debía admitirse la entrada del virrey a la capital, pero al fin de cuentas primó el argumento de que se trataba del representante del propio monarca, “rey y señor natural”.

A tres leguas de Lima salieron a recibirlo varios caballeros y vecinos, y a una legua de la ciudad el licenciado Cristóbal Vaca de Castro, entonces gobernador del Perú. También se hizo presente el Obispo Jerónimo de Loayza. Finalmente hizo su ingreso a Lima el 15 de mayo de 1544, siendo recibido con una pompa, y el 17 de mayo asumió el mando.

Aposentado ya en el Palacio de Pizarro, el virrey continuó con su propósito de hacer cumplir las Leyes Nuevas, mandando pregonarlas al día siguiente. Los encomenderos afectados, entre los que se contaban numerosos dueños de esclavos indios, los vencedores de las guerras civiles, los amancebados que habían contraído matrimonio para salvar sus encomiendas, entre otros, protestaron pero el Virrey se limitó a decir que él solo era ejecutor y no autor de las leyes, y que debían dirigir sus quejas al Rey, y que incluso él se prestaría a ayudarlos para hacer flexibilizar al monarca. Esto solo causó más cólera, con lo que creció más la impopularidad del virrey, lo que a la vez provocó en éste una gran desconfianza de cuantos le rodeaban.

Mientras tanto, los encomenderos organizaban una rebelión, eligiendo como líder a Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco Pizarro, que había muerto asesinado en 1541. Gonzalo Pizarro marchó al Cusco, donde fue magníficamente recibido y proclamado procurador general del Perú para protestar contra las Leyes Nuevas ante el virrey y si fuese necesario, ante el propio emperador Carlos V, en abril de 1544. Luego se puso en marcha hacia Lima, negándose a reconocer la investidura de Núñez Vela.

Lima la situación continuaba tensa. Los oidores arribaron a la capital virreinal instalándose oficialmente la Real Audiencia, que debía ser presidida por el mismo Virrey. Este receló aún de su predecesor, el gobernador Vaca de Castro, a quien sometió a juicio de residencia y puso en prisión, para luego trasladarlo a bordo de un buque.

A Antonio del Solar (el encomendero de Barranca y supuesto autor del pasquín antes citado) quiso ahorcarlo en su propia casa, pero a instancias del arzobispo y otras personalidades, se limitó a encarcelarlo; luego los oidores lo pusieron en libertad al no hallar justificación de su prisión.

Pero el acto más execrable cometido por el virrey fue el asesinato del factor Illán Suárez de Carbajal, con sus propias manos y ayudado por sus sirvientes, en un arranque de ira tras acusarlo de haber propiciado la fuga de sus sobrinos y de otros caballeros al campo de Gonzalo Pizarro, el 13 de septiembre de 1544. Illán tenía un hermano llamado Benito Suárez de Carbajal, quien militaba en el bando gonzalista y juró vengar su muerte.

Destitución y prisión

El bárbaro asesinato de Illán Suárez de Carbajal, colmó la medida de las arbitrariedades del virrey Blasco Núñez Vela. Los oidores de la Real Audiencia, para ganar popularidad, se inclinaron a defender los derechos de los encomenderos y resolvieron deshacerse del virrey. Al efecto, formando tribunal en el atrio de la catedral el 18 de septiembre de 1544, la Audiencia pronunció la destitución del virrey y ordenó su prisión con asentimiento general del vecindario.

El día 20 el virrey fue embarcado por el portezuelo de Maranga y conducido a la isla de San Lorenzo para ser entregado al oidor Juan Álvarez, bajo cuya custodia zarpó el 24 con rumbo a Panamá. El oidor Diego Vásquez de Cepeda, por ser el de más antigüedad, asumió la dirección política del Virreinato.

Liberación

Se dice que una vez que la nave que conducía al virrey Núñez Vela se alejó, el oidor Juan Álvarez se acercó a su custodiado para pedirle disculpas por el atentado cometido contra su dignidad, y que como leal servidor de Su Majestad, ponía su persona y el navío a su obediencia. El virrey, un tanto sorprendido, pero deseoso de aprovechar la situación, ordenó que la nave se dirigiera a Tumbes, donde desembarcó a mediados de octubre. Se dirigió a Quito, donde reunió tropas leales al Rey, formando un nuevo ejército para combatir la rebelión y restablecer su autoridad.

Entretanto, Gonzalo Pizarro realizaba su pomposa entrada a Lima el 28 de octubre, al frente de mil doscientos excelentes soldados provistos de numerosa artillería y desplegando el pendón real de Castilla. Los oidores, entre jubilosos y temerosos, lo recibieron por Gobernador del Perú.

La pelea estaba pues entablada entre los leales a la Corona o “realistas”, con el Virrey Núñez Vela a la cabeza, y los rebeldes o “gonzalistas”, con Pizarro al frente.

La “guerra de Quito”

El virrey Blasco Núñez Vela ocupó San Miguel de Piura y continuó hacia el sur. Enterado Gonzalo Pizarro, salió de Lima con sus fuerzas y se dirigió al norte, llegando a Trujillo. El virrey retrocedió entonces, temiendo el poderío de su adversario y volvió a Quito a marchas forzadas, largo y fatigoso trayecto que realizó mientras era perseguido muy de cerca por Gonzalo, apenas combatiendo muy poco. Luego se dirigió más al norte, hacia Popayán (actual Colombia).

Mientras tanto, el capitán Diego Centeno se sublevó en Charcas, alzando la bandera del Rey. Gonzalo Pizarro, desde Quito, ordenó a su lugarteniente Francisco de Carvajal emprender campaña en ese nuevo frente, mientras él quedaba a la espera del virrey.

Mientras tanto el virrey siguió concentrado en Popayán, donde recibió refuerzos provenientes del norte; uno de los capitanes que se le sumó fue Sebastián de Benalcázar, el gobernador de Popayán. A la vez que ganaba el apoyo de los curacas de la región, cuya labor fue valiosísima, pues desabastecieron a los gonzalistas, aumentándoles la impaciencia que padecían por la prolongada inactividad.

Fue entonces que Pizarro planeó una inteligente estrategia para sacar al virrey de Popayán, posición que consideraba difícil de atacar: dejando en Quito una pequeña guarnición a las órdenes de Pedro de Puelles, aparentó marchar al Sur con todo su ejército, encargando a sus aliados indígenas propagar la versión de que marchaba en auxilio de Carvajal contra Centeno. Cayó el virrey en el engaño y poco después sacó sus tropas de Popayán con intenciones de apoderarse de Quito. No contaba con que Gonzalo, en vez de pasar al Sur, se había estacionado a tres leguas de Quito, a orillas del río Guayllabamba. Cuando los espías del virrey descubrieron el engaño era ya tarde para retroceder. Al ver que la posición de los rebeldes era demasiado ventajosa, Benalcázar aconsejó al virrey desviarse a Quito por un camino poco frecuentado, plan que fue aceptado.

Triste fue el recibimiento otorgado al virrey en Quito, donde sólo había mujeres quienes, conocedores de la superioridad de los gonzalistas, le reprocharon el haber ido allí a morir.

Entre tanto, los gonzalistas habían tomado también el camino hacia Quito. El virrey, considerando poco propicio empeñar la defensa en la ciudad, arengó a sus tropas y les dio orden de salir a dar la batalla. Empezaba la tarde del 18 de enero de 1546.

La batalla de Iñaquito y su muerte

Esta larga campaña, con tan variadas y extrañas peripecias, terminó pues en el campo de Añaquito (o Iñaquito, cerca de Quito), donde se dio una batalla entre las fuerzas que obedecían al Virrey y a Sebastián de Benalcázar y las que comandaba Gonzalo Pizarro. Combatió en ella Blasco Núñez Vela desesperadamente lanza en mano haciendo prodigios de valor y de fuerza no obstante sus muchos años, hasta que al fin, rota la lanza, cayó a un golpe de maza que le descargó Hernando de Torres, vecino de Arequipa.

Benito Suárez de Carbajal, hermano del factor Illán, halló moribundo al Virrey tendido en el campo y auxiliado por el clérigo Francisco Herrera, y después de prodigarle los más groseros insultos, se dirigió a degollarle. Pero uno de los presentes, llamado Pedro de Puelles, le contuvo diciéndole que era mucha bajeza oficiar de verdugo en un hombre ya caído, por lo que Benito ordenó entonces a un negro esclavo suyo que hiciera el trabajo: el viejo Virrey recibió la muerte con dignidad y entereza. La cabeza cortada fue arrastrada por el suelo hasta Quito en donde se le puso en la picota; de sus blancas y luengas barbas hizo Juan de la Torre (llamado “el madrileño” para distinguirlo de su homónimo, el de los Trece de la Fama), un penacho que colocó en su gorra y lució como trofeo en las calles de Quito y de Lima.

Sepultura y descendencia

Gonzalo Pizarro ordenó traer a Quito el cuerpo del virrey Blasco Núñez Vela y retirar de la picota su cabeza, demostrando que dicha infamia había sido hecha sin su consentimiento; luego lo hizo enterrar honoríficamente en la iglesia mayor de la ciudad. El caudillo rebelde asistió personalmente al entierro y mandó decir misas por su alma, ordenando que todos llevasen luto por su muerte. Dice el cronista Gutiérrez de Santa Clara, que un honrado vecino de Quito, llamado Gonzalo de Pereyra, de acuerdo con el sacristán de la iglesia, hizo poner sobre su sepulcro, a manera de epitafio la copla siguiente:

Aquí yace sepultado

el ínclito Visorrey

que murió descabezado

como bueno y esforzado

por la justicia del rey;

la su fama volará

aunque murió su persona,

y su virtud sonará,

por esto se le dará

de lealtad la corona.

Posteriormente sus restos fueron trasladados a la iglesia parroquial de Santo Domingo, en la ciudad de Ávila, España, su tierra natal, lastimosamente en 1948 la iglesia fue demolida por lo que se cree que sus restos se perdieron. El emperador Carlos V no fue ingrato a la memoria de su desgraciado pero fiel servidor: a sus hijos don Antonio y don Juan dioles el hábito de Santiago a uno y el de Alcántara a otro; a ambos hízolos primero Meninos de la Emperatriz y luego sus propios Gentiles-hombres; murió el mayor proveído para embajador en Francia, el segundo de Capitán general de artillería de España y Consejero de guerra, y el tercero, don Cristóbal, que siguió la carrera eclesiástica, de Arzobispo de Burgos.

Le sucedió Diego Vásquez de Cepeda. Presidente de la Real Audiencia de Lima y gobernador interino del Perú.

2. Virrey.- Antonio de Mendoza, marqués de Mondéjar (1551-1561)

Antonio de Mendoza y Pacheco (Mondéjar, 1490 o 1493-Lima, 1552) fue un político y militar español, caballero de Santiago, comendador de Socuéllamos, primer virrey de la Nueva España, desde 1535 hasta 1550, y segundo virrey del Perú, desde 1551 hasta 1552.

Sus orígenes

Antonio de Mendoza fue hijo de Íñigo López de Mendoza y Quiñones, II conde de Tendilla y I marqués de Mondéjar (a la vez nieto de Íñigo López de Mendoza, el gran poeta), y de su segunda esposa, Francisca Pacheco Portocarrero (hija de Juan Pacheco, I duque de Escalona y de su esposa María Portocarrero Enríquez, VI señora de Moguer y Villanueva del Fresno).

Nunca fue conde de Tendilla, como muchas informaciones, biografías y publicaciones erróneamente le adjudican, ya que el título y mayorazgo recayó en su hermano mayor, Luis Hurtado de Mendoza. El único título perpetuo que tuvo a su merced fue el de comendador de Socuéllamos.

Se casó con Catalina de Vargas, hija de Francisco de Vargas, contador mayor de los Reyes Católicos, de la que tuvo tres hijos: Íñigo, el primogénito, Francisca y Francisco.

El nacimiento en Mondéjar

El lugar del nacimiento de Antonio de Mendoza es muy discutido, se considera tradicionalmente Granada, donde su padre era Capitán General, pero Arthur Scott Aiton ofreció como alternativa Alcalá la Real (Jaén), y a este siguieron muchos otros, como Guillermo Tovar de Teresa. También se dice que fue Valladolid, porque su primera fundación en Nueva España fue una ciudad con dicho nombre, actualmente llamada Morelia.

Francisco Javier Escudero Buendía aportó prueba documental del expediente de caballero de su nieto Francisco Fernández de Córdoba y Mendoza, en donde su genealogía no deja lugar a dudas, afirmando que su abuelo nació en Mondéjar (Guadalajara, España).

El 14 de noviembre de 1535 Mendoza se convirtió en el primer virrey de Nueva España y en noviembre de 1550 traspasó el virreinato de la Nueva España a Don Luis de Velasco en Cholula, pasando a ocupar el virreinato del Perú en 1551, donde fallece en 1552.

El aprendizaje en el Virreinato granadino

A pesar de ser de orígenes alcarreños, Antonio de Mendoza marchó al reino de Granada, donde su padre fue el primer capitán general con funciones de virrey, nombrado por los Reyes Católicos. Es en esta tierra donde los nobles y militares castellanos vivían encerrados en la Alhambra, rodeados de una población cuya mayoría aplastante eran moriscos, cristianos nuevos recién convertidos, donde el futuro primer virrey de Nueva España y segundo Virrey del Perú forjó su carácter tolerante y negociador, al estilo de su padre, Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla y posteriormente marqués de Mondéjar.

Allí aprendió el oficio de virrey sustituyendo a su progenitor, el de regidor de cabildo, el de tesorero de la Casa de la Moneda, y las dificultades de gobierno de una población étnica y confesionalmente distinta a la suya.

Antonio de Mendoza el Morisco

La identificación con los moriscos entre los Mendoza fue tal, que en 1509 su padre tuvo que recordar que cuando saliera de viaje vistiera a la castellana, señal de que lo hacía habitualmente con las vestiduras musulmanas, como nos indican Peggy K. Lyss y Emilio Meneses. Esta misma identificación la tuvo con la nueva tierra americana:

Da Priesa en que se venga luego tu hermano don Antonio, que me (sic) escrivió el marqués de Denia que lo enbiase, y di a Lázaro de Peralta lo que le haga de vestir y sea a la castellana, y véngase luego él y los Añascos con él. De paramentos para su cama no curas que acá se (sic) avrán

Antonio de Mendoza: ¿Comunero?

El papel de Antonio de Mendoza, hermano de María Pacheco y cuñado por tanto de Juan de Padilla, en la Guerra de las Comunidades es contradictorio, habiendo algún autor —como Escudero Buendía— que lo califica como «Realista y Comunero», frente a otros que lo desmienten, como J. Benedict Warren. Efectivamente, la correspondencia de su hermano Luis Hurtado de Mendoza, transcrita por Emilio Meneses, prueba cómo una vez nombrado representante de Granada a las Cortes de Valladolid de 1518, se puso a favor del Doctor Zúmel y en contra del monarca, es decir, en la línea de los comuneros, y que por ello no le querían nombrar procurador de nuevo para las de 1520.

Que él estovo presto en Valladolid en faser lo que (debe) syn tener respeto a otra persona alguna y podría ser que se ofreciese cosa.

En el bando realista: Jefe de un ejército de los 4000 moriscos.

Sin embargo, dos años después aparece en el bando realista en la batalla de Huéscar, Baza y el perdón de Volteruela (actualmente llamada Puebla de Don Fadrique) (1520), donde lidera un ejército de 4000 moriscos, vestidos a su usanza, frente a cristianos viejos, incluso religiosos, a cuyos cabecillas castiga con dureza. Esta actitud mendocina recordará mucho a la Guerra del Mixtón, por muchos motivos, porque en aquella ocasión también el ejército contaba con un numeroso contingente indígena, y además porque la respuesta frente a los sublevados fue similar.

La muerte de Juan Garcés y el destierro en Socuéllamos

Otro de los episodios desconocidos de la vida del futuro virrey fue la escaramuza que tuvo lugar en Almazán (Soria) donde era señor el conde de Monteagudo, su cuñado. Este se había marchado a Flandes, dejando en el cargo de alcaide de la fortaleza a Juan Garcés, vecino de Ágreda (Soria), quien parece ser que impidió a los Mendoza, Antonio y su hermano Bernardino de Mendoza, hacerse con el control de los destinos de la ciudad.

La partida mendocina atacó el baluarte defensivo sin piedad, utilizando incluso fuego de alquitrán, apresando en su huida al desgraciado alcaide, torturándolo y ajusticiándolo después.

Antonio de Mendoza fue condenado a un año de destierro por proceso ilegal, en el Monasterio de Uclés (Cuenca), ya que era caballero de la Orden de Santiago, momento que aprovechó para ir a residir a Socuéllamos (Ciudad Real) y rehabilitar la casa-encomienda de dicha localidad manchega.

Los años de esplendor de los Tendilla y Mondéjar

Antonio de Mendoza y su rama familiar pasaban por sus horas más bajas, y su futuro no era nada halagüeño. Tenía en 1526 posiblemente 35 años, toda una vida para la época, y apenas había conseguido logros fuera de Granada y su entorno familiar. Nada hacía presagiar que él y todos sus hermanos pasarían de ser unos nobles y militares asentistas con intereses rurales en Andalucía, Extremadura y La Mancha.

Sin embargo, el destino les tenía guardada una grata sorpresa: el 10 de marzo de 1526 el rey decide casarse en Sevilla con la infanta Isabel de Portugal y realizar un viaje por toda Andalucía, para conocer sus posesiones más meridionales en alza por el comercio indiano. En premio a la atención recibida por el nuevo capitán general de Granada, Luis Hurtado de Mendoza, todos sus hermanos reciben grandes mercedes, el primero Antonio de Mendoza nombrado ese mismo año embajador en Hungría, al año siguiente su hermano Diego Hurtado de Mendoza es nombrado embajador en Venecia, Bernardino de Mendoza, capitán de La Goleta en 1535, y definitivamente Luis Hurtado es intitulado Grande de España en 1530.

Su carrera diplomática y camarero del rey

Antes de partir hacia América, realizó tantas misiones diplomáticas en tres etapas, que se puede considerar que este era su oficio antes de aceptar el cargo de virrey: Desde 1516 hasta 1517 en Flandes e Inglaterra, donde incluso pudo conocer a Enrique VIII. En 1527 viajó al reino de Hungría para llevarle fondos a Fernando I de Habsburgo, el hermano menor de su rey Carlos I de España, pues tras la derrota de los ejércitos húngaros en la batalla de Mohács en 1526, el reino había sido ocupado por los otomanos victoriosos y el Habsburgo deseaba obtener el control. En la batalla de Mohács murió el rey Luis II de Hungría, y ante el trono vacante, Fernando lo reclamó sobre la base de sus derechos adquiridos por su matrimonio con Ana Jagellón de Hungría y Bohemia, hermana del fallecido monarca. Antonio pronto viajó a Italia y Alemania (1527-1530), participando también en la coronación imperial de Carlos V en Bolonia (Italia). También en 1528 fue nombrado gobernador en la Provincia de León dentro de la Orden de Santiago, para apaciguar una sublevación de los moriscos de Hornachos (Badajoz).

Razón de su nombramiento como primer virrey en la Nueva España

Según alguna doctrina y opinión, como la de Germán Vázquez, Antonio de Mendoza, y por extensión muchos de los políticos, estadistas y militares de la época, tuvieron que improvisar estrategias de organización y políticas en un mundo nuevo del que no tenían referencias ni modelos anteriores.

Frente a esta idea, están los que creen que la conquista de América tiene bastantes paralelos con la de las islas Canarias, y la organización posterior con el Reino de Granada como Miguel Molina Martínez y José Szmolka Clares, pero son pocos los que habían advertido que ambos protagonistas, los que fueron los primeros encargados del mando del Reino de Granada — después de haber sido conquistado en 1492 por los Reyes Católicos—-y del Virreinato de Nueva España, eran padre e hijo con similares formas de pensar y de entender el gobierno.

En el caso de Antonio de Mendoza, el desconocimiento de su formación anterior había ocultado la realidad de que era un diplomático, militar y político con cuarenta años de experiencia, con fases de gobierno en la capitanía general-virreinato de Granada, en el que la convivencia con una población mayoritaria recientemente conquistada y convertida a una nueva religión y por supuesto hostil —los moriscos—tenía a los ojos de la Corte española de la época grandes paralelismos con los indios americanos.

Este fue, sin duda, uno de los principales argumentos de su nombramiento como primer virrey americano —aunque también ayudó mucho que fuera camarero real en 1530— y su experiencia junto a los moriscos, su ejemplo a la hora de afrontar el gobierno de Nueva España, donde no pocas veces (en las ordenanzas, en el urbanismo, en la política económica, en los descubrimientos, en sus relaciones con la iglesia, etc.) aplicó comportamientos aprendidos y heredados en Granada.

Primer virrey de Nueva España

Antonio de Mendoza en Los Gobernantes de México

Fue el primer virrey del Imperio Español, con los nombramientos adicionales de Gobernador, Capitán General de Nueva España y Presidente de la Real Audiencia de México, con todas las atribuciones y autoridad inherentes al cargo, el 17 de abril de 1535, aunque no llegó a la Nueva España si no hasta finales de octubre de ese mismo año.

Enfrentó la resistencia como primera autoridad con el Capitán General Hernán Cortés, quien al final tuvo que subordinarse a su mandato, luego que de Mendoza le hiciese ver que la reorganización del Reino requería de su presencia, en tanto que él como Virrey representaba al Monarca. Una vez tomada posesión de su cargo el 14 de noviembre de 1535, ordenó ser informado sobre la situación imperante, de allí que su primer acto fue llamar a México y someter a juicio de residencia al Gobernador del Reino de la Nueva Galicia Nuño Beltrán de Guzmán (que había sido Presidente de la Primera Audiencia), bajo la acusación de corrupción y maltrato a los naturales. Y como los cargos fuesen plenamente probados Nuño sería enviado preso a Castilla, en 1538.

El virrey hizo también abortar una conspiración de los esclavos negros (septiembre de 1537). En 1541 debió enfrentar en forma personal una grave sublevación de los indios caxcanes y chichimecas, en la región de Nueva Galicia, episodio conocido como la guerra del Mixtón, la cual culminó con la derrota de los indios, en febrero de 1542.

Durante los quince años de su mandato en Nueva España, las leyes administrativas que impartió le convirtieron en el supremo organizador del virreinato novohispano.

Obras y otros sucesos importantes

Fundó en 1535 la Casa de la Moneda en la ciudad de México, en 1536 se empezaron a acuñar monedas de plata y cobre como las españolas, llamadas por su forma macuquinas.

Estableció la imprenta que fue la primera de América, siendo el impresor Juan Pablos. El primer libro americano publicado fue la Breve y compendiosa Doctrina Christiana en lengua mexicana y castellana del obispo de México Juan de Zumárraga (1539).

Durante su gobierno se continuaron los viajes de exploración: apoyó a Hernán Cortés en los viajes que dieron por resultado el descubrimiento de la península de Baja California, apoyó a fray Marcos de Niza en 1539 en la empresa exploratoria en la búsqueda de las míticas ciudades de Cíbola y Quivira, así como a Francisco Vázquez de Coronado en 1540, en cuya expedición se exploraron los territorios que constituyen actualmente el suroeste de Estados Unidos y noroeste de México.

El 20 de noviembre de 1540 firmó una capitulación con el gobernador de Guatemala Pedro de Alvarado para explorar los territorios en la llamada «Tierra de la especiería». Por muerte al año siguiente de Alvarado en la campaña del Miztón, la expedición fue efectuada por Juan Rodríguez Cabrillo, quien se dirigió por mar hacia el Pacífico norte. Dicho navegante reconoció en 1542 las hoy costas de los estados de Baja California Sur, Baja California y California (EE. UU.), y nombró un cabo en California con el nombre de cabo Mendocino en honor del virrey.

Otra expedición importante fue la que se envió hacia el Pacífico sur, en el archipiélago filipino, al mando de Ruy López de Villalobos (1542), quien tuvo que regresar por el occidente al ser atacado por los portugueses.

Se fundó el colegio Imperial de Santa Cruz de Tlatelolco, destinado a la educación de los indios nobles, donde colaboraron frailes como Andrés de Olmos, Juan de Gaona y Bernardino de Sahagún. Asimismo se fundaron otros colegios como el de San Juan de Letrán, para los indios y mestizos, y de La Concepción, para mujeres.

Dictó ordenanzas para dar buen trato a los nativos.

Su mandato coincidió con el hallazgo de las minas de Zacatecas (1548).

Se puso en marcha de numerosas obras públicas que mejoraron las condiciones de la Ciudad de México que continuaba edificándose a marchas forzadas.

Inició el acondicionamiento de los muelles y edificios de la aduana, así como ciertas fortificaciones Puerto de Veracruz.

Fundó en 1541 la ciudad de Valladolid, en el valle de Guayangareo (hoy Morelia, en el estado de Michoacán), y otras poblaciones en lo que hoy es el estado mexicano de Jalisco.

Inició las gestiones para crear la primera Universidad de México.

Acató la promulgación de las Leyes Nuevas el 24 de marzo de 1543, pero al poco tiempo las suspendió hasta que la Corona decidiera acerca de la protesta en contra de las mismas por parte del cabildo de México. A diferencia de lo sucedido en Perú, el virrey atendió prudentemente los reclamos de los conquistadores y encomenderos en contra de las Leyes Nuevas, lo que evitó que estallaran revueltas. Las Leyes Nuevas finalmente fueron derogadas por este virrey el 20 de octubre de 1545. En 1546 el visitador Francisco Tello de Sandoval elevó a la corona 46 cargos en su contra y, simultáneamente, fray Bartolomé de las Casas lo excomulgaba por apoyar a los encomenderos. Sin embargo, en 1548 el Consejo de Indias lo declaró libre de todos los cargos.

Hacia 1547 ocurrió el extraño incidente de la llegada del falso visitador, el licenciado Vena, quien, descubierto, fue azotado públicamente y condenado a 10 años de prisión.

El 12 de febrero de 1546 la diócesis de México fue elevada a la categoría de arquidiócesis. El 8 de julio de 1548 el obispo Juan de Zumárraga fue promovido a arzobispo. La bula llegó tarde a la capital de la Nueva España, cuando ya Zumárraga había muerto, el 3 de junio de 1548.

Segundo virrey en el Perú

Estimando que la dilatada experiencia de don Antonio en el gobierno de la Nueva España sería apropiada para refrenar los ímpetus sediciosos y dirigir sagazmente la vida peruana, la corte le asignó los cargos de virrey, gobernador y capitán general del Perú y presidente de la Real Audiencia de Lima (8 de julio de 1549). Fue de este modo el primero en la extensa serie de mandatarios novohispanos que recibieron como premio el traslado al gran virreinato de América del Sur.

En su reemplazo, el Consejo de Indias nombró a Luis de Velasco como virrey de la Nueva España, ante quien, antes de partir, dejó Mendoza una relación de su gobierno (25 de noviembre de 1550).

Mendoza, ya achacoso y enfermo, se embarcó en Acapulco, tocó tierra en los puertos de Realejo y Panamá y llegó finalmente a Tumbes (costa norte del Perú), el 15 de mayo de 1551. Desde aquí prosiguió por el camino terrestre de la costa e hizo su entrada solemne en la Ciudad de los Reyes (Lima) el 12 de septiembre de dicho año, aunque sin entrar bajo palio. Recibió el mando del presidente de la Audiencia Gobernadora, Andrés de Cianca.

A pesar de su mala salud y de las secuelas de una hemiplejía, se dedicó a poner orden en la administración y el servicio público. Su mandato sería breve, durando solo diez meses,

Obras y otros sucesos importantes

Debido a su avanzada edad delegó en su hijo Francisco de Mendoza la visita o recorrido de las bien pobladas comarcas del sur, desde Lima hasta Potosí, examinando el aprovechamiento de los recursos naturales y el tratamiento que se daba a los indios, con especial atención a las condiciones de trabajo en el Cerro Rico de Potosí, de inmensa riqueza argentífera. El informe de Francisco de Mendoza, acompañado de los primeros dibujos y planos del centro minero, fueron remitidos a España y depositados presumiblemente en el Consejo de Indias hasta su pérdida.

En 1552 expidió unas ordenanzas para la Audiencia de Lima, que significan el primer código de procedimientos judiciales promulgado en el Perú, con señalamiento de las atribuciones y obligaciones de magistrados, fiscales, relatores, abogados y demás ministros del foro.

Se preocupó por hacer recoger informaciones veraces sobre el Tahuantinsuyo o Imperio de los incas, alentando al conquistador Juan de Betanzos a que culminara su crónica Suma y Narración de los Incas (1551).

Recibió dos cédulas, del 12 de mayo y de 21 de septiembre de 1551 que autorizaban la fundación de la Universidad de San Marcos en el convento de Santo Domingo de Lima.

Concedió licencia a Baltazar Zárate para introducir camellos en el Perú como medio de transporte, pero la empresa fracasó.

Dictó una serie de normativas con el fin de reglamentar el uso de los bienes comunales de los indios, conformar una compañía de alabarderos para servir como escolta virreinal y obligar a los encomenderos a casarse.

Finalmente, agregaremos que bajo su administración se creó el Obispado de la Plata, en Chuquisaca; tuvo lugar la llegada de los primeros sacerdotes de la orden de San Agustín y la celebración del primer concilio provincial limense, por convocatoria del arzobispo Jerónimo de Loayza (1551).

Descontento de los encomenderos

A poco de empezar su gobierno, Mendoza debió enfrentar el descontento de los encomenderos, muchos de los cuales consideraban no haber sido lo suficientemente recompensados por sus servicios durante las guerras civiles. En noviembre de 1551 se produjo en el Cuzco una revuelta encabezada por los hidalgos Francisco de Miranda, Alonso de Barrionuevo y Alonso Hernández Melgarejo. La Audiencia envió al Cuzco al mariscal Alonso de Alvarado, investido con el oficio de corregidor y justicia Mayor. Alvarado entró en la ciudad imperial el 3 de diciembre de 1551, ocasionando la fuga de la mayor parte de los revoltosos. No obstante, ajustició a los tres nombrados cabecillas, desterró del Perú a otros y envió preso a alguno.

Pero lo que caldeó más los ánimos de los encomenderos fue la supresión del «servicio personal» de los indios, o sea el aprovechamiento gratuito de su mano de obra por parte de los encomenderos. Esta medida había sido ordenada desde la metrópoli un par de años, y más aún, Mendoza trajo una Real Cédula confirmatoria de tal orden, pero se dejó sin efecto en el Perú por temor al estallido de revueltas. No obstante, los magistrados de la audiencia de Lima resolvieron que no debía posponerse más la aplicación de dicha medida, y el 23 de junio de 1552 libraron una provisión aboliendo el trabajo no remunerado de los nativos. Mendoza avaló la decisión de los oidores (entre los que se contaba Andrés de Cianca), en quienes prácticamente había delegado el mando.

Dicha medida provocó, como era de esperar, la furiosa protesta de los encomenderos. Se descubrió en Lima un plan de conspiración para apresar a los oidores y enviarlos a España luego que falleciese el Virrey, que se hallaba muy enfermo y al borde de la muerte. Se sindicó como cabecilla del complot al general Pedro de Hinojosa, mas este caudillo supo congraciarse a tiempo con los oidores y quien fue ajusticiado fue su lugarteniente Luis de Vargas.

Muchos descontentos que residían en el Cuzco pasaron a Charcas (actual Bolivia) donde fraguaron una nueva rebelión, pero don Antonio de Mendoza ya no se enteraría de ello. El anciano virrey murió en el palacio de Lima, el 21 de julio de 1552, y fue sepultado, en una pomposa ceremonia fúnebre, en la sacristía de la Catedral limeña. La Audiencia tomó el mando del Virreinato, presidido nuevamente por el oidor Andrés de Cianca.

La primera declaración de independencia de América

Antonio de Mendoza, perdida la posibilidad de crear una estirpe de virreyes Mendoza tanto en la Nueva España como en el Perú, preparó un memorial en 1551, que envió con su hijo Francisco de Mendoza a España —según Rafael Diego Fernández— para ser entregado al Emperador Carlos I, que podría ser considerado por su incendiario contenido la primera declaración de independencia de América, máxime teniendo en cuenta que el propio virrey dice en ella que no oso decirle más porque me va mal de ello, frente a la que tradicionalmente ha sido considerada hasta ahora —entre otros por Simón Bolívar—, que era la carta de Lope de Aguirre a Felipe II (1561).

3. Virrey.- Don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete. (1555-1561)

Andrés Hurtado de Mendoza y Cabrera, II Marqués de Cañete (Cuenca, 1510 – Lima, 14 de septiembre de 1560)

Fue un militar y político español que llegó a ser el III Virrey del Perú, entre 1556 y 1560. Su gobierno marcó la culminación del período de guerras civiles, caracterizado por continuas revueltas y modificaciones en el escenario del poder. Pacificó el Virreinato, impuso el respeto a la autoridad y fomentó la colonización.

Infancia y juventud

Miembro de un distinguido linaje alcarreño, fue hijo de Diego Hurtado de Mendoza y Silva, I Marqués de Cañete, de la poderosa Casa de Mendoza, y de Isabel de Cabrera y Bobadilla, hija del Marqués de Moya. Nieto de Onorato de Mendoza, Corregidor de Salamanca durante los Reyes Católicos y de Francisca de Silva y Ribera. Bisnieto de Juan Hurtado de Mendoza, II señor de Estado de Cañate, Guarda mayor de Cuenca y montero mayor del Rey, e Inés Manrique, hija del adelantado, Pedro Manrique. Heredó el marquesado de Cañete, concedido a su padre Diego Hurtado de Mendoza y Silva por Carlos I el 7 de julio de 1530, aunque se había creado (pero sin emitir el oportuna Real Despacho), en 1490 por los Reyes Católicos.

Sucedió a su padre en sus posesiones conquenses, siendo Guarda Mayor de Cuenca. Luego, fue Montero Mayor de Castilla y acompañó al emperador Carlos I en las campañas militares que libró en Alemania y Flandes, donde se distinguió.

Nombramiento como Virrey del Perú

El 10 de marzo de 1555 recibió la designación de Virrey, Gobernador y Capitán General del Perú y Presidente de la Real Audiencia de Lima. Todavía antes de la partida escribió una carta al emperador, manifestándole tener noticia de que en el Perú habitaban entonces cerca de ocho mil españoles, de los cuales solo quinientos poseían repartimientos de indios, un millar tenían algún negocio u oficio y el resto carecía de medios para subsistir: era necesario, pues, “desaguar” la tierra de tantos elementos ociosos. Con este ideal en la cabeza, y con un nutrido séquito de parientes y criados, entre quienes se contaban sus hijos Felipe y García Hurtado de Mendoza, el conquistador Jerónimo de Alderete como gobernador designado de Chile, el poeta Alonso de Ercilla y el oidor Gregorio González de Cuenca, se hizo a la vela en el puerto de Sanlúcar de Barrameda, el 15 de octubre de 1555.

Apenas tocó tierra en Panamá inició juicio de residencia a los magistrados de la Audiencia y diversos funcionarios, y reprimió a una partida de cimarrones o esclavos negros fugitivos que asolaban la región. El encargado de esta última misión fue Pedro de Ursúa, quien logró apresar al autodenominado “rey de Bayano”, caudillo de los negros, quien fue ahorcado.

El virrey Marqués de Cañete arribó al Perú tocando tierra en Paita el 24 de marzo de 1556; pasó a Trujillo y continuó finalmente por el camino de los llanos hasta arribar a Lima. Era recibido en la Ciudad de los Reyes el 29 de junio de 1556.​

Obra pacificadora

Arribado al Perú, se dedicó con energía a pacificar y ordenar el país, sacudido recientemente por la rebelión de Francisco Hernández Girón. Una de sus primeras medidas fue la orden de confiscación de armamento para ser depositado en la Sala de Armas de Lima. A continuación, otorgó plenos poderes al licenciado Bautista Muñoz y al oidor Diego González Altamirano para extinguir todo signo de rebeldía a la autoridad virreinal en el Cuzco y en Charcas, respectivamente. El primero hizo ajusticiar a los lugartenientes de Girón que aún sobrevivían: Tomás Vásquez, Juan de Piedrahíta y Alonso Díaz. El segundo hizo lo mismo con Martín de Robles, un viejo capitán que había cometido el grave desliz de decir en una carta que el virrey necesitaba ser “puesto en crianza” al igual que sus predecesores, en clara alusión al final trágico del primer virrey, Blasco Núñez Vela. Aunque solo lo había dicho en broma fue tomado como una incitación al delito.

Como muchos capitanes y soldados reclamaban encomiendas y premios por sus servicios, y se ponían a hablar maledicencias contra la autoridad, el virrey invitó a Palacio a los principales cabecillas. Terminada la comida, los hizo arrestar y conducir al Callao, de donde salieron desterrados para España. Eran en total 37 individuos. Al cabo de menos de un año de gestión, reportaba con orgullo al Duque de Alba, que había hecho degollar, ahorcar o desterrar a más de ochocientos sujetos, lo cual contribuyó a descongestionar el país de habitantes nocivos.2​

Pero no todas fueron medidas de rigor. A fin de dar ocupación útil a los oficiales desocupados, creó la compañía de gentilhombres lanzas (con cien oficiales dotados de mil pesos de renta anual) y la subalterna compañía de arcabuceros (con cincuenta oficiales que cobraban 500 pesos de renta); ambas formaban la guardia del palacio virreinal, bajo el mando de Pedro de Córdoba.

Expedición de pacificación a Chile

Otra medida importante del virrey para el descongestionamiento del Perú de elementos perturbadores, fue la organización de una expedición pacificadora de Chile. Tras la muerte del gobernador designado de dicho territorio, Jerónimo Alderete (1556), puso al frente de esta misión a su joven hijo García Hurtado de Mendoza, quien salió del Callao el 9 de enero de 1557 con un buen contingente de hombres de guerra. Con ellos iba el oidor Hernando de Santillán como consejero. Los expedicionarios llevaban la misión de apaciguar la hostilidad de los indios araucanos, así como zanjar las diferencias entre los caudillos españoles Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra; doctamente asesorado por el oidor Santillán, García logró desarrollar allí una exitosa tarea, si bien la rebeldía de los araucanos persistiría muchas décadas más.

Expediciones exploradoras o “entradas”

El virrey patrocinó también una serie de expediciones exploradoras hacia el este del territorio del virreinato (selva amazónica y cuenca del Plata), entre las que destacamos las siguientes:

La de Gómez Arias Dávila a la región amazónica de Rupa rupa, descrita por los indios como una comarca rica y fértil.

La de Juan de Salinas Loyola, gobernador de Yahuarzongo y Bracamoros, quien partiendo de Loja el 8 de julio de 1557, avanzó primero al sur y luego al oriente, venciendo la Cordillera del Cóndor. Fundó las poblaciones de Valladolid, Loyola, Santiago de las Montañas y Santa María de Nieva. Hizo la primera navegación del río Marañón, descubrió el pongo de Manseriche y luego el río Ucayali.

La de Antonio de Oznayo, que penetró en los confines orientales de Jaén de Bracamoros.

La de Andrés Manso, que incursionó en territorio de los feroces chiriguanos, al oriente de la Villa de la Plata.

La de Pedro de Ursúa, hacia las tierras de Omagua y El Dorado, de la cual se hicieron preparativos formidables. Partió en septiembre de 1560, a poco de fallecer el virrey. Dicha expedición dio origen al célebre episodio de los “marañones”, cuya figura sobresaliente fue el vasco Lope de Aguirre, el “traidor” o “loco rebelde”. Hizo la segunda navegación del río Amazonas, después de la de Orellana.

Fundación de ciudades y villas

Hurtado de Mendoza promovió también la fundación de nuevas poblaciones (entre ciudades y villas), destinadas a acoger a los españoles faltos de tierras y a indios. Esta labor de colonización fue muy importante pues dichos poblados sirvieron a la vez como puntos de enlace entre las ciudades que ya existían en el país. Mencionaremos las principales de dichas fundaciones:

La Villa de Santa María de la Parrilla (1555), junto a la desembocadura del río Santa, costa del actual departamento de Ancash, hoy llamada simplemente Santa.

La Villa de Santa María de Cañete, actual Cañete (30 de agosto de 1556), fue fundada por Jerónimo Zurbano en el fértil valle del Huarco, a 144 km al sur de Lima.

La Villa de San Miguel de la Rivera (27 de setiembre de 1557), hoy conocida simplemente como Camaná, fue fundada por Alonso Martínez de Rivera en el valle de Camaná, a 176 km al oeste de Arequipa. En realidad fue la segunda fundación de la villa, pues la primera ocurrió en 1539.

Las poblaciones selváticas de Valladolid (1557), Loyola (1557), Santiago de las Montañas (1558) y Santa María de Nieva (1558), que según vimos fueron fundadas por el capitán Juan de Salinas Loyola, en las cuencas de los ríos Santiago y Marañón, en el actual departamento de Amazonas.

En el Ecuador, en ese entonces dependiente del Virreinato del Perú, el virrey dispuso fundar varias poblaciones, como:

La ciudad de Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca (1557), en el camino serrano entre Quito y Loja, en las ruinas de la antigua ciudad inca de Tomebamba, y cerca del palacio incaico de Ingapirca, cuyo nombre fue en honor a la ciudad española cuna del Virrey.

La villa de Nueva Baeza del Espíritu Santo (1559), en el Oriente del Ecuador, hoy Baeza.

En Chile su hijo García Hurtado de Mendoza hizo fundar la ciudad de Cañete de la Frontera y las villas de Osorno y Angol de los Infantes; al otro lado de los Andes, en la actual República de Argentina auspició la fundación de Mendoza, cuyo nombre perpetúa su apellido (1561).

Sometimiento de Sayri Túpac

A este virrey le correspondió también el logro de hacer que el inca Sayri Túpac, descendiente directo del linaje imperial, abandonase su reducto de Vilcabamba. El virrey recibió a Sayri Túpac en su Palacio de Gobierno de Lima, el día 5 de enero de 1558. Dos días después el Arzobispo invitó al inca a un banquete, donde ocurrió la célebre anécdota tantas veces contada: enterado Sayri Túpac de que solo como toda merced le darían una encomienda en el valle de Yucay, la misma que había sido del rebelde Hernández Girón, arrancó un hilo de la sobremesa y preguntando a sus anfitriones si aceptarían ese hilo en lugar de la sobremesa entera, díjoles que así procedían con él, en cuanto le quitaban un Imperio y le daban un jirón. Lo cierto es que el inca volvió al Cuzco, se bautizó en la Catedral y pasados tres años falleció en Yucay, cuando apenas tenía 43 años de edad.

Medidas sociales

Entre las medidas de ámbito social de este virrey destaca la visita general que mandó realizar a los indios del Perú para evaluar el grado de explotación que sobre ellos ejercían los encomenderos y las cargas tributarias. Como resultado de esta acción, prohibió que los indios originarios de la sierra fueran trasladados forzosamente a la costa y viceversa. A continuación, dictó una serie de ordenanzas que reglamentaban entre los indios el sembrado, cultivo y comercio de la coca, al tiempo que pretendió desterrar la embriaguez imponiendo una serie de castigos corporales. Fomentó también la labor evangelizadora de los clérigos.

Obras públicas

En lo que respecta a la edificación en Lima, realizó las siguientes obras:

Concluyó las obras de la Catedral.

Mandó construir un puente de piedra sobre el río Rímac, reemplazando al de madera y palos para beneficio de los limeños. El virrey marqués donó 12,000 pesos para la obra.

Levantó la Casa de la Alhóndiga para almacenar los granos.

Creó un juzgado privativo de aguas para fomentar el riego de los valles que circundaban la capital.

En otros lugares del Virreinato hizo las siguientes obras:

Mandó tender un puente sobre el río Abancay, y otro sobre el Mantaro, en la quebrada de Anguyaco, en el camino al Cuzco. Formaba parte de un vasto plan encargado a cuatro canteros españoles, cuya misión era hacer puentes en los lugares necesarios a lo largo de toda la ruta hasta Potosí, en el Alto Perú (actual Bolivia).

En el puerto del Callao se dieron los primeros pasos para la construcción de la Iglesia, Cementerio y Casa cural. En 1556 se estableció una factoría para la construcción de galeras. Aunque nunca hubo una fundación oficial del Callao, todo ello indicaba que ya por entonces se le consideraba como una población formal.

En materia educativa, hizo lo siguiente:

Fundó un colegio de instrucción en Lima y otro en Trujillo.

Mandó edificar la casa de Recogimiento de San Juan de la Penitencia, para educación de las doncellas mestizas, que a menudo sufrían el abandono de sus progenitores o quedaban huérfanas.

En lo que se refiere al patronato regio:

Inauguró el Hospital de San Andrés para hombres y el de Nuestra Señora de la Caridad para mujeres, ambos destinados a la atención de los españoles enfermos o menesterosos (1556). En el primero se depositaron las momias de varios incas y de sus mujeres enviadas del Cuzco por el corregidor Juan Polo de Ondegardo, las que fueron enterradas en un corral de dicho hospital.

Creó el beaterio de Nuestra Señora de los Remedios

Apoyó la edificación del convento de San Francisco en Lima.

En el orden económico

Durante su gestión se produjo el auge de la explotación de plata en Potosí y el descubrimiento de las minas de azogue en Huancavelica, este último producto de uso fundamental en la técnica metalúrgica de la obtención de la plata. Su consecuencia fue que la mita minera quedara repartida entre esta región y las minas de Potosí, con la consiguiente ampliación del número de poblados indígenas afectos a los trabajos forzados. Los descubrimientos mineros permitieron que la Real Hacienda experimentara un crecimiento sostenido: se remitió a la Corona un total de 684.287 ducados en metales preciosos.

La agricultura de la costa peruana experimentó una importante innovación al introducirse con éxito en 1560 el cultivo del olivo, por obra de don Antonio de Ribero. Este personaje había ido a España como procurador general de Lima, y de regreso trajo buena cantidad de plantones de olivo, de los cuales llegaron en buen estado solo tres, que los plantó en la huerta que tenía en Lima: uno le fue robado, pese a que lo hacía cuidar por cien negros y 30 perros; otro se malogró, y el último prosperó y fue el origen de los olivos del Perú, siendo los más celebrados los de Moquegua. El olivo robado reapareció en Chile, y a causa de la excomunión contra los ladrones, éstos lo restituyeron al cabo de tres años, pero ya la planta se había extendió en dicho país. Asimismo, en el Perú ya se cosechaba trigo, introducido desde los primeros años de la conquista por Inés Muñoz o María Escobar, que lo plantaron en Lima, y los primeros granos cultivados, por ser aún escasos, los repartieron entre sus amigos. De ese modo se extendió la planta que prosperó en los valles aledaños; en 1539 se instalaron los primeros molinos y por primera vez fijo el cabildo de Lima los precios de venta en 1540. La semilla fue enviada también a Chile. La producción de trigo, solo en los valles de Lima, alcanzó tal prosperidad, que en el siglo XVII se llegó a exportar a Guayaquil, Panamá y otros lugares (este dato es importante pues existe el mito de que el Perú nunca produjo trigo en cantidad). Fue solo después del terremoto de 1687 cuando finalizó dicho auge. La vid también ya se hallaba extendida hacia 1550, atribuyéndose su introducción en el Perú al conquistador Francisco de Caravantes (1537); la planta prosperó sobre todo en los valles de Moquegua e Ica, aunque también los vecinos de Lima la cultivaban en sus huertas.

Otros sucesos importantes

Tras la abdicación del emperador Carlos Quinto en su hijo Felipe II de las coronas de Castilla y Aragón, se produjo la proclamación del nuevo rey en Lima, el día 25 de julio de 1557. Con esta proclamación coincidió la primera acuñación de moneda que se hizo en Lima, la que llevaba en el anverso los bustos superpuestos del Rey y de su esposa María de Inglaterra y la inscripción Phil. et Maria Dei gratia Ang. et Hisp. rexis y en el anverso las armas de España y la leyenda Philp. Dei gratia Hisp. rex.

Acaeció luego la muerte de Carlos Quinto, por lo que se celebraron en Lima las primeras exequias reales y la llegada del sello del nuevo Rey que condujo el oidor Saavedra y que recibió la Audiencia el día 28 de abril de 1558.

Se creó el Consejo de la Real Hacienda, a fin de resolver las peticiones concernientes a este ramo

Se erigió la Real Audiencia de Charcas en 1559 en la actual ciudad de Sucre Bolivia, la cual sería instalada años después, ya bajo el gobierno de los sucesores del Virrey.

Fin de su gobierno

Pese a su meritorio empeño, don Andrés Hurtado de Mendoza debió soportar la antipatía de los funcionarios de la Real Audiencia, que estaban ensoberbecidos por su dilatado ejercicio del poder y coligados con la oligarquía de encomenderos. Dicho tribunal estaba conformado por los oidores antiguos Melchor Bravo de Saravia, Hernando de Santillán y Diego González Altamirano, y los nuevos: Mercado de Peñalosa y Gregorio González de Cuenca (éste había venido con el virrey).

Desde el comienzo el Virrey tuvo malentendidos con el doctor Bravo de Saravia, lo que se agravó con el hecho de no haberle concedido la gobernación de Chile, tal como ansiaba dicho oidor. Con el licenciado Santillán entabló al principio amistad; luego lo mandó a Chile como consejero de su hijo García, pero cuando retornó en 1559, ya se hallaban distanciados. Sometido a juicio de residencia, Santillán retornó a España. El oidor Altamirano fue enviado como Corregidor y Visitador de La Plata, donde se destacó por la severidad de sus procedimientos, lo que ocasionó numerosas quejas, por lo que fue suspendido de sus funciones y enviado a España en 1558.

La Audiencia quedó pues reducida a Bravo de Saravia, Mercado de Peñalosa y González de Cuenca. Á éstos los mantuvo a raya el Virrey, dejándoles la administración de la justicia y comunicándoles tan solo algunos de los asuntos de gobierno. Esto no agradó a Bravo de Saravia, y hubo un violento intercambio de palabras entre ambos, ordenando entonces el Virrey su arresto, pero Saravia logró evadirse y asilarse en el convento dominicano de la capital. Poco después hizo un arreglo con el virrey y volvió a la Audiencia.

Sin embargo, continuó la tensión entre los magistrados y el virrey. Los oidores, aunados al fiscal Fernández y a los oficiales reales, acusaron al virrey de nepotismo y malversación de caudales públicos. Todo ello se sumó a las apasionadas quejas de los vecinos desterrados y de parientes de los rebeldes ajusticiados, desacreditando así la figura del virrey en la Corte. En vista de su mala imagen, el Rey resolvió sustituirlo por Diego López de Zúñiga y Velasco, cuarto conde de Nieva. Debilitado por la reuma y afectado seguramente por la noticia de su destitución, a lo que se sumaron algunos desaires que el Conde de Nieva le hizo en el transcurso de su viaje a Lima, el marqués de Cañete falleció en el palacio de Lima el 14 de septiembre de 1560.3​ Diose a su cadáver sepultura provisoria en la iglesia de San Francisco de Lima, y definitiva en la ciudad de Cuenca de España, a donde fue trasladado años después durante el virreinato de su hijo García.

4. Virrey.- Don Diego López de Zúñiga y Velasco, conde de Nieva. (1561-1564)

Diego López de Zúñiga y Velasco (Burgos, ca. 1500 – Ciudad de los Reyes, 19 de febrero de 1564), V conde de Nieva y caballero de la Orden de Santiago, fue el cuarto virrey del Perú, cargo que ejerció de 1561 hasta su asesinato ocurrido en 1564, muerte que hasta hoy día está teñida de misterio.

Diego López de Zúñiga y Velasco era hijo de Antonio de Velasco y Enríquez de Lacarra, señor de Arnedo, San Ascencio y de la Torre de Sartaguda (nieto del primer conde de Haro) y de Francisca López de Zúñiga y Monroy, IV condesa de Nieva.

Desde temprana edad se inició en los ejercicios caballerescos, y en armonía con los designios paternos, contrajo matrimonio en 1522 con María Enríquez de Almansa y Ulloa, hija de Francisco Enríquez de Almansa, I marqués de Alcañices, y de Isabel de Ulloa y Castilla, así como hermana de Martín Enríquez de Almansa, VI virrey del Perú.

Deseoso de hacerse méritos, participó al lado de Carlos V en la Jornada de Túnez en 1535, donde fueron liberados 20 000 prisioneros cristianos. Luego continuó en la campaña italiana de 1535 a 1536. De vuelta a sus posesiones de Burgos, alternó la montería con las aventuras galantes y el juego.

Luego, se incorporó en el séquito del infante Felipe (futuro Felipe II) durante el recorrido que este efectuó por Flandes y Alemania (1548-1550). Cuando dicho príncipe subió al trono en 1555, fue nombrado Gobernador y Capitán General de Galicia.

De otro lado obtuvo el título de quinto conde de Nieva de Cameros y le correspondieron los señoríos de Arnedo, Valverde, San Ascencio, Cerezo y la Torre de Sartaguda.

Elección como virrey del Perú

Debido a la muerte repentina de Diego de Acevedo y Fonseca, quien preparaba su viaje para hacerse cargo del Virreinato del Perú en reemplazo del Marqués de Cañete, el rey Felipe II lo reemplazó por el Conde de Nieva, despachando el día 15 de diciembre de 1558 las provisiones que lo nombraban como virrey, gobernador y capitán del Perú, así como presidente de la Real Audiencia de Lima.

Por problemas administrativos se retrasó su viaje al Perú, hasta que al fin, rodeado de un numeroso grupo de oficiales, deudos y protegidos, partió el 28 de enero de 1560 desde el puerto de Cádiz. Atravesó el istmo de Panamá en mayo y tras superar unas fiebres tropicales, arribó al puerto de Paita, en la costa norte peruana, desde donde siguió el viaje a Lima por tierra. Hizo su entrada oficial en la capital del Virreinato el 17 de abril de 1561.

El Conde de Nieva se distinguió por sus hábitos cortesanos, su desidia para atender los negocios públicos y su codicia. Lima se transformó en escenario de una suntuosa vida cortesana, con ceremonias de espléndido boato, capilla musical y lucimiento de trajes aparatosos, todo lo cual fue reglamentado por el virrey mediante ordenanzas. Su mandato solo duró tres años.

Marco social

El marco social en que se desenvolvió la administración del conde de Nieva está signado por la incertidumbre y la polémica, que son elementos característicos de los años 1560 peruanos. Es una época de conmoción en las bases políticas, ideológicas y éticas, que promueve la búsqueda de un cambio estructural y de una mejor armonía entre las colectividades española e indígena.

Las resonancias de tal incertidumbre llegaron por cierto hasta la corte española, determinando el envío de visitadores civiles y eclesiásticos al Perú. Desde el punto de vista historiográfico, resalta esta fase por la calidad de los textos que produjeron burócratas, letrados, clérigos o habitantes simples, obras muy apreciables por la densidad de su información, su rigor analítico y la hondura de su pensamiento. En esta época pensaron y escribieron, por ejemplo, fray Domingo de Santo Tomás y el licenciado Juan Polo de Ondegardo.

El problema de la perpetuidad de las encomiendas

El asunto más importante y complicado con el que tuvo que enfrentarse el Conde de Nieva fue si los indios y las tierras podían ser otorgados en perpetuidad a los encomenderos. Los tres comisarios designados para examinar este problema eran Briviesca de Muñatones, Vargas de Carbajal y Ortega de Melgosa.

Nieva y los comisarios remitieron el 4 de mayo de 1562 un informe conclusivo para la Corona, planteando su propuesta acerca del controvertido problema. Situados en una postura intermedia entre ambas causas en juego –la de los encomenderos y la de los curacas (caciques)–, aconsejaban hacer una división tripartita del conjunto de repartimientos. Un tercio se entregaría perpetuamente a los beneméritos, aunque sin goce de jurisdicción; otro tercio se daría por una sola vida, a fin de recompensar a los vasallos leales a la Corona; y el último tercio quedaría en poder de la Monarquía. Sin embargo, las autoridades peninsulares nunca se animaron a otorgar el disfrute perpetuo de las rentas tributarias, pues temían la formación de una aristocracia indiana bien consolidada, capaz de socavar su dominio.

Obra urbanística en Lima

Hizo mejoras importantes en la disposición urbana de la capital. Mencionaremos las más importantes:

Se construyeron los primeros portales de la Plaza Mayor de Lima.

Adjudicó a la ciudad el 16 de noviembre de 1562 en calidad de “propios” un terreno contiguo al de palacio en el que se formaron tiendas y cajones destinados a convertirse en pescadería, bodegones y tabernas.

Estableció un primitivo sistema de alcantarillado y de desagüe en la capital.

Expidió un reglamento sobre la plantación de árboles en el interior de las casas. Fue en esos años en que se plantaron los primeros olivos en Lima.

Inició la obra de dotar a la ciudad de agua potable traída desde un manantial aledaño, pues hasta entonces no se había usado sino el agua del río. Como la obra demorara mucho tiempo y no alcanzaran los recursos del erario público para terminarla, se resolvió aplicar un impuesto sobre las carnes, llamado “impuesto de la sisa”. El agua llegó a la fuente de la Plaza Mayor años después, cuando ya Nieva había fallecido, y fue todo un acontecimiento para la ciudad.

Real patronato

Se erigió un colegio para niñas pobres bajo la advocación de Nuestra Señora de Atocha, en 1562, por iniciativa de Ana de Solórzano.

Se concluyó la edificación de la Iglesia de San Sebastián en 1562.

Se erigió el Hospital de San Lázaro, para la curación de los enfermos de lepra, mal que atacaba principalmente a los esclavos negros (1563). Fue Antón Sánchez quien tomó la iniciativa de fundar tan noble institución, al comprar unos solares y una huerta en la otra banda del río Rímac, en el paraje habitado entonces por unos cuantos indios pescadores, donde resolvió levantar en ellos una pequeña capilla y dos salas para atender a los enfermos. Dicha institución de labor asistencial habría de perdurar hasta los días de la República.

Se aprobó el funcionamiento del Monasterio de la Encarnación, al que fueron trasladadas las beatas agustinas.

Empresas de exploración

Aunque había sido organizada antes de que asumiera el poder el Conde de Nieva, debemos mencionar la expedición hacia Omagua y el Dorado comandada por Pedro de Ursúa, quien cruzó el río Amazonas por segunda vez, después de Orellana. Pero uno de los lugartenientes de dicha expedición, el famoso Lope de Aguirre, se rebeló y ejecutó a Ursúa. Aguirre desconoció la autoridad de Felipe II y se proclamó “Príncipe de la libertad de los reinos de Tierra Firme y provincias de Chile”, pero sus propios hombres desencantados lo ejecutaron en 1561.

El 14 de diciembre de 1561 el virrey ordenó a Gómez de Tordoya explorar el río Tono (hoy río Madre de Dios, al oriente del Cuzco), con la misión de conquistar y poblar todas las tierras situadas 150 leguas hacia levante. El 24 de diciembre envió en comisión a Juan Nieto a conquistar el territorio de Apolobamba, al oriente del lago de Chucuito (zona montañosa de la actual Bolivia). En 1562 envió a Diego de Alemán a las regiones de los Mojos (N.E. de la actual Bolivia) y en 1563 envió a Melchor Vásquez Dávila al poblado de los Quijos y Canelos (oriente del actual Ecuador). La Corona, sin embargo, en vista del fracaso de la expedición de Úrsua, limitó las prerrogativas virreinales en este asunto y expidió el 13 de julio de 1563 una Ordenanza para limitar la conquista. A Tordoya se le revocaron sus poderes, mandándosele suspender la jornada. En cuanto a Diego Alemán, tras pasar la cordillera al oriente de Cochabamba, vino a morir a manos de los indios y se deshizo la expedición.

Fundación de ciudades y villas

El Conde de Nieva continuó la política colonizadora de su antecesor, el Marqués de Cañete, y ordenó la fundación de nuevas poblaciones en lugares estratégicos, a manera de centros de enlaces con las ciudades ya existentes. Era también una manera de dar ocupación a los vagos y a los numerosos españoles que venían al Perú a buscar fortuna. Mencionaremos las principales poblaciones que fundó, por intermedio de sus subordinados:

La villa de Arnedo, en el valle de Chancay, a 65 km al norte de Lima, fundado por Luis Flores en un día no precisado de entre el 15 y 31 de diciembre de 1562, siguiendo las instrucciones del virrey cuyo plan era mudar allí la Universidad de San Marcos con el fin de aislar a los estudiantes del ruido de la capital. Recibió el nombre de Villa de Arnedo en recuerdo de un feudo que el virrey poseía en España. Es la actual ciudad de Chancay.

La villa de Valverde, en el valle de Ica, fundado por el capitán Jerónimo Luis de Cabrera ​sobre las ruinas de la antigua población de Tacaraca en el año de 1563, desconociéndose el día y el mes (probablemente el 15 de agosto). Su nombre recordaba al de un pueblo español sobre el cual el virrey ejercía señorío. Moraron allí al principio 40 vecinos. Fue conocida también como villa de San Jerónimo, en honor a su fundador. Destruida durante un terremoto ocurrido entre 1568 y 1571, la villa se trasladó al lugar donde actualmente se halla. Es la actual ciudad de Ica.

La villa de Santiago de Miraflores, en el valle de Saña, 24 leguas al norte de Trujillo, en el camino hacia San Miguel de Piura, fundada por el capitán Baltasar Rodríguez, el 29 de noviembre de 1563. Este poblado, conocido simplemente como Saña, pronto prosperó y se convirtió en uno de los principales centros agrícolas y comerciales del Virreinato, hasta su desaparición en 1720, por una inundación.

La villa de Nieva (actual San Salvador de Jujuy), en el norte de Argentina, que fue incendiada dos años después por los indios omaguaca.

Poco antes del arribo del virrey había ya sido fundada la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en el extremo suroriental de la Provincia de los Charcas, en la actual República de Bolivia. El fundador fue el capitán Ñuflo de Chaves, el día 26 de febrero de 1561, tras llegar al mando de una expedición venida desde el Paraguay. El Conde de Nieva se limitó a impulsar el crecimiento del nuevo poblado, que hoy es el más importante de Bolivia.

Auge minero

Bajo su mandato fueron dictadas ordenanzas para el trabajo de los yacimientos de plata de Huamanga. El rendimiento de estas minas, sumadas a las de Potosí, hizo que la Real Hacienda experimentara un crecimiento sostenido: se remitió a la Corona un total de 684.287 ducados en metales preciosos.

En esta época tuvo también lugar el afortunado descubrimiento de las vetas de azogue o mercurio en la región de Huancavelica (1563), de la que existen varias versiones. Una de ellas dice que unos indios de Angaraes, cuyas mujeres usaban el bermellón (mineral que contiene azogue) como cosmético, comunicaron al encomendero Amador Cabrera la existencia de un yacimiento cercano a las minas de Palca, explotadas por el portugués Pedro de Contreras. La segunda versión refiere que en 1563 un indio llamado Gonzalo de Ñahuincopa, curaca del pueblo de Acoria, reveló a Cabrera la existencia de los yacimientos de cinabrio como muestra de gratitud, pues éste había perdonado a su hijo la pérdida de un sombrero valioso usado durante las festividades del Corpus Christi.

Cabrera presentó la denuncia de las minas el 1º de enero de 1564, dándoles el nombre de “La Descubridora”. La denuncia fue amparada y se le otorgó derecho de propiedad. La mina fue llamada posteriormente “Todos los Santos” y finalmente “Santa Bárbara”, y fue durante 150 años la mayor productora de mercurio del mundo.

El azogue o mercurio fue un metal de suma importancia pues servía para beneficiar de manera más provechosa la plata que se explotaba en Potosí y en otros lugares, mediante la técnica de la amalgama. La reglamentación de las labores mineras y la implementación del sistema de la mita se daría algunos años después, ya bajo el gobierno de Francisco de Toledo.

Otros hechos importantes

Se abrió juicio de residencia a los oidores que ejercieron interinamente el gobierno del Perú tras la muerte del virrey Andrés Hurtado de Mendoza.

En septiembre de 1561 se instaló la Real Audiencia de Charcas, propuesta ya una década atrás por Pedro de la Gasca en vista de la riqueza demográfica y económica de las provincias del Alto Perú. Su regente fue el licenciado Ramírez de Quiñónez. En 1563 se decretó también la creación de tribunales semejantes en Quito y Chile, medidas todas que tenían como fin descentralizar el ministerio judicial y descargar de trabajo a los funcionarios asentados en Lima.

Por cédula de 29 de agosto de 1563 se señalaron los límites jurisdiccionales de la Audiencia de Charcas, que comprendían dentro de ellos la provincia de Tucumán, el país de Mojos y Chunchos, el territorio del Collao y Ayaviri e incluso el territorio del Cuzco, medida esta última que fue derogada en 1573.

Otro acontecimiento destacado fue el de la lucha sostenida por los mineros de Potosí para librarse de la tutela administrativa de la Ciudad de La Plata, sede de la Audiencia. Para lograr su autonomía bajo el título de Villa Imperial de Potosí, los mineros pagaron a la Corona 79.000 pesos ensayados.

En una instrucción de 10 de diciembre de 1563 se ordenó disponer la navegación del río Pilcomayo con la intención de establecer el tráfico mercantil entre el río de la Plata y el Alto Perú, pero el proyecto fracasó.

Descrédito

Nieva adquirió fama por su tendencia a despilfarrar los caudales públicos, por lo que el Rey, en 1563, prohibió a los oficiales reales de Lima que pagaran los libramientos del virrey sin previa licencia real. Era también ampliamente conocido por sus constantes actos de infidelidad conyugal (había dejado a su mujer en España), lo que obligó a que en la Corte se emitiera la Real Cédula del 27 de febrero de 1563, que por primera vez conminaba a un virrey a vivir con «más recatamiento».

El descrédito de este virrey ante el Consejo de Indias fue en aumento en la medida que se conoció que él y su hijo Juan recurrían a actos de corrupción y de cohecho para incrementar sus recursos económicos. Se sabe que los mejores oficios públicos fueron confiados al séquito de cuarenta caballeros criados que llegaron con este virrey de España. Todo ello desató el odio del grupo de conquistadores y los hijos de estos, quienes veían al virrey como un advenedizo imbuido de suma arrogancia.

Muerte misteriosa

La muerte del virrey tuvo lugar en medio de extrañas circunstancias. Sucedió en la madrugada del 19 de febrero de 1564, y la versión que circuló al principio fue que falleció de un fulminante ataque cerebrovascular, que le sobrevino cuando se hallaba durmiendo en su lecho. Sin embargo, pronto se supo que su muerte no había sido natural y circuló la versión de que lo habían encontrado agonizante, esa misma madrugada, en la calle de Trapitos, cercana al Palacio Virreinal (hoy cuadra 2 de la Avenida Abancay). Según esta versión, había sido golpeado rudamente luego de deslizarse furtivamente desde el balcón de una casona mediante una escala de mano, tras haber tenido un encuentro galante con Catalina López de Zúñiga, esposa de Rodrigo Manrique de Lara y a la vez prima del virrey. Los asesinos serían los criados del esposo burlado, quienes lo golpearon con pequeños sacos de arena hasta dejarle desvanecido. El único testigo fue un caballero que vivía en la acera del frente y que en ese momento tomaba el fresco en el balcón de su casa (era verano), un tal Pedro Ortiz de Zárate (hijo del oidor de la primera audiencia de Lima), quien envió a sus esclavos para que averiguaran lo que pasaba. Estos recogieron el cuerpo caído y lo llevaron ante Pedro, quien impactado al reconocer al virrey, informó de inmediato a los oidores. Lo llevaron a su Palacio y estando todavía casi exánime lo acostaron en su lecho, donde terminó por fallecer.​

Muchas otras versiones surgieron en torno a esta extraña muerte. Pedro de Mexía de Ovando, en su obra inédita Memorial Político​ afirmó que la muerte del virrey fue provocada por un landre o tumor venéreo que le dio en sus genitales, consecuencia de su vida libertina, y que la versión de los golpes con saquillos fue un invento para difamarlo. Al margen de todas las conjeturas que se han venido tejiendo a través de los siglos, es posible afirmar ahora que no fue Rodrigo Manrique de Lara su asesino, ni por causa de su esposa Catalina, pues ninguno de ellos estuvo en el Perú en esos días, de acuerdo a las investigaciones hechas por el historiador José Antonio del Busto.

El poeta peruano José Santos Chocano (1875-1934) fue más allá​ con estas bellas y elocuentes letras relativas a un hecho tradicional que en su momento y mucho tiempo después hizo nota, relativo a las cuitas amorosas del señor de Nieva e la antigua calle Trapitos, escala de seda de por medio.

 LA TAPADA

      (CRÓNICA DEL VIRREY CONDE DE NIEVA)

A D. Ricardo Palma

                                    I

Fue hermosa la limeña que alzó su celosía

para mirar la entrada de aquel Virrey, un día;

y sobre el Conde altivo cayeron sus miradas

como una fresca lluvia de rosas deshojadas:

así de los cohetes se ven caer las luces…

Alzó el Virrey la frente… y a modo de las cruces

que forman cuatro espadas en varonil querella,

los ojos del chocaron contra los ojos della.

¿Y qué pasó?… En la esquina doblando fue el tumulto;

pero el Virrey llevaba más regocijo oculto

que el que mostraba el eco de aquella algarabía.

Y era su regocijo porque, a la vez que había

su entrada sido un triunfo como en ciudad sagrada,

en corazón limeño también hizo su entrada.

                                    II

—Tapada: vuestro ojo me atrae.

                                                        —Impertinente

estáis.

              —Tapada, veros querría vuestra frente.

—Dejadme, voy al templo.

                                              —Tapada: abrid un poco,

por caridad, el manto.

                                        —¿Qué os habéis vuelto loco?

—Tapada, no es bastante veros un ojo apenas.

—Casada soy. Vizconde.

                                              —¡Yo sé romper cadenas!

Los pies que lucís breves y el ojo que entre el manto

mostráis y la cimbrada cintura, son mi encanto;

y yo en verdad os juro, tapada misteriosa,

que ni el Virrey es digno de tan gallarda esposa…

—¿Que… ni… el Virrey?—

                                            El ojo de la gentil tapada

brilló como si fuese la punta de una espada;

y en la nerviosa diestra se estremeció el rosario

cogido entre los broches de su devocionario:

fue un raudo movimiento; pero el Vizconde pudo

decirla astutamente:

                                      —¡Comprendo, seré mudo!

                                    III

Galanteador Vizconde, ¿qué piensas tú que quieres

que a poco de quererlo te quieran las mujeres?

¿Qué crees tú que sigues a la tapada bella;

y en un discreto quicio te ocultas cuando ella

llega a su hogar? ¿Te asombras? Es la mujer del viejo

Marqués, tu amigo, el propio que forma en el cortejo

de siempre trasnochados y eternos jugadores.

¿Felices son tus juegos? ¡Fatales tus amores!

En vano enamorarla pretendes.

                                                        Ningún día

sobre tus lentos pasos se alzó su celosía;

y, en vueltas y revueltas gastaste, inútilmente,

miradas y suspiros.

                                    La dama indiferente

fue hiriendo tu amor propio: te diste por vencido.

—¿Conque el Virrey tan solo…? ¡No lo echaré en olvido!—

¿Olvido? Muy en breve lo recordaste: cuando

trompetas y atambores rompieron tras del bando

famoso de las capas; famoso y tan famoso

que por un mes vivieron las lenguas sin reposo.

Al mes, todos sabían eso que tu callaste

El bando de las capas fue un bando de contraste:

que nadie en ciertas horas de noche se embozara.

¿Quién maliciar pudiese que iba a ocultar su cara

en capa, ese que en bando la declaró prohibida?

Al mes, Nieva pagaba su bando con la vida.

                                    IV

Y sucedió que en medio de alegre comentario,

dijo el Marqués:

                              —No atino qué fin extraordinario

persigue el Conde en ello. ¿Será contra algún mozo

galanteador que oculta la infamia entre su embozo?

¿Será que a ley severa de honestidad responde,

en pro de ajenas honras? Decid, señor Vizconde.

—¡Marqués, tened presente que la mujer no es juego.

—Ya sé: la mía es mía. No importunéis, os ruego;

que si por mala suerte perdisteis la fortuna

a un golpe de mis dados, ya no os valdrá ninguna

manera de desquite con frases de ironía.

¿Que la mujer no es juego? Ya sé: la mía es mía.—

Tal zumba a la manera de airoso rehilete

un diálogo brevísimo en torno de un tapete.

El gran reloj que triunfa sobre la escueta sala,

con péndulo de bronce, como severa gala,

única que se muestra contra el pelado muro,

las doce marca.

                              El cielo cuelga un crespón obscuro

en la ojival ventana y hunde una clara estrella.

Así el Marqués entonces —¿Si será un ojo della?

Y luego: —¡Basta! ¡Basta!

                                              —Pensad en lo que he dicho

—reitera el perdidoso —Marqués: no es un capricho;

porque, en verdad, yo creo que disipáis las noches

y que mejor os fuera dejar tales derroches

para cuidar la honra, que es más que la fortuna,

¡Ah! ¡la fortuna es varia, pero la honra es una!

—Y bien, señor Vizconde, guardad ese consejo

que viejo soy… y…

                                  —Justo: lo recibís por viejo.

—Y digo que no es propio de gente bien nacida

buscar tales desquites. Yo os juro, por mi vida,

que si tenéis veinte años menos que yo, mi estoque

veinte años más que el vuestro se ejercitó en el choque.

Cuidad la lengua, amigo; que mi hoja toledana

tiene más fina punta.

                                      —¡Ya lo sabréis mañana!—

                                    V

—¡¡Tú eres!!

                        En ambos ojos puesto el mayor espanto,

clama la hermosa joven, que se deshace en llanto

y que se arrastra y grita.

                                          —¡Mujer, mujer! ¿qué has hecho

de mí honra? ¿hay alguno debajo de mi lecho?

—Las doce son, ¡Dios mío!

                                                —¿Ésta será la hora?

¿No tardará el infame galán que te enamora?

Quizás por los balcones… Si tal… Aquí la escala…

La calle obscura… Apenas un bulto que resbala :

¡que suba, sí, que suba!… Trabaja en la subida;

pero verá ¡qué fácil en cambio es la caída!—

Y luego, un grito.

                                  El grito resuena en el profundo

silencio de las sombras en que descansa el mundo;

y crujen los balcones de la vecina casa;

y agrupa sus linternas la ronda cuando pasa.

¡Un muerto! ¿Quién? Al punto, sobre su rostro brilla

una linterna. ¡Asombro! Y el jefe de cuadrilla

que ve la escala y sabe que es el Virrey el muerto,

le dice así a los otros:

                                        —Esto que veis ¡no es cierto!—

                                    VI

El viejo Marques lánzase en busca del Vizconde;

y lo pregunta cómo pudo saber y en dónde

de aquella su deshonra.

                                            Y el joven perdidoso

le dice:

              —Os di el alerta, pero os quité el reposo;

y fue, en verdad, a un golpe de aquel instinto ciego

que pone una fortuna sobre una carta en juego.

Vos me ganasteis. Dicen los buenos jugadores

que el que es feliz en juegos fatal es en amores…

—Sabed, yo necesito silencio al fin.

                                                                —¿Y cómo?

¿Vais a ofrecerme plata?

                                              —¡Voy a ofreceros plomo!

Cuando ya en alto oprime pistola amartillada,

lleva el Marqués las manos al pecho:

                                                                  ¡hay una espada!

                                    VII

En el siguiente día, según mandó la Audiencia,

cadáver en el lecho fue hallado Su Excelencia;

y aunque las lenguas largas hicieron su relato,

disimulose el crimen en gracia del recato.

Cuando a las seis llegaba tal día en su carrera,

para el audaz Vizconde, que el gran culpable fuera,

cerrojos de la cárcel abriéronse un momento;

y para la limeña cerrojos de un convento.

                                    *

                                *       *

Limeña: esas miradas que, en memorable día,

sobre el Virrey cayeron desde una celosía,

hacen pensar en rasgos de un nuevo Juan Tenorio

al relumbrar en medio del triste locutorio…

Vizconde: estás perdido. Te queda un gran consuelo

un ojo de limeña te causa tal desvelo;

pero ¡ay! si la tapada se rinde a tus antojos

¡y, en vez de mirarle uno, le miras los dos ojos!

autógrafo

José Santos Chocano

El Conde de Nieva fue sepultado provisoriamente en la iglesia de San Francisco de Lima. Después, su hijo Juan de Velasco solicitó permiso al Cabildo para extraer el cuerpo y llevárselo a San Juan de Estrella en España. Así se hizo, con el beneplácito del Arzobispo Jerónimo de Loayza.

El gobernador Lope García de Castro, quien vino al Perú a reemplazar al conde de Nieva (aunque sin el título de virrey), decidió no continuar con las investigaciones iniciadas por la Audiencia de Lima en torno a la muerte del virrey, al ver que el asunto comprometía no solo el prestigio y el nombre del mismo, sino también de algunas familias poderosas de Lima.

Matrimonio y descendencia

Contrajo nupcias en 1522 con María Enríquez de Almansa y Ulloa, hija de Francisco Enríquez de Almansa, I marqués de Alcañices, y de Isabel de Ulloa y Castilla, así como hermana de Martín Enríquez de Almansa, virrey de la Nueva España y virrey del Perú.

Fruto de su matrimonio nacieron:

Beatriz de Velasco. Casada con Rodrigo Manuel de Villena y Rojas, señor de Belmonte y Cívico (sin descendencia).

Blanca de Velasco. Casada con Álvaro Manrique de Zúñiga y Sotomayor, I marqués de Villamanrique, virrey de la Nueva España, hijo de los duques de Béjar. Fueron padres de:

Francisco de Zúñiga y Velasco, II marqués de Villamanrique. Casado con su prima hermana Beatriz de Velasco y Zúñiga, hija de Antonio de Zúñiga y Velasco, VI conde de Nieva, y de Catalina Ramírez de Arellano (con descendencia).

Antonio de Zúñiga y Velasco, VI conde de Nieva. Casado con Catalina Ramírez de Arellano, hija de Pedro Ramírez de Arellano y Zúñiga, y de su sobrina carnal Ana Ramírez de Arellano y Zúñiga, IV condesa de Aguilar de Inestrillas. Fueron padres de:

María de Zúñiga y Velasco, VII condesa de Nieva. Casada con su primo hermano Francisco Enríquez de Almansa y Manrique, I marqués de Valderrábano, hijo de Martín Enríquez de Almansa y Ulloa, señor de Valderrábano, virrey de la Nueva España y del Perú, y de María Manrique de Lara y Pimentel, a su vez hija de los III marqueses de Aguilar de Campoo, (sin descendencia).

Francisca de Zúñiga y Velasco, VIII condesa de Nieva. Casada con su pariente Luis de Ulloa y Quiñones, III marqués de la Mota, hijo de Pedro de Ulloa y Quiñones, y de su sobrina carnal Mariana de Ulloa y Pardo de Saavedra, II marquesa de la Mota (con descendencia).

Beatriz de Velasco y Zúñiga. Casada con su primo hermano Francisco de Zúñiga y Velasco, II marqués de Villamanrique, hijo de Álvaro Manrique de Zúñiga y Sotomayor, I marqués de Villamanrique, virrey de la Nueva España, y de Blanca de Velasco (con descendencia).

Pedro de Velasco (sin descendencia).

Sancho de Velasco. Fue caballero de la Orden de Santiago​ (sin descendencia).

Juan de Velasco (sin descendencia).

Isabel de Velasco (sin descendencia).

5. Virrey.- Don Francisco de Toledo, conde de Oropesa. (1569-1581)

Era el hijo tercero de D. Francisco Álvarez de Toledo, tercer Conde de Oropesa y de Da. Manuela de Figueroa, hija del Conde de Feria, D. Gómez Suárez de Figueroa.

Disfrutaba, al tiempo de ser nombrado Virrey, de una encomienda en la Orden de Alcántara y, poco antes de marchar al Perú, recibió el nombramiento de Mayordomo de Palacio.

Enviado por Felipe II, por su carácter perspicaz y enérgico a levantar la real tasa del Perú, este virrey no sólo produjo a satisfacción el mandato del monarca sino que dispuso que en el dilatado reino los indios se agruparan en reducciones, con el propósito de usar mejor de su mano de obra, cobrarles los impuestos y darles doctrina. Es el creador de la reducción de indios de Lima, llamada el Cercado. Ambicioso en el celo del cumplimiento de su tarea, a él se debe, como se tiene dicho, el censo-inventario de los recursos humanos, animales y demás del Perú registrado en la Tasa de la visita general.

Renglón aparte y a propósito de este importante documento se conoce las encomiendas que D. Pedro de la Gasca había otorgado en 1548 a mi antepasado y ascendiente por la línea materna, D. Agustín Jara de la Cerda y Valer de los Ríos, Regidor Perpetuo, Depositario General y Alcalde ordinario de la ciudad del Cusco, hijo de Don Agustín Jara de la Cerda Godoy y Palomino, Regidor perpetuo de la misma ciudad, y de doña María Josefa Valer de los Ríos y Castro, su mujer, hija de Don Gonzalo Valer de los Ríos y Cabrera, y de Doña Agustina Arias de Castro. Descendiente del famoso Conquistador y Adelantado Don Gonzalo de Valer, que por especial Real comisión hizo en el Perú los primeros reglamentos a favor de la Real Hacienda.

El primer Marqués de Casa Jara descendía por línea paterna de Don. Gaspar Jara de la Cerda, natural de Badajoz (Extremadura), fundador de esta Casa en el Perú, uno de los principales conquistadores de aquellos reinos, gran enemigo de los Pizarro, y uno de los principales pobladores y regidores de la ciudad del Cusco, su Primer Alguacil Mayor del Santo Oficio al establecimiento en aquel Reino de la Inquisición, en 1571. Encomendero de Lampa, llamada de Lampaxara, de Nicario, de Nicasio, Capi y Mapay o Macari (ver la Tasa General) Don Agustín Jara de la Cerda y Valer de los Ríos fue creado por el Rey Don Fernando VI, y en recompensa de los 25,000 pesos dados por él para atender a las necesidades de la guerra durante el anterior reinado, título de Castilla, con la denominación de Marqués de Casa Jara, por su Real cédula fechada en el Real Sitio del Buen Retiro a 20 de marzo de 1754, y de la que, creándolo previamente Vizconde de Valer, se expidió el correspondiente Real despacho en el Buen Retiro el 9 del siguiente mes de julio, refrendado por el Secretario Don Agustín de Montiano y Luyando, título creado libre, perpetuamente, del pago de lanzas y de media anata.

Casó Don Agustín Jara de la Cerda y Valer de los Ríos, Primer Marqués de Casa Jara, cuatro veces: la primera, con Doña María Josefa de Somiano y Quint, hija de Don Gabriel de Somiano y Zumalave, Caballero del Hábito de Calatrava, Corregidor de la provincia de Paucartambo; nace de este enlace una hija que murió en la infancia; su segundo matrimonio lo celebraría con Doña María de Ugarte y Seliorigo, hija de Don Gabriel de Urtarán Pérez de Ugarte, Caballero de la Orden de Santiago, Maestre de Campo de la Infantería Española, y de doña María Teresa de Seliorigo, quien tuvo otra hija llamada Doña Teresa Jara y Ugarte, que casó en el Cuzco con Don Sebastián de Concha.

Falleció Don Agustín de la Cerda y Valer de los Ríos, Marqués de Casa Jara, en la ciudad del Cusco, el día 9 de noviembre de 1755, bajo poder para testar el 25 de octubre del mismo año ante el escribano público Tomás de Cárdenas.

6. Virrey.- Don Martín Enríquez de Almanza (1581 – 1583

Martín Enríquez de Almansa y Ulloa (Alcañices, Toro o Valladolid, 1508/1511 – Lima, Perú, 12 de marzo de 1583), fue un político y militar español, IV virrey de Nueva España (1568-1580) y VI virrey del Perú (1581-1583).​

No se conoce ni el lugar ni la fecha de nacimiento, aunque probablemente nació en Alcañices donde sus parientes más cercanos están enterrados, o en Toro.1​ De sangre real, fue el tercer hijo de Francisco Enríquez de Almansa, I marqués de Alcañices y señor de la villa de Almanza, el cual era bisnieto paterno del infante Fadrique Alfonso de Castilla, quien a su vez era hijo del rey Alfonso XI. Su madre fue Isabel de Ulloa y Castilla, también parte de la familia real española por parte materna. Su padre creó el mayorazgo de Valderrábano el 19 de febrero de 1540. Su hermano mayor heredó el marquesado de Alcañices.

Virrey de la Nueva España

En 1568 el rey de España Felipe II convocó en Madrid a una Junta Magna de los miembros del Consejo de Indias, del Consejo de Castilla, entre otros magistrados y políticos, con el fin de tomar innovadoras medidas con respecto a la administración de los dominios de América, asunto que había sido postergado por la corona. Felipe II, hasta entonces absorbido por los problemas europeos, volcó de pronto su interés en sus colonias ultramarinas, con el fin de reforzar en ellas su poder. En dicha Junta se acordó la elección de Francisco Álvarez de Toledo como virrey del Perú y la de Martín Enríquez de Almansa como virrey de la Nueva España.

El gobierno de Martín Enríquez de Almansa en la Nueva España se inició el 5 de noviembre de 1568 y culminó doce años después, antes de ser promovido al virreinato del Perú. Diversos autores concuerdan en que esta larga administración fue hábil y benéfica. En un libro publicado en 1983, Antonio F. García-Abásolo ha estudiado los aspectos principales de este gobierno, basándose en abundante documentación (Martín Enríquez y la reforma de 1568 en Nueva España, Sevilla).​

Obras y sucesos importantes

La primera acción que hizo Enríquez de Almansa al llegar al puerto de Veracruz fue desalojar un puesto de piratería que habían establecido los ingleses en la Isla de Sacrificios, desde donde atacaban a los barcos que entraban o salían de la bahía. Los españoles ganaron la batalla de San Juan de Ulúa y entre los piratas o corsarios que fugaron derrotados estaban los famosos Francis Drake y John Hawkins.

Poco después, ya instalado en la capital, tuvo que enfrentar el conflicto de intereses entablado entre los frailes franciscanos y el clero secular, pretendiendo los unos que se volviese a su convento la procesión que por costumbre antigua conducían aquellos a la Iglesia de Santa María la Redonda. Las palabras no pudieron satisfacer a los contendientes, que en medio de la procesión y turbando la solemnidad de la fiesta religiosa, apelaron a la vía de los hechos, tomando parte en favor de los frailes la numerosa población de indios de aquel barrio que dejó harto mal parados a sus contrarios, hiriendo y matando a algunos con la nube de piedras que sobre ellos descargaron. Se evitaron mayores consecuencias por la prudente conducta del virrey, que a fuerza de medidas conciliatorias logró calmar los irritados ánimos.

En 1570 el virrey organizó una campaña militar contra los huachichiles, indios chichimecas que amenazaban los centros mineros de Querétaro, a consecuencia de la cual fundó en Zacatecas los presidios de Ojuelos y Portezuelos y en Guanajuato el de San Felipe.

Bajo su gestión, se creó formalmente el Tribunal del Santo Oficio o la Inquisición, llegando en 1571 el primer inquisidor Pedro Moya de Contreras. En 1574 se efectuó el primer auto de fe en Ciudad de México, en el que se castigaron a 63 penitentes.

También ingresaron nuevas órdenes religiosas, como las de los Hospitalarios de San Hipólito y la Compañía de Jesús en 1572. Los hospitalarios levantaron el Hospital de San Hipólito, y los jesuitas abrieron el Colegio de Pátzcuaro, en 1574.

Tuvo un serio incidente con el comisario de los franciscanos Francisco Rivera. Este, molesto porque el Virrey no le había concedido una audiencia luego de larga espera, lo zahirió en una prédica que dio en la catedral. Celoso de su autoridad, el virrey logró que se ordenara al comisario volver a España. Para eludir dicha pena, el comisario reunió a todos sus frailes y, entonando los salmos sagrados, tomaron camino a Veracruz, conmoviendo a la supersticiosa población indígena, a tal punto que el virrey, temeroso de una revuelta, tuvo que cejar y escribir a Rivera en términos comedidos, suplicándole que volviese a obtener la justicia que reclamaba.

En 1573 se fundó el Convento de religiosas de Balvanera con el título de Jesús de la Penitencia y el Colegio de Santa María de Todos los Santos, que en 1700 fue declarado colegio mayor. También se comenzó la edificación de la magnífica Catedral de México y un año después las construcciones del Convento de la Merced. En 1575 se fundó la Parroquia de San Pablo y en el siguiente año el Santuario de Nuestra Señora de los Remedios, lugar este último que tenía la ermita fundada en recuerdo de la Noche Triste. Por último, en 1579 se fundó el Convento de religiosas de Santa Clara.

Se fundó la villa de Celaya, en 1571, por obra de vizcaínos (su nombre deriva de Zelaya, localidad vizcaína), y la villa de San Felipe, en los despoblados de San Luis de Potosí.

En 1576, funda la Villa de León, lo que hoy es León, Guanajuato. Estalló una epidemia de viruela que mató a millares de indígenas, hecho que motivó que el virrey ordenara que se establecieran hospitales para la atención de los enfermos, declarando además que los afectados quedaran exentos del tributo.

Comisionó a los indios la construcción de obras defensivas destinadas a evitar las constantes inundaciones provocadas por el desborde de los ríos del valle de México durante la época de las lluvias.

Quebrantada su salud por un largo mandato de más de una década, solicitó al rey Felipe II que lo relevara del cargo. Pero el monarca, queriendo aprovechar su experiencia en el manejo de los asuntos indianos, lo promovió el 26 de mayo de 1580 a los oficios de Virrey, Gobernador y Capitán General del Perú y Presidente de la audiencia de Lima. Debía sustituir en el mando al enérgico y exitoso Francisco Álvarez de Toledo, el organizador del virreinato peruano.

Virrey del Perú

Martín Enríquez de Almansa. Retrato juvenil que se conserva en el MNAAHP, Lima, Perú.

Ya achacoso, Enríquez se embarcó en el puerto de Acapulco el 9 de diciembre de 1580 y tras 85 días de viaje arribó al Callao, donde desembarcó el 4 de mayo del año siguiente. Luego entró a Lima bajo palio, tomando oficialmente posesión de su gobierno el 15 de mayo de 1581. En las cartas escritas por el virrey tras su instalación en el Perú puede descubrirse alguna traza de envidia o enfado por el sello demasiado personalista que su antecesor había impreso a las tareas administrativas.

Obras y otros sucesos importantes

Una de las primeras medidas que acordó, contradiciendo el parecer de su antecesor, fue la reapertura del Colegio de la Compañía de Jesús, donde los vecinos de Lima enviaban a educarse a sus hijos. Empero, este Colegio no recibía a estudiantes foráneos y vista esta carencia, el virrey permitió a los jesuitas instituir el Colegio Real de San Martín (11 de agosto de 1582), a fin de recibir a los muchachos de origen provinciano que venían a la capital para seguir estudios universitarios. Su primer rector fue el padre Pablo José de Arriaga.

En 1581 creó el corregimiento de Huancavelica y nombró a Juan Maldonado de Buendía como su primera autoridad.

En lo que respecta al real patronato, fundó en la Universidad de San Marcos una cátedra de quechua a la que ordenó asistieran los sacerdotes vinculados a la prédica entre los indígenas.

Puso en marcha un sistema de correo de postas, utilizando corredores o chasquis, similares a los de la época incaica. La diferencia, sin embargo, consistía en su institucionalización como servicio permanente. Su fin era regularizar la comunicación postal entre Lima y el rico asiento de Potosí. Para garantizar su mantenimiento entregó su administración a un concierto de empresarios que asumieron las funciones de correo mayor.

Mejoró el servicio de la mita que hacían los indios en las minas de Potosí y Huancavelica. Remitió a España un total de 1.280.879 pesos en metales finos.

Una flota partió de España para vigilar el paso del Estrecho de Magallanes, donde años atrás había cruzado el corsario inglés Francis Drake para asolar las costas de Chile y Perú. Una sección de esta flota, bajo el mando de Pedro Sarmiento de Gamboa llegó a la boca del estrecho en febrero de 1584. Sarmiento fundó dos poblaciones para su defensa, Ciudad del Nombre de Jesús y Ciudad del Rey Felipe, que no tuvieron permanencia.

Acató una orden dada por la Corona en 1580, de construir cuatro galeones para aumentar la Armada del Sur compuesta apenas por un barco y un bergantín. Pero el virrey alegó ante las autoridades metropolitanas que la escasez de oficiales carpinteros de ribera y madera hacían imposible la conclusión de dicha empresa. Su recomendación fue que dichas naves se hicieran en Filipinas, islas colonizadas desde el virreinato de la Nueva España, con el que mantenía una constante relación. Pero el rey insistió en que se alistasen algunos navíos, en vista de la guerra que se veía venir contra Inglaterra, a lo que respondió el virrey que haría todo lo posible. En definitiva, poco se pudo hacer en lo concerniente a la defensa de las costas.

Durante su mandato llegó una real cédula que prohibía la producción en el Perú de vino, aceite, seda, papel y paños, en el marco del proteccionismo implementado por la Corona, que no quería que las industrias de sus colonias hicieran la competencia a las de la península.

Empezó a intensificarse el comercio con las Filipinas, y a través de este archipiélago, con China. En 1581 arribó al Callao un navío enviado desde Filipinas, con un cargamento de porcelana, hierro, especias, seda, cera y otros objetos procedentes del Lejano Oriente, que se vendían a precios más baratos que los productos importados de Europa. Pero el mismo virrey, temeroso del aumento del contrabando, prohibió luego este comercio transpacífico y, en coordinación con el virrey de Nueva España, lo limitó al puerto de Acapulco.

En este tiempo ocurrió la entrada en Lima de su segundo arzobispo, Toribio Alfonso de Mogrovejo, el 11 de mayo de 1581, quien convocó un Concilio de la provincia eclesiástica de Lima o III Concilio limense, inaugurado el 15 de agosto de 1582. En esta reunión eclesiástica participaron los obispos sufragáneos de Quito, Cuzco, Charcas, Paraguay, Tucumán, Santiago de Chile y La Imperial, al lado de notables teólogos como José de Acosta y Pablo José de Arriaga y se establecieron las bases para la tarea evangelizadora en el resto del virreinato.

Al virrey le tocó presidir el tercer auto de fe celebrado por la Inquisición de Lima (29 de octubre de 1581), durante el cual fue quemado un luterano flamenco llamado Juan Bernal, y se impusieron penas menores a otras veinte personas.

Durante su período se organizaron dos entradas a la selva: la de Agustín de Ahumada al Dorado en 1583 y la de Francisco de Hinojosa a los Moxos, con malos resultados. Por el contrario, en la región del Río de la Plata, la expedición de Hernando de Lerma fundó la ciudad de Salta de los Calchaquíes (hoy Ciudad de Salta, en Argentina).

Con respecto a catástrofes naturales, en Arequipa ocurrió un terremoto el día 22 de enero de 1582, que además de arruinar la infraestructura de la ciudad provocó algunas muertes de personas. Meses después y en ese mismo año se sintió un fuerte temblor en Lima, durante la celebración del Concilio Provincial. El Calendario Gregoriano empezó a regir desde el 15 de octubre de 1582.

Fallecimiento

Afectado por una apoplejía y parálisis muscular, el virrey falleció en Lima el 12 de marzo de 1583, cuando aún no había completado dos años en el gobierno. Durante sus exequias pontificó el obispo de Santiago de Chile, don Fray Diego de Medellín y pronunció la oración fúnebre el de La Imperial, don Fray Antonio de San Miguel (ambos entonces en Lima con motivo del Concilio provincial). En cumplimiento de su codicilo o disposición de última voluntad, donde nombraba como albaceas a los oidores de la audiencia limeña, su cadáver fue depositado en el Convento de San Francisco de esta ciudad. El arzobispo Mogrovejo (después elevado a los altares como Santo Toribio de Mogrovejo) puso el siguiente epitafio sobre su tumba:

«Hoy (12 de marzo) murió el Virrey, de que ha tenido esta ciudad grande sentimiento y por su salud se hizo procesión general, fuera de otras muchas particulares que se hacían cada día y mañana se hará el entierro con mucha solemnidad, donde irá el Concilio y todas las Órdenes. Ha perdido esta tierra mucho en faltarle tal persona, por la mucha cristiandad y buen celo que tenía de acertar a servir a Nuestro Señor y favorecer las cosas de la Iglesia y socorrer las necesidades de los pobres, a que acudía con muchas veras. Nuestro Señor lo tenga en el cielo».

El poder fue asumido interinamente por la Audiencia presidida por el oidor Cristóbal Ramírez de Cartagena. En la corte de Madrid, la noticia de la muerte del virrey fue recibida con tristeza y preocupación tal como se percibe de lo dicho por el secretario Andrés de Eraso al rey: “Vuestra Majestad ha perdido en el virrey don Martín Enríquez un gran ministro y celoso del servicio de Nuestro Señor y de Vuestra Majestad”.

El historiador peruano Rubén Vargas Ugarte ha escrito sobre este virrey lo siguiente:

[…]Enríquez había sido un hombre probo e íntegro y un leal servidor de Dios y del Rey. A haber venido con menos años al Perú y no haberle precedido un gobernante de la visión y dinamismo de Toledo, hubiera sido uno de nuestros mejores Virreyes. Pero a ello vino a añadirse la brevedad de su período de mando. En tan escaso espacio de tiempo era imposible que realizara grandes cosas. Dedicose, puede decirse, a mantener la situación existente, cosa que, por otra parte, veremos repetida en muchos de sus sucesores, aunque no tuvieran sobre sí el peso de los años[…].​

Matrimonio y descendencia

Casado con María Manrique de Castilla, hija de Juan II Fernández Manrique de Lara, III marqués de Aguilar de Campoo y V conde de Castañeda,1​ tuvo los siguientes hijos:

Francisco Enríquez de Almansa y Manrique, I marqués de Valderrábano.

Enrique Enríquez, agustino, obispo de Osma y Plasencia.

Juan Enríquez, sacerdote.

Isabel Enríquez de Almansa y Manrique, madre del primer conde de Fuentidueña.

7. Virrey.- Don Fernando de Torres y Portugal, conde de Villar don Pardo. (1584-1589)

Fernando de Torres y Portugal y Mesía Venegas y Ponce de León (Villardompardo, Jaén, ? – Jaén, 18 de octubre de 1592) fue un noble y administrador colonial español. Miembro de una antigua estirpe de la región de Jaén y descendiente de la familia real portuguesa, fue Señor de Villardompardo y Escañuela y, luego, I Conde de Villardompardo. Fue además alférez mayor de Jaén, corregidor de Asturias y de Salamanca, asistente de Sevilla (1578 – 1583) y virrey del Perú (1585 – 1589).

Sancho Fortuniones es el primer señor de Torres otorgado en 936 por contraer matrimonio con la infanta, hija del Rey García de Navarra. Bernardino es señor de Villardompardo, padre del I conde de Villardompardo, y casa con doña María Mesía-Carrillo y Ponce de León. Natural de Jaén, por lado paterno fue heredero de la antigua Casa de Torres de Navarra, que se entroncó con la nobleza portuguesa.

La casa de Torres poseía tierras en Jaén, Álava y Burgos así como en Navarra. Abarcaba en Jaén las jurisdicciones de Villardompardo y Escañuela, tuvo su origen en Pedro Ruiz de Torres, adelantado de Cazorla y alcalde de los alcázares de Jaén, quien apoyó a Enrique II de Castilla en su lucha contra su hermano Pedro I. Victorioso Enrique II, no solo hizo Señor a Pedro Ruiz de Torres, sino que le concedió importantes privilegios (1371), que fueron acrecentándose con el correr del tiempo. Entre esos privilegios se hallaban el derecho al cobro del estanco de tintes, tenerías, alabardería y jabón de la ciudad de Jaén.

Pedro Ruiz de Torres casó con Isabel Méndez de Biedma y con ella tuvo a Fernando Ruiz de Torres. Este a su vez se casó con Inés de Solier y tuvo cuatro hijos: Pedro, Carlos, Juan y María. El primero murió sin descendencia, por lo que el señorío pasó a Carlos de Torres. Este se casó con Guiomar Carrillo, con quien tuvo a Teresa de Torres y Carrillo, que llegó a ser señora de Villardompardo. Los señores de Villardompardo se entroncaron con la nobleza portuguesa a través del matrimonio de María de Torres de Navarra y Solier con Fernando de Portugal, hijo del infante don Dionisio de Portugal, señor de Cifuentes. De esta unión nació Dionis de Torres y Portugal, quien asumió el señorío de Villardompardo a falta de los herederos mayores, y fue el bisabuelo de nuestro biografiado, Fernando de Torres y Portugal.

Del lado materno provenía de la ilustre Casa de Messía Carrillo (señores de La Guardia y Santofimia), beneficiada también con muchos privilegios adquiridos en tiempos medievales.

Fernando de Torres y Portugal acrecentó su posición con el cargo honorífico de alférez mayor de Jaén, que el rey le otorgó a perpetuidad. Dicha investidura le hacía jefe de las milicias, guardián de las llaves de la ciudad, portador del pendón y uno de los pocos privilegiados que podían entrar en el cabildo con la espada al cinto. No se conocen más detalles acerca de su juventud y formación intelectual.

Primeros servicios a la Corona

Su primer escalón en su ascendente carrera administrativa fue como corregidor en el principado de Asturias, y posteriormente en Salamanca, de 1565 a 1568. Su buen desempeño en ambos lugares y sus influencias en la corte hicieron que el 30 de abril de 1576 se le concediera el título de conde del Villardompardo y que en setiembre de 1578 se le nombrara asistente de Sevilla. Este último cargo era muy importante, similar al de corregidor: como representante del poder central y cabeza de la corporación municipal, acaparaba multitud de atribuciones: militares y civiles, ejecutivas, legislativas e incluso judiciales.

La labor que realizó como asistente en Sevilla, de 1578 a 1583, la conocemos gracias a una relación que él mismo escribió: «Relación de las cosas en que el conde del Villar, asistente que fue de Sevilla, sirvió a Su Majestad en cinco años o casi que tuvo el oficio».1​ Esta relación ha sido estudiada por Antonio Domínguez Ortiz, quien destaca algunos aspectos interesantes de la gestión del conde del Villar, de los que mencionamos algunos:

Se mostró muy preocupado por los problemas hacendísticos: aumentó los almojarifazgos e intentó obtener cuantiosos donativos y empréstitos para auxiliar al rey.

Durante la guerra con Portugal brindó todo su apoyo a las tropas que iban y regresaban del frente de lucha: alojó en Sevilla a gran número de soldados con cargo a su cuenta, asistió a los enfermos y heridos, y formó tres compañías.

Tomó prevenciones para reprimir el levantamiento de los moriscos.

Intervino en el traslado de los cuerpos de los príncipes a la nueva capilla real.

No faltaron, sin embargo, enfrentamientos con la Inquisición, un problema que volvería a tener posteriormente, estando ya en Perú. De todos modos, tras cinco años de gestión, esta fue muy valorada en el juicio de residencia que se le siguió al poco de culminarla, y fue fundamental para que se le designara como virrey del Perú. Ya para entonces era de edad muy madura

Virrey del Perú

La muerte del virrey del Perú, Martín Enríquez de Almansa, tras un breve gobierno (1584), sorprendió al rey Felipe II, que se apresuró en buscarle sucesor. Se barajaron los nombres de varios candidatos, como el del marqués de Almazán, el de García Hurtado de Mendoza, el del conde de Miranda y marqués de Velada. Pero al rey no le satisfizo ninguno de estos. Fue propuesto entonces Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de Coruña y Virrey de Nueva España, y hasta se llegó a extender su nombramiento, pero por razones desconocidas este quedó sin efecto. Surgieron entonces otros nombres, entre ellos el del conde del Villardompardo, quien fue finalmente el elegido por Felipe II, contra la opinión de sus consejeros, pues consideraban que su avanzada edad podría ser un impedimento para desempeñar a cabalidad su labor, como había sucedido con su antecesor. Según parece, pesó en el criterio del rey el buen desempeño del conde como asistente de Sevilla, particularmente su labor hacendística.

El 31 de marzo de 1584, en San Lorenzo de El Escorial, se suscribió la cédula que investía al conde del Villardompardo como virrey, gobernador y capitán general del Perú y presidente de la Real Audiencia de Lima. En octubre el flamante virrey se hizo a la vela en Sanlúcar de Barrameda con un numeroso cortejo de parientes y criados, entre los que se contaba su hijo Jerónimo de Torres y Portugal, su nieto Fernando de Torres, su sobrino Diego de Portugal y su hermano político Hernán Carrillo de Córdoba, este último capitán general de Mar y antepasado del ilustre José Baquíjano y Carrillo. Si bien apresuró su viaje, su mala salud lo obligó a prolongar algunas de sus etapas. Arribó a Panamá a principios del año siguiente y en mayo se embarcó para el Perú. Desembarcó en Paita el 11 de junio de 1585, continuó su viaje por tierra, y tras pasar por Piura y Trujillo, hizo su entrada solemne en Lima el 21 de noviembre de 1585.

Obras y medidas de su gobierno

Siguiendo las instrucciones que recibiera del rey, empezó por ordenar la administración de la Real Hacienda para incrementar la recaudación de las rentas y contribuir a los gastos que demandaban la preparación de la Armada Invencible y la guerra de Flandes. En tal sentido, un punto fundamental era reorganizar el sistema de explotación de las minas de plata de Potosí, basada en la mita minera, que no cumplía a cabalidad su objetivo. Sucedía que los indios rehuían cumplir con la mita, debido a lo gravoso y perjudicial que les resultaba tal oficio. El virrey dictó entonces medidas encaminadas a aliviar la situación de los mitayos u operarios, como el abaratamiento de los artículos de primera necesidad, la prohibición de emplear jornaleros en labores ajenas a la actividad minera, entre otras. Para velar por el cumplimiento de todas estas medidas, creó el cargo de protector de naturales, cargo que su sucesor los incorporaría a la Real Audiencia de Lima. Toda esta reforma, sumada al uso de la técnica de la amalgama con azogue, así como a los descubrimientos de nuevas minas de plata y azogue, hizo que la producción del metal argentífero aumentara sustancialmente. El virrey logró remitir a España en cuatro armadas la suma 4.905.937 pesos, según datos del contador López de Caravantes.

Si bien al iniciarse en Potosí el beneficio de la plata mediante el azogue aumentó la producción, al mismo tiempo creció la demanda del último metal, pues buena parte de él se desperdiciaba por lo rudimentario del procedimiento. A fines de 1586, un minero, Carlos Corzo de Leca, empezó a hacer uso del hierro, llegando a economizar según un informe, nueve libras de azogue de diez que empleaban. El virrey se mostró al principio interesado en este nuevo procedimiento, pero luego decidió suspenderlo, ya que los gastos corrían a cuenta del Estado.

Thomas Cavendish, corsario inglés

En previsión de las incursiones de los piratas y corsarios ingleses, dispuso el armamento de algunos buques y la fundición de cañones para las defensas costeras, no obstante la escasez de maestros fundidores, así como del estaño y cobre necesario. Así fue posible enfrentar a la flota del almirante inglés Thomas Cavendish, que por esos años asoló las costas del Virreinato. Cavendish, llamado en las crónicas Tomás Candisk, zarpó de su país en 1586 con tres buques, y después de fundar Port Desire (actualmente Puerto Deseado, Argentina), cruzó el Estrecho de Magallanes en donde no encontró sino unos quince hombres en las poblaciones que fundara años antes Pedro Sarmiento de Gamboa, pues los demás habían muerto de hambre y de frío. Solo uno de ellos, llamado Tomé Hernández, fue recogido por Cavendish. Este entró al Pacífico efectuando depredaciones particularmente graves en Arica y Pisco (1587), y sin aproximarse al Callao, siguió hacia el norte, perseguidos por la Armada, que sin embargo no pudo darles caza. Los corsarios desembarcaron en Paita, a la que saquearon e incendiaron. Continuando su recorrido, Cavendish llegó a la isla de la Puná, donde sufrió una emboscada y perdió un barco y unos hombres; prosiguió luego hacia Machala, para enrumbar luego hacia Guatemala y México. Cerca de Acapulco abordó la Nao de China, bien cargado de mercaderías, botín con el que se dio por satisfecho y emprendió el retorno a su país.

Una medida suya muy protestada fue la supresión en 1586 de los dos alcaldes ordinarios de Lima y su reemplazo por un corregidor elegido por él, que fue Francisco de Quiñones, esposo de Grimanesa de Mogrovejo (hermana del arzobispo Toribio de Mogrovejo). Esta situación se prolongó sólo hasta el fin de su virreinado, cuando el rey permitió que la ciudad recobrara su privilegio de elegir sus alcaldes.

Otra de sus medidas polémicas fue incautar el dinero de las Cajas de comunidad, a fin de ayudar a la Corona en sus guerras europeas. Estas cajas, creadas por el virrey Toledo, existían en muchos corregimientos de indios y en ellas se depositaban los saldos de los tributos que pagaban los indios, así como los bienes de la comunidad, procedentes de las ventas de sus ganados o tierras, amén del salario que se dejaba de pagar a los corregidores al estar vacantes sus cargos. Estas cajas beneficiaban al indio, ya que del dinero de ellas se pagaba la tasa de los ausentes, enfermos e impedidos, o se la completaba, cuando por malas cosechas u otras causas no se podían satisfacer los tributos. Esta decisión perjudicó también a la Iglesia, beneficiara en parte de esos recursos y provocó las protestas del arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo.

En cuanto al patronato real, destaca la fundación del monasterio de Santa Clara en Trujillo y del monasterio de frailes franciscanos en la villa de Oropesa, cercana a Huancavelica.

Entre 1585 y 1589 una epidemia de viruela, sarampión o parotiditis se extendió desde el Cuzco hacia el norte, hasta llegara a la región Quito. El mal se cebó especialmente entre los indios que murieron por millares, sobre todo los muchachos, así como entre los negros esclavos. En Lima, solo en el Hospital de Santa Ana fallecían de 14 a 16 personas al día, en el lapso de dos meses. En total murieron en Lima unas 3000 personas, y en Quito fallecieron en el espacio de tres meses cerca de 4.000 personas. Por disposición del Virrey se establecieron varios hospitales en provincias, a fin de que los enfermos no fuesen alejados de sus pueblos. En 1588 otra epidemia se extendió por todo el virreinato; esta vez fue el tifus exantemático que apareció en Cartagena de Indias, desde donde se transmitió sucesivamente a Lima, Cuzco, Potosí y Chile, y afectó igualmente a la población indígena.

El 9 de julio de 1586 un feroz terremoto acompañado de un maremoto asoló gran parte de la costa del Perú. Lima y el Callao sufrieron daños severos aunque no hubo mucha mortandad de personas. El Palacio de Gobierno quedó inhabitable y de inmediato el virrey dispuso la realización de las obras de reconstrucción, que puso a cargo de Pedro Fajardo.

El virrey tuvo una relación antagónica con los dos inquisidores limeños, Antonio Gutiérrez de Ulloa y Juan Ruiz de Prado, que alcanzó un punto culminante cuando éstos le excomulgaron. Consideraba el conde del Villar que bajo el manto del Santo Oficio se cometían «muchas exorbitancias» en materia de justicia y que los inquisidores se inmiscuían excesivamente en los negocios de la gobernación.

Le tocó presidir al virrey el cuarto auto de fe dispuesto por el Tribunal de la Inquisición de Lima y que tuvo lugar el 30 de noviembre de 1587. Fue quemado el flamenco Miguel del Pilar, acusado de ser hereje luterano. Otros 32 reos sufrieron penas leves. La nota llamativa fue que los inquisidores ocuparan un lugar preferente al del virrey, lo que originó que este fuera recriminado por el rey por haberlo permitido.

Durante su virreinato se imprimió en Lima la obra Arte, y vocabulario en la lengua general del Perú llamada Quichua, y en la lengua Española: el más copioso y elegante que hasta agora se ha impresso en 1586, cuyo autor fue Antonio Ricardo. Hubo ediciones posteriores en Sevilla en 1603, y, de nuevo en Lima (1614), en impresión de Francisco del Canto.

Escándalo y fin de su mandato

La nota escandalosa del gobierno de este virrey fue sin duda las revelaciones que hizo el sevillano Juan Bello, secretario de gobernación, al hallarse arrestado por la Inquisición acusado de blasfemia. Bello puso al descubierto la conducta inmoral de los parientes cercanos del virrey, especialmente de su hijo Jerónimo y su sobrino Diego de Portugal, a quienes acusó de recibir dineros y obsequios a cambio de influir en las decisiones gubernativas; también dio a conocer el nulo respeto que ambos jóvenes tenían por la ley, así como sus galanteos y aventuras amorosas con señoras de la aristocracia limeña.

El desvelamiento de ese ambiente de inmoralidad motivó a la corte española a enviar un visitador general al Perú, que fue el licenciado Alonso Fernández de Bonilla. Sin embargo, el 25 de diciembre de 1589, antes de que llegara este emisario, el conde del Villardompardo entregó el mando a García Hurtado de Mendoza (hijo del que fuera III Virrey del Perú Marqués de Cañete). Luego se retiró a un convento de franciscanos en el pueblo de La Magdalena, y finalmente, emprendió viaje de retorno a España el 2 de mayo de 1590. Llegó a la península ibérica en 1592 y falleció ese mismo año en la ciudad de Sevilla.

Hombre fiel, discreto y bueno, Villar no sobresalió por sus dotes pero, en conjunto, nos le hacen apreciable. Ni las circunstancias ni el tiempo le permitieron realizar alguna obra señalada, pero podía alejarse del Perú satisfecho, porque había puesto lo mejor de su voluntad y de su inteligencia al servicio del Rey y de sus subordinados. Éste es su mejor elogio.

Rubén Vargas Ugarte​

Descendencia

Fernando fue casado en dos oportunidades: primero con Francisca de Carvajal Osorio, hija de los Señores de Jódar, y después, al quedar viudo, con María Carrillo de Mendoza. De ambos matrimonios tuvo una numerosa descendencia.

Escritos

Carta para los oficiales reales de Potosí, sobre minas y otras cosas.

Carta al corregidor y oficiales reales de Potosí, y diligencias sobre el nuevo beneficio de los azogues descubierto por Carlos Corzo.

8. Virrey.- Don García Hurtado de Mendoza, Segundo marqués de Cañete. (1589-1595)

García Hurtado de Mendoza y Manrique, IV marqués de Cañete (Cuenca, 21 de julio de 1535-Madrid, 15 de octubre de 16091​2​). Fue un militar español, que llegó a ser gobernador de Chile y VIII virrey del Perú. Fue Gobernador de Chile (1556-1561), donde derrotó a Caupolicán (1557) y se encargó de organizar la administración española. Durante su etapa como Virrey del Perú, apresó al pirata Hawkins (1594), mejoró las finanzas y la administración, y mandó la expedición transpacífica que descubrió las Islas Marquesas, bautizadas en su honor.

Fue hijo de Andrés Hurtado de Mendoza, II marqués de Cañete y virrey del Perú,1​ y de María Magdalena Manrique,1​ hija de Garci Fernández Manrique, III conde de Osorno, y de su tercera esposa, María de Luna y Bobadilla.3​ Pertenecía a una de las más importantes familias de la aristocracia castellana: la Casa de Mendoza. En 1591, sucedió el marquesado a su hermano Diego Hurtado de Mendoza y Manrique, III marqués de Cañete, fallecido sin descendencia.​

En 1552 escapó de casa, con la intención de servir a su rey Carlos I en una expedición que se preparaba contra Córcega. Demostró gran valor en esta campaña y también en Toscana, cuando esta república quiso desprenderse del dominio español. Se incorporó al ejército imperial en Bruselas, y estuvo junto a Carlos I en su victoria en la Batalla de Renty.

Al conocer que su padre sería designado virrey del Perú, volvió a España y le pidió que lo llevase a América. Durante el viaje se encontraba también Jerónimo de Alderete, que había sido designado por el rey como sucesor de Pedro de Valdivia en la gobernación de Chile, pero cuando arribaron a Nombre de Dios en Centroamérica y tuvieron que atravesar el istmo para poder embarcarse en la ciudad de Panamá, Alderete cayó gravemente enfermo de fiebre amarilla y murió el 7 de abril de 1556 en la isla de Taboga, antes de llegar a destino.

Con estos acontecimientos y con el poder que tenía su padre como virrey del Perú, convocó a gente proveniente de Chile y viendo que diferían si Villagra o Aguirre calificaban como el sucesor de Valdivia, decidió mantenerse neutral y nombró a su hijo como nuevo gobernador de Chile, sumado a que un nuevo gobernador que no tuviese afinidades con el ya fallecido Valdivia haría atraer más españoles hacia Chile, además de unificar a los bandos en disputa. La primera medida de su gobierno fue la de mandar a apresar a estos dos aspirantes al puesto por insurrección y los enviaría a Lima.

Gobernador de Chile

Dicho nombramiento agradó a García y se informó de los problemas que existían en Chile, sobre todo el asunto de la rebelión indígena y la disputa grave entre Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra por el puesto de gobernador de Chile.

Contaba con 21 años de edad y era un joven de demostrada valentía, orgulloso de su linaje e inteligencia, y como contraparte, poseedor de un carácter muy altanero y orgulloso, de accesos violentos, muy cerrado y autoritario, lo que le granjearía ocultos enemigos en su propio círculo.

Para ello contó con renovados caudales de las arcas del Perú y apertrechó ocho barcos, aquí resulta paradójico que el entusiasmo de venir a Chile tuviera una extraordinaria respuesta en contraste con tiempos pasados, pues se enrolaron 500 hispanos, una parte se vendría por tierra al mando de Luis de Toledo y Pedro de Castillo; y la otra parte por mar junto al nuevo gobernador. El primer grupo salió por tierra en enero de 1557 y el segundo por mar en febrero del mismo año.

Cuando iban a zarpar las naos, el virrey del Perú agasajó a su hijo y acompañantes con un proverbial festín y luego zarparon al son de marchas militares y disparos de cañones.

Junto con García Hurtado de Mendoza venía un séquito de ilustres hombres, entre ellos Alonso de Ercilla y Zúñiga, Francisco de Irarrázaval y Andía, Francisco Pérez de Valenzuela, Hernando de Santillán, jurista y erudito, el fraile dominico Gil González de San Nicolás y el franciscano Juan Gallegos, hombre muy ilustrado.

Hicieron escala en Arica el 5 de abril y el 9 se reanudó el viaje al sur.

Desembarcó en La Serena el 23 de abril de 1557. Y deslumbró a los pobres de Coquimbo al ver junto al nuevo gobernador el ejército más grande hasta entonces visto en estos lugares contando con más de 500 hombres, armados con arcabuces y cañones, vestidos con armaduras y penachos de plumas. Desde entonces se les llamó los «emplumados».

Francisco de Aguirre le recibió muy hospitalariamente en La Serena, pero conociendo el nuevo gobernador los problemas de litigio entre Aguirre y Francisco de Villagra por la gobernación de Chile, no dudó un segundo en tomarlos presos, repitiéndose la misma situación con Villagra que venía llegando a La Serena y los colocó en un barco. Este hecho fue considerado muy injusto por los castellanos avecindados en Chile ya que ambos tenían méritos más que suficientes para ser enaltecidos.

En la crónica de Mariño de Lobera relata que estando Aguirre espero a Villagra apenas llegó, le tomó la mano y le dijo:

«Mire vuestra merced, señor general, que son las cosas del mundo: que ayer no cabíamos los dos en un reino tan grande, y hoi nos haça don García caber en una tabla«

Mariño de Lobera

Lo más natural y dada la aproximación del invierno era que el gobernador viniese a Santiago, así que el cabildo hizo los preparativos de bienvenida, pero García Hurtado tenía otros planes, decidió seguir por mar a Concepción a pesar de los consejos en contra de quienes ya conocían las inclemencias del tiempo, que hacía el viaje peligroso por esas fechas. En Coquimbo envió la caballería por tierra y el zarpó el 21 de junio de 1557, en pleno invierno.

Llegó 8 días después a la bahía de Concepción en medio de un temporal que hacía correr peligro a las embarcaciones y en medio de una torrencial lluvia desembarcaron en la isla de la Quiriquina levantando un campamento provisional.

Una vez asentado en Concepción, García Hurtado pretendió una política de aparente allegamiento y buena voluntad hacia los indígenas, quienes aceptaron los regalos del gobernador pero no estaban dispuestos a que sus territorios fueran ocupados por los advenedizos españoles.

Lincoyán y otros caciques supieron que la caballería venía por tierra desde Santiago y concibieron un plan que pretendía cortar dichas fuerzas atacándolas en Andalicán, cercano a Concepción.

García Hurtado que no era ningún ingenuo, supo del plan indígena y se dio cuenta de que dicha conducta más que promover un acercamiento era considerado por los mapuches como signos de debilidad y temor por parte del nuevo gobernador, decidió cambiar entonces radicalmente de actitud con ellos.

Se dirigió de inmediato a tierra mapuche, levantando el fuerte San Luis de Toledo con el objeto de abortar esta iniciativa, que fue prontamente atacado por los mapuches que, sin embargo, salieron derrotados, ya que el gobernador logró contrarrestar su número con la fuerza de los cañones y arcabuces.

Dirigió una nueva campaña en octubre de 1557, con un poderoso ejército de más de 500 hombre y miles de indios auxiliares. Ocurrió en esta campaña la Batalla de Lagunillas (7 de noviembre), en donde los españoles salieron vivos debido principalmente a la valentía demostrada por Rodrigo de Quiroga y los demás capitanes.

Los mapuches se mostraron desorganizados en el ataque al ser conducidos por varios caciques a la vez y este desorden produjo fallos tácticos que impidieron su victoria.

Cuenta Alonso de Ercilla, que vino a Chile en el grupo que trajo el gobernador, que los españoles tomaron prisionero en esa batalla al cacique Galvarino, al que le cortaron la mano izquierda. Perdida esa mano sin ninguna mueca de dolor Galvarino coloco la otra, que también se la cortaron. Pidió la muerte, pero los conquistadores lo dejaron ir y se fue el mapuche con los suyos para planear su venganza.

Los mapuches convocaron una reunión de caciques y eligieron a Caupolicán.

Este líder dirigió el 30 de noviembre un nuevo ataque contra el invasor, en la llamada Batalla de Millarapue, en el valle del mismo nombre, que estaba lleno de accidentes que le facilitaban el ataque sorpresa.

Esta batalla fue otra derrota de los mapuches, que sufrieron como castigo el ahorcamiento de 30 de ellos, entre los que se incluía Galvarino, que peleó siempre en primera fila.

García Hurtado de Mendoza, gobernador de Chile

Las penalidades de la lucha empezaron a molestar a los compañeros de García Hurtado de Mendoza, los cuales esperaban obtener riquezas por sus servicios. Para entregárselas, el gobernador dejó vacantes las encomiendas de Concepción, ciudad a la sazón abandonada, entregándosela a sus compañeros. Por este motivo, la ciudad fue refundada por tercera ocasión.

Poco después fundó también la ciudad de Cañete de la Frontera, y repuestas sus tropas de las batallas, las dividió nuevamente. Caupolicán, instigado por el indio Andresillo, se decidió a atacar el fuerte Tucapel. Lo que no sabía era que Andresillo era un traidor que les contó los pormenores del ataque a los españoles, por lo que los asaltadores se transformaron en asaltados, produciéndose una fuga en que dejaron a muchos heridos y prisioneros, y debilitaron gravemente sus fuerzas.

La moral de los españoles subió y en un asalto sorpresa al campamento de Caupolicán, lograron darle captura, siendo llevado al fuerte Tucapel. Algunos historiadores dicen que intentó pactar con los españoles, prometiendo convertirse al cristianismo, pero Alonso de Reinoso, el jefe del fuerte, decidió aun así, condenarlo a muerte empalado, es decir, a sentarse en una pica que le destruiría dolorosamente las entrañas. Aquella condena se cumplió y aquel fue el final de Caupolicán.

Una nueva batalla fue presentada por los indígenas en el fuerte de Quiapo, entre Cañete y Concepción, pero fueron nuevamente rechazados. Confiado en que para apurar la conquista era necesario fundar varios fuertes, fundó uno con el nombre de Los Infantes o San Andrés de Angol, más tarde llamado Los Confines de Angol (actual Angol).

Para ese tiempo, García Hurtado de Mendoza no era bien querido por quienes le rodeaban, ya que su carácter iracundo, obcecado y su nebuloso orgullo le granjearon enemistades inclusive con Hernando de Santillán, quién había establecido la tasa de Santillán que regulaba la servidumbre indígena. Esta tasa permitió a muchos españoles abusar de los indios a su cargo sembrando la semilla de futuras rebeliones, en especial de la raza huilliche.

Tiempo después se enteró de que su padre el virrey había sido reemplazado por el rey, y que su reemplazo ya se encontraba en camino. Para peor, designaron gobernador de Chile a Francisco de Villagra, del que debería esperar las mismas humillaciones que él mismo le hizo sufrir. Por esos motivos decidió abandonar rápidamente Chile, pasando de paso por Santiago, que no había visitado durante toda su gobernación.

Allí se enteró de la muerte del sucesor de su padre, por lo que este seguía en el mando. Tal situación le dio más confianza, por lo que se mantuvo un tiempo más en la capital y tuvo oportunidad de entrevistarse en forma caballerosa con Francisco de Villagra acerca del estado en que quedaba la colonia. Villagra no lo humilló como el esperaba, sino que, al contrario, recibió un trato frío pero caballeroso.

Durante su estancia en Santiago se publicó la tasa de Santillán, que establecía el sistema de mitad para el trabajo indígena, que en vez de echar al trabajo a todos los indios de un repartimiento, se fijaba un turno en el servicio, quedando obligado el cacique de cada tribu a enviar a la faena un hombre de cada seis vasallos para la explotación de las minas, y uno de cada cinco para los trabajos agrícolas. Este trabajador, a quien hasta entonces no se le había pagado salario alguno, debía ser remunerado con la sexta parte del producto de su trabajo, y esta cuota se le debía pagar regularmente al fin de cada mes. Se eximía además del trabajo a las mujeres y hombres menores de 18 años y mayores de 50, y se ordenaba que los indígenas fueran mantenidos por los encomenderos, quienes además debían mantenerlos sanos y evangelizados.

Una nueva noticia cambiaría su rumbo: su padre acababa de morir. Decidió partir inmediatamente al Perú, designando como gobernador interino a Quiroga, a la espera de Villagra.

En el Perú se le sometió a Juicio de residencia por todas las arbitrariedades de su gobierno (la entrega de encomiendas, el mal trato a los soldados, etc.). Fue el primer gobernador de Chile cuya actuación fue enjuiciada siguiendo las leyes castellanas. Según el tribunal era culpable de 196 cargos, pero dejaba a cargo de la Real Audiencia de Lima fallar en forma definitiva. Según esa sentencia, García Hurtado debía ser detenido allí, dándole la ciudad por cárcel, hasta que se justificase de todas las acusaciones o pagase las penas pecuniarias a que fuese condenado.

Viaje a España

Pero García Hurtado de Mendoza no se hallaba ya en el Perú. Había partido para España a dar cuenta al Rey Felipe II y al Consejo de Indias de sus campañas y de su gobierno en Chile. El prestigio de la familia Mendoza, la información de sus servicios levantada por la audiencia de Lima y las recomendaciones que comenzaban a llegar de Chile escritas por algunos capitanes que le eran fieles, hicieron que se echasen al olvido las acusaciones de sus enemigos.

Además, se presentó prácticamente como el vencedor de la Guerra de Arauco desdeñando duramente y criticando a los antiguos conquistadores de no haber hecho lo suficiente para terminar con los indios rebeldes y pacificar la Araucanía.

En Madrid formó parte de la Guardia Real. También desempeñó diversas misiones diplomáticas y militares, entre ellas la de representante del rey en Milán. Sus hazañas de guerra, realizadas tanto en el nuevo como en el viejo continente, inspiraron muchas creaciones en prosa y en verso renacentista.

Virrey del Perú

El rey Felipe II, considerando la larga experiencia de García Hurtado de Mendoza como militar tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo, así como su conocimiento de las tierras y gentes americanas, lo nombró virrey, gobernador y capitán general del Perú (30 de julio de 1588). Partió este de Sanlúcar de Barrameda el 13 de marzo de 1589, a bordo de una flota que hizo escala en Cartagena de Indias, ubicada en la costa caribeña, luego pasó a Nombre de Dios en Centroamérica para ir por tierra a la ciudad de Panamá y desde allí continuar por vía marítima hacia la costa pacífica de Sudamérica, haciendo escala en Paita, hasta llegar al Callao el 28 de noviembre de 1589.

García Hurtado de Mendoza fue recibido en la ciudad de Lima con pompa extraordinaria el 6 de enero de 1590, y se encontró con el virrey saliente, el anciano conde de Villar-don-pardo. Vino acompañado de su esposa, una dama de noble alcurnia llamada Teresa de Castro y de la Cueva, que resultó ser así la primera virreina que radicó en el Perú y cuyo nombre sería perennizado mediante la fundación de la villa de Castrovirreyna (1591), elevada luego a la categoría de ciudad. Junto con el virrey y la virreina vinieron con un crecido séquito, conformado por caballeros, damas, pajes y criados.

El auge de la minería

En 1590 el minero Antonio Pérez Griego descubrió los yacimientos argentíferos de Orcococha, en la sierra central del Perú. Pronto se difundió la fama de su riqueza, y desde Huamanga y Huancavelica acudieron muchos españoles para instalarse en el lugar, pese a lo áspero del territorio. El virrey decidió entonces fundar allí una población, que fue Castrovirreyna, llamada así en homenaje a su esposa Teresa de Castro (1591). Estas minas fueron tan productivas, que se dice que en solo dos días un español sacó el valor de 50.000 pesos. También tuvieron notable rendimiento las minas de azogue o mercurio de la vecina Huancavelica, metal este fundamental para la obtención de la plata por el método de la amalgamación; tan elevada fue la producción de azogue que se pudo exportar a México y almacenarse miles de quintales dentro del territorio peruano. Otro yacimiento de plata se descubrió en el cerro de Colquepocro, en la provincia de Huaylas (actual Áncash). También se empezaron a explotar varias minas de oro, y se intensificó la labor en otras, como las del cerro de Zaruma (en el actual Ecuador). Este auge minero permitió el envío a España de enormes remesas de dinero, como veremos enseguida.

El auge de las rentas reales

Por entonces, la corona española se hallaba con las arcas agotadas tras el esfuerzo realizado para equipar la Armada Invencible. Asimismo, el rey Felipe II seguía empecinado en someter a Inglaterra, Francia y los protestantes de Flandes y Alemania, y ante la falta de recursos, emitió una real cédula en 1589 donde pidió un “servicio” o donativo gracioso a todos sus súbditos. Pese a que a un principio se quiso diferir el cumplimiento de dicha cédula debido la crítica situación que afrontaba el Perú luego de sufrir una mortífera peste y los estragos del terremoto de Lima de 1586, el virrey ordenó a las autoridades locales proceder a cobrar el donativo. La suma recaudada llegó a ser cuantiosa, destacando la contribución de los empresarios mineros de Huancavelica y Potosí. El donativo destinado a la Corona alcanzó la suma de 1.554.950 ducados. En carta fechada en El Escorial el 25 de septiembre, el rey Felipe II agradeció lisonjeramente la generosidad del virrey y de sus súbditos.

El donativo gracioso a su majestad fue solo uno de los arbitrios que el virrey puso en práctica a fin de incrementar los ingresos de la real hacienda. Con el mismo fin, introdujo (o reintrodujo) otros gravámenes y tributos extraordinarios. Estos fueron la alcabala, la “composición” de tierras, los permisos a extranjeros, el almojarifazgo y la avería. Además, puso en venta ciertos oficios públicos.

La alcabala era un impuesto que se cobraba desde antiguo en España; consistía en el cobro de un 10 por ciento del valor de todas las transacciones comerciales, exceptuando aquellas que comprendían medicinas, pan, libros y otros artículos de primera necesidad. El rey Felipe II, por real cédula del 1 de noviembre de 1591, ordenó su establecimiento en todo el territorio de sus dominios americanos. El virrey dispuso dar cumplimiento a dicha cédula, ordenando que el impuesto se empezara a cobrar a partir del 1 de enero de 1592, pero reducido al dos por ciento. Naturalmente, este nuevo tributo provocó protestas en Lima y en todo el territorio del virreinato, pero fue en Quito donde la protesta alcanzó mayor virulencia, estallando el denominado «motín de las alcabalas» (septiembre de 1592), que rápidamente fue sofocado por las tropas virreinales al mando del general Pedro de Arana, siendo los cabecillas apresados y ejecutados.

Otro arbitrio que se comenzó a cobrar fue el de la llamada “composición” de tierras (1591). Consistían estas en pagos que debían hacer aquellas personas cuyas tierras carecieran de título legal de propiedad; aquellos que se negaran a someterse a la “composición” serían despojados de sus bienes, los cuales retornarían a la corona. Fue una medida importante, pues, aparte de su finalidad económica, hizo posible la regularización de muchas propiedades territoriales, importante para el desarrollo económico de la colonia.

Otra importante fuente de ingresos que creó el Virrey fue el de los permisos para la residencia de extranjeros en el Perú. La entrada de extranjeros en la América hispana estaba prohibida desde tiempo atrás, y solo en contados casos el rey autorizaba ese ingreso; dicha prohibición fue renovada en 1592 por el rey Felipe II. No obstante, centenares de foráneos continuaron ingresando a las colonias hispanas, especialmente portugueses vía Río de la Plata, atraídos por la riqueza de Potosí. La medida tomada por el virrey resultó también acertada pues así se legalizó la situación de muchos extranjeros y de algún modo se les incitó a arraigarse definitivamente. Lo recaudado por las “composiciones” de tierras y de extranjeros llegó a la cifra elevada de 767.277 ducados.

La venta de oficios públicos resultó también una fuente copiosa de ingresos fiscales. Se subastaron escribanías, regimientos y receptorías de cuentas; por citar un ejemplo más llamativo, el oficio de receptor de las alcabalas de la provincia de Charcas se vendió en 52.000 pesos ensayados. En total, esta venta de oficios permitió al virrey recaudar 855.499 ducados.

La guerra de Arauco

Al arribar nuevamente al Perú tras más de tres décadas de ausencia, el cuarto marqués de Cañete comprobó que aún permanecían en pie los dos frentes bélicos que había dejado:

La de los chiriguanos (en el sureste de Charcas, actual Bolivia), ya un tanto aquietados al haberse fundado poblaciones españolas en dicha zona, y

La de los araucanos indomables de Chile, cuya fuerza había aumentado.

Conocedor de la realidad de la guerra de Arauco, al haber servido como gobernador de Chile por algunos años, el virrey mandó en forma oportuna la mayor ayuda posible, enviando en primer término al almirante Hernando de Lamero de Andrade con 250 soldados de refuerzo, que unidas a las fuerzas del gobernador Alonso de Sotomayor, pasaron a la ofensiva y obtuvieron sobre los araucanos la victoria de Marigueñu. Pero no fue un triunfo definitivo y poco después Sotomayor fue relevado de su cargo. En su reemplazo, el mismo rey Felipe II designó como nuevo gobernador de Chile al capitán Martín García Óñez de Loyola (1592), elección que no gustó al virrey, pues se había hecho sin consultarle, y porque en su opinión, García Óñez de Loyola no era buen soldado, con el agravante de ser algo codicioso. No obstante, ya finalizando su gobierno, el virrey envió a Chile un refuerzo de 300 soldados, muchos de ellos de no más de 20 años de edad y sin experiencia militar. Poco después, García Óñez de Loyola afrontaría un alzamiento general de araucanos del que él mismo sería una de las víctimas (desastre de Curalaba, 23 de diciembre de 1598); pero para entonces García Hurtado de Mendoza ya no era virrey del Perú.

La victoria sobre el corsario Richard Hawkins

El virrey consideró necesario constituir una sólida defensa frente a la amenaza de navíos extranjeros que se aproximaban al litoral. Le pareció impotente la armada de cuatro navíos y dos galeras que había formado su antecesor, a la vez que criticó la fortificación del Callao por ser «de tan mala traza, que no puede servir de cosa alguna».

El virrey enfrentó con éxito la incursión del corsario inglés Richard Hawkins o Ricardo Aquines, como es mencionado en las crónicas españolas. En 1593, Hawkins salió de Plymouth, a bordo de La Linda (The Dainty), y seguido por otras dos embarcaciones, enrumbó hacia las colonias españolas. Después de pasar la costa de Brasil, donde hizo algunas presas, Hawkins cruzó el Estrecho de Magallanes y poco después, alcanzó Valparaíso, donde se apoderó de cuatro barcos que estaban en la rada, y de otro quinto que arribó desde Valdivia. Enterado del suceso, el virrey ordenó alistar a la armada, donde se embarcaron 500 hombres de guerra en tres navíos, bajo el mando de su cuñado Beltrán de Castro y de la Cueva. Muchos jóvenes distinguidos de Lima se alistaron en esta escuadra. Tras ardua persecución, De Castro sorprendió a Hawkins frente a Atacames, cerca de la línea ecuatorial. Se libró un combate en donde ambas partes demostraron bravura; finalmente Hawkins, herido gravemente, con muchos de sus hombres muertos y su navío seriamente averiado, se rindió bajo la promesa de un salvoconducto fuera del país para él y su gente (30 de junio de 1594). Hawkins fue trasladado a Lima, donde la Inquisición lo reclamó para quemarlo como hereje, y la Audiencia para ahorcarlo por pirata. Beltrán de Castro insistió al virrey en hacer cumplir la palabra empeñada al corsario, de modo que en 1597 Hawkins fue enviado a España y puesto preso, primero en Sevilla y luego en Madrid. En 1602 fue liberado, retornando entonces a Inglaterra, donde fue nombrado caballero en 1603.

Tampoco le fue bien a otro célebre corsario inglés, sir Francis Drake. Este partió de Inglaterra en 1595, al frente de una espléndida flota de 28 naves y llevando consigo a su antiguo jefe John Hawkins. Tras hacer correrías por el mar Caribe y las costas de Tierra Firme, atacaron Nombre de Dios y la incendiaron, pero fracasaron en su intento de penetrar por vía terrestre hasta Panamá, ante la bien montada resistencia que el gobierno colonial desplegó. Drake hizo entonces rumbo a Portobelo (costa del Darién), en cuya rada falleció, víctima de la disentería, el 28 de enero de 1596. Los restos de su flota retornaron a Inglaterra.

La educación

En el campo educativo, su mayor logro fue la puesta en funcionamiento del Colegio Real y Mayor de San Felipe y San Marcos (1592), que ya había sido fundado por el virrey Toledo. El traje que debía llevar cada colegial era una sotana de paño azul oscuro y beca de azul claro, con una corona real sobre la beca que cargaría sobre el hombro izquierdo.

De otro lado, el virrey ordenó que en la Universidad de San Marcos se alternaran en cargo de rector un eclesiástico y un laico.

Fundación de poblaciones

Bajo el gobierno del cuarto marqués de Cañete se fundaron las siguientes poblaciones:

San Lorenzo de la Barranca (1590), por obra del gobernador de Santa Cruz de la Sierra, Lorenzo Suárez de Figueroa, en los llanos del Chaco boreal. Se le conoció abreviadamente como La Barranca y llegó a ser rival de Santa Cruz.

Santiago del Puerto (1590) fundada por el mismo Lorenzo Suárez a la mitad del camino que separaba San Lorenzo de Santa Cruz.

Castrovirreyna (27 de mayo de 1591), sin duda la fundación más importante de este período, cerca de Huancavelica y junto a unos ricos yacimientos de plata, en la cordillera Central de los Andes peruanos. El virrey la nombró así en homenaje a su esposa, Teresa de Castro, y le concedió un repartimiento de 2000 indios para las labores de las minas y los trabajos públicos. El rey Felipe II le otorgó el título de ciudad, el 8 de noviembre de 1593.

La Rioja (20 de mayo de 1591), fundada por Juan Ramírez de Velasco, en el actual noroeste de Argentina, con el nombre de Todos los Santos de la Nueva Rioja.

Zaruma (8 de diciembre de 1595), fundado por el corregidor y justicia mayor de Loja, Damián de Meneses, en las faldas del cerro Zaruma, rico centro de explotación aurífera al sur del actual Ecuador. Su nombre original fue Villa Real de San Antonio del Cerro de Oro de Zaruma.

San Mateo de las Esmeraldas (1595), fundado en la bahía de San Mateo (actual costa ecuatoriana) por el corregidor de Guayaquil Francisco Arias de Herrera, luego de realizar la paz con los indios hostiles que vivían en esa zona. Al no haber muchas poblaciones españolas a lo largo de la costa de Guayaquil a Panamá, los piratas y corsarios solían aprovisionarse de comida y agua sin ninguna oposición, por lo que se entiende la importancia de esta fundación.

La expedición de Álvaro de Mendaña

En esta época se organizó la expedición de Álvaro de Mendaña (1542-1595) que partió del puerto del Callao el 10 de abril de 1595, rumbo a Oceanía. La expedición estaba compuesta por cuatro buques— las naos San Jerónimo (capitana) y Santa Isabel (almiranta), la galeota San Felipe y la fragata Santa Catalina— y 387 personas (280 de las cuales eran soldados). A bordo iban numerosas mujeres (entre ellas Isabel Barreto, la esposa de Mendaña, que era limeña de nacimiento) ya que su fin era colonizar las islas Salomón, que el mismo Mendaña había descubierto en 1567.

La expedición cruzó el océano Pacífico y en junio de 1595 descubrió un nuevo archipiélago que Mendaña bautizó como las Marquesas de Mendoza, en honor al virrey del Perú (hoy conocidas simplemente como las islas Marquesas). Continuaron descubriendo otras islas, sin lograr ubicar las añoradas islas Salomón, que suponían pletórica en oro, y arribaron finalmente a las Islas Santa Cruz (a unos 500 km al este de las Salomón), donde desembarcaron y fundaron una colonia. La pérdida de la nao almiranta y el hecho de no haber podido encontrar las islas Salomón provocaron un creciente descontento entre los expedicionarios, que derivó en un motín, lo que fue seguido por la hostilidad de los nativos y por una epidemia de malaria que causó la muerte de varios españoles, entre ellos el mismo Mendaña, el 18 de octubre de 1595. Antes de morir, Mendaña nombró como general de la expedición a su cuñado Lorenzo Barreto y legó su título de gobernador de las islas Salomón a su esposa Isabel Barreto. Poco después falleció también Lorenzo y entonces Isabel Barreto reclamó para sí el título de Adelantada de la Mar del Sur, que le fue reconocido y que la convirtió en la única mujer de la historia con tal título. Solo quedaban tres naves, que zarparon de Santa Cruz con la intención de llegar a Filipinas. La única que llegó a su destino fue la nao capitana, que bajo la dirección del piloto mayor Pedro Fernández de Quirós y con Isabel a bordo arribó a Cavite el 11 de febrero de 1596. Las islas tan afanosamente buscadas por Mendaña serían ubicadas mucho tiempo después por otros navegantes.

Pugnas con el Arzobispo

En lo que respecta al patronato regio, son de destacar las discrepancias entre el virrey y el arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo, es decir, entre el poder civil y el poder eclesiástico. El virrey acusó al arzobispo de una supuesta arbitrariedad en el nombramiento de funcionarios eclesiásticos; asimismo, le criticó duramente por su constante ausencia de la capital y por andar en provincias “comiéndoles la miseria” a los indios, señalándole su empeño en cobrarles los diezmos. A tal grado llegó la ojeriza del virrey hacia el arzobispo, que sobre él llegó a decir en una carta al rey que «todos le tienen por incapaz para este arzobispado», por lo que aconsejaba que volviera a España. Dicho encono se hizo patente en dos pleitos públicos: uno en torno a la erección del Seminario de Lima y el otro con respecto a la discusión de los límites jurisdiccionales de la doctrina del Cercado. En realidad, el virrey fue en extremo celoso del patronato real, lo que le hacía caer en exageraciones.

Durante este período se realizó el IV Concilio Limense en 1591, que completó la obra de los concilios precedentes, enfocándose en asuntos relativos a la evangelización de los indígenas. Poco después, en 1594 se fundó el Colegio Seminario de Lima para la formación de los miembros del clero. También debemos mencionar la realización de dos autos de fe, el 5 de abril de 1592 y el 17 de septiembre de 1595, en los que fueron ajusticiadas siete personas y se aplicaron castigos a cuarenta penitentes.

Otras obras y sucesos destacados

Creó en la Audiencia el cargo de protector de naturales.

Fundó en Lima con los ingresos de tributos vacos, una casa para veteranos militares que se hallaban en indigencia.

Inició la persecución de los negros cimarrones o fugitivos, quienes desde sus refugios o palenques cercanos a las ciudades solían atacar a los viajeros y raptar a las negras esclavas.

Promulgó unas ordenanzas para remediar los excesos de los corregidores de indios en lo relacionado al tráfico de mercancías con los nativos.

Dictó 248 ordenanzas para el buen gobierno del cabildo o municipalidad de Lima (24 de enero de 1594). Entre ellas destacamos los referentes a la exactitud y fidelidad de las pesas y medidas, y sobre la regulación de la venta por establecimientos de determinados artículos comestibles y de bebidas alcohólicas como el vino y la chicha, esta última proscrita por considerársela nociva.

Se hizo un recuento de todos los indios tributarios que había entonces en el Perú y de las tasas con que contribuían a los encomenderos. Se determinó que había 311.257 indios que pagaban tributo y que el monto anual de este sumaba 1.434.420 pesos ensayados, de los cuales 286.884 correspondían al monarca en calidad de quinto real.

El virrey contribuyó con el embellecimiento y progreso de la capital del Virreinato: La Ciudad de los Reyes o Lima. Continuó la reconstrucción del Palacio de Gobierno, afectada, al igual que otros importantes edificios, por el terremoto de 1586. Valga aclarar, que el nombre de Ciudad de los Reyes solo era usado en los documentos oficiales; en el habla popular se la conocía simplemente como Lima, nombre de origen quechua que ha perdurado.

Entre los desastres naturales que asolaron durante este período, destacan el terremoto del Cuzco de 1590, el desbordamiento del río Rímac en Lima en 1595 y una epidemia de disentería.

Fin de su gobierno

García Hurtado de Mendoza solicitó permiso para regresar a España, debido a los achaques físicos que no le dejaban cumplir con solvencia sus deberes. Accedió el rey a su pedido, ordenando que pasara en su reemplazo el virrey de México Luis de Velasco y Castilla. Ambos virreyes, el saliente y el entrante, se entrevistaron en el puerto de Paita, en abril de 1596. De allí García pasó a Panamá, en viaje de regreso a España, mientras que Velasco continuaba su viaje a Lima por tierra. En Cartagena de Indias, García tuvo la desdicha de perder a su esposa.

En total, García Hurtado de Mendoza gobernó seis años y medio, y no obstante las críticas que recibió tanto dentro del Perú como en el seno mismo del Consejo de Indias, su mandato mereció el reconocimiento de las autoridades cortesanas. Residió sus últimos años en la corte de Madrid donde falleció el 15 de octubre de 1609,1​2​ a los 74 años de edad.

Matrimonios y descendencia

En primeras nupcias se casó, el 11 de enero de 1573,1​ con Teresa de Castro y Andrade, hija de Pedro Fernando Ruiz de Castro Andrade y Portugal, V conde de Lemos, II marqués de Sarria, IV conde de Villalba y III conde de Andrade, y de Teresa de la Cueva y Bobadilla.3​ Con ella tuvo un hijo Juan Andrés Hurtado de Mendoza y Castro, V marqués de Cañete.3​ En 1598, contrajo un segundo matrimonio con Ana Florencia de la Cerda, hija de Fernando de la Cerda y de Ana de Bernemicourt.

9. Virrey.- Don Luis de Velasco, marqués de Salinas. 1596-1598)

Luis de Velasco y Castilla I marqués de Salinas del Río Pisuerga (Carrión de los Condes, 1534 – Sevilla, 7 de septiembre de 1617), fue un noble, político y militar español, que fue virrey de Nueva España en dos ocasiones (1590-1595 y 1607-1611)1​ y también virrey del Perú (1596-1604).

Nació en Carrión de los Condes (Palencia) en 1534, siendo hijo de Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón, señor de Salinas, virrey de la Nueva España (perteneciente a la Casa de Velasco, y pariente de los Condestables de Castilla) y de su esposa Ana de Castilla y Mendoza, descendiente por línea ilegítima del rey Pedro I de Castilla.

Embajador en Florencia

Su traslado a la Nueva España tiene como ocasión el encargo de su padre como virrey de la Nueva España. A la muerte de su padre, siguió en Nueva España como regidor, pero a consecuencia de sus enfrentamientos con Álvaro Manrique de Zúñiga, el nuevo Virrey, volvió a España donde Felipe II lo nombró embajador en Florencia.

Virrey de la Nueva España

El 25 de enero de 1590 se le otorga el virreinato de la Nueva España, a donde se traslada nuevamente.

Como parte de sus prioridades, continuó la labor de su padre con sus medidas a favor del trato y derechos de los indígenas. Eso no evitó que continuara con la conquista, expandiéndose durante su virreinato a tierras chichimecas y fundando establecimientos de tlaxcaltecas, aliados de los españoles, en varias ciudades en los actuales estados de Coahuila, Jalisco, Guanajuato, Zacatecas y San Luis Potosí, o la de San Luis de la Paz.

Duplicó el tributo que pagaban los naturales. Embelleció la Ciudad de México, abriendo el parque de la Alameda Central, mejoró las fortificaciones de Veracruz y encargó a Juan de Oñate la exploración y conquista de los territorios conocidos posteriormente como Nuevo México.

Virrey del Perú

En 1595 fue nombrado virrey de Perú, cargo que comenzó a desempeñar en junio del año siguiente. Tras zarpar de Acapulco desembarcó en Paita, desde donde hizo el recorrido hacia Lima por tierra. Entró en la capital bajo palio el 23 de junio de 1596.

Como había hecho en Nueva España, trató de mejorar las condiciones de trabajo de los indígenas, particularmente en las minas. Don Luis de Velasco gobernó en Lima durante ocho años, hasta la llegada de su sucesor, el conde de Monterrey, su sucesor en Nueva España, según costumbre adoptada por la corte en los últimos años.

Durante su gestión, la Hacienda Real remitió a España un total de 11.112.008 ducados en dinero y metales finos. Las ciudades más importantes fundadas durante su mandato fueron Carrión de Velasco, hoy Huaura – Villa Huaura – Villa Carrión de Velasco (1597), y San Felipe de Austria de Oruro en Charcas (1604). En lo que respecta a su labor en el campo de la educación, destaca la fundación de varias escuelas en Lima para la educación de los niños pobres criollos y peninsulares, así como la inauguración de la Ermita de la Caridad, donde las niñas de la nobleza se instruían, dotaban y casaban.

Virrey de la Nueva España por segunda vez

En 1604 volvió a Nueva España, siendo nombrado de nuevo virrey en 1607 a la edad de 70 años.

Durante su segundo mandato en Nueva España comenzó las obras del desagüe del valle de México, remedio propuesto por el ingeniero y cosmógrafo Enrico Martínez para resolver el problema de las frecuentes inundaciones que sufría la Ciudad de México. Sofocó una revuelta de esclavos negros cerca de Orizaba y financió las exploraciones de Sebastián Vizcaíno a Japón (1611).

Presidente del Consejo de Indias

Concluido su mandato, regresó a España donde se le confió la presidencia del Consejo de Indias.

El 18 de julio de 1609, el rey Felipe III le otorgó el título de marqués de las Salinas del Río Pisuerga, en recompensa por sus servicios prestados a la Corona.

El marquesado constituyó la elevación del señorío de Salinas del Río Pisuerga, que ostentaba desde la muerte de su padre, y que había conformado parte de la herencia de su tatarabuelo, Hernando de Velasco y Solier, señor de Siruela y de las Salinas del Río Pisuerga, hermano de Pedro Fernández de Velasco y Solier, I conde de Haro.

Matrimonio y descendencia

Casó con la primera virreina criolla, doña María de Ircio y Mendoza, hija del conquistador don Martín de Ircio (capitán de Hernán Cortés en la toma de Tenochtitlán), y de doña Mariana de Mendoza (hija ilegítima de don Íñigo López de Mendoza «el Gran Tendilla», conde de Tendilla y marqués de Mondéjar, y de una señora de nombre Leonor Beltrán de Carvajal), por lo tanto media hermana del virrey don Antonio de Mendoza.

De dicho matrimonio nacieron:

Doña Ana de Velasco e Ircio. Casó con don Diego de Ibarra y Marquiegui.

Don Francisco de Velasco e Ircio (1566-1608), quien premurió a su padre, por lo que no sucedió en el marquesado. Casó su sobrina doña María Isabel de Ibarra y Velasco (hija de su hermana doña Ana de Velasco), y cuyo hijo Luis de Velasco e Ibarra fue el segundo marqués de Salinas del Río Pisuerga.

10. Virrey.- Don Gaspar de Zúñiga Acevedo y Figueroa, conde de Monterrey. (1604-1606)

Gaspar de Zúñiga Acevedo y Velasco nació en Monterrey, castillo del municipio de Monterrey, provincia de Orense, en 1560 y falleció en Lima el 10 de febrero de 1606, noble español de la Casa de Zúñiga, V conde de Monterrey, señor de Biedma, Ulloa y de la casa de la Ribera, pertiguero mayor de Santiago de Compostela, virrey, gobernador y capitán general del reino de la Nueva España (México), presidente de la Real Audiencia de México, luego virrey, gobernador y capitán general del reino del Perú, presidente de la Real Audiencia de la Ciudad de los Reyes (Lima).

Hijo de Jerónimo de Zúñiga Acevedo y Fonseca, IV conde de Monterrey, señor de Biedma, Ulloa y de la casa de la Ribera, pertiguero mayor de Santiago de Compostela, y de su esposa Inés de Velasco y Tovar, hija de Juan de Velasco y Tovar, marqués de Berlanga, y de su esposa Juana Enríquez de Ribera. A la muerte de su padre en 1563 lo vino a heredar y fue V conde de Monterrey. Se casó en 1583 con Inés de Velasco y Aragón, hija de Íñigo Fernández de Velasco y Tovar, VI conde de Haro, IV duque de Frías, condestable de Castilla, y de su esposa Ana Ángela de Aragón y Guzmán. Las capitulaciones entre el conde de Monterrey y el duque de Frías, sobre el matrimonio de sus hijos Gaspar e Inés fueron otorgadas en 1563.AER 1​ Gaspar e Inés tuvieron en su matrimonio varios hijos:

Pedro Jerónimo, que murió joven, por lo que vino a heredarlo su hermano menor;

Manuel de Acevedo y Zúñiga, casado con Leonor de Guzmán, hija de Enrique de Guzmán, II conde de Olivares, y de María Pimentel de Fonseca y Zúñiga (hermana de Gaspar);

Inés de Zúñiga y Velasco casada con Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares, válido del rey Felipe IV;

María de Zúñiga y Aragón, que murió soltera;

Catalina de Fonseca y Zúñiga, monja en el convento de Santa Cruz de Valladolid.

Ayuda militar al rey Felipe II

Gaspar estudió en Monterrey en el colegio de los jesuitas fundado por su abuelo Alonso de Zúñiga y Acevedo Fonseca, III conde de Monterrey. A la edad de 18 años, decidió en 1578 dar ayuda al rey Felipe II, con sus tropas gallegas pagadas a su costo, en acciones militares en la frontera de Portugal, reduciendo a la obediencia del rey Felipe II dieciocho villas.​ Gaspar con sus tropas gallegas junto con las de su primo Francisco de Zúñiga y Sotomayor, IV duque de Béjar y Plasencia, y los ejércitos reales al mando de Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba de Tormes, participaron en la revista a la entrada al Portugal, que hizo el rey Felipe II, en Cantillana cerca de Badajoz, el día 15 de junio de 1580.3​ Gaspar defendió con sus tropas gallegas el puerto de la Coruña cuando fue atacado por el corsario inglés Francis Drake en 1589. Gaspar tuvo que litigar en 1594 con su pariente Fernando de Castro y Andrade, conde de Lemos, ante el Consejo Real de Castilla por un trámite del pleito sobre los bienes de la Casa de Ulloa.​

Virrey del reino de la Nueva España

Gaspar de Zúñiga fue nombrado por el rey Felipe II el 28 de mayo de 1595 virrey, gobernador y capitán general del reino de la Nueva España y presidente de la Real Audiencia de México.​ Fue el noveno virrey de la Nueva España, que gobernó del 1595 hasta 1603. El permiso de salida fue firmado por Felipe II en Madrid el 27 de junio de 1595 y el expediente de información y licencia de pasajero a Indias, pasando con 70 criados, de ellos doce casados con esposas e hijos, y 58 solteros, se puede consultar en el Archivo de Indias.​ Llegó a Veracruz a mediados de septiembre en la flota del general Luis Fajardo; se entrevistó en Acolmán un día con su antecesor, Luis de Velasco y Castilla, marqués de Salinas, y el 5 de noviembre de 1595 hizo su entrada oficial en la capital mexicana.​

Zúñiga decidió al comenzar su gobierno, para conseguir un aumento de las rentas de la corona, poblar la provincia de Nuevo México. Estudió el tratado celebrado entre su predecesor y Francisco de Oñate, lo corrigió y nombró a Vicente Saldívar para su ejecución. Las compañías reclutadas se amotinaron en Taxco, a 200 leguas de México. El virrey puso la expedición al mando del capitán Lope de Ulloa para castigar a los rebeldes y obligar a las tropas a continuar con la expedición. Nuevo México fue ocupado sin que los indígenas hicieran resistencia.​ La expedición fundó la ciudad de Santa Fe y llegó en sus exploraciones hasta la actual Nebraska, pero no encontró las famosas siete ciudades de oro en las provincias de Cíbola y Quivira.

Los piratas, al mando de Guillermo Paro, sorprenden Campeche en 1597 sembrando el terror. Después de una fuerte resistencia son vencidos por los vecinos y su jefe gravemente herido y luego ajusticiado. El virrey conde de Monterrey ordenó la protección de los puertos y el traslado de la población de Veracruz al lugar donde hoy se encuentra, frente al castillo de San Juan de Ulúa, y en 1600 se comenzó con la construcción de la ciudad.​

Durante su gobierno en México puso mucho empeño en que los indios que vivían esparcidos por los montes fueran reunidos en poblados, pero conservando para aquellos sus derechos en sus tierras, así mismo dispuso que los indios fueran libres para el servicio de los campos y las minas para evitar que fueran engañados y explotados por los mineros y por los ricos propietarios.​ En 1601 se levantaron los indios de la sierra de Topia debido al cruel trabajo que llevaban en las minas. El obispo de Guadalajara, Ildefonso de la Mota, fundó varias misiones de jesuitas, logrando apaciguar a los indios.​

El rey Felipe III lo nombró el 19 de mayo de 1603 virrey, gobernador y capitán general del reino de Nueva Castilla (Perú) así como presidente de la Real Audiencia de Lima.5​ Esperó en México la llegada de su sucesor Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, quien vino acompañado por su esposa y a quienes el 4 de octubre de 1603 los recibió en Otumba con gran pompa, dando un hospedaje y fiestas suntuosas que duraron ocho días, a su costa, luego siguió rumbo a Acapulco acompañado por una gran cantidad de indios llorando por su partida. Una demostración como ésta de cariño y reconocimiento sentida por los indios no se había hecho con ninguno de sus antecesores y tampoco se hizo con sus sucesores. Fue un virrey, dicen los cronistas, adornado de grandes virtudes y reconocido por los indios como su «benefactor y padre».​

Exploraciones

Entre sus primeros actos como virrey estuvo la organización de una expedición por tierra para explorar y colonizar el norte del Nuevo Reino de León y Castilla (actual Nuevo México), siguiendo una política de su antecesor, el virrey Velasco. La famosa expedición, al mando de Juan de Oñate, se había retrasado a sugerencia de Velasco para revisar el acuerdo. Oñate se convertiría en gobernador de la provincia y fundaría la antigua ciudad de Santa Fe. La búsqueda oficial de Oñate no localizó las legendarias Siete Ciudades de Oro que se pensaba estarían en las provincias de Cíbola y Quivira.

También envió dos expediciones para explorar la costa del Pacífico desde México. Dispuso en 1596 enviar una expedición para explorar y colonizar California, de donde llegaban noticias de existir ricos criaderos de perlas.7​ Nombró jefe de la expedición al almirante Sebastián Vizcaíno. La expedición compuesta de tres navíos salió de Acapulco y descubrió todo el litoral de California. Fundó el puerto de La Paz, llamado así por su amistosa recepción por parte de los indígenas. También descubrió el cabo San Sebastián.

Una expedición posterior de Vizcaíno con la misma misión zarpó el 5 de mayo de 1602 con cuatro barcos. Esa expedición fue más fructífera. Se funda Ensenada (Baja California) . Se exploró la bahía de San Diego y se nombró a Isla Catalina. Los exploradores llegaron tan al norte como la bahía de Monterrey, Alta California, que Vizcaíno nombró en honor al virrey.​ Los planes posteriores para colonizar la Alta California fracasaron ya que el sucesor de Zúñiga, Juan de Mendoza, tercer marqués de Montesclaros, era menos favorable a esos intentos de colonización.8​ Será el padre jesuita Juan María Salvatierra quien fundará la ciudad de Loreto en la costa oriental de la Baja California.

También se fundó la capital de Nuevo León, a la que se le dio el nombre de Monterrey en su honor.​

Véanse también: Juan de Oñate: Colonización de Nuevo México y Expedición a las Grandes Llanuras en busca de Quivira (1601).

Virrey del reino del Perú

El conde de Monterrey, fue el décimo virrey del Perú, que gobernó del 1604 al 1606. Su despedida de México fue muy suntuosa y espléndida, se embarcó en Acapulco el primero de abril de 1604 estando delicado de salud, arribó a Paita el 24 de mayo y por diversas causas, enfermedad y mal tiempo se vio obligado a proseguir el viaje por tierra, no obstante lo fatigoso de las jornadas y el 14 de julio salió en dirección a Lima, en agosto pasaba por Lambayeque y en octubre salía de Trujillo, en noviembre pasó unos días en Huaura y, finalmente, después de haberse entrevistado con su antecesor, nuevamente Luis de Velasco y Castilla, Marqués de Salinas, hizo su entrada oficial en Lima el 8 de diciembre de 1604.​

El cabildo de Lima hizo postergar las fiestas, que de costumbre se celebraban al advenimiento del nuevo virrey, por tener que realizarse un auto de fe el 13 de marzo de 1605 (reos de poca consideración, que no fueron quemados). Las fiestas en honor del conde de Monterrey se celebraron con corrida de toros y juego de cañas el 15 de abril y los estudiantes del colegio de San Pablo le dieron recibimiento el 29 de julio del mismo año. ​El virrey conde de Monterrey impuso en 1604 el impuesto de pesas y medidas para financiamiento del Cabildo. El 25 de noviembre de 1604 fuertes temblores de tierra causaron en la provincia de Arequipa graves daños. Conociendo el conde de Monterrey, la emigración de indios, que por temor huyeron de sus pueblos, a consecuencia de los grandes estragos y repetidos temblores que causó la erupción del volcán Huaynaputina en 1600 en la provincia de Arequipa, comisionó al licenciado Juan Antonio de Rivero y Alderete para que dé un informe sobre los daños ocurridos y para que consiga buscar los prófugos, hacer que regresen con sus familias y trabajen en la reconstrucción de sus pueblos.10​Var. 3​El conde de Monterrey al tener conocimiento, envió una nave a la isla de Galápagos para rescatar a diez naufragados, que habían permanecido allí dos años de penurias. La nave trajo a los rescatados en noviembre de 1605 a Lima. ​Mandó crear el Tribunal de Cuentas con los fueros y preeminencias de la Contaduría Mayor de Castilla. El Tribunal quedó organizado en febrero de 1607. Se erigió el obispado de Santa Cruz de la Sierra en 1605.10​ Se fundaron en Lima los monasterios de la recoleta de Belén, de religiosos mercedarios, la recolección de Santa María Magdalena, de religiosos dominicanos y el colegio de San Ildefonso, de la orden de San Agustín.

Su obra colonizadora prevenía la fundación de villas. Se fundó el 29 de septiembre de 1606 la villa de San Miguel de Ibarra en el Ecuador. Esta villa debía de servir de enlace entre Quito y Pasto, así como entre Quito y la provincia de Esmeralda. San Felipe de Austria de Oruro en Bolivia se fundó el primero de noviembre de 1606. La villa situada en un centro minero creció rápidamente.

Ordenó la expedición para el descubrimiento de las islas Indias Australes en el Mar del Sur cumpliendo los deseos del rey Felipe III manifestadas en su nombramiento. Puso la expedición al mando del capitán mercante y cabo Pedro Fernández de Quirós, asistido por el capitán de Marina Diego de Prado y Tovar al mando de la nao San Pedro y San Pablo, 60 toneladas, de Luis Báez de Torres al mando de la nao Almiranta San Pedrico, 40 toneladas, y de Pedro Bernal al mando de una lancha inglesa, Los Reyes Magos, lista en caso de desembarco. Las tres naves llevaban sesenta, cuarenta y doce marineros respectivamente, entre castellanos, portugueses y flamencos.  Los tres navíos llevaban el matalotaje necesario para su éxito en cuanto a agua, alimentos y armas. Fueron a bordo también seis religiosos franciscanos, Fray Martín de Bonilla como comisario de estos. Salió del Callao con gran solemnidad el 21 de diciembre de 1605. El papa Clemente VIII había concedido tres años antes indulgencias a los expedicionarios a petición de Diego de Prado, con la intermediación de Cristóbal Clavio. Tras la travesía del Pacífico Quirós muestra más interés por el comercio con Manila que por el descubrimiento y conspira para cambiar la dirección de la expedición hacia el nordeste cuando ésta apercibía signos de aproximarse a tierra firme, a latitud 26. Esta tierra firme estaba evidenciada por signos tales como las nubes continentales, por el tipo de tormentas y por la manera de ponerse del sol en lo que sería el Sur de Nueva Caledonia. Este cambio en contra de lo acordado en consejo de oficiales y la ira por haber utilizado parte de los toneles destinados al agua para mercar con vino en Manila provoca el motín y la separación tras haber explorado las Islas del Espíritu Santo (Vanuatu). Posteriormente Quirós vuelve desposeído de mando a Acapulco en la nao capitana.

Diego de Prado y Luis Báez de Torres continúan la empresa. Navegan por la costa de Nueva Guinea, que cartografían y a la que bautizan Magna Margarita en honor a la reina. Posteriormente navegan hacia la tierra firme de la que han tenido ya evidencias cuando navegaban en latitud 26°. Cuando son conscientes de que se trata de tierra firme toman posesión de lo que creen un nuevo continente, lo bautizan Australia del Espíritu Santo, en honor a la Casa de Austria. Encuentran numerosas poblaciones de tez relativamente clara y bastante organizados, Diego de Prado los denomina canacs. La acogida es a veces pacífica y a veces violenta. La expedición muestra mucha cautela de no agredir gratuitamente a los indígenas. Así mismo, descubren evidencias de la presencia mercante esporádica de comerciantes chinos. De Prado anota todos los indicios de riqueza mineral, vegetal y animal. Cuando han recorrido decenas de leguas de costa en lo que sería Queensland vuelven al norte, evitando las barreras de arrecifes («baxos» en el relato). Capturan a algunos indígenas para cristianizarlos en Manila, pero no pudieron establecerse definitivamente en ellas. La expedición continúa por el estrecho de Tovar, rebautizado por los navegantes ingleses como Estrecho de Torres, por Nueva Guinea y Borneo, donde cruzan los primeros indígenas lusófonos que le indican la cercanía a tierra explorada. En Manila, el gobernador parece retrasar la noticia del descubrimiento por intereses comerciales y celos a una nueva tierra que haría sombra a Filipinas, mientras tanto, Quirós inunda la secretaría de Estado de relatos ficticios para ganar favores reales, pues era consciente de la existencia de tierra firme austral. Pese a las cartas, relatos, mapas y envío de un indígena al Rey, la Administración Pública Española entierra en los archivos el descubrimiento y toma de posesión de Australia. En aquellos años se predecía que la talla de las Indias Australes fuese similar a la de América, por lo que es posible que la Administración se encontrase sin recursos para emprender otra colonización. Gaspar de Zúñiga nunca conocerá el resultado de esta expedición que financió, pues el descubrimiento acaece en 1608. El cambio de Virrey en Perú ha podido influir también en el desenlace de la historia. Báez de Torres continuará sirviendo a la Marina de manera discreta, Diego de Prado y Tovar, volverá por Goa, Ormuz, peregrinando a Alepo y de nuevo en barco vía Malta hasta llegar a Madrid, se ordenará monje y se encerrará en el convento de San Basilio de Madrid, calle del Desengaño, hoy desaparecido. Los exploradores ingleses del siglo XVIII conocían el relato de Torres y lo respetaban como precursor. El estandarte de Diego de Prado, una Cruz de Malta sobre fondo blanco figura hoy en la bandera del Estado australiano de Queensland. ​También ordenó la expedición a las tierras de los mojos en el oriente del Alto Perú (hoy Bolivia).​

Hizo intensificar la minería, en especial la explotación de las minas de azogue, tan importantes en aquella época, por servir el azogue para la extracción de plata y oro.​ Promulgó ordenanzas para asegurar la buena calidad de las obras de artesanía, impedir el monopolio y conseguir artesanos capacitados en el ejercicio de su arte y de buena fama.​

La prosperidad de los mestizos y mulatos en la América fue muy notoria en esta época. El virrey conde de Monterrey se vio obligado a redactar ordenanzas prohibiendo los atuendos de lujo a las mulatas, la posesión de armas a los mulatos y, además, prohibiendo que fueran de acompañantes de personas de calidad más de dos. Estas ordenanzas fueron en Nueva España años más tarde, en 1612, ampliadas por su sucesora y se extendieron a los negros, filipinos y chinos.

El conde de Monterrey, virrey de México y del Perú fue muy piadoso, su honradez era acrisolada. Con su patrimonio cubrió las deudas del Estado. A pesar de su quebrantada salud visitaba iglesias, repartía en limosna y actos de caridad todas sus rentas. En su época vivieron en Lima ejemplares de piedad y religiosidad como el arzobispo Toribio de Mogrovejo, Isabel Flores de Oliva, Martín de Porras, que fueron santificados por la Iglesia Católica. Sucedieron en el Perú por esos años raros acontecimientos, como los cronistas de la época lo relatan, los sucesos del terremoto de Arequipa, resurrección de muertos, arrepentimiento de herejes, apariciones de almas. El conde de Monterrey recibió el apodo el Virrey de los Milagros.13​ El cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala atestigua que el conde de Monterrey daba limosna a los pobres, favorecía a los indios, honraba a los incas y caciques, y castigaba a los corregidores, encomenderos y españoles quienes maltrataban a los indios.​

Falleció en Lima el 10 de febrero de 1606 después de una larga y penosa enfermedad que lo obligó a guardar cama por más de 2 meses, que pasó en la hacienda la Granja, de los padres dominicanos, situada en Limatambo.15​ En su testamento dejó por albaceas a Diego de Portugal, alcalde ordinario de la ciudad de los Reyes en 1606 y a Diego Núñez de Avendaño, quien al ser el Oidor más antiguo de la Real Audiencia ejerció el gobierno en ausencia del virrey, pero falleció meses después el 26 de mayo de 1606. Los costos de su entierro fueron cubiertos por la Real Audiencia al no haber dinero en la casa del virrey conde de Monterrey y se lo enterró en la iglesia de San Pedro de la Compañía de Jesús. Sus restos fueron trasladados a España en mayo de 1607 por el padre Alonso Mesías, quien fue elegido procurador en Roma, y sepultados en la iglesia del Colegio de los Jesuitas, castillo de Monterrey, situado en Verín, Galicia, fundada por su abuelo Alonso.​ Dejó unas deudas grandes. Su hermano Baltasar ayudó a su hijo heredero Manuel por el pleito de herencia del condado de Monterrey y de los mayorazgos de su casa ante los reyes Felipe III y Felipe IV.

Su esposa, la condesa de Monterrey, se quedó en España con sus hijos durante la ausencia del conde Gaspar, residiendo en su palacio en Madrid. Ella dio refugio a su prima Juana de Velasco y Aragón, VI duquesa de Gandia, en diciembre de 1599, cuando la duquesa, camarera mayor de la reina Margarita de Austria, tuvo que retirarse de la corte del rey Felipe III a insinuaciones de su válido Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, I duque de Lerma.​

Su reputación de hombre honesto era tan grande que nadie propuso que se llevara a cabo el Juicio de Residencia, que normalmente se hacía al virrey saliente cuando dejaba el gobierno. La Real Audiencia de Lima en su carta del 28 de febrero de 1606 informa al rey Felipe III la muerte del virrey, conde de Monterrey, manifestando que su gobierno fue uno de los más justos y prudentes que han gozado estos Reinos y que el conde de Monterrey fue un personaje de gran talento y singulares virtudes de piedad y justicia, y las demás, que sin duda le hicieron uno de los grandes y más importantes ministros que V.M. ha tenido.​ Por real cédula de Felipe III, fechada el 11 de mayo de 1608 en Aranjuez, en reconocimiento a los servicios prestados a la Corona de España por el conde de Monterrey, se concedieron a sus herederos un repartimiento en el Perú, con una renta de seis mil ducados.​

11. Virrey.- Don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros. (1607-1614)

Juan de Mendoza y Luna, (Guadalajara, España, enero de 1571-Madrid, 9 de octubre de 1628) de la Casa de los Mendoza, III marqués de Montesclaros y administrador de las provincias españolas en América, fue sucesivamente el undécimo Virrey de Nueva España (1603-1607) y del Perú (1607-1615).

Era el hijo póstumo del II marqués de Montesclaros. Fue criado por su madre, Isabel Manrique de Padilla.

Se distinguió en el servicio en el ejército del Duque de Alba en la campaña portuguesa, como un Capitán de lanceros. Para su servicio, le concedieron el honor de ser caballero de la Orden de Santiago en 1591. Más tarde será gobernador de Sevilla.

Virrey de Nueva España

Sirvió en el ejército con distinción en la campaña de Portugal. Fue nombrado Virrey de la Nueva España el 19 de mayo de 1603, acompañado de su esposa, Ana de Mendoza (también conocida como Ana Messía),1​ llegando el 27 de octubre del mismo año.

Al poco de su llegada, en agosto de 1604, una inundación asoló a la Ciudad de México, por lo que propuso el traslado de la capital a Tacubaya. Ante lo costoso del plan, pues los palacios virreinales no se podían abandonar,2​ debido a que su construcción había sido muy costosa, ordenó una serie de obras para el desagüe de las lagunas de la Ciudad de México (desagüe de Huehuetoca, que no fue terminado hasta el mandato de su sucesor), de forma que se evitasen nuevas inundaciones.

También mandó empedrar las calles de la Ciudad de México, construir un acueducto para el abastecimiento de agua potable desde las fuentes de Chapultepec al centro de la ciudad (que no sería finalizado tampoco durante su mandato) y una serie de calzadas que de la Ciudad de México llevaban a Guadalupe, San Cristóbal, San Antonio Abad, Chapultepec y otras. Terminose su gobierno en el 2 de julio de 1607, embarcándose en Acapulco, destino: Lima. Cabe destacar que fue el virrey más joven de la Nueva España con tan solo treinta y dos años al momento de iniciar su mandato.

Virrey del Perú

Durante su mandato como Virrey del Perú, que comenzó desde el 21 de diciembre de 1607 fomentó la flota, mandó confeccionar el primer censo de Lima, construyó el Puente de Piedra sobre el río Rímac y la Alameda de los Descalzos, y se hizo conocido por su protección de los indios, por la denuncia ante el Rey de las excesivas riquezas que atesoraban las órdenes religiosas, así como por la institución del primer tribunal mayor de cuentas del virreinato. Durante su mandato (que terminó el 18 de diciembre de 1615) se descubrió una mina de mercurio en Huancavelica.

Regreso a España

Después de volver a España en 1616 se convirtió en Consejero de estado y de Guerra del Rey, gobernador del consejo de Hacienda, también de Aragón y un alto funcionario en el Tribunal. El rey Felipe IV lo hizo Grande de España.

Nota: En el Prefacio del libro de Mary Fukumoto PhD. Hacia un nuevo sol. Japoneses y sus descendientes en el Perú, se lee estos párrafos:

«En la Biblioteca Nacional del Paseo de Recoletos, en Madrid, se guarda un interesante documento de la época colonial. Se trata de un minucioso informe fechado el día 27 de enero de 1614, redactado por el Escribano de Su Majestad, don Miguel de Contreras. En él se da cuenta del resultado de un censo de la población de Lima, realizado el año anterior por orden del virrey Juan de Mendoza y Luna, conde Montesclaros (1604-1615)(Corrección: marqués de Montesclaros, gobernó de 1604 a 1614) Lima contaba entonces con una población de aproximadamente 25000 habitantes, entre los que se incluían 114 asiáticos: 38 eran chinos, 56 oriundos de los territorios portugueses en India y, curiosamente, había 20 japoneses. Más precisamente, 9 japoneses, 4 de ellos casados, y 11 japonesas, cuatro de ellas con sus maridos. Por qué motivo estos japoneses cruzaron el Pacífico y finalmente se asentaron en Perú, es una incógnita«

12. Virrey.- Don Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache. (1614-1621)

Francisco de Borja y Aragón (mar Tirreno, 1581 – Madrid, 1658) era un noble, militar, escritor y poeta español, II conde de Mayalde y conocido, por su matrimonio que lo convirtió en consorte y luego en titular, como el Príncipe de Esquilache. También fue un importante poeta del barroco.

Francisco de Borja y Aragón había nacido viajando por el mar Tirreno en el año 1583, siendo hijo de Juan de Borja y Castro, I conde de Mayalde —tercer hijo de san Francisco de Borja— y de Francisca de Aragón y Barreto, I condesa de Ficalho,1​ y descendiente del rey Fernando II de Aragón.

Aprovechado en los estudios desde su infancia, se inclinó tempranamente por las artes y las letras convirtiéndose en un renombrado escritor y poeta.

Cargos ostentados y honores

Por méritos familiares, fue nombrado caballero de la Orden de Montesa en 1588, así como de la Orden de Santiago con dos encomiendas. También fue gentilhombre de cámara del rey Felipe III. Al contraer matrimonio en 1602 con la princesa de Esquilache, se convertiría en el consorte (y cuando enviudara en 1644, en el titular).

Virrey del Perú y presidente de la real audiencia

Nombrado como virrey del Perú el 19 de julio de 1614, obtuvo licencia para llevar consigo un séquito de sesenta validos y servidores, además de las veinticuatro criadas que acompañaron a su esposa. Hizo su solemne entrada en Lima el 18 de diciembre de 1615, reemplazando al marqués de Montesclaros. Para atender las funciones de gobierno solicitó la asesoría de Leandro de Larrinaga Salazar.

Amenazado el litoral peruano por incursiones piráticas, proveyó de inmediato la defensa de la costa merodeada por marinos holandeses, como Jacob Le Maire y Willem Schouten. Favoreció la reglamentación de los repartimientos para evitar los abusos cometidos en perjuicio de los indios, no obstante durante esos años el procurador Juan Ortiz de Cervantes presentó sucesivos memoriales en la Corte a favor de la perpetuidad de las encomiendas.

Creó en Lima el Colegio del Príncipe, para la educación de los hijos de indios nobles (1620), y en Cuzco los colegios de San Francisco de Borja y San Bernardo (1619) para los hijos de caciques y de conquistadores, respectivamente. Dio cumplimiento a las bulas de erección de las diócesis de Trujillo, Concepción y Buenos Aires (1616).

Favoreció la entrada de Diego Vaca de Vega a las tierras habitadas por los nativos de Maynas y la fundación del pueblo que, en su homenaje, lleva el nombre de Borja (8 de diciembre de 1619). Procedió a reglamentar e instalar el Tribunal del Consulado (20 de diciembre de 1619).

A su solicitud, se le nombró sucesor de su esposa y sin esperarlo se convirtió en VI príncipe de Esquilache, y emprendió viaje de regreso a España el 31 de diciembre de 1621 y fallecería en 1658.

Matrimonio y descendencia

El noble Francisco de Borja y Aragón, II conde de Mayalde, se unió en matrimonio en 1602 con su prima Ana de Borja y Aragón Pignatelli (f. 1644), V princesa de Esquilache y condesa de Simari, era una hija de Pedro de Borja y Aragón Marulli, IV príncipe, y de su esposa Isabel Pignatelli, además de nieta de Juan de Borja, III príncipe, y de su cónyuge Leonor Marulli, bisnieta de Francisco de Borja y Aragón, II príncipe, y de su mujer Isabel Piccolomini, y tataranieta de Jofré Borgia, I príncipe de Esquilache y conde de Alvito —hijo de Rodrigo Borja quien fuera nombrado papa Alejandro VI y de su amante Vannozza Cattanei— que se había casado en 1507 con María Milán de Aragón.

Fruto de dicho enlace tuvieron tres hijos:

María Francisca de Borja y Aragón (f. 1649), VI princesa, que se casó en 1623 con su tío paterno Fernando de Borja y Aragón (1583-1665), virrey de Aragón desde 1621 hasta 1632, virrey de Valencia desde 1635 hasta 1640, VII príncipe de Esquilache desde 1649 y III conde de Mayalde desde 1658.

Juan de Borja y Aragón, conde de Simari, quien no tuvo sucesores.

Francisca María de Borja y Aragón (n. 26 de marzo de 1611 – f. 1657) que se unió en matrimonio con Francisco de Castelvi, II marqués de Laconi, pero no tuvieron sucesores.

Obra literaria

De regreso a la península, dedicó su tiempo libre a la producción poética, llegando a publicar:

Obras en verso (1630, 1652 y 1663)

La pasión de Nuestro Señor Jesucristo en tercetos (1638)

Nápoles recuperada por el rey don Alonso (1651 y 1658), poema heroico.

Oraciones y meditaciones de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, con otros dos tratados de los tres tabernáculos y soliloquios del alma (1661).

Miguel de Cervantes escribió un reconocimiento al trabajo de Borja y Aragón en el Viaje del Parnaso.

Literatura

Una aventura del virrey poeta y Los duendes del Cuzco de Ricardo Palma, dos de sus relatos cortos de ficción histórica que forman parte del conjunto de escritos que el autor publicó por varios años en periódicos y revistas, los mismos que se basan en hechos históricos de mayor o menor importancia, propios de la vida de las diferentes etapas que pasó la historia del Perú; y, que se conocen bajo el título de Tradiciones peruanas.

13. Virrey.- Don Diego Fernández y Córdova, marqués de Guadalcázar. (1622-1629)- (c.1580-1630)

Administrador colonial español, virrey de Nueva España (1612-1621) y de Perú (1622-1629) Debido a su afortunado gobierno en Nueva España recibió el apodo de ‘el Buen Virrey’. Puso fin a la revuelta de los tepehuanes. Fundó las ciudades de Lerma (1613), Córdoba (1618) y Guadalcázar (1620) Acabó el acueducto entre Chapultepec y Ciudad de México. Como virrey de Perú puso fin a las luchas intestinas entre familias rivales. Protegió Lima de las acciones corsarias, en especial las del francés Jacques L´Hermite, y reformó el sistema fiscal. En 1629 abandonó su cargo y regresó a España.

14. Virrey.- Don Jerónimo Fernández de Cabrera, conde de Chinchón. (1629-1639)

Luis Jerónimo de Cabrera y Bobadilla (Madrid, 1589 – ib., 28 de octubre de 1647), cuarto conde de Chinchón y funcionario colonial español. Fue tesorero general del Consejo de Aragón entre 1612 y 16271​ y virrey del Perú desde 1629 hasta 1639.

Nació en Madrid en 1589 perteneciente a una familia cercana al trono español. Sus padres fueron Diego Fernández de Cabrera y Mendoza, tercer conde de Chinchón, e Inés Pacheco, hija del marqués de Villena y duque de Escalona Diego López Pacheco, y de Luisa Bernarda de Cabrera y Bobadilla, tercera marquesa de Moya. Los padres de Don Luis eran primos.

De la época de su mandato datan el hallazgo de minas de plata en el Cerro de Pasco y el hallazgo de las propiedades febrífugas de la corteza de quina.​

Al concluir su mandato como virrey en 1639, Cabrera regresó a España, donde llegó a ser consejero de estado y acompañó al rey Felipe IV en la campaña de Navarra, Aragón y Valencia.

Contrajo matrimonio dos veces: la primera con Ana Osorio Manrique, hija de los marqueses de Astorga, con quien no tuvo sucesión; la segunda con Francisca Enríquez de Rivera, hija de Per Afán de Rivera, con quien tuvo un único hijo, Francisco, que le sucedió en sus títulos nobiliarios.

15. Virrey.- Don Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera. (1639-1648)

Pedro de Toledo y Leiva (Úbeda, 1585-Mancera de Abajo, 9 de marzo de 1654) fue un noble, político y militar español titulado primer marqués de Mancera y VI señor de Mancera y de las Cinco Villas, que llegó a ser gobernador y capitán general de Galicia durante ocho años y virrey del Perú de 1639 a 1648.

Hijo de Luis Álvarez de Toledo y Mendoza, IV señor de Mancera en la provincia de Salamanca y Cinco Villas y comendador de Alange en la Orden de Santiago, y de Isabel de Leiva, hija de Sancho Martínez de Leiva, virrey de Navarra, y de Leonor de Mendoza, hija de los señores de La Corzana.

Pedro heredó de su hermano Enrique Álvarez de Toledo y Leiva, V señor de Mancera, el señorío. Fue asimismo comendador de Esparragal y caballero de la Orden de Alcántara.

Desde muy joven sirvió a bordo de las galeras, con quince años ya se halló combatiendo en Italia (1600), y un año después en la campaña de Argel conducida por el príncipe Juan Andrea Doria. Al mando de cinco galeras concurrió a la defensa del estrecho de Gibraltar (1607), atacado por los moros. Después ejerció cargos de gobierno: como miembro del Consejo colateral de Nápoles durante el virreinato de Antonio Zapata y Cisneros,1​ y llegó a ser teniente general de las galeras de Sicilia (1622).

Una vez en la corte, el rey Felipe IV le otorgó el título nobiliario de marqués de Mancera, el 17 de julio de 1623 y pasó a integrar el Consejo Supremo de Guerra.

El 4 de agosto de 1631 fue designado gobernador y capitán general de Galicia, cargo que ocupó hasta 1637, cuando fue nombrado gobernador de Orán. Finalmente recibió el 24 de febrero de 1638 el cargo de Virrey del Perú, y empleó más de un año en los preparativos de viaje, pues salió de Cádiz el 20 de mayo de 1639.

Virrey del Perú

Pedro Álvarez de Toledo y Leiva tomó posesión del cargo como el decimoquinto virrey del Perú el 18 de diciembre de 1639, y lo entregó a García Sarmiento de Sotomayor, II conde de Salvatierra el 20 de septiembre de 1648; de modo que rigió los destinos del inmenso Virreinato del Perú durante ocho años, nueve meses y dos días.

Ante las frecuentes incursiones de los piratas, y aconsejado por su experiencia militar, dispuso la fortificación del Callao (1640) levantando una muralla de 4 km de largo, la erección de fuertes en Arica y Valdivia (isla Mancera, denominada así en su honor), y aún la defensa de Buenos Aires. Introdujo el uso del papel sellado (1641).

Visitó las minas de azogue de Huancavelica (1645), para reformar su administración y asegurar el aprovisionamiento del metal; intentó ordenar la explotación del mineral de Potosí.

Dispuso la venta y composición de tierras, y mediante su ejecución obtuvo 2 millones de pesos para la Monarquía Hispánica.

Aunque tendió a «la conservación, buen tratamiento y alivio de los indios», reconoció que estos tenían por enemigos a corregidores, curas y caciques, «atentos a enriquecer de su sudor», y que ninguna preocupación mostraban por obedecer las providencias dictadas para amparar a aquellos.

Para conocimiento de su sucesor preparó una Relación del estado del gobierno del Perú (al parecer impresa en Lima hacia 1648). De vuelta en la corte, se retiró a su palacio de Mancera, donde murió el 9 de marzo de 1654.

Familia y descendencia

Pedro Álvarez de Toledo y Leiva se casó en primeras nupcias con Luisa Feijoo de Novoa y Zamudio, I marquesa de Belvís.​ En segundas nupcias se casó con María de Salazar Enríquez de Navarra, III señora del Mármol.

Del primer matrimonio nació Francisca de Toledo y Osorio, conocida también como Francisca María de Toledo Osorio Feijoo de Novoa y Leiva,2​3​ segunda marquesa de Belvís, primera marquesa de Montalvo en el 19 de marzo de 1630 y señora de las casas de Zamudio y Zugasti​ (un hijo de esta llamado Pedro, sería el tercer marqués de Mancera y tercer conde de Gondomar).

Del segundo matrimonio nacieron Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar, segundo marqués de Mancera y Antonia María Álvarez de Toledo Molina y Salazar.

16. Virrey.- Don García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra. (1649-1655)

García Sarmiento de Sotomayor y Luna (La Cañiza, ¿? – Lima, 1659). Noble y funcionario colonial español. Virrey de la Nueva España y XVI Virrey del Perú.

Hijo de Diego Sarmiento de Sotomayor, primer conde de Salvatierra y marqués del Sobroso, y Leonor de Luna y Enríquez de Almansa, hermana del primer conde de Fuentidueña.

Visto su celo en el cumplimiento de diversos cargos cortesanos, el 31 de marzo de 1631 fue nombrado maestre de campo de la infantería organizada en Galicia para marchar a Flandes; y sucesivamente pasó a ser asistente y maestre de campo general de Sevilla (1634), y gobernador de la armada real.

Virrey de la Nueva España

Elegido Virrey de la Nueva España, el 1 de julio de 1642, tomó posesión de su gobierno el 13 de noviembre de 1642, y lo ejerció hasta el 14 de mayo de 1648.1​ Allí se enemistó con el obispo de Puebla, Juan de Palafox y Mendoza, debido al apoyo que brindó a los jesuitas en las disputas que mantuvieron con el prelado y, llegadas algunas quejas a la corte, se resolvió su traslado al Virreinato del Perú, el 8 de julio de 1647. Sin embargo, demoró su viaje para hacer entrega del gobierno a su sucesor.

Virrey del Perú

Llegó al Callao el 28 de agosto de 1648, pero su entrada oficial en Lima se efectuó el 20 de septiembre de 1648. Ante posibles incursiones de los portugueses, dispuso que los comerciantes de esa nacionalidad vendieran las naves que poseían para sus operaciones en el Océano Pacífico, y para cortar la circulación de la moneda de baja ley, limitó primero su valor cancelatorio y luego declaró su invalidez. Ordenó la Real Hacienda, cobrando los adeudos al fisco y promoviendo la actividad minera. Favoreció las misiones de Maynas, atendidas por los jesuitas. Afectado el Cuzco tras el terremoto del 31 de marzo de 1650, comenzó las tareas de reconstrucción. En Lima dispuso la construcción de la pila ornamental de la plaza mayor.

Concluyó su mandato el 24 de febrero de 1655, pero permaneció en Lima, debido al estado de guerra entre España e Inglaterra.

Nada respecto de alguna insubordinación de dimensiones, según se conoce de las notas que se trascriben a continuación: «Gobernó el conde de Salvatierra la Nueva España desde ese día hasta que, habiendo sido nombrado virrey del Perú el 8 de julio de 1674, entregó el mando el 13 de mayo de 1648 a don Marcos de Torres y Rueda, obispo de Yucatán, nombrado para reemplazarle interinamente y mientras llegaba el nuevo virrey don Luis Enríquez de Guzmán, Conde de Alba de Liste, «dejando memoria de haber sido religioso y moderado gobernante y haber dado impulso a las mejoras materiales» (Gobernantes de México.)

Llegó el conde de Salvatierra a Lima acompañado de su esposa doña Antonia de Acuña y Guzmán, que también le había acompañado en México, y recibió ese día el gobierno del reino de manos de su antecesor don Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera. Ejerció por el tiempo de seis años, cinco meses y cuatro días y hasta el 24 de febrero de 1655, en que lo entregó a su sucesor el conde de Alba de Liste que lo había sido también de México.

Pocos acontecimientos marcan el virreinato del conde de Salvatierra, durante el cual continuó el país gozando de aquella paz, sosiego y tranquilidad en que lo había dejado su predecesor. Dedicose especialmente al embellecimiento de la ciudad, a la cual tomó especialísimo cariño y en la que quedó como muestra imperecedera de ese afecto, la fuente monumental que se eleva en su plaza mayor y que inauguró en 1650, con cuyo motivo se imprimió en esta ciudad un folleto en que se la describe, escrito por don Fernando de Sotomayor, Procurador de la Real Audiencia: al final de él están dos romances del doctor don Antonio de Retes y Velasco y de don Francisco Severino de Torres, Alguacil Mayor de Cabildo, en alabanza de la fuente y acción de gracias al virrey, con equívocos propios del gusto de aquel tiempo y alusivos a los apellidos del conde: vaya como muestra esta redondilla:

El agua que en ella corre

No corre como solía,

Y se ve de tierra salva

Y por salva tierra limpia

Otra descripción muy detallada de ella, se registra en el número de El Mercurio Peruano, correspondiente al 9 de febrero de 1792. Por cuanto me parece de gran importancia esta descripción detallada, la reproduzco en toda su extensión:

«En el centro de la Plaza se levanta tres pies y medio sobre el plano de ella, una mesa de repostería de quince varas por lado guarnecida de una grada de piedra de sillería, a la que rodea un acueducto descubierto en donde se acoplan los desagües que van a precipitarse en una acequia. Encima se ve colocada la taza principal de nueve varas de diámetro, coronada de ocho leones y otros tantos grifos que aquellos tienen en sus a sus plantas, y orlada de ocho medios puntos en la altura de una vara. Está revestida por la parte exterior de molduras exquisitas y macetas de flores de medio relieve, y cubiertas interiormente en su plan y cerco de azulejos. En el medio tiene un pedestal de dieciocho pies de altura compuesto de tres cuadros bellamente adornados, en el que se apoya segunda taza de tres varas de vuelo que despide el agua por ocho vistosos mascarones. Sobre ésta se eleva una columna de dos pies de diámetro y dos varas de altura, hermoseada de bellos follajes y labores primorosas con cuatro carterones que sostienen la (sic) taza más alta de seis varas y dos séptimas de circunferencia, perfilada interiormente y rodeada por defuera de diez graciosos serafines que lanzan precipitadamente el líquido que en ella se recoge. En su centro aparece a manera de pirámide otra columna de dos varas de alto artificiosamente labrada recibiendo la taza de follaje que remata en el farol compuesto de seis columnas de dos pies y medio de altura que forma una cúpula sobre la que se mira la Fama de vara ¾ de alto con el morrión en la frente, las Armas Reales de nuestro Soberano en la mano derecha, y en la izquierda el clarín con el que publica su nombre y magnificencia.

El cobre campanil es el material de que constan todas las partes de esta Fuente, y sus respectivos ornatos son conformes a las reglas del orden composito (sic) de la Arquitectura civil. Tiene quince varas y una tercia de elevación hasta el morrión de la Fama, de las que deducidas una y tres cuartas varas de la altura de esta, solo restan líquidas tres varas y siete dozavos a las que surge el agua que derrama. En cada ángulo de su mesa aparece un pilón formado en jun zócalo y tres medios puntos guarnecidos de molduras; de uno de los cuales sale una pirámide adornada de florestas de medio relieve, que por tres caños despide el agua a su taza fabricada del mismo cobre campanil. A toda esta obra en que relucen la magnificencia y el buen gusto arquitectónico, circunvalan veinticuatro piezas artillería, y dieciséis cadenas de fierro que franquean por el medio y sus cuatro ángulos una entrada estrecha, y capaz solamente para que se introduzca el vecindario. Si aquí detuviésemos la pluma, este breve diseño sería inútil, y aún molesto: pero persuadidos de que no dejará de ser agradable el manifestar los conductos por donde bebe esa fuente sus aguas, y el modo artificioso con que se vierten por todos sus tubos, daremos una idea cabal aunque sucinta. En la Plazuela del Colegio de Santo Tomás hay una Arca general, donde se reparten las aguas reglamentadamente por diversas cañerías para las pilas públicas y privadas de toda la Ciudad. Desde este sitio hasta el pie de nuestra Fuente hay un desnivel de doce varas y tercia; así corriendo el fluido precipitadamente a causa de la inclinación del plano , y de la fuerza que recibió en el descenso de su origen primitivo, se acopia a un tinajón ovalado de dos varas y media de alto y una y media de diámetro, en donde hace su represa; y saltando impetuosamente se escapa por el camino desembarazado que se le presenta, y cual violento torbellino se eleva un chorro pujante hasta los cielos, de suerte que parece que por el aire arroja a todas partes sus saetas: graciosamente saltan las aguas, y encorvándose a manera de un vistoso penacho caen haciendo un festivo y armoniosos ruido; y como si se burlasen, azotan a las que fueron anteriormente derramadas balando al mismo tiempo con una avenida de rocío la taza inmediata al surtidero . Esta por diez caños se desagua en la segunda, en donde rebozando este líquido, es impelido por otros ocho caños a la taza mayor: acumulado aquí, se distribuye por otros tantos conductos y sus correspondientes flautas, que bajan y suben alternándose en unos depósitos situados al pie de la madre, en la que siendo comprimido se eleva con pujanza, y brota por los pilones colocados en los cuatro ángulos de su mesa, y por los ocho leones y otros tantos grifos inferiores a éstos, que con suma rapidez lo retornan a la misma taza de donde se había derivado. La abundancia de las aguas que por cuarenta y seis caños se deslizan formando un género de vuelta convexa, es muy agradable , y realza grandemente todo el ornato que procuran la curiosidad y el arte.«

17. Virrey.- Don Luis Enrique de Guzmán, conde de Alba de Liste. (1655-1660)

Luis Enríquez de Guzmán (c. 1600 – 12 de marzo de 1667) fue un noble y político español que desempeñó los cargos de 21.er Virrey de Nueva España y 17º Virrey del Perú.

Nació hacia el año 1600, siendo hijo de Luis Enríquez de Almansa y Rojas (hijo de Juan Enríquez de Almansa, II marqués de Alcañices), conde de Almansa y de conde de Villaflor, y de Juana Ignacia Quaresma Peçanha, hija de Manuel Quaresma, veedor de la hacienda real de Sebastián I de Portugal y del Consejo de Estado del Reino de Portugal.

Fue segundo conde de Villaflor, IX conde de Alba de Liste, Grande de España, señor de las villas de Garrovillas, Membibre y Castrocalbón, alférez y alguacil mayor de Zamora; y posteriormente alcaide perpetuo de las torres y fortalezas de dicha ciudad, alcaide y escribano mayor de rentas de Sacas, y caballero y comendador de la Orden de Calatrava.

Virrey de Nueva España

El 28 de mayo de 1649 fue nombrado Virrey de Nueva España, tomando posesión del gobierno el 13 de junio de 1650 y se mantuvo en el cargo hasta el 15 de agosto de 1653.​

Durante su gobierno las pestes diezmaron la población indígena, logró sanear la Hacienda Real y aprovechar la bonanza económica impulsando en Nueva España la explotación minera. Se establecieron los rasgos de las grandes haciendas, la concentración de las funciones de justicia y policía locales. Intentó socorrer sin éxito la isla de Jamaica, que cayó en poder de los ingleses, y reprimió la sublevación de los indios tarahumaras, al norte del virreinato, que se habían revelado a causa de los abusos de los colonos y habían asesinado a misioneros franciscanos y jesuitas, y saqueado algunas poblaciones.

Fue promovido al Virreinato del Perú el 22 de febrero de 1653, aunque se demoró dos años en ocupar su nuevo cargo, y se embarcó en Acapulco en diciembre de 1654.

Virrey del Perú

Llegó a Paita el 3 de enero de 1655, donde recibió la noticia de la pérdida de la nao capitana de la Armada del Sur en un naufragio, con 600 hombres y seis millones de pesos en oro y plata. Hizo su entrada oficial en Lima el 24 de febrero del mismo año, y la primera orden recibida fue la de enviar a España un millón de pesos.

Durante su gobierno, en el mediodía del 13 de noviembre tuvo lugar un terrible terremoto que estremeció Lima y destruyó Callao, causando grandes daños materiales y humanos. Pasó grandes apuros para mitigar el desastre y conseguir devolver todo a la normalidad. Afrontó y redujo la sublevación iniciada en Tucumán por Pedro Bohórquez, combatió a los mapuches, quienes saquearon Valdivia y Concepción, y se descubrieron en 1657 los minerales de Laicacota, cuya explotación originó el auge de Puno.

En colaboración con el Cosmografo Mayor Francisco Ruiz Lozano y Juan Ramón Koenig, fundó la Academia Real de Náutica de Lima el 22 de diciembre de 1657, para la instrucción de los pilotos de la Mar del Sur, y proyectó la derogación de la institución de la mita, fuente de excesos contra los indios y de su permanente malestar.

Tuvo constantes desavenencias con la iglesia católica en general y con el arzobispo de Lima, Pedro de Villagómez en particular, por cuestiones de jurisdicción y preeminencias, y llegó a tener dificultades con los ministros de la Inquisición y con el tribunal de la Santa Cruzada. Sus disputas eclesiásticas se originaron por un libro que siempre le acompañaba, que estaba escrito por el holandés Guillermo Lombardo. Los problemas ocasionados llegaron a tal punto que un día tuvo que abandonar la misa ante una lluvia de insultos, siendo calificado como el Virrey hereje.

Una vez finalizado su gobierno, el 31 de julio de 1661 entregó el bastón de mando a su sobrino Diego IV de Benavides y de la Cueva, VIII conde de Santisteban del Puerto y I marqués de Solera, y permaneció en Lima hasta la resolución de su juicio de residencia, que siendo favorable regresó a España el 2 de diciembre de 1662, donde falleció el 12 de marzo de 1667.

18. Virrey.- Don Diego Benavides y de la Cueva, conde de Santisteban. (1661-1666)

Diego IV de Benavides y de la Cueva (Santisteban del Puerto, 25 de febrero de 1607-Lima, 19 de marzo de 1666) fue un noble, militar, diplomático y escritor español, titulado octavo conde de Santisteban del Puerto y creado primer marqués de Solera (1637). Fue además, XVI señor de la Casa de Bedmar, XIX señor de la Casa de Benavides, señor de la Casa de la Cueva, de Finelas e Ybros, caudillo mayor del Reino de Jaén, caballero y Trece de la Orden de Santiago, gobernador y capitán general de Galicia, Virrey de Navarra y del Perú.

Nació en la villa de Santisteban del Puerto en el año 1607, siendo hijo de Francisco de Benavides y de la Cueva, séptimo conde de Santisteban del Puerto, y de Brianda de Bazán y Benavides, hija de Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz. Se trasladó a estudiar a Madrid, donde recibió una educación humanística de parte de los jesuitas en el Colegio Imperial de Madrid, y posteriormente a la Universidad de Salamanca, siendo colegial de San Bartolomé.

Luchó en Aragón y Portugal, y obtuvo la encomienda de Monreal por la Orden de Santiago, de la que fue caballero y Trece de la orden. Después de la guerra con Portugal en 1643, fue nombrado capitán general de las Fronteras y más tarde gobernador y capitán general de Galicia. En 1653 fue nombrado Virrey y capitán general de Navarra. Por sus invalorables servicios diplomáticos en la negociación de 1659 (Paz de los Pirineos) y el posterior matrimonio de la princesa María Teresa de Austria con Luis XIV de Francia, el rey Felipe IV de España elevó su señorío de Solera a marquesado, creando el Marquesado de Solera.

Como escritor destacan entre sus obras los Epigramas latinos del humanista giennense D. Diego de Benavides y de la Cueva (Latin epigrams) y Horae succisiuae siue Elucubrationes. Esta última obra es una antología poética recopilada por sus hijos Manuel y Francisco de Benavides que fue publicada en 1660 (Segunda edición, 1664).

En 1661 fue nombrado virrey del Perú, llegando a Lima el 31 de diciembre. Durante su administración, se preocupó mucho por la condición de los indígenas, particularmente por su educación y condiciones de trabajo, estableciendo la llamada Ordenanza de Obrajes en 1664.

Enfrentó terremotos y epidemias, y pudo erradicar las disputas mineras de los españoles. Construyó el Hospital de San Bartolomé y también el primer teatro de Lima. Su tercera mujer destacó en el mandato de su marido como una prevaricadora, pues su mayor tarea fue la de vender cargos públicos, así como asistir a fiestas y actos públicos.

Falleció en la ciudad de Lima el 19 de marzo de 1666.

Matrimonios y descendencia

Contrajo primer matrimonio con Antonia Dávila y Corella, VII marquesa de las Navas, IX condesa del Risco, X condesa de Cocentaina, hija de Jerónimo de Corrella, IX conde de Cocentaina, marqués de Almenara, general de artillería del Ejército de Milán, y de Jerónima Dávila Manrique, VI marquesa de las Navas, VIII condesa del Risco y señora del estado de Villafranca. Tuvo por hijos de este matrimonio:

Pedro Dávila y Corrella, VIII marqués de las Navas, conde del Risco y vizconde de Cocentaina.

Francisco de Benavides Dávila y Corella, IX conde de Santisteban del Puerto.

Manuel de Benavides, que murió en Nueva España a los 20 años.

María de Benavides, que casó en primeras nupcias con Luis Ramón Folch de Aragón, VI duque de Segorbe, y en segundas con Iñigo Melchor de Velasco, XII Condestable de Castilla, VII duque de Frías, con sucesión de ambos matrimonios.

Jerónima de Benavides, que casó con Diego Dávila Mesía y Guzmán, III marqués de Leganés, II marqués de Morata; sin sucesión.

Contrajo segundo matrimonio con su cuñada Juana Dávila y Corrella, de quien tuvo un hijo que falleció siendo niño. Finalmente, contrajo terceras nupcias con Ana de Silva Manrique y de la Cerda, condesa de Nieva, hija de Ruy Gómez de Silva y Mendoza, conde de Galve y primer marqués de Eliseda, y de su segunda mujer Antonia Manrique de la Cerda. Nacieron del tercer matrimonio:

Joaquín de Benavides, que falleció siendo niño.

Teresa de Benavides y Silva, casada en primeras nupcias con su pariente Bernardo Manrique de Silva, III marqués de Eliseda, de quien no tuvo sucesión; y en segundas nupcias con Pedro Álvarez de la Vega, V conde de Grajal, de quienes nació un niño que murió.

Josefa de Benavides Silva y Manrique, casada con Juan Manuel Fernández Pacheco, VIII duque de Escalona, de quien tuvo sucesión.

El 24 de junio de 1665, durante su gobierno comenzaron los disturbios en el rico asiento mineral de Laycacota, perteneciente al maestre de campo don José Salcedo, por una pendencia entre los indios y gente de esa mina y las de otras vecinas, en la que murieron el padre Simón de Miranda, comisario de Jerusalén y Juan de Campos. Apaciguados por el gobernador don Andrés Flores de la Parra, renacieron con más violencia bajo su sucesor don Ángel de Paredo, tomando el 18 de octubre la forma de una verdadera rebelión, en la que se profirieron mueras al rey y al Papa. (Ver Córdoba y Urrutia)

19. Virrey.- Don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos. (1666-1672)

Pedro Antonio Fernández de Castro Andrade y Portugal, (* Madrid, 1632 – † Lima, 1672); X conde de Lemos, VII Marqués de Sarria, VIII conde de Andrade, IX conde de Villalba, III Duque de Taurisano y XIX virrey del Perú de 1667 a 1672. Administrador y político español nacido en Madrid en 1632, fue educado para la guerra, siendo favorito de la corte cuando el rey Carlos II lo nombró virrey de Perú en 1666.

El 9 de noviembre de 1667 llegó al puerto del Callao e hizo su entrada en Lima tomando posesión de su cargo el 21 de noviembre como nuevo virrey del Perú.

Fue famoso en ese período al ser justiciero e inflexible, se preocupó por la pureza de prácticas religiosas. Dio impulso a la construcción de edificaciones en Lima, y fundó algunas instituciones públicas en Lima, como un hospital para indios convalecientes y un hospicio para mujeres arrepentidas: la Casa de las Amparadas.

Desórdenes en Puno

Bandos de mineros se enfrascaron en disputas, el virrey conde de Lemos acudió para resolver la situación, ejecutando a los principales revoltosos. Como principal dirigente estaba don Felipe Corrales, señor de las propiedades cercanas a la ciudad, propietario de principales minas en la región de Puno, acompañado de más de mil personas; mineros de Puno, Potosí, y el norte de Chile que se revelaron ante el virrey conde de Lemos que había llegado a la ciudad de visita.

En Lima

A principios de los 1670s las noticias que llegaron a Lima sobre el famoso corsario inglés Henry Morgan, quien había tomado Chagres, capturado y saqueado la ciudad de Panamá motivaron a que el virrey Fernández de Castro enviara una expedición de 18 barcos y casi 3 000 soldados, pero su llegada a Panamá fue demasiado tarde; Morgan ya había abandonado la ciudad.

Su fe católica

Fernández de Castro fue un católico muy devoto y cercano a los Jesuitas, uno de los cuales, el Venerable Francisco del Castillo fue su padre confesor. Ayudó no solo económicamente, sino que laboró durante la construcción de la Iglesia de Los Desamparados, cerca al puente en el río Rímac, en Lima. También colaboró en la fundación de la Casa de Amparadas para prostitutas arrepentidas colaborando con el Venerable padre Francisco del Castillo.

El conde y su esposa, la condesa Ana Francisca de Borja y Doria, también fueron importantes auspiciadores de la canonización de santa Rosa de Lima, tanto en la Corte en España y por esa intermediación a la Santa Sede. El 12 de febrero de 1668 Rosa fue beatificada, con una celebración oficial que se llevó a cabo el 15 de abril de ese año en la Basílica de San Pedro, la comunicación oficial llegó a Lima el 18 de enero de 1669. El conde y la condesa recibieron, el 15 de junio de 1670, en el puerto de Callao la escultura de la Beata y posteriormente Santa Rosa de Lima enviada desde la Ciudad del Vaticano obra del escultor Melchor Caffa. Con ocasión de su beatificación, su féretro de madera fue reemplazado por uno de plata, costeado por la condesa. Por requerimiento de la regente española Mariana de Austria, el 11 de agosto de 1670 Rosa fue nombrada Patrona de las posesiones españolas en América y Filipinas. Fue canonizada el 12 de abril de 1671 por el Papa Clemente X. Rosa fue la primera nacida en América en ser consagrada como santa católica.

Durante su gobierno se produjo un hecho prodigioso al intentar borrar la imagen del Señor de los Milagros, por lo cual mandó edificar una ermita, además encargó a Manuel de Escobar y Fray Diego Maroto el refuerzo de las bases del mural y lo subió a una altura mayor. El 14 de septiembre de 1671 se ofició la primera misa ante las altas autoridades eclesiásticas y civiles, fecha que coincide con el día de La Exaltación de la Cruz, comenzándose a difundir el culto y a llegar de diferentes lugares numerosos fieles, comenzándolo a llamar al crucificado Santo Cristo de los Milagros, o de Las Maravillas.

Matrimonio y descendencia

El 20 de julio de 1664, contrajo matrimonio, con su prima en cuarto grado Ana Francisca de Borja y Doria.

Hijos:

• María Alberta Fernández de Castro Portugal Borja (1665-1706), casó con Manuel López de Zúñiga y Sarmiento de Silva, X duque de Béjar, marqués de Gibraleón, XIII conde de Belalcázar.

• Gines Miguel Francisco Fernández Ruiz de Castro Portugal Borja, XI conde de Lemos, nacido el 16 de octubre de 1666, casó: en primeras nupcias con Catalina Lorenza de Mendoza y Silva Haro y Aragón, en segundas nupcias con María Ana de la Piedad Osorio y Guzmán y en terceras nupcias con María Josefa de Zúñiga Sotomayor y Castro.

• Salvador Francisco Fernández Ruiz de Castro Portugal Borja (1668-1694), casó con Francisca de Paula Centurión de Córdoba Mendoza y Carrillo de Albornoz, IV marquesa de Armunia. Sus descendientes en Perú: Diego Vega Castro-Sayan (n. 1978) y Macarena Vega Castro-Sayan (n. 1980).

• Rosa Francisca Fernández de Castro Portugal Borja 1669

• Lucrecia Fernández de Castro Portugal Borja 1670

• Francisco Ignacio Fernández de Castro Portugal Borja 1672-1692.

Muerte

Falleció en Lima, el 6 de diciembre de 1672. Su cuerpo fue sepultado en la Iglesia de Nuestra Señora de Desamparados siendo su corazón depositado a los pies de la imagen de Nuestra Señora de los Desamparados, en la Iglesia que ayudó a construir. (Cuando la antigua Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados, detrás de Palacio de Gobierno, fuera demolida en 1938 el corazón del conde de Lemos fue llevado a la Iglesia de San Pedro y puesto en un nicho entre los altares de San Francisco de Borja y San Luis Gonzaga). El resto de su cuerpo fue trasladado a su ciudad natal.

El más importante suceso que le cupo atender a este virrey fuera acaso el relacionado con la sublevación de los comuneros de Laycacota. De los más conspicuos don José Salcedo.

Acaso mi afición por lo antiguo esté basada en los relatos escuchados, con gran expectación, y las consecuentes lecturas de las Tradiciones Peruanas de don Ricardo Palma Soriano, las notas biográficas de Manuel de Mendiburu, los relatos de plazas y calles de Eguiguren y Gálvez, los múltiples relatos de Arequipa y Trujillo y cuanto otro acontecimiento registrado hubo llegado a mis ojos y curiosa remembranza de lo antiguo y tradicional. De allí que ponga énfasis en algunos relatos.

Por algo la conquista del Perú y los hechos que se produjeron cuando, incorporado a España el vasto Imperio de los Incas, como uno más de sus reinos quiso el destino que siguiera la misma suerte de la metrópoli y de alguna forma aún la sigue; es que no hemos abandonado del todo los influjos de la sangre copiosamente mezclada ni de las costumbres que a diario exponemos y de las cuales somos herederos para bien o para mal.

No he dejado desde mi temprana infancia de estremecerme con los finos relatos de virreyes, pajes, oidores, corregidores, adelantados, conquistadores, alguaciles, curas, vicarios, beatas, tapadas, campaneros, albéitares, alabarderos, brigadieres, maestres de campo, alguaciles, corchetes, gobernadores, licenciados, factores, escribanos… y tantos otros funcionarios y personajes de la varia gama institucional de la colonia. Naturalmente que agregadas a las nativas, aquellas costumbres, mucho del mestizaje cultural formó el hechizo que mantiene viva la llama del interés de quien esto produce y relata. Es pues el Perú vasto escenario del gran teatro del pasado.

La muerte del conde de Santisteban y el incremento de los disturbios de Laycacota hizo que la Reina Mariana de Neubourg, regente de España por su menor hijo don Carlos II, nombrara virrey del Perú a don Pedro Antonio Fernández de Castro, Andrade y Portugal, X conde de Lemos, por el rey Enrique IV en 1457.

Estaba casado el señor virrey con doña Ana de Borja, prima suya, por ser ambos descendientes del Papa Alejandro VI, y, por consiguiente, de San Francisco de Borja. Nombrado virrey del Perú a fines de 1666, estaba autorizado por real cédula a dejar el gobierno a su esposa, en el previsto caso que tuviera que ausentarse de la capital del virreinato. Embarcó en uno de los galeones que mandaba el príncipe de Monte Sancho y zarpó de Cádiz, en compañía de su esposa, el 3 de marzo de 1667 por la vía de Portobello y Panamá y llegó a Lima el 21 de noviembre del mismo año. Recibió el mando de la Audiencia que presidía el licenciado Iturrizana. En junio embarcó para el sur dejando, como estaba previsto, el gobierno a su mujer, en uso de la real cédula, por lo que la Real Audiencia no hizo objeción alguna. Gobernó el Perú doña Ana durante 18 meses, que fue lo que tardó el conde en su expedición, y se dice que gobernó con firmeza y tino lo que le valió respeto y admiración.

Desembarcado el virrey en Arica, emprende rumbo hacia Paucarcolla a contener los disturbios de Laycacota, que asumían ya formas de completa rebelión. Hízolo con la energía propia de su juventud.

Abrió causa e hizo ejecutar a 42 de los principales rebeldes, incluyendo a su caudillo el maestre de campo don José Salcedo; condenó a 72 más en rebeldía e hizo arrasar y asolar la población de Laycacota que tenía más de 3,000 casas y fundó en su lugar y como capital de la provincia de Paucarcolla la villa de San Carlos, hoy ciudad de Puno, capital del departamento y diócesis del mismo nombre. Completada su obra de pacificación visitó la provincia de Chucuito, se detuvo en el santuario de Copacabana, pasó luego al Cusco de donde regresó a Lima, reasumiendo el gobierno en 1669.

El gobierno del conde Lemos llevó el timbre y voluntad del regio funcionario; adicto a lo religioso impuso en todos los aspectos de su vida pía influyente destino en los gobernados; escuchaba misa dos veces al día, rezaba el oficio parbo además del ordinario, barría la iglesia de los Desamparados del cual fue el fundador, visitaba a los enfermos a quienes daba de comer de rodillas y dejaba magníficos regalos. Impuso la obligación de que al toque de oración al momento de levantarse el cáliz en la misa mayor de la catedral, el pueblo se arrodillara. Instituyó la exposición del Santísimo en una de las iglesias de Lima. Fundo el hospital de los betlemitas, de los padres barbones, orden instaurada por el padre Betancourt en Guatemala. Mandó levantar la magnífica fábrica de la iglesia y convento de San Francisco de Cajamarca, una pieza de notable factura arquitectónica.

20. Virrey.- Don Baltasar de la Cueva Enríquez, conde de Castellar. (1673-1678)

Baltasar de la Cueva y Enríquez de Cabrera (Madrid, 1627-Madrid, 3 de abril de 1686) fue un noble, político, militar y diplomático español que ocupó el cargo de XX Virrey del Perú. Fue además, por su matrimonio, séptimo conde de Castellar y cuarto marqués de Malagón, y hermano, entre otros, de Francisco Fernández de la Cueva y Enríquez de Cabrera, VIII duque de Alburquerque, Virrey de Nueva España y de Sicilia.

Nació en Madrid y fue bautizado en la iglesia de San Martín el 12 de abril de 1627, siendo hijo de Francisco Fernández de la Cueva, VII duque de Alburquerque, IV marqués de Cuéllar, VII conde de Huelma y de Ledesma, que ocupó los cargos de Virrey de Cataluña y de Sicilia, y de su tercera esposa, Ana Enríquez de Cabrera y Colonna, hija de Luis Enríquez de Cabrera y Mendoza, cuarto duque de Medina de Rioseco, octavo Almirante de Castilla, y de Victoria Colonna, hija del Gran Condestable de Nápoles.

Fue enviado a Salamanca para comenzar con su instrucción, estudiando en el Colegio Mayor de San Bartolomé, donde fue recibido como bachiller el 25 de marzo de 1647, donde fue más tarde rector. Pasó después a la Universidad de Salamanca, de la que salió licenciado en Cánones y Leyes en 1650, siendo nombrado el mismo año deán de la catedral de Salamanca, y un año más tarde ocupó la rectoría de la universidad.​

En 1654 fue nombrado oidor de la Real Audiencia y Chancillería de Granada, y el 3 de marzo de 1659 fue investido caballero de la Orden de Santiago. Sucesivamente ocupó los cargos de ministro y fiscal del Consejo de las Órdenes, embajador real en Venecia, gentilhombre de cámara del rey, miembro del Consejo Supremo de Guerra, y ministro del Consejo de Indias. En 1665 y ocupando este último cargo, fue designado como embajador extraordinario en Alemania ante Leopoldo I de Habsburgo, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico hasta que en 1671 regresó de nuevo a España siendo nombrado en 1673 virrey, lugarteniente y capitán general del Reino del Perú, tierra firme y Chile, además de presidente de la Real Audiencia de Lima.

Virrey del Perú

Tras la muerte en el cargo de Pedro Fernández de Castro Andrade y Portugal, X conde de Lemos, fue designado en funciones Álvaro de Ibarra, hasta que el 26 de septiembre de 1673 el rey Carlos II de España expidió su Real cédula por la que le nombró sucesor del conde de Lemos. A su favor jugaba la experiencia como virreyes que había en su familia,2​ su pertenencia al Consejo de las Indias, que le procuraba cierta experiencia en los asuntos del Nuevo Mundo, y ser el mejor financiero con que se contaba en la Corte,3​ por lo que un virrey de estas características en las circunstancias económicas que vivía el virreinato era una elección muy acertada.​

Hizo su entrada en Lima el 15 de agosto de 1674, donde recibió el mando del virreinato de manos de la Real Audiencia de Lima. La cámara de comerciantes de la ciudad cubrió el suelo bajo el arco triunfal por donde pasó el nuevo virrey con 400 barras de plata de 4,6 kilogramos cada una. Su mandato se caracterizó por un gobierno económico nunca antes visto: adoptó severas medidas para reducir considerablemente el gasto público, y estableció por primera vez un presupuesto general anual. Además, ningún libramiento podía ser cobrado sin su firma, medida nunca antes aplicada, con lo que consiguió vigilar mejor que ningún otro virrey todos los movimientos del dinero de la Real Hacienda.​

Además del importante ahorro que implantó, durante su mandato un minero de Potosí, llamado Juan del Cerro, inventó una nueva manera de refinar la plata, consiguiendo con ello un beneficio del 50 por ciento. Con todo ello, el virrey mandó a España más de 2,5 millones de pesos anuales durante su mandato, más otros 7 millones que envió a Panamá, Valdivia, Buenos Aires, Huancavelica, Chile y Cartagena de Indias para llevar a cabo importantes infraestructuras, como las murallas del presidio de El Callao, que se llevaron a cabo bajo la dirección del ingeniero francés Alejandro de Bournonville, duque de Bournonville.​

La quiebra de diversos comerciantes limeños en 1677, y la decadencia que sufría la feria de Portobello hicieron que el Tribunal del Consulado de Lima enviase una fuerte queja al rey sobre el gobierno que llevaba a cabo el conde de Castellar. Carlos II dio la razón a los comerciantes, y sin tan siquiera dejar que el virrey fuese escuchado, le notificó su destitución en el cargo de una manera nunca antes vista, escribiendo luego al instante que reciba el despacho en que se lo envió a mandar, es decir, le obligaba a abandonar su cargo de manera inmediata.​

El 7 de julio de 1678 fue relevado de su cargo, teniendo que entregar el gobierno a Melchor de Liñán y Cisneros, recién nombrado arzobispo de Lima. Además, fue obligado a permanecer desterrado en Paita a esperar la resolución de su juicio de residencia, así como de un estricto juicio paralelo que se llevó a cabo sobre todos sus actos. El fallo emitido el 24 de abril de 1680 lo dejó absuelto por completo y libre de todo cargo, y le obligó a pagar 12 000 pesos en concepto de costas. Entonces obtuvo permiso para trasladarse a Santiago de Surco el 5 de julio de 1681, y de allí nuevamente a Lima, desde donde zarpó desde el Callao de regreso a España el 21 de septiembre de dicho año.

Últimos años

Una vez de vuelta en España, en 1682 volvió a desempeñar su plaza en el Consejo de Indias, que ocuparía hasta su muerte, acaecida en Madrid el 3 de abril de 1686. Había otorgado testamento en la misma ciudad unos días antes, el 25 de marzo, por el cual mandaba enterrarse con el hábito franciscano en el Hospital de San Juan Bautista de Toledo, de cuyo patronato gozaba su mujer. Dejó ordenado un entierro con la mayor sencillez: debía ser sepultado en la iglesia baja y no en el panteón familiar, y sobre su lápida únicamente debía figurar la inscripción «Rueguen a Dios por él, con toda humildad, sin pompa, capuces ni otra ostentación«.​

Nombró por testamentarios y albaceas a su mujer, a su cuñada la marquesa de Cadreita, Juana Francisca Díez de Aux de Armendáriz (viuda de su hermano Francisco), a su cuñada y sobrina Ana Rosalía Fernández de la Cueva, también duquesa viuda de Alburquerque (mujer de su hermano Melchor) y a su sobrino y sucesor Francisco Fernández de la Cueva, y no pudo firmar el testamento por hallarse impedido de la mano derecha.​

Matrimonio y descendencia

Contrajo matrimonio en la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Madrid el 22 de junio de 1664 con su prima en segundo grado doña Teresa María Arias de Saavedra y Enríquez Pardo Tavera y Ulloa, por derecho propio VII condesa de Castellar y de Villalonso, IV marquesa de Malagón, señora de El Viso, Paracuellos, Fernán Caballero, Fuente el Fresno, Porzuna y Benafarces, mariscala y alfaqueque mayor de Castilla, señora del alguacilazgo mayor de Toro, y cabeza y pariente mayor de la Casa de Saavedra en Andalucía, como hija y heredera de Fernando Arias de Saavedra y Ulloa, VI conde de Castellar y de Villalonso, III marqués de Malagón, y de su mujer Catalina Enríquez de Acevedo Osorio y Valdés.1​ Nacieron de este matrimonio dos únicos hijos:

Fernando de la Cueva y Saavedra, VIII conde de Castellar y de Villalonso, V marqués de Malagón.

Ana Catalina de la Cueva y Arias de Saavedra, IX condesa de Castellar y de Villalonso, marquesa de Malagón, que casó con Manuel de Benavides y Aragón, marqués de Solera, primer duque de Santisteban del Puerto.

21. Virrey.- Don Melchor de Liñán y Cisneros, arzobispo de Lima. (1678-1681)

Melchor de Liñán y Cisneros (Torrelaguna, 19 de diciembre de 1629 – Lima, Virreinato del Perú, 28 de junio de 1708), fue un clérigo secular y político español que sirvió en distintos cargos administrativos en los territorios de América. Fue Obispo de Santa Marta (1664-1667) y de Popayán (1667-1671), gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de Granada (1671-1675) y Presidente de la Real Audiencia de Santafé de Bogotá (1671-1674), Arzobispo de La Plata (Charcas) (1675-1676), VIII Arzobispo de Lima (1678-1708) y XXI Virrey del Perú (interino, 1678-1681) .

Oriundo de la villa de Torrelaguna, en el arzobispado de Toledo, fue hijo de Francisco de Liñán de Cisneros e Isabel González. Estaba emparentado con el gran cardenal de los Reyes Católicos, Francisco Jiménez de Cisneros.

En la Universidad de Alcalá de Henares estudió Artes y Teología, doctorándose en esta última materia. Luego de recibir las órdenes sacerdotales, ofició de cura en las villas de Santa María de Buitrago y de Torrelaguna.

En 1660 pasó a la villa y corte de Madrid, donde tuvo a su cargo la parroquia de San Salvador, en la que se mantuvo hasta 1664. Al mismo tiempo ejerció como Calificador del Santo Oficio. Su desempeñó en tales responsabilidades le sirvió de trampolín para pasar a América envestido de las más altas dignidades.

Obispo y Gobernador en Nueva Granada

El 30 de agosto de 1664 fue nombrado Obispo de Santa Marta en el Nuevo Reino de Granada (actual Colombia), tomando posesión de su sede el 18 de enero de 1665. Pero demoró la recepción de las bulas y el palio, hasta que finalmente fue consagrado en Cartagena de Indias por el obispo Antonio Sanz Lozano, en junio de ese año.

El 22 de junio de 1666 fue promovido al Obispado de Popayán, tomando posesión el 20 de octubre de 1667 como obispo electo, pero la ceremonia oficial tuvo que diferirse pues tardó en llegar las bulas y el palio que acreditaban su investidura, hasta que finalmente aquella pudo realizarse el 24 de julio de 1669.

No bien iniciaba la visita pastoral en el territorio de su nueva diócesis, cuando el 5 de diciembre de 1670 la Corona le nombró Gobernador y Capitán General interino de Nueva Granada y Presidente de la Real Audiencia de Santafé, cargos que asumió el 2 de junio de 1671. La primera labor que se le encomendó fue abrir un juicio de residencia a su antecesor, el general Diego de Villalba y Toledo, así como a dos oidores y al fiscal, acusados de abusos de autoridad.

Simultáneamente contuvo una nueva sublevación de indios yareguíes y luego retiró la tropa para encomendar su adoctrinamiento a los padres franciscanos. En su gobierno se hizo sentir la acción de los piratas: fueron asaltadas Panamá, Portobelo, Cartagena de Indias y Santa Marta; las islas de Santa Catalina y Providencia pasaron a manos de los ingleses, para luego ser recuperadas.

Arzobispo de La Plata o Charcas

Continuaba siendo gobernador de Nueva Granada, cuando la Santa Sede lo designó como Arzobispo de La Plata, en la provincia de Charcas (actual Bolivia) (15 de septiembre de 1671). Pero continuó en el gobierno de Nueva Granada hasta el 18 de junio de 1674, cuando dio por culminada su misión con el envío de los autos de procesamiento del depuesto gobernador Villalba al Consejo de Indias. Partió entonces a Charcas y a su pasó por Popayán recibió el palio arquiespiscopal de su antecesor en la sede altiplánica, don Cristóbal Bernardo de Quiroz. Continuó luego el largo viaje hacia su sede, que abarcaba mil leguas en total, pasando por Lima y llegando finalmente a La Plata, tomando posesión de su silla el 12 de agosto de 1675.

Arzobispo de Lima y Virrey del Perú

Grabado y rúbrica de D. Melchor de Liñán y Cisneros, XXI Virrey del Perú y VIII Arzobispo de Lima. Ilustración de Evaristo San Cristóbal.

El 14 de diciembre de 1676, Liñán y Cisneros fue promovido a arquidiócesis de Lima, vacante entonces por la muerte del arzobispo fray Juan de Almoguera. Pero demoró en tomar posesión de su nueva sede por no llegar oportunamente las bulas y el palio, pudiendo hacerlo finalmente el 18 de febrero de 1678. Por entonces el virrey Conde de Castellar era víctima de acusaciones calumniosas que motivaron a que la corte lo cesara del gobierno y encomendara al arzobispo Liñán el mando interino del Virreinato (8 de marzo de 1678).

Liñán se convirtió así en el vigésimo primer virrey del Perú, cargo que asumió el 7 de julio de 1678. Por primera vez asumía un arzobispo el mando del virreinato peruano, aunque sólo a título interino. Su gobierno duraría un breve período de tres años y cuatro meses (1678-1681).

Obras de su gobierno virreinal

En el aspecto defensivo, Liñán no dispuso ningún refuerzo especial de Lima como tampoco del puerto del Callao, y mantuvo la política defensiva de su antecesor. En agosto de 1680 llegó la noticia de que los corsarios ingleses Bartholomew Sharp y John Watling habían desembarcado en el golfo de Darién (Nueva Granada) y capturado el fortín de Chepo además de tomar como presas a dos naves mercantes. Liñán ordenó que parte de la Armada bajo el mando del almirante Santiago de Pontejos-Salmón zarpara hacia el norte a enfrentar a los corsarios. Pontejos partió del Callao al mando de tres buques armados, un patache y un chinchorro, y 800 hombres para reconocer la costa hasta Panamá, en busca de los invasores. Las naves corsarias y españolas se cruzaron sin advertirlo en la zona de Tumaco, lo que permitió que las primeras prosiguieran su avance al sur hasta llegar al puerto chileno de Coquimbo, que fue saqueado el 13 de diciembre de 1680. A continuación, los corsarios se dirigieron al puerto de Arica y, el 9 de febrero de 1681, pretendieron tomar dicha plaza, pero esta fue defendida con éxito por las tropas del maestre de campo Gaspar de Oviedo. Los corsarios se retiraron entonces con dirección al Atlántico.

La máxima preocupación del virrey-arzobispo se concentró en la protección de los indios. A su gestión le correspondió aplicar la Recopilación de Leyes de Indias, que fue promulgada el 18 de mayo de 1680. Un año antes Liñán había prohibido la esclavitud de los indios apresados en la guerra de la frontera de Chile. Por Real Cédula de 22 de febrero de 1680 hizo demoler los obrajes, batanes y chorrillos que carecían de licencia real para funcionar. Sin embargo, en el caso del trabajo forzado en las minas, autorizó a los corregidores a sustituir a los mitayos ausentes y fugados con indios «forasteros» y con yanaconas. Dicha medida condujo a un incremento en el rendimiento de las minas de Potosí y de Huancavelica, la última de las cuales llegó a producir bajo su gestión 201.800 quintales de azogue.

Como prueba de su buena administración de la Real Hacienda, Liñán remitió a España la cantidad de 2.164.080 pesos, a los que se sumó el envío de 150.000 pesos en calidad de donativos de los comerciantes limeños con motivo del matrimonio del rey Carlos II (a quien la posteridad recuerda con el apelativo de “El Hechizado”). Liñán, a diferencia de sus antecesores, se negó a tomar prestado el dinero de la Caja de Censos de Indios a la que el erario adeudaba ya 405.359 pesos y estimó que las deudas particulares ascendían a 3.806.623 pesos.

Consumó la expulsión de los portugueses del territorio de Sacramento en el Río de la Plata, y a fin de garantizar el dominio español ordenó la protección militar de las misiones franciscanas de Carabaya y las jesuitas de Moxos, Chiriguanas y Paraguay.

En lo que respecta al Patronato regio, Liñán destituyó a varios curas de parroquia por expoliar a los indios y conminó a las órdenes religiosas a no regir los curatos con frailes suplentes. Se mostró más inclinado hacia la orden de los jesuitas, a la que apoyó siempre en los capítulos para elección de prelados. Por el contrario, los franciscanos de origen criollo y peninsular protagonizaron en 1680 disturbios entre sí tanto en Cuzco como en Lima. Los franciscanos criollos (es decir, nacidos en América) se oponían en el Cuzco al nombramiento de prelados venidos de España. Los más recalcitrantes fueron trasladados a Lima, donde desencadenaron violentos incidentes, los que obligó al virrey a usar la fuerza armada para restablecer el orden. Otro escándalo ocurrió en Quito, donde el provincial de la orden dominica pretendió ejercer coacción sobre las monjas del monasterio de Santa Catalina en la elección de su Priora.

Entre otros sucesos importantes mencionamos la aparición en 1680 del primer cuaderno de efemérides y calendario, publicado por el sabio Juan Ramón Koening, capellán real, catedrático de matemáticas y cosmógrafo mayor del reino. Asimismo, se descubrió una mina aurífera en el Illimani que produjo tanto, que bajó el precio de la onza de oro a 8 pesos de plata.

Obras de su arzobispado

La actuación de Liñán en el gobierno religioso se concentró en Lima, realizando la siguiente labor:

Mediante cartas y edictos pastorales reformó la vida en los conventos de monjas a fin de salvaguardar el orden y la moral. Dispuso que en cada uno de los monasterios no hubiese más de 80 a 100 monjas y 50 donadas, visto el número considerable de mujeres que solían encerrarse.

Socorrió con 3000 pesos de renta anual al beaterio de las Recogidas o Amparadas.

Fundó el beaterio de Santa Rosa de Viterbo en 1680.

Concedió licencia al indígena Sebastián Alonso para edificar la iglesia de Nuestra Señora de Cocharcas.

Estableció en 1681 una Casa de Recogimiento para las hijas de los caciques.

Edificó a su costa la Parroquia del Sagrario, destruida por el terremoto de 1687.

Finalmente, agregaremos que por entonces llegaron a Lima las noticias de las beatificaciones de Francisco Solano (25 de enero de 1675) y Toribio de Mogrovejo (28 de junio de 1679), ambas ilustres personalidades de origen español pero que habían florecido en suelo peruano (Mogrovejo había sido el segundo Arzobispo de Lima). Las fiestas celebratorias se realizaron en Lima 23 de abril de 1679 y el 27 de abril de 1680, respectivamente. El virrey-arzobispo cuidó la solemnidad de las ceremonias. Por lo demás, su actuación como prelado se caracterizó por el desprendimiento y la austeridad.

Entrega del mando virreinal

Liñán entregó el gobierno virreinal a su sucesor, Melchor de Navarra y Rocafull, Duque de la Palata, el 20 de noviembre de 1681, y al cabo de un mes la correspondiente memoria o Relación de su administración. Fue premiado con el nombramiento honorario de consejero de Su Majestad y con el título de Conde de la Puebla de los Valles, que renunció en favor de su hermano José de Liñán y Cisneros.

Fallecimiento

Finalizado su interinato virreinal, Liñán siguió residiendo en Perú en su calidad de Arzobispo de Lima. Murió el 28 de junio de 1708, a la edad de 78 años. En total ocupó la sede arquiespiscopal limeña 30 años, 4 meses y 3 días, siendo el más largo período de un arzobispo de Lima en toda la historia colonial. Su cadáver reposa en un sepulcro colocado al lado del Evangelio mayor de la iglesia parroquial del Sagrario, que él construyó a su costa después del terremoto de 1687. En ella se eleva su estatua y se lee la siguiente inscripción:

HAC JACENT IN FOSSA,

EXCELLENTISSIMI ARCHIEPISCOPI OSSA.

El Excmo. e Ilustrísimo señor Dr. D. Melchor de Liñán y Cisneros, natural de Tordelaguna, Obispo de Santa Marta y de Popayán, Arzobispo de Chuquisaca, donde halló caídos más de 200,000 pesos que dio de limosnas, Visitador Presidente y Capitán general de Santa Fe del Nuevo reino de Granada, Arzobispo de Lima, y la gobernó 30 años 6 meses: la renta dio de limosna. Virrey, Capitán general de estos reinos. Este templo del Sagrario se hizo y se acabó en su tiempo, con su limosna: hizo el altar de San Pedro, dio el frontal de plata y la urna de Santo Toribio, en cuyo tiempo vino su beatificación. Dotó una memoria de 200 pesos de renta á su devoto San Nicolás de Bari, y otras en Santa Teresa. Verdadero padre de pobres. Murió de edad de 78 años, víspera de San Pedro, año 1708.

ORATE PRO PASTORE VESTRO FIDELES.

22. Virrey.- Don Melchor de Navarra y Rocaful, duque de la Palata. (1681-1689)

Melchor de Navarra y Rocafull Martínez de Arroytia y Vique, duque consorte de Palata (Torrelacárcel, 1626 – Portobelo, Panamá, 13 de abril de 1691) fue un militar y hombre de estado español, vicecanciller de Aragón y virrey del Perú.

Nacido en 1626 el oriundo de la región de Teruel, fue bautizado el 10 de septiembre de 1627. Hijo de don Melchor Sebastián Navarra y doña Magdalena de Rocafull. Hermano de doña Juana Navarro de Rocafull Martínez Vique, esposa de don Faustino Cortés y Sangüesa, I vizconde de Torres Secas.

Fue colegial de Oviedo, en Salamanca y tras haber sido miembro del Consejo Colateral de Nápoles y fiscal del Consejo de Italia, en 1672 fue nombrado vicecanciller del Consejo de Aragón, y como tal, miembro de la Junta de Gobierno Universal durante la minoría de edad de Carlos II.1​ Sus diferencias con Juan José de Austria motivaron que cuando este tomó el poder en 1677, fuera destituido en represalia.2​ Tras la muerte del de Austria, Navarro fue restituido, siendo nombrado consejero de estado en 1680.3​ Fue Caballero de la Orden de Alcántara.

En el año 1780, doña Josefa Rocafull, condesa de Montealegre y baronesa de Polop y su hija primogénita, la Marquesa de Albudeyte, solicitaron la facultad de hidalguía para el Vizconde de Santa Clara, marido de la Marquesa.4​

Virrey del Perú

Fue nombrado virrey del Perú entre los años 1681 y 1689, llegando a Lima el 20 de noviembre de 1681. Llevó a cabo un censo de los indios para efectuar un nuevo reparto de los que debían servir en la mita de Potosí; y para remediar su notoria disminución en los pueblos próximos a dicho asiento, extendió la obligación pertinente aun a los de Canas y Canchis. Restableció la Casa de Moneda de Lima (1683), que en 1572 había sido suprimida. Piratas ingleses, comandados por Edward Davis, saquearon e intimidaron a los pueblos de la costa, sin que hubiera fuerza para contenerlos (1686) y, al tiempo que los comerciantes armaban naves para perseguirlos, el Virrey inició la fortificación de las ciudades de Lima y Trujillo mediante la contribución de los gremios, las instituciones y los vecinos. Pero aquella obra fue destruida por un violento terremoto en Lima y Callao (20 de octubre de 1687), e incluso el propio Virrey hubo de pasar más de dos meses bajo una toldería armada en la Plaza Mayor. Asimismo se esforzó por reducir ciertos privilegios eclesiásticos (inmunidad, protocolo, provisión de curatos, etc.).

Al finalizar su periodo, el 15 de agosto de 1689, se quedó en Lima hasta 1691, pendiente de la investigación de su administración. Luego se embarcó a España para ocupar la Presidencia del Consulado de Aragón, pero fallece durante el viaje, el 13 de abril de ese año, en Portobelo, Panamá.

Según Ricardo Palma «fue el virrey más virrey que tuvo el Perú«.

Matrimonio y descendencia

Casado con doña Francisca Toralto de Aragón y Frezza, napolitana, II princesa de Massalubrense y II duquesa de Palata. Se conocen los siguientes hijos:

Cecilia de Navarra y Rocafull Toralto de Aragón, esposa del conde de Belchite.

Elvira de Navarra Toralto, casada con el marqués de Guadalest.

Dejó escritas varias obras de temática jurídica.​

Durante su gobierno se levantaron las murallas de Lima. Fueron sus constructores, el oficial de artillería Luis Venegas, el sabio presbítero Juan Ramón Köning y el alarife Manuel Escobar. El costo fue de 680,000 pesos.

23. Virrey.- Don Melchor Antonio Portocarrero Lazo de la Vega, conde de la Monclova. (1689-1705)

Melchor Antonio Portocarrero y Laso de la Vega, III Conde de Monclova (Madrid, 1636, España – † Lima, Perú 1705), fue un aristócrata, militar y político español, XXIX Virrey de la Nueva España, XXIII virrey del Perú.

Desde muy joven sirvió como capitán de infantería, maestro de campo y teniente general de caballería. Acompañó a don Juan José de Austria a Sicilia, Cataluña y Portugal (1662); estuvo en los sitios de Arrás, Condé y Saint Guillame; perdió el brazo derecho en la batalla de las Dunas de Dunquerque (1658), motivo por el cual sus soldados le llamaran: Brazo de Plata, pues usaba una prótesis de este metal.​

Virrey de Nueva España

Fue ministro del Real Consejo y de la Real Junta de Guerra de las Indias y capitán general del Virreinato de la Nueva España entre el 30 de noviembre de 1686 y el 19 de noviembre de 1688. Mandó construir en la ciudad de México el acueducto que partía de la Alberca Chica de Chapultepec, al pie del cerro, recorría las antiguas calzadas de Tacubaya y de Arcos de Belén y terminaba en la fuente de Salto de Agua.​ La faraónica obra de 3.908 metros de longitud, repartidos en 904 arcos de mampostería, fue concluida en 1779 por el Virrey Antonio María Bucareli y Ursúa.

Con la presencia de los franceses merodeando, desde 1686, en la bahía de Matagorda o de San Bernardo y Del Espíritu Santo, Portocarrero aceleró la pacificación de la provincia de Nueva Extremadura de Coahuila y nombró gobernador de ella, al Capitán Alonso de León, quien funda Santiago de Monclova el 12 de agosto de 1689 y cuyo nombre perpetuó el Nombre del Virrey.​ Este mandó vigilar, también al Golfo de México, más allá de Tampico, pues las fuerzas del Capitán francés René Robert Cavelier de La Salle, merodeaban desde el fuerte de San Luis en Matagorda.

Virrey del Perú

La Corona le nombró virrey del Perú el 20 de noviembre de 1688, pero no pudo embarcar hacia El Callao hasta 1689, por falta de embarcaciones. El 11 de mayo de 1689 zarpó de Acapulco hacia su nuevo destino, Paita, adonde llegó el 22 de junio. Hizo su ingreso oficial en Lima bajo palio el 15 de agosto de 1689.

En el gobierno económico, se concentró en enfrentar el problema de la decadencia de la producción minera. En relación con las minas de azogue de Huancavelica, afectadas por el terremoto de 1687, dispuso la rebaja de la carga sobre los mitayos y ordenó que su salario se elevara a siete reales por jornada. A continuación, trasladó las mismas reformas a las minas de plata de Potosí, con las consiguientes protestas de los mineros que pagaban hasta entonces cuatro reales a cada indio. Pese a esta medida, la villa potosina siguió despoblándose y la producción de plata continuó su declive. El comercio del virreinato entró en una fase de prosperidad, que se vio alentada por el tráfico de navíos que hacían la ruta de Guayaquil, Panamá, Arica y Valparaíso, lo que animó a la Corona a proyectar el financiamiento de las flotas y galeones de Indias con nuevos impuestos a este sector. El Tribunal del Consulado de Lima, como representante de los grandes comerciantes, elevó su protesta a la Casa de Contratación de Sevilla ante tal medida, pero solo logró paralizarla después de remitir dos donativos en 1690 y 1695 por un valor de 30.000.000 de pesos. El 21 de agosto de 1701, Portugal se enemistó con España a consecuencia del contrato celebrado con la corporación francesa Compañía Real de Guinea, que concedía a esta última la exclusividad en el tráfico de esclavos por sus territorios. Esta alianza contribuyó al incremento del contrabando francés por las costas peruanas, en el que se especializó el navío «Aurora» del capitán Rigodier.

En el área de la defensa, en 1696 el virrey tuvo conocimiento de que, aunque un corsario francés había saqueado Cartagena de Indias, las tropas españolas al mando del general Juan Díaz Pimienta habían logrado reconquistar dicho puerto caribeño. En 1700 el virrey se dispuso a comandar una expedición naval hacia la zona del Darién con el fin de enfrentar al corsario escocés que había ocupado Caledonia, pero la misma fue suspendida al comunicarle Díaz Pimienta la expulsión de tales enemigos.

Uno de los primeros actos del conde de la Monclova fue emprender la reconstrucción de la Lima arruinada por el terremoto de 1687. Bajo su gestión fueron reedificados el palacio virreinal, la Catedral, la Real Audiencia y el Cabildo, y, asimismo, en 1693, quedó concluida la remodelación de la Plaza de Armas con ochenta y tres portales. En 1696 se terminó de construir el nuevo muelle del puerto de El Callao, hecho de piedras extraídas de la isla San Lorenzo.

En lo que respecta al Patronato Real, bajo el gobierno de la Monclova se fundaron el monasterio del Carmen de Huamanga en 1690, los beaterios de las Nazarenas del Cuzco en 1695 y de las indias nobles de Nuestra Señora de Copacabana en Lima en 1698 y el monasterio de Jesús María y José en Lima en 1699. La Inquisición celebró dos autos de fe, el primero el 16 de marzo de 1693 en el que fueron penitenciadas catorce personas, y el segundo el 20 de diciembre de 1694, con seis castigados, entre los que destacó la beata agustina de origen tucumano Ángela Carranza por ejercer de iluminada.

En el terreno de la instrucción, fueron creadas en la Universidad de San Marcos las cátedras de Método Galeno, Prima y Vísperas de Dogmas y Prima de Escoto. En el Cuzco se fundó el colegio de San Buenaventura en 1691 y el colegio de San Antonio Abad fue convertido en Universidad por Real Cédula de 1 de junio de 1692.

Entre los desastres naturales más importantes estuvo el terremoto de Quito de 1698, que atañó también a las provincias de Latacunga, Ambato y Riobamba, con un saldo de tres mil muertos, y la epidemia de viruela que afectó a los indios de Quito y Potosí en 1694. Bajo el mandato del Conde de la Monclova se produjo la extinción de la Casa de Austria en el gobierno de España y el advenimiento de los Borbones.

Al cumplir dieciséis años en el gobierno, el virrey falleció en Lima de una enfermedad desconocida el 22 de septiembre de 1705. Sus restos fueron sepultados en la Catedral de Lima; el mando interino fue asumido por el oidor decano Juan de Peñalosa hasta la llegada del nuevo virrey.

Bajo los Borbones (1700 – 1824) (Felipe V a Fernando II)

24. Virrey.- Don Manuel de Oms y Santa Pau, marqués de Castell dos Ríus. (1706-1710)

Manuel de Sentmenat-Oms de Santa Pau y de Lanuza (Barcelona, 1651 – Lima, 24 de abril de 1710) fue un militar, político y diplomático español, i marqués de Castelldosríus y vigésimo cuarto virrey del Perú (1707-1710).

Después de cursar estudios en la Universidad de Barcelona inició una rápida carrera militar y política. Fue nombrado maestre de campo de infantería en 1675, gobernador de Tarragona en 1677, primer Maestre de Campo del Tercio de Barcelona en 1678, virrey de Mallorca en 1681 y embajador en Portugal en 1690.

En 1696 el rey Carlos II le otorgó el título de primer marqués de Castelldosríus y dos años más tarde le designó embajador en Francia, por lo que marchó a la Corte de Luis XIV en Versalles.

A la muerte del rey Carlos II de España, de 1 de noviembre de 1700, Luis XIV lo mandó llamar a su palacio de Versalles para que reconociera a Felipe de Francia, duque de Anjou, como rey de España, el 15 de noviembre de 1700, que sería Felipe V de España.

Oms, quien pertenecía a una familia de la nobleza catalana partidaria de los Borbones en la guerra de sucesión española (1701-1714), era muy francófilo y tomó partido por Felipe V durante dicho conflicto. Por ello el monarca le nombró virrey del Perú en 1704, aunque no ocupó el cargo hasta 1707.

Virrey del Perú

Desde este puesto mandó una gran suma de dinero (1 600 000 pesos oro) reclamada por la Corona para sufragar gastos de guerra, cosa que logró en parte gracias al descubrimiento de las minas de Carabaya. Sin embargo, la recaudación mediante tributos provocó malestar y protestas, especialmente de los comerciantes, que además recriminaban a Oms su tendencia a proteger los intereses comerciales franceses. Lo cierto es que durante su gobierno aumentaron considerablemente las importaciones (legales e ilegales) de mercancías francesas, favorecidas por las circunstancias de la Guerra de Sucesión. Por estas causas dichos comerciantes pleitearon con el virrey repetidas veces en el Tribunal del Consulado.

A Oms se le acusó formalmente de contrabando y corrupción y en 1709 fue destituido del cargo, pero debido a la rapidez con que envió las remesas de dinero y a las gestiones de su hija Catalina, dama de compañía de la reina de España, lo ocupó de nuevo poco antes de morir. No obstante fueron confiscados sus bienes en Cataluña, aunque devueltos a sus herederos en 1714.

Para enfrentar los ataques ingleses a la costa, como los de Charles Wager y Thomas Colb (en 1708) y Woldes (desde 1709 a 1711), el virrey intentó formar una armada reclutando hombres mediante leva.

Por otra parte, Oms era un hombre culto y amante de la literatura. Tradujo los Himnos de Santo Tomás y escribió un drama titulado El mejor escudo de Perseo. Llevó a la corte virreinal de Lima el ambiente, las costumbres y las modas de Versalles, y alentó el cultivo de las artes y las letras. Creó una Academia Familiar (1709) en el propio palacio, a la que acudían artistas, músicos y escritores y donde se celebraban tertulias literarias semanales, y fue mecenas de varios poetas indígenas.

Murió en Lima el 24 de abril de 1710 a causa de una enfermedad.

Don Manuel de Oms y Santa Pau, Olim de Senmanat y de Lanuza, creado Marqués de Castell-dos-Rius en 1696 y Grande de España de primera clase en 1703, había sido embajador en las cortes de Portugal y Francia, representado a España durante los años que precedieron a la muerte de Carlos II, y se desarrollaron las intrigas que dieron a la casa de Borbón la corona de España.

El marqués, decidido partidario de esta casa, desempeñó papel importante en aquellos, y como embajador del Rey católico cuando acaeció la muerte del monarca Habsburgo. Presentó a Luis XIV el testamento en que designaba a su nieto como sucesor y fue el primer español que saludó al Duque de Anjou como Felipe V, Rey de España y de las Indias. Felipe V recompensó en la mejor forma a este leal servidor dándole el virreinato del Perú, en 1704, un año antes de que falleciese el Conde de la Monclova.

25. Virrey.- Don Diego Ladrón de Guevara, obispo de Quito (1710-1716)

Diego Ladrón de Guevara Orozco y Calderón (1641-1718) fue un funcionario eclesiástico de los territorios de ultramar del imperio español, XXV virrey del Perú en los años de 1710 a 1716.

Inclinado hacia el sacerdocio por designio paterno, estudió en el Real Colegio de la Universidad de Alcalá de Henares. Bachiller y licenciado en Cánones y Leyes de la Universidad de Sigüenza, y catedrático de Código en la misma. A poco, asumió la canonjía magistral en las catedrales de Sigüenza y Málaga, desde donde fue promovido al obispado de Panamá (8 de octubre de 1689).

Labor episcopal

En Panamá

En Panamá, edificó la catedral, además de construir los colegios de San Luis y de San Diego. Allí se le encargó asumir interinamente la presidencia de la Real Audiencia (1695), así como la gobernación y comandancia general de Tierra Firme, en lugar de Pedro José de Guzmán-Dávalos, Marqués de la Mina; y en atención a las acusaciones formuladas por tres oidores, lo recluyó.

En el castillo de Chagres, tratándolo con más dureza y menos decoro del que correspondía a su persona y circunstancia y a la piedad de un prelado eclesiástico, que se dejó llevar de la pasión para vengar resentimientos particulares; y sin este borrón hubiera sido un jefe cabal, pues renovó mucha parte de las fortificaciones de aquella importante plaza, la proveyó de tropa, víveres y municiones, e impidió el desembarco que intentaron unos piratas en la provincia del Darién.

En Huamanga

Preconizado obispo de Huamanga (2 de noviembre de 1698), se dio el pase a las bulas correspondientes al año siguiente y tomó posesión de su nueva sede el 7 de julio de 1700. Efectuó la visita pastoral; y además de proteger el establecimiento de la Universidad de San Cristóbal, impulsó la terminación del convento e iglesia de Santa Teresa. Pero pronto hubo de trasladarse al obispado de Quito (1705), que se hallaba vacante.

En Quito

Tomó posesión de esta sede en 1706.

26. Virrey.- Don Carmine Nicolao Caracciolo, príncipe de Santo Buono. (1716-1720)

Carmíneo Nicolás Caracciolo, quinto Príncipe de Santo Buono, Grande de España (Castillo de Bucchianico,1​ 5 de julio de 1671 2​ – Madrid, 26 de julio de 1726) fue Virrey español del Perú, del 5 de octubre de 1716 al 26 de enero de 1720.

Fue hijo de Marino Caracciolo, cuarto Príncipe de Santo Buono, y de su esposa, Donna Giovanna Caracciolo de Príncipe de Torella. Ambos progenitores pertenecían a la dinastía Caracciolo. Es ancestro de la que fue reina consorte de España entre 1871 y 1873, María Victoria dal Pozzo della Cisterna, primera mujer de Amadeo de Saboya.

Contó con los títulos de príncipe de Santo Buono, duque de Castel di Sangro, VIII marqués de Bucchianico, conde de Capracotta y Schiavi, barón de Castiglione, Fraine, Belmonte, Roccaspinalveti, Monteferrante, Lupara, Calcasacco delle Fraine, Moro, San Vito, Roccaraso, Frisa, Fresagrandinaria, Castel Collalto y Gaudioso. Su nobleza se veía realzada por ser caballero de la Orden del Toisón de Oro, patricio napolitano y gran senescal del reino de Nápoles.

Su nombre se registra de varias maneras diferentes, incluyendo Carmine Nicola Caracciolo, Carmine Niccolo Caracciolo, Carmine Nicolás Caracciolo y Carmino Nicolás Caracciolo.

Carmine Caracciolo era descendiente de una antigua familia noble de Nápoles y fue un Príncipe del Sacro Imperio Romano Germánico. Tanto su padre como su madre eran de la dinastía Caracciolo. Él fue exiliado de Nápoles en el 1707 cuando pasó a la Corona de Austria, porque fue un defensor de los Borbones. Sus bienes fueron confiscados. Un culto hombre de letras, fue embajador en Roma y Venecia (1702). Se casó con Donna Giovanna Costanza Ruffo dei Duchi di Bagnara. Tuvieron varios hijos.

Fue el primer italiano en ser nombrado Virrey del Perú. Esto ocurrió en 1713, aunque tardó algún tiempo en viajar a América. Llegó a Cartagena de Indias durante la guerra del Conde de Vega Florida, donde llegó a ser consciente de la corrupción en la política y el comercio del virreinato. Él trajo consigo las órdenes de la Corona para poner fin al contrabando francés, algo que fue protegido y alentado por sus predecesores inmediatos.

Entró en Lima y tomó posesión de su cargo el 5 de octubre de 1716. Para celebrar su llegada, el polígrafo Pedro Peralta y Barnuevo publicó un panegírico en su honor, al igual que José Bermúdez de la Torre y Solier: El sol en el zodíaco. Ambos son extravagantes en sus elogios para el nuevo virrey.

En 1717, el Virreinato de Nueva Granada se creó en el norte del Perú, a partir de las audiencias de Santafé de Bogotá, Quito y Panamá. Sin embargo, este establecimiento solo duró hasta 1724, cuando los territorios fueron devueltos al Virreinato del Perú. El Virreinato de Nueva Granada se restableció sobre una base más permanente en 1734.

Entre los acontecimientos notables de su administración, se encuentran los siguientes. Fue incapaz de detener el contrabando. Durante su administración, hizo que muchos misioneros convirtiesen en la montaña, y se fundó el Colegio de Ocopa. Una epidemia afectó a 60.000 indígenas. Una real orden prohibió el marcado de los esclavos negros. Debido a los abusos de los encomenderos por el sistema de mita, Caracciolo solicitó su abolición, aunque el rey decidió no actuar pese a sus recomendaciones.

El 15 de agosto de 1719, se produjo el primer eclipse total de Sol registrado en Lima desde la conquista española, justo antes de mediodía. El eclipse inspiró posteriormente procesiones de penitentes.

Se desempeñó como virrey hasta 1720. Falleció en Madrid, el 26 de julio de 1726.

27. Virrey.- Don Fray Diego Morcillo, arzobispo de Charcas. (1720-1724)

Diego Morcillo Rubio de Auñón de Robledo, O.SS.T. (Villarrobledo, Reino de Toledo, 3 de enero de 1642 – Lima, Virreinato del Perú, 12 de marzo de 1730) era un religioso trinitario español que fue asignado como obispo de León en Nicaragua de 1701 a 1708 y de La Paz de 1708 hasta 1714.

Luego fue nombrado arzobispo de La Plata en Charcas desde 1714 a 1723. Además fue asignado como gobernador interino del Perú en el año 1716 y finalmente fue nombrado virrey desde 1720 hasta 1724, y por último, arzobispo de Lima desde 1723 hasta su fallecimiento.

Nació el 3 de enero de 1642 en Villarrobledo, del Reino de Toledo, siendo hijo de Alfonso Morcillo Rubio de Auñón1​ y María Manzano. A temprana edad ingresó en la Orden de los Trinitarios Descalzos de la ciudad de Toledo. Realizó estudios de Filosofía y Teología en la Universidad de Alcalá, llegando a ocupar el puesto de profesor.

La fama sobre su enorme cultura y aguda inteligencia fue creciendo hasta llegar a oídos del rey. Mientras impartía clases en Alcalá, el rey Carlos II lo nombró predicador de la Cámara Real y teólogo de la Real Junta de la Concepción. Así mismo consiguió el puesto de calificador dentro del Consejo Supremo de la Inquisición y el de teólogo consultor del Nuncio de Su Santidad en Madrid.

Su imparable avance dentro de la jerarquía eclesiástica y política, le llevó a asumir importantes cargos en el Nuevo Mundo. Así, el 21 de noviembre de 1701 fue nombrado obispo de León (en Nicaragua), pero antes de tomar posesión y habiéndose ya puesto en camino hacia aquella diócesis, fue nombrado sobre el 14 de mayo de 1708 obispo de La Paz (Charcas). Más tarde sería designado como arzobispo de La Plata (en Charcas) el 21 de marzo de 1714 y, finalmente, arzobispo de Lima el 12 de mayo de 1723. Simultáneamente, se le encomendó la dirección del Virreinato del Perú.

Primer Virreinato

En 1716, durante su arzobispado de La Plata en Charcas, fue reclamado por el rey Felipe V para asumir el título de virrey de Perú de manera interina. El 15 de agosto entró en Lima substituyendo a Mateo de la Mata Ponce de León, presidente de la Audiencia. Mata también había estado ocupando el cargo de manera interina, desde el retiro de Don Diego Ladrón de Guevara el 2 de marzo de 1716. Morcillo ocupó este puesto hasta el 5 de octubre, cuando el cargo fue asumido por Carmine Nicolás Caracciolo, Príncipe de Santo Buono y sucesor oficial de Ladrón de Guevara. Don Diego Morcillo retornó a sus deberes eclesiásticos como arzobispo de La Plata, sin haber tomado decisiones de cierto calado en su virreinato, más allá de las propias que garantizaran su continuidad y estabilidad.

Segundo Virreinato

Detalle del cuadro Entrada del Virrey Arzobispo Morcillo en Potosí (1718), Obra de Melchor Pérez de Holguín. Museo de América, Madrid.

Entrada del Virrey Arzobispo Morcillo en Potosí (1718), Obra de Melchor Pérez de Holguín. Museo de América, Madrid.

Al final del mandato de Caracciolo, Morcillo recibió de nuevo el encargó del Rey de ocupar la sede vacante, esta vez como titular. Entró solemnemente en Lima y ocupó el cargo el 26 de enero de 1720; el Cabildo metropolitano ofreciole una misa de acción de gracias en la Catedral (3 de febrero de 1720), durante el cual pronunció un sermón laudatorio el canónigo Vicente Ortiz de Foronda; y Pedro de Peralta Barnuevo pronunció un discurso en su elogio durante el recibimiento que le tributó la Universidad de San Marcos.

Sus biógrafos destacan a Morcillo como un inteligente administrador. Entre sus logros políticos consta que, bajo su mandato, se registró un gran aumento de los ingresos reales en la colonia. En ese sentido, en 1722 consiguió que llegara a Cádiz la fragata Águila Volante de D. Nicolás Giraldino con una importante carga de plata y otras riquezas.

En el aspecto de la defensa, entre 1720 y 1721 combatió a los piratas ingleses John Clipperton y George Shelvocke, quienes, entrando por el estrecho de Magallanes, asolaron las costas del Mar del Sur, es decir, el litoral chileno y peruano, en el marco de la guerra entre Inglaterra y España. Clipperton apresó el galeón en el que venía de Panamá su viejo enemigo José Antonio de la Rocha y Carranza (Marqués de Villa-Rocha) con su familia. En Nicoya (Costa Rica) dejó libre a la esposa del marqués, y regresó a las costas peruanas, donde bombardeó Arica en febrero de 1721, antes de retirarse rumbo a Oceanía, llegando hasta las islas Marianas donde logró fugar el marqués. Cerca de las islas Filipinas Clipperton fue reducido por navíos españoles y se presume que terminó ahorcado. Por su parte, George Shelvocke saqueó Chiloé, capturó naves mercantes en Concepción, incendió el puerto de Paita el 21 de marzo de 1720 al negarse su población a pagar rescate, y luego de una serie de peripecias propias de un relato novelesco, prosiguió su viaje hacia Panamá y California sin que los tres Navíos de Guerra Españoles enviados por el Virrey, al mando del General Bartolomé de Urdinso, lograran capturarle. Finalmente, hubo otra incursión, la del corsario holandés Jacobo Roggeween por el estrecho de Magallanes, que concluyó con el descubrimiento de la isla de Pascua el 6 de abril de 1722. El mitrado manchego hubo de costear la reparación de los Navíos de guerra de su propio peculio.

En el gobierno económico, conminó a los oficiales reales de Huancavelica a adquirir el azogue a un precio más favorable para la Tesorería Real. La superintendencia de minas registró un importante superávit que se invirtió en el arreglo de las cureñas del puerto del Callao y en la reparación del puente de Pilcomayo que comunicaba las ciudades de La Plata y Potosí. Por bando del 11 de marzo de 1720 el virrey prohibió el comercio ilícito por las costas peruanas y comunicó en 1722 al Consejo de Indias la captura de diez bajeles franceses cargados de mercadería europea. En 1721 llegó a la feria de Portobelo el navío de permiso «Royal George», en conformidad con lo dispuesto en el Tratado de Utrecht firmado entre España e Inglaterra.

En cuanto al orden interno, este gobernante tuvo que enfrentar en 1723 el alzamiento de los indios araucanos en Chile que condujo al abandono de los fuertes de Concepción, Purén y Nacimiento. Por Real Cédula del 30 de diciembre de 1724 el virrey ordenó que el número de hombres en armas en Chile se elevara a dos mil y que los mismos procedieran a apaciguar a los indios.

En el terreno social, correspondió a este gobierno aplicar la Real Orden de 1720 que suprimió el régimen de la encomienda, lo que liberó a los indios de este sistema de explotación, aunque algunas encomiendas persistieron hasta la segunda mitad del siglo XVIII, como fue el caso de las de Chiloé.

En lo que respecta al Patronato regio, elevó a monasterio el beaterio de las mercedarias, e impulsó la erección del Convento de las monjas trinitarias en Lima, cuya inauguración presidió el 30 de mayo de 1722. En 1724 quedó instalado el monasterio del Carmen en Trujillo y los franciscanos erigieron el colegio y convento de Santa Rosa de Ocopa en la región del Ucayali.

En otros sucesos importantes que ocurrieron durante su mandato virreinal se deben mencionar: La desaparición de Saña, próspera villa del norte peruano que sucumbió por una inundación provocada por torrenciales lluvias (15 de marzo de 1720). La supresión en 1722 del Virreinato de Nueva Granada (creado en 1717) reincorporándose el territorio de su jurisdicción al Perú (aunque sería restablecido en 1739). En 1723 se celebraron en Lima con pomposas fiestas el matrimonio del Príncipe de Asturias, después Rey bajo el nombre de Luis I de España, con la princesa Luisa de Orleáns, que se había celebrado el año anterior.

Pero su gestión se vio empañada por los graves incidentes de Paraguay entre los Jesuitas y José de Antequera (Revolución Comunera), ante los cuales adoptó muy débiles disposiciones.

Arzobispo de Lima y virrey del Perú

Tras la muerte del arzobispo titular de Lima, Antonio de Soloaga, fue preconizado para sucederle en dicho cargo el 12 de mayo de 1723. Tomó posesión de su sede el día 18 de diciembre, y en atención a su ardua y fatigosa labor como Virrey, tuvo que delegar parte de su responsabilidad en el máximo puesto religioso a su sobrino Pedro Morcillo Rubio de Auñón, a quien nombró obispo auxiliar de Lima.

Finalmente fue relevado del gobierno virreinal; y a poco de haberlo entregado al Marqués de Castelfuerte, efectuase la ceremonia oficial de su entronización en el arzobispado el 17 de julio de 1724. Desde ese momento pasó a dedicarse exclusivamente de su labor eclesial hasta sus últimos días.

Respecto a su labor apostólica, cabe destacar que, gracias a su intercesión, durante este tiempo el papa Benedicto XIII elevó a los altares a Toribio de Mogrovejo y Francisco Solano, dos de los santos más importantes de Perú. Igualmente, franqueó los archivos de la Iglesia peruana al licenciado Alonso de la Cueva Ponce de León, para que escribiera la historia de su organización y sus varones ilustres.

Vivió austeramente y se destacó por su prodigalidad en la distribución de limosnas; pero como virrey y como arzobispo distinguiese también por el celo que puso en el envío de donativos para la Corona, y se dijo en su tiempo que a ello debió su exaltación a los altos cargos que ocupó, acusación que el historiador Manuel de Mendiburu recogió en su Diccionario histórico biográfico del Perú (fines del siglo XIX).

También Morcillo descolló como benefactor de su Orden y su ciudad natal, donando a ambas importantes sumas de su propio peculio. Destinó 200.000 pesos para erigir en Roma el convento y la iglesia de la Santísima Trinidad de los Españoles, a fin de que allí acudiesen los sacerdotes trinitarios durante sus visitas a la Ciudad Santa.

A su mecenazgo se deben importantes donaciones en metálico para construir iglesias y conventos de trinitarios calzados, tanto en Perú como en Castilla-Toledo, Alcalá o su propio pueblo de Villarrobledo donde fundó un convento de carmelitas. En la parroquia de esta última localidad se conserva el ostensorio que envió desde Nicaragua en el año 1708. Hay otra pieza en el convento de Villarrobledo enviada por su sobrino Pedro Morcillo Rubio de Auñón.

Fallecimiento

El arzobispo Morcillo falleció en su sede de Lima el 11 de marzo de 1730, a la edad de 88 años, y fue sepultado en la cripta de la Catedral de Lima. Algunos lustros más tarde, sus restos fueron reubicados en la capilla que lleva su nombre en el mismo templo y que actualmente se encuentra en proceso de restauración.

De esta ilustre personalidad, el historiador Rubén Vargas Ugarte ha dicho lo siguiente:

Fue D. Fray Morcillo ejemplar religioso en los años en que vivió en los claustros y en el ejercicio de la dignidad episcopal procedió con suavidad y prudencia, sin dar motivo a quejas por parte de sus subordinados. Ya entrado en años, fue llamado a desempeñar el cargo de Virrey, que no era el más adaptado a su carácter y circunstancias, pero no puede decirse que descuidara en él sus deberes e incurriese en desaciertos. Breve fue el tiempo de su gobierno y, vistas todas las cosas, más derecho tiene el encomio que al vituperio”.

28. Virrey.- Don José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte. (1724-1736)

José de Armendáriz y Perurena, I marqués de Castelfuerte (Pamplona, Navarra, 2 de noviembre de 1670 – Madrid, 16 de abril de 1740) fue un militar y gobernador español, XXVIII Virrey del Perú.

Carrera militar

Nacido en Pamplona el 2 de noviembre de 1670 en el seno de una familia aristocrática de Navarra formada por Juan de Armendáriz y García de Usechi y María Josefa Perurena y Muguiro, y teniendo como hermano menor a Juan Francisco, fue bautizado cristianamente en la parroquia de San Juan Bautista.

Siendo joven comenzó su carrera militar sirviendo al ejército logrando a los dieciocho años el grado de capitán de caballería. Durante la guerra de Flandes se halló en las batallas de Fleurus (1690) y Neerwinden (1693). Pasó a Cataluña como maestre de campo del cuerpo de dragones, y concurrió al sitio de Palamós y la campaña sobre Barcelona. Destinado a Nápoles y ascendido a brigadier, participó en la guerra de Portugal. Estuvo presente en el sitio de Gibraltar (1704) como mariscal de campo. Promovido luego a teniente general (1706), desempeñó cargos en Extremadura; comandó las tropas reales en la batalla de Lagudina (1708) y tuvo acción decisiva en Villaviciosa (1710). Fue entonces premiado con la Orden de Santiago y, en tal virtud, beneficiado con las encomiendas de Montizón y Chiclana, además de otorgársele, el 30 de junio de 1711, el título de marqués de Castelfuerte.

Intervino en la pacificación de Aragón y el sitio de Barcelona en 1714; ejerció la gobernación de Tarragona; pasó a Cerdeña y durante la guerra de Sicilia contribuyó a la toma de Mesina y la victoria de Francavilla (1719). Ocupó el puesto de inspector general de la caballería y de los dragones de la Corona de Aragón. Era gobernador y capitán general de Guipúzcoa cuando fue nombrado Virrey del Perú en los primeros días de octubre de 1723.

Virrey del Perú

Zarpó de Cádiz el 31 de diciembre de 1723; llegó a Cartagena de Indias en febrero de 1724, tras haber hecho escalas en Portobelo, Panamá, Perico y Paita. En Panamá desautorizó la tolerancia hacia los comerciantes ingleses y atacó a los piratas que merodeaban en las proximidades de las costas. Hizo su entrada oficial en Lima bajo palio el 14 de mayo de 1724 recibiendo el poder de manos del arzobispo Diego Morcillo, a quien iba a atribuir después la responsabilidad de la crisis que atravesaba el virreinato.

En el gobierno económico ordenó una revista de indios para reorganizar el sistema fiscal que quedó incompleta, aunque consiguió aumentar el número de tributarios en más de veinte mil. A pesar de asumir la defensa de la mita forzada y su aumento para reactivar la producción en las minas de Potosí y Huancavelica, este sector continuó en declive. El virrey prestó especial atención al aumento de ciertos impuestos como la sisa, naipes y pulperías para mejorar los ingresos de la Real Hacienda. Por último, mandó encarcelar a varios oficiales de la Casa de la Moneda por corrupción. Dispuso por bando del 17 de junio de 1724 la aplicación de la pena de muerte a toda persona que fuera descubierta practicando el comercio ilícito. No obstante, el contrabando prosiguió a cargo de los navíos franceses y holandeses por los puertos de Arica e Iquique, lo que obligó al virrey a contratar con la compañía privada del marqués de Torre Tagle el apresamiento de los mismos. Poco después, prohibió que los barcos ingleses transportaran mercancías españolas. Finalmente, reglamentó las condiciones para el embarque de la «plata piña» hacia España.

En defensa, asesorado por el marino Blas de Lezo, dispuso que, en Guayaquil, se acelerara la carena de los navíos «Capitana» y «Almiranta», al tiempo que hizo poner una nueva a quilla al navío de guerra San Fermín. Fortaleció a un coste de 150.000 pesos el puerto de El Callao con nuevos rompeolas y murallas que encomendó al ingeniero Nicolás Rodríguez. También hizo una inversión apreciable en el refuerzo de las defensas militares de Santa Marta, Cartagena de Indias, Portobelo, Panamá, Valdivia, Buenos Aires y Montevideo.

Bajo este gobierno comenzó una coyuntura de rebeliones en los Andes. La sedición más importante ocurrió en Paraguay en 1721 cuando José de Antequera, fiscal de la Audiencia de Charcas, se excedió en sus atribuciones de juez pesquisidor, ordenó la destitución del gobernador Diego de los Reyes y asumió tal cargo en contra de lo dispuesto desde Lima. Antequera expulsó a los jesuitas del territorio guaraní en 1724, lo que provocó que el virrey encomendara su captura a una expedición militar comandada por el gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zabala. Antequera huyó a Córdoba desde Tucumán, se refugió en un convento franciscano, y luego partió clandestinamente hacia Lima, en donde fue capturado en 1726. Al finalizar su proceso, que duró cinco años, fue ahorcado en la Plaza de Armas de Lima. Otro alzamiento que el marqués de Castelfuerte tuvo que enfrentar fue el que protagonizaron los mestizos de Cochabamba liderados por Alejo Calatayud en 1730. La causa de esta rebelión fue el rumor de que el virrey quería empadronar a este sector social para que pagara impuestos. Calatayud fue capturado y ajusticiado en su celda en enero de 1731. A esos desórdenes se unieron insurrecciones indígenas en Azángaro, Carabaya, Cotabambas y Castrovirreyna, que tuvieron como causa los abusos que cometían los corregidores en el sistema de repartos de mercancías.

En cuanto al Patronato Real, en 1730 se inauguró en Lima el monasterio de las Nazarenas, en 1732 el marqués de Casa Concha culminó las dos portadas posteriores de la Catedral y se fundó una casa de recogimiento para mujeres de mal vivir. Las denuncias del virrey referidas al enriquecimiento ilícito de los curas de parroquia y las órdenes religiosas provocaron su enfrentamiento con el cabildo eclesiástico. Con la Inquisición, las relaciones también fueron tensas, sobre todo en 1732, cuando el marqués de Castelfuerte fue obligado a comparecer ante el Santo Oficio en calidad de testigo de una causa por sacrilegio. Entre los desastres naturales acontecidos durante su mandato cabe destacar el terremoto de Santiago de Chile y Concepción de 1730 que destruyó templos y casas.

Su gobierno culminó a los 11 años, 7 meses y 21 días cuando la Corona le relevó y nombró en su lugar al marqués de Villagarcía. Al concluir su memoria de gobierno, en parte redactada por el polígrafo Pedro de Peralta y Barnuevo, José de Armendáriz partió hacia Acapulco a bordo del navío San Fermín el 17 de enero de 1736. En premio a sus servicios, Felipe V le otorgó el collar de la Orden del Toisón de Oro. Residió en Pamplona y en Madrid, lugar este último en el que murió, sin descendencia, el 16 de abril de 1740, por lo cual todos sus títulos nobiliarios fueron legados a su hermano.

El gran collar que luce, el señor de Castelfuerte, es nada menos que el Toisón de Oro, una de las más antiguas preseas de España y posiblemente la más importante entre las europeas. Los reyes de España lo llevan. La orden de este nombre estaba instituida desde antiguo.

De la más fina joyería y valor intrínseco, también constituye preciado símbolo; lo son cada uno de sus hermosos y bien labrados eslabones. Lleva pendiente un cordero, fina representación del vellocino de oro, aquél sueño o quimera de Odiseo más conocido por Ulises, el legendario argonauta, héroe de Homero, vencedor de Troya, marido de la fiel Penélope, padre de Telémaco y dueño de Argos, el viejo y ciego can, único ser que lo reconoció a su vuelta a Ítaca.

Había emprendido Ulises la búsqueda de aquel vellocino por el mundo de la antigüedad griega con notable suceso y cuya apasionante narración ha llegado a nuestros días.

No poca cosa podría acaecer para cualquier poseedor un cordero cuya lana de oro creciera conforme se la esquilmara… acaso fuera fiel símbolo del ideal español.

En España, las noticias de la insurrección en el Paraguay, que terminaría con la captura y ejecución en Lima de su líder don José de Antequera caló hondo en la corte y se dispuso que para virrey era necesario enviar a un militar, en reemplazo del prelado virrey que tenía el virreinato del Perú hasta entones, Fray Diego Morcillo, arzobispo de Charcas.

Este había de ser, el marqués de Castelfuerte, don José de Armendáriz, natural de Ribagorza, Navarra, el más notable militar que vino a América del Sur (Mendiburu) y el único entre los virreyes que fue Capitán General, actor, en su época de las más importantes campañas militares del reino. Condecorado por sus hechos de armas con la Cruz de Santiago.

Era el marqués de un temple y carácter notables.

Recibió su nombramiento para el virreinato del Perú, se embarcó para su destino el 31 de diciembre de 1723 y entró en Lima el 14 de mayo de 1724. Gobernó con mano firme hasta el 4 de enero de 1736 fecha que le sucedió el marqués de Villagarcía. A su paso por Panamá tomó severas acciones para desposeer a los ingleses de cualquier pretensión. Desarmó a un navío de aquella nacionalidad que potencialmente se le reputaba corsario. Nada de ingleses con él.

En este preciso punto conviene exponer que la nobleza española, en época de los Habsburgos o Austrias menores (dinastía que empezó en el S. XVI con Carlos I, quien pasó luego como emperador de Alemania, como Carlos V, hasta el desafortunado Carlos II, apodado el Hechizado, al finalizar el SXVIII que se prolongó con los borbones) en lo fundamental, estaba compuesta de la siguiente forma:

Los primos del rey

Los parientes del rey

Los grandes de España

A ninguna de ellas pertenecía, sin embargo, el marqués.

Bien, luego de esta parrafada de mito, leyenda e historia veamos de repaso la importancia que tuvo el citado representante de la corona en el virreinato del Perú y su dilatada jurisdicción civil, militar y eclesiástica:

Hechos notables: Fueron ejecutados en Lima el oidor de la Real Audiencia de Charcas don José de Antequera, y el alguacil mayor de Asunción don Juan de Mena, lo que había de causar un sonado tumulto en la plaza mayor con los padres franciscanos que abogaban por el perdón del reo condenado a degüello, que el severo militar sofocó con el resultado, además de las ejecuciones anunciadas, de la desgraciada muerte de dos patrocinadores de las víctimas, ambos sacerdotes franciscanos. Se abren las dos portadas posteriores de la Catedral, que dan a la calle de Santa Apolonia, patrona de los sacamuelas, ergo dentistas de la época, de allí las tenazas que se muestran amenazantes hasta la fecha en el arco de esa puerta. San Cristóbal era la otra. Felipe V, después de los 11 años, 7 meses y 21 días de gobierno en el Perú le condecoró con el Toisón de Oro, a su retorno a España.

Las que siguen son las sabrosas notas tomadas de La tradición peruana, Pepe Bandos, de don Ricardo Palma Soriano, por José el nombre de pila del virrey y su profusa emisión de mandatos, órdenes y demás disposiciones que se publicaban en las esquinas de viva voz o en carteles. D. José de Armendáriz, natural de Ribagorza en Navarra, marqués de Castelfuerte, comendador de Montizón y Chiclana en la orden de Santiago, comandante general del reino de Cerdeña, y ex virrey de Granada en España, reemplazó como virrey del Perú al arzobispo fray Diego Morcillo. Refieren que el mismo día en que tenían lugar las fiestas de la proclamación del hijo de Felipe V, fundador de la dinastía borbónica, una vieja dijo en el atrio de la catedral: «A este que hoy celebran en Lima le están haciendo el entierro en Madrid». El dicho de la vieja cundió rápidamente, y sin que acertemos a explicarnos el porqué, produjo mucha alarma. ¡Embelecos y novelerías populares! o positivo es que seis meses más tarde llegó un navío de Cádiz, confirmando que los funerales de Luis I se habían celebrado el mismo día en que fue proclamado en Lima. ¡Y dirán que no hay brujas! Como sucesos notables de la época de este virrey, apuntaremos el desplome de un cerro y una inundación en la provincia de Huaylas, catástrofe que ocasionó más de mil víctimas. Un aguacero tan copioso que arruinó la población de Paita.

La aparición por primera vez del vómito prieto o fiebre amarilla (1730) en la costa del Perú, a bordo del navío que mandaba el general D. Domingo Justiniani.• La ruina de Concepción de Chile, salvando milagrosamente el obispo Escandón, que después fue arzobispo de Lima.

La institución llamada de las tres horas y que se ha generalizado ya en el orbe católico.

La llegada a Lima en 1738 de ejemplares del primer Diccionario de la Academia Española. (Anoto aquí, de colada, que las primeras reglas de ortografía compiladas en el Diccionario de Autoridades se publicaron en 1879)}

La víspera de la ejecución de Antequera y de su alguacil mayor don Juan de Mena hizo publicar su excelencia un bando terrorífico, imponiendo pena de muerte a los que intentasen detener en su camino a la justicia humana. Los más notables personajes de Lima y las comunidades religiosas habían estérilmente intercedido por Antequera. Nuestro virrey era duro de cocer. 

A las diez de la mañana del 8 de julio de 1731, Antequera sobre una mula negra y escoltado por cien soldados de caballería penetró en la plaza Mayor. Hallábase cerca del patíbulo cuando un fraile exclamó: « ¡Perdón!», grito que fue repetido por el pueblo. -¿Perdón dijiste? Pues habrá la de Dios es Cristo. Mi bando es bando y no papel de Cataluña que se vende en el estanco -pensó el de Castelfuerte-. ¡Santiago y cierra España! La infantería hizo fuego en todas direcciones. El mismo virrey, con un piquete de caballería, dio una vigorosa carga por la calle del Arzobispo, sin parar mientes en el guardián y comunidad de franciscanos que por ella venían. El pueblo se defendió lanzando sobre la tropa lágrimas de San Pedro, vulgo piedras. Hubo frailes muertos, muchachos ahogados, mujeres con soponcio, populacho aporreado, perros despanzurrados y, en fin, todos los accidentes fatales anexos a desbarajuste tal. Pero el bando fue bando. ¡O somos o no somos! Siga su curso la procesión, y vamos con otros bandos.

Los frailes agustinos se dividieron en dos partidos para la elección de prior. El primer día de capítulo ocurrieron graves desórdenes en el convento, con no poca alarma del vecindario. Al siguiente se publicó un bando aconsejando a los vecinos que desechasen todo recelo, pues vivo y sano estaba su excelencia para hacer entrar en vereda a los reverendos. Los agustinos no se dieron por notificados, y el escándalo se repitió. Diríase que la cosa pasaba en estos asendereados tiempos, y que se trataba de la elección de presidente de la república en los tabladillos de las parroquias. Véase, pues, que también en la época colonial se aderezaban pasteles eleccionarios. Pido que conste el hecho (estilo parlamentario) y adelante con la cruz. Su excelencia, con buena escolta, penetró en el convento. Los frailes se encerraron en la sala capitular. El virrey hizo echar por tierra la puerta, obligó a los religiosos a elegir un tercero, y tomando presos a los dos pretendientes, promovedores del tumulto, los remitió a España sin más fórmula ni proceso.

Escenas casi idénticas tuvieron lugar, a poco, en el monasterio de la Encarnación. La madre Nieves y la madre Cuevas se disputaban el cetro abacial. Si los frailes se habían tirado los trastos a la cabeza, las aristocráticas canonesas no anduvieron mezquinas en araños. En la calle, el pueblo se arremolinaba, y las mulatas del convento, que podían no tener voto, pero que probaban tener voz, se desgañitaban desde la portería, gritando según sus afecciones: « ¡Víctor la madre Cuevas!» o « ¡Víctor la madre Nieves!». Este barrullópolis reclamaba bando. Era imposible pasarse sin él. Repitiéndose el bochinche, entró tropa en el convento, y la madre Nieves y sus principales secuaces fueron trasladadas a otros monasterios. Esto se llama cortar por lo sano y ahogar en germen la guerra civil.

Resulta importante añadir que la provincia del Paraguay que respondía a la Audiencia de Charcas y consecuentemente al Virreinato de Lima, por su lejanía, la riqueza de su suelo, especialmente hierba mate y el hecho que las autoridades bastante relajadas en su imperio de tales, había criado hombres de libre albedrío y costumbre lejanos a la aceptación de cualquier autoridad. En semejantes condiciones el caldo de cultivo frente al primer atisbo de sujeción produjo movimientos armados en dos momentos importantes, que la historia denomina revoluciones.

Una de ellas, la primera, fue la que asoló la región y por largos años con Antequera a la cabeza.

Los jesuitas quienes habían logrado, para envidia de propios y extraños, una convivencia pacífica e industriosa con los naturales, colocándose al servicio de aquellos -todo lo contrario a lo acostumbrado, gracias a su fructífera tarea en las misiones- fueron blanco directo de Antequera. En este asunto los frailes franciscanos de la comarca habían prestado su apoyo al insurrecto, claro está que formando parte de los muchos que veían a los padres jesuitas con malos ojos.

A esto súmense las pretensiones territoriales de los portugueses del Brasil y las de conquista de la taimada Inglaterra.

Igualmente, movimientos armados de indígenas y mestizos en gran número se levantaron en Cochabamba, en el Alto Perú, movidos por el abuso de los corregidores y por asuntos de paga a los mitayos que extraían las riquezas que los virreyes cuidaban llegasen a España en la cantidad y con las seguridades del caso. Menuda tarea.

Castelfuerte, adecuadamente escogido cumplió su papel, puso celo y bastante orden en el vasto reino; producido su relevo regresó a España, fue nombrado Capitán General y recibió el Toisón de Oro. No era para menos.

Falleció en Madrid en 1740.

29. Virrey.- Don José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, marqués de Villagarcía, (1736-1746).

José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor (Vegas de Matute,1​ Segovia, España, 13 de marzo de 1667 – Aguas del Cabo de Hornos, Virreinato del Perú, 15 de diciembre de 1746), tercer Marqués de Villagarcía de Arosa y caballero de la Orden de Santiago.

Nacido en Vegas de Matute en 1667, fue hijo de Antonio Domingo de Mendoza Caamaño y Sotomayor, II Marqués de Villagarcía y II vizconde de Barrantes, y Juana Catalina de Ribera Ibáñez de Segovia y Ronquillo. Su padre fue embajador de Carlos II en Venecia, gobernador de Santiago y virrey de Valencia (1699-1707).

En 1694, casó con Clara de Barrionuevo y Monroy, hija de los marqueses de Monroy y Cusano. La pareja tuvo tres hijos: Josefa, marquesa de Monroy; Rodrigo, marqués de Villagarcía; y Mauro.

Fue el embajador de España en Venecia y virrey de Cataluña (1705). A la muerte de su padre en 1713, heredó los mayorazgos pontevedreses de Villagarcía de Arosa, el marquesado de esta denominación y el vizcondado de Barrantes. En 1734, con 67 años, ya anciano y viudo, fue nombrado e Madrid XXIX virrey del Perú por el rey Felipe V,2​ viajando con él los famosos marinos Jorge Juan y Antonio de Ulloa que formaban parte de la expedición de Charles Marie de la Condamine para medir la línea del ecuador.

Entre 1735 y 1745, tiempo en el que permaneció al frente del virreinato peruano, se ocupó especialmente de mejorar la hacienda y la producción minera. Reprimió las sublevaciones de 1739 y 1742 y, a partir de entonces, trató de controlar la corrupción que, junto con la esclavitud a la que en la práctica estaba sometida la población indígena por el sistema de la mita y el incumplimiento de las ordenanzas reales, habían provocado las mencionadas rebeliones.

Por otra parte, Caamaño y Sotomayor, teniendo en cuenta el conflicto bélico existente con Inglaterra en la llamada Guerra del Asiento (1739-1748), tuvo que afrontar numerosos problemas defensivos por la presencia activa de los navíos del almirante Anson en las costas del virreinato y del almirante Vernon en el área del Caribe, que llegaron a provocar la caída de Portobelo, en noviembre de 1739, y el saqueo de Paita, en noviembre de 1741. También en las fronteras terrestres tuvo que afrontar algunos conflictos con los portugueses de Brasil.

Después de solicitar su sustitución, falleció durante la navegación de su viaje de regreso a España, dejando una impresión de buen gobierno en el territorio de su jurisdicción.

30. Virrey.- Don José Manso de Velasco, conde de Superunda. (1745-1761)

José Antonio Manso de Velasco y Sánchez de Samaniego, I conde de Superunda (Torrecilla en Cameros, 1688- Priego de Córdoba, 1767) y caballero de la Orden de Santiago, fue un militar y político español. Fue Gobernador del Reino de Chile entre 1737 y 1744, y Virrey del Perú entre los años 1745 y 1761.

Fueron sus padres Diego Sáenz Manso de Velasco y Ambrosia Sánchez de Samaniego, pertenecientes a la aristocracia riojano-alavesa. Se incorporó al ejército en 1705, participando en la Guerra de Sucesión hasta 1714. Posteriormente lo hizo en las expediciones a Cerdeña en 1717, en el sitio de Ceuta en 1720, en el sitio de Gibraltar en 1727, en la reconquista de Orán en 1732, y en las guerras de Italia desde 1733 a 1736. Obtuvo al final de su carrera, el grado de Brigadier general y el título de caballero de la Orden de Santiago.

Gobernador de Chile

En octubre de 1736 se le otorgó el cargo de Gobernador de Chile. Llegó a Santiago de Chile el 15 de noviembre de 1737, donde asumió como Gobernador, Capitán general y Presidente de la Real Audiencia del reino. Ocupó el cargo hasta junio de 1744. Se destacó por la fundación de nueve ciudades:

Los Ángeles, (Nuestra Señora de los Ángeles), 1739

San Felipe, 1740

Cauquenes (Villa de Nuestra Señora de las Mercedes de José de Manso del kerrycapija), 1742

San Fernando (San Fernando de Tinguiririca), 1742

Talca, (San Agustín de Talca) 1742

Melipilla (San José de Logroño), 1742

Curicó (San José de Buena Vista), 1743

Rancagua (Santa Cruz de Triana), 1743

Copiapó (San Francisco de la Selva), 1744

También se preocupó del desarrollo urbanístico de Santiago de Chile, iniciando la construcción de los tajamares del río Mapocho, para evitar las frecuentes inundaciones que sufría la ciudad. Su gestión es reconocida como una de las más eficientes del reino. Recibió en 1741 el grado de Mariscal de campo, y en 1743 el grado de Teniente general. El 24 de diciembre de 1744 el rey le ordenó asumir el cargo de Virrey del Perú.

Virrey del Perú

El 12 de julio de 1745 sucedió el virrey de José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, Marqués de Villagarcía.

El terremoto de Lima de 1746

El 28 de octubre de 1746, a las 22:30 se produjo uno de los más grandes terremotos que azotaron Lima y Callao; al menos, el que más muertes produjo. Los testigos difieren en cuanto a la duración del evento, pues unos dicen que fue de tres minutos y otros que hasta seis. Se calcula que su intensidad fue de 10 u 11 en la Escala de Mercalli. Las réplicas, por centenares, continuaron en los dos meses siguientes. En Lima, de 60.000 habitantes, perecieron 1.141; y en el Callao, un tsunami con una enorme ola de 17 metros de altura que penetró cinco kilómetros tierra adentro, mató aproximadamente 5000 personas, pues apenas se salvaron 200. En Lima sólo quedaron 25 casas en pie. La nocturnidad del sismo, al sorprender a la población en sus casas, contribuyó a aumentar las muertes. Las secuelas de este terrible terremoto fueron el hambre y el miedo.

El terremoto de 1746 es tal vez, al que mayor cantidad de estudios y atención le han dedicado los historiadores y especialistas. Pero sobre todo sigue siendo el paradigma del triunfo de la ciudad sobre la destrucción y la muerte.

El virrey José Antonio Manso de Velasco decidió vencer la desolación y tomar cartas en el asunto, emprendiendo la reconstrucción de Lima. Hizo tan magna obra que mereció el reconocimiento de sus habitantes y del propio rey que lo premió en 1748 con un título nobiliario que lo dice todo y que él mismo eligió: Conde de Superunda, que quiere decir «sobre las olas».

Viejo y cansado, a los 71 años de edad, solicitó autorización a Fernando VI para regresar a España, lo cual le fue concedido. Fue reemplazado por el virrey Manuel de Amat y Juniet.

Últimos días

Artículo principal: Toma de La Habana

Se encontró de paso en 1762 por el puerto de La Habana en la Capitanía General de Cuba cuando le sorprende un conflicto armado con Inglaterra que implica el sitio de la isla. Por ser el militar de más alto rango en ese momento en el territorio, el Conde de Superunda es nombrado por el Gobernador de Cuba con título de «Presidente de la Junta Consultiva de Guerra». Es así como el viejo conde de 74 años encabezó la resistencia de la plaza artillada de La Habana con tropas mal entrenadas y con peor equipamiento, la cual sólo duró 67 días y tuvo que rendirse ante los ingleses.

Apresado por los ingleses es llevado a Cádiz en España, donde en su calidad de Presidente de la Junta Consultiva de Guerra fue llevado ante la justicia marcial por el oprobio causado a la corona española por los términos de la rendición de Cuba, y fue condenado a la pena de «suspensión por 100 años de todo empleo militar» y confinamiento en la ciudad de Granada. Murió finalmente en Priego de Córdoba donde se encuentran sepultados sus restos, en la Iglesia de San Pedro.

Los retratos más conocidos de Manso de Velasco son los tres realizados por el pintor peruano Cristóbal Lozano durante su gobierno en el Perú. El primero, realizado en 1749 y actualmente ubicado en el Palacio de Gobierno del Perú, fue comisionado por las madres capuchinas del monasterio de María y José en agradecimiento a la ayuda del virrey tras el terremoto de 1746. El segundo, realizado en 1758 y actualmente ubicado en el Museo de la Catedral de Lima, fue comisionado en agradecimiento por la reconstrucción de la Catedral (escena que se aprecia en el fondo) tras el mismo terremoto. El tercero, realizado hacia 1760 y actualmente ubicado en el Museo de América en Madrid, es un retrato ecuestre muy poco conocido.

Otro retrato es el realizado por el también peruano José Joaquín Bermejo. El cuadro es exacto al realizado por Lozano en 1749 con excepción del fondo, que muestra el puerto del Callao reconstruido tras el terremoto de 1746. Se encuentra en el Museo de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.

Este virrey, de gran recordación para Lima, por cuanto durante su gestión acaeció el formidable seísmo del viernes 28 de octubre de 1746 habría ser después el segundo fundador de la capital del Perú. No más de 30 edificaciones quedaron en píe y más de 3, 000 se arruinaron.

31. Virrey.- Don Manuel Amat y Junyent. (1761-1776)

Manuel de Amat y Junyent Planella Aymerich y Santa Pau1​ (en catalán, Manuel d’Amat i de Junyent; Vacarisas, Barcelona, 1704-Barcelona, 14 de febrero de 1782), fue un militar y administrador virreinal español. Gobernador de Chile (1755-1761) y Virrey del Perú (1761-1776).

Nació en el seno de una aristocrática familia española, radicada en Cataluña. Hijo de Josep d’Amat i de Planella (primer Marqués de Castellbell) y de Maria Anna Junyent i Vergós (hija del primer Marqués de Castellmeiá).

Demostró tener dotes castrenses desde muy joven, participando ya en 1719 en acciones bélicas contra los franceses en Aragón. A los 17 años ingresó en la Orden de Malta y marchó a la isla como caballero permaneciendo en ella cuatro años. Sirvió en las guerras de África y por ello obtuvo el mando del Regimiento de los Dragones de Sagunto.

Se destacó en la batalla de Bitonto (Reino de Nápoles, 25 de mayo de 1734) con el contingente que al mando del conde de Montemar derrotó a las tropas austríacas de Visconti y Traun, en la guerra de sucesión de Polonia y sobresalió en el asedio de Gaeta (1734). En su carrera militar llegó a alcanzar el grado de mariscal de campo.

Gobernador de Chile

Pasó a América cuando en 1755 fue nombrado Gobernador y Presidente de la Real Audiencia de Chile. Recorrió todo el país y mandó construir varias fortificaciones en la costa y en la frontera mapuche, como Santa Bárbara, y fundó poblaciones junto a ellas, como Hualqui, Nacimiento y Talcamávida. Convocó parlamentos con los mapuches, primero en el Salto del Laja (1758) y después en Santiago (febrero de 1760), con el fin de garantizar la seguridad de las comunicaciones entre Chiloé y Concepción, pero finalmente sólo consiguió un acuerdo parcial.

En Santiago, emprendió importantes obras públicas y tareas administrativas, como la prolongación de los tajamares del río Mapocho, un mercado en la Plaza de Armas, la reestructuración de la Real Universidad de San Felipe (1757), y la organización, el 12 de octubre de 1758, del primer cuerpo de policía chileno, el cual se llamó «Dragones de la Reina», denominación que mantuvo hasta 1812 cuando pasó a llamarse «Dragones de Chile». Pidió que se le hiciera un Juicio de Residencia, del cual salió favorecido.

Virrey del Perú

Fue nombrado Virrey del Perú y Presidente de la Real Audiencia de Lima en 1761, sucediendo a José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, que había gobernado desde 1745. Llegó a la Ciudad de los Reyes el 12 de octubre de 1761 y tomó posesión del cargo en diciembre del mismo año.

En su gobierno se dio la Guerra de los Siete Años entre España e Inglaterra; por ello Amat tomó medidas de seguridad para asegurar la defensa de los litorales chileno y peruano, especialmente para proteger las zonas costeras y puertos de Chiloé, Concepción, Valdivia, Valparaíso, las islas Juan Fernández, Lima, el Callao y Guayaquil. Los planes de fortificación preveían la construcción de castillos, refuerzo de murallas, construcción de cuarteles, etc. Además creó nuevos cuerpos del ejército, entre ellos la Compañía de Dragones.

Como Virrey también mandó hacer la relación o tipología de la población: enumeración y descripción de diferentes grupos étnicos de América del Sur. En el marco eclesiástico, apoyó a la división y jurisdicciones eclesiásticas en el Virreinato (actualmente Bolivia, Chile y Perú): arquidiócesis, diócesis, provincias, repartos, parroquias, etc. y promovió asignaciones, ingresos y vías para su financiación.

Durante su período de gobierno al frente del Virreinato del Perú hizo varias obras de infraestructura en Lima: la Alameda de Acho (1773)3​ como reconstrucción del paseo de la Alameda de los Descalzos, la Plaza de Acho que es la más antigua y la más importante de toda la América taurina además de ser la tercera en antigüedad en el mundo, la Quinta Presa, la Fortificación de la fortaleza del Real Felipe, la Torre de la Iglesia de Santo Domingo y el Paseo de Aguas en el actual distrito del Rímac. La tradición dice que dicha obra la hizo en honor a su amante Micaela Villegas, más conocida como La Perricholi. Entre las casonas que, según tradiciones orales y leyendas urbanas, tuvo como propiedad está la Quinta del Prado,4​ una señorial vivienda del Jr. Trujillo, entre otras.

Teniendo conocimiento de los descubrimientos de James Cook en la Polinesia, organizó tres expediciones a las Islas de la Sociedad.

Patrocinó la construcción de la nueva Iglesia de Las Nazarenas, la misma que inauguró en enero de 1771.

Su gobierno fue favorable a la corona en cuanto que aumentó considerablemente las remesas a Madrid.

En 1773 fue condecorado por el rey Carlos III con la Orden de San Jenaro. A fines de su gobierno se le hizo el Juicio de residencia, del cual salió favorecido.

En 1776 fue cesado como Virrey del Perú, siendo su sucesor Manuel de Guirior.

Vida en España

En 1776 regresó a Barcelona y mandó construir un suntuoso palacio en La Rambla. Conoció a Maria Francesca de Fiveller i de Bru, con quien se casó el 3 de junio de 1779; la boda se celebró por poderes, ya que el novio estaba en Madrid.

El 14 de febrero de 1782 murió el virrey. Como herederos dejó a su mujer, su sobrino Antonio Amat y Rocabertí y su hijo Manuel Amat y León (hijo que tuvo con la condesa de Castilla, doña Josefa de León). El heredero del título fue su sobrino, mientras su hijo con la condesa de Castilla heredó gran cantidad de dinero, tierras y joyas; y el hijo que tuvo con Micaela Villegas viajó a la Península para reclamar parte de la herencia, pero debido a su condición de ilegitimidad regresa sin éxito a Lima. La viuda residió en el palacio hasta 1791, por lo cual se lo conoce como el palacio de la Virreina.

Caballero de la orden de San Juan, Teniente General de los reales ejércitos. Natural de Cataluña, de familia antigua y distinguida. En 1755 fue nombrado presidente y Capitán General de Chile, a donde se dirigió por la vía de Buenos Aires. Allí tomó posición el 20 de diciembre de aquel año. Su gobierno frente a la Capitanía General fue hasta el 26 de septiembre de 1761 fecha que embarcó en Valparaíso con dirección al Perú ascendido como virrey en reemplazo del conde de Superunda.

Llegó a Lima y tomó el mando el 12 de octubre y se recibió en público el 12 de diciembre del mismo año. Pueden sintetizarse sus principales hechos en los siguientes:

Con motivo de la declaratoria de guerra de España a Inglaterra, en 1762, formó un poderoso ejército en el Perú. El más grande y poderoso como nunca lo había tenido hasta entonces.

El 23 de noviembre de 1762 hizo su entrada a Lima el XV arzobispo, don Diego Antonio de parada, promovido del obispado de La Paz.

La madrugada del 8 de septiembre de 1767, este gobernante del Perú que lo sería por tres lustros marca como hecho más connotado el extrañamiento del virreinato de la Compañía de Jesús, acontecimiento que puede verse (Aquí).

Dividió la ciudad de Lima en barrios, con un alcalde nombrado para cada uno de esos.

En 1768 estrenó la plaza firme de toros del Otero de Acho, obra que construyó don Agustín Hipólito de Landaburu.

En 1. de julio de 1769 se incorporó a la corona la renta de correos por lo que su asentista, don Fermín de Carvajal, conde del Puerto y del Castillejo, con el título de duque de San Carlos, grande de España, correo mayor de las Indias fue indemnizado con 14000 pesos anuales de renta pagaderos de los productos del correo.

En 1770 se erigió el que sería famoso Convictorio de San Carlos, en el local que había servido de noviciado a los padres jesuitas, extrañados del país, incorporándose en él los colegios de San Martín y de San Felipe, que lo había sido de aquella defenestrada orden.

En 1771 se abrió el primer café de Lima, en la calle de Santo Domingo.

Se dio posesión del oratorio de San Felipe Neri del colegio máximo de San Pablo y de su suntuoso templo, que tomó desde entonces el nombre de San Pedro.

El 30 de julio de 1771, pasó revista al espléndido regimiento de caballería formado por la nobleza de Lima, del que era coronel honorario.

Ese año se fundó la ciudad de Pasco.

En 1772 se descubrió el rico mineral de Hualgayoc y se inauguraron las dos columnas principales del Paseo de Aguas, que no llegó a terminar, pues tenía en mente que compitiera con los juegos de aguas de Saint Cloud y de la Granja.

Se allanó el cerro que obstruía el camino a Lurigancho, cuyo sitio se conoce como Piedra Liza.

Se estableció en Lima la real aduana.

En 1774 se concluyó la fábrica de los dos torreones, casa matas y cuarteles de la fortaleza del Real Felipe en el Callao.

Amat entregó el mando a su sucesor don Manuel de Guirior, que del virreinato de Santa Fe había sido promovido al del Perú el 17 de julio de 1776. Hizo obsequio de su residencia en el Rincón, a su mayordomo don Jaime Palmer y embarcó para España el 4 de diciembre. Consecuencia del habitual juicio de residencia derivaron serios reparos en el gobierno de Amat.

Es famosa en el recuerdo de este virrey su favorita, la actriz Micaela Villegas, a quien llamaba Perricholi, natural de Huánuco que llegó a dominar la voluntad del sexagenario gobernante, templando con su bondad el duro carácter que lo caracterizaba. Para ella construyó el palacio de la esquina de la Alameda, que ahora ocupa, desafortunadamente, una cervecería. Dejó un hijo natural llamado Manuel de Amat. Murió en 1776.

32. Virrey.- Don Manuel de Guirior, marqués de Guirior. (1776-1780)

José Manuel de Guírior Portal de Huarte Erdozáin y González de Sepúlveda (Aoiz, Navarra, 21 de marzo de 1708-Madrid, 25 de noviembre de 1788), primer Marqués de Guírior, fue marino y administrador de la Corona en América.

Guírior nació en 1708, en el seno de una familia noble del Reino de Navarra. Era hijo de don José Carlos Guírior y doña María Josefa Portal de Huarte. Entró en la Real Armada en 1733 como alférez de navío. Una vez admitido en la Real Armada, ascendió a teniente de fragata, teniente de navío, capitán de fragata, capitán de navío, mayor general y jefe de la Armada. Luchó en la Guerra de los Siete Años contra Inglaterra y también contra los piratas berberiscos en el Mediterráneo. Fue caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, más conocida como Orden de Malta.

Virrey de Nueva Granada

Virrey de la Nueva Granada desde 1772 hasta 1776, su mandato se distinguió por su labor en favor de la economía y la cultura. Impulsó en Santafé de Bogotá una Universidad pública y la Real Biblioteca Pública de Santafé (actual Biblioteca Nacional de Colombia).

Virrey del Perú

También nombrado Virrey del Perú desde 1776 hasta 1780, fomentó el comercio y consiguió sofocar las sublevaciones de Arequipa y Cuzco. Dio cumplimiento al desmembramiento del Virreinato del Río de la Plata que significó el empobrecimiento del Virreinato del Perú al comenzar a embarcarse la plata de Potosí por Buenos Aires. Sufrió las actividades del Visitador José Antonio de Areche (desde junio de 1777) quien excedió los límites de sus atribuciones produciendo la reacción de Túpac Amaru II: Creó la Contaduría de Tributos. Fue reemplazado como virrey por el Gobernador de Chile, el también navarro Agustín de Jáuregui. En su período llegó la expedición científica de Hipólito Ruiz, José Pavón y Joseph Dombey.

33. Virrey.- Don Agustín de Jáuregui y Aldecoa. (1780-1784)

Agustín de Jáuregui y Aldecoa (Lecároz, Navarra, España, 17 de mayo de 1711-Lima, Virreinato del Perú, Imperio Español, 29 de abril de 1784) fue un militar y político español, nacido en el Reino de Navarra, quien llegó a ocupar sucesivamente los cargos de Gobernador en la Capitanía de Chile y Virrey del Perú.

Hijo de Matías de Jáuregui y Apesteguía y de Juana de Aldecoa y Borda, nació en Navarra en 1711. Dedicado a la carrera de las armas, se inició como caballerizo del rey Felipe V y, con el grado de capitán, encabezó el regimiento de dragones de Almansa que sirvió en África. Luego de una brillante trayectoria militar, durante la cual fue honrado con el hábito de Caballero de la Orden de Santiago (1736), y ostentando el grado de teniente coronel, fue trasladado en 1740 a la isla de Puerto Rico, y de aquí a la de Cuba. Algunos años después, ya de regreso a su patria, participó en la campaña de Portugal al frente del regimiento de dragones de Sagunto, cupiéndole destacada actuación en el sitio y toma de Almeyda (1762). Reconocido como mariscal de campo recibió, en 1773, el nombramiento de gobernador y capitán general de Chile y siete años más tarde fue promovido al rango de teniente general y designado virrey del Perú (10 de enero de 1780), en reemplazo de Manuel de Guirior. Su recibimiento solemne por parte del cabildo limeño tuvo lugar el 5 de noviembre de dicho año, a pesar de estar ejerciendo sus funciones desde julio. Es famoso el discurso de elogio pronunciado por José Baquíjano y Carrillo —con veladas críticas al sistema colonial— en el acto de su recibimiento por la Universidad de San Marcos, en agosto de 1781.

Al igual que su predecesor, debió sufrir las injerencias administrativas del visitador general José Antonio de Areche, quien adicionalmente había sido nombrado superintendente de la real hacienda (1780). No obstante, gracias a su carácter conciliador pudo evitar Jáuregui las pugnas de competencia y aun lograr que ese intemperante funcionario fuera cambiado. La atención fundamental de su gobierno estuvo concentrada en el levantamiento del cacique de Pampamarca, José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, quien con el apoyo masivo de los indios lugareños ejecutó al corregidor de Tinta y formó un ejército con el que salió en persecución del de Quiquijana y otros, proclamándose en contra de la injusticia de tributos, trabajos de mita y repartimientos forzados de mercancías. La rebelión intentó tomar la ciudad del Cuzco pero finalmente se retiró ante la llegada de tropas realistas al mando del general José del Valle, las que contraatacaron y lograron la captura del caudillo indígena y su familia, en marzo de 1781. Tanto el cacique Condorcanqui como su mujer y sus familiares más próximos fueron cruelmente ejecutados en la plaza mayor del Cuzco (18 de mayo de 1781). Sin embargo, la rebelión no fue vencida y las fuerzas realistas tuvieron que combatir las hostilidades dirigidas por el sobrino del líder indígena, Diego Cristóbal Tupac Amaru, con el cual tuvieron que pactar un acuerdo de paz pero este sería roto por los realistas opositores a la paz, quienes asesinarían al líder indígena y deportarían a su familia. Posteriormente, las autoridades realistas dirigidas por el visitador Areche y Matalinares adoptaron medidas draconianas, como impedir la circulación de imágenes y textos que mencionen el pasado incaico y la celebración de fiestas que exaltaran su linaje, al considerar que su recuerdo se había convertido en una especie de utópica salida de la opresión virreinal. Fueron suprimidas, además, las cátedras oficiales de lengua quechua. Pero, a su vez, quedaron abolidos los odiados repartimientos de mercancías que efectuaban los corregidores, la mita minera y el propio cargo de corregidor.

Estaban ya virtualmente sofocadas las rebeliones internas cuando el virrey Jáuregui cedió el mando del país al caballero Teodoro de Croix, el 6 de abril de 1784. Falleció en la ciudad de Lima solo tres semanas después, a los 73 años de edad.

Gobernador de Chile

Durante su gobierno se inauguró el servicio de Correos terrestre de Chile. Se inauguró la catedral de Santiago de Chile el 8 de diciembre del mismo año, se creó la Academia de práctica forense, anexo a la Real Universidad de San Felipe y se realizó el primer censo de la población del Reino de Chile, el cual estableció que había 259,646 habitantes.

Es durante su gobierno que la Capitanía General de Chile sufrió la escisión de la región de Cuyo (Mendoza, San Juan y San Luis) debido a la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776.

En 1777 establece que las milicias tienen por objeto perseguir a los bandoleros rurales, por lo que están obligadas a tener sus armas y uniformes, costeadas por ellas mismas, debiendo estar preparadas para cualesquiera acciones militares y de hacer alardes cada cierto tiempo.

Célebre es su intento de conocer la población existente en Chile, para la cual ordena realizar entre 1777 y 1778 el primer empadronamiento general de población, el cual dará paso a los primeros censos oficiales en este territorio.

Virrey del Perú

En 1780 fue nombrado virrey de Perú, llegando a Lima en julio del mismo año, en reemplazo del virrey Manuel Guirior. También, al igual que su antecesor, tuvo enfrentamiento con el visitador general español, Areche.

Durante su gobierno, en noviembre de 1780, se desató la Gran Rebelión, liderada por el curaca Túpac Amaru II (José Gabriel Condorcanqui). El líder fue capturado y ajusticiado en 1781 aunque la guerra no culminó sino hasta la firma de un pacto de amnistía en 1782. Sin embargo, los realistas posteriormente apresan a toda la familia Tupac Amaru.

El 26 de julio de 1783, el virrey confirmó la orden por la cual se deportaría a la familia a España, insistiendo que no fueran llevados a África ni a ningún otro presidio fuera de España por miedo a que fueran liberados y difundieran su propaganda subversiva. En este viaje fallecen casi todos sus miembros, salvo Fernando Túpac Amaru, hijo menor del líder rebelde, y Juan Bautista Túpac Amaru, su medio hermano y quien regresaría años después, tras la Independencia de Hispanoamérica.

El gobierno del virrey se interesó por mejorar las defensas, las milicias y el servicio de correos. Dejó el cargo de virrey en 1784 y pocos días después falleció en Lima.

Muerte

Según la tradición El corregidor de Tinta. (Crónica de la época del trigésimo tercio virrey) de Ricardo Palma, Jáuregui habría muerto envenenado, luego de probar unas cerezas que recibió de regalo en un canastillo.

«Así – nos dice Palma al finalizar el texto – vengaron los indios la muerte de Túpac Amaru

El texto completo de la tradición se puede leer bajo este enlace: El Corregidor de Tinta (Crónica de la época del trigésimo tercio virrey).

34. Virrey.- Don Teodoro de Croix, Caballero de Croix. (1784-1790)

Teodoro Francisco de Croix-Heuchin (cerca de Lille, Flandes, 30 de junio de 17301​-Madrid, España, 8 de abril de 1792) fue un aristócrata y militar español, de origen flamenco, que llegó a ser virrey del Perú.

Nacido en el castillo de Prévoté, cerca de la ciudad de Lille, en la parte de Flandes ganada por Luis XIV a España en 1668. Tercer hijo gemelo de Alexandre-Maximilien-François de Croix, marqués de Heuchin, e Isabelle-Claire-Eugène de Houchin.2​ A los 17 años, como su tío Carlos Francisco de Croix y su hermano mayor el conde Felipe Carlos de Croix, ingresa en el Ejército español. Ese mismo año entra al servicio del rey de España como alférez de granaderos de la Guardia Real y es enviado a Italia. En 1750 se incorporó a la Guardia Valona, la guardia personal de los reyes Borbones de España. En 1756 es ascendido a teniente y se le nombra caballero de la Orden Teutónica, y en 1760 asciende a coronel.

En 1766 marcha a Nueva España como capitán en la guardia del virrey 3​ Carlos Francisco, su tío. Hasta 1770 sirvió como comandante de la fortaleza de Acapulco y como inspector de las tropas del virreinato. Cuando finalizó el mandato del virrey de Croix (1766-1771), retornó a España con su tío y con el visitador José de Gálvez.

El 16 de mayo de 1776, el rey Carlos III de España nombra al brigadier Teodoro de Croix como primer comandante general de las Provincias Internas del Norte de Nueva España, Comandancia establecida en 1776, y que comprendía Nueva Vizcaya, Santa Fe de Nuevo México, Nuevo León, Coahuila, Sonora y Sinaloa, Las Californias, y Tejas. Esta disposición fue respondida con varias revueltas de los indios apaches, seris, comanches y otras tribus indígenas. El cuartel general se estableció en Arizpe, Sonora. De Croix reemplazó a Hugo O’Conor, nombrado por el virrey Bucareli y que estaba al cargo de las fuerzas españolas en la frontera norte. De Croix no dependía del virrey en la frontera pero compartía jurisdicción con O`Conor en la Alta California. Tomo posesión del cargo el 1 de enero de 1777 y en agosto partió de México capital a inspeccionar su nueva jurisdicción. Era el responsable de la defensa militar, la colonización civil y la conversión de los indios de un extenso y poco poblado territorio. Respondía de sus acciones directamente ante el visitador José de Gálvez. Renovó y organizó la mayor fuerza militar de la frontera norte, de Tejas a Sonora, habida hasta entonces. El 24 de octubre de 1781, el rey aprobó la separación de las Californias como nueva jurisdicción del mismo nivel que las Provincias Internas de Occidente. Hizo también muchas cosas de buen proceder en los territorios antes llamados Provincias Internas del Norte de la Nueva España.

Ya como teniente general, deja el mando en las Provincias Internas del Norte a Felipe de Neve y es nombrado virrey del Perú (13 de febrero de 1784). En Perú descentralizó el gobierno organizando siete intendencias. Creó el Anfiteatro Anatómico e inició el Jardín Botánico de Lima, ciudad que le conocía como «El flamenco», por su país de origen. Adoptó medidas rigurosas para impedir el avance del pensamiento enciclopedistas y revolucionarios de franceses y norteamericanos. Mejoró las fortificaciones de la costa y colaboró en la creación de la Junta Superior de Comercio y el Tribunal de Minería (1786). Su mandato como virrey terminó en 1790. De regreso a España, es nombrado en 1791 coronel de las Guardias Valonas, y comandante de la Orden Teutónica. Murió en Madrid al año siguiente, en 1792, a resultas de la pulmonía, derivada en tuberculosis, que contrajo por los fríos del cabo de Hornos (la ruta de vuelta a España que él escogió).

Título

1784-1790: Teodoro Francisco de Croix, caballero de Croix, de la Orden Teutónica, primer teniente de la Compañía Flamenca de Reales Guardias de Corps, teniente general de los Reales Ejércitos, virrey, gobernador y capitán general del Perú, superintendente general de Real Hacienda y presidente de la Real Audiencia de Lima.

35. Virrey.- Frey don Francisco Gil de Taboada y Lemus. (1790-1796)

Francisco Gil de Taboada Lemos y Villamarín (Santa María de Soutolongo, Lalín -Pontevedra, 24 de septiembre de 1733 – Madrid, 1809) fue un noble, político y marino español, XI virrey de Nueva Granada (1789), XXXV virrey del Perú (1790-1796) y XI capitán general de la Real Armada Española.

Nacido en el seno de una distinguida familia gallega, sus padres fueron Diego Felipe Gil de Taboada y Villamarín, señor de Dés, y María Josefa de Lemos y Rois. A los 16 años de edad se convirtió en caballero de San Juan de Jerusalén, orden en la que llegó a ser Gran Cruz y bailío, y comendador de Puertomarín.

Sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz el 27 de octubre de 1752. Fue ascendido a alférez de fragata el 23 de diciembre de 1754, a alférez de navío el 12 de abril de 1760, a teniente de fragata el 8 de abril de 1765 y a teniente de navío el 3 de septiembre de 1767. Durante estos mandos estuvo embarcado en diferentes buques, haciendo cruceros por el Mediterráneo y los océanos Atlántico y Pacífico.

Ascendió a capitán de fragata el 22 de octubre de 1770. Con este mando se le nombró gobernador de las islas Malvinas (1774 – 1777),1​ pero luego fue ascendido a capitán de navío el 17 de febrero de 1776, siendo nombrado capitán de la recién creada Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Ferrol, cargo que desempeñó durante algunos años.

Fue ascendido a brigadier el 19 de junio de 1781, siguiendo en el cargo anterior; a jefe de escuadra, el 21 de diciembre de 1782 y a instancias de Antonio Valdés, ministro de Indias, a finales de 1788 fue nombrado virrey, gobernador y capitán general del Nuevo Reino de Granada y presidente de la Audiencia de Santafé de Bogotá. Ascendió a teniente general el 4 de marzo de 1789.

Con este grado, pasó en 1790 a virrey del Perú y presidente de la audiencia de Lima. A su regreso a España pasó con éxito por el Juicio de residencia, donde unos secretarios y un tribunal especial analizaban todas las actuaciones de su gobierno como tal virrey, con arreglo a lo establecido en las Leyes de Indias. En estos juicios nada quedaba sin investigar, hasta cuadrar la última cuenta, dándose el caso de durar varios años.

En 1791 como su primer año de virrey fundo la academia Real de Náutica el 1 de noviembre.

Fue nombrado consejero del Consejo Supremo de Guerra y, sin dejar este alto cargo, desempeñó otros, también importantes, del ramo de la Marina. En 1799 fue nombrado director general de la Armada, primero con carácter interino y después en propiedad. El 6 de febrero de 1805, al ser designado el general Domingo Grandallana para el mando de la escuadra de Ferrol, se encargó interinamente a Gil de Taboada de la secretaría de Estado y del departamento de Marina.

Por real decreto del 9 de noviembre del mismo año, fue ascendido a capitán general de la Real Armada. Se considera en el decreto que por sus méritos debe de ser ascendido: «al tiempo que S. M. premia el mérito de los combatientes de la escuadra del general don Federico Gravina». Se le confirmó en propiedad, como ministro de Marina, por real decreto del 22 de abril de 1806. También siguió desempeñando la dirección general de la Armada hasta 1807, en que se dispuso que en sustitución de dicho cargo se crease el empleo de inspector general de Marina.

Ejerciendo todos estos altos cargos sobrevino el Motín de Aranjuez y los graves sucesos que le siguieron, entre ellos la abdicación del rey Carlos IV en su hijo Fernando VII. Gil de Taboada, como los demás ministros, fue ratificado en el ejercicio de su cometido y en él continuó hasta la salida del rey hacia Bayona. Para actuar durante la ausencia del monarca se formó una junta, compuesta por los ministros y presidida por el infante don Antonio, tío de Fernando VII.

El conde de Toreno, en su comentario sobre la junta, se expresa de la siguiente manera: Continuó al frente de la marina don Francisco Gil de Taboada y Lemos, anciano respetable, de carácter entero y firme. Esta cualidad pronto hubo de manifestarla oponiéndose al deseo del gran duque de Berg de que le fuese entregado Godoy, que se hallaba confinado en el castillo de Villaviciosa para ser sometido al fallo de un tribunal. Previendo que la junta de ministros pronto sería anulada por la presión de los invasores, Gil de Lemos lanzó la idea de que fuese sustituida por otra, reunida fuera de Madrid.

Cuando los franceses obligaron al infante don Antonio a salir hacia Bayona después de la explosión popular del 2 de mayo, escribió a Gil de Taboada una carta instándole a que la junta siguiese por los mismos cauces trazados para evitar males mayores. Pero el 4 de mayo Murat quiso presidirla, asistiendo algunos de los miembros, que al fin cedieron. No así Gil de Taboada, que se mantuvo firme, presentando su dimisión y retirándose a su domicilio.

Al ser evacuado Madrid por los franceses después de la victoria española sobre los ejércitos imperiales en Bailén, Gil de Taboada juró de nuevo su cargo el 29 de septiembre de 1808 en Aranjuez, donde se reunió la Junta Central como depositaria del poder supremo de la nación durante la ausencia del Rey.

Cuando entraron de nuevo los ejércitos franceses en la capital de la nación, Madrid, se instó a que pasase a prestar juramento ante el rey intruso José Bonaparte. Se negó a ello con entereza, quedando expuesto a las represalias, ya que su avanzada edad -era octogenario- le impedía fugarse.

Aunque algunos ministros del corso instaron al monarca a que persiguiese a Gil de Taboada, el Rey se negó, prohibiendo se molestara a tan valiente anciano. Cuando falleció al año siguiente, 1809, la guarnición francesa de Madrid le tributó los honores fúnebres que le correspondían por su alta dignidad. Un destacado descendiente suyo en América es el escritor chileno Antonio Gil Iñiguez y los caudillos argentinos y gobernadores de Santiago del Estero Antonino Taboada y Manuel Taboada.

En el Nomenclátor de Montevideo, una calle de la localidad de Pajas Blancas recuerda su nombre.

Fue durante este período que tuvo lugar la formación de la Sociedad Académica Los Amantes del País y la tarea del ilustrado protomédico don Hipólito Unanue y Pavón, redactor del Mercurio Peruano.

36. Virrey.- Don Ambrosio O’Higgins, marqués de Osorno. (1796-1801)

Ambrosio Bernardo O’Higgins y O’Higgins (en irlandés, Ambrós Brían hUiginn, en inglés, Ambrose Bernard O’Higgins; Ballenary, 1720-Lima, 18 de marzo de 1801) fue un militar y gobernador de origen irlandés al servicio del Imperio Español que ocupó los cargos de Gobernador del Reino de Chile y Virrey del Perú.1​ Ostentó los títulos de marqués de Osorno, de Vallenar y barón de Ballenary.

Fue el padre de Bernardo O’Higgins, prócer de la Independencia de Chile​ Se le describe de la siguiente manera: …don Ambrosio O’Higgins de Vallenar o Ballenary, […] había de subir desde el humilde puesto de sobrestante o mayordomo de trabajos públicos hasta el muy elevado de presidente de Chile, y después hasta el más excelso de virrey del Perú.

Ambrosio Bernardo O’Higgins y O’Higgins (bautizado en irlandés Ambrós Brían hUiginn y en inglés Ambrose Bernard O’Higgins) fue hijo de Charles O’Higgins4​ y de su esposa y pariente Margaret O’Higgins5​ (hija de William O’Higgins y de sus esposa Winnifred O’Fallon), su abuelos paternos fueron Charles O’Higgins de Ballenary y su esposa Margaret Brehan. El bisabuelo de Charles O’Higgins, Sean Duff O’Higgins, tenía el título territorial de Tiarna o señor de Ballynary, y estaba casado con Margaret O’Connor, una dama de la casa real de O’Connor del castillo de Ballintuber, quienes reinaron sobre Connacht hasta el año 1475. Dos O’Connor fueron altos reyes de Irlanda desde 1120 hasta 1193.

Los O’Higgins poseyeron grandes extensiones de tierras en los condados irlandeses de Sligo, Westmeath y Mayo, pero con las expropiaciones realizadas por Oliver Cromwell contra los católicos, y con las deportaciones de inquilinos hacia el condado de Sligo después de la conquista de Irlanda por el mismo Cromwell, las tierras de los O’Higgins se redujeron cada vez más. Debido a esto, el clan O’Higgins emigró al condado de Meath, donde se convirtieron en pequeños arrendatarios/campesinos al servicio de la familia Rowley-Langford. De hecho, se dice que Ambrosio fue empleado por Lady Jane Rawley.

En 1751, Ambrosio arriba a Cádiz, donde se dedica al comercio como empleado de la firma Butler Trading House. Como irlandés y católico, le fue posible emigrar legalmente a la América española en 1756.​

Tras pasar por la Capitanía General de Chile y Virreinato del Perú, una mala racha de negocios lo devolvió a Cádiz en 1760. De allí retornó a Chile en 1761, como asistente de otro irlandés, el ingeniero John Garland. Trabajó como dibujante y diseñó los refugios cordilleranos que posibilitaron tener correo todo el año entre Santiago y Buenos Aires.

En 1766, durante un viaje a España, se le aconsejó afincarse en Chile, donde se le asignaron diversos trabajos de ingeniería. Mientras permanecía en la zona de la frontera, estalló una nueva guerra con los mapuches (1769-1771) tras lo cual se estableció la movilización de los extranjeros residentes. Enrolado bajo el rótulo de «aventurero», participó en varias acciones bélicas contra los mapuches. Durante su residencia en Los Ángeles, donde vivió durante casi 18 años, fue nombrado (en 1770) capitán del Cuerpo de Dragones de la frontera, alcanzando tres años después el grado de teniente coronel y, en 1780, la comandancia general y el cargo de inspector de milicias.

En 1782 era maestro de campo de Concepción. Entre 1786 y 1788 asumió como primer Intendente de Concepción.​

Cercano y leal al gobernador Ambrosio de Benavides Medina, tras la muerte de este, fue postulado para llenar la vacante. Fue nombrado Gobernador de Chile, pese a las pretensiones de Tomás Álvarez de Acevedo. Asumió el cargo en propiedad en mayo de 1788.​

Gobernador de Chile

Considerado uno de los gobiernos más emprendedores del Reino de Chile,11​12​ su gestión (1788-1796) se ajustó a las políticas que desde la metrópoli se señalaban. Coherente con los principios del despotismo ilustrado, conjugó el fomento del progreso con el ejercicio de una autoridad imponente, pero no avasalladora. Muchas fueron las obras y medidas realizadas durante su administración, pero destacan sus esfuerzos organizativos en la pesca, agricultura, minería y comercio —tanto interno como externo—, procurando, además, ordenar las finanzas de la colonia.

Desarrolló primeramente en el norte y centro del país un plan de fundación de ciudades que incluyeron: Illapel, Combarbalá, Vallenar y Los Andes.

Respecto a los indígenas, prosiguió y fortaleció la política de paz, celebrando el parlamento de Negrete y el parlamento de Las Canoas de 1793. Gracias a ello, igualmente pudo implantar en el sur del país, su plan de fundación de ciudades como Constitución, Linares, Parral y la refundación de Osorno (en esta última ciudad estuvo de residente en el Fuerte Reina Luisa).

En Santiago inició la construcción de los tajamares del río Mapocho; igualmente inició en 1795 las obras del camino que uniría la capital con Valparaíso por las cuestas Lo Prado y Zapata.​

También se reconoce su aporte en la incorporación de la estadística, siguiendo el camino del gobernador Agustín de Jáuregui, al llevar a cabo entre 1791 y 1796 un censo de la población indígena «infiel», que será utilizado en los primeros censos oficiales de la República, a partir del censo de 1813.

Virrey de Perú

En 1796 fue designado virrey del Perú,16​ virreinato que desde 1776 comprendía los actuales territorios de Perú, el norte de Chile, y parte del oeste de Brasil; y la ciudad chilena de Osorno, que entre el 1 de junio de 1798 y el 28 de octubre de 1802 estuvo bajo la jurisdicción directa del virrey del Perú.

Siendo este virreinato el dominio más rico del Imperio español, el título de virrey era una destacada distinción. Cuando se declaró la guerra entre Gran Bretaña y España en 1797, O’Higgins tomó medidas activas para la defensa de la costa, fortaleciendo las fortificaciones del Callao y construyendo un fuerte en Pisco. Proyectó y construyó una nueva calzada de Lima al Callao, y su principal atención durante su corta administración estuvo dirigida al mejoramiento de los medios de comunicación. Fue destituido de su cargo en 1800 cuando se reveló que su hijo Bernardo había participado de una conspiración contra la corona, falleció al año siguiente esperando a su sucesor. Sus restos reposan en la Basílica de San Pedro, de los jesuitas en Lima.

Familia

Durante los años en que residía en Los Ángeles, conoció a la joven chilena Isabel Riquelme, con quién tuvo una relación amorosa que engendró a Bernardo O’Higgins, que sería años después protagonista de la Independencia de Chile. Él le prometió matrimonio, pero la ley colonial prohibía el matrimonio entre funcionarios públicos y mujeres criollas sin la autorización de la corona. Desatender esta ley era arriesgar la carrera y la posición. No se sabe por qué él no buscó el permiso, pero no hubo matrimonio aun cuando Isabel quedó embarazada. Si bien no reconoció legalmente a su hijo, lo mantuvo económicamente, dejándolo bajo la tutela de su amigo Juan Albano Pereira Márquez en San Agustín de Talca. Posteriormente, en su juventud, lo enviaría a Europa a cargo de Nicolás de la Cruz y Bahamondes, quien fuera posteriormente el primer conde de Maule.

Legado

La bahía de Vallenar, en Alaska, lleva tal nombre en honor al lugar de nacimiento de O’Higgins, Ballenary, y a su correspondiente título de Marqués de Vallenar.

El trazado de la actual Ruta 68 de Santiago a Valparaíso.

Cine y televisión

Aparece en dos películas sobre Bernardo O’Higgins:

O’Higgins, vivir para merecer su nombre, telefilme que forma parte de la miniserie Héroes (2007) de Canal 13. Interpretado por Héctor Noguera.

El niño rojo (2014), miniserie televisiva de MEGA, producida por la Televisión Española. Interpretado por el argentino Fernando Cia.

Literatura

El escritor peruano Ricardo Palma menciona a Ambrosio O’Higgins en dos de sus tradiciones:

De menos hizo Dios a Cañete: Texto español en Wikisource.

¡A la cárcel todo Cristo!: Texto español en Wikisource.

En sus mocedades en Lima, vendedor de baratijas o mercachifle. Hizo la pacotilla desde Sevilla, donde embarcó hacia el Perú. En Lima la gente le decía Ño Ambrosio. Tenía por única competencia, en esta forma de ganarse la vida avisando a voces su mercancía, a Juan González de la Reguera. Socios al fin tomaron tienda en la Covachera, como se denominaba una especie de socavón delante de la Catedral donde expendían toda suerte de géneros, bajo toldos, muchos comerciantes. Ganaron y perdieron. Quebrados huyeron de las amenazas del Tribunal del Consulado y cada uno siguió su destino. Ambrosio partió a Chile de donde regresó como Virrey del Perú y Juanito había alcanzado el mitrado de cardenal de Lima, que fue la consigna para regresar al Perú que se hicieron los quebrados socios.

37. Virrey.- Don Gabriel de Avilés, marqués de Avilés. (1801-1806)

Gabriel Miguel de Avilés y del Fierro, IV marqués de Avilés (Vich, Barcelona, España, 1735—Valparaíso, Capitanía General de Chile, 1810),1​ militar y político español que fue Gobernador de Chile (1796–1799), séptimo Virrey del Río de la Plata (1799–1801) y trigesimoseptimo del Perú (1801–1806).

Era hijo de José de Avilés e Iturbide, I marqués de Avilés,1​2​ coronel de dragones y corregidor de Vich (1728–1744), y de Isabel del Fierro Brito. Al igual que su padre siguió la carrera militar y en 1767 fue nombrado capitán del regimiento de Dragones de la Reina.

Falleció en 1810 en la ciudad de Valparaíso, Capitanía General de Chile.

Militar en Perú

En 1768, con el grado de sargento mayor, fue destinado a Perú. En 1771 se le designó subinspector para la instrucción de las milicias de caballería, aunque en la práctica actuaba como director de las tropas. En 1776 obtuvo por Real Orden el grado de coronel.

Desde 1780 participó en la represión de las sublevaciones encabezadas por José Gabriel y Diego Túpac Amaru. Siendo comandante de Cuzco resistió a los ataques del primero y lo derrotó en varios enfrentamientos importantes. Más tarde, al mando del cuerpo de reserva, participó en la expedición del general José del Valle contra los rebeldes. En el Cuzco, se casó con la viuda del marqués de Santa Rosa, Mercedes del Risco y Ciudad (1782), de quien se decía era persona en extremo piadosa.

En 1785 heredó de sus hermanos el título de marqués de Avilés, concedido veinticuatro años antes al entonces intendente de Zaragoza, su padre, el brigadier José de Avilés. En 1787 fue nombrado gobernador del presidio y plaza fuerte del Callao. Permaneció en Perú hasta 1796, un año después de haber alcanzado el grado de teniente general.

Gobernador del Reino de Chile

En 1796 Avilés ocupó el cargo de Reino de Chile o Capitán General (Gobernador) de Chile y Presidente de su Real Audiencia, reemplazando en el cargo a Ambrosio O’Higgins, quien había sido nombrado virrey del Perú.

Durante su gobierno realizó diversas labores de gestión pública en Santiago de Chile relacionadas con la seguridad, limpieza, ornato, construcción, servicios públicos, y caridad: Adelantamiento de los tajamares del río Mapocho; empedrado de calles; instalación de alumbrado público por medio de faroles de vidrio colgados en pescantes de hierro ubicados en las principales cuadras; provisión de alojamientos para desvalidos (p.ej. Hospital San Juan de Dios). También en la capital, instauró el Tribunal del Consulado, el cual asumió las funciones de juez de las causas comerciales e industriales, siendo su primer síndico el abogado Manuel de Salas.

Recorrió otros lugares de Chile, donde también mandó ejecutar trabajos similares a los de la capital, como la construcción de varias iglesias.

Virrey del Río de la Plata

En 1799 Avilés marchó a Buenos Aires como virrey del Río de la Plata. Desde su puesto fomentó el desarrollo de las poblaciones fronterizas con los indígenas; suprimió las encomiendas de guaraníes, a los que liberó y entregó la propiedad de las tierras; organizó expediciones a las salinas para la obtención de sal; creó la Escuela de Náutica; y promovió la publicación del Telégrafo Mercantil, primer periódico de Buenos Aires.

El 20 de junio de 1800 fue nombrado virrey del Perú por el rey Carlos IV, por fallecimiento de O’Higgins, aunque no ocupó el cargo hasta el año siguiente.

Virrey del Perú

En esta segunda etapa en Perú, Avilés residió como virrey, en la ciudad capital Lima. Dedicaba gran parte de su tiempo a asuntos religiosos, por lo que era conocido popularmente como el «virrey devoto». Contrajo matrimonio con la dama limeña Mercedes Risco y Ciudad, apodada «la santa virreina», junto a la que sufragó diversas obras de caridad, como el hospital del Refugio para mujeres.

Su labor al frente del gobierno fue semejante a la de sus dos anteriores destinos. Durante el mismo se creó mediante Real Cédula la gobernación de Maynas, 15 de julio de 1802, y se incorporó Guayaquil al virreinato.

Tras cesar en el cargo en julio de 1806, Avilés se quedó a vivir en Lima. Establecido en el pueblo de la Magdalena cercano a la ciudad, en 1807, fallecida su esposa y sin hijos, se trasladó a Arequipa, donde permaneció hasta 1810. Ese año decidió volver a España pero enfermó durante el viaje y murió en Valparaíso en septiembre.

El marquesado de Avilés pasó a su hermano mayor, a cuya muerte se extinguió por falta de descendientes.

Procedía el señor de Avilés de un antiguo solar del principado de Asturias. Era hijo de José de Avilés Itúrbide, coronel de dragones con Isabel del Fierro Brito. Al igual que su padre siguió la carrera militar y en 1767 fue nombrado capitán del regimiento de Dragones de la Reina. Enviado en 1768 en ese grado con destino a América en la expedición de don Baltasar de Sanmanat para desalojar a los ingleses que se habían apoderado de las islas Falkland (Malvinas), empero se le cambió de destinó a Chile donde tomó parte en la campaña contra los indios araucanos (mapuches). En 1768, con el grado de sargento mayor es destinado al Perú.

Militar en el Perú

En 1771 se le designa subinspector para la instrucción de las milicias de caballería, aunque en la práctica actúa como director de las tropas. En 1776 obtiene por Real Orden el grado de coronel.

El 11 de noviembre de 1780, el cacique de Surimana, Tungasuca y Pampamarca, Gabriel Túpac Amaru, se levantó en armas contra el sistema español por lo que el virrey Agustín de Jáuregui dispuso que el coronel Avilés saliese con tropas de Lima con dirección al Cusco para sumarse a la guarnición de aquella ciudad y combatirlo. Consiguió la victoria, al mando de la reserva el 6 de abril de 1781 en un ataque por la retaguardia a tiempo que el teniente coronel Manuel Villalta, limeño de nacimiento, atacaba el frente del rebelde ocasionándole severas pérdidas.

Producida la pacificación siguió al mando del general Valle y a la muerte de éste le sustituyo en el mando en 1782. Se le elevó al grado de brigadier en 1787, como subinspector de la caballería y gobernador del presidio y plaza fuerte del Callao y ese año heredó el título de marqués de Avilés, por fallecimiento de su hermano primogénito sin sucesión quien ostentaba dicho título. Permaneció en Perú hasta 1796, un año después de alcanzar el grado de teniente general regresa a Chile para suceder a don Ambrosio O’Higgins quien había sido promovido a virrey del Perú.

Gobernador del Reino de Chile

En 1796 Avilés ocupó al cargo de Capitán General y Presidente de su Real Audiencia de ese reino. Durante su gobierno realizó diversas labores de gestión pública en Santiago relacionadas con la seguridad, limpieza, ornato, construcción, servicios públicos, y caridad; el adelantamiento de los tajamares del río Mapocho; empedrado de calles; instalación de alumbrado público por medio de faroles de vidrio colgados en pescantes de hierro ubicados en las principales cuadras; provisión de alojamientos para desvalidos (Hospital San Juan de Dios); etc. También en la capital, instauró el Tribunal del Consulado, el cual asumió las funciones de juez de las causas comerciales e industriales, siendo su primer síndico el abogado Manuel de Salas. Recorrió otros lugares del Reino, donde también mandó ejecutar trabajos similares a los de la capital, como la construcción de varias iglesias.

Virrey del Río de la Plata

En 1799 Avilés marchó a Buenos Aires como Virrey del Río de la Plata. Desde su puesto fomentó el desarrollo de las poblaciones fronterizas con los indígenas; suprimió las encomiendas de guaraníes, a los que liberó y entregó la propiedad de las tierras; organizó expediciones a las salinas para la obtención de sal; creó la Escuela de Náutica; y promovió la publicación del Telégrafo Mercantil, primer periódico de Argentina.

El 20 de junio de 1800 fue nombrado Virrey del Perú por el rey Carlos IV, aunque no ocupó el cargo hasta el año siguiente.

Entregó el mando de Buenos Aires al general don Joaquín del Pino y emprendió el viaje por tierra empresa que le demandó cinco meses para llegar a Lima donde entró el 5 de noviembre de 1801 aplazándose su recepción oficial hasta el 6 de diciembre de aquel año.

Virrey del Perú

Los acontecimientos y hechos notables de su gobierno fueron los siguientes:

En 1802 llegó a Lima el viajero y sabio prusiano, barón Alexander von Humboldt acompañado del naturalista francés M. de Bonpland. Notables son los resultados del viaje de este viaje narrados en el libro Viaje a las Regiones equinocciales del mundo (Voyage aux regions eqqinocciales du Noveaou Continent). El insigne naturalista exploró durante más de cinco años (del 5 de Junio de 1799 al 5 de agosto de 1804) extensas regiones septentrionales de la América del Sur y considerables áreas de la América Central y el Norte, costeando su viaje exploratorio de su propio peculio. Sus compañeros de viaje desde el comienzo hasta Lima fueron el médico y botánico Aimé Goujoud, comúnmente conocido como Bonpland, y más tarde, desde Quito, se unieron a ellos Carlos Cortés y Carlos Aguirre y Montúfar.

Se incorporaron al Perú la comandancia general de Maynas con los pueblos de Quijos y Canelos, Lamas y Moyobamba. La región, debido a la expulsión de los jesuitas, había caído en abandono y los portugueses con inocultable codicia intentaban penetrar más allá de las fronteras trazadas en por el Tratado de San Ildefonso de 1777, por el cual España y Portugal intercambiaban territorios en Sudamérica y África Occidental. Gracias al conocedor de la vastísima región, D. Francisco Requena, gobernador de las comandancias de Maynas y Quijos y a sus instancias fueron segregadas del virreinato de Santa Fe y pasaron al Perú. Esto se produjo por el sustento de Requena que dio origen a la real cédula de 15 de julio de 1802, creadora de la comandancia de Maynas bajo la inmediata jurisdicción del virrey del Perú.

En 1803, se estableció la intendencia de Lima. Su primer intendente fue don Juan María Gálvez.

En 1804 se erigió la subinspección de artillería a cargo del coronel don Joaquín de la Pezuela, posteriormente, marqués de Viluma y virrey del Perú.}

Se incorporó Guayaquil al virreinato del Perú. Único astillero del Pacífico; este importante puerto a la desembocadura del Guayas y la extensa costa del Perú, a juicio de la Junta de Fortificaciones de América, el uno necesitaba del otro para su defensa. Además de las razones del comercio mucho más activo entre Guayaquil y el Callao que de aquel puerto con Santa Fe y la misma Quito. Por Real Orden de 8 de julio de 1803 se anexó la provincia de Guayaquil.

Se erigió el obispado de Maynas.

Se estableció en Lima el servicio de serenos, tanto para anunciar las horas como para alejar a los ladrones, institución que perduró hasta bien entrada la república.

El 8 de marzo de 1805 falleció el XVI arzobispo de la diócesis, don Juan Domingo de la Reguera.

Vale la pena en este punto historiar que este ilustre clérigo en sus mocedades vendía a todo grito pacotilla, es decir una suerte de baratija y fantasía que hacía las maravillas de las damas y mozuelas de Lima, actividad que gracias a un feliz acuerdo, antes de una tragedia, tuvo que compartir, dividiéndose Lima en dos sectores, con otro pacotillero que había aparecido de pronto para su sorpresa y enojo, el rubicundo joven irlandés Ambrosio O’Higgins, a quien se le conocía como Ño Ambrosio y voceador, en terrible castellano, de lo mismo en abierta competencia con su moreno rival español. Más tarde socios de una pequeña fortuna tomaron plaza en un lugar de la Covachera, como así se llamaba el espacio delantero y bajo nivel que se ubicaba delante de las gradas de la Catedral, para dar albergue a tiendas o bazares bajo toldos, pero cuyas utilidades gastaron en los servicios que las alegres damas del callejón de Patateros (Actual Pasaje Olaya) ofrecían y ellos demandaban. Quebrados y a punto de ser llevados al Tribunal del Consulado, jurisdicción de comerciantes quebrados e instancia de pleitos de ese gremio, decidieron entonces, por toda precaución, salir del Perú.

-¿Y cuándo nos volveremos a ver, Juanito?

-Cuando yo sea arzobispo y tu virrey expresó proféticamente el de la Reguera.

I así sucedió.

En 1796, hacía su entrada en Lima el Marqués de Osorno, procedente de Chile donde había llegado a Capitán General y recibido el anuncio de su nombramiento al elevado cargo de virrey del Perú. Al pasar por la puerta del arzobispado en la plaza mayor, rumbo a palacio, se detuvo el cortejo, se abrió una portilla de la calesa y ascendió el arzobispo de Lima, don Juan Domingo de la Reguera quien se confundió en un abrazo con Ño Ambrosio. Huidos en direcciones diversas habían luchado la vida y ejercitado sus dones hasta alcanzar las preeminencias que ahora ostentaban. Es importante anotar, además, que don Ambrosio O’Higgins fue el padre del precursor de la independencia de Chile y vencedor de la batalla de Chacabuco, don Bernardo O’Higgins Riquelme.

Se fundó el Hospicio de Incurables, que fue a costo del propio virrey.

Igualmente, a su costa, se relacionaron los beaterios de las Amparadas y el Patrocinio.

En materia de higiene todo lo que pudo hacer fue mantener limpias las acequias y con agua corriente, pues habían sido verdaderos focos de enfermedad por la inmundicia que corría por ellas, en tanto se trabajaban las obras de desagüe. Además que servían, por otra parte, para la limpieza de huertos y jardines.

La imposición de la cuarentena para las embarcaciones procedentes de puertos infectados por la peste. En marzo de 1705 arribó al Callao el navío Fernando o Príncipe de Asturias, perteneciente a la Real Compañía de Filipinas, que salido de Cádiz, devastado por una epidemia. Durante la navegación se produjeron varias muertes, al parecer por el contagio. Avilés dispuso que no fuera recibida la nave y nombró al alcalde del crimen, D. José Baquijano y Carrillo, para dar cumplimiento de la orden además de la ventilación y fumigación de la carga y los pasajeros, operación que se realizó en la isla de San Lorenzo.

El 23 de octubre llegó el primer tubo con fluido de vacuna, conducido desde Buenos Aires por el cirujano don Pedro Belomo. Don Hermilio Valdizán Medrado (Huánuco, 20 de noviembre de 1885 – Lima, 25 de diciembre de 1929) destacado médico peruano, expreso haciendo historia de este hecho: “Título de honor para el reinado de Carlos IV, es el envío de la vacuna a América. Sabida es la tragedia de la viruela en el Nuevo Mundo; las epidemias se sucedían unas a otras con aterradora frecuencia y con una letalidad que superaba en mucho a aquella producida por la viruela en otros países

El 5 de diciembre fueron ejecutado en la horca el 5 de diciembre de 1805 en la plaza del Cusco Lima, don Gabriel Aguilar, natural de Huánuco y don Manuel Ubalde, abogado de profesión y natural de Lima por haber intentado en el Cusco una revolución en pro de la independencia del Perú. Esta conspiración viene a ser uno de los primeros brotes de la insurrección americana. En 1823, el congreso de la república declaro a Aguilar y a Ubalde, beneméritos de la patria.

En 1806 llegó la comisión encargada de propagar el fluido vacuno presidida por el médico don José Salvani al que se incorporó el cirujano Belomo que la había portado desde Buenos Aires. La expedición principal había partido de la Coruña para América en 1803, además de los médicos y enfermeros venían 22 niños expósitos al cuidado de la rectora de la casa de huérfanos de la Coruña, los cuales habían de servir para la obtención del virus y su conservación, pasándolo de brazo en brazo. Hecho el reparto dentro de las colonias, llegaron al Perú por la vía de Cuenca y Loja cuatro de aquellos niños para conservar el fluido, el 32 de diciembre de 1805. El hecho fue celebrado con júbilo. Poco después la vacunación se propagó por el Perú, pese a la reticencia de los indígenas y otros escépticos. Antes de ingresar a jurisdicción del virreinato de Buenos Aires, se había logrado vacunar a 197,000 personas en el Perú. D. José Salvani y Lleopart fue el héroe de esta inmensa jornada y su salud quedó arruinada, es el caso que aún no se le ha reconocido su mérito en el mármol, con excepción del elogio que hizo de él el protomédico don Hipólito Unanue en ocasión de imponerle la borla doctoral en la Universidad de San Marcos de Lima.

Otro tanto ocurrió con la lepra. Los experimentos del Dr. Baltasar Villalobos para la cura del llamado Mal de Hansen. El 19 de julio de 1804, dispuso autorizar al Dr. Villalobos a cuatro pacientes de lepra internos del hospital de San Lázaro y tratarlos de dos en dos. En noviembre de ese año el científico presentó a examen de la comisión a uno de los enfermos el que fue declarado perfectamente sano. En marzo del siguiente año presentó certificado de la curación del resto de pacientes en prueba. Villalobos no llegó a escribir la obra que prometió exponiendo su tratamiento, por lo que su método terapéutico permanece desconocido.

En materia de hacienda, el virrey Avilés, compulsivo en la economía, teniendo en cuenta los riesgos de la navegación por asuntos de la guerra con Inglaterra que de hecho aminoraron los ingresos por almojarifazgo y alcabalas en 300 o 400,000 pesos por año y en la misma proporción se advertía la rebaja en otros ramos, de ellos los derechos de fundición y ensaye del oro y la plata, por la falta de azogue, situación que venía produciéndose desde hacía nueve años, no obstante que el virrey O’Higgins había informado a la Corte hallarse con un sobrante de seis millones de pesos, suma que inmediatamente ordenó remitir a España y se enviaron con este fin tres fragatas de guerra, para proteger el cuantioso envío. La lucha contra los piratas ingleses que asolaban las costas de Sudamérica llegó a ser constante en época de Avilés.

Haciendo un esfuerzo logro el virrey remitir a España, en 1802 a 1803 la cantidad que se le había pedido, a pesar de que a fines de 1800 la deuda de la hacienda pública ascendía a nueve millones. Esta deuda disminuyó notablemente con las remesas hechas en esos años a la Península y todavía en el año 1804 podo enviar 1, 241,570 pesos, de los cuales eran de la Real Hacienda 2,000,000 y el resto procedía de otros ramos. El colofón de esta remesa fue la batalla de Santa María, el 5 de octubre de 1804, a la cuadra del Algarve, del árabe الغرب al-Garb, el oeste, la tierra por donde se pone el sol que es la región del extremo meridional del Portugal, a cuya cuadra se produjo el célebre combate materia de esta crónica, que ha dado origen a esta narración y la tercería del Perú en los asuntos del tesoro que le pertenece. Sólo se salvaron 231,265 pesos que conducía la fragata de comercio Joaquina.

En 1805, todavía alcanzó a enviar algunas partidas extraordinarias, a saber 400,000 pesos, sobrante del líquido de la renta de tabacos de años anteriores que no se habían enviado a las Cajas Reales, 97,453 pesos de un préstamo gratuito que franquearon algunos particulares; 50,000 de un donativo del Tribunal del Consulado y 172,291 pesos del subsidio eclesiástico. Para los tiempos de casi ruina económica no era poco. Las fuentes de ingresos representaban la minería, en el Perú el ramo más productivo, por entonces sólo alcanzaba a los 600,000 pesos de plata y 3,000 de oro, con lo que se redujeron los derechos reales al 10%. La alcabala producía, antes del establecimiento de la Aduana 550,000 pesos. El producto que le virrey Guirior impuso al aguardiente alcanzaba 87,000 pesos. Los tributos de los indios 1,100,000 el estanco del tabaco proporcionaba al erario unos 280,000 pesos. El ramo de Temporalidades (Bienes eclesiásticos) apenas si lograba 61,000 pesos, en tanto que el de Correos liquidaba 80,000. A estas sumas había que agregar unos 400,000 pesos procedentes de otros diversos gravámenes. En resumen, si mediante una prudente economía, podían cubrirse los gastos ordinarios, en cambio no lo había para los extraordinarios que con frecuencia se presentaba. No era pues, muy halagüeña la situación del fisco.

El 26 de julio de 1806, el marqués de Avilés, entregó el mando al general don José Fernando de Abascal y Souza el gobierno del virreinato del Perú. Su ejercicio había durado 4 años, 8 meses y 20 días.

En el ejercicio de su gobierno, además de su tarea administrativa, ocupó buena parte de su tiempo en asuntos religiosos por lo que el pueblo le conocía como el Virrey devoto.

Su permanencia en el Perú, contados los años de su servicio militar con los de su ejercicio político, dificultó el ánimo del marqués para retirase y por el contrario viajó a la ciudad de Arequipa en busca de mejor clima para reparar su quebrantada salud. En esa ciudad del sur del Perú le llegó la invitación del virrey de Abascal para que se hiciese cargo del Virreinato de Buenos Aires vacante por haber sido depuesto el marqués de Sobremonte, que no se hizo efectivo por lo avanzado de la edad y el estado de su salud. Cuando al fin se decidió por España, habiendo tocado el puerto de Valparaíso falleció en dicha ciudad el 16 de septiembre de 1810.

Había casado por poder en el Cusco con la dama limeña, señora doña Mercedes del Risco y Ciudad, viuda del marqués de Santa Rosa, que falleció en el pueblo de Magdalena en 1806. No había dejado sucesión.

Según refiere el general don Manuel de Mendiburu, célebre autor del Diccionario Biográfico del Perú, (…) era el señor de Avilés excesivamente económico y escrupuloso para el manejo de la hacienda: en su época nada se malgastó, todo su conato (propósito, empeño) lo puso en igualar los ingresos con los egresos, reduciendo más estos por su constante empeño en acopiar sobrantes: nunca hubo más orden en la administración de las rentas, libres de compromisos en su época, y ningún virrey cuidó mejor que él, de dar a su sucesor abundantes y claros datos en materia de hacienda, y en orden a quebrantos, que venían de atrás y que hizo lo posible por remediar, agrega (…) fue modesto y benéfico, que socorría las necesidades de muchas personas secretamente y que de su caritativo celo a favor de los enfermos y desvalidos, hay abundantes testimonios (…)

No obstante los méritos y virtudes señalados, circuló en Lima una caricatura del virrey de Avilés que le representaba de rodillas orando ante un crucifijo, bajo el cual se leía:

Hábil es en la oración.

En el gobierno inhábil es.

38. Virrey.- Don Fernando de Abascal y Souza, marqués de la Concordia. (1806-1816)

José Fernando de Abascal y Sousa (Oviedo, 3 de junio de 1743 – Madrid, 31 de julio de 1821), fue un noble, militar y político español, mariscal de campo, trigésimo octavo virrey del Perú (1806-1816) y primer marqués de la Concordia Española del Perú.

Dilatada carrera político-militar (1762-1804)

Era hijo de José de Abascal y Sainz de Trueba y de Gertrudis de Sousa y Sánchez. De familia oriunda del Valle del Ruesga (Cantabria), establecida en Oviedo, Abascal ingresó de cadete en el Regimiento de Infantería de Mallorca, en 1762, donde aprendió gradualmente el arte de la estrategia que de tanto le sirvió después en América. Se incorporó en la Orden de Santiago, en 1795, y en la de Carlos III. Combatió desde las playas de Argel hasta los campos del Rosellón sin desdeñar para nada su dilatado servicio en las provincias indianas comenzando con Santa Catalina y la Colonia del Sacramento, y La Habana en 1796 hasta llegar a la Intendencia de Guadalajara. En este tiempo se forjó un militar que –al igual que otros compañeros de profesión- ejerció también un mando político conforme avanzó en edad y experiencia, sabiendo siempre conjugar ambas al servicio de la monarquía hispánica. De hecho, estuvo tan ocupado en sus destinos que poco dedicó a sus asuntos personales, como fue su matrimonio tardío.

En 1804 fue nombrado virrey del Río de la Plata. No llegó a tomar posesión del cargo, ya que fue nombrado virrey del Perú en el mismo año, cargo que no desempeñó hasta 1806, debido a que en su viaje a Lima fue apresado por los ingleses, lo que le obligó a realizar un periplo alargado y costoso que supuso el traslado de Abascal a su último destino, causado por los rápidos cambios que se dieron en la política internacional de entonces. Sin embargo a este inconveniente supo sacar partido el nuevo virrey al conocer, de primera mano, el territorio que fue objetivo de su inmediata acción de gobierno. Este hecho, fue relevante en su carrera político-militar. Se vio obligado al ascenso, desde la Intendencia de Guadalajara novohispana al virreinato del Río de la Plata, donde se vio truncado a causa del apresamiento, por parte de los ingleses, de la embarcación en la que navegaba. Su periplo desde Veracruz a La Habana y de ahí -ya preso- hasta las Azores y Lisboa fue un aldabonazo a su conciencia de estadista al que pronto puso remedio. Sacando fuerzas de flaqueza, hizo un viaje tan largo como provechoso cuando fue removido de su anterior empleo, sin estrenar siquiera, al de virrey del Perú. Jamás mandatario peruano alguno había hecho un trayecto de 3500 kilómetros de marcha terrestre entre Sacramento y Lima, cuando lo habitual había sido la ruta marítima Cádiz-La Habana-Veracruz-Panamá-Paita y de ahí, por tierra, hasta la Ciudad de los Reyes. Su aprovechamiento fue hecho por un hombre habituado a las penalidades de la vida castrense y a su olfato político.

Su política ilustrada en Perú (1806-1808)

Este período supuso el reflejo del espíritu cultivado de Abascal, que se plasmó en acciones encaminadas a favor de los súbditos españoles americanos del Perú, entendiendo estos como la élite social y a sabiendas de que toda medida tomada desde un organismo público no era baladí sino que, por el contrario, iba encaminada a granjearse las simpatías de dichos súbditos. Por este motivo, Abascal se centró en asuntos de salubridad pública, cultura y defensa, que le sirvieron de apoyo en los momentos difíciles por los que atravesó el virreinato, tanto en el interior como en el exterior del mismo.

En relación con las políticas de orden interno, el virrey se centró, como buen ilustrado que era, en aspectos sanitarios y culturales. Creó numerosas escuelas-taller y con la colaboración del pintor José del Pozo creó la Real Escuela de Pintura de Lima. Apoyó la vacunación antivariólica de los súbditos peruanos, aprovechando la expedición del doctor José Salvany y Lleopart por tierras hispanoamericanas y con el apoyo del protomédico Hipólito Unanue. Otra medida ilustrada fue la creación, fuera de los muros de la ciudad de Lima, de un cementerio para evitar enfermedades contagiosas que se pudieran acarrear del hecho de enterrar a los muertos dentro de las iglesias y conventos capitalinos, para lo cual hizo una cuantiosa inversión apoyada por aportaciones dispares y con el claro sostén del alto clero limeño así como del colegio médico. Entre el segundo tipo de medidas, surgió la creación del Colegio de Medicina y del Jardín Botánico (contando para ello con claustro de profesores, biblioteca, salas de prácticas, etc.) para la formación de galenos y especialistas, para lo que Abascal contó con muchos de los ilustres hombres peruanos y de los antiguos territorios virreinales como Quito y Santa Fe. La razón que le llevó a ello fue la observación que hizo, durante su penoso recorrido de toma de posesión, de las carencias que sufría gran parte de Sudamérica en esta materia. También empujó a los colegios de San Pablo y del Cercado para la instrucción de los hijos de la elite peruana y fundó el Colegio de Abogados capitalino, netamente criollo.

En relación con las actividades de orden externo, destacaron las llevadas a cabo en armas y dinero a favor de Santiago de Liniers y Francisco Javier de Elío en la defensa de Buenos Aires y Montevideo, respectivamente, frente a los ataques de las Invasiones Inglesas al Río de la Plata comandadas por William Carr Beresford y John Whitelocke entre 1806 y 1807, como claro ejemplo de la nueva guerra habida entre España e Inglaterra por la hegemonía del mundo marítimo y que fueron repelidos eficazmente por los criollos. Pero el virrey Abascal no se limitó a prestar eficaz ayuda a un ataque concreto, sino que puso en marcha todo un ambicioso y acertado plan de defensa de la ciudad de Lima, el puerto del Callao y sus alrededores, la reparación de la antigua fábrica de pólvora y la reorganización del Ejército Real del Perú. Le dedicó especial atención al arma de artillería como ingenio de defensa y ataque de gran eficacia en las nuevas guerras que se avecinaban sin olvidarse, obviamente, de las armas de infantería y caballería, de entre la que destacó la creación de un regimiento de patricios (“La Concordia Española en el Perú”, cuyo nombre fue el mismo que se le dio a José Fernando de Abascal como título de Castilla en 1812), como símbolo de la unión entre los españoles peninsulares y americanos. Otro elemento de suma importancia en la defensa de los intereses de la corona fue la reorganización de una flotilla que custodió los mares del sur contra extranjeros e insurgentes. Todo en él fue previsión, buen juicio y eficacia, unidos al apoyo y halago de la elite social peruana de su época.

Las repercusiones americanas de las políticas europeas (1808-1810)

En Europa las cosas llevaban años poniéndose feas -a raíz de las revueltas habidas en Francia- que afectaron tanto a España como a otros tantos países de su entorno. Sin embargo, lo peor aún estaba por llegar. Coronado Napoleón Bonaparte emperador de los franceses, se lanzó a una política de expansionismo que logró la dominación de todo el continente europeo, a excepción de los reinos peninsulares ibéricos. Con la astucia y el engaño, logró aprovecharse de la división interna de la familia real española, secuestrándola y colocando en los tronos luso e hispano a reyes bajo sus órdenes. De este modo, la Casa de Borbón había sido eliminada y las Indias -teóricamente- a su merced. En los virreinatos españoles, la noticia provocó una gran crisis. Las noticias generalmente confusas, la ineptitud de muchos de sus gobernantes para ejercer el mando y el revanchismo de parte de la elite criolla, fueron los ingredientes esperados por los revolucionarios.

Estallaron, de este modo, las Guerras de Independencia Hispanoamericana -una auténtica guerra civil hispanoamericana- que acabó con la segregación de las provincias de ultramar americanas respecto de la metrópoli. A pesar de que al Perú nunca llegaron tropas galas, sí llegaron emisarios a otros virreinatos, así como cartas invitando a la colaboración con el nuevo orden a varias personalidades con responsabilidad en puestos clave de gobierno. De este hecho, se aprovechó la tradicional alianza anglo-lusa para apoderarse de las ricas posesiones americanas pero, gracias a los avatares bélicos peninsulares favorables a los españoles (Bailén), pudo dicho pacto ser conjurado. Por esta misma razón, el astuto Abascal se adelantó a jurar lealtad al rey Fernando VII de Borbón, haciendo uso de su autoridad como máximo mandatario político, militar y jurídico del Perú. Inmediatamente, el virrey se lanzó a una campaña de apoyo pecuniario a favor de la causa española en el viejo continente, empezando por él y acabando por el súbdito más recóndito del virreinato sin olvidar a los intendentes, los comerciantes del Consulado, los miembros de la Iglesia, etcétera.

Las políticas contrarrevolucionarias del virrey Abascal (1810-1816)

El virrey debió defender la legitimidad del cosmos hispanoamericano por medio de acciones militares con el fin de pacificar las revueltas. De hecho, las contraofensivas virreinales fueron siempre puramente defensivas frente a los ataques y rebeliones protagonizadas constantemente por los insurgentes, que se aprovecharon de la situación de descabezamiento que se dio en la península y a la dejación en sus funciones de algunos de sus representantes en América. No obstante, Abascal fue el paladín de la causa real en los virreinatos, fue la lucha de un brazo contra un continente. Cuando no había rey en España, Abascal lo fue de América.

Las acciones a favor del orden legal establecido se dieron primero en el territorio de la Real Audiencia de Quito, entre los años 1809 y 1810, por parte del conde de Ruiz de Castilla, poco apto para la ocasión y un inseguro marqués de Selva Alegre. También en la Capitanía General de Caracas acontecieron hechos que, desde sus inicios hasta su sofocamiento por parte de las tropas peninsulares de Pablo Morillo en 1815, tuvieron relación con el Perú.

Apenas producida la Revolución de Mayo en Buenos Aires y vencida la contrarrevolución de Córdoba, Abascal declaró incorporadas al Virreinato del Perú las provincias del Alto Perú —la actual Bolivia— y asumió el control militar y la defensa de esos territorios frente a los avances de los ejércitos «de abajo«.

En el propio virreinato del Perú se dieron varias revueltas, de diverso cariz, que tuvieron lugar durante los diez años de gobierno del virrey con la nota común de estrepitoso fracaso, por no existir caldo de cultivo alguno en este territorio para un levantamiento revolucionario; el Perú fue finalmente independizado por fuerzas “extranjeras” que desde el Río de la Plata cruzaron la Cordillera de los Andes, y luego de independizar Chile, llegaron a través del Océano Pacífico al territorio peruano.

En la Capitanía General de Chile, a pesar de los intentos golpistas de José Miguel de Carrera y las cabriolas de Bernardo O’Higgins, la Reconquista real de ese territorio fue posible gracias a las tropas enviadas por Abascal desde el Perú. La victoria de la batalla de Rancagua y la captura de Santiago posibilitaron reabrir el importante comercio chileno-peruano, que sorteó los intentos de agotarlo por parte de los corsarios rioplatenses.

En el abrupto Alto Perú, lugar de marchas y contramarchas, se destacaron, por su habilidad y eficacia, José Manuel de Goyeneche y José de La Serna, estrategas que han pasado a la historia militar por su destreza en las victorias —Batalla de Huaqui, Batalla de Vilcapugio, Batalla de Ayohuma y Batalla de Viluma— donde destrozaron, una y otra vez, a las tropas porteñas. La provincia de Tarija se transformó en el límite geográfico del avance revolucionario de las provincias «de abajo», que motivaría el cambio de la planificación continental de los revolucionarios rioplatenses en su avance sobre el Virreinato del Perú, centro del poderío militar realista, lo que solo sería logrado después del retiro de Abascal.

Por su parte, el Paraguay de Gaspar Rodríguez de Francia permaneció ajeno a la lucha independentista, escindiéndose tanto del imperio español como del Río de la Plata. En cambio no bastó la tenaz defensa de Montevideo por parte de Francisco Javier de Elío para acabar en el Río de la Plata con los impulsos revolucionarios dirigidos por los sucesivos gobiernos porteños. Tras algunos triunfos iniciales, Montevideo terminó sitiada durante largo tiempo, y la caída de la ciudad en poder de los revolucionarios porteños selló el triunfo emancipador del Río de la Plata.

También influyó la Constitución de 1812 en la acción de gobierno del virrey Abascal. Los representantes peruanos a Cortes —con distinta suerte en su proyección política y personal— se integraron en las comidillas e intrigas gaditanas a favor y en contra de la figura del virrey. Se celebraron las elecciones a los de Lima y Cuzco, paradigmas de la libertad constitucional en el Perú, que se truncaron en esta última ciudad por la revuelta criolla e indígena que en ella se produjo y que tan deplorables secuelas trajo a la paz de la zona. Junto con ello llegó la libertad de imprenta, con periódicos conservadores, como la Gaceta del Gobierno de Lima o el Verdadero Peruano o pro constitucionales como El Peruano o el Satélite del Peruano, fueron frentes de batalla de la elite política virreinal empleada por absolutistas y reformistas hasta 1814. Pero el reflujo de ideas también se dio en los claustros de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, sitos en las dos principales ciudades peruanas, en los que tan pronto debatían escolásticos y novatores como se leían clandestinamente obras de La Enciclopedia bajo la constante mirada, entre condescendiente y atenta, de Abascal.

Por su parte, la Iglesia se debatió entre la fidelidad de un obispo como Bartolomé María de las Heras y la insurgencia de otro como Armendáriz, mientras que la Suprema pasaba a mejor vida sin el menor rictus en el rostro del virrey en 1813, junto con el auge de la vida conventual.

Finalmente se dio la vuelta a la paz y tranquilidad anterior a la invasión napoleónica de España, con la restitución del rey Fernando VII en 1814, la derogación de la Carta Magna, el restablecimiento de la Inquisición, la prohibición de la libertad de prensa y el aplastamiento de los levantamientos revolucionarios en toda la América española, a excepción del Río de la Plata. Sin embargo, algo había cambiado, era el principio del fin.

En sus últimos días como virrey del Perú, Abascal se limitó a confirmar todas las reales órdenes llegadas desde Madrid, dar consejos del tipo de gobernante que necesitaban las provincias ultramarinas, rehabilitar a los jesuitas, dar carta blanca a la explotación de minas por medio de bombas de vapor y a los bancos de pesca balleneros, así como a mejorar la Ceca.

En el año 1816 Abascal recibió desde España la noticia de su cese en las funciones de virrey del Perú, ordenándose su retorno a la metrópoli. Su reemplazante fue el militar español Joaquín de la Pezuela, que había arribado al Perú en 1805 y había servido en las operaciones bélicas de Abascal. De hecho, hasta esa fecha los independentistas de Buenos Aires aún enviaban expediciones para expulsar a la dominación española del Alto Perú, manteniendo un continuo estado de guerra.

Su vuelta definitiva a España —cargado de títulos y honores, su única hija comprometida con un oficial peninsular y el reconocimiento de la elite social peruana por la que tanto hizo en los diez años más azarosos y meritorios de toda su vida— se produjo con la partida, el 13 de noviembre de aquel año, no solo del Perú sino de América, a la que ya no volvió a ver jamás.

Descendencia

Abascal, como única heredera de sus bienes y su título nobiliario dejaron a su hija María Ramona de Abascal, casada en 1815 con el entonces brigadier Juan Manuel Pereira. De esta unión, se conoció a Manuel Pereira Abascal como III marqués de la Concordia Española del Perú (se le concedió la Real Carta de Sucesión el 23 de marzo de 1852). A su muerte, el título pasó a su sobrino Juan Manuel Pereira Soto Sánchez en 1876.1​ Finalmente, el título de Castilla del marquesado de la Concordia Española en el Perú, se extinguió en 1913.

Como ninguno o como pocos, cupole a este real y fiel servidor -Trigésimo quinto virrey del Perú (1806-1816)- resistir con tenacidad en la defensa de la preciada joya de la Corona, del inminente desmembramiento del Virreinato, que tenía por sede la Ciudad de los Reyes, o Reyes (Lima), como a secas rezaba la data de la correspondencia de entonces. El virrey usó para este propósito tanto de la condescendencia razonable, la persuasión generosa como también de la acción militar.

España en poder de Napoleón desde 1808, era un desafío para el virrey situado en medio de un aislamiento continental que puso a prueba su carácter, persuadido del sentimiento emancipador que tal entorno maduraría en las colonias, en especial dentro de la conciencia de los criollos americanos y que debería evitar, a toda costa, pese a las circunstancias en Europa. Llegado el momento Abascal enfrentó tal delicada situación con ingenio, valor y éxito, aunque pasajero pero cuando ya no ocupaba el solio virreinal.

Era su señoría de gran corpachón, natural desenvuelto, resolución enérgica y largamente entrado en años, que sus 65 abriles eran por entonces vejez venerable o ancianidad exorbitante, si tenemos en cuenta lo que ahora conocemos como esperanza de vida, que por aquellos tiempos lo era corta. Pues según estudios mejor logrados, en el siglo XIV cuando se produjeron las conquistas llegaba tan solo a los 30, y el XIX, el de las emancipaciones, únicamente nueve de cada cien españoles superaban los 60 años de edad.

La higiene y la medicina no habían hecho por entonces alcance de su benéfica acción generatriz y dispensadora de extendida vida. Que don Francisco Pizarro, un anciano a todas luces provecto conquistare al Perú, cuando maduraba 43 años al momento de su hazañosa gesta, es hecho del todo asombroso. Pero excepciones tienen las reglas y en ese tema carecemos de competencia.

Don José Fernando de Abascal de Souza –apellido materno a todas luces de procedencia gallega- era ovetense de nacimiento. Llegó al mundo el 3 de junio de 1743 en Oviedo, la capital del Principado de Asturias.

Para 1795, año en el que ingresa en la selectísima Orden de Santiago -creada en el SVIII con el propósito práctico de cuidar la vida de los peregrinos del camino de Santiago del ataque de los mahometanos- aquella venerable organización gozaba de gran prestigio y se la otorgaba a los caballeros de reconocida nobleza, limpieza de sangre y probadas virtudes cristianas.

Ese mismo año, los Estados Unidos y España firman el tratado de San Lorenzo, para establecer las fronteras entre ambos estados; son retirados los restos de Cristóbal Colón de la catedral de Santo Domingo para trasladarlos a Cuba; nacen Policarpa Salavarrieta, heroína de la independencia de Colombia y Antonio José de Sucre y Alcalá, general grancolombiano, Gran Mariscal de Ayacucho. En Europa la Convención adopta el sistema métrico decimal; Goya presenta su cuadro de la Duquesa de Alba; Emmanuel Kan publica su Paz Perpetua y; fallecen, Johann Christoph Friedrich Bach, músico alemán y el médico, alquimista, ocultista, masón y aventurero siciliano Alessandro Cagliostro.

Tal el entorno internacional del flamante miembro de la Real Orden de Santiago. Posteriormente también quedaría incorporado a la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, cuyo lema reza en latín Virtuti et merito, claro reconocimiento de haber destacado en beneficio de España y la Corona.

Es así que el futuro primer marqués de la Concordia había ganado, meritísimo, aquellos títulos en su gran desempeño realizado con habilidad y en condiciones de las más apremiantes que a gobernador alguno viniérale de pronto. Veamos aquellas circunstancias y las acciones que se confrontaron:

Napoleón, en 1808, introdujo tropas en España, pues quiso el emperador de los franceses hacerse de este reino peninsular; luego de aquello, envió al exilio de Bayona a la familia real borbónica del adocenado Carlos IV y su inefable a la par díscolo hijo don Fernando. Este príncipe, ambicionaba suceder al padre en la primera oportunidad sin esperar le alcanzase la muerte natural y en su lecho. Tal su alteza real, era de aquellos que no paraban mientes en fruslería alguna y tentado estuvo -según comentarios que la historia ha deslizado- que habría tramado la muerte de su progenitor por mano de sicario o usando del veneno. Esto no debe llamar a escándalo, pues no pocos casos se registraron de antiguo cuando más de un príncipe puso fin al largo reinado de su padre al ver que su existencia maduraba sin esperanza de heredar el trono.

Napoleón, gran conocedor de gentes se interpuso, redujo a la familia al exilio de la vascuence Bayona, allende los Pirineos franceses y obligó sucesivamente a la abdicación de Carlos IV en favor de Fernando VII y luego la de éste en la cabeza de su propio hermano mayor, José Bonaparte Remolino.

Puesto así en lo circunstancial de la historia, el pueblo español al saberse sin rey no aceptó al rey intruso y por el contrario decidió combatir la dominación francesa. Sostuvo para ello que el poder había sido dado por Dios al pueblo y encomendado al rey, pero al no tenerlo aquel poder retornaba al pueblo y por tanto gobernaría desde las llamadas Juntas.

Puesta en práctica tan exótica idea, no desprovista empero de sustento jurídico, de inmediato se organizaron Juntas de Gobierno en diversas ciudades del territorio que finalmente terminaron por constituir una Junta Central para que gobernara todas en nombre del ausente y cautivo soberano don Fernando VII, el Deseado. Posteriormente, repuesto en el trono, este rey habría de traicionar esos nobles esfuerzos de su pueblo.

La Junta Central se radicó en Cádiz. A inicios de 1809 fue sustituida por el Consejo de Regencia de España e Indias que convocó a los pueblos del imperio español, a la reunión de Cortes, las llamadas Cortes de Cádiz, que se instalaron en aquel puerto, el 24 de septiembre de 1810 que votaron y aprobaron la Constitución de 1812, documento de cuño liberal y de gran trascendencia en España y América; fue jurada el 19 de marzo de 1812.

En consecuencia, impetrados de iguales prepósitos los pueblos de América las imitaron: formaron juntas de gobierno integradas por criollos quienes asumieron el gobierno en nombre del monarca ausente. Surgieron rápidamente en La Paz, Chuquisaca, Quito, Buenos Aires, Caracas, Bogotá, y Santiago de Chile.

Abascal impuesto de la situación de España a fines de 1808, reunió al Cabildo de Lima y dispuso que el Virreinato jurase lealtad a Fernando VII como Rey de España, en noviembre de ese año. Rechazó en simultáneo tanto las pretensiones francesas como el proyecto, del todo impertinente, de formar en Lima una Junta de Gobierno dominada por los criollos.

Pero el fermento emancipador, tan caro a las circunstancias y a los deseos inconfesos de muchos criollos, se iba manifestando en los hechos pese a los cuidados que Abascal ponía de salvaguarda. Entonces decidió las siguientes acciones:

Creo el regimiento Concordia, formado por lo más selecto de la aristocracia criolla y peninsular, juramentándola adherida a Fernando VII.

Dio pase a la prolongada gestión para que una hermandad de abogados consiguiese la colegiatura que postulaba desde el siglo XVIII. Con el fin de dar cumplimiento a un trascendental mandato real no cumplimentado hasta entonces, el Cabildo constituyó una Comisión integrada por los doctores José Antonio Oquendo, Ambrosio Fernández Cruz, Vicent y Duárez y José Gerónimo Vivar, para que formulara el proyecto de los respectivos estatutos, que fueron aprobados por la Real Audiencia de Lima, en acuerdo de 18 de febrero de 1808, confirmado por la resolución del Virrey, don Fernando de Abascal que se expidió el 23 de mayo de ese año, dando lugar de esta forma al Ilustre Colegio de Abogados de Lima. Un sagaz paso para ganarse la voluntad de los letrados, grandes formadores de conciencia y por ello potenciales adversarios.

Instauró numerosas escuelas-taller. La instrucción como herramienta de progreso.

Inauguró la primera Escuela de Medicina de América, dotada de los mismos adelantos que sus homólogas europeas.

Bajo la dirección del pintor José del Pozo, creó la Real Escuela de Pintura de Lima.

Aprovechando la confusión política reinante en España, se adelantó a las Cortes de Cádiz y abolió el Tribunal de la Santa Inquisición dentro de la jurisdicción virreinal con lo que una paz interna quedó de manifiesto.

Para contrarrestar la insurrección de Buenos Aires, del 25 de mayo de 1810, incorporó, provisoriamente, al virreinato del Perú las provincias de Córdoba, Potosí, La Paz y Charcas.

Votada en Cádiz la primera Constitución, en cuya discusión participaron cuarenta y nueve diputados americanos, muchos de ellos peruanos, uno de los cuales don Vicente José Morales y Duárez fue el primer presidente de aquella magna asamblea, Abascal, desconfiado de las Juntas de Gobierno surgidas en el resto de Sudamérica, al conocer que éstas habían depuesto a las autoridades peninsulares y delegado toda la autoridad efectiva en miembros de las élites criollas locales decidió constituir fuerzas de ejército con los medios a su disposición en el Virreinato del Perú para suprimir los movimientos independentistas que ya habían surgido en los territorios vecinos.

Dispuso la recluta de tropas criollas y mestizas, al mando de oficiales y clases peninsulares.

Se fabricaron armas para esas tropas, tomando como base las de las milicias realistas ya existentes. De ellas la fundición de cañones cuya fabricación dirigió el brigadier Joaquín de la Pezuela Griñán y Sánchez Muñoz de Velasco, artillero de escuela traído desde la Península para tal prepósito, para llenar la plaza de jefe de la Artillería y marchar sobre los patriotas del Alto Perú a quienes derrotó sucesivamente. Mas tarde habría de convertirse, la Pezuela, por recomendación de Abascal, en el trigésimo sexto virrey del Perú.

Impuso contribuciones forzosas a la élite criolla de Lima, amenazando con la pérdida de sus privilegios comerciales en caso triunfasen las revueltas independentistas del resto de Sudamérica.

Debido a la alianza de Gran Bretaña con España en contra de los franceses, Abascal aceptó relajar las restricciones al comercio británico con el Virreinato del Perú, esperanzado en restablecer las rentas fiscales perdidas debido a la ocupación francesa de España; aun así, Abascal se opuso a que estas medidas llegasen a permitir el libre comercio, tal como lo estipulaba la política española.

Impotente para ofrecerle pago en dinero a mayor número de soldados, debió afrontar con las solas fuerzas del Virreinato del Perú la tarea de restablecer el dominio español en las regiones de Sudamérica donde ello fuere posible.

Logró enviar dinero y cañones, fundidos en la maestranza de Lima, desde el Perú a España para auxiliar a la metrópoli en su dura campaña de independencia de los franceses.

Si bien Abascal aceptó la Constitución de 1812, insistió en suprimir por la fuerza todo régimen gubernativo basado en élites criollas locales, entendiendo que de permitirlo aquello sería un primer paso para que América del Sur se liberase del dominio español.

Envió tropas para atacar a la Junta de Gobierno de Chuquisaca, la cual fue derrotada a fines de 1809, al ser evidente que las autoridades del Virreinato del Río de la Plata,  constituidas por la Junta de Gobierno de Buenos Aires no sofocarían esta sublevación independentista. Con ello fue destruido el primer gobierno autónomo del Alto Perú y Abascal sujetó dicha región a la autoridad efectiva del virreinato peruano.

De igual modo, envió tropas realistas contra la Junta de Gobierno de Quito que la suprimieron violentamente, restableciendo la autoridad española en 1810.

Procedió contra la Junta de Gobierno de Santiago de Chile, enviando tropas del Virreinato del Perú al mando del brigadier español Antonio Pareja y Mariscal para derrotar a los patriotas chilenos. Tras seria lucha las tropas realistas final-mente recapturaron Chile para la Corona española en 1814.

Poco antes, Abascal había recibido, finalmente, los primeros soldados de refuerzo desde España donde los franceses estaban siendo derrotados decisivamente; dichos refuerzos fueron enviados de inmediato a socorrer a las tropas realistas en Chile.

Enfrentó exitosamente la Rebelión del Cusco de agosto de 1814 de los herma-nos Angulo, venciéndola definitivamente en marzo de 1815. Para esa fecha la guerra peninsular había concluido definitivamente y las tropas francesas huido de España, donde reinaba nuevamente, sin contratiempos, Fernando VII quien luego abolió la Constitución de 1812 y persiguió despiadadamente a sus diputados y propagandistas y volvió al absolutismo más ortodoxo.

A inicios de 1815 la corte de Madrid remitió tropas en escala masiva hacia sus colonias americanas, particularmente a Nueva Granada y Venezuela, pero para entonces la Real Audiencia de Quito, el Alto Perú y la Capitanía General de Chile habían sido conserva-das para España por la tenaz resistencia monárquica del virrey Abascal.}

Dicha tarea había significado un gran esfuerzo financiero para el Virreinato del Perú dado que todos los afanes de la administración colonial se dirigieron hacia fines bélicos, desatendiendo obra civil alguna.

Como reconocimiento a su trayectoria política y militar en España y su apoyo a la conservación del imperio español en América le fue concedido por las Cortes de 1812 el título vitalicio, no hereditario, de Marqués de la Concordia Española del Perú y recibió asimismo los nombramientos de Capitán General y consejero del Supremo Consejo y Cámara de Guerra por Carlos IV y Fernando VII, respectivamente.

En 1816 Abascal recibió desde España la noticia de su cese en las funciones de virrey del Perú, ordenándose su retorno a la metrópoli. Su reemplazante fue el militar español Joaquín de la Pezuela, que, como tenemos expresado, había arribado al Perú en 1805 y servido en las operaciones militares contra la insurrección generalizada que afrontó Abascal. De hecho, hasta esa fecha los independentistas de Buenos Aires aún enviaban expediciones para expulsar a la dominación española del Alto Perú, manteniendo un continuo estado de guerra.  Don José de San Martín, cambió de táctica y en vez de operar por los imponentes Andes, dirigió su afán libertario por mar.

Como única heredera de sus bienes y su título nobiliario, dejó a su hija María Ramona de Abascal, casada en 1815 con el brigadier Juan Manuel Pereira. De esta unión, se conoce a Manuel Pereira Abascal como III Marqués de la Concordia Española del Perú por Real Carta de Sucesión, el 23 de marzo de 1852. A su muerte, el título pasó a su sobrino Juan Manuel Pereira Soto Sánchez en 1876. El título de Castilla del marquesado de la Concordia Española en el Perú, se extinguió en 1913.

39. Virrey.- Don Joaquín de la Pezuela, teniente general. (1816-1821)

Joaquín González de la Pezuela Griñán y Sánchez de Aragón Muñoz de Velasco (Naval, 1761 – Madrid, 1830) fue noble, militar, político español, I marqués de Viluma. Tras derrotar al general rioplatense José Rondeau en la Batalla de Viluma o de Sipe Sipe,1​ fue nombrado trigésimo noveno virrey del Perú (7 de julio de 1816 – 29 de enero de 1821), Capitán General de Castilla la Nueva.

Inicios de su carrera militar

Hijo de Juan Manuel de la Pezuela y Muñoz de Velasco y de Anna María Sánchez Capay. De familia hidalga oriunda de Santander, estudió en el Colegio de Artillería de Segovia y combatió en el sitio de Gibraltar y años más tarde contra Francia en Guipúzcoa y Navarra (1793-1794).

En 1805 fue trasladado a América del Sur, donde ocupó cargos secundarios y posteriormente el virrey del Perú José Fernando de Abascal y Sousa lo nombró Director de la Artillería Real, que reorganizó profundamente.

El Ejército del Alto Perú

Después de las derrotas que el Ejército realista del Alto Perú sufrió a manos del Ejército del Norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata en las batallas de Tucumán y Salta, comandada por el general patriota Manuel Belgrano, Joaquín de la Pezuela fue nombrado comandante del ejército realista, sucediendo a José Manuel de Goyeneche.

Partió del Callao en abril de 1813 y desembarcó en Quilca, desde donde pasó al Alto Perú, llevando consigo algunos refuerzos y diez cañones medianos. Dedicó algunas semanas a reorganizar el ejército antes de hacer frente a los patriotas.

Mientras el Ejército del Norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata avanzaba hacia el Alto Perú, Pezuela se limitó a evitar en lo posible la ayuda que podría recibir de las guerrillas locales, las llamadas «Republiquetas».

La victoria sobre una de estas guerrillas le permitió apoderarse de correspondencia que le reveló que el general Belgrano esperaba prontos refuerzos, por lo que se apresuró a atacarlo en la batalla de Vilcapugio el 1 de octubre. En un principio pareció que estaba siendo derrotado, pero la mala coordinación de las tropas independentistas y el sorpresivo contraataque de la caballería del coronel Saturnino Castro le dio la victoria. No obstante que logró apoderarse de la artillería y el parque, no pudo perseguir a su enemigo. Cuando finalmente pudo volver a atacar a Belgrano, este había logrado reorganizar su ejército, pero al frente del mismo esperó en una posición favorable elegida de antemano; Pezuela atacó desde un flanco, y obligó a su enemigo a cambiar de frente en medio de la batalla, derrotándolo por completo. El ejército independentista se retiró hacia San Salvador de Jujuy.

Tras derrotar a algunas republiquetas, pero dejando otras a sus espaldas, Pezuela avanzó hacia el sur y ocupó la ciudad de Salta a fines de mayo de 1814. Pese al apoyo de algunos realistas locales, los gauchos de la región, organizados por Luis Burela y especialmente Martín Miguel de Güemes lo aislaron de la provincia y le quitaron la posibilidad de apoderarse de víveres. La victoria de las republiquetas de Vallegrande y Santa Cruz en la batalla de La Florida lo obligó a regresar hacia el norte, y la hostilidad de los gauchos, que capturaron o mataron 1200 de sus hombres, le impidió dejar parte de su ejército en Salta o Jujuy.

Fijó su cuartel general en Cotagaita, desde donde envió a su segundo jefe, el general Juan Ramírez Orozco, con más de la mitad de sus fuerzas, a aplastar la Rebelión del Cuzco, que había logrado controlar no solo esa ciudad, sino también La Paz y Arequipa, entre otras.

Cuando el general José Rondeau inició la Tercera expedición auxiliadora al Alto Perú, debió retirarse hacia el norte. El avance independentista fue tan lento que dio tiempo a Pezuela a recibir el ejército de Ramírez Orozco, que volvía victorioso desde el Cuzco, y algunos refuerzos venidos desde Chile, región que recientemente había sido reconquistada por los realistas.

Tras rechazar exitosamente un ataque sorpresa en la batalla de Venta y Media, persiguió a Rondeau hasta las cercanías de Cochabamba; allí esquivó el esquema defensivo enemigo bajando por la peligrosa Cuesta de Viluma y derrotó a Rondeau en la Batalla de Sipe Sipe, llamada también Batalla de Viluma, el 29 de noviembre de 1815.

Al año siguiente, el rey Fernando VII de España le otorgó el título de Marqués de Viluma y el rango militar de teniente general.

Virrey del Perú

En octubre de 1816 Joaquín de la Pezuela fue nombrado virrey del Perú, para suceder a José Fernando de Abascal, que había ocupado ese cargo durante diez años.

Concentró sus esfuerzos en apoyar las expediciones hacia el norte de la actual Argentina de su sucesor en el mando del Ejército del Alto Perú, José de la Serna, y en apoyar a las fuerzas realistas de Chile.

Tras la victoria del patriota general José de San Martín en la batalla de Chacabuco, envió a Mariano Osorio a Chile, donde este organizó un ejército para intentar reconquistar una vez más ese territorio. Pero cuando el general San Martín derrotó a Osorio en la batalla de Maipú retiró las fuerzas realistas de Chile y dejó que la causa del rey fuera defendida por guerrillas irregulares y por indígenas mapuches.

Durante dos años se limitó a apoyar al ejército que operaba en el Alto Perú y a lanzar expediciones cada vez más débiles sobre Salta, mientras aguardaba el esperado ataque de San Martín desde Chile. Este finalmente se produjo el 8 de septiembre de 1820, cuando arribó a Paracas la Expedición Libertadora del Perú. Desde allí, San Martín lanzó la Primera campaña de Arenales a la sierra del Perú que recorrió el territorio de sur a norte, mientras el resto del ejército se instalaba en Huaura. San Martín inició negociaciones con Pezuela, que no lograron éxito alguno, debido a que el jefe expedicionario proponía la independencia del Perú, lo que era inaceptable para el virrey.

Últimos años

La exitosa campaña de la Sierra, la imposibilidad de expulsar a la escuadra Chilena al mando de Thomas Cochrane de la costa peruana y la fidelidad del virrey Joaquín de la Pezuela al absolutismo provocaron su desprestigio, especialmente debido a que la mayor parte de los oficiales a sus órdenes eran liberales.

El 29 de enero de 1821, los jefes liberales, dirigidos por el general José de la Serna, lo derrocaron por medio del llamado Pronunciamiento de Aznapuquio.

Después de abandonar el Palacio de los Virreyes, se mudó temporalmente a su casa en el Palacio de la Magdalena, luego Pezuela se embarcó inmediatamente hacia España, donde en 1825 fue nombrado Capitán General de Castilla la Nueva.

Falleció en Madrid en 1830.

Matrimonio y descendencia

En 1793, contrajo matrimonio en Santander (España) con Ángela de Ceballos y Olarría, con la cual tuvo a:

María del Carmen González de la Pezuela y Ceballos (Tudela, 30 de octubre de 1794 – Madrid, 15 de febrero de 1858), 378.ª Dama de la Orden de las Damas Nobles de la Reina María Luisa, casada en Lima, el 25 de diciembre de 1819, con su pariente lejano Rafael de Ceballos-Escalera y Ocón, cuya descendencia obtuvo el Marquesado de Miranda de Ebro.

Manuel González de la Pezuela y Ceballos (La Coruña, 1797 – 1876), II marqués de Viluma, casado y con descendencia.

Juan Manuel González de la Pezuela y Ceballos (Lima, 16 de mayo de 1809 – Madrid, 1 de noviembre de 1906), I marqués de la Pezuela, grande de España en 1852, I conde de Cheste en 1864, I vizconde de Ayala, en Álava, por Cartas Patentes de Isabel II de España de 28 de septiembre de 1852, confirmadas el 31 de julio de 1865, capitán general de los Ejércitos, casado y con descendencia que se quedó extinta en 1923.

Joaquina González de la Pezuela y Ceballos, casada con Mariano de Osorio.

María Isabel González de la Pezuela y Ceballos (8 de julio de 1812 – ?), casada con Santiago de Tejada y Santa María.

Juana de la Pezuela , casada con el Mariscal de Campo Juan Loriga y Reguera, en 1825.

Notable tarea le había tocado desempeñar a este oficial español del arma de artillería, que accedió al cargo por los méritos y la novísima plaza que se dispuso en Lima de un departamento de artillería. Al lado del preocupado Virrey Abascal, empeñado en un doble frente de conflicto, de la metrópoli de la cual estaba aislado por la forzada abdicación del Fernando VII, recluido en Bayona y; de otro, los levantamientos de emancipación con el nombre de Juntas que comenzaron su aparición desde la salida del Rey y se propagaron por la Península y el Reino del Perú. Puso su confianza en Pezuela el virrey y enviado al Alto Perú donde operaban fuerzas destinadas a contener los avances de los patriotas enviados desde Buenos Aires ganó sus galones y consiguió, sin proponérselo quizás, el de virrey, en mérito a sus victorias. En España, a donde se vio obligado por la insurrección o motín de Aznapuquio a retornar se le otorgó el título de Marqués de Viluma.

40. Virrey.- Don José de la Serna, teniente general. Conde de los Andes. (1821-1824)

José de la Serna y Martínez de Hinojosa, I conde de los Andes (Jerez de la Frontera, 1770 – Cádiz, 6 de julio de 1832), fue un noble, militar y administrador virreinal español que detentó el cargo de virrey del Perú en la fase terminal del Imperio de España en América del Sur.

Carrera militar

Hijo de Álvaro José de la Serna y Figueroa y de Nicolasa Martínez de Hinojosa y Trujillo. Se forma como cadete en 1782 en la Academia de Artillería de Segovia, y ascendió a subteniente en 1787, y siendo compañero de Luis Daoíz consigue recibirse como oficial de artillería, participó en el año 1790 en la defensa del sitio de Ceuta, participando en las salidas que destruyeron todos los recursos del ejército sitiador del emperador de Marruecos, obligándole a levantar el cerco sobre la ciudad.

Participa en la Guerra del Rosellón y Cataluña contra la Convención Nacional (Revolución Francesa) de la primera república francesa, y embarcado también en distintas campañas navales entre los años 1789 y 1802 continuó sus servicios en la escuadra de José de Mazarredo contra la armada inglesa, y en la expedición sobre Brest del año 1799. En 1805 ascendió al grado de teniente coronel.

Graduado sargento mayor del segundo Regimiento de Artillería, con cuya unidad concurrió a la defensa de Valencia, y después a la de Zaragoza, a donde llegó en los primeros días de agosto de 1808, mandando las compañías de artilleros de plaza pertenecientes a las divisiones enviadas por la Junta Suprema de Valencia en auxilio de los aragoneses.

Participa en la defensa de Zaragoza, concretamente en la defensa del Convento de San José, en los arrabales de la ciudad, y en la defensa de Puerta Quemada y es hecho prisionero en este segundo sitio de Zaragoza, llevado forzadamente a Francia, desde donde emprende una temeraria fuga de su prisión consiguiendo huir por Austria hasta Salónica y embarcarse a España para reincorporarse a la lucha contra Napoleón Bonaparte. Ascendido a coronel del cuerpo de artilleros en 1812 obtuvo el mando del tercer Regimiento, y al terminar la Guerra de la Independencia Española, en la que alcanzó nombradía, merece el alto grado de brigadier del ejército.

Guerra de la Independencia Hispanoamericana

Véase también: Invasión de la Serna a Jujuy y Salta

Campañas del Alto Perú

Tras haber combatido en la guerra de independencia española contra la ocupación Napoleónica, desde 1815 fue destinado para servir como oficial en el Virreinato del Perú y afectado al teatro de operaciones en el Alto Perú.

Emprendió desde el año 1816 una serie de campañas militares para pacificar distintos territorios altoperuanos ocupados por guerrilleros insurgentes, denominados republiquetas, cada uno de los cuales ejercía una dominación en su zona respondiendo a las Provincias Unidas del Río de la Plata por lo que quedaban fuera del dominio de la monarquía.

En la misma línea procedió más al sur a la ocupación de Jujuy y Salta, intentando avanzar a Tucumán, obstaculizado por la feroz resistencia que le opusieron los gauchos de Güemes en la frontera norte, a pesar de haber derrotado a su comandante en La Puna, el marqués de Yavi, el 15 de noviembre de 1816.

Sus tropas entonces estaban conformadas por más de siete mil soldados organizados en catorce cuerpos de línea repartidos en dos armas, caballería e infantería. Estaban compuestos por los Húsares del Rey, los Dragones de la Unión de Fernando VII, dos batallones de Granaderos de las Imperiales de Alejandro, el batallón de Granaderos de la Guardia y el de Cazadores a Caballo. Contaba para tal invasión con mil caballos frescos sin monta, otras mil mulas y el soporte de una fuerza de artillería de veinte cañones.[cita requerida]

En el año 1817, el virrey Joaquín de la Pezuela encargó a De la Serna la misión de emprender otro avance a Tucumán con los recursos que dispusiera en el Alto Perú para atraer la atención del poderoso ejército que se preparaba en Mendoza para invadir la Capitanía General de Chile. José de La Serna se opuso a esta medida, y llamó la atención de la carencia absoluta de caballería en el ejército, lo que no le permitiría conservar ni sus comunicaciones ni su logística, además de expresar su disconformidad con el fundamento de la campaña por las enormes distancias que separaban el Alto Perú del ejército del general José de San Martín situado en Mendoza. Sin embargo, bajo manifiestos de levantar el estandarte real en Buenos Aires, obedeció la orden, emprendiendo lo mandado por el virrey Pezuela con el resultado infructuoso que le había anticipado.

San Martín en el Perú

Durante el gobierno del virrey Joaquín de la Pezuela, el 8 de septiembre de 1820, desembarca en la bahía de Paracas el general José de San Martín, proveniente del sur, con su Expedición Libertadora, y establece sus cuarteles en la localidad de Pisco, donde contaba con la simpatía de los lugareños patriotas.

El Virrey, en cumplimiento a los dictámenes de España, propicia una reunión con San Martín en Miraflores, donde se reunieron representantes de ambos líderes a partir del 25 de septiembre de 1820. La conferencia fracasó debido a las posiciones antagónicas de los interlocutores: los patriotas pedían que se les reconociese la Independencia, en tanto España pedía el sometimiento al Rey y a la Constitución Liberal de 1812.

Tras el fracaso de las negociaciones, San Martín envía al general Álvarez de Arenales, desde su cuartel general en Pisco, a la Segunda campaña de Arenales a la sierra del Perú, para combatir a los españoles, sumar adeptos y cercar la ciudad de Lima. Fue en este viaje de Arenales cuando dos compañías realistas enteras se pasaron al lado patriota y quedan bajo el mando de Arenales. Este no tuvo mucho éxito en su campaña, y el resultado fue el repliegue de Lima del ejército real del Perú, al mando de José de la Serna, hacía sus cuarteles del Cuzco.

Mando de La Serna en el Perú

Los éxitos patriotas, la inactividad del ejército de Lima, y el proyecto de capitulación de Pezuela ocasionaron que el bando español cuestionase el desempeño del virrey Pezuela, contra quien los jefes españoles dan un ultimátum en Aznapuquio, tras lo cual se encarga la dirección de la guerra al general de mayor graduación, José de la Serna e Hinojosa.

El 29 de enero de 1821, en razón del pronunciamiento de Aznapuquio contra Pezuela, La Serna tomó el mando como capitán general y jefe político superior, lo que fue aprobado por el trienio liberal. Más tarde, La Serna recibiría también la confirmación de su nombramiento de virrey por parte del gobierno absolutista de Fernando VII el 9 de agosto de 1824, tres días después de la batalla de Junín.

El 2 de junio, en la hacienda Punchauca, se reunieron el comisionado por las cortes, el general José de San Martín y el nuevo Capitán General José de la Serna. San Martín pidió el reconocimiento de la Independencia del Perú, y De la Serna la indivisibilidad de la corona española, de modo que la conferencia de Punchauca fracasó.

El 5 de junio de 1821, el capitán general José de la Serna, anunció a los limeños que abandonaba la capital, dejando al entonces general realista José de La Mar con una fuerza que se refugió en el Callao, al amparo de la fortaleza del Real Felipe. Salió de la ciudad con todo su ejército el 6 de julio, para asentar su gobierno en el Cuzco.

El General San Martín entonces entró en Lima el 10 de julio, donde fue recibido con júbilo de sus adeptos y por el recelo de los partidarios españoles. El 15 de julio se firmó el acta de la Independencia del estado peruano en el cabildo de Lima que era presidido por el alcalde Isidro de Cortázar y Abarca.

De la Serna no tuvo mucho tiempo para gobernar sino para combatir. Logró llevar la primera imprenta al Cusco y comenzó a imprimir desde allí el famoso periódico El Depositario, en el cual colaboró por igual el cáustico escritor Gaspar García y Rico. En espera de refuerzos que nunca llegaron al Perú consiguió sostenerse tres años más, permaneciendo aún en la Provincia del Cusco en 1824, y tras sufrir la rebelión y traición del general Pedro Antonio Olañeta fue derrotado y capturado por el general Antonio José de Sucre con su ejército patriota en la Batalla de Ayacucho. La Serna resultó con siete heridas de gravedad en la batalla; y bajo la capitulación de Ayacucho, pudo ser liberado y se le permitió regresar a España.

Vuelta a España

Tras la recuperación de sus heridas embarcó en enero de 1825 desde el puerto de Quilca en la fragata francesa Ernestine y, desembarcando en Burdeos, volvió finalmente a España, donde, superando en los tribunales militares las aclaraciones requeridas por él mismo en relación a su mando en el Perú, el rey Fernando VII reconoció su heroísmo (ante documentos como una felicitación de Bolívar1​) y fue recompensado con honores agradeciéndole con el título de Conde de los Andes. Murió en Cádiz, en julio de 1832, a los 62 años de edad, sin dejar descendencia, rodeado del duelo de camaradas del cuerpo de artillería y de quienes sirvieron con él bajo las banderas realistas.

El jefe de las fuerzas realistas en Ayacucho, había nacido en Jerez de la Frontera en 1770. Tenía una firme formación castrense iniciada en el Real Colegio de Artillería de Segovia. Antes de llegar a América en 1816, ya era mariscal de campo. De las acciones en que le tocó vivir en el Viejo Mundo destacó su campaña en África donde alcanzó distinciones en la defensa de Ceuta. Cuando la invasión napoleónica combatió en Cataluña. Ya en América participó desde 1816 en los más inquietantes momentos en las luchas por la independencia, hasta que fue investido virrey el 29 de enero de 1821, día en que los jefes realistas se revelaron en Aznapuquio deponiendo a Joaquín de la Pezuela. Veinticinco días antes de la batalla de Ayacucho, se le concedió el título de Conde de los Andes.

Nota: Este virrey adoptaría, contra el brigadier Olañeta, la decisión de separar un efectivo de 4,000 hombres para perseguirlo en razón de su resistencia en pro del absolutismo y en contra del liberalismo constitucionalista de La Serna y sus seguidores. Esto distrajo parte de sus fuerzas y que habría de costarle la derrota en Ayacucho. Dice el informe de la secretaría de guerra del libertador: «Si los enemigos después de los graves y trascendentales sucesos del mes de febrero, hubieran marchado sobre el libertador, S.E. se hubiese visto en la dolorosa precisión de cederles el país, porque hubiera sido el colmo de la imprudencia tentar la suerte de las armas… Por una feliz casualidad, las diferencias suscitadas entre el virrey y el general Olañeta paralizaron el curso de los sucesos…» El brigadier Valdés, sobre este mismo asunto, antes de la batalla de Junín escribe a Canterác: «…Si debimos o no atender primero a Bolívar que a Olañeta, es cuestión que sólo el tiempo decidirá el que acertó…«

Fuentes directrices de Virreyes del Perú

Wikipedia

Grabados: Internet

Bibliografía.

Historia General del Perú. Virreinato.- R. P. Rubén Vargas Ugarte S. J.

Ayacucho.- La Libertad de América, 1824. – Editora.- Comisión Mixta de los sesquicentenarios de Junín, Ayacucho y convocatoria al Congreso de Panamá.- Lima 1974.- Salaverry 674; 8. Piso – Lima.- Dammert, Cusman & Tord, Autores y creadores.- Imprenta de S. Valverde S.A. Lima – Perú.

Incas, Virreyes y Presidentes del Perú. Peisa

EL MISTERIO DE LAS LÍNEAS DE NASCA

En la inmensidad de las desérticas pampas

Monito nazca

La primera referencia a dichas figuras pertenece al conquistador Pedro Cieza de León en 1547. Este vio “señales en algunas partes del desierto que circunda Nazca”. Después de que Cieza de León observara “señales” sobre la llanura desértica, el corregidor Luis Monzón quiso darles un sentido y escribió en 1568 que las líneas eran carreteras.

Aunque pueden ser vistas parcialmente desde las colinas próximas, los primeros en distinguirlas fueron pilotos militares y civiles peruanos. En 1932 los arqueólogos Julio César Tello y Toribio Mejía Xesspe realizaron la primera investigación científica sobre las líneas. Tello conjeturaba que se trataba de simples caminos. En 1942 prosigue sus investigaciones el historiador estadounidense John Rowe, quien las considera “centros de adoración”. Este enigma le entusiasmará hasta su muerte en 1969. Su discípulo, el matemático Max Uhle, que dedicó 60 años al estudio de los geoglifos, aventuró la hipótesis de que dichos dibujos tenían un significado esencial, podía tratarse de un gigantesco calendario.

Paul Kosok, antropólogo norteamericano que investigó las líneas de Nazca desde la década de 1930 hasta fines de los 50, determinó mediante la técnica del Carbono-14 su antigüedad en 550 años d. C. y en 1941 propuso la hipótesis que las líneas eran signos calendáricos y astronómicos. Llamó a las líneas “El calendario de mayor escala en el mundo”. Después que regresó a su país en 1949, su compañera la alemana María Reiche siguió sus investigaciones sobre las líneas de Nazca, esta dedicó el resto de su vida al estudio, conservación y difusión de este legado de la cultura Nazca. Kosok y Reiche adelantaron una de las primeras explicaciones dadas sobre las líneas de Nazca, que estas tuvieron como propósito apuntar al sol y a los cuerpos celestes en el lejano horizonte. Henri Stierlin en su libro Nazca. La solución de un enigma arqueológico (1983) plantea que las rectas funcionaban como telares y las figuras tenían un carácter protector. Aunque la hipótesis no ha sido demostrada, la obra es una aproximación sensata al enigma de Nazca.

El primer estudio de campo sistemático sobre estos dibujos se debe, tras cinco temporadas de trabajo de campo, al equipo arqueológico de la Fundación Suiza Liechtenstein para las Investigaciones Arqueológicas en el Exterior, encabezado por los arqueólogos Markus Reindel y Johny Isla Cuadrado desde 1996. Han documentado y excavado más de 650 yacimientos y han conseguido trazar la historia de la cultura que generó estos dibujos, además de darles un sentido científico.

Vistas de cerca, estas líneas se convierten en simples surcos en el suelo. Las características geológicas de la pampa propician que no sea necesario mucho más para obtener un resultado visible. La superficie está compuesta por una capa de guijarros de un color rojizo oscuro causado por la oxidación, que cubre otra de un color amarillento claro. La coincidencia de los motivos de la cerámica nazca con las figuras dibujadas en la llanura ha llevado a los arqueólogos a concluir que las líneas fueron hechas entre 200 y 600 a. C. Los nazcas se limitaron a retirar las piedras superiores siguiendo un trazado que previamente habían señalado con estacas, unidas por cordeles, a partir de un modelo a escala menor y unas dosis de geometría. Las piedras eliminadas eran acumuladas en pequeños túmulos que todavía se conservan. El método de trabajo ha sido completamente reconstruido a partir de las pruebas recogidas por las expediciones arqueológicas.

El aprovisionamiento de agua jugó un importante papel en la región. Las excavaciones han sacado a la luz pequeñas cavidades en los geoglifos en las que se han encontrado ofrendas religiosas de productos agrícolas y animales, sobre todo marinos. Los dibujos formaban un paisaje ritual cuyo fin debió ser propiciar la invocación del agua. Además, se han encontrado estacas, cordeles y ensayos de figuras. De estos elementos tan simples se sirvieron los antiguos pobladores de Nazca para trazar los dibujos. Asimismo, hay que recordar que es una de las zonas más secas del mundo, lo que favorece la conservación de los dibujos.

Una investigación reciente realizada por Nicola Masini y Giuseppe Orefici en Pampa de Atarco, cerca del centro ceremonial de Cahuachi, ha puesto de relieve una relación espacial, funcional y religiosa entre los geoglifos y los templos de Cahuachi. Con la ayuda de técnicas de detección remota satelital, los investigadores italianos han detectado y analizado cinco grupos de geoglifos, cada uno caracterizado por distintos motivos, patrones y funciones. El más importante se caracteriza por motivos serpenteantes o en zigzag con una clara función ceremonial, trapecios y líneas que convergen hacia las pirámides de Cahuachidio

Fuentes principales

National Geographic Magazin

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/lineas-palpa-peru-figuras-guerreros-y-otros-nuevos-geoglifos_12568/10

Wikipedia

https://es.wikipedia.org/wiki/L%C3%ADneas_de_Nazca

Frau Marie Reiche

https://es.wikipedia.org/wiki/Maria_Reich

Nota: El  Congreso de la República del Perú (12 de noviembre de 2013). «Ley 30118, Ley que declara de necesidad pública e interés nacional la restitución del nombre original de la Provincia de Nasca, contenido en el decreto del 25 de junio de 1855.». Consultado el 9 de diciembre de 2017.

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La inesperada fortuna de José Salcedo

Pedro Antonio Fernández de Castro Andrade y Portugal, conde de Lemos

Sobre los hechos de Laycacota

El más importante suceso que le cupo atender a este virrey fuera acaso el relacionado con la sublevación de los comuneros de Laycacota. De los más conspicuos, don José Salcedo.

Por algo la conquista del Perú y los hechos que se produjeron cuando, incorporado a España el vasto Imperio de los Incas, como uno más de sus reinos quiso el destino que siguiera la misma suerte de la metrópoli y de alguna forma aún la sigue; es que no hemos abandonado del todo los influjos de la sangre copiosamente mezclada ni de las costumbres que a diario exponemos y de las cuales somos herederos para bien o para mal.

Acaso mi afición por lo antiguo esté basada en los relatos escuchados con gran expectación, y las consecuentes lecturas de las Tradiciones Peruanas de don Ricardo Palma Soriano, las notas biográficas de Manuel de Mendiburu, los relatos de plazas y calles de Eguiguren y Gálvez, los múltiples relatos de Arequipa y Trujillo y cuanto otro acontecimiento registrado hubo llegado a mis ojos y curiosa remembranza de lo antiguo y tradicional. De allí que ponga énfasis en algunas narraciones.

No he dejado desde mi temprana infancia de estremecerme con los finos relatos de virreyes, pajes, oidores, corregidores, adelantados, conquistadores, alguaciles, curas, vicarios, beatas, tapadas, campaneros, albéitares, alabarderos, brigadieres, maestres de campo, alguaciles, corchetes, gobernadores, licenciados, factores, escribanos… y, tantos otros funcionarios y personajes de la varia gama institucional de la colonia. Naturalmente que, agregadas a las nativas, aquellas costumbres, mucho del mestizaje cultural, formó el hechizo que mantiene viva la llama del interés de quien esto produce y relata. Es pues el Perú vasto escenario del gran teatro del pasado.

Joseph Salcedo

Cuentan las crónicas animadas por la leyenda, que un joven y apuesto capitán andaluz, licenciado de su condición militar y con algunos duros en el bolsillo quiso cambiar su suerte de infante y al gastar aquellos pesos, en un caballo, habría fijado su suerte de caballero y tanteando fortuna se trasladó a las frías punas de Laycacota – Puno, donde otros paisanos por la misma causa deambulaban en busca del mineral que hiciera su felicidad.

José Salcedo, que alcanzaba la edad de veinticinco abriles, en uno de estos andurriales quedó deslumbrado por la belleza de una indiecita quien joven al fin no pasó desapercibida esta situación, pero con el natural recato y timidez propio de su raza, dejó que su corazón abrazara tal sentimiento de a poco.

Hija de indios, notables comarcanos, que tenían en secreto el patrimonio de una caverna en uno de los lados del cerro de Laycacota que, según su anciano padre, habría heredado de sus mayores hábilmente oculto de miradas extrañas. Avisada la madre de las cuitas de su hija, recibió la vista de José Salcedo quien solicitó la mano de aquella niña, que le fue aceptada.

El joven, pletórico de dicha, púsose a trabajar luego de los festivos esponsales para levantar su nuevo hogar y dar comienzo a su nuevo estado, sin sospechar la fortuna que le aguardaba por este enlace. La ahora suegra al ver el empeño y medir la conducta del yerno quien cumplía con sus contribuciones al rey y a la iglesia, trabajando de sol a sol, conducta del todo aceptable, decidió confiarle la dote que tenía reservada para su hija y una mañana le llevó a la tapada entrada de la oculta mina y mostrándole dio a saber que era la dote que le pertenecía por haberse casado con su hija.

Pronto, el ahora magnate ex capitán, se mostró con visibles muestras de riqueza y es el caso que cuando andaluces, castellanos, gallegos o vascongados, que eran los más en aquellos altos páramos iban a buscarlo en socorro, Salcedo les permitía explotar la mina por unos días hasta que los agradecidos y satisfechos amigos fueron haciéndose sus incondicionales. Tal es la suerte que, puesto a prueba en estas condiciones, Salcedo también escuchó de los halagos y sintió despertar el sentimiento de codicia, dándose cuenta de su poder que estaba muy por encima del gobernador y autoridades provinciales, que, finalmente, no le pareció imposible legarse a Lima en algún momento y tomarse el cargo del virrey. Pero la envidia es factor imposible de controlar y surgieron algunas disputas de las cuales Salcedo quedaba vencedor de probada ventaja.

Puesto en conocimiento el virrey, se decidió enviar un comisionado con tropa para poner fin a estos desmanes, pero aquella partida fue derrotada y muerto el comisionado. Era necesario, entonces, consultar con la metrópoli.

Yo, el Rey

La muerte del conde de Santisteban y el incremento de los disturbios de Laycacota hizo que la Reina Mariana de Neubourg, regente de España por su menor hijo don Carlos II, nombrara virrey del Perú a don Pedro Antonio Fernández de Castro, Andrade y Portugal, X conde de Lemos con el propósito de atender aquellos disturbios allende los mares.

Estaba casado el señor virrey con doña Ana de Borja, prima suya, por ser ambos descendientes del Papa Alejandro VI, y, por consiguiente, de San Francisco de Borja. Nombrado virrey del Perú a fines de 1666, estaba autorizado por real cédula a dejar el gobierno a su esposa, en el previsto caso que tuviera que ausentarse de la capital del virreinato.

Embarcó en uno de los galeones que mandaba el príncipe de Monte Sancho y zarpó de Cádiz, en compañía de su esposa, el 3 de marzo de 1667 por la vía de Portobello y Panamá y llegó a Lima el 21 de noviembre del mismo año. Recibió el mando de la Audiencia que presidía el licenciado Iturrizana. En junio embarcó para el sur dejando, como estaba previsto, el gobierno a su mujer, en uso de la citada real cédula, por lo que la Real Audiencia no hizo objeción alguna.

Es hecho sabido, por sus resultados, que doña Ana gobernó el Perú durante 18 meses, que fue lo que tardó el conde en su expedición y se dice que lo hizo con firmeza y tino lo que le valió respeto y admiración. La 4ª cuadra del jirón Huallaga lleva el antiguo nombre de La Virreina.

Desembarcado el virrey en Arica, emprendió rumbo hacia Paucarcolla a contener los disturbios de Laycacota, que asumían ya formas de completa rebelión. Hízolo con la energía propia de su juventud. Mientras marchaba a su incierto destino, muy cerca ya, el sinuoso camino que serpenteaba estaba embaldosado de plata, claro aviso del poder de Salcedo que ya lo anunciaba pero que el conde de Lemos despreciaba en silencio, mientras su pequeña corte escoltada por una partida de caballería y una columna de alabarderos, insignificante para semejante propósito, avanzaba sobre esos argentíferos ladrillos.

Llegada que fue la regia comitiva a la Plaza mayor, Salcedo acompañado de una elegante corte invitó al novísimo virrey del Perú a tomar sitio bajo palio. El conde por toda respuesta, sin tiempo que perder, mandó leer al escribano las acusaciones y cargos, el grado de culpabilidad y después de breves días la esperada sentencia, para asombro de propios y extraños, fue aceptada por Salcedo, dado que de haberlo querido el rebelde hubiese acabado con virrey y pajes de un solo golpe. Es claro que la persuasión, los cargos fundamentados y el valor del conde de Lemos, en evidente desventaja, obraron estos inesperados resultados. En el fondo, Salcedo era un hombre bueno y cristiano, que perdió la cabeza por los halagos y su inmensa fortuna. Lemos le venció.

En este punto no me fue posible encontrar mayor información en la Sala de Investigaciones Bibliográficas de la Biblioteca Nacional de Lima, informándome que el asunto pertinente estaba en Chile donde junto con un valioso acerbo había sido llevado como botín de guerra.

Viaje en busca de información

Entonces hice maletas y volé a Santiago del Nuevo Extremo para conocer esta valiosa parte del caso Salcedo. Ya en Santiago de Chile fui muy bien atendido conforme lo he narrado en este mismo blog. (La Biblioteca de Lima. La protesta de un bibliotecario).

La sentencia

Don Pedro Antonio Fernández de Castro Andrade y Portugal, abrió causa e hizo ejecutar a 42 de los principales rebeldes, incluyendo a su caudillo el maestre de campo don José Salcedo; condenó a 72 más en rebeldía e hizo arrasar y asolar la población de Laycacota que tenía más de 3,000 casas y fundó en su lugar y como capital de la provincia de Paucarcolla la villa de San Carlos, hoy ciudad de Puno, capital del departamento y diócesis del mismo nombre.

Completada su obra de pacificación visitó la provincia de Chucuito, se detuvo en el santuario de Copacabana, pasó luego al Cusco de donde regresó a Lima, reasumiendo el gobierno en 1669 como XIX virrey del Perú.

El gobierno del conde Lemos llevó el timbre y voluntad del regio funcionario: adicto a lo religioso, impuso en todos los aspectos de su vida pía influyente destino en los gobernados; escuchaba misa dos veces al día, rezaba el oficio parbo además del ordinario, barría la iglesia de los Desamparados del cual fue el fundador; visitaba a los enfermos a quienes daba de comer de rodillas y dejaba magníficos regalos.

Impuso la obligación de que, al toque de oración al momento de levantarse el cáliz en la misa mayor de la catedral, el pueblo se arrodillara. Instituyó la exposición del Santísimo en una de las iglesias de Lima. Fundó el hospital de los betlemitas, de los padres barbones, orden instaurada por el padre Betancourt en Guatemala. Mandó levantar la magnífica fábrica de la iglesia y convento de San Francisco de Cajamarca, una pieza de notable factura arquitectónica.

Biografía

D. Pedro Antonio Fernández Castro Andrade y Portugal (* Madrid, 1632 – † Lima, 1672); X conde de Lemos, VII Marqués de Sarria, VIII conde de Andrade, IX conde de Villalba, III Duque de Taurisano y XIX virrey del Perú de 1667 a 1672. Administrador y político español nacido en Madrid en 1632, fue educado para la guerra, siendo favorito de la corte cuando el rey Carlos II lo nombró virrey de Perú en 1666.

El 9 de noviembre de 1667 llegó al puerto del Callao e hizo su entrada en Lima tomando posesión de su cargo el 21 de noviembre como nuevo virrey del Perú.

Fue famoso en ese período al ser justiciero e inflexible, se preocupó por la pureza de prácticas religiosas. Dio impulso a la construcción de edificaciones en Lima y fundó algunas instituciones públicas en Lima, como un Hospital para indios convalecientes y un hospicio para mujeres arrepentidas: la Casa de las Amparadas.

A principios de los 1670s las noticias que llegaron a Lima sobre el tristemente famoso corsario inglés Henry Morgan, quien había tomado Chagres, capturado y saqueado la ciudad de Panamá, motivaron a que el virrey Fernández de Castro enviara una expedición de 18 barcos y casi 3 000 soldados, pero su llegada a Panamá fue demasiado tarde, Morgan ya había abandonado la ciudad.

Su fe católica

Fernández de Castro fue un católico muy devoto y cercano a los Jesuitas, uno de los cuales, el Venerable Francisco del Castillo fue su padre confesor. Ayudó no solo económicamente, sino que laboró durante la construcción de la Iglesia de Los Desamparados, cerca al puente en el río Rímac, en Lima. También colaboró en la fundación de la Casa de Amparadas para prostitutas arrepentidas colaborando con el Venerable padre Francisco del Castillo.

El conde y su esposa, la condesa Ana Francisca de Borja y Doria, también fueron importantes auspiciadores de la canonización de santa Rosa de Lima, tanto en la Corte en España y por esa intermediación a la Santa Sede. El 12 de febrero de 1668 Rosa fue beatificada, con una celebración oficial que se llevó a cabo el 15 de abril de ese año en la Basílica de San Pedro, la comunicación oficial llegó a Lima el 18 de enero de 1669. El conde y la condesa recibieron, el 15 de junio de 1670, en el puerto de Callao la escultura de la Beata y posteriormente la de Santa Rosa de Lima enviada desde la Ciudad del Vaticano, obra del escultor Melchor Caffa.

Con ocasión de su beatificación, su féretro de madera fue reemplazado por uno de plata, costeado por la condesa. Por requerimiento de la regente española Mariana de Austria, el 11 de agosto de 1670, Rosa fue nombrada Patrona de las posesiones españolas en América y Filipinas. Fue canonizada el 12 de abril de 1671 por el Papa Clemente X. Rosa fue la primera nacida en América en ser consagrada como santa católica.

Durante su gobierno se produjo un hecho prodigioso al intentar borrar la imagen del Señor de los Milagros, por lo cual mandó edificar una ermita, además, encargó a Manuel de Escobar y Fray Diego Maroto el refuerzo de las bases del mural y lo subió a una altura mayor. El 14 de septiembre de 1671 se ofició la primera misa ante las altas autoridades eclesiásticas y civiles, fecha que coincide con el día de La Exaltación de la Cruz, comenzándose a difundir el culto y a llegar de diferentes lugares numerosos fieles, comenzándolo a llamar al crucificado Santo Cristo de los Milagros, o de Las Maravillas.

Matrimonio y descendencia

El 20 de julio de 1664, contrajo matrimonio, con su prima en cuarto grado Ana Francisca de Borja y Doria.

Hijos:

María Alberta Fernández de Castro Portugal Borja (1665-1706), casó con Manuel López de Zúñiga y Sarmiento de Silva, X duque de Béjar, marqués de Gibraleón, XIII conde de Belalcázar.

Gines Miguel Francisco Fernández Ruiz de Castro Portugal Borja, XI conde de Lemos, nacido el 16 de octubre de 1666, casó: en primeras nupcias con Catalina Lorenza de Mendoza y Silva Haro y Aragón, en segundas nupcias con María Ana de la Piedad Osorio y Guzmán y en terceras nupcias con María Josefa de Zúñiga Sotomayor y Castro.

Salvador Francisco Fernández Ruiz de Castro Portugal Borja (1668-1694), casó con Francisca de Paula Centurión de Córdoba Mendoza y Carrillo de Albornoz, IV marquesa de Armunia. Sus descendientes en Perú: Diego Vega Castro-Sayan (n. 1978) y Macarena Vega Castro-Sayan (n. 1980).

Rosa Francisca Fernández de Castro Portugal Borja 1669.

Lucrecia Fernández de Castro Portugal Borja 1670.

Francisco Ignacio Fernández de Castro Portugal Borja 1672-1692.

Muerte

Falleció en Lima, el 6 de diciembre de 1672. Su cuerpo fue sepultado en la Iglesia de Nuestra Señora de Desamparados siendo su corazón depositado a los pies de la imagen de Nuestra Señora de los Desamparados, en la Iglesia que ayudó a construir. Cuando la antigua Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados, detrás de Palacio de Gobierno, fue demolida en 1938, el corazón del conde de Lemos fue llevado a la Iglesia de San Pedro y puesto en un nicho entre los altares de San Francisco de Borja y San Luis Gonzaga. El resto de su cuerpo fue trasladado a su ciudad natal.

Fuentes:

Wikipedia

Ricardo Palma, Tradiciones Peruanas

Siabala, Harun al_Rashid, Virreyes del Perú

Un Catalán Como Pocos

Con afecto a mis amigos catalanes, en las personas de dos dilectos, Miquel González y Miquel Ferrer

Firme el bastón de mando, al margen de sus devaneos

Manuel de Amat y Junyent Planella Aymerich y Santa Pau (en catalán Manuel D’Amat i de Junyent), marqués de Castellbell (1704-1782)

Crónica del Trigésimo primer virrey del Perú

Casa Borbón

Retorno a España

Barcelona, viernes 15 de marzo de 1776, en horas de la mañana. Una calesa tirada de un caballo, se acerca a la Rambla, transporta a su excelencia el marqués de Castellbell, distinguido con la Orden de San Jenaro por su majestad Calos III, viene directo del muelle de Barcelona, en su condición de cesado como gobernador virreinal del Perú. Dueño de cuantiosa fortuna, por lo cual pidió de muto propio se le abriera juicio adelantado de residencia, institución colonial de suyo temida por los ex virreyes, asunto del que salió bien librado pese a los cuestionamientos que obraban de autos que lo colocaban en condición de autoría de negocios ocultos, en consecuencia, quedó apto para hacer uso de aquella fortuna.

Rumbo a su residencia, observa en su marcha los mercadillos o ferias que se suceden inmediatos al muelle y lo florido del camino. Es su deseo descansar de las fatigas del largo viaje en galera, en su bella y flamante finca recientemente adquirida. Así pues, por el hermoso y florido sendero llit de flors y rumorosos álamos discurre el carruaje que lleva a nuestro distinguido ex virrey del Perú hasta las gradas de la bella mansión en la Rambla, por entonces ya barrio de gente distinguida, donde es recibido por la servidumbre.

El mayordomo le conduce al interior de la sobria morada y el dueño saluda y agradece a unos pocos sirvientes con notorio desenfado y alegría en català, hacía mucho que no lo había hablado, fa temps no tenia amb qui parlar català. Que va hombre, en palacio de Los Reyes o Lima, oficiales y servidumbre palaciega no lo hablaban, pero fiel a la ordenanza producía su correspondencia y despacho en castellano cortesano.

De su persona
Era su excelencia de talla mediana, corpachón de contextura, firmeza en el porte y en el hablar, pero esos 72 años cumplidos le habían agregado una severa gota en la pierna derecha, que le daba un visible dejo al caminar; se caracterizaba además de vestir con elegante sobriedad, frugalidad en los alimentos y moderación en el beber. Al margen del rigor de estos detalles personales gastaba un carácter a toda prueba y una tenacidad que le habían hecho célebre en ocasiones difíciles. Era Caballero de la Orden de Malta y como tal, por esa membresía, su voz era escuchada cuando de zanjar dificultades había de arbitrar. Recientemente y por sus servicios a la Corona había sido distinguido con el collar de la Orden de San Jenaro, por Carlos III.

De su biografía
Nació en 1704 en Vacarisses (Barcelona) a los pies de la montaña de Montserrat. Hijo segundo de Josep de Amat i de Planella, primer marqués de Castellbell. Manuel recibió esmerada educación. Estudió en Valencia y Barcelona en el colegio de Cordelles de los jesuitas como ya había hecho su padre. Hizo carrera militar. Participó en algún episodio en la Guerra de Sucesión Española. En 1721 ingresó en la Orden Militar de San Juan de Jerusalén, marchando a la isla de Malta y participando en la campaña de África, de 1724 a 1727. Volvió a Madrid y acabaría insertando en la Compañía de Granaderos Reales recién creada.

Luchó en Italia en la Guerra de Sucesión Polaca, ayudando al infante Don Carlos (futuro Carlos III, (llamado el Político o el Mejor Alcalde de Madrid) en la conquista de Nápoles, por lo que el monarca le tomó aprecio y confianza. Sobresalió en la batalla de Bitonto y en el asedio de Gaeta. Volvió a España en 1741. Sería nombrado Coronal en el Regimiento de Dragones de Batavia. Vivió varios años en Mallorca hasta su nombramiento como gobernador y capitán general de Chile.

Amat pasaría más de 20 años en América al servicio de la Corona española, de 1755 a 1776. En Chile construyó varias fortificaciones y replanteó la política de relaciones con los mapuches. Sería nombrado teniente general y virrey del Perú en 1761. En este territorio, restauró las murallas del Callao, fortificando las defensas del puerto. Llevó a cabo expediciones militares triunfales, supo explotar adecuadamente las minas de Plata del Potosí y potenciar nuevos centros mineros. Racionalizó las distintas etnias del Perú precisando su diversa tipología y promovió ampliamente la cultura, creando la cátedra de matemáticas en la Universidad de San Marcos de Lima.

Aficionado al diseño y planificación arquitectónica
Su gran labor se desarrolló en el campo de la arquitectura. Reconstruyó la ciudad de Lima con aportes urbanísticos trascendentales para el futuro de la ciudad italianizando Lima lo que se denota en lo que hoy se conoce como el Paseo de las Aguas, la antigua Navona. Construyó la plaza de toros de Acho, que se inauguró como coso taurino en 1766, la Iglesia de las Nazarenas y la capilla de San Martín de Porres en el convento de Santo Domingo, auténticas joyas artísticas.

Severo y tenaz en el cumplimiento del deber que se imponía para sí, lo ejercía sobre sus gobernados en cabeza de sus funcionarios. Tenacidad con la que puso orden en la administración y recaudo de fuertes caudales para remesar a la Corona y, además de escrupuloso en los gastos, era acertado en la construcción de la obra pública que emprendió en Lima, algunas de ellas movido por sus celosos amoríos nada ocultos, con una actriz de teatro que le llenó la cabeza para sucumbir a sus caprichos.

En más de una ocasión, en su condición de amante de una joven mujer, actriz limeña de suyo engreída por la popularidad cuando no veleidad, 44 años más joven, doña María Micaela Villegas y Hurtado de Mendoza, a quien llamaba con el cariñoso hipocorístico de miquita, en momentos de paz e idilio o de furioso Perricholi en los de acalorados celos, que eran los más.

Remembranza
Mas tarde y al borde del ocaso barcelonés, sale a contemplarlo desde la terraza de la alcoba principal. El ex funcionario real, ya anciano y también en el ocaso de su vida, no tarda en meditar, pues le bullen los recuerdos para lo cual se acomoda en un amplio sillón y da rienda suelta a sus recuerdos.

En los quince últimos años que le tocó en suerte atender el gobierno del lejano Perú, joya archipreciada de los dominios de España en América meridional, acontecieron sucesos notables y logró exitosa obra civil, política, militar y en lo económico muy a gusto de la Corona. Pero, ese sempiterno, pero, en lo personal le resultaba sensible y delicado.

Aquí me parce interesante para el lector ávido de información, introducir alguna disquisición histórica que viene el caso respecto de los cambios que se dieron en el vasto Virreinato del Perú, al pasar de los Habsburgos a los Borbones el Reino de España.

Veamos:

Lima, al empezar el siglo XVIII, había dejado un tanto la sobriedad y rigor que observó bajo el imperio de los Austrias menores, de la casa Habsburgo. Con la muerte en 1700 del último monarca de la casa austriaca don Carlos II, que no había tenido hijos, a quien el pueblo español, hábil e ingenioso en calzar apodos a sus monarcas, le bautizo como el Hechizado; urgido por la coyuntura sucesoria y escuchando o no diversas razones tuvo, sin remedio, que abdicar al trono testando en su lecho de muerte en favor de Felipe de Borbón, duque de Anjou, nació en Versalles. Era nieto del rey francés Luis XIV y como tal, por complejos vínculos familiares tomó el cetro y Corona de España como Felipe V, el Animoso, con ello y por causa de ello, sobrevino la calamidad de una guerra generalizada en Europa la Guerra de Sucesión Española, también mal llamada Guerra de los Siete Años, pues hubo de durar muchos más, dejando sentir sus efluvios en lejanas colonias de ultramar, de ellas el Perú.

Entonces, dada la reñida sucesión al impulso afrancesado de los Borbones, en la persona de sus nuevos administradores virreinales, comparativamente tolerantes y dados al cultivo de las artes y las ciencias, trajeron un nuevo orden de cosas al Perú en particular a Lima. El virrey, catalán de nacimiento, había observado y estudiado en Barcelona, especialmente, la obra civil y eclesiástica en la gran cuna de celebrados alarifes y arquitectos, capaces de levantar catedrales, bellos paseos y parques que habían de perdurar en los siglos y, paralelo a su carrera militar, gozaba fama de planificador y diseñador de muy buen gusto, afición que puso en acción tanto en la capitanía general de Chile y luego frente al gobierno virreinal del Perú.

Un teatrín del barrio del Prado
En 1776, seis meses de llegado, don Manuel de Amat y Junyent, marqués de Castellbell, trigésimo primer Virrey del Perú, a la ciudad de Los Reyes, tomada razón tanto de los asuntos ofíciales dejados por su antecesor, en vía de ajustes de todo orden con la Real Audiencia, que presidia, cuanto, con sus contactos eclesiásticos, corporaciones y demás aparato virreinal, dirigió curioso su mirada a un género de personal interés poco frecuente en persona de tan elevado cargo.

Fue su afición al teatro, la tertulia y las que de pronto despertaron el muy subido empeño de conocer más de cerca los encantos agraciados e histriónicos de una joven actriz limeña quien las ofrecía a selectos personajes, en una casa del barrio del Prado acondicionado como teatrín, aledaña al templo del Prado del que le venía el nombre ubicado en los Barrios Altos, entonces y ahora lugar histórico y de leyendas que se extiende al NE de Lima. Allí acudió y pronto quedó cautivado por la gracia de doña María Micaela Villegas y Hurtado de Mendoza, reputada la mejor actriz por estos lares del Perú.

Soltero empedernido, las citas amorosas se hicieron frecuentes con motivo de las actuaciones teatrales a las que puntualmente acudía el virrey hasta que prendió la chispa del romance que pasó de discreto a popular, nada ajeno para la actriz, quien se traía lo suyo y lo fomentaba. Para una Lima casquivana y beata, el asunto era tema del día.

Entonces, el rumor se hizo voz y afloraron las sordas censuras eclesiásticas y aquellas otras de personajes de la rancia sociedad aristócrata, reparos que muy pronto se estrellaron contra el pétreo carácter del virrey, soltero al fin, quien frente a esos molestos asuntos, haciendo causa de estado abrió campaña en favor de esos amoríos y mando construir a ese propósito el Paseo de Aguas, frente a la casa particular de la Perricholi y más tarde, usando de sus innata habilidad de diseñador y proyectista, mandar levantar los planos de la mansión que regaló, de su peculio, a su envidiada amante, casa de un barroquismo catalán que hasta ahora se levanta en la antigua calle Presa, en el Rímac que el vulgo bautizó como la Casa de la Perricholi o Quinta Presa.

Expulsión de los Jesuitas
En este punto, pidiendo al lector las dispensas del caso, debo auto citarme, glosando mi popular ensayo AD Majorem Dei Gloriam inserto en mi Blog Harun al Rashid, en puntual extremo, que acreditan cómo el virrey catalán gestionó, con marcada puntualidad y celo, las ordenanzas secretas de Madrid:

[…]” Pero era claro que las reales disposiciones tenidas por secretas, compulsivas y precisas, despachadas con toda anticipación desde el palacio real de El Prado al virrey del Perú y reenviadas a todas las gobernaciones del vasto virreinato habían sido, en algún tramo, conocidas por estos religiosos. El trigésimo primer virrey del Perú, don Manuel Amat y Juniet (1761-1776) estaba al mando en ocasión de estos sucesos.

Anciano y gotoso cuando no enamoradizo, el catalán renegaba de los deslices de su amante Micaela Villegas, La Perricholi, pero estaba en inteligencia con Madrid en asuntos de esta expulsión que la tenía por secreta y sobre la que se había asegurado que así lo fuera. ” […]

Obras civiles, eclesiásticas, políticas y militares
Nombrado virrey del Perú y presidente de la Real Audiencia de Lima en 1761, sucediendo a José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, que había gobernado desde 1745 Amat llegó a la Ciudad de los Reyes el 12 de octubre de 1761 y tomó posesión del cargo en diciembre del mismo año.

En su gobierno tuvo lugar, como tenemos dicho, la Guerra de Sucesión Española entre España e Inglaterra; por ello Amat dispuso medidas de seguridad para asegurar la defensa de los litorales chileno y peruano, para proteger las zonas costeras y los puertos de Chiloé, Concepción, Valdivia, Valparaíso, las islas Juan Fernández; Lima, el Callao y Guayaquil. Los planes de fortificación comprendían la construcción de castillos, refuerzo de murallas, construcción de cuarteles, dotación de piezas de artillería, depósitos de pólvora. Además, creó nuevos cuerpos del ejército, entre ellos la Compañía de Dragones en la Capitanía de Chile.

Dispuso levantar la relación tipológica de la población con enumeración y descripción de diferentes grupos étnicos de América del Sur. En lo eclesiástico, apoyó la división y jurisdicciones eclesiásticas en el vasto territorio de la jurisdicción del Virreinato del Perú, actualmente las repúblicas de Bolivia, Chile y Perú; arquidiócesis, diócesis, provincias, repartos, parroquias con las respectivas asignaciones, ingresos y vías para su financiación.

Durante su período de gobierno al frente del Virreinato del Perú que sumaron quince años realizó importantes obras civiles y eclesiásticas en Lima, a saber: la Alameda de Acho (1773), la reconstrucción del paseo de la Alameda de los Descalzos, la Plaza de Acho la más antigua es importante de toda la América taurina además de ser la tercera en antigüedad en el mundo, la Quinta Presa, la dotación de artillería y mejoras de la fortaleza del Real Felipe, la elevada torre de la Iglesia de Santo Domingo y el Paseo de Aguas en el actual distrito del Rímac, como tenemos narrado en honor a su amante la actriz limeña Micaela Villegas, bautizada por el virrey como La Perricholi y la soberbia mansión de la antigua calle Presa, llamada por ello Quinta Presa casa señorial del jirón Trujillo.

Casa de Presa

Resumen cronológico de su obra civil y de los sucesos que se dieron lugar
• Con motivo de la declaratoria de guerra de España a Inglaterra, en 1762, formó un poderoso ejército en el Perú. El más grande y poderoso como nunca lo había tenido hasta entonces.

• El 23 de noviembre de 1762 hizo su entrada a Lima el XV arzobispo, don Diego Antonio de Parada, promovido del obispado de La Paz.

• La madrugada del 8 de septiembre de 1767, este gobernante del Perú que lo sería por tres lustros marca como hecho más connotado el extrañamiento del virreinato de la Compañía de Jesús, acto inicuo que traería consecuencias.
• Dividió la ciudad de Lima en barrios, con un alcalde nombrado para cada uno de esos.

Acho

• En 1768 estrenó la Plaza Firme de toros del Otero de Acho, obra que construyó don Agustín Hipólito de Landauru. Co lo que cesaron la corrida de toros en la Plaza Mayor.

• En 1. de julio de 1769 se incorporó a la Corona la renta de correos por lo que su asentista, don Fermín de Carvajal, conde del Puerto y del Castillejo, con el título de duque de San Carlos, grande de España, correo mayor de las Indias, fue indemnizado con 14 000 pesos anuales de renta, pagaderos de los productos del correo.

• En 1770 se erigió el que sería famoso Convictorio de San Carlos, en el local que había servido de noviciado a los padres jesuitas, extrañados del país, incorporándose en él los colegios de San Martín y de San Felipe, que lo habían sido también de aquella defenestrada Orden.

• En 1771 se abrió el primer café de Lima, en la calle de Santo Domingo.

• Se dio posesión del oratorio de San Felipe Neri del colegio máximo de San Pablo y de su suntuoso templo, que tomó desde entonces el nombre de San Pedro.

• El 30 de julio de 1771, pasó revista al espléndido regimiento de caballería formado por la nobleza de Lima, del que era coronel honorario.

• Ese año se fundó la ciudad de Pasco.

• En 1772 se descubrió el rico mineral de Hualgayoc y se inauguraron las dos columnas principales del Paseo de Aguas, que no llegó a terminar, pues tenía en mente que compitiera con los juegos de aguas de Saint Cloud y de la Granja.

• Se allanó el cerro que obstruía el camino a Lurigancho, cuyo sitio se conoce como Piedra Liza.

• Se estableció en Lima la Real Aduana, en la calle que se llamó Aduana, de grata recordación para quien escribe estas líneas.

Torreón del rey

• En 1774 se concluyó la fábrica de los dos torreones, casamatas y cuarteles de la fortaleza del Real Felipe en el Callao.

Amat entregó el mando a su sucesor don Manuel de Gurior, quien del virreinato de Santa Fe había sido promovido al del Perú el 17 de julio de 1776. Hizo obsequio de su residencia en el Rincón, a su mayordomo don Jaime Palmer y embarcó para España el 4 de diciembre. Consecuencia del habitual juicio de residencia derivaron serios reparos en el gobierno de Amat, conforme hemos apuntado.

Es famosa en el recuerdo de este virrey su favorita, la actriz limeña Micaela Villegas, a quien llamaba Perricholi, según algunos investigadores, natural de Huánuco quien llegó a dominar la voluntad del sexagenario gobernante, templando con su bondad el duro carácter que lo caracterizaba. Para ella construyó el palacio de la esquina de la Alameda, que ahora ocupa, desafortunadamente, una cervecería. Dejó un hijo natural llamado Manuel de Amat i Villegas.

Tomado conocimiento de los descubrimientos de James Cook en la Polinesia, organizó tres expediciones a las Islas de la Sociedad, patrocinó la construcción de la nueva Iglesia de Las Nazarenas, la misma que inauguró en enero de 1771.

Su gobierno fue favorable a la Corona en cuanto aumentó considerablemente las remesas periódicas a Madrid.

Real Orden de San Jenaro

En 1773 fue condecorado por el rey Carlos III con la Orden de San Jenaro, santo patrón de la ciudad italiana de Nápoles donde había prestado servicios y admirado y comprendido el arte en general.

En 1776 fue cesado como Virrey del Perú y dejó el mando a su sucesor don Manuel de Guirior y embarco para Cataluña y desembarcó en el puerto y Capital, Barcelona.

Falleció en 1782, en su mansión barcelonesa, que tomó el nombre de Palacio de la Virreina, en catalán, Palau de la Virreina un palacio urbano situado en la Rambla, en la ciudad de Barcelona. El edificio constituye uno de los mejores exponentes de la arquitectura civil de estilo barroco de Cataluña. Las dependencias y el patio del palacio constituyen la sede del área de cultura del Ayuntamiento de Barcelona. Pues bien, fue ordenada por nuestro biografiado desde Lima destinado para su residencia en su natal Cataluña. En 1776, el marqués de Castellbell, volvió a Barcelona con una gran fortuna, tras cesar en su cargo como virrey del Perú, que había desempeñado desde 1761.

Palau de la Virreina, Barcelona

Como muestra de su riqueza habitó este suntuoso palacio mezcla de decoración barroca y rococó edificado entre 1772 y 1778 y, tras la muerte de Amat, fue ocupado por su viuda, Maria Francesca de Fiveller y de Bru, por lo que se le conoce como Palacio de la Virreina. Los planos ya existían en el año 1770, pero no se conoce con certeza quien los diseñó, siendo atribuidos a Josep Ausich. Las obras fueron dirigidas por el arquitecto y escultor Carles Grau (1717-1798). También intervino el escultor Francesc Serra, que murió en la obra como lo registran los libros de historia.

Es muy posible que el mismo virrey, desde el Perú, diera detalladas instrucciones para su construcción y posiblemente decidió de una manera personal el estilo de la fachada, fábrica de piedra procedente de las canteras de Montjuïc y de Santanyí.

Fallecimiento, sepelio y herederos
Su vida de casado no duró muchos años, pues el 14 de febrero de 1782, murió don Manuel Amat en Barcelona. Fue enterrado el día 16 en el convento de San Francisco de la calle Ample.

Ceremonia de su sepultura
[…]Día 16 de febrero de 1782 se entierra en la iglesia de Sant Francesc el cadáver del Exmo. Sr. Don Manuel Amat, mi tío, habiendo sido la madrugada lluviosa y llenos o sucios de barro los calles por los que ha pasado la procesión de dicho entierro, a saber:

[…] “Porta Ferrissa, calle de les Boters, Plaza Nueva, calle de la Sede, Regomir, hasta el carrer Ample. […] La tropa en notable disminución, por ser la más destinada a Ladrillo, Gibraltar, etc. La poca infantería se componía de suizos, y la caballería un escuadrón del regimentó del reí iba la música con el tamborilero a caballo, tocando los timbales …” […]

Herederos instituidos
Como herederos dejó a su cónyuge Maria Francesca de Fiveller y de Bru, además de dinero el palacio donde residió la viuda hasta 1791, por ello se le conoce como el Palacio de la Virreina; su sobrino Antonio Amat y Rocabertí heredó el título; su hijo Manuel Amat y León, que tuvo con la condesa de Castilla, doña Josefa de León heredó gran cantidad de dinero, tierras y joyas. El cuanto el presunto heredero peruano Manuel Amat y Villegas, hijo que tuvo con Micaela Villegas, La Perricholi, viajó a la Península para reclamar su parte de la herencia, pero debido a su condición de ilegitimidad regresó sin lograrlo a Lima.

Sería uno de los firmantes del Acta de la Independencia del Perú.

Fuerte de San Felipe, Callao. Explanada con vista al torreón del rey

Fuentes

Wikipedia

https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_de_Amat_y_Junyent#Virrey_del_Perú

La Perricholi

https://es.wikipedia.org/wiki/La_Perricholi

Ricardo Palma

https://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Palma

Virreyes del Perú

https://es.wikipedia.org/wiki/Virrey_del_Perú

Archivo Siabala
Virreyes del Perú (En reedición vía WordPress)

https://lsiabala-almanzur.blogspot.com/2006/12/virreyes-del-per.html

Virreyes catalanes en América
http://www.diputaciondelagrandezaytitulosdelreino.es/wp-content/uploads/2013/01/VirreyesCatalanesAmerica_web.pdf

Harun al¬_Rashid
AD Majorem Dei Gloriam

https://wordpress.com/block-editor/post/lsiabala.wordpress.com/335

Grabados

INTERNET, libre disposición

El Sol del Perú, joya del Palacio de Miraflores en Caracas

A los señores Jorge Bejar Aybar y Guillermo Guaina Meneses

Gran salón Ayacucho, también Oro del Perú

Notas sobre un obsequio de oro puro en pasta

Los detalles que aquí consigno fueron tomados de la información que se nos ofreció en la visita a Palacio de Miraflores en abril de 1974. Tanto el peso en oro puro como los datos precisos de su envío a Venezuela son materia de investigación que estoy efectuando en el Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores del Peru, suspendido por las restricciones sanitarias de la pandemia (2021).

Un hecho histórico, poco documentado inédito con toda seguridad para peruanos y venezolanos, cuyo valor intrínseco e histórico se muestra en uno de los amplios y suntuosos salones del Palacio de Miraflores, sede del gobierno de Venezuela.

Palacio de Miraflores

En abril de 1974 llegué a la ciudad de Caracas. Formaba parte de la comitiva de graduados en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Federico Villarreal de Lima, portadora de una alfombra de fina artesanía ayacuchana mandada tejer especialmente para obsequiarla al presidente de Venezuela, ciudadano Carlos Andrés Pérez, quien había aceptado ser padrino de aquella promoción. Yo no pertenecía a ella, pero la integraba por invitación del catedrático jefe de la delegación.

El alojamiento tuvo lugar en un hotel de la Av. Urdaneta, precisamente al frente del Palacio de Miraflores, sede del gobierno. La mañana siguiente al arribo y atendiendo la agenda, pasamos al palacio y fuimos recibidos por el edecán del mandatario quien era portador de las disculpas del presidente para recibir en audiencia a la delegación ese día. No se había ajustado con oportunidad este punto en agenda y no fue posible la entrevista.

Pero se nos dijo que quedábamos invitados a un recorrido por los amplios y antiguos recintos de aquella casa, que se hizo efectivo con el coronel que actuó de cicerone durante el recorrido y la aplicación con claro dominio los detalles materiales e históricos de la mansión en cada uno de sus amplios recintos.

El palacio de Miraflores, fue levantado por disposición del general Joaquín Crespo (1841-1898) como residencia y posteriormente fue destinado para sede gubernamental y tiene marcados los hitos históricos de sus moradores y aquellos agregados, ornatos, jardines, salas, y otras valiosas adquisiciones que le fueron agregando. Por ejemplo, resulta admirable el suntuoso gran comedor de gala donde el presidente, general Juan Vicente Gómez (1857-1936) ofrecía banquetes de lujo a distinguidos visitante y huéspedes. Muebles y jarrones de la más preciada factura italiana, cristalería de Sevres, oleos de marcada belleza lo decoran. Este histórico recinto fue también conocido por el pueblo como La casona.

Pero el amplio salón Ayacucho, Sol del Perú o también Oro del Perú es el recinto que llamó la atención de los visitantes peruanos recientemente graduados. Mi caso fue del observador dispuesto a captar toda suerte de información y este artículo es producto de un somero estudio que pretende ahondar en algunos resquicios históricos ajenos a los oficiales.

El célebre cuadro de don Tito Salas

Un gran asiento colocado dando la espalda al clásico cuadro de Bolívar en el Chimborazo, del estupendo pintor venezolano – británico Antonio Salas Díaz, mejor conocido como Tito Salas (1887-1974) resulta ser el solio del Libertador y que lo ocupa el mandatario que preside las ceremonias oficiales en los grandes acontecimientos nacionales. Domina el extremo o cabecera de aquel recinto. Al frente hay acomodo para considerable audiencia.

Efectivamente, la riqueza decorativa de aquel salón destinado para las grandes ocasiones, de ellas la entrega de las insignias del mando al nuevo presidente de la nación, asombra a la par que agrada. Largo y suntuoso espacio, decorado con cornisas doradas, luce un techo donde se muestran, al fresco, pinturas alusivas a los hechos históricos de Venezuela. En este punto resulta igual de admirable el Salón Elíptico del Parlamento o Congreso Nacional en el Parque Bolívar. Un techo que es una joya con los frescos y policromía al estilo Imperio, también producto de los pinceles de don Tito Salas, el pintor de los hechos históricos de Venezuela.

La gran estampa. al relieve, llamada con propiedad Sol del Perú

Sol del Perú

Al centro del amplio cielo raso abovedado destaca, entre destellos y filigrana una decoración enmarcada dentro de una estrella, ese luce un gran sol naciente entre montañas y nubes. Esculpida en pasta de oro puro esta joya da nombre a la más importante sala de palacio. Notable joya en oro laminado y cincelado. El Salón Oro del Perú, también Salón Sol del Perú o Salón Ayacucho forma parte de la obra del arquitecto italiano, conde Guissepi Orsi de Mambello que lo inició a pedido de don Joaquín Crespo en 1884. Pero fue en 1900 cuando lo inauguró como palacio de la república don Cipriano Castro. Sería en épocas de don Antonio Guzmán Blanco cuando se habría colocado aquel oro labrado en el techo.

Así relucía cuando conocí esa reliquia, aquella oportunidad de mi presencia en Palacio de Miraflores en Caracas

Algo de historia de ese oro y la alusión a su procedencia

Durante el segundo gobierno del general Andrés A. Cáceres (1886-1890) se habría producido el obsequio de este oro en bruto o pasta -de unos 25 kilogramos- al mandatario general Antonio Guzmán Blanco por su apoyo moral al Perú durante la Guerra del Salitre (1879-1883).

Se le hubo colocado como motivo principal en este techo del salón más importante de palacio de Miraflores. Una joya de altísimo valor intrínseco, pero, además, importante valor heurístico.

En su mensaje presentado al Congreso, correspondiente al año 1881, el general Guzmán Blanco expresó como sigue:

«Nada me he atrevido a hacer oficialmente para impedir el escándalo inaudito de la guerra entre Chile, Bolivia y el Perú. He temido un desaire ofensivo a nuestra dignidad, del que no hubiéramos podido vindicarnos por la distancia y las dificultades materiales que nos interceptan. Desgraciadamente Chile ocupa ya Lima, después de una gran batalla, más que grande, sangrienta.

El pueblo peruano ha luchado y lucha todavía heroicamente, con honor para el patriotismo de Sudamérica. Os doy el pésame por la violación del gran principio de la fraternidad americana.

Y como jefe del Gobierno de Venezuela, denuncio en este documento la reivindicación del derecho de conquista y pido al Congreso, representante directo de la Nación, levante una protesta digna de nuestra historia, de nuestra gloria, y de la memoria de El Libertador«.

Datos biográficos del ilustre mandatario venezolano, general Antonio Guzmán Blanco (1829-1899)

Antonio Guzmán-Blanco (1829-1899)

Militar, estadista, caudillo y político venezolano; presidente del país en tres ocasiones (1870-1877; 1879-1884, y 1886-1887)

Liberal a ultranza procedía del seno de una familia acomodada con importantes contactos políticos; hijo de Antonio Leocadio Guzmán, fundador del Partido Liberal y de Carlota Blanco Jerez de Aristeguieta, descendiente del libertador Simón Bolívar por parte de sus hermanas, era, además, miembro de la aristocracia. Sus padres llevan origen andaluz, vasco y canario.

Licenciado en Derecho por la Universidad Central de Venezuela pasa a ejercer cargos diplomáticos ante los Estados Unidos de Norteamérica y Francia.

Desde el momento en que Venezuela se había separado de la Gran Colombia (1830), el país había sufrido clara discrepancia política determinada por los conservadores, quienes respaldaban mantener el orden colonial; y los liberales, quienes, como lo detalla la historiografía de Hispanoamérica, promovieron en común la necesidad de cambios radicales. Este era el bando en el que tenía importante participación don Antonio Guzmán Blanco.

En 1859, las tensiones dieron paso a los conflictos y los irreconciliables rivales se confrontaron en una guerra de guerrillas. Es cuando Guzmán Blanco asumió la responsabilidad de llevar a las tropas liberales a lo largo de una serie de batallas y maniobras exitosas.

Depuesto, en algún tramo de la historia el presiente liberal, Guzmán Blanco en su calidad de vicepresidente se retira a Francia, de donde retornará dos años después a Venezuela, esta vez armado con un importante ejército. Depone al gobierno conservador y como resultado es reconocido supremo líder. Vuelto el liberalismo vuelve Guzmán Blanco como nuevo presidente del país, su hegemonía empieza.

Primer Gobierno (1870-1877)

Segundo Gobierno (1879-1884)

Tercer Gobierno (1886-1888)

En su tercer y último gobierno ganó la presidencia en las elecciones de 1885 para gobernar el bienio de 1886 hasta 1888. En 1887 enferma de gravedad y es llevado a París para ser examinado, queda provisionalmente en el poder al vice presidente Hermógenes López, pero Guzmán Blanco gobierna indirectamente desde París.

De su gobierno resaltan la creación del Bolívar como moneda nacional; la instauración del Himno Nacional; el segundo censo nacional; la creación de la Gaceta Oficial; el ferrocarril entre Caracas y La Guaira; la fundación de la Academia Venezolana de la Lengua; el servicio telefónico entre Caracas y La Guaira; el fomento a la agricultura y a la educación; el estímulo al comercio; importantes obras públicas, entre ellos el Panteón Nacional, el Palacio Federal Legislativo, el Teatro Municipal, el Parque El Calvario, el Templo Masónico de Caracas, la Basílica de Santa Teresa, la Santa Capilla, la estatua ecuestre del Libertador en la Plaza Bolívar, la Plaza El Venezolano así como las fachadas del Palacio de las Academias y el Palacio de la Exhibición, Palacio Arzobispal de Caracas y la Iglesia de San Francisco entre otras edificaciones y obras civiles.

Su respaldo al Perú en guerra

Durante su gestión gubernativa expuso con claridad su posición frente a la invasión de Chile al Perú y su renuencia para aceptar la posición diplomática chilena muy en giro por Latinoamérica para la cesión de la provincia peruana de Tarapacá. Fue el único presidente latinoamericano que expresó su rechazo rotundo al llamado «derecho de conquista» que alegaba Chile para anexarse aquel territorio tomado durante la Guerra del Salitre (1879-1883).

El obsequio de pasta de oro durante la presidencia del general Andrés A. Cáceres (1836-1923), quien gobernó el Perú en tres períodos (1884-1885), (1886-1890) y (1894-1895) representa el reconocimiento de aquel amigo del Perú, testigo contemporáneo de la conflagración. Oro que luce espléndido en el salón que hemos detallado. Una importante avenida de Lima lleva su nombre, Avenida general Guzmán Blanco.

Muere en París en 1899. En agosto de 1999, luego de haberse cumplido un siglo de su fallecimiento, sus restos son llevados al Panteón Nacional de Venezuela.

Salón Oro del Perú en restauración

La gran sala se muestra, en momentos de su refacción en junio del año 2007, gráfico tomado del Blog CONSTRUARTE 065, que administra don Guillermo Guaina Meneses, al igual que los demás grabados que ofrecen al gran salón.

Fuentes

http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Guzm%C3%A1n_Blanco,_1876.jpg

http://lascosasderosa.blogspot.com/2008/02/tito-salas-pintor-de-la-historia-de.html

http://construarte065rl.blogspot.com/2007_10_01_archive.html

Grabadas y otras fotografías: INTERNET

Palabras del general Guzmán Blanco. – Memorias del Cautiverio. Francisco García Calderón. Librería Internacional del Perú. Lima, 1948. pp. 61

El palacio de Miraflores, fue levantado por disposición del general Joaquín Crespo (1841-1898)

Publicado la primera vez en Blogger Siabala el 12/12/2010 05:36:00 AM, trasladado después a Harun al-Rashid, de WordPress

Salón Oro del Perú en restauración

La gran sala se muestra, en momentos de su refacción en junio del año 2007, gráfico tomado del Blog CONSTRUARTE 065, que administra don Guillermo Guaina Meneses, al igual que los demás grabados que ofrecen al gran salón.

El Salón luce, en perspectiva, el adorno de oro en logar preferente y céntrico de ese bello y decorado techo, es un día de recepción pública

Fuentes y créditos

Notas de Viajes del autor

http://lascosasderosa.blogspot.com/2008/02/tito-salas-pintor-de-la-historia-de.html

http://construarte065rl.blogspot.com/2007_10_01_archive.html

Palabras del general Guzmán Blanco.- Memorias del Cautiverio. Francisco García Calderón. Librería Internacional del Perú. Lima, 1948. pp. 61

Retrato del General Guzmán Blanco, tomado de Wikipedia y editado  para este Blog

Publicado la primera vez en Blogger Siabala el 12/12/2010 05:36:00 AM, trasladado después a Harum al-Rashid, de WordPress

05/02/2021 · PUBLICADO EN ENSAYO · ETIQUETADO CARACAS, CHIMBORAZO, MIRAFLORE, PALACIO, TITO SALAS · EDITAR

7 comentarios

Luis Siabala Valer

10/22/2018 A LAS 18:44 EDITAR

Fernando dijo:

Como siempre, amigo Luis, nos brindas un magnífico trabajo.

Un excelente estudio sobre lo que ocurrió en aquellos años y cómo sus efectos pueden verse en ese maravilloso techado de orfebrería que es el sol del Perú.

Desconocía la mayor parte de los acontecimientos que relatas con tanta amenidad y con tan buena pluma. Y te agradezco que aportes algo de luz a mi ignorancia. Apenas tengo conocimientos profundos de historia de Latinoamérica, salvo los más básicos. Es así, soy un ignorante.

Enhorabuena por este trabajo, amigo Luis. Lo he leído con gusto y con interés.

Un abrazo muy fuerte.

Fernando Manuel Ordoñez

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Luis Siabala Valer

10/22/2018 A LAS 18:51 EDITAR

Gracias Fernando; por el contrario tus valores y genio son distintos pero superiores: Muestras a tu hermosa e histórica tierra que te vio nacer con la belleza natural insuperable de un artista consumado.

Gracias a ello he llegado a querer tanto a España como a mi propia tierra.

Un fuerte y afectuoso abrazo

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Luis Siabala Valer

10/22/2018 A LAS 18:18 EDITAR

Gracias querido Fernando, tu tienes virtudes cabales mucho más importantes, al retratar a tu tierra en su plenitud con tantas bellezas que nos muestras he aprendido a querer más a España desde entonces.

Un fuerte abrazo

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Luis Siabala Valer

09/11/2018 A LAS 15:37 EDITAR

Muchas gracias por tu comentario, amigo Fernando. Siempre es grato saber de ti. Un afectuoso abrazo,

Luis

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Fernando

05/23/2016 A LAS 09:42 EDITAR

La última fotografía del Salón Sol del Perú corresponde a la última restauración (2013-2016) ejecutada por Fernando de Tovar Restauradores F.P. En estas restauraciones se recuperaron las pinturas murales originales de todo el Ala Oeste, Salón Bolívar, Sol del Perú, Embajadores, etc. Pinturas que permanecían ocultas bajo capas de pintura y que se atribuyen a Julián Oñate. En la mayor parte de las publicaciones que se han hecho del Palacio se menciona a Oñate pero no se podían mostrar sus pinturas ya que permanecían ocultas. Actualmente se pueden observar paisajes, cielos, entelados (pintados), arquitecturas, guirnaldas, etc.

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Jorge Bejar

08/04/2015 A LAS 16:47 EDITAR

Estimado UV, Don Luis Siabala Valer, con tardanza inexcusable tomo nota de la bella semblanza que publicas titulada “El Sol del Perú en el Palacio de Miraflores de Caracas”, que con mucha generosidad de tu parte dedicas a quien esto escribe. Agradezco este gesto tanto por provenir de un condiscípulo muy apreciado como porque una vez mas denotas en estos parrafos tu inmenso amor por nuestra historia patria, a la que dedicas la mejor parte de una senectud que conviertes en gloriosos años de magisterio y peruanidad. Gracias.

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Luis Siabala Valer

08/04/2015 A LAS 17:28 EDITAR

Gracias apreciado Jorge, en este artículo que comprende el arte está presente también tu señor padre quien sé por referencia tuya y porque alguna vez, según recuerdo, estuve en su taller -muy cerca a la Pastelería Huérfanos- un artista peruano de la escultura que bien merecería alguna semblanza, para conocimiento de las nuevas generaciones que en materia de este maravilloso oficio se apartan día a día de las glorias del pasado. Un fuerte abrazo.

Batalla de San Francisco

(19 de noviembre de 1879)

Teniente coronel Ladislao Espinar Carrera

Operaciones militares de la Guerra del Salitre

(1879-1883)

Exordio

Esta batalla, de suyo importante, pues con aquella victoria los chilenos -para sorpresa de ellos mismos- se franquearon las puertas de la provincia litoral de Tarapacá. Este hecho de armas ha implicado un estudio detenido en cuyas consideraciones los especialistas coinciden que los equívocos y circunstancias, de imprevisión de orden táctico o aquellas posibilidades políticas mal calculadas, sumada a la grave deserción de uno de los más altos jefes aliados -que no acudió al campo de honor- es tema que ha dejado severas enseñanzas.

Una serie de sucesos se produjeron para que el ejército aliado fuera aparentemente derrotado, no necesariamente por un enemigo que peleó con denuedo, sino que en buena cuenta se limitó a defender sus posiciones en las alturas habida cuenta de las infaustas disposiciones del comando aliado, la deserción del presidente de Bolivia general Hilarión Daza Grosella y como consecuencia de ésta defección, la posterior de las tropas bolivianas que entraron en combate afectados anímicamente por la inesperada y sorprendente decisión del primer mandatario del país aliado de no acudir a la cita conforme se tenía previsto.

Nota particular del autor

En enero de 1960 pude repasar estas líneas sobre el terreno de los hechos, pues mi viaje en bus y posterior en el ferrocarril de la pampa, que operaba entonces desde Iquique hasta la estación de Calera, final o troncal del FF CC Valparaíso-Santiago, en la ruta del norte, me instruyó directamente respecto al frío, los pedregales, la sinuosidad del terreno con las fosas de extracción del caliche, la camanchaca, el tamarugo, las noches frías y estrelladas y el sofocante calor del día, igualmente, las espaciadas oficinas salitreras ya en abandono y aquellos detalles que han hecho posible ajustarme a la historiografía, los hechos militares y sus partes con toda facilidad.

Antecedente y movimiento inmediato de los invasores

Tomado el puerto de Pisagua, desde cuya playa sube en zigzag el FF CC la elevada pendiente de más de 500 metros de un acantilado de arena hasta la estación de Hospicio, que hace penoso o imposible el desplazamiento de cualquier individuo o acémila que quiera hacerlo fuera del camino de hierro -pues las tropas en retirada no destruyeron la máquina desalinizadora de agua, los equipos, las locomotoras y cuanto material ferroviario hubo de servir posteriormente al invasor- grave error táctico que facilitó trasladar a un enemigo, cómodo y concentrado, hasta su emplazamiento en la aguada de Dolores en la pampa del Tamarugal, allí el comando chileno optó por no avanzar más, pues quedaba a expensas de los informes de las avanzadas de exploración que que desatacó al sur y posteriormente al norte, puntos por donde se esperaba la aparición de las tropas enemigas.

«El éxito del ataque es el resultado de una superioridad real de fuerzas, admitiéndose que ella engloba las fuerzas morales y las materiales.» […] Capítulo V.- El punto culminante del ataque. Tomo IV De la guerra. Carlos von Clauseiwtz

Plan aliado

Simple, en su concepción fundamental, consistía en tomar al ejército chileno en tenaza con las tropas del norte al mando del capitán general de Bolivia, Hilarión Daza y las del general en jefe del ejército aliado del sur don Juan Buendía Noriega para luego converger en San Francisco. Este plan había sido generado en Arica por el estado mayor aliado. Con ello se esperaba dar rápida cuenta del invasor que estaba intentando formar cabecera para sostener la incursión del grueso de sus tropas dentro de Tarapacá para cuyo resguardo tenía considerable reserva en Hospicio, Jazpampa y Pisagua, contaba con este último la puerta de entrada que acababa de conquistar y la posesión de los pozos de agua del Porvenir y de Dolores, vitales en aquellas dilatadas pampas. En consecuencia, el dominio de los pozos era punto táctico de prioridad.

Aquí los hechos con algún detalle que pudiera servir a un investigador acucioso:

General de división peruano, Juan Buendía y Noriega, marqués de Castellón

Aguada de Dolores, pampa del Tamarugal, Tarapacá, miércoles 19 de noviembre de 1879

De pronto una visión; desde el sureste, por el camino que viene por un lado de la lomada de Chinquinquiráy, una tenue polvareda se levanta y mantiene flotando en aquella fría madrugada sin brisa; sobre ella está puesta la atención de los soldados chilenos que interrumpen sus turnos para beber de las salobres en el pozo de la aguada de Dolores. Hacia aquella aparición dirigen ahora la vista con expectación.

Se acerca un ejército. De serlo, éste sería el segundo encuentro con tropas peruanas y bolivianas ahora en mayor número y mejor disposición; el primero había tenido lugar algo más de una semana en el desembarco y toma del puerto de Pisagua. Del éxito sobre ellas dependería proseguir el avance en territorio tarapaqueño o reembarcar apresuradamente, bajo el peligro de ser derrotado.

General chileno Erasmo Escala

 Coronel chileno Emilio Sotomayor

Los regimientos chilenos dotados de las tres armas habían desembarcado en Pisagua con no poco esfuerzo; la magra guarnición del puerto contuvo y rechazó el desembarco en varias oportunidades bajo el fuego sostenido de las baterías navales de grueso calibre hasta llegar al límite; en este proceso el invasor tuvo 240 bajas entre muertos y heridos. Los aliados 1,200.

Esta batalla duró cinco horas, desde la toma de la playa hasta la pelea final en las estribaciones altas anteriores a Hospicio. Conseguidos sus esfuerzos apoyados por los fuegos de la armada los asaltantes tomaron el puerto el 2 de noviembre para luego ser trasladados a las alturas usando el FF CC que se halló intacto; entonces para no aventurase adentraron sobre el poniente de la pampa y en previsión a cualquier sorpresa quedaron al vivaque en Dolores guarneciendo las inmediatas alturas de los cerros Tres Calvos y San Francisco que se levantan a la vera del camino que viene de Arica y conduce a Iquique. Allí aguardan desde el día 10.

Entre las fuerzas de desembarco habían legado los nuevos regimientos Buin, tercero y cuarto de Línea y los batallones Atacama y Zapadores. Todas estas tropas comandaban el coronel Emilio Sotomayor en dependencia del general Erasmo Escala quien con la reserva aguardaba al oeste en Jazpampa y Hospicio.

Plan chileno y acción de Germania

El día 6 de noviembre, unidades de avanzada de la caballería chilena destacadas desde Dolores, conducidas por el cívico con el grado de teniente coronel, Juan Francisco Vergara, de exploración al sur de la pampa, habían sorprendido al escuadrón aliado formado por 90 jinetes, 46 del Húsares de Junín No. 1 y 44 del regimiento boliviano Bolívar No.1 de Húsares que venía desde Iquique en largas marchas por Pozo Almonte con dirección a Pisagua, vía Agua Santa, al mando del teniente coronel peruano Sepúlveda, quien después de tomar breve contacto con las tropas del general Buendía continuó su avance hacia su destino. Al llegar a la oficina de Germania, el jefe del destacamento dispuso las seguridades de ordenanza para descansar las agotadas tropas a las que se ordenó en parte desmontar y desensillar.

Pronto, avisado por los vigías de la presencia del enemigo, el comandante peruano José Buenaventura Sepúlveda dispuso la defensa de sus jinetes -una parte a pie y la otra a caballo- y se comprometió en un vigoroso esfuerzo contra tropas de caballería que fueron apareciendo por los flancos; finalmente copados se produjo el exterminio de ese valiente escuadrón por fuego cerrado de las carabinas chilenas y su crecido número. Los jinetes peruanos sólo tenían sable, los bolivianos únicamente fusiles y tuvieron que batirse a caballo a culatazos. Los heridos fueron repasados y los prisioneros fusilados. El comandante Sepúlveda del Perú y Soto de Bolivia se contaron entre los muertos en batalla.

Germania

Vergara retornó se inmediato a Dolores y dio cuenta de su hazaña. Por esta acción quedo conocido que el grueso aliado se concentraba en algún punto al sur del extenso territorio, sin saber cuál. Sotomayor, como quiera que también había sido informado de la presencia de tropas enemigas en Tana, es decir al norte con dirección a la quebrada de Camarones, decidió enviar nuevamente a Vergara para esa exploración.

Para asegurarse de cualquier sorpresa, el jefe chileno destacó unidades de caballería de avanzada para explorar el territorio y conocer la posición del enemigo lo más al sur que les fuese posible. Así, la columna chilena al mando del capitán Barahona alcanzó la estación de Dibujo y creyó ver alguna concentración de tropas enemigas por el lado de Negreiros. Entonces apresuró su regreso y dio parte a su comando, a las 8 de la noche.

Preocupado Sotomayor y dentro de la mayor incertidumbre respecto de la forma en que debería proceder telegrafió al general Escala y a su hermano, a la sazón el ministro de guerra en campaña, Rafael Sotomayor, el siguiente mensaje:

Dolores, noviembre 18, 8 de la noche. – El capitán Barahona que “estaba de avanzada” en Agua Santa, anuncia presencia del enemigo en esa localidad. Esta noche hago salir al 4, de línea a Santa Catalina, lugar conveniente para esperarlo, y seguiré preparando la tropa para conducirla. – Sotomayor

Poco después telegrafiaba al general Escala: “Al General en Jefe. – Hospicio. 18 de noviembre, 12 y 40 de la noche. – El enemigo lo tenemos encima; marcho con mi tropa a Santa Catalina. – Sotomayor

En consecuencia, el coronel Sotomayor dispuso que una parte de las tropas a sus órdenes se trasladara a la pampa; este subescalón lo puso al mando del coronel Domingo Amunátegui, quien partió a las 9 de la noche, con el regimiento 4º de línea, dos escuadrones de cazadores y 8 piezas. Más tarde, para reforzar la primera avanzada envió en su alcance al batallón Atacama, que salió de San Francisco a las 11 de aquella noche y alcanzó Santa Catalina a las 2 de la mañana. A la 1 de la mañana, no satisfecho con el primer refuerzo despachó al mismo destino a los batallones Buín y Navales. Tal era su inquietud.

Pero de pronto tuvo casual noticia que los aliados habían continuado su marcha al norte la misma noche que Barahona creyó verlos concentrados en Negreiros, lo que ponía en serio peligro a los escalones que había enviado hacia Santa Catalina; en consecuencia, con la misma precipitación dispuso deshacer la operación por escalones para evitar el inminente desastre y por el contrario concentró sus fuerzas en San Francisco.

Concentración en Santa Adela

El general Juan Buendía, atendiendo los planes generales impartidos por el comando aliado en Arica, se encontraba con base en Santa Adela localidad de la pampa al noreste de Iquique, inmediatamente después de Pozo Almonte, punto final del FF CC a Pisagua en pleno Tamarugal. Para cumplir con la orden concurrente destacó agentes por los caminos del interior y del desierto para tomar contacto con el general Daza que venía con las tropas bolivianas procedentes de Arica, igualmente despachó emisarios al general Narciso Campero que operaba con la quinta división de Bolivia en la frontera con la provincia de Tarapacá.

Después de algunos días recibió nota de Campero que prometía converger al teatro de operaciones en la segunda quincena de noviembre. De las tropas de Daza, prevista en Tana para el 16 y formalizada por nota del general Prado, no se sabía nada. Para no dañar el plan de convergencia Buendía decidió adelantarse al norte al atardecer del 16 de noviembre.

Marcha al norte

Buendía, que había estado presente en el ataque de Pisagua, calculaba que los chilenos habrían organizado una importante avanzada al este, con seguridad hacia Dolores, por cuanto allí estaban las aguadas del Porvenir y la de Dolores, puntos vitales para el vivaque; en consecuencia, decidió marchar sobre aquella posición inmediatamente llegaron las fuerzas bolivianas. Llegados que fueron los aliados, emprendió la marcha al norte como hemos informado, el atardecer del 16.

Para el efecto, dispuso que aquellas fuerzas emprendieran la marcha de Santa Adela al norte, adoptando una formación que permitía tomar el dispositivo de combate rápidamente. La conformaba una vanguardia en dos escalones de marcha en dos columnas paralelas al mando del coronel boliviano Lavandez, formada de las compañías bolivianas Illimani, Ollaneta y las peruanas Dos de Mayo y Zepita que deberían desplazar en guerrilla con lo que garantizaba una zona de protección.

El grueso fue organizado en tres escalones de marcha. Cada uno en tres columnas paralelas para evitar el embarazo del desfile en profundidad.

El primer escalón, a órdenes del general Bustamante, con el que marchaba el general en jefe, formado por la cuarta división peruana Vanguardia del coronel Justo Pastor Dávila; la sexta Exploradora del coronel Mori Ortiz; la primera división boliviana del general Villegas; 6 piezas de artillería y 2 escuadrones.

El segundo escalón, a órdenes del coronel Suárez, formado por la primera división peruana del coronel Velarde; la tercera boliviana del general Villamil; 12 piezas de artillería al mando del comandante general del arma, coronel don Emilio Castañón Pasquel.

El tercer escalón, a órdenes del coronel Cáceres, formado por la segunda y tercera divisiones peruanas del mismo Cáceres y el coronel Bolognesi, respectivamente; seguía la caballería peruana.

Detrás del tercer escalón iban los bagajes, víveres y el agua, transportados por 130 carretones y varios convoyes que marchaban, independientes del ejército, conducidos por arrieros en largas recuas de mulas.

El 17 por la mañana el ejército llegó a Pozo Ramírez, a media distancia entre Pozo Almonte y Agua Santa y en la tarde prosiguió hasta Negreiros, punto que alcanzó el 18. De allí destacó alguna tropa de caballería hacia la cercana oficina de Dibujo en previsión de la aproximación del enemigo.

En efecto, la avanzada chilena del capitán Barahona que había sido destacado de Dolores con un escuadrón del regimiento Cazadores a Caballo llegó a Dibujo al atardecer del 18, con el propósito de establecer un campamento para el regimiento y pudo distinguir las avanzadas aliadas y el grueso de ellas en Negreiros. Recibió algunos tiros y volvió precipitadamente grupas para dar cuenta a su cuartel de haber descubierto al ejército de Tarapacá. El emisario que despachó por delante entregó el parte a Sotomayor a las 8 de la noche.

Por este hecho, la noche del 18 al 19, los aliados decidieron tomar precauciones y no continuar la progresión por la vía o camino real sino hacerlo en paralelo y en consecuencia se dispuso abandonar la relativamente cómoda marcha para proseguir por senda extraviada por el noroeste encubriendo el movimiento por las lomas que se alzan por ese lado.

Esto hizo muy difícil la progresión extenuando hombres y bestias causado por un terreno de extensa explotación salitrera que presentaba numerosos pozos y hondonadas, donde caían hombres y bestias y con extrema dificultad para salir de ellos. Los soldados que no habían renovado uniforme y calzado herían los pies casi descalzos con los agudos guijarros de una zona levantada a profusión por los calicheros. Al amanecer se reorganizó la marcha, se reorientó la dirección y se continuó al norte por la falda oeste de la lomada del Chinquiquiráy a cuyo flanco oeste corre la línea férrea Agua Santa-Pisagua.

Marcha paralela de las dos fuerzas enemigas

Mientras tanto las tropas chilenas del coronel Domingo Amunátegui, llegaron a las cercanías de Santa Catalina que alcanzó a las 2 de la mañana y se encontraron con los portadores de agua; capturaron a estos arrieros que no habían sido comunicados de la nueva marcha del grueso del ejército y en consecuencia continuaban por ella. Los chilenos quedaron informados de la realidad. Apresuradamente el comandante telegrafió dando cuenta del asunto a su base de Dolores y recibió la orden de replegar en el acto.

Con el temor a cuestas, Amunátegui emprendió el regreso desfilando en paralelo con sus enemigos en el mayor silencio posible con el apagado ruido del desplazamiento de sus propias tropas, pero escuchando el fuerte y aparatoso que provenía del otro lado del extenso tabique de las lomas de Chinquinquiráy; así llegó a Dolores en horas de la madrugada del 19.

La tropa aliada, fatigada, hambrienta y sedienta se aproxima a su destino para impedir el avance de esos invasores dentro del territorio nacional; es de mañana muy temprano rayando el sol; las ambulancias, los bagajes y más tarde sus escoltas, siguen a las columnas de la infantería. Cuando finalmente hacen su aparición desbocando el Chinquinquiráy, que da frente al San Francisco y ven al enemigo subido en los cerros, entonces se escucha el fuerte rumor de viril entusiasmo que corearon los recién llegados. En las cumbres los cornetas enemigos llamaban a generala.

La hueste aliada se acerca en gran número, jefes a caballo encabezaban la marcha, los uniformes blancos de los soldados peruanos con sus quepis y las nuqueras –semejen una visión de legionarios franceses en los arenales de su cuartel en Sidi Bel-Abes del Sahara africano- que contrastan con los verdes, amarillos y rojos gruesos dólmanes de las tropas bolivianas, sus morriones y largos fusiles Chasepott, entregados en préstamo por el ejército peruano, en reemplazo de otros más antiguos fusiles.

Adversarios frente a frente en San Francisco

Los aliados, sobrepasan los 7000 hombres, proceden de sus lejanos destinos en Iquique, Pozo Almonte, Agua Santa y Negreiros sumados a los aliados ingresados desde la alta frontera con Bolivia y se dirigen para converger en el único punto de agua de aquellos desiertos, los pozos o aguadas de Dolores y el Porvenir. Las otras posibles fuentes están fuera de alcance, dispersas o no existentes. Aquellas pampas carentes de cursos de agua soportan calores tremendos durante las horas de sol y fríos intensos por la noche.

En contraste con la dura naturaleza, allí habita y crece el tamarugo un recio arbusto de poca alzada sobre el duro suelo, en tierra de salitre; se nutre de las neblinas o camanchacas tempraneras, es decir con esas humedades que vienen desde el cercano mar. Es el único vestigio de vida por ese páramo que ha dado su nombre a esa vastedad que se la conoce como Pampa del Tamarugal.

La batalla

Toque de cornetas y batir de redobles. Los chilenos han regresado al socorro de sus bases en las alturas de las dos moles donde por seguridad y táctica se habían hecho fuertes. Se aprestan a resistir el inminente ataque y apuntan sus armas y piezas de artillería colocadas a los bordes de las cimas con dirección a la pampa. Sus enemigos, desfilan a los pies de aquellos cerros en busca de sus emplazamientos de combate, operación que realizan con precisión militar.

Las voces de alto se repiten en la pampa y los batallones forman con vista al enemigo que corona los cerros, pero con más fijeza en el pozo Porvenir, precioso y vital en esa inmensidad de arena salobre y cascajo de nitrato a flor de suelo. La creciente luz solar alumbra a los chilenos cada vez con mayor claridad. En cambio, los aliados tienen el sol a sus espaldas, una ventaja táctica que fusileros y artilleros conocen de sobra.

El tráfago de hombres, acémilas y equipos que acaba de hacer alto está formado por una modesta caballería y 18 piezas de artillería de campaña, pero columnas nutridas de infantes confundidas con el arrastre de los bagajes, bestias, carruajes y el parque, resulta un cuadro que fatiga la atenta mirada del enemigo apostado en los inmediatos faldeos y cumbres de las eminencias señaladas. Los estandartes y pabellones chilenos flotan en las alturas apenas a la suave brisa con una pesadez que domina el ambiente. En el cerro de occidente, algo más lejano, se distingue a la caballería chilena, formados sus escuadrones en los faldeos bajos.

El quehacer castrense, opera de rutina. Se toca a fajina. Se forma entonces el campamento aliado, los fusiles arman pabellones y columnas de soldados en disciplinado orden y por grupos acuden al broquel de la aguada el Porvenir, el ansiado pozo, para beber del salobre líquido y llenar sus panzonas cantinas o carmañolas. Es su turno.

Saciada la tropa aliada, pasado algún magro rancho descansa la fatiga de la forzada y complicada marcha. Los centinelas y vigías hacen el servicio de rigor. Nada hace ver que los dos ejércitos formados a la vista fueran enemigos en espera de acometerse. Iguales de fatigados y con un sol acercándose al cénit que gravita inclemente sobre nucas, bestias y equipos en aquella aridez impresionante, esto los hermana paradójicamente sin distinción de bandera o rango.

Desde la tienda, del general en jefe aliado, se convoca a reunión. Un grupo de oficiales de alto rango se hace presente en la principal tienda. El general Juan Domingo Buendía y Noriega saluda a sus comandantes. Lo acompañan el general boliviano Pedro Villamil y el estado mayor conjunto. Se estudia la situación: consulta la ejecución se imparten las primeras disposiciones. Se distinguen por sus alcances del hecho militar los coroneles peruanos Belisario Suárez, jefe de estado mayor; Andrés Cáceres, Francisco Bolognesi, Ladislao Espinar, Leoncio Prado, Justo Pastor Dávila, el jefe de la artillería Tnte. Cnel. Emilio Castañón; el general de brigada boliviano Carlos Villegas, el coronel de igual nacionalidad Donato Vásquez; entre otros veteranos.

Algunos oficiales son de la opinión de proceder de inmediato para sacar provecho de esta llegada de improviso. Hay alguna discusión. Finalmente se ajustan detalles y queda concertado el ataque para las primeras horas del 20 de noviembre; resulta importante dar tiempo para que el presidente de Bolivia general Hilarión Daza, al mando de su ejército de Arica fuerte de 3000 hombres, llegue a estas líneas conforme estaba convenido, es la moción del jefe de estado mayor, el coronel tacneño Belisario Suárez, que ha sido aprobada. Luego se disuelve la junta de oficiales. Cada jefe se dirige hacia su respectivo agrupamiento.

Poco tiempo después un despacho, portado por mensajero, trae la infausta noticia que el Capitán General de Bolivia Hilarión Daza Grosella había contramarchado sobre Arica y en consecuencia su ayuda no se daría. Esto produciría un efecto aplastante sobre las tropas bolivianas quienes aguardaban con natural ansiedad la presencia de sus paisanos, asunto que gravitaría en los acontecimientos decisivos.

Inesperada entrada en batalla

Por las trece horas, un sargento boliviano, según algunas versiones, atendiendo la provocación de un chileno o por una reyerta a boca del pozo hizo un disparo que partió de la aguada de El Porvenir. De inmediato, truena la artillería contraria, esparce la metralla y cunde la alarma.

Otra salva de aquellas piezas silba por los aires y sendos penachos de tierra se elevan dentro del campo aliado. Los oficiales aliados conocedores de los detalles y oportunidad del postergado ataque quedan sorprendidos. Enardecidas las tropas bolivianas abren nutrido fuego de fusilaría y las peruanas del Zepita se lanzan a paso de carga sin otro mando que la de sus cabos y sargentos que desorientados en un primer instante por la sorpresa creen que la batalla ha empezado y decididos encabezan el asalto por los irregulares faldeos de su frente; generalizase de esta forma el fuego en la línea oriental del San Francisco.

Ha empezado un asalto espontáneo y reactivo sin capacidad de ser controlado. Se está a punto de librar una batalla accidental y por ello con resultados imprevistos; las consecuencias serían adversas para los atacantes.

Orden de batalla

Chile

Ejército de Operaciones del Norte, coronel Emilio Sotomayor Baeza;

Jefe de estado mayor, coronel Arístides Martínez.

División de la Derecha, coronel Martiniano Urriola.

RI. 1° de Línea Buin, teniente coronel José Luis Ortiz (8 compañías)

Batallón Cívico de Artillería Naval, coronel Martiniano Urriola (4 compañías)

Batallón de Policía Municipal Valparaíso, teniente coronel Jacinto Niño (3 compañías)

1° Brigada RA N° 21°/1° Batería, capitán Eulogio Villarroel.

2°/1° Batería, capitán, Roberto Wood.

División del Centro, coronel Domingo Amunátegui.

RI. 4° de Línea, coronel Domingo Amunátegui (8 compañías)

BI Cívico Coquimbo, teniente coronel

Alejandro Gorostiaga (4 compañías)

BI Cívico Atacama, teniente coronel Juan Martínez (4 compañías)

3° Brigada RA N° 2, mayor Juan José de la Cruz Salvo.

1°/3° Batería, capitán Pablo Urízar (8 pz.)

RC Cazadores a Caballo, teniente coronel Pedro Soto Aguilar (3 compañías)

Compañía de Granaderos a Caballo.

División de la Izquierda, teniente coronel Ricardo Castro.

RI 3° de Línea, teniente coronel Ricardo Castro (8 compañías)

RA N° 2, teniente coronel José Velásquez Bórquez. 2° Brigada RA N° 2, mayor Benjamín Montoya.

1°/2° Batería, capitán Santiago Frías (4 pz., 1 ametralladora)

2°/2° Batería, capitán Domingo Carvallo.

Compañía de Cazadores a Caballo

Agrupación de pontoneros y otros, mayor Juan Larraín (1 compañía)

Total del efectivo: 6000 hombres.

Artillería: 38 cañones Krupp de montaña.

Alianza peruano-boliviana

Ejército del Sur, general de división Juan Buendía Noriega; jefe de estado mayor, coronel Belisario Suárez.

Agrupación Oeste, coronel Belisario Suárez.

I División EP, coronel Manuel Velarde.

BI Cazadores del Cuzco 5° de Línea.

BI Cazadores de la Guardia 7° de Línea.

III División EP, coronel Francisco Bolognesi Cervantes.

BI Ayacucho N° 2.

BI Guardia de Arequipa.

III División ejército de Bolivia, general Pedro Villamil

BI Aroma 2° de Cochabamba.BI Vengadores 3° de Potosí.

BI Victoria.BI Colquechaca.

RC peruano Húsares de Junín N° 1.

Agrupación Este, general de división Juan Buendía.

IV División Vanguardia, coronel Justo Pastor Dávila.

BI Puno 6° de Línea, coronel Rafael Ramírez.

BI Lima 8° de Línea, coronel Remigio Morales Bermúdez.

VI División La Exploradora, general de brigada Pedro Bustamante.

BI Provisional de Lima 3° de Línea.

BI 1° Ayacucho N° 3, coronel Leoncio Prado Gutiérrez; capitán Luis Herrera Zaconetta, en la 5 compañía de este batallón de infantería.

I División ejército de Bolivia, general de brigada Carlos Villegas.

BI Olañeta 2° de Cazadores de la Guardia.

BI Paucarpata 3° de La Paz.

BI Dalence 1° de Oruro, coronel Donato Vásquez.

RC Guías N° 3 EP.

Escuadrón Castilla del ejército peruano.

Batallón de Artillería de Campaña, teniente coronel Emilio Castañón.

RC Húsares de Bolívar N° 1 ejército de Bolivia.

Reserva, coronel Andrés Cáceres Dorregaray.

II División EP, coronel Andrés Cáceres Dorregaray.

BI Zepita 2° de Línea.

BI Dos de Mayo.

Total del efectivo: 7400 hombres.

Batalla de San Francisco. Primer plano Estado Mayor aliado sobre el cerro San Bartolo: al fondo sobre el San Francisco y laterales, ejecito chileno

La infantería aliada es superior en número, 7400 soldados peruanos y bolivianos contra 6000 chilenos, los primeros con 18 cañones de bronce de avancarga contra 38 modernas piezas Krupp del adversario. Los chilenos ocupan las cimas norte y sur del cerro San Francisco, su altura e inclinación constituye una plaza prácticamente inexpugnable, mientras que los aliados dominan las faldas del cerro. Más atrás ocupan también cima y faldeos del cerro Tres Clavos, separado del primero por el paso llamado La Encañada.

Decíamos, que el disparo aquel y la respuesta de una pieza chilena pone en acción espontánea y reactiva al batallón boliviano Dalence que rodilla en tierra dispara contra la cima mientras el batallón peruano Zepita se lanza a la carga rumbo a las alturas; acostumbrado a los ataques frontales este batallón peruano es uno de los más avanzados asaltantes y en consecuencia quien recibe fuego de frente pero también el nutrido de su propia retaguardia de los fusiles bolivianos que disparan sin haber ajustado las alzas de sus rifles y por ello golpean mortales las espaldas de los valientes de Cáceres.

Pieza de campaña de bronce, La Hitte, de avancarga

Croquis de la Batalla de San Francisco

Rehechos de momento de la sorpresa los oficiales aliados corren en pos de sus unidades y de alguna forma pretenden dirigir aquel imprevisto ataque gritando órdenes y voces que no son del todo atendidas; pese a ello marchan sobre el enemigo.

La artillería chilena, del mayor Juan de la Cruz Salvo, dispara sin cadencia y con apresuramiento; afectada también por la sorpresa, reacomoda una y otra vez sus cureñas con dirección a las columnas enemigas en la pampa que ya suben la cuesta. Tropas de infantería acuden a los bordes de los declives y disparan vigoroso y certero fuego de fusil y ametralladora que en principio no es contestado por los asaltantes empeñados en trepar a la carrera. La artillería aliada al mando del coronel peruano Castañón se esfuerza para cubrir las avanzadas.

Se refuerza el frente enemigo con numerosa tropa que acude a los puntos de contacto. Hay una rotura de la defensa chilena a golpe de culata y punta de bayoneta. Un momento sostienen los asaltantes su ganada posición con vigor y denuedo, pero pronto son sobrepasados por el socorro enemigo que llega en cantidad y fuerza. Al no haber apoyo retroceden los escasos peruanos.

Se repite varias veces este ataque sin mayores resultados y gran pérdida del efectivo. Los cañones chilenos, utilizan el mortal grapeshot o metralla, con la que hieren a veces compañías enteras. Los peruanos del Zepita, del Ayacucho y los bolivianos del Olañeta e Illimani, continúan avanzando resueltamente por el oeste, mientras la división de ataque formada por los batallones Puno número 6 y Lima número 8, lo hacen por el centro apoyando los fuegos de la división ligera y disparando contra los batallones Coquimbo y Atacama. Al mismo tiempo el batallón 3 de Ayacucho, al mando del coronel Leoncio Prado se despliega en guerrilla al pie del cerro y abre fuego contra los batallones del Valparaíso, del 2do, 3ro y 4to de Línea.

El ataque de Espinar

En estas circunstancias confusas del todo contingentes, de pronto, por un recodo del lado suroeste del San Francisco, un jinete peruano caracolea su caballo sobre el que llueve plomo, la noble bestia mortalmente herida, trémula, se desploma. Sin embargo, nuestro hombre ha llegado y observa con rápida mirada la entrada de un corte algo profundo que lleva a las alturas, es un estrecho desfiladero oculto, abrupto y de empinado desarrollo; sin vacilar sube con dirección sinuosa en pos de la cumbre seguido de sus soldados; es la visión de un emir árabe, así parece por el atuendo que semejan un albornoz y las botas. De esta forma, cuatro compañías del Zepita, al mando del comandante Ladislao Espinar Carrera ejecutan una carga espectacular cuesta arriba que les permite alcanzar la cumbre del empinado cerro, por donde no los esperan.

El teniente coronel peruano del arma de artillería, destinado absurdamente como jefe de las ambulancias, las había dejado para tomar la iniciativa en este ataque, sable en mano seguido de sus bravos en ese vigoroso empuje sorpresivo trepa por aquel flanco que los chilenos, al creerlo inaccesible, habían dejado negligentemente desguarnecido. Encimado el cerro los peruanos caen sobre una batería enemiga y dan cuenta de todos sus sirvientes. Las piezas son tomadas; es un momento decisivo: ahora es necesario volver las bocas de fuego y batir al enemigo.

Enmudecen las piezas de ese lado, para sorpresa chilena. El comandante Espinar toma el mando de dispersos del Zepita y se acerca bajo el fuego de los cañones al los faldeos del cerro San Francisco

Se necesita empero mantener la conquista peruana y se llama refuerzos de aquellos dispersos que corren por el llano. Pronto, el mando chileno al darse cuenta de esta delicada situación envía tropa en socorro del puesto capturado; de esta forma, al igual que lo había sido en los intentos por el frente, los asaltantes quedan rodeados sin ayuda defendiendo las piezas conquistadas con el mayor vigor y en espera de refuerzos… pero estos no llegan y el valiente coronel Espinar y sus hombres sucumben pelando sin pedir tregua ni concederla. Los últimos sobrevivientes de aquellas compañías peruanas del Zepita se baten cuerpo a cuerpo.

Durante la cruenta batalla pereció alto número de tropa y oficiales de aquel aguerrido batallón a la par que del Dos de Mayo. El Zepita, contaba con 35 oficiales y 601 soldados al mando del coronel Andrés Avelino Cáceres.

Un jefe chileno del Atacama atestiguó así el valor desplegado por los contrincantes:

«He tenido ocasión de ver a dos soldados muertos, José Espinoza (chileno, de la primera compañía), y un peruano del Zepita; ambos estaban cruzados por sus bayonetas y como si aún no fuera bastante, esos valientes se hicieron fuego, quedando enseguida baleados en el pecho«.

Llegan las horas de la tarde y se hace manifiesto el desorden dentro de las tropas bolivianas que abandonan decididas sus puestos contagiando con esa conducta a las peruanas. Nada los persuade ahora, ni la orden ni la amenaza; generalizada la dispersión resultaría ésta la verdadera razón de la derrota, pues pocos fueron los contactos de choque directo entre las tropas enemigas, más bien localizadas conforme se ha descrito.

A las 17:00 horas y en parte por el desbande generalizado de las tropas bolivianas del general Villamil y por el arribo de la división chilena de reserva en Hospicio, del general Escala, la fuerte avanzada aliada colapsó y en horas de la noche debió emprender la retirada, con el fin de fijar otro punto de encuentro. Los chilenos, agotados, no se decidieron a emprender la persecución y se parapetaron en las calicheras.

La artillería y la carga de caballería chilena sobre los dispersos sumadas a las sombras de la tarde hicieron posible la derrota de un ejército relativamente más numeroso. Los partes y la historiografía más seria de Chile lo han comentado así. La improvisación una vez más había sido fatal, como suele serlo inexorablemente.

Los oficiales peruanos con los dispersos que pudieron reunir, dentro de las espesas sombras de la tarde sumada a la camanchaca, ponen dirección en un primer momento hacia Tiliviche, donde podrían recuperar fuerzas y ofrecer nuevo campo de batalla al enemigo, pero extraviados por la espesa neblina imperante deciden marchar a las alturas de Tarapacá. Los bolivianos, sin mayor objeción, ponen dirección a las de Oruro; la guerra había terminado para esos aliados del gélido altiplano que, conservando el vigor taciturno propio de la raza colla, sin volver las cabezas se perdieron en la oscuridad rumbo a su patria y hogar donde pertenecían.

El frío se enseñoreaba para entonces. El general boliviano Hilarión Daza jamás llegó a la batalla; por razones extrañas a la conducta militar ordenó a sus tropas el regreso a La Paz. Esta conducta sería la causa de su deposición y su reemplazo por el general Narciso Campero que asumió la presidencia de Bolivia en salvaguarda del honor militar.

Empero, ocho días después, el 27 de noviembre, las tropas peruanas recientemente llegadas a Tarapacá celebraron una importante victoria sobre un regimiento chileno que había sido destacado en su persecución. Fue un ejemplo del esfuerzo de la infantería sobre tropas en mejor disposición y adecuadamente pertrechadas.

Parte peruano de la acción de San Francisco

Se publica completo, por la importante apreciación de los hechos.

Estado Mayor General del Ejército del Sur.

Tarapacá, noviembre 23 de 1879.

B. S. G.:

Más que el parte de la acción de armas que tuvo lugar en el cantón de Santa Catalina el día 19 del presente, tengo que dar a V. S. cuenta de la situación de las fuerzas y de las diversas causas que la han creado, no obstante, los esfuerzos de este E. M. G. para evitarla.

Como lo que hoy acontece, tiene en los primeros días de la campaña y en la manera como se ha dispuesto, una generación que debe buscarse para encontrar sentido a los sucesos últimos; como este parte tiene que servir de base al juicio del ejército del Sur ante el país y ante la historia, he creído de mi deber y se ha de servir V. S. permitirme abandonar, hasta cierto punto, la fórmula de esta clase de documentos y dar a este un carácter tan excepcional, como lo son los hechos que deben prestarle materia.

Coronel Manuel Belisario Suárez y Vargas, jefe del EMG

La función de armas del 19, presentada aisladamente, sería de imposible explicación, que envolvería en una atmósfera de dudas y sospechas el crédito de la nación y su ejército; pero ese mismo suceso, colocado en su propio lugar, iluminado con el auxilio del cuadro entero de la situación a que ha servido de desgraciado pero natural e inevitable término, deja en su sitio que, venturosamente para el Perú, lo es de los menos honrosos, el patriotismo, el valor y la honra de nuestros soldados, cruzados en su marcha de triunfo y extraviados en uno de los movimientos estratégicos más valientes y justos que puedo ofrecer la memoria de las combinaciones militares.

La toma de Pisagua el 2 de noviembre, cambió fundamental y violentamente la manera de ser del ejército que defendía Iquique, le trazó aritmética e improrrogablemente los días para perecer de hambre, para deber la subsistencia a la victoria o para abrirse, al menos, paso en busca de una comunicación indispensable y por todos partos cerrada, con S. E. el director de la guerra y el resto del país de que muy pronto iba a quedar aislado. Sin embargo, de ser indudablemente esa única la línea de conducta, ni V. S. ni el que suscribe, ni el ejército pensaron adoptar en nombre de la necesidad; muy al contrario, si se deliberó fue solo para buscar el camino a las filas contrarias o el lugar más conveniente para el sacrificio, que todos aceptaron con alegre resolución. Recuperar Pisagua, en cuyo suelo se profanaba el de la patria, o conservar Iquique ya solo por su título de cuartel general, era lo que debía decidirse; tanto V, S. como el que suscribe hicieron diferentes consultas a S, E, el capitán general de Bolivia y a su jefe de vanguardia, sin obtener contestación, sin ver llegar de esas filas, ni el aviso ni la combinación, ni el plan que se esperaba. La marcha estaba mandada, y se emprendió sin recurso alguno, porque aun cuando el Gobierno tiene celebrado con señores Puch, Gómez y Cia un contrato de provisión de carne, en el cual se ha pasado sobre lo excesivo del precio en cambio de la seguridad del suministro, se ha visto del todo burlada esa previsión en el momento en que debió lograrse el fruto de ese sacrificio aceptado solo a tal precio; y la provisión que fue regular mientras la residencia en los pueblos la hizo innecesaria, se suspendió en los días mismos en que debíamos confiar en esa seguridad que creíamos deber a la no pequeña retribución del fisco. Salió el ejército, como a V. S. le consta, casi desnudo, muy próximo a quedar descalzo, desabrigado y hambriento, a luchar, antes que, con él, con la intemperie y el cansancio durante la noche, para evitar en las pampas el sol abrasador, y, en una palabra, con el equipo que al principio de la campaña era ya inaparente para emprenderla, porque ninguno de los pedidos que V. S. y este despacho han reiterado, fue satisfecho en los siete largos meses de estación en Iquique.

Por fin, el 18, sin brigadas, sin elemento alguno de movilidad proporcionada al ejército, porque el señor coronel inspector de campo don Manuel Masías se retiró dejando como única huella de su actividad las cenizas de los almacenes de Agua Santa, emprendimos sobre el enemigo, después de probar en un ligero choque con la primera avanzada chilena que se nos presentó, la entusiasta decisión de los soldados. Al amanecer el día 19 avistamos los parapetos de San Francisco, artillados y defendidos por lo mejor, sin duda, de las tropas contrarias, que había de ellos el centro de sus operaciones sobre las oficinas y la línea férrea. Consultado con V. S. las condiciones de nuestra fuerza, convinimos en estudiar la intención y posición de los enemigos, avanzando algunas divisiones y estableciendo la línea hasta dejar dentro de ella el agua, lo que conseguimos a poca costa, posicionándonos convenientemente y en situación de tomar con seguridad y calma las medidas más apropiadas, a medida que se desarrollaran los acontecimientos. Este movimiento, ejecutado con una precisión y un orden admirables, puso de nuestra parte todas las ventajas porque habíamos logrado elegir nuestro campamento y la libertad de acción que permite adoptar y seguir un plan.

En este estado, ordenó V. S. que se le enviaran una división de infantería, un regimiento de caballería y seis piezas de artillería para unirla a la división de exploración y a la primera brigada de la primera división del ejército aliado, y que el que suscribe, con el cuerpo de ejército que quedaba a sus órdenes, atacara la posición por el flanco izquierdo, mientras lo verificaba V. S. por la derecha. Posteriormente y a instancias mías, se resolvió emplear lo que quedaba de la tarde en dar a la tropa el alimento debido y descanso necesario para emprender un ataque con todas las probabilidades de éxito, y el que suscribe comunicó esta determinación a los jefes superiores, y habló a la tropa que estaba a sus inmediatas órdenes, que lo recibió alborozada y entusiasta.

La jornada había concluido por ese día y me retiraba a dirigir y presenciar el reparto de las raciones, cuando los primeros tiros del cañón enemigo y un vivísimo fuego de fusilería, me obligaron a regresar a las posiciones avanzadas, en las cuales, sin orden alguna, se había comprometido un verdadero combate. Las columnas ligeras de vanguardia organizadas en días anteriores, escalaron el cerro fortificado y no, tardaron en seguirlas los cuerpos de la división Vanguardia; el batallón Ayacucho, de la de Exploración y algunas otras fuerzas de la división primera. Ese ataque, visto solo como un esfuerzo del valor, como un fruto de la resolución más decidida y heroica, honra el valor de las armas nacionales. Tres veces ganaron nuestros valientes la altura y desalojaron a los artilleros apoderándose de las piezas bajo el fuego de los Krupp, de las ametralladoras y de una infantería muy superior defendida por zanjas y parapetos; pero las fuerzas del ejército aliado en completa dispersión, sin orden, sin que nada autorizara ese procedimiento, rompieron un fuego mortífero para nuestros soldados e inútil contra el enemigo.

El campo se cubrió de esos soldados fuera de filas que disparaban desde largas distancias, avanzaban a capricho o escogían un lugar para continuar quemando sus municiones sin dirección ni objeto; en cada sinuosidad del terreno, tras de cada montón de caliche y aún en cada agujero abierto por el trabajo, había un grupo que dirigía sus fuegos sin concierto, sin fruto y produciendo un ruido que aturdía y confusión que no tardó en envolverlo todo. V. S. como yo, como todo el personal de nuestras inmediatas dependencias tuvo que contraerse a contener ese desborde, y aun cuando yo intenté dirigir la altura, el ataque en que estábamos empeñados, ya que, sin plan, con ejemplar denuedo, enseñaba al enemigo a respetar nuestra bandera, que se señoreaba de sus parapetos; pero tuve que abandonar con bien ese empeño a ruego de los soldados heridos por la espalda mientras combatían denodadamente.

Mientras tanto, sordos a la corneta, indóciles al ruego, a la amenaza, a la exhortación y a todo, los soldados bolivianos sin jefes, continuaban su obra con la precipitación y frenesí propio de quien no tiene otro objeto que hacer incontenible el desorden.

La conducta de las divisiones bolivianas, que hicieron irreparable la primera imprudencia, que nos improvisaron un campo de batalla inesperado y más digno de atención que el del enemigo, plan inicuo preparado desde la introducción en nuestras tropas de ciertos hombres han necesitado infamar a su país para hacer surgir sus aspiraciones personales, en medio de la ofuscación que debe producir en los espíritus un desastre lejano y cuyo colorido dependerá de la intención con que se lo presenten sus mismos autores. Ambiciones que han llegado al paroxismo y que nada respetan, se dieron cita en el mismo batalla para exhibir ante su patria, como obra de la mala dirección del ilustre Presidente de la República aliada, lo que no ha sido su propia obra: el valor, el patriotismo mismo de esos soldados les ha servido de elementos de seducción y, contando con ellos, es que se ha preparado y consumado el descrédito de la propia patria, y una infidencia sin nombre a la alianza que, con tan noble y abnegado celo, representa y consolida con sus virtudes cívicas el capitán general de ese ejército que hemos visto tan fuera de su centro e impulsado a la fuga en nombre de los intereses del país que tan alevosamente se han falsificado.

Es triste consignar tan deplorable extravío; pero debe constar que no hemos emprendido una retirada ante las fuerzas chilenas, incapaces de abandonar sus parapetos y reducidos a la actitud más estrictamente defensiva, sino que vimos surgir la desmoralización en nuestras filas y hemos sido víctimas del golpe acertado por la perfidia contra dos naciones y contra un principio de trascendencia continental, a favor de la confianza de nuestros campamentos.

Nuestra artillería, que desde el principio se distinguió por sus aciertos, contuvo la tentativa de ataque a los chilenos en los últimos momentos. Cerró, al fin, la noche y el ejército peruano, moral, unido y dispuesto con igual ardor a los combates, se encontró con el incalificable abandono de la caballería que se retiró en masa del campo de batalla, sin tomar parte en la acción, sin que hasta ahora se conozca el lugar a donde se ha dirigido, ni los motivos de esa fuga que mutiló un ejército y favoreció la dispersión del otro, dando un funesto ejemplo a todos y manchando el lustre de nuestras armas, que habían brillado imponentes sobre las fortificaciones enemigas.

La postración propia de tan penosa jornada después de tres días de sed, de vigilia, hambre, y más que ella la perspectiva de la falta absoluta de recursos, porque hasta el agua exigiría encarnizados y estériles combates, nos obligaron a coordinar un cambio de posición, donde sin estos inconvenientes se preparara el verdadero combate, conforme al plan que cruzaron la deslealtad y la impaciencia. Se acordó pues dirigir la marcha a Tiliviche, satisfacer allí las necesidades de la tropa que todo aseguraba pero el guía general del ejército José Cavero, perdió su bestia, muerta en el combate, y aquellos a quienes que tuvimos que confiarnos y la densa neblina, nos extraviaron haciéndonos girar en un círculo vicioso que nos condujo seis veces al frente del campamento enemigo, sin ninguna hostilidad de parte de él; teniendo por último que llegar a esta capital, después de dos penosísimas marchas. Fue en la primera jornada donde tuvo lugar la pérdida de la artillería, y el comandante general del arma la explica en estos términos: “Creyéndose abandonados los artilleros y expuestos a caer de un momento a otro en manos del enemigo, que podría llegar por la línea férrea, muy inmediatos de la cual estábamos, resolvieron inutilizar el material, clavando las piezas, destrozando las ruedas, cajas de munición y retirando, en fin, las mulas que pudieron quedar en pie después de dejar su carga; de todo esto solo tuve conocimiento horas después, en que reuniéndose a mí el comandante de la brigada, mayor Puente, me informó de lo ocurrido”.

En acápites anteriores decía el mismo comandante general previendo lo que sucedía más tarde. “En este estado de indecisiones resolví volver a mi campo donde dispuse lo necesario para dormir allí, y creyendo algún asalto nocturno, ordené al mayor, comandante de la brigada, hiciera alistar punzones y arponados para que, en caso inevitable, clavaran las piezas y continuara la defensa con los mosquetones, parapetados en el carrizal más inmediato a retaguardia”.

La desaparición total del ejército boliviano y la existencia del nuestro, sin más que las pérdidas del combate, horroroso testimonio de nuestro valor, y las muy pocas producida por la fatiga, garantizan la moralidad y abnegación probada de nuestras tropas en el peligro.

Los partes divisionarios que completan éste, darán a V. S. más detallado conocimiento de las operaciones de cada cuerpo, y las relaciones que les servirán de anexos perpetúa la conducta de los que faltaron a su deber, abandonando las filas, y reclaman el castigo que merece esta traición, primero a la patria, después al ejército de que forman parte.

Sírvase V. S. dar a este oficio el giro correspondiente: por mi parte solo debo agregar que con excepción de los anotados en la lista de faltas, los señores jefes y oficiales de este E. M. G. del ejército, y la tropa del Perú, han cumplido patrióticamente su deber, mereciendo especial mención el jefe de la sección de estadística don Eulogio Seguín, que sin pertenecer al ejército me ha servido de ayudante, recorriendo la línea con notable valor, contribuyendo a los esfuerzos comunes para reorganizar la fuerza aliada que se desbordaba. V. S. ha podido ciar por sí mismo la conducta de las divisiones, pero no puedo menos de hacer especial mención de la 2a y 3a del ejército, que nombrada de reserva mantuvieron ese puesto con ejemplar serenidad y disciplina verdaderamente militar en medio del fuego enemigo, sin ceder ni a la exaltación natural que produce el peligro y la efervescencia del combate.

Las relaciones de muertos y heridos, son desde luego incompletas por el desorden de la ocasión y por las causas a que puede atribuirse la desaparición de algunos de los que aún no se incorporan.

Dios guarde a V. S.

Belisario Suárez

Ladislao Espinar Carrera

Nació en ciudad del Cusco el 16 de mayo de 1842; encontró la muerte en el cerro San Francisco, en Tarapacá, el 19 de noviembre de 1879, tal como se ha narrado. Para entonces había alcanzado el grado de teniente coronel. Hijo del coronel don Fernando Espinar y de doña María Josefa Carrera; el padre, ciudadano panameño, vino al Perú como médico de cabecera de Simón Bolívar.

Hizo sus primeros estudios en el Colegio de La Convención; más tarde en el Seminario de San Antonio. Fue enviado a Inglaterra a proseguir sus estudios.

A su retorno, ingresó al ejército con el grado de alférez de artillería. Radicado en Lima, ascendió en 1865 al grado de teniente. Participó en el combate del 2 de mayo de 1866. Poco después se unió a las fuerzas que enfrentaron la dictadura del general Mariano Ignacio Prado Ochoa, entonces participó en la batalla de Catarindo, cerca de Islay, Arequipa en diciembre de 1867.

Incorporado a la administración pública, dirigió por un tiempo la Escuela de Artes y Oficios, y después accedió a la subprefectura de Azángaro. El 3 de marzo de 1872 ascendió a teniente coronel o comandante e inmediatamente fue enviado a los Estados Unidos a proseguir sus estudios.

Tras su regreso, contrajo matrimonio con la dama chilena Manuela Taforó y Arróspide, con quien tuvo tres hijos: Ladislao, Elvira y Fernando.

Por una fotografía de la familia se muestra haber sido de estatura alta, cuerpo esbelto, rostro ancho y usar bigotes. Su personalidad arrogante tuvo mucho que ver con cierta desavenencia que le mostraron sus jefes. Le asignaron puesto en las ambulancias de la Cruz Roja, sin mando militar; el comandante aceptó lo que consideraba “un humillante puesto para un militar” con tal de permanecer junto con el ejército y combatir en la región de Tarapacá.

Corolario

El mariscal Andrés Avelino Cáceres diría en 1919, refiriéndose a la batalla de 40 años antes, elocuente:

Doloroso es el recuerdo, la falta de previsión, el espionaje chileno, la defección de Daza, […], el asalto frustrado, la muerte del comandante Espinar al pie de los cañones…

Al día siguiente de la batalla, en Dolores, un cuerpo del ejército chileno formó frente a una fosa abierta. La salva de ordenanza fue digno epílogo de la sepultura de aquel valiente.

El Batallón de Comandos N.º 19, de la Brigada de Fuerzas Especiales del Ejército del Perú, ostenta su bandera de guerra donde el bordado expresa: Batallón de Comandos «Comandante Espinar» N.º 19.

Fuentes principales:

Historia Militar del Perú. 1935. coronel de caballería, Carlos Dellepiane. Tomo II.

http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_San_Francisco_o_Dolores

http://es.wikipedia.org/wiki/Ladislao_Espinar

http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Buendía

Grabados y fotos, de INTERNET.

Fotografía del Tnte. Cnel. Ladislao Espinar, en el Cusco, tomada por el autor del presente artículo.

Aquel célebre pero olvidado criollo jacobino

Don Bernardo Monteagudo Cáceres

Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder…

Charles Louis de Secondat, señor de Bréde y Barón de Montesquie

La lobreguez de la noche de ese día, al anunciar la campana mayor de San Francisco las 9:30, hora que la población ya duerme y las rondas de serenos patrullan calles, un atildado ex funcionario del ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores, en Lima, hace abandono del viejo local con sede en la muy antigua calle Aduana; el ujier que lo acompaña hasta el portón ya cerrado, excepto el postigo, se inclina respetuoso para desear a su excelencia reconfortante descanso, en tanto  que el centinela, un negro granadero de la Guardia Nacional hace el marcial saludo de ordenanza. El caballero, a la sazón coronel en ropa de civil, rechaza subir al coche que le aguarda y da señales que irá a pie sin escolta. Era la última vez que le verían.

Lamortecina luz de los braquetes que se suceden al lado de los portones con brillantes lumbreras en lo alto de los postes de las esquinas, son suficientes para reconocer, por la indumentaria, que nuestro personaje se identifica con uno de la clase alta: oscuro largo abrigo; negra la chistera, pantalones de fino paño y botas altas con espolines; blusa con vuelos y encajes de seda en cuello y puños; casaquilla con una cadena de oro o leontina sujeta al reloj en el bolsillo.

Deja atrás la calle Aduana, continua a paso lento calles abajo por Botica de San Pedro, la Rifa, Núñez en cuya esquina con Filipinas levanta la vieja casona en ruinas donde nació otro libre pensador colonial, el limeño don Pablo de Olavide, quien acusado de mal uso de los fondos públicos que le confió el virrey, en su deseo de paliar en algo la dura perdida del padre y demás miembros de tan distinguida familia, en el derrumbe por causa del violento y largo sismo, la fatídica noche del viernes 28 de octubre de 1746, setenta y nueve años atrás. Los fondos aquellos le fueron entregados para restaurar obra pía, ergo monasterios e iglesias, amén de conventos y capillas que la Ciudad de los Reyes los tenía a profusión, naturalmente la gran mayoría en escombros.

Seria queja le fue planteada ante el Tribunal del Santo Oficio, por cuanto Olavide los habría sisado en su afán de emprender por su cuenta obra impía, es decir el actual Teatro  Nacional; fue asunto que llevó a su excelencia, el Conde de Superunda, don José Antonio Manso de Velazco, a menudo ajetreo para rescatarlo de las garras de la Inquisición que finalmente, revocándole la pena de hoguera por la de destierro a perpetuidad, dispuso su confinamiento en España, donde don Pablo hizo historia en Andalucía en las obras de irrigación de Sierra Morena. Nuestro caminante no puede dejar de esbozar comprensivo una sarcástica sonrisa.

Empero se percata que a su paso se encienden las luces en determinadas ventanas, muchas de ellas de fina y rica balconada, que revela a sus propietarios, poderosos mercaderes y políticos que le son enemigos. Al finalizar Jesús Nazareno, saca del bolsillo de su casaquilla -tirando de la leontina de oro- el reloj y consulta la hora. Esta vez no ha tomado el camino a su domicilio de la calle de la Veracruz, pues está lejos de allí; gira sobre su izquierda y prosigue por la Merced, pasa delante del imponente templo y convento de los mercedarios sin deseo alguno de quitarse el sombrero, que no lo haría por su declarado ateísmo muy propio de su condición de francmasón.

Lleva la mirada a uno de los graciosos balcones de una casa fronteriza y puede adivinar la grácil figura de alguna dama de la sociedad capitalina que le escudriña discreta (muchos son los amoríos que se le atribuyen – repasa por su magín con mal oculta vanidad, precisamente la complicidad de aquella noche le lleva a cumplir concertada cita con su amante Juanita Salguero. El día de ayer había recibido ese anónimo: “Zambo Monteagudo, de esta no te desquitas”. Sin darle la menor importancia al hecho va terminando Baquíjano, encamina sus pasos por  Boza y San Juan de Dios, desemboca luego en la amplia e irregular ágora… y enfila su cadencioso andar a la visible plazuela de la Micheo idílico lugar, sencillo pero distinguido por sus  labrados postes que rematan en agradables faroles; se detiene y toma de la faltriquera algo de tabaco para liar un cigarrillo, extrañamente coincidente a la altura de la calle o callejón Faltriquera del Diablo

Su conducta de la que en Buenos Aires mucho se había cuestionado, tanto por sus excesos políticos en la persona de sus enemigos, como por su pasión por las hijas de Eva, le llevaron a publicar en La Gaceta bonaerense aquellas líneas previendo a sus críticos de toda época: “Sé que mi intención será siempre un problema para unos, mi conducta un escándalo para otros y mis esfuerzos una prueba de heroísmo en el concepto de algunos, me importa todo muy poco, y no me olvidaré lo que decía Sócrates, los que sirven a la Patria deben contarse felices si antes de elevarles altares no le levantan cadalsos”.

Aspira con fruición y largueza la mezcla de rapé y con la vista puesta en un cielo oscuro desprovisto de estrellas y de continuo nublado, piensa en su situación política y la responsabilidad que pesan sobre sus hombros ahora con el consentimiento del Libertador Bolívar quien le había repuesto en su actividad de asesor inmediatamente de su llegada a Lima. Medita, además, en la ausencia del Protector, don José de San Martín, quien también le encargó las misiones públicas más importantes durante toda la campaña libertaria, que empezando antes de la batalla de Chacabuco, en la emancipada Chile, culminó en Lima frente al flamante Ministerio de Guerra y Marina, con titularidad del correspondiente novísimo Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores del Perú.

Pero sus tenaces enemigos políticos eran los que le habían despojado de sus cargos y expulsado a Panamá bajo pena de muerte si reingresaba al territorio nacional, asunto zanjado pues había retornado de la mano del Libertador a despecho de aquellos feroces rivales republicanos, de los cuales el diputado Faustino Sánchez Carrión resultaba el peor y más incisivo.

Un sentido de intima satisfacción le produce recordar también que su rica biblioteca particular había servido para ofrecerla y fundar la Biblioteca de Lima (Actual Biblioteca Nacional) a la que se agregaron los libros de don José de San Martín y aquellos muchos otros dejados por los padres jesuitas, después de la inicua expulsión de que fueron víctimas en el SXVIII. (Ver enlace de este suceso, de así desearlo)

También de los sendos decretos fundando el Museo (Actual Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú) con todos los tiestos, tejidos y valiosos objetos dispersos por todos lados del patrimonio peruano en el vastísimo territorio emancipado que, por cierto, en el fondo de su sopesado criterio lo prefería para monarquía constituyente, antes que república democrática, idea compartida por San Martín, por entonces ya rumbo a su  autoexilio de Francia.

Con espíritu resuelto, propio de su acusado terrorismo jacobino, embargado del sincero propósito de obrar que el Perú pueda alcanzar un porvenir mejor del que hasta entonces había conseguido, se ufana mentalmente de haber llevado a la prisión o al cadalso con secuestro de bienes, al igual que en Chile, a muchos españoles y criollos españolizados, a la par de aquellos rivales peligrosos e inútiles para la causa continental. Y, naturalmente, que esas muertes y despojos heredaron en sus familias el odio acerbo de la vindicta que él conocía de sobra, pues estaba persuadido que desembocaría en algún atentado contra su odiada persona conforme lo había expresado a más de un allegado.

No pudo tampoco dejar de recordar el claro fracaso de la conferencia del general San Martín con el Libertador caraqueño Simón Bolívar, consecuencia de su inmediato retorno para dimitir ante el primer Congreso Constituyente del cargo de Protector que se le había conferido, para luego alejarse de las costas americanas y no regresar jamás. Con lo que la madurada idea de conseguir aquella monarquía constitucional que defendida con igual vigor que el tenaz rechazo de los republicanos quedó truncado. El general argentino había finalizado sus palabras de dimisión y despedida con estas finales: “…optad con criterio la forma de gobierno que necesita el Perú, de lo contrario los hijos de vuestros hijos darán el fallo”.

Pasaron también por su ocupada mente, como si lo fuera por un caleidoscopio, su destierro en Panamá los importantes momentos de su reunión con el Libertador Bolívar en la población ecuatoriana de Ibarra, los firmes lazos de amistad que se formaron, su retornó a Lima por Trujillo no obstante la vigencia y severidad de la resolución ejecutiva que ordenaba su confinamiento o muerte si volvía al Perú, pues regresó con el grado de coronel en la campaña final de la guerra de la independencia del Perú, y entró en Lima, después de la victoria en las frías pampas de la Quinua, de 9 de diciembre de 1824, en el departamento de Huamanga, actual Ayacucho.

Entonces el Libertador, al igual que lo había hecho el Protector, actuó otorgándole confianza y le dejó madurar las ideas para el futuro post libertario del Perú en concierto de  unificación con el resto de países ya emancipados, a la par que el odio de sus detractores políticos encabezado por Faustino Sánchez Carrión, acrecía subrepticio.

Sumido se encontraba en estas cavilaciones, cuando de pronto, un individuo al parecer de los mendigos que solían pernoctar en las puertas de las iglesias y parques públicos, en tan lejanas épocas hasta muy entrados los años republicanos (alcancé a verlos en mi niñez por la década de los 40s), se le acercó y con ademanes genuflexos de pordiosero, mostrando un tosco cigarro, habría suplicado:

¿Quiera su merced regalarle algo de candela a este pobre negro?

Su atildado interlocutor, sin inmutarse, observó los ojos del harapiento y después de algún momento sacó su fino mechero y lo ofreció solícito… sabía su propia condición de pardo -asunto que sus enemigos habían traficado profusamente sin ocultar aquello que habría sido hijo adoptivo del tendero español Miguel Monteagudo, afincado en Tucumán, pero sí hijo natural de un clérigo en una esclava negra- pese a lo cual le otorgó su apellido; entonces y en compensación se alegró de haber sido autor de la legislación peruana respecto a la libertad de vientres, la abolición de la esclavitud y de la odiada mita. La prueba de su posterior venganza por aquellos insultos en la colonial San Miguel de Tucumán su tierra natal, es que se había educado, escrupulosamente, en el propicio ámbito del Sur, la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, en la ciudad de Sucre, Alto Perú, ahora Bolivia, regida por sacerdotes jesuitas donde le fue conferido el título de abogado, fue auditor del Ejercito de los Andes y alcanzó los privilegios de ministro con San Martín y ahora fungía de consejero político brazo derecho de Bolívar. Sus despreciables enemigos, bien ocultos deberán permanecer…

ASESINATO DE MONTEAGUDO EN LA PLAZUELA DE LA MICHEO

Entonces, recobrando su postura inicial decidió proseguir su camino hacia La Micheo… fue cuando de súbito sintió la artera puñalada asestada en pleno pecho por aquel mendigo, y así, fatalmente, soltando inerme su casi acabado cigarrillo cayó herido de muerte en el duro embaldosado de aquella plazuela, ahora desaparecida, uno de los lados del cercano convento de San Juan de Dios, actualmente Plaza San Martín y partió a la eternidad en medio de las más grandes conjeturas y cuestionamientos a la par que el regocijo de sus detractores y la congoja de muchos otros que no lo eran, fiel producto de sus aciertos y desaciertos. Nadie se atrevió o quiso socorrer al caído y el cuerpo del ex ministro Monteagudo permaneció muchas horas a la impiedad ciudadana hasta que por la noche los monjes de cercano convento recogieron el cadáver y le dieron piadosa primera sepultura en sus claustros. Se dice que Bolívar al ser enterado, cayó en depresión y montando en furia exclamó a la vista del cadáver:

-¡Monteagudo!, ¡Monteagudo!, serás vengado

Ordenó sumaria averiguación para dar con los autores intelectuales y materiales. Identificado el asesino, el negro esclavo Candelario Espinoza, aquél se avino a confesar mayores detalles respecto a quién le contrató para dar muerte al ministro, pero Candelario, que había recibido muy de temprano la visita del cura confesor, condicionó la propia a que la haría únicamente ante el Libertador. El generalísimo caraqueño, luego de escuchar por horas al condenado, para asombro generalizado, ordenó la conmutación de la pena de muerte por la de cadena perpetua en presidio lejano y se llevó a la tumba el nombre del autor o autores intelectuales y aquellas misteriosas causas que habrían primado para tal magnicidio.

A manera de colofón

He querido ofrecer, en recuerdo a don Bernardo José Monteagudo Cáceres, este modesto ensayo, al hombre que inauguró en la naciente república del Perú el fomento de la instrucción pública, en las condiciones singulares y complicadas de su época. En fecha ya cercana al Bicentenario de su Independencia, que el ilustrado personaje ayudó a conseguirla bajo el credo que su dura política de extrañamientos, incautación de bienes y sumarias condenas habrá sido necesario; prócer cuyo nombre llevan dos cuadras en el distrito de Magdalena del Mar y una placa en una pared del ámplio recinto de Recepción de la antigua Biblioteca Nacional; revolucionario que aún carece de monumento que sirva a su memoria en esta capital del Perú -beata y pecaminosa- donde alguna vez el Sol había sido Dios.

A manera de corolario

Su primer éxito le cupo convencer al gobernador de Trujillo, marqués de Torre Tagle de pasarse a los patriotas como Supremo Delegado, esto es asumir como el primer presidente del Perú independiente.

Proclamada la independencia del Perú en Lima, el 28 de julio de1821 por San Martín, y luego aclamado Protector Supremo, el 3 de agosto de ese año, Monteagudo alcanza altos cargos al asumir las carteras de secretario de Estado como Ministro de Guerra y Marina y más tarde, al hacerse cargo además, del Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores.

Mientras que el Protector se concentró en los aspectos militares dando prioridad a la guerra, Monteagudo quedó de hecho a cargo del gobierno del Perú. Sus principales medidas de gobierno fueron: La libertad de vientres; la abolición de la mita; la expulsión del arzobispo de Lima; la creación de la escuela normal para la formación de maestros; la fundación de la Biblioteca de Lima, más tarde Biblioteca Nacional, con donación de sus propios libros, a la par que San Martín; apoyó la opinión del Protector favorable a instalar una monarquía constitucional en este país, con empeño y en su propaganda, sobre todo a través de la Sociedad Patriótica de Lima, que Monteagudo fundó en 1822.

Ambos compartían la idea de que sólo una monarquía constitucional democrática podría evitar la anarquía y las guerras civiles. Por otra parte, Monteagudo pensaba que la tarea prioritaria era declarar y afianzar la independencia, y que las libertades políticas debían ser establecidas gradualmente. Esta línea estratégica de Monteagudo se expresó en la decisión de San Martín de no sancionar de inmediato una constitución, reservando aquella difícil tarea para el momento en que la independencia estuviera asegurada, dictando, en cambio, el Reglamento de 12 de febrero de 1821 y luego el Estatuto Provisional de 8 de octubre de 1821.

Por disposición de San Martín, Monteagudo creó la Orden del Sol, con el fin de distinguir en su mérito a los patriotas que habían contribuido a lograr la independencia del Perú, haciéndola hereditaria con las ventajas que la misma implicaba. La Orden del Sol de tipo aristocratizante fue una institución polémica, el propio Monteagudo reconoció en sus Memorias que tenía el propósito de «restringir las ideas democráticas» y por ello devinieron impopulares y constituyeron otra de las causas de la oposición que provocaron su caída al partir San Martín del Perú.

La Orden del Sol fue anulada en 1825 pero volvió a ser restablecida en 1921 con el nombre Orden el Sol del Perú, y que perdura hasta la actualidad pero con cambios en sus estatutos. Gran Maestre de la Orden es el Presidente de la República durante el ejercicio constitucional de su mandato.

Entre diciembre de 1821 y febrero de 1822, Monteagudo dictó una serie de resoluciones destinadas a desterrar, confiscar la mitad de los bienes y prohibir el ejercicio del comercio a los españoles peninsulares que no se hubiesen naturalizado peruanos. Si bien no existen investigaciones acerca de cuántos partidarios del rey salieron del Perú a causa de los graves episodios de la independencia, como por el cambio político que no se allanaron a reconocer; algunos cálculos apuntan entre diez y doce mil los expulsados, Ricardo Palma, en su estudio histórico sobre Monteagudo, estima en cuatro mil la cantidad de españoles víctimas de esta severísima disposición de puño y letra suyos.

Conforme tenemos relatado que el 19 de enero de 1821 San Martín dejó Lima y se reunió con Simón Bolívar en la Entrevista de Guayaquil, dejando a cargo del poder, con el título de Supremo Delegado, a José Bernardo de Tagle.

La ausencia de San Martín debilitó a Monteagudo hasta que el 25 de julio de 1822 un grupo de influyentes vecinos de Lima le entregaron a Tagle un manifiesto exigiendo la renuncia del Ministro. Tagle aceptó la exigencia y decretó la cesantía de Monteagudo. Inmediatamente después el Congreso dispuso su destierro a Panamá, bajo pena de muerte en caso de regresar.

El viernes 28 de enero de 1825, por la noche, fue asesinado don Bernardo de Monteagudo Cáceres a inmediaciones del convento de San Juan de Dios de una certera puñalada en el pecho.

FUENTES Y CRÉDITOS

Óleo de Bernardo Monteagudo en uno de los salones del Instituto Sanmartiniano del Perú, cuya fografía ha sido gentilmete enviada para este artículo por uno de sus dignatarios, CPC Domingo Díaz Cáceres

Wikipedia:

Historia del Perú, Gustavo Pons Muzo

Grabados:

Plazuela de la Micheo, INTERNET

Real Academia Española; Instituto Cervantes

Asesinato de Monteagudo, Entre Monteagudo y Sánchez Carrión. Ricardo Palma.

Respecto a documentos y citas

Norberto Galasso, Seamos libres y lo demás no importa nada: vida de San Martín, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2000, pág. 474.

Memoria chilena, Monteagudo en Chile

Cita sobre Robespierre, en la primera versión del presente artículo:

Del libro Robespierre. La virtud del monstruo, por Demetrio Castro. Pág. 11. Biblioteca de Historia y Pensamiento Político. Ed. TECNOS, Madrid, 2013

Comentarios publicados anteriores a la tercera versión modificada

12 Comentarios

11/12/2019 de 19:47 (Editar)

Santiago nostálgico, dice:

Lima, 4 de noviembre; 2019

Mi querido don Luis, nada bueno se puede decir de este criminal, que aprovechando sus circunstancias causó el mayor daño a las personas que lo rodeaban y a las instituciones que decía servir. Ningún monumento debe llevar su nombre.

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Luis Siabala Valer

11/11/2019 de 19:50 (Editar)

Lima, 4 de noviembre; 2019

Amigo Pedro: en el proceder de los hombres hacemos, de una u otra forma, parte del bien o del mal, que decir de los momentos de convulsión de las épocas libertarias. Los hermanos Carrera fueron víctimas de la decisión compartida o el silencio cómplice por hombres como O’Higgins y San Martín. Estaba pensando en Federico Nietche y sus meditaciones Más allá del bien y el mal. Gracias por su comentario destacado amigo.

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11/12/2019 de 18:58 (Editar)

Dorelly E. Ruiz B. dice:

Lima, martes 5 de noviembre 2019

Triste su final, el relato que haces sobre él y su participación como prócer de la independencia de PERÚ, nos transporta fácilmente a aquella época de nuestra historia. Se puede hacer un guion para teatro o para cine peruano ahora que lo están promocionando bastante. Gracias por tu aporte al conocimiento histórico Luchín.

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Luis Siabala Valer

11/12/2019 de 19:12 (Editar)

Gracias Dore:

Para el drama sangriento que conmovió la Lima del XIX, no se me ocurrió mejor argumento que el de teatralizar la trayectoria del temido ministro Monteagudo, desde que se retira en altas horas de la noche con dirección a la casa de su amante, en inmediaciones de la cual se encontró con el puñal de vil sicario. Un cariñoso abrazo.

Lucho

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11/12/2019 de 13:44 (Editar)

Eleuterio Soto Salas, dice:

4 de noviembre a las 12:42

Felicitaciones Dr. Siabala. Usted ha expuesto en forma detallada y amena el papel que jugó Bernardo Monteagudo en el proceso de la independencia. Eran tiempos en que muchísimos peruanos veían con escepticismo aquella gesta, es más, muchos peleando a lado de los realistas para mantener el statu quo. Pero lo importante aquí es que escritos como el suyo nos ayudan entender el presente. Gracias Dr. Siabala. Un abrazo de quien se considera muy amigo suyo.

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Luis Siabala Valer

11/12/2019 de 13:54 (Editar)

Amigo Soto:

Muy cierto, el espíritu escéptico respecto a la posibilidad de la emancipación era general; los había para quienes la figura real era necesaria y estaban conformes de aquella administración virreinal. Españoles natos y muchos criollos, así lo sentían. La idea republicana se tomó en contra de las precauciones que generaba la idea bolivariana sobre la base de la opinión de Monteagudo. Muchas gracias por su importante comentario, un fuerte abrazo mi dilecto amigo.

Luis Siabala

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11/12/2019 de 13:32 (Editar)

Dice Fernando Mañueco Ordóñez, Asturias. España. Dice:

Querido Luis

He disfrutado enormemente con la lectura de tu ensayo sobre la figura de don Bernardo de Monteagudo Cáceres. He paladeado con satisfacción tu relato sobre su vida, sus logros, su contribución al país y sobre su desdichada muerte.

Tus palabras se leen con la facilidad y fluidez de una novela histórica, amena y vibrante. Siempre precisas tus expresiones y siempre imbuidas de tu gran conocimiento de la época. Tu relato es una delicia, una “delicatessen” suele decirse ahora.

Mi más sincera enhorabuena.

Es un placer contar con la amistad de una persona de tan elevado nivel cultural y literario como tú.

Un abrazo.

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Luis Siabala Valer

11/12/2019 de 13:37 (Editar)

Michas gracias Fernando:

Muy reconfortado en el ánimo por tu generoso comentario que resulta un aliciente para continuar con los escritos. De tu apreciación puedo colegir que tienes una estupenda conciencia histórica y literaria dentro de tu formación. Reitero mi agradecimiento por tu hermoso comentario. Un fuerte abrazo querido amigo

Luis

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10/27/2019 de 15:49 (Editar)

Jorge Bejar A. Los Ángeles, USA, dice:

Excelente recreación histórica de los últimos momentos del prócer. El atildado relato se lee con fruición de novela de suspenso hasta el fatal desenlace, algo nublado sin embargo por el enigma que envuelve este magnicidio. Según he leído en versiones el propio Libertador acudió al lugar del crimen y asimismo que Monteagudo llegó a ser auxiliado por unos monjes. Nada de esto sin embargo quita brillo a esta fascinante crónica que nos regala el Dr. Siabala, mi notable condiscípulo ugartino, abogado de profesión e historiador por afición y vocación.

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Luis Siabala Valer

10/27/2019 de 17:18 (Editar)

Muy cierto Jorge:

Paradojas de hechos y circunstancias: conocido el ateísmo de Monteagudo, más puede el deber cristiano de aquellos religiosos quienes finalmente retiraron el largamente expuesto cadáver de su enemigo y, de otro lado, el temor generalizado de los pobladores para acercarse so pena de molestar a sus ocultos autores intelectuales (alguna crónica o apunte sindica a Faustino Sánchez Carrión como la mano que armó al sicario) y, el cambio de actitud de Simón Bolívar quien deseoso de esclarecer un crimen que afectaba directamente su poder político, al conocer la confesión directa del autor material, quedó enterado de algún impedimento que le hizo variar la pena y dar por terminado el hecho. Muchas gracias por tu comentario mi querido amigo. Recibe un abrazo.

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10/23/2019 de 06:33 (Editar)

Luis Adolfo Siabala, dice:

He aquí una acertada forma de hacer historia, enriquecida por el poder de la palabra y los recursos del entendimiento para trasladar al lector al lado del protagonista, durante sus últimos instantes de vida en la vieja Lima, naciente republicana.

¡Cuántas razones tenemos, los cautivados lectores para hurgar en la memoria de este célebre prócer independentista y admirar de su trabajo los afanes que implicaron el nacimiento de una nación al amparo de las logias masónicas!

Dr. Siabala, usted merecen por ello la Orden la Sol y la de Amauta.

La posteridad así se lo reconocerá.

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Luis Siabala Valer

10/23/2019 de 08:30 (Editar)

Gracias hijo por tan generoso comentario. Me pareció que para entender a tan cuestionado político, podría ayudar esta forma algo teatralizada de las crónicas que menudearon después de la acción del sicario y el comportamiento de Bolívar en este asunto. Un abrazo.

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Comentarios a esta tercera versión modificada

Farah Siabala Ruiz

04/24/2020 de 13:58 Editar

Muy bueno!

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Luis Siabala Valer

04/24/2020 de 14:07 Editar

Gracias hija mía. Tu padre

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Fernando Díaz Tenorio, fdiazte@hotmail.com,

dice:

11-05-2020

Mi querido y distinguido amigo:

Ya nos tienes acostumbrados a la sutileza y maestría de la narrativa de tus trabajos históricos, al punto que, a decir verdad, uno no sabe si quedarse con tu depurado estilo literario o con los interesantísimos datos históricos que comentas. De manera que, al igual que en trabajos anteriores, no queda sino señalar que con tu exquisita narrativa nos conduces como entre nubes por los distintos pasajes de tu obra, y reproduces fiel y detalladamente la realidad de ellos en nuestras mentes, como si los viviéramos o fuésemos testigos de excepción de su ocurrencia: nombres de calles, boticas, plazuelas, monasterios, amantes, un esclavo asesino…

Leí tu trabajo repetidamente. Unas veces arrobado sólo por tu estilo literario, y otras, tomando nota de los datos históricos que nos alcanzas. En base a ellos, me atreveré a darte algunas breves impresiones personales sobre Bernardo Monteagudo Cáceres. Indudablemente fue un hombre de carácter a quien no le temblaba la mano para tomar decisiones extremas. Así, llevó al cadalso o a la prisión a muchos españoles y criollos españolizados; retornó de Panamá luego de haber sido despojado de sus cargos y expulsado a ese país por sus enemigos políticos, bajo pena de muerte si se atrevía a retornar, no obstante lo cual retornó y, efectivamente, fue ejecutado, pero vilmente, sin proceso, juzgamiento ni condena, sólo mediante el asesinato de un sicario esclavo que por exigencia propia, sólo se confesó ante el Libertador Bolívar, quien no reveló nunca los nombres de los autores intelectuales del crimen, pese a haber ofrecido ante su cadáver como mudo testigo, que vengaría su muerte. Y ese mismo episodio nos revela su apasionamiento con sus principios y convicciones políticas, exponiendo su vida en defensa de ellas, como era la idea de implantar en época de nuestra independencia, una monarquía constituyente en lugar de una república democrática. Fue además un hombre culto y que desempeñó cargos de gran importancia, como el de estar al frente del Ministerio de Guerra y Marina y la titularidad del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.  Y como parte de esas dotes de cultura, fue un tipo desprendido pues para fundar la Biblioteca Nacional, entregó su biblioteca particular. Fue igualmente, un legislador de nota, con la autoría de la legislación peruana sobre situaciones de tanta importancia por estar ligadas a la libertad de las personas, como la libertad de vientres y abolición de la esclavitud (aunque paradójicamente fuera un esclavo quien lo asesinó) y de la odiada mita que hoy se practica en algunos pueblos provincianos de Lima, pero no considerando el trabajo como compensación de “impuestos”, sino como contribución a obras públicas que no cubre el Estado  y que están al servicio directo de los pobladores y sus familias. Como se aprecia, no faltarían razones para que los enemigos de Bernardo Monteagudo Cáceres atentaran contra su vida. Pero no debe dejarse de lado en modo alguno, su pasión por las mujeres, pues bien pudo ocurrir que ella lo llevara  a irrespetar derechos adquiridos, lo que, según muchos, se paga con la muerte.   

Gracias querido hermano por regalarnos una más de tus joyas literarias e históricas, que nos introduce en diversos pasajes que, contados a tu estilo, parecen realidad mezclada con fantasía.

Un fuerte abrazo:

Fernando J. Díaz Tenorio 

Respuesta:

13–05-2020

Muy apreciado colega y entrañable amigo:

Muchas gracias por tu generoso y valioso comentario, admirablemente preciso:

Algunas voces y pareceres han fijado sus apreciaciones en el malogrado ministro jacobino, víctima propiciatoria en tierra emancipada y consejero de personas de vocación republicana, enfrentadas a otras ávidas de practicar la igualdad democrática republicana de una igualdad irrestricta, es decir llevadas al exceso utópico. Pero se dieron de bruces cuando quien administraba esas ideas tenía la escuela jacobina más radical, que es el caso de Monteagudo, encaminadas a surtir efecto cualesquiera fueren las consecuencias de no ser acatadas. El sublimado mensaje del que comulgaba San Martín habría sido “Moderación amigos aguardad mejores momentos, por lo pronto bastará una monarquía constituyente para encaminar a los nuevos pueblos por la senda del orden

Naturalmente, los patriotas desisten a creer que haya verdad tras esa política instaurada durante la Revolución Francesa por Maximilien Robespierre y aplicada en momentos de la culminación de emancipación chilena y posterior peruana, por aquel miembro de la facción más radical de los jacobinos americanos. Una doctrina dicho así y sin ambages con un aparato represor listo para la confiscación de bienes, el encarcelamiento, el juicio sumario, el destierro o la muerte por ejecución de todo aquel con ideas contrarias a las dispuestas por esa cúpula. Pero la realidad tue de esa naturaleza y alcances como hemos ensayado en esta modesta biografía.

Es del todo claro -y no se requiere mayores pruebas- que los próceres de la independencia del Río de la Plata y Chile, de ellos los más conspicuos citaremos a San Martín, O’Higgins, Alvear, los propios humanos Carrera Verdugo, quienes supieron de temprano que uno de los fundadores de la Logia Lautaro fue el tucumano Bernardo Monteagudo, hábilmente preparado para hacer de la emancipación una semillero nuevo destinado a mejores propósitos.

Hay mucho paño que recortar en este asunto, hermano Fernando, la pandemia ha interrumpido mis averiguaciones en valiosos documentos que obran en el Archivo Central del Ministerio de RR. EE del Perú, uno de los ministerios fundados por este ilustre y controvertido personaje argentino.

Seguiré tras esas investigaciones y espero poder alcanzarte en el futuro cercano alguno valioso, eso espero, te reitero mi agradecimiento. Un fuerte abrazo.

Lucho

Las brigadas chilenas Arrate y Camus

La conflagración que azotó Chile, entre enero de 1891 y septiembre del mismo, provocada por la sublevación de la Armada al mando del capitán Jorge Montt y el Congreso Nacional en contra del presidente José Manuel Balmaceda Fernández, cuyas causas las hemos expresado en John North, el Rey del Salitre, tuvo dramáticas consecuencias por la severidad y encono con que los contendientes la pelearon, procurándose un mutuo exterminio. Tres de estas consecuencias o implicancias fueron internacionales.

Junta militar constitucionalista instalada en Iquique en 1891

Episodios de la guerra civil de 1891 en Chile y sus repercusiones en el Perú

Los extremos de crueldad, por ambas partes, hicieron que dos brigadas balmacedistas, la una con un efectivo algo mayor a quinientos hombres, de las tres armas, al mando del coronel Miguel Arrate, jefe político-militar de la provincia peruana de Tacna bajo ocupación, buscara urgente socorro peruano cruzando la frontera de Sama, donde esta brigada se entregó. Desarmadas, las tropas chilenas fueron conducidas a la ciudad de Arequipa, allí quedaron internadas para ser devueltas a Chile finalizada la contienda, en octubre de 1891.

La otra, al mando del coronel Hermógenes Camus, jefe de los regimientos Buín, o primero de línea, Arica o cuarto de línea y los batallones Andes, Linares y Mulchén, bajo pena de exterminio después de la batalla de Pozo Almonte, se vio precisada también a salvar la vida internándose en las alturas del territorio boliviano por los salares de Uyuni y de allí ingresó en el argentino donde marchó, en franca violación territorial, con sus armas y banderas sin ser molestada por las estupefactas autoridades argentinas, desde Salta hasta San Juan y repasando la cordillera por San Francisco, antes de lo cual fue desarmada pero el coronel Camus se negó a ser internado; continuó su larga pero ordenada marcha, llegó a Santiago y se puso nuevamente a disposición del presidente Balmaceda.

Posteriormente el gobierno de Buenos Aires levantó una ruidosa protesta que terminó con la promesa de Balmaceda que el regimiento de Hermógenes Camus ya no participaría de la contienda civil. Pero este esforzado refuerzo militar, pese a todo, llegó en hora menguada para la suerte del infortunado mandatario quien, poco después y como resultado de las batallas de Concón y Placilla, tomó asilo en la legación argentina de Santiago y después de escribir su célebre Testamento Político, puso fin a sus días con un disparo en la cabeza, el 19 de septiembre de 1891, fecha que finalizaba también su mandato constitucional.

Las violaciones territoriales de las fronteras del Perú, Bolivia y Argentina, resultan hechos notables,  de alguna manera contempladas por el derecho internacional público, marcadas por un estado imperioso de necesidad, dada la naturaleza de la pugna, las naciones de soslayo involucradas y las condiciones vertiginosas de los acontecimientos; recrean también el sentimiento en boga por aquellos días.

Debido a la implicancia que tuvo con el Perú, la suerte de la brigada Arrate es la que historiamos de manera breve, no sin antes ilustrar sobre los motivos y algunos hechos de aquella guerra civil -en cierta forma corolario de la llamada Guerra del Pacífico cuyo apropiado nombre debe ser Guerra del Salitre- revolución institucional que tanto daño causó a la nación vecina.

Antecedentes premonitorios de la contienda

La calidad de nuevo rico que habría asumido Chile, inmediatamente de la captura del litoral boliviano de Antofagasta y consecuentemente la provincia litoral peruana de Tarapacá; el usufructo del salitre y las pingües ganancias por la venta del mineral, complemento básico para la fabricación de la pólvora y por aquellos tiempos muy demandado como eficaz abono para las empobrecidas tierras europeas, no necesariamente había enriquecido a Chile que empeñoso de poseer la riqueza de sus vecinos gastó en armas, derramó sangre propia y ajena y se apropió de un territorio en el norte con lo que hizo cambiar su propio mapa desde 1879, arrastrando un estado de permanente intranquilidad, pese a los tratados, que le impone la necesidad, hasta la fecha de esta crónica, de preservar aquellos territorios manteniendo tropa y costoso equipo militar.

Caza torpederas Lynch y Condell, atacan al blindado Blanco Encalada en Caldera y lo hunden con pedida humana cuantiosa

Por entonces el gobierno del Perú lo ejercía el general Remigio Morales Bermúdez, quien había sucedido en el mando de la república al general Andrés A. Cáceres, el brillante soldado de la resistencia de la sierra. La nueva frontera con Chile, con arreglo a los ajustes, se ubicaba en el valle del río Sama, al norte de Tacna. El Perú se reconstituía paulatinamente, con serena firmeza.

Pero en Chile se confrontaba un estado de tensión política por el usufructo real del rico salitre llamado también oro blanco, pues con la guerra y como consecuencia de ella habían pasado las oficinas salitreras altamente productivas a manos del hábil especulador inglés John North, apodado por ello el Rey del Salitre no así para el novísimo y victorioso poseedor por conquista, mercantilmente hablando, para quien le quedaban únicamente las empobrecidas, caducas o nada importantes usinas dejadas abandonadas por el magnate inglés.

Esta situación sumada a la generada por la gran corruptela que sembró North, dentro de las autoridades y los políticos, llegó al extremo asombroso que, en aquellas provincias capturadas, allí donde ejercía poder comercial el intruso inglés como detentador soberano, se había establecido un bien demarcado coto de caza privado. No se objetaba esta anómala situación y el astuto británico sabía recompensar con largueza tamaña tolerancia.

Nada, absolutamente nada, se podía hacer sin su aquiescencia. Las autoridades políticas y administrativas debían contar con la venia del gerente señor Dawnson, y la santificación del imprescindible abogado de North, Julio Zagers, importantísimos apoderados del magnate, por entonces cómodo residente en su mansión de Avery Hill, Eltham, Kent, cerca de Londres.

Para colocar un nuevo jefe de aduana, un supervisor, o simple jefe de ferrocarriles; etc, etc, así lo ha reconocido la propia historiografía chilena, debían ser consultados estos omnímodos mandatarios. Un interesante caso donde se conjugan derechos reales, tenencia privada, soberanía nacional y moral pública.

Refiriéndose a Dawnson, insertamos la cruda expresión de los hechos, de don Mario Barros van Buren, del servicio diplomático de Chile, tomada en glosa de su libro Historia Diplomática de Chile, que nos releva de mayores comentarios:

Para mover un empleado público, para empedrar una calle, para decir un discurso, para dictar un reglamento de aduanas, había que consultarle. Los grandes magnates chilenos lo elevaron a su nivel sin la menor dificultad. North se siguió encumbrando por encima de esa aristocracia monetizada que tan humillada se le ofrecía. Su abogado en Santiago, don Julio Zagers, se convirtió en el árbitro de la política chilena. De su “carta blanca” salían los fondos para las elecciones, las coimas para los empleados difíciles, los regalos para los incorruptibles, los grandes bailes para la sociedad. Las listas de diputados y senadores solían pasar por sus manos, porque los partidarios requerían el “consejo y la colaboración” del gran hombre de la City. Los documentos han echado luz sobre la enorme corrupción que North sembró sobre una clase social que, cegada por el oro, torció una de las tradiciones más nobles de la historia chilena: Su austeridad. Si bien la profecía de don Manuel Montt de que el salitre pudriría las riquezas morales del pueblo chileno no se cumplió en toda su extensión, podemos decir que engendró a una capa social sobre la que descansaba, precisamente, la estabilidad institucional de un régimen y una tradición de mando.

D. José Manuel Balmaceda y Fernández

Balmaceda

Pero don José Manuel Balmaceda Fernández, miembro de la aristocracia del latifundio agrícola, había accedido al poder con las elecciones de 1886 y tenía muy claro y presente aquel poder que ejercía North en el norte salitrero que se toleraba por acción de la corruptela que había sembrado el inglés que ponía en entredicho las viejas y sobrias virtudes nacionales y enfrentaba la eclosión de una riqueza ganada por la fuerza de las armas, pero de cuyo usufructo resultaba una nula actividad, por decir lo menos, en favor de la arcas fiscales chilenas. Se empeñó entonces con energía en una campaña para revertir de alguna forma esta situación dándole frente al estado anómalo de cosas, sin apartarse de su política liberal, pero teniendo presente el espíritu portaliano que lo embargaba.

La campaña que asumió Balmaceda para restaurar la dignidad nacional con ejecución de importantes obras de elevado gasto público, jamás emprendidas en Chile, su marcada y recíproca oposición con la mayoría parlamentaria, sumada a la fría y cortante entrevista que concedió al magnate North quien había viajado exclusivamente para tal efecto desde Inglaterra, termina enemistándolo con el Congreso Nacional, en cuyo seno el abogado Zagers ejercía importante dominio.

Se produjo entonces el hecho histórico –sospechosamente coincidente por supuesto- que, al retiro de North, después de su fracasada entrevista para no regresar jamás, el jefe de la Armada, comandante Jorge Montt Álvarez, embarcara a los miembros del Parlamento, zarpara a Iquique y en ese antiguo puerto peruano formara cabeza del gobierno revolucionario contra el presidente en ejercicio constitucional. El comunicado revolucionario se expresó de esta manera:

Acta suscrita por la mayoría de ambas cámaras del Congreso Nacional

Nosotros, los representantes del pueblo chileno en el Congreso Nacional, teniendo en consideración:

1. Que los numerosos delitos cometidos por las autoridades administrativas contra el poder electoral de la República, para falsear la espresión (sic) de la voluntad soberana del pueblo en las elecciones, han sido amparados y protejidos (sic) por el Presidente de la República y sus ministros, desoyendo las representaciones de la Comisión Conservadora y haciendo por lo tanto suya la responsabilidad de los funcionarios culpables, conforme al precepto contenido en el número 2.° del artículo 49 de la Constitución del Estado;

2. Que las policías de seguridad, confiadas al Presidente de la República para custodiar el orden y resguardar los derechos de los ciudadanos, han sido empleadas en organizar y dirijir (sic) turbas asalariadas del populacho, para promover los más vergonzosos y criminales atentados contra el orden público y para atropellar los más fundamentales derechos de los ciudadanos, llegando á ser dicha fuerza una constante amenaza para ellos y desapareciendo así el fin primordial del establecimiento de la autoridad; que el Presidente de la República y sus ministros se han hechos sordos á los gritos de la indignación pública y á las constantes reclamaciones del Congreso y la Comisión Conservadora por aquellos actos, que las autoridades han dejado impunes, asumiendo así su responsabilidad;

3. Que la única reparación de los últimos y dolorosos atentados contra la libertad de reunión ha sido la promulgación de la ordenanza de 20 de Diciembre último, que es una nueva y audaz violación de los derechos de reunión y petición, garantidos por el inciso 6.° del artículo 10.° y por el inciso 6.° del artículo 27 de la Constitución, incurriendo al mismo tiempo con ella el Presidente de la República y sus cómplices en una usurpación flagrante de una atribución esclusiva (sic) del Congreso, consignada en dicho inciso 6.° de artículo 27, y que es el único que puede dictar estas leyes escepcionales (sic) pero de duración transitoria, que no puede exceder de un año;

4. ° Que el Presidente de la República ha violado constantemente la fe pública, oficial y solemnemente empeñada varias veces ante el Congreso, por medio de sus ministros;

5.° Que el mismo funcionario ha dilapidado los caudales públicos, disponiendo de ellos fuera de presupuestos, creando empleos y comisiones remuneradas, con fondos nacionales, sin intervención del Congreso, y usurpando así una atribución esclusiva (sic) del Poder Lijislativo (sic), consignada en el inciso 10.° de artículo 28 de la Constitución; 6.° Que el mismo funcionario ha desconocido y violado las atribuciones fiscalizadoras del Congreso y de la Comisión Conservadora, haciendo caso omiso de ellas y burlándolas en lo absoluto con abierta infracción del inciso 1.° del Art. 49 y demás artículos de la Constitución que constituyen al Congreso fiscal y juez de los altos funcionarios administrativos;

7. ° Que por causa del desconocimiento de estas atribuciones, el Presidente de la República intentó, no mucho, cambiar la forma consagrada de nuestro Gobierno, manteniendo un gabinete censurado por las dos ramas del Congreso y á quien éste había negado las contribuciones y llegó hasta gobernar sin ellas, causando al fisco pérdidas injentes (sic) y á la Nación las perturbaciones más graves;

8. ° Que clausurando el Congreso, porque se oponía con varonil firmeza á la invasión de los derechos más preciados del pueblo, faltaban á su palabra empeñada para sancionar leyes pendientes y necesarias para garantir aquellos derechos;

9.° Que sin hacer mención de muchas otras violaciones de las leyes y garantía individuales, el Presidente de la República ha llevado últimamente este sistema de desgobierno y de ruina legal y social hasta el punto de disponer de los caudales públicos y mantener la fuerza de mar y tierra, sin autorización alguna del Congreso, usurpando abierta y escandalosamente las atribuciones esclusivas (sic) del Poder Lejislativo (sic) de la Nación, único á quien confieren estas facultades los inciso 2.° y 3.° del art. 28 de la Constitución, los cuales establecen “que solo en virtud de una ley se puede: fijar anualmente los gastos de la administración pública y fijar igualmente en cada año las fuerzas de mar y tierra que han de mantenerse en tiempo de paz y de guerra”;

10. Que todos estos actos han venido produciendo una alarma profunda en la sociedad, una completa desmoralización administrativa y una perturbación desastrosa en los negocios económicos, comprometiendo gravemente el honor de la Nación;

11.° Que todos estos actos y las declaraciones del Diario Oficial vienen comprobando de una manera evidente la maquinación fraguada y consumada por el Presidente de la República, contra las instituciones fundamentales del Estado; que estos actos revelan el plan proditorio (sic) de minar el edificio político levantado por los esfuerzos y sacrificios de varias jeneraciones (sic), para alzar sobre las ruinas de la soberanía del pueblo los caprichos de un señor absoluto; para desquiciar y anarquizar así una sociedad constituida, un pueblo sumiso y tranquilo, que solo reclama la paz y el orden legal, constituyen no un crimen cualquiera, sino el mayor de todos los crímenes que puede cometer un mandatario;

12. ° Que poniéndose con estos atentados en abierta rebelión con el orden constitucional, el Presidente de la República ha incurrido en el crimen de alta traición contra el Estado, y queda fuera de la ley, que ha jurado solemnemente guardar y hacer guardar;

13. ° Que si los majistrados (sic) violan abiertamente la majestad de las leyes, que constituyen la base necesaria del orden social, sus mandatos son nulos y de ningún valor, como espresamente (sic) lo establece el artículo 151 de la Constitución, y en tal caso no solamente existe el derecho, sino el deber de resistir, en defensa del orden público, deber que incumbe á todos los ciudadanos, y muy especialmente á los poderes constituidos;

14. ° Que es atribución esclusiva del Congreso establecido en el inciso 4. ° Del artículo 27 y en el artículo 65 de la Constitución, declarar cuándo por enfermedad, ausencia ú otro motivo grave, y cuándo por muerte renuncia ú otra clase de imposibilidad absoluta el Presidente de la República no pudiese ejercer su cargo;

15. ° Que los crímenes mencionados y de que se ha hecho reo el actual Presidente de la República no pueden constituir un motivo más grave, ni una imposibilidad más indigna é incapaz de continuar en el ejercicio de su cargo.

En mérito de las consideraciones precedentes, nosotros, miembros del Senado y de la Cámara de Diputados de Chile, invocando al Supremo Juez del Universo en testimonio de la rectitud de nuestras intenciones con el objeto de restablecer el régimen constitucional, asegurar la tranquilidad interior, atender á la común defensa y afirmar los beneficios de libertad y las leyes en nombre y por la autoridad del pueblo que representamos, solemnemente declaramos:

1. Que el Presidente de la República, don José Manuel Balmaceda, está absolutamente imposibilitado para continuar en el ejercicio de su cargo, y en consecuencia que cesa en él desde este día.

2. Que están igualmente imposibilitados para reemplazarlo en su cargo sus Ministros del despacho y los Consejeros de Estado que han sido sus cómplices en los atentados contra orden constitucional.

Y en consecuencia designamos á don Jorge Montt para que coadyuve á la acción del Congreso, á fin de restablecer el imperio de la Constitución.

Santiago, Enero 1. ° De 1891.

(Siguen las firmas de la mayoría del Congreso)

Se desata la contienda civil

Veteranos de la guerra contra el Perú, los mismos que llegaron a Lima y quienes por entonces ocupaban Tacna en la integridad de esa provincia, divididos en dos bandos irreconciliables: el uno del lado de los intereses del Congreso, el otro del lado de la Constitución defendiendo al presidente, se habían de enfrentar con notable encono y destrucción. Para los primeros el comando estaba centrado en Iquique y para los rivales lo era Santiago. Cabe anotar que el ejército, en su gran mayoría estuvo del lado del presidente y que menudearon traiciones y aquellas otras desgracias propias de las guerras intestinas apremiadas de rencor, ambición material y política de momento, conforme la coyuntura.

Por ambas partes se movieron recursos considerables y con ello se produjeron algunos incidentes internacionales con relación a la adquisición de material de guerra. Tal el caso de la compra subrepticia de armas en California, hecha con dinero revolucionario, sobre el cual el gobierno de Balmaceda dio aviso y como consecuencia del cual dos naves de guerra estadounidenses persiguieron al fugado vapor Itata que las portaba y que fue dramáticamente hecho presa cuando ingresaba a la bahía de Iquique donde se le abordó por marinería estadounidense, violentando también de esta forma regulaciones internacionales. O los tres mil fusiles, transportados a bordo del buque chileno Maipo, denunciados por EEUU y que fueron decomisados por la aduana peruana, bajo cargo de contrabando de guerra, cuando llegaron de arribada al Callao.

Vapor Itata y su contrabando decomisado en Valparaíso

El gobierno de Iquique en poder como estaba del primer puerto salitrero y las fuentes inagotables por la saca y venta del salitre, dispuso la recluta de gente de la pampa para reforzar o formar nuevos contingentes militares, adquirir armas, equipos y naves. Contaba con el grueso de la Armada y el glorioso monitor Huáscar estaba entre las naves amotinadas.

De otro lado, el gobierno legítimo, carente de flota dada las circunstancias, adquiere el mercante Imperial y lo improvisa como buque de guerra dotándole de cañones y demás equipo a la par que ordena la construcción en Europa de blindados y rápidas torpederas, además del material de guerra necesario.

Vienen luego las batallas de Iquique, Pisagua, Zapiga, Dolores (en esta última había tenido lugar doce años atrás el inesperado desastre aliado de San Francisco) entonces, Arrate y sus tropas constitucionalistas quedan arrinconados en Tacna y en situación harto socorrida. No se sienten capaces de afrontar la pelea. Han quedado solos y aislados. La innecesaria matanza y los actos de repase y toda suerte de exceso experimentados en la reciente guerra con el Perú se repiten multiplicados, pero la pérdida de vidas en esta ocasión es cuantiosa.

Cruce de la frontera peruana

Es así, como decíamos, que aquel coronel chileno al mando de un efectivo de algo más de quinientos hombres hace su aparición por Sama, consigue luego de un precario descanso enrumbar a Mollendo, es decir dentro de territorio extranjero naturalmente hostil y se entrega a la autoridad militar peruana que desarma a la brigada.

Obtenido el internamiento oficial, el efectivo chileno fue conducido a la ciudad de Arequipa donde en la rica vega se improvisó un campo de concentración en las inmediaciones al cuartel de Tingo, el bello y apacible distrito a las márgenes del Chili, y quedó internado en atención a su especial condición, bajo custodia y protección peruana.

El pueblo arequipeño, resentido y claramente molesto por la presencia en sus tierras de aquellos enemigos de la reciente pasada guerra, mostró de alguna forma su indignación, pero sin llegar a mayor hostilidad.

Conviene recordar que en 1883, esto es ocho años antes, Arequipa había mantenido un fuerte contingente militar al mando del contralmirante Montero que esperaba ser movido contra el invasor que acababa de conseguir una apretada victoria contra las tropas de resistencia de Cáceres en Huamachuco; pero al revés de lo que ordena la razón y dispone la dignidad, con alegaciones y razones que la historia jamás aprobará Lizardo Montero las licenció quedando la orgullosa ciudad a merced del ejército chileno que entró, al mando del coronel José Velásquez [1], no sin sufrir algunos ataques aislados del pueblo arequipeño que de alguna forma se hizo fuerte, con la consecuente y  conocida represión del fusilamiento por quinteo [2].

El gobierno revolucionario exigió diplomáticamente la entrega de Arrate, equipo y hombres, pero el Perú se negó.

La suerte de este destacamento en tierras arequipeñas no habría de serle del todo mala, pues el insuperable clima y la abundancia del hermoso y fértil valle no le fueron ajenos ni negados.

Con los acontecimientos revolucionarios cada vez triunfantes, era claro que se avecinaba la victoria y con ello el fin de la guerra civil y sus cuantiosos daños. El coronel Arrate, envió una nota con fecha 16 de septiembre al representante de Chile, explicando su angustiosa situación y solicitando pasajes para regresar con la división. El 22 le fue notificado por el prefecto Salvador Cavero, que el gobierno peruano había dispuesto el traslado de las tropas chilenas a Mollendo para repatriarlas.

En las primeras horas del 24 llegaron al puerto, entre oficiales, clases y soldados 522 hombres, además de 23 mujeres (cantineras) que acompañaban a la pequeña fuerza divisionaria, para embarcar en el vapor Limarí, rumbo a Valparaíso. Estas tropas que habían sido fieles a Balmaceda, a su arribo hubieron de sufrir los duros e inapelables dictados del vencedor.

Fin de la guerra civil y la suerte de las tropas, buques y equipos chilenos en el exterior

Para fines de 1891, los restos de la fuerza armada balmacedista estaban en territorio peruano. El 2 de septiembre anclaron en el Callao, el transporte Imperial y la torpedera Condell, nave que en compañía de su gemela Lynch había consiguió hundir con un torpedo y considerable pérdida material y humana, en el puerto de Calera, al blindado Blanco, una de las naves de la flota que libró combate con el solitario Huáscar en aguas de Angamos, el 8 de octubre de 1879.

Ambas naves quedaron a disposición del agente que debía nombrar el nuevo gobierno, Ángel Custodio Vicuña, ministro plenipotenciario en Lima, antes de dar por finalizada su misión, con el triunfo del movimiento revolucionario del Congreso.

Muertos en La Placilla

En cuanto a las adquisiciones de naves de guerra por parte de Balmaceda se consiguieron algunos blindados que fueron ansiosamente esperados por el gobierno durante ocho meses, pero, dada la victoria revolucionaria, continuaron éstos su navegación en aguas europeas.

El Presidente Pinto entró al puerto alemán de Kiel el 25 de agosto para embarcar el material de artillería que debía enviar la empresa Armstrong. El capitán Recaredo Amengual solicitó permiso para contratar operarios y embarcar provisiones, agua y carbón. La hostilidad del gobierno imperial fue manifiesta y las autoridades portuarias alemanas limitaron al mínimo la entrega de combustible y vituallas. El 17 de septiembre el crucero zarpó con destino al puerto francés de El Havre.

Por las circunstancias y los hechos analizados parecería que, históricamente, las potencias europeas estuvieron en favor de los revolucionarios, y los EEUU de Norteamérica, de lado del malogrado Balmaceda; esto último es una apreciación personal.

Notas

[1] Coronel José Velásquez Bórquez. Culminada la guerra civil, dentro de la dura e implacable represalia dirigida contra los balmacedistas, de todo orden y género, se registra, entre muchos otros, el de su ajusticiamiento por sentencia del tribunal que se hizo con este veterano en su grado de general, sin ser oído ni representado, a quien se le recordaba por su desempeño en la campaña y toma de Arequipa, en octubre de 1883.

Aquí la suerte de algunos otros importantes protagonistas de la pasada guerra contra el Perú:

General Orozimbo Barbosa Puga, veterano de las jornadas de Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores; posteriormente general balmacedista, quien ordenó la matanza de 84 jóvenes rebeldes, hijos y familiares de la mayoría de miembros reaccionarios de la clase conservadora o pelucona, acto que produjo indignación tanto en revolucionarios como en partidarios del gobierno; esa criminal acción se produjo en el fundo Lo Cañas, de propiedad de Carlos Walker Martínez. El citado general dirigió al ejército en la batalla de Concón el 21 de agosto de 1891, y el 28 de agosto de 1891 en la de Placilla. En esta última fue herido y viéndolo todo perdido trató de escapar, pero acorralado por un grupo de caballería en el camino a Valparaíso fue bárbaramente asesinado. Su cadáver atado por un lazo a los aperos de un caballo fue arrastrado por las calles de Santiago.

Personajes como el almirante Juan Williams Rebolledo, quien pese a su larga y experimentada carrera naval no pudo poner fin a la campaña del Huáscar por lo que tuvo que renunciar al mando de la escuadra; o la del contralmirante Juan José de la Torre, comandante de la flota que capturó al célebre monitor peruano en Angamos, por entonces ambos en misiones oficiales en el exterior al momento del zarpe de la escuadra revolucionaria rumbo a Iquique, no fueron llamados al servicio.

El general Manuel Baquedano González, presente desde Tacna hasta la batalla por Lima en calidad de general en jefe admirado y respetado,  convocado por Balmaceda, en hora fatal, para dimitir y hacerle entrega del gobierno ya  en franca derrota y con los revolucionarios a la puerta, nada pudo hacer: el vencedor de Chorrillos y Miraflores, indeciso y tibio, frente a una dura realidad  se vio compelido a entregar el gobierno a los triunfantes miembros  de la revolución, para luego retirarse rumbo al olvido y la maledicencia de sus enemigos políticos.

En el lado vencedor, la Junta de Gobierno tenía como sus principales jefes al general Estanislao del Canto y al coronel Adolfo Holley, veteranos de la guerra contra el Perú.

El general prusiano Emil Körner, contratado por Balmaceda para reformar el ejército de Chile, le dio la espalda, se puso del lado de la revolución y participó en los grandes planes tácticos. Por sus servicios distinguidos sería condecorado por el Káiser.

En la revolución de 1891, Inglaterra, la Rubia Albión, la misma que armó a quienes asaltaron Bolivia y Perú, habría jugado un pérfido doble papel, uno de ellos dicotómico, el de Némesis, la diosa griega de la venganza, al participar con su espíritu mercantil y decidida influencia en una guerra internacional y alentar luego una revolución intestina que causó severos daños a sus protagonistas.

Tropa revolucionaria o Congresista

 

  [2] Cada quinto hombre de una columna es pasado por las armas.

Batalla de Concón

Fuentes

Historia Diplomática de Chile, 1541-1938, Mario Barros van Buren. Ediciones Ariel. Espulgues de Llobregat. Barcelona, España, 1970

Fotos diversas de Internet

Publicadas por Luis Siabala Valer originalmente en Blogger el viernes, 2 de octubre de 2009, Hora 17:07:00

Comentarios:

Lima, 06-06-2020

Oscar Cueva Zapata, dice:

Estimado amigo Dr. Siabala he leído con mucho interés este interesante estudio de los avatares políticos de nuestro vecino del sur después de la guerra del nuestro País con Inglaterra con su intermediario el ejército chileno, del cual obtengo algunas inquietudes y enseñanzas, la primera, que los pueblos peruano y chilenos no tenían el menor conocimiento de los verdaderos motivos de la contienda, segundo, que en estas acciones siempre hay personajes interesados y que se benefician con los resultados y que actúan tras bambalinas y que es necesario descubrirlos, la tercera, es que se confirma siempre aquel dicho que nadie sabe para quien trabaja, muchos de los miembros de ambos ejércitos terminaron sacrificando sus vidas por ideales oscuros que no supieron identificar en su momento, como el caso de los mandos chilenos que luchaban por intereses extraños, ejemplo patético el del Gral. Baquedano que terminó en el olvido, la cuarta que cuando se lucha por intereses mezquinos, caso del salitre, esos mismos intereses conquistados por ambición terminan por contaminar y destruir al conquistador mediante la guerra civil a la que los condujo. Es un lindo e interesante artículo Doctor Siabala por lo cual lo felicito, le agradezco y lo exhorto a seguir por este camino, tan hermoso, el de la historia de nuestros pueblos, abrazos mi querido amigo.

Respuesta:

Siempre apreciado y distinguido amigo:

Acertadas líneas las suyas. De esta forma inicua se han valido muchas potencias colonialistas desde pasados siglos, especialmente el de los grandes descubrimientos y exploraciones S XV y con énfasis el SXVII. La forma de dividir para gobernar impuesta por Inglaterra en la India, dando a las rajas, marajás y otras jerarquías de ese antiguo imperio de por si separado por castas, preferencias y dignidades, prioridad y trato para aquellos mandatarios más poderosos, haciendo que sus hijos accediesen a las universidades de la metrópoli o pagándoles dotaciones de dinero, con esta astuta política mantuvo una gran nación dentro de un enorme país dividida y a su merced, hasta la llegada de Mohandas Gandhi.

Estados Unidos de Norteamérica no es ajeno a un tipo de dominio mercantilista como tampoco lo oculta Rusia o la actual y poderosa China, estados que junto a Francia y Reino Unido tienen derecho al veto y con preferencia USA a no reconocer que pueda ser compelido dentro de la jurisdicción del Tribunal Internacional de la Haya, entidad supra internacional que se supone de fuero democrático e inapelable para los signatarios de las Naciones Unidas.

Gracias por sus estimulantes palabras y persistiré en divulgar mis trabajos de forma que puedan contribuir a conocer sus contenidos y sirvan los mejores propósitos de alguna forma en este mundo tan complejo. Un abrazo querido amigo.

Rafael Córdova Rivera dijo…

HERMANO LUCHO

NUEVAMENTE NOS INFORMAS SOBRE ALGO NUEVO PARA LOS PERUANOS, QUIENES ESTUVIMOS DE NUEVO COMPLICADOS HISTORICAMENTE CON NUESTROS INVASORES Y SAQUEADORES

3 de octubre de 2009, 12:57

Alberto Alcalá Prada dijo…

Estimado amigo:

Muy interesantes los episodios
de la guerra civil ocurrida en Chile en los años 1891-1893. Seguiré leyendo con mucha atención el material que me envías.

Con un fuerte abrazo.

Alberto.

4 de octubre de 2009, 12:25

Luis Adolfo Siabala dijo…

Estoy admirado por este estudio minucioso sobre un hecho poco divulgado en nuestro medio.

Asistimos a un acontecimiento ocultado en el tiempo, cuyo origen fue el vergonzoso caso North y todas esas ambiciones británicas sobre el recurso preciado durante la llamada Guerra del Salitre: los detonantes para esta tragedia chilena que decantó en guerra civil. La presencia en territorio peruano del coronel Miguel Arrate y sus hombres ha pasado desapercibida por nosotros hasta la fecha, salvo por historiadores como el autor de este artículo y por algunos ilustres ciudadanos tacneños y chilenos que conservan quizás, en la memoria colectiva, los recuerdos de este episodio.

Felicito la agudeza de datos y análisis aquí presentados. La conclusión me parece acertada y la comparto: por aquellos años América del Sur estaba en la palestra de los intereses imperiales británicos en oposición a un sistema de economía política iniciado por Franklin, H. Carey y Hamilton en los Estados Unidos, que ya influían en un proyecto de desarrollo a partir de una red ferrocarrilera sudamericana: un sistema mercantilista enfrentado a otro de Economía Física pro – tecnología.

Para los iberoamericanos, estas lecciones de historia explican en muchos casos la razón de ser de ciertas políticas de Estado y múltiples tendencias que están a favor de la perpetua guerra, del terror, del caos, alejando del interés social el criterio constructivo del desarrollo y bienestar colectivo. Felicitaciones por el estupendo artículo!8 de octubre de 2009, 23:50

Aquel célebre pero olvidado criollo jacobino

Don Bernardo Monteagudo Cáceres

Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder…

Charles Louis de Secondat, señor de Bréde y Barón de Montesquie

La lobreguez de la noche de ese día, al anunciar la campana mayor de San Francisco las 9:30, hora que la población ya duerme y las rondas de serenos patrullan calles, un atildado ex funcionario del ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores, en Lima, hace abandono del viejo local con sede en la muy antigua calle Aduana; el ujier que lo acompaña hasta el portón ya cerrado, excepto el postigo, se inclina respetuoso para desear a su excelencia reconfortante descanso, en tanto  que el centinela, un negro granadero de la Guardia Nacional hace el marcial saludo de ordenanza. El caballero, a la sazón coronel en ropa de civil, rechaza subir al coche que le aguarda y da señales que irá a pie sin escolta. Era la última vez que le verían.

Lamortecina luz de los braquetes que se suceden al lado de los portones con brillantes lumbreras en lo alto de los postes de las esquinas, son suficientes para reconocer, por la indumentaria, que nuestro personaje se identifica con uno de la clase alta: oscuro largo abrigo; negra la chistera, pantalones de fino paño y botas altas con espolines; blusa con vuelos y encajes de seda en cuello y puños; casaquilla con una cadena de oro o leontina sujeta al reloj en el bolsillo.

Deja atrás la calle Aduana, continua a paso lento calles abajo por Botica de San Pedro, la Rifa, Núñez en cuya esquina con Filipinas levanta la vieja casona en ruinas donde nació otro libre pensador colonial, el limeño don Pablo de Olavide, quien acusado de mal uso de los fondos públicos que le confió el virrey, en su deseo de paliar en algo la dura perdida del padre y demás miembros de tan distinguida familia, en el derrumbe por causa del violento y largo sismo, la fatídica noche del viernes 28 de octubre de 1746, setenta y nueve años atrás. Los fondos aquellos le fueron entregados para restaurar obra pía, ergo monasterios e iglesias, amén de conventos y capillas que la Ciudad de los Reyes los tenía a profusión, naturalmente la gran mayoría en escombros.

Seria queja le fue planteada ante el Tribunal del Santo Oficio, por cuanto Olavide los habría sisado en su afán de emprender por su cuenta obra impía, es decir el actual Teatro  Nacional; fue asunto que llevó a su excelencia, el Conde de Superunda, don José Antonio Manso de Velazco, a menudo ajetreo para rescatarlo de las garras de la Inquisición que finalmente, revocándole la pena de hoguera por la de destierro a perpetuidad, dispuso su confinamiento en España, donde don Pablo hizo historia en Andalucía en las obras de irrigación de Sierra Morena. Nuestro caminante no puede dejar de esbozar comprensivo una sarcástica sonrisa.

Empero se percata que a su paso se encienden las luces en determinadas ventanas, muchas de ellas de fina y rica balconada, que revela a sus propietarios, poderosos mercaderes y políticos que le son enemigos. Al finalizar Jesús Nazareno, saca del bolsillo de su casaquilla -tirando de la leontina de oro- el reloj y consulta la hora. Esta vez no ha tomado el camino a su domicilio de la calle de la Veracruz, pues está lejos de allí; gira sobre su izquierda y prosigue por la Merced, pasa delante del imponente templo y convento de los mercedarios sin deseo alguno de quitarse el sombrero, que no lo haría por su declarado ateísmo muy propio de su condición de francmasón.

Lleva la mirada a uno de los graciosos balcones de una casa fronteriza y puede adivinar la grácil figura de alguna dama de la sociedad capitalina que le escudriña discreta (muchos son los amoríos que se le atribuyen – repasa por su magín con mal oculta vanidad, precisamente la complicidad de aquella noche le lleva a cumplir concertada cita con su amante Juanita Salguero. El día de ayer había recibido ese anónimo: “Zambo Monteagudo, de esta no te desquitas”. Sin darle la menor importancia al hecho va terminando Baquíjano, encamina sus pasos por  Boza y San Juan de Dios, desemboca luego en la amplia e irregular ágora… y enfila su cadencioso andar a la visible plazuela de la Micheo idílico lugar, sencillo pero distinguido por sus  labrados postes que rematan en agradables faroles; se detiene y toma de la faltriquera algo de tabaco para liar un cigarrillo, extrañamente coincidente a la altura de la calle o callejón Faltriquera del Diablo

Su conducta de la que en Buenos Aires mucho se había cuestionado, tanto por sus excesos políticos en la persona de sus enemigos, como por su pasión por las hijas de Eva, le llevaron a publicar en La Gaceta bonaerense aquellas líneas previendo a sus críticos de toda época: “Sé que mi intención será siempre un problema para unos, mi conducta un escándalo para otros y mis esfuerzos una prueba de heroísmo en el concepto de algunos, me importa todo muy poco, y no me olvidaré lo que decía Sócrates, los que sirven a la Patria deben contarse felices si antes de elevarles altares no le levantan cadalsos”.

Aspira con fruición y largueza la mezcla de rapé y con la vista puesta en un cielo oscuro desprovisto de estrellas y de continuo nublado, piensa en su situación política y la responsabilidad que pesan sobre sus hombros ahora con el consentimiento del Libertador Bolívar quien le había repuesto en su actividad de asesor inmediatamente de su llegada a Lima. Medita, además, en la ausencia del Protector, don José de San Martín, quien también le encargó las misiones públicas más importantes durante toda la campaña libertaria, que empezando antes de la batalla de Chacabuco, en la emancipada Chile, culminó en Lima frente al flamante Ministerio de Guerra y Marina, con titularidad del correspondiente novísimo Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores del Perú.

Pero sus tenaces enemigos políticos eran los que le habían despojado de sus cargos y expulsado a Panamá bajo pena de muerte si reingresaba al territorio nacional, asunto zanjado pues había retornado de la mano del Libertador a despecho de aquellos feroces rivales republicanos, de los cuales el diputado Faustino Sánchez Carrión resultaba el peor y más incisivo.

Un sentido de intima satisfacción le produce recordar también que su rica biblioteca particular había servido para ofrecerla y fundar la Biblioteca de Lima (Actual Biblioteca Nacional) a la que se agregaron los libros de don José de San Martín y aquellos muchos otros dejados por los padres jesuitas, después de la inicua expulsión de que fueron víctimas en el SXVIII. (Ver enlace de este suceso, de así desearlo)

También de los sendos decretos fundando el Museo (Actual Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú) con todos los tiestos, tejidos y valiosos objetos dispersos por todos lados del patrimonio peruano en el vastísimo territorio emancipado que, por cierto, en el fondo de su sopesado criterio lo prefería para monarquía constituyente, antes que república democrática, idea compartida por San Martín, por entonces ya rumbo a su  autoexilio de Francia.

Con espíritu resuelto, propio de su acusado terrorismo jacobino, embargado del sincero propósito de obrar que el Perú pueda alcanzar un porvenir mejor del que hasta entonces había conseguido, se ufana mentalmente de haber llevado a la prisión o al cadalso con secuestro de bienes, al igual que en Chile, a muchos españoles y criollos españolizados, a la par de aquellos rivales peligrosos e inútiles para la causa continental. Y, naturalmente, que esas muertes y despojos heredaron en sus familias el odio acerbo de la vindicta que él conocía de sobra, pues estaba persuadido que desembocaría en algún atentado contra su odiada persona conforme lo había expresado a más de un allegado.

No pudo tampoco dejar de recordar el claro fracaso de la conferencia del general San Martín con el Libertador caraqueño Simón Bolívar, consecuencia de su inmediato retorno para dimitir ante el primer Congreso Constituyente del cargo de Protector que se le había conferido, para luego alejarse de las costas americanas y no regresar jamás. Con lo que la madurada idea de conseguir aquella monarquía constitucional que defendida con igual vigor que el tenaz rechazo de los republicanos quedó truncado. El general argentino había finalizado sus palabras de dimisión y despedida con estas finales: “…optad con criterio la forma de gobierno que necesita el Perú, de lo contrario los hijos de vuestros hijos darán el fallo”.

Pasaron también por su ocupada mente, como si lo fuera por un caleidoscopio, su destierro en Panamá los importantes momentos de su reunión con el Libertador Bolívar en la población ecuatoriana de Ibarra, los firmes lazos de amistad que se formaron, su retornó a Lima por Trujillo no obstante la vigencia y severidad de la resolución ejecutiva que ordenaba su confinamiento o muerte si volvía al Perú, pues regresó con el grado de coronel en la campaña final de la guerra de la independencia del Perú, y entró en Lima, después de la victoria en las frías pampas de la Quinua, de 9 de diciembre de 1824, en el departamento de Huamanga, actual Ayacucho.

Entonces el Libertador, al igual que lo había hecho el Protector, actuó otorgándole confianza y le dejó madurar las ideas para el futuro post libertario del Perú en concierto de  unificación con el resto de países ya emancipados, a la par que el odio de sus detractores políticos encabezado por Faustino Sánchez Carrión, acrecía subrepticio.

Sumido se encontraba en estas cavilaciones, cuando de pronto, un individuo al parecer de los mendigos que solían pernoctar en las puertas de las iglesias y parques públicos, en tan lejanas épocas hasta muy entrados los años republicanos (alcancé a verlos en mi niñez por la década de los 40s), se le acercó y con ademanes genuflexos de pordiosero, mostrando un tosco cigarro, habría suplicado:

¿Quiera su merced regalarle algo de candela a este pobre negro?

Su atildado interlocutor, sin inmutarse, observó los ojos del harapiento y después de algún momento sacó su fino mechero y lo ofreció solícito… sabía su propia condición de pardo -asunto que sus enemigos habían traficado profusamente sin ocultar aquello que habría sido hijo adoptivo del tendero español Miguel Monteagudo, afincado en Tucumán, pero sí hijo natural de un clérigo en una esclava negra- pese a lo cual le otorgó su apellido; entonces y en compensación se alegró de haber sido autor de la legislación peruana respecto a la libertad de vientres, la abolición de la esclavitud y de la odiada mita. La prueba de su posterior venganza por aquellos insultos en la colonial San Miguel de Tucumán su tierra natal, es que se había educado, escrupulosamente, en el propicio ámbito del Sur, la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, en la ciudad de Sucre, Alto Perú, ahora Bolivia, regida por sacerdotes jesuitas donde le fue conferido el título de abogado, fue auditor del Ejercito de los Andes y alcanzó los privilegios de ministro con San Martín y ahora fungía de consejero político brazo derecho de Bolívar. Sus despreciables enemigos, bien ocultos deberán permanecer…

ASESINATO DE MONTEAGUDO EN LA PLAZUELA DE LA MICHEO

Entonces, recobrando su postura inicial decidió proseguir su camino hacia La Micheo… fue cuando de súbito sintió la artera puñalada asestada en pleno pecho por aquel mendigo, y así, fatalmente, soltando inerme su casi acabado cigarrillo cayó herido de muerte en el duro embaldosado de aquella plazuela, ahora desaparecida, uno de los lados del cercano convento de San Juan de Dios, actualmente Plaza San Martín y partió a la eternidad en medio de las más grandes conjeturas y cuestionamientos a la par que el regocijo de sus detractores y la congoja de muchos otros que no lo eran, fiel producto de sus aciertos y desaciertos. Nadie se atrevió o quiso socorrer al caído y el cuerpo del ex ministro Monteagudo permaneció muchas horas a la impiedad ciudadana hasta que por la noche los monjes de cercano convento recogieron el cadáver y le dieron piadosa primera sepultura en sus claustros. Se dice que Bolívar al ser enterado, cayó en depresión y montando en furia exclamó a la vista del cadáver:

-¡Monteagudo!, ¡Monteagudo!, serás vengado

Ordenó sumaria averiguación para dar con los autores intelectuales y materiales. Identificado el asesino, el negro esclavo Candelario Espinoza, aquél se avino a confesar mayores detalles respecto a quién le contrató para dar muerte al ministro, pero Candelario, que había recibido muy de temprano la visita del cura confesor, condicionó la propia a que la haría únicamente ante el Libertador. El generalísimo caraqueño, luego de escuchar por horas al condenado, para asombro generalizado, ordenó la conmutación de la pena de muerte por la de cadena perpetua en presidio lejano y se llevó a la tumba el nombre del autor o autores intelectuales y aquellas misteriosas causas que habrían primado para tal magnicidio.

A manera de colofón

He querido ofrecer, en recuerdo a don Bernardo José Monteagudo Cáceres, este modesto ensayo, al hombre que inauguró en la naciente república del Perú el fomento de la instrucción pública, en las condiciones singulares y complicadas de su época. En fecha ya cercana al Bicentenario de su Independencia, que el ilustrado personaje ayudó a conseguirla bajo el credo que su dura política de extrañamientos, incautación de bienes y sumarias condenas habrá sido necesario; prócer cuyo nombre llevan dos cuadras en el distrito de Magdalena del Mar y una placa en una pared del ámplio recinto de Recepción de la antigua Biblioteca Nacional; revolucionario que aún carece de monumento que sirva a su memoria en esta capital del Perú -beata y pecaminosa- donde alguna vez el Sol había sido Dios.

A manera de corolario

Su primer éxito le cupo convencer al gobernador de Trujillo, marqués de Torre Tagle de pasarse a los patriotas como Supremo Delegado, esto es asumir como el primer presidente del Perú independiente.

Proclamada la independencia del Perú en Lima, el 28 de julio de1821 por San Martín, y luego aclamado Protector Supremo, el 3 de agosto de ese año, Monteagudo alcanza altos cargos al asumir las carteras de secretario de Estado como Ministro de Guerra y Marina y más tarde, al hacerse cargo además, del Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores.

Mientras que el Protector se concentró en los aspectos militares dando prioridad a la guerra, Monteagudo quedó de hecho a cargo del gobierno del Perú. Sus principales medidas de gobierno fueron: La libertad de vientres; la abolición de la mita; la expulsión del arzobispo de Lima; la creación de la escuela normal para la formación de maestros; la fundación de la Biblioteca de Lima, más tarde Biblioteca Nacional, con donación de sus propios libros, a la par que San Martín; apoyó la opinión del Protector favorable a instalar una monarquía constitucional en este país, con empeño y en su propaganda, sobre todo a través de la Sociedad Patriótica de Lima, que Monteagudo fundó en 1822.

Ambos compartían la idea de que sólo una monarquía constitucional democrática podría evitar la anarquía y las guerras civiles. Por otra parte, Monteagudo pensaba que la tarea prioritaria era declarar y afianzar la independencia, y que las libertades políticas debían ser establecidas gradualmente. Esta línea estratégica de Monteagudo se expresó en la decisión de San Martín de no sancionar de inmediato una constitución, reservando aquella difícil tarea para el momento en que la independencia estuviera asegurada, dictando, en cambio, el Reglamento de 12 de febrero de 1821 y luego el Estatuto Provisional de 8 de octubre de 1821.

Por disposición de San Martín, Monteagudo creó la Orden del Sol, con el fin de distinguir en su mérito a los patriotas que habían contribuido a lograr la independencia del Perú, haciéndola hereditaria con las ventajas que la misma implicaba. La Orden del Sol de tipo aristocratizante fue una institución polémica, el propio Monteagudo reconoció en sus Memorias que tenía el propósito de «restringir las ideas democráticas» y por ello devinieron impopulares y constituyeron otra de las causas de la oposición que provocaron su caída al partir San Martín del Perú.

La Orden del Sol fue anulada en 1825 pero volvió a ser restablecida en 1921 con el nombre Orden el Sol del Perú, y que perdura hasta la actualidad pero con cambios en sus estatutos. Gran Maestre de la Orden es el Presidente de la República durante el ejercicio constitucional de su mandato.

Entre diciembre de 1821 y febrero de 1822, Monteagudo dictó una serie de resoluciones destinadas a desterrar, confiscar la mitad de los bienes y prohibir el ejercicio del comercio a los españoles peninsulares que no se hubiesen naturalizado peruanos. Si bien no existen investigaciones acerca de cuántos partidarios del rey salieron del Perú a causa de los graves episodios de la independencia, como por el cambio político que no se allanaron a reconocer; algunos cálculos apuntan entre diez y doce mil los expulsados, Ricardo Palma, en su estudio histórico sobre Monteagudo, estima en cuatro mil la cantidad de españoles víctimas de esta severísima disposición de puño y letra suyos.

Conforme tenemos relatado que el 19 de enero de 1821 San Martín dejó Lima y se reunió con Simón Bolívar en la Entrevista de Guayaquil, dejando a cargo del poder, con el título de Supremo Delegado, a José Bernardo de Tagle.

La ausencia de San Martín debilitó a Monteagudo hasta que el 25 de julio de 1822 un grupo de influyentes vecinos de Lima le entregaron a Tagle un manifiesto exigiendo la renuncia del Ministro. Tagle aceptó la exigencia y decretó la cesantía de Monteagudo. Inmediatamente después el Congreso dispuso su destierro a Panamá, bajo pena de muerte en caso de regresar.

El viernes 28 de enero de 1825, por la noche, fue asesinado don Bernardo de Monteagudo Cáceres a inmediaciones del convento de San Juan de Dios de una certera puñalada en el pecho.

FUENTES Y CRÉDITOS

Óleo de Bernardo Monteagudo en uno de los salones del Instituto Sanmartiniano del Perú, cuya fografía ha sido gentilmete enviada para este artículo por uno de sus dignatarios, CPC Domingo Díaz Cáceres

Wikipedia:

Historia del Perú, Gustavo Pons Muzo

Grabados:

Plazuela de la Micheo, INTERNET

Real Academia Española; Instituto Cervantes

Asesinato de Monteagudo, Entre Monteagudo y Sánchez Carrión. Ricardo Palma.

Respecto a documentos y citas

Norberto Galasso, Seamos libres y lo demás no importa nada: vida de San Martín, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2000, pág. 474.

Memoria chilena, Monteagudo en Chile

Cita sobre Robespierre, en la primera versión del presente artículo:

Del libro Robespierre. La virtud del monstruo, por Demetrio Castro. Pág. 11. Biblioteca de Historia y Pensamiento Político. Ed. TECNOS, Madrid, 2013

Comentarios publicados anteriores a la tercera versión modificada

12 Comentarios

11/12/2019 de 19:47 (Editar)

Santiago nostálgico, dice:

Lima, 4 de noviembre; 2019

Mi querido don Luis, nada bueno se puede decir de este criminal, que aprovechando sus circunstancias causó el mayor daño a las personas que lo rodeaban y a las instituciones que decía servir. Ningún monumento debe llevar su nombre.

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Luis Siabala Valer

11/11/2019 de 19:50 (Editar)

Lima, 4 de noviembre; 2019

Amigo Pedro: en el proceder de los hombres hacemos, de una u otra forma, parte del bien o del mal, que decir de los momentos de convulsión de las épocas libertarias. Los hermanos Carrera fueron víctimas de la decisión compartida o el silencio cómplice por hombres como O’Higgins y San Martín. Estaba pensando en Federico Nietche y sus meditaciones Más allá del bien y el mal. Gracias por su comentario destacado amigo.

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11/12/2019 de 18:58 (Editar)

Dorelly E. Ruiz B. dice:

Lima, martes 5 de noviembre 2019

Triste su final, el relato que haces sobre él y su participación como prócer de la independencia de PERÚ, nos transporta fácilmente a aquella época de nuestra historia. Se puede hacer un guion para teatro o para cine peruano ahora que lo están promocionando bastante. Gracias por tu aporte al conocimiento histórico Luchín.

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Luis Siabala Valer

11/12/2019 de 19:12 (Editar)

Gracias Dore:

Para el drama sangriento que conmovió la Lima del XIX, no se me ocurrió mejor argumento que el de teatralizar la trayectoria del temido ministro Monteagudo, desde que se retira en altas horas de la noche con dirección a la casa de su amante, en inmediaciones de la cual se encontró con el puñal de vil sicario. Un cariñoso abrazo.

Lucho

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11/12/2019 de 13:44 (Editar)

Eleuterio Soto Salas, dice:

4 de noviembre a las 12:42

Felicitaciones Dr. Siabala. Usted ha expuesto en forma detallada y amena el papel que jugó Bernardo Monteagudo en el proceso de la independencia. Eran tiempos en que muchísimos peruanos veían con escepticismo aquella gesta, es más, muchos peleando a lado de los realistas para mantener el statu quo. Pero lo importante aquí es que escritos como el suyo nos ayudan entender el presente. Gracias Dr. Siabala. Un abrazo de quien se considera muy amigo suyo.

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Luis Siabala Valer

11/12/2019 de 13:54 (Editar)

Amigo Soto:

Muy cierto, el espíritu escéptico respecto a la posibilidad de la emancipación era general; los había para quienes la figura real era necesaria y estaban conformes de aquella administración virreinal. Españoles natos y muchos criollos, así lo sentían. La idea republicana se tomó en contra de las precauciones que generaba la idea bolivariana sobre la base de la opinión de Monteagudo. Muchas gracias por su importante comentario, un fuerte abrazo mi dilecto amigo.

Luis Siabala

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11/12/2019 de 13:32 (Editar)

Dice Fernando Mañueco Ordóñez, Asturias. España. Dice:

Querido Luis

He disfrutado enormemente con la lectura de tu ensayo sobre la figura de don Bernardo de Monteagudo Cáceres. He paladeado con satisfacción tu relato sobre su vida, sus logros, su contribución al país y sobre su desdichada muerte.

Tus palabras se leen con la facilidad y fluidez de una novela histórica, amena y vibrante. Siempre precisas tus expresiones y siempre imbuidas de tu gran conocimiento de la época. Tu relato es una delicia, una “delicatessen” suele decirse ahora.

Mi más sincera enhorabuena.

Es un placer contar con la amistad de una persona de tan elevado nivel cultural y literario como tú.

Un abrazo.

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Luis Siabala Valer

11/12/2019 de 13:37 (Editar)

Michas gracias Fernando:

Muy reconfortado en el ánimo por tu generoso comentario que resulta un aliciente para continuar con los escritos. De tu apreciación puedo colegir que tienes una estupenda conciencia histórica y literaria dentro de tu formación. Reitero mi agradecimiento por tu hermoso comentario. Un fuerte abrazo querido amigo

Luis

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10/27/2019 de 15:49 (Editar)

Jorge Bejar A. Los Ángeles, USA, dice:

Excelente recreación histórica de los últimos momentos del prócer. El atildado relato se lee con fruición de novela de suspenso hasta el fatal desenlace, algo nublado sin embargo por el enigma que envuelve este magnicidio. Según he leído en versiones el propio Libertador acudió al lugar del crimen y asimismo que Monteagudo llegó a ser auxiliado por unos monjes. Nada de esto sin embargo quita brillo a esta fascinante crónica que nos regala el Dr. Siabala, mi notable condiscípulo ugartino, abogado de profesión e historiador por afición y vocación.

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Luis Siabala Valer

10/27/2019 de 17:18 (Editar)

Muy cierto Jorge:

Paradojas de hechos y circunstancias: conocido el ateísmo de Monteagudo, más puede el deber cristiano de aquellos religiosos quienes finalmente retiraron el largamente expuesto cadáver de su enemigo y, de otro lado, el temor generalizado de los pobladores para acercarse so pena de molestar a sus ocultos autores intelectuales (alguna crónica o apunte sindica a Faustino Sánchez Carrión como la mano que armó al sicario) y, el cambio de actitud de Simón Bolívar quien deseoso de esclarecer un crimen que afectaba directamente su poder político, al conocer la confesión directa del autor material, quedó enterado de algún impedimento que le hizo variar la pena y dar por terminado el hecho. Muchas gracias por tu comentario mi querido amigo. Recibe un abrazo.

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10/23/2019 de 06:33 (Editar)

Luis Adolfo Siabala, dice:

He aquí una acertada forma de hacer historia, enriquecida por el poder de la palabra y los recursos del entendimiento para trasladar al lector al lado del protagonista, durante sus últimos instantes de vida en la vieja Lima, naciente republicana.

¡Cuántas razones tenemos, los cautivados lectores para hurgar en la memoria de este célebre prócer independentista y admirar de su trabajo los afanes que implicaron el nacimiento de una nación al amparo de las logias masónicas!

Dr. Siabala, usted merecen por ello la Orden la Sol y la de Amauta.

La posteridad así se lo reconocerá.

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Luis Siabala Valer

10/23/2019 de 08:30 (Editar)

Gracias hijo por tan generoso comentario. Me pareció que para entender a tan cuestionado político, podría ayudar esta forma algo teatralizada de las crónicas que menudearon después de la acción del sicario y el comportamiento de Bolívar en este asunto. Un abrazo.

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Comentarios a esta tercera versión modificada

Farah Siabala Ruiz

04/24/2020 de 13:58 Editar

Muy bueno!

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Luis Siabala Valer

04/24/2020 de 14:07 Editar

Gracias hija mía. Tu padre

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Fernando Díaz Tenorio, fdiazte@hotmail.com,

dice:

11-05-2020

Mi querido y distinguido amigo:

Ya nos tienes acostumbrados a la sutileza y maestría de la narrativa de tus trabajos históricos, al punto que, a decir verdad, uno no sabe si quedarse con tu depurado estilo literario o con los interesantísimos datos históricos que comentas. De manera que, al igual que en trabajos anteriores, no queda sino señalar que con tu exquisita narrativa nos conduces como entre nubes por los distintos pasajes de tu obra, y reproduces fiel y detalladamente la realidad de ellos en nuestras mentes, como si los viviéramos o fuésemos testigos de excepción de su ocurrencia: nombres de calles, boticas, plazuelas, monasterios, amantes, un esclavo asesino…

Leí tu trabajo repetidamente. Unas veces arrobado sólo por tu estilo literario, y otras, tomando nota de los datos históricos que nos alcanzas. En base a ellos, me atreveré a darte algunas breves impresiones personales sobre Bernardo Monteagudo Cáceres. Indudablemente fue un hombre de carácter a quien no le temblaba la mano para tomar decisiones extremas. Así, llevó al cadalso o a la prisión a muchos españoles y criollos españolizados; retornó de Panamá luego de haber sido despojado de sus cargos y expulsado a ese país por sus enemigos políticos, bajo pena de muerte si se atrevía a retornar, no obstante lo cual retornó y, efectivamente, fue ejecutado, pero vilmente, sin proceso, juzgamiento ni condena, sólo mediante el asesinato de un sicario esclavo que por exigencia propia, sólo se confesó ante el Libertador Bolívar, quien no reveló nunca los nombres de los autores intelectuales del crimen, pese a haber ofrecido ante su cadáver como mudo testigo, que vengaría su muerte. Y ese mismo episodio nos revela su apasionamiento con sus principios y convicciones políticas, exponiendo su vida en defensa de ellas, como era la idea de implantar en época de nuestra independencia, una monarquía constituyente en lugar de una república democrática. Fue además un hombre culto y que desempeñó cargos de gran importancia, como el de estar al frente del Ministerio de Guerra y Marina y la titularidad del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.  Y como parte de esas dotes de cultura, fue un tipo desprendido pues para fundar la Biblioteca Nacional, entregó su biblioteca particular. Fue igualmente, un legislador de nota, con la autoría de la legislación peruana sobre situaciones de tanta importancia por estar ligadas a la libertad de las personas, como la libertad de vientres y abolición de la esclavitud (aunque paradójicamente fuera un esclavo quien lo asesinó) y de la odiada mita que hoy se practica en algunos pueblos provincianos de Lima, pero no considerando el trabajo como compensación de “impuestos”, sino como contribución a obras públicas que no cubre el Estado  y que están al servicio directo de los pobladores y sus familias. Como se aprecia, no faltarían razones para que los enemigos de Bernardo Monteagudo Cáceres atentaran contra su vida. Pero no debe dejarse de lado en modo alguno, su pasión por las mujeres, pues bien pudo ocurrir que ella lo llevara  a irrespetar derechos adquiridos, lo que, según muchos, se paga con la muerte.   

Gracias querido hermano por regalarnos una más de tus joyas literarias e históricas, que nos introduce en diversos pasajes que, contados a tu estilo, parecen realidad mezclada con fantasía.

Un fuerte abrazo:

Fernando J. Díaz Tenorio 

Respuesta:

13–05-2020

Muy apreciado colega y entrañable amigo:

Muchas gracias por tu generoso y valioso comentario, admirablemente preciso:

Algunas voces y pareceres han fijado sus apreciaciones en el malogrado ministro jacobino, víctima propiciatoria en tierra emancipada y consejero de personas de vocación republicana, enfrentadas a otras ávidas de practicar la igualdad democrática republicana de una igualdad irrestricta, es decir llevadas al exceso utópico. Pero se dieron de bruces cuando quien administraba esas ideas tenía la escuela jacobina más radical, que es el caso de Monteagudo, encaminadas a surtir efecto cualesquiera fueren las consecuencias de no ser acatadas. El sublimado mensaje del que comulgaba San Martín habría sido “Moderación amigos aguardad mejores momentos, por lo pronto bastará una monarquía constituyente para encaminar a los nuevos pueblos por la senda del orden

Naturalmente, los patriotas desisten a creer que haya verdad tras esa política instaurada durante la Revolución Francesa por Maximilien Robespierre y aplicada en momentos de la culminación de emancipación chilena y posterior peruana, por aquel miembro de la facción más radical de los jacobinos americanos. Una doctrina dicho así y sin ambages con un aparato represor listo para la confiscación de bienes, el encarcelamiento, el juicio sumario, el destierro o la muerte por ejecución de todo aquel con ideas contrarias a las dispuestas por esa cúpula. Pero la realidad tue de esa naturaleza y alcances como hemos ensayado en esta modesta biografía.

Es del todo claro -y no se requiere mayores pruebas- que los próceres de la independencia del Río de la Plata y Chile, de ellos los más conspicuos citaremos a San Martín, O’Higgins, Alvear, los propios humanos Carrera Verdugo, quienes supieron de temprano que uno de los fundadores de la Logia Lautaro fue el tucumano Bernardo Monteagudo, hábilmente preparado para hacer de la emancipación una semillero nuevo destinado a mejores propósitos.

Hay mucho paño que recortar en este asunto, hermano Fernando, la pandemia ha interrumpido mis averiguaciones en valiosos documentos que obran en el Archivo Central del Ministerio de RR. EE del Perú, uno de los ministerios fundados por este ilustre y controvertido personaje argentino.

Seguiré tras esas investigaciones y espero poder alcanzarte en el futuro cercano alguno valioso, eso espero, te reitero mi agradecimiento. Un fuerte abrazo.

Lucho

Al ancla, en Talcahuano


Monitor Huáscar, grabado que apareció en la obra Twenty famous naval battles

Al abrigo de la bahía formada por la península de Tumbes y la isla Quiriquina, fondeado frente a la plaza de la base naval en Talcahuano de la provincia chilena de Concepción, fijo por cuatro anclas a los tranquilos fondos, se muestra el buque acorazado a flote más antiguo del mundo que aún pasa revista, es el monitor Huáscar, el buque insignia de Grau.

Célebre por las acciones de sus comandantes, a cuales más bizarros, que alguna vez izaron sus estandartes en esa nave, el visitante peruano, chileno o ajeno a la Guerra del Salitre no puede dejar, al subir a su bordo, guardar respetuoso silencio.

Es que sobre su cubierta murieron en combate tres comandantes en los días de la guerra, pero muchas víctimas más se producirían en acciones posteriores cuando la gloriosa nave, capturada irredenta al Perú, había cambiado de bandera y formaba parte de la escuadra rebelde durante la guerra civil con gobierno revolucionario en Iquique. Entonces permanecería de guardia en ese puerto al tanto de las amenazadoras y rápidas torpederas al servicio del presidente Balmaceda.

Estos son algunos hechos de los prolongados servicios del glorioso monitor:

– Al mando de Nicolás de Piérola, insurrecto contra el gobierno de Mariano I. Prado, se hace a la mar y se bate, en singular duelo, con las naves británicas HMS Shah y HMS Amethyst, en 1877, frente a la caleta Pacocha, en Ilo.

– El arrojo del comandante de la corbeta Esmeralda, capitán de fragata Arturo Prat, muerto víctima de su empeño en la cubierta del monitor, en la bahía de Iquique, el 21 de mayo de 1879 seguido por el sargento Aldea, el teniente Serrano y el guardiamarina Riquelme. La conducta del vencedor Grau con los náufragos y heridos chilenos y la custodia de los mortales despojos de Prat y sus prendas.

– La gloriosa muerte del contralmirante Miguel Grau en Angamos, el 8 de octubre de aquel año de 1879, en el puente de la nave, seguido por su plana mayor, capitán de corbeta Elías Aguirre, teniente 1º Diego Ferré, teniente 1º José Rodríguez y teniente 2º Enrique Palacios, además de clases y numerosa marinería. Se había batido contra las principales unidades de la armada chilena.

– La muerte del comandante Thomson por el disparo de un cañón del Manco Cápac en la bahía de Arica, el 27 de febrero de 1880, sobre la cubierta del monitor.

– Los combates fratricidas en la campaña naval de la guerra civil contra José Balmaceda, 1891, que tanto daño produjo a Chile; el monitor estaba del lado de los congresistas.

– Los años de barco carbonero y aljibe en apoyo de la armada chilena.

– La época de la depresión mundial y el olvido del monitor.

– La época de su restauración, merced a los esfuerzos del almirante Pedro Espina Ritchie, jefe del apostadero de Talcahuano, donde la nave había permanecido postrada largos años.

– Su actual condición de Museo.

La Armada de Chile, con regularidad en el tiempo, da escolta al Huáscar hasta el dique de la maestranza naval de Talcahuano y lo coloca en carena, para limpiar sus fondos y dar la necesaria y costosa reparación a sus largos y venerables años. Efectuado el repaso de casco, cubiertas, cámaras, máquinas y fondos se le devuelve a su apostadero para continuar recibiendo a numerosos visitantes, con la misma escolta y honores que corresponde a una nave que ha traspasado el umbral de la fama. A peruanos y chilenos iguales sentimientos nos recoge. Iguales, perdimos valiosos compatriotas ejemplo de conducta militar.

La Armada del Perú, legítima heredera de las glorias de Grau, de ser devuelto el glorioso monitor al Perú, no podría abandonar esa rutina gracias a la cual pervive la nave en Chile. Pero los tristes días de pobreza material e institucional a la que están condenado al Perú irresponsables y sucesivas administraciones gubernamentales (2006) nos dice a los peruanos conscientes que tan preciada gloria podría correr peligro en nuestras manos. Carentes de fondos para su mantenimiento acabaría sus días sin remedio. Peor aún, podría ocurrírsele a cualquier autoridad, que para ahorrar dinero y esfuerzo no debería estar a flote y sin miramiento alguno dispusiera su cruel destino en tierra, en seco y fijo sobre feos molones de concreto, lejos de su elemento y así, vilmente expuesto a la naturaleza y seguro abandono encontraría su pronta destrucción.

Las naves verdaderamente célebres se muestran a flote, como si estuvieran listas para levar anclas para beneplácito de sus herederos. Lucen acoderadas, y son periódicamente mantenidas; es el caso del HMS Victory, la nave de Nelson, amarrada a un muelle en Portsmouth, y la de otras famosas de todas las épocas, cuyos gobiernos destinan el sostén suficiente para darles el servicio de mantenimiento como un tributo a su invalorable estima.

Asistamos el museo del Real Felipe y seamos testigos del estado de abandono del material y el ningún empeño para salvar de la destrucción a los vehículos blindados que ahí se exhiben a descubierta, para lástima más que admiración de los visitantes (2006). A la falta de recursos, las muestras están sujetas a la improvisación; sin duda, además, a la ausencia de técnica museológica. Mucho de improvisación y el esfuerzo de unos pocos. He allí un ejemplo. No es tiempo de traer al Huáscar de Chile. Allí está a salvo de la incuria. Peruanos de otra conducta y mejor disposición merecen recibir en el futuro las glorias del pasado.

Yo he visitado al Monitor en Talcahuano. Sentí sobre su cubierta los estremecimientos del combate, ese rumor me persigue dondequiera que me encuentro y escucho de la nave de Grau: bajo la toldilla, desde el alcázar o desde el puente se observa absorto la nave del inmortal recuerdo. Entonces me sentí más peruano que nunca.

Por lo menos una vez en la vida el mahometano piadoso visita la Meca, una vez en la vida todo peruano debe llegar al Huáscar.

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TALCAHUANO, CHILE. CON DORELLY Y FARITAH A BORDO DEL HUÁSCAR; 7 DE OCTUBRE, 1996

Originalmente publicado por Luis Siabala Valer, en el anterior Blog Harun-al Rashid, el MARTES, 17 DE OCTUBRE DE 2006. Hora 11:55:00

Etiquetas: Concepción, Grau, Huáscar, monitor, Talcahuano

 

 

 

 

Por los Barrios Altos de Lima

SÁBADO, 17 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Para mi hijo Luis Adolfo, con especial afecto

Descalzas y Las Cruces.

Convento de Las Descalzas e inicio de la calle de Las Cruces

En horas de la tarde, cualquier día al final de los años cuarenta

Esquina de Las Cruces con subida de Santa Clara. El olor de la tienda de chino era peculiar para una pituitaria con escasos doce años entre los mortales de este antiguo barrio limeño: era uno cargado -el que provenía de la exótica especería oriental- que difería de los olores de pulpería de italiano o de las panaderías, por entonces a cargo de japoneses.

La tienda de chino, aledaña a la esquina de mi casa, sumaba al olor añejo algo del penetrante aguardiente de caña o de uva, que se expendía en la discreta trastienda donde no faltaban furtivos y constantes parroquianos. El oriental vendía de todo, generalmente al menudeo y eran moneda corriente las pesetas, los chicos y los gordos, cobres subsidiarios del Sol de Oro.

En diagonal, esquina de Rufas con Buena Muerte abría por entonces una panadería que horneaba, entre otras masas, un pan francés de a medio real (0.05 de sol) que era una delicia. El tradicional lunch o lonche, ese merendar antes de la cena de antaño, necesitaba de buen pan francés todavía caliente y dorada corteza, mantequilla cremosa para acompañar una taza de café con leche. Era lo tradicional en casa.

Los olores de Lima en aquel lugar de los Barrios Altos, a partir de las cuatro de la tarde se cargaban del picante aroma que traía el viento directamente de la anticuchera que sentaba plaza en la esquina cercana. De ese carretón donde una hornilla de hierro fundido alimentado con carbón avivado con abanico de mimbre, daba fuego a una extendida parrilla en la que se asaban trepidantes, entre chispas y humo, los trozos ensartados de anticucho, la pancita o los choncholíes (argentinismo que los limeños han trocado del porteño chinchulines) Todo amorosamente adobado, untado mediante unas brochas vegetales con los jugos mágicos y olorosos de fuerte especiería donde resalta el comino; las papas, generalmente arenosas y camote amarillo doraban en otra sartén en su baño de aceite borboteante; y, por separado, en una gran olla con la tapa cubierta con tela blanca para evitar perder el vapor, los robustos choclos que sirven de guarnición.

Próximo a salir la nueva hornada de pan francés, pues era obligado el pan caliente, los parroquianos aguardábamos y, entretanto, la avecindada anticuchera vendía que daba gusto a su numerosa clientela harto conocida.

Había de los que se servían sentados en las cortas bancas que ofrecía la simpática mujer -una robusta mulata- o en su caso el viandante se llevaba en pancas de choclo, luego de pagar unos pocos centavos, colocar ritual y diligente algo del sabroso ají para enrostrar entonces con fruición ese apetitoso anticucho, la fina pancita o los deliciosos choncholíes. Tampoco faltaban los dorados y crocantes picarones con aquella miel de caña que les hace tan particulares y limeños.

Dos horas después quedaba solitaria nuestra vivandera, aquella negra, con los últimos rezagos de sus delicias entre las chispas que alumbraban su moreno rostro donde destacaban por contraste unos blanquísimos dientes, a la mortecina luz de un elevado poste del que pendía un foco que tenía por guarda un disco de metal aporcelanado.

Espectar la noche desde una de las ventanas de la casa en Las Cruces, era no menos interesante: por la izquierda, esto es el Sur, la alumbrada Plazuela de Santa Ana y la torre de la Iglesia de las Descalzas al final de la larguísima calle. En aquella amplia y larga plazuela se acomodaban por entonces los cine-teatro Mazzi, que ofrecía generalmente a la numerosa colonia china películas y, al frente, Francisco Pizarro de moderno corte con frescos laterales al relieve del pintor y escultor Rossi en la amplia sala; la Dirección General de Gobierno y Policía con aquel imponente techo versallesco y el referido convento de las Descalzas, en diagonal con la igualmente imponente Iglesia de Santa Ana. En el extremo se levanta la estatua del sabio Antonio Raymondi con su lupa examinando alguna exótica especie.

Las Cruces que dan nombre a la cuarta cuadra del Jr. Huanta

Las cruces que dan nombre a esta antigua calle de los Barrios Altos

A la calle Las Cruces seguían en numeración ascendente, Plazuela de Santa Ana, Sacristía de Santa Ana, Plazuela de San Bartolomé, Mestas y finalmente Doña Elvira, las seis calles que forman el Jirón Huanta.

Grabado de Sta. Ana

Angrand, Leonce. Apunte a lápiz. Calle Sacristía de Santa Ana, hacia Las Cruces y el cerro San Cristóbal. S XIX

Por la derecha, el Norte, la primera cuadra de aquel jirón, la muy larga calle Rufas con el fondo del San Cristóbal y su gran cruz; en la vereda subiendo hacia Viterbo se puede ver, algo oculta, la puerta de la Logia Cordano que luce en su frontis greco-romano el curioso cuando no paradójico lema: La más honrada de las logias de Lima (Consecuencia de algún cisma masónico de vieja data)

Al frente, por encima de los techos planos, las torres de las iglesias Trinitarias y las de la Buena Muerte con su hospital de los padres de la Orden de los Betlemitas o San Camilo, sacerdotes destinados al bien morir o para asistir a los moribundos en sus postreros momentos. Por entonces tañían las campanas en la ciudad con sones peculiares y regulares.

Raras veces se daba plenilunio o algún cielo estrellado, lo común era el característico color del cielo de Lima, blanco panza ‘e burro como solía escuchar de algunos criollos del barrio y, en el largo invierno, la fina garúa o remedo de lluvia que no llega a ser.

¨lazuela de Santa Ana o Plaza Italia

Antigua Plazuela Italia, foto de comienzos del SXX
Anticuchera limeña
Anticuchera limeña

Publicado por Luis Siabala Valer

Fotos de INTERNET

Foto, las tres cruces de Las Descalzas, del autor

Una casa de la calle Afligidos

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Antigua calle Afligidos. Lápiz de Leonce Angrand, mayo de 1838

Primera cuadra del Jirón Cailloma

A pocos metros de la esquina que forma la antigua calle de la Veracruz con la de Afligidos, una de las del antiguo Jirón Lima, ahora Conde de Superunda, se yergue una casa de dos plantas y líneas sencillas, acaso producto de la influencia italiana del S. XVIII de las escasas que aún se pueden ver en Lima. El clásico portón abre a un zaguán con patio embaldosado.

La placa de bronce nos dice que se trata del Museo de los Combatientes del Morro.

El Morro, un sencillo sustantivo que es una oración. Para los peruanos cuyo largo litoral patrio presenta notables accidentes geográficos, no dudamos a su sola mención no pueda ser otra que la del Morro de Arica, célebre por la resistencia y holocausto de un pequeño contingente de soldados peruanos que lo defendió con denuedo hasta sucumbir del abrumador asalto de los regimientos chilenos, la mañana del lunes 7 de junio de 1880.

La tropa hambrienta, pero siempre erguida,

no implora una limosna de la Suerte;

es como una avanzada de la Vida

que presenta sus armas a la Muerte… [1]

Entremos:

Restaurada la vieja morada, destina ahora sus habitaciones para museo, fue el lugar del nacimiento y vivienda del coronel Francisco Bolognesi Cervantes y la de su familia. [2] En el patio, bastante bien cuidado, presenta su robusta mole un cañón Voruz, modelo de 1866, como los usados en la defensa del Morro volados por sus sirvientes en momentos decisivos de la pelea. También otro pequeño de bronce y de avancarga de la fundición nacional de Morales Alpaca. Oleos de militares en hierática actitud, uniformes de fino paño, con los vivos del arma a los lados del pantalón; dorados galones e insignias; documentos impresos, hojas de papel a pluma y tinta, objetos de uso personal y menudos otros efectos del dueño de casa…  un libro de esgrima, otro de vieja factura sobre asuntos militares…

Una sala lleva el nombre del coronel Alfonso Ugarte Vernal. Allí se puede apreciar el magnífico óleo, en toda su magnitud. Visión tremenda la de ese jinete ya en su salto inmortal; es el jefe del batallón Iquique No. 1, lanzado al abismo en su caballo, en una mano empuña con seguridad y confianza la bandera nacional; pero en la diestra, todavía amenazante, alza su sable roto. La hueste contempla asombrada a ese centauro en trance de héroe.

Óleo del coronal Alfonso Ugarte saltando a la inmortalidad

De pronto en un corcel, entre el tumulto

que arrolla el invasor, rápido avanza

Afonso Ugarte; esgrime un meteoro.

Tal en las sombras del dolor oculto

brilla, a veces, un rayo de esperanza…

Es blanco su corcel (cascos de oro y pupilas de Sol).

Rasga la bruma como flecha veloz; y sobre el alta

cumbre, erguido en dos pies, salpica espuma

con relinchos de horror… ¡y luego salta!

Otra sala está dedicada al teniente coronel, Roque Sáenz Peña Lahitte, primer jefe del Batallón Iquique N.º 33. Se ve, entre los reflejos de luz en los cristales de la vitrina, aquél uniforme de general peruano que lució como jefe de línea, en 1905, cuando llegó de la Argentina, su tierra natal, con motivo de la invitación que le hizo el gobierno para la inauguración del monumento al Héroe del Morro, en su condición de ilustre superviviente.

Salas contiguas exponen bustos, uniformes, cuadros, relación de tropas, los amarillentos planos en pergamino de los cañones Vavasseaur de campaña, traídos de Inglaterra por Bolognesi durante el gobierno de Castilla y otros valiosos documentos de aquella acción y sus protagonistas.

Los auténticos sanitarios de la casa, en el último recinto de ese lado, son de loza, propios del siglo XIX, lucen en ellos el monograma con la marca del fabricante. En la sala contigua, de por medio un pasadizo, se exhiben muebles de la época colonial con las armas del halcón bicéfalo de los Habsburgo, los Austrias Menores; en una vitrina finos cubiertos y loza de la casa. Al fondo un pequeño patio y la cocina con una hermosa y robusta estufa de hierro admirablemente conservada con sus hornillos, marmitas, ollas de hierro, depósito de carbón y cenicero; la negra enhiesta y larga chimenea  perfora el segundo piso rumbo al techo.

En la segunda planta, un cristal protege el diorama a escala del Morro con las señales del desplazamiento de los atacantes, posiciones de los defensores y el relieve del campo de operaciones el día de su épica defensa. En la sala inmediata aparecen fusiles Comblain, arma oficial de los chilenos; también Chassepot, Minnie, Winchester, Remington y otras de la varia colección que usaron los peruanos, amén de la munición para servirlos; bayonetas, espadas, sables, yataganes.

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Hasta quemar el último cartucho. Gran óleo de J, Lepiani, 1892

El recinto contiguo, posiblemente el dormitorio principal, alberga, a mi juicio, el alma evocadora de la casa convertida en museo: pende de una de las paredes el celebrado cuadro, obra del pintor Juan Lepiani, El Asalto del Morro.

Describe con épico dramatismo el momento culminante de la batalla y la muerte del anciano defensor de la plaza. Este valioso óleo produce la necesidad de alguna, aunque pálida, somera mención:

Entre marcos de madera en pan de oro, ocupa gran parte de la pared; es la visión panorámica de la numerosa hueste atacante en su uniforme azul y rojo. En primer plano se lucha cuerpo a cuerpo a la bayoneta. Un puñado de marinos peruanos, de azul oscuro, de clásica gorra con la pretina bordada donde se lee Independencia pelea obstinado y confundido, codo a codo, al lado de soldados de línea peruanos en uniforme blanco; son los supervivientes del naufragio de la fragata Independencia en la escollera de Punta Gruesa la mañana del 21 de mayo de 1879.

Ese resuelto grupo, entonces indefenso por el estado de naufragio en que se hallaba, busca ahora la muerte en tierra. Es un simple puñado de marinos convertido en infantes en su hora postrera subido en la cima de ese peñasco cargado de arena salitrosa y sangre.

Un soldado chileno blande un fusil tomado por el cañón y se dispone a descargar, resuelto y fiero, el violento peso de la culata sobre la blanca cabeza del anciano jefe de la plaza, quien caído se acomoda en actitud de disparar su revólver, para entonces ya habría quemado el último cartucho, así lo tenía prometido. A su lado y en su entorno un tendal de muertos, entre ellos el teniente de navío, don Guillermo More, yace exangüe libre ya de los pesares del inesperado naufragio y la pérdida de su nave, había entregado la vida en tierra como un simple soldado, viste el uniforme de los jefes de la armada nacional, al lado su espada con la dorada dragona.

Un soldado peruano tiene pasado con su bayoneta a un infante del Rancagua, quien mortalmente herido acusa el terrible trance. Cerca, un grupo de enemigos rodea al coronel argentino Roque Sáenz Peña, adherido a la causa nacional, hermanado al grupo de resueltos capitanes que secundaron a Bolognesi en la defensa del Morro, pero respetan y protegen la vida del jefe aliado por haberlo ordenado así uno de sus oficiales.

El fin está próximo…

Llueve el plomo, se rasga la bandera,

se destempla el clarín; y roncamente,

la invasión adelanta y adelanta;

y caen los soldados, a la manera de las espigas

cuya altiva frente el granizo quebranta…

La visión de conjunto que se muestra del cuadro, somete el alma, pero más aún el marcial detalle: Vivos colores de aquellos soldados enconados en lucha fiera, fornituras de cuero y lona al cinto, correajes enhebillados, cantinas, yataganes, sables dispersos por doquier… esgrima a la bayoneta; por el fondo y de los lados, entre volados cañones, nuevo refuerzo del enemigo sube y flanquea a los escasos defensores; el duro suelo de aquel magnífico peñón se empeña en beber sangre destinada a la inmortalidad.

Al retirarme de esa morada, convertida en museo, hay una impresión en el alma, es la impronta del pasado estampada en la matriz del recuerdo, es la casa de la calle de Afligidos.

El largo Jirón Cailloma termina en la cuadra que lleva el curioso nombre de Monopinta. Las intermedias son Argandoña, Calonge, Puerta Falsa del Teatro, Acequia Alta, Villegas.

Calle abajo, el invisible vate me susurra al oído …

El desgarrado grito

del vibrante clarín pregona al viento que la silente paz del infinito

ha bajado también al Camposanto… [6]

Coronel Francisco Bolognesi Cervantes. Foto. E. Courret

Las charreteras del coronel Bolognesi

El miércoles 29 de enero de 2020, el DIARIO OFICIAL de la República de Chile, informa que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, desafecta condición de monumento histórico de las charreteras pertenecientes al coronel peruano Francisco Bolognesi Por Resolución datada en Valparaíso, el 3 de enero de 2020, por las consideraciones, ente otras:

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3. Que el Museo Histórico Nacional avala la decisión de que esta pieza retorne a su país de origen y sea exhibida a la comunidad,  considerando que el coronel Bolognesi es Héroe Nacional del Perú, por lo que las charreteras ostentan un alto poder simbólico para el país vecino.

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Alfonso Ugarte, en un friso del monumento a Bolognesi, en Lima

Detalle de un los lados del monumento al Coronel Bolognesi en la plaza de su nombre, en Lima

Créditos:

Grabados:

El Asalto del Morro. Juan Lepiani. Museo de los Combatientes del Morro de Arica, Lima – Perú

Calle de Afligidos, apunte a lápiz de Leonce Angrand. 1838. Ed. Milla Batres. 1972

Fotos de los frisos tomados por el autor del Blog.

Notas al final de página

[1] José Santos Chocano, La Epopeya del Morro, I, En Espera. Poema Americano. (Premiado con medalla de oro por el Ateneo de Lima. Lima 1899)

[2] Durante el gobierno que presidió el general Juan Velasco Alvarado.

[3] Obra citada. VI Fin del Asalto.

[5] Obra citada. IV El Asalto.

[6] Obra Citada III Antes del Asalto.

Fotos:

Friso del monumento al coronel Bolognesi en la plaza de su nombre en Lima. El autor

Imagen del Coronel Bolognesi, INTERNET

 

Un libro que marca época

GUERRA DEL PACÍFICO

Soldados sobrevivientes

Por don Alejandro Reyes Flores, Doctor en historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
img070Sebastián Ajahuana Ccama, natural de Cojata, Huancané, Puno, soldado de pura raza aimara, su fotografía exorna la cubierta de esta obra de investigación

La naturaleza del libro

Resulta, para el administrador de este Blog, un señalado privilegio poder dar un alcance de esta obra elaborada tesoneramente por un experto en investigación histórica, para comodidad y auxilio de los historiadores, en especial aquellos dedicados a buscar información relativa a la que, con propiedad, debería titularse Guerra del Salitre, en sustitución de Guerra del Pacífico término manido, un tanto inflado, ceñido a la importancia que quiso darle la historiografía chilena.

La fuente de investigación ha sido el Archivo del Centro de Estudios Históricos Militares del Perú (CEMHP), importante repositorio de estos asuntos. El propio autor nos narra el pormenor de su tarea.

Guerra del Salitre, por cuanto estalló como consecuencia de la tenencia y explotación de un producto mineral que llenó la expectativa hegemónica de intereses mercantiles y políticos de sus sagaces propulsores, ayudados por la miopía y desdén de los responsables políticos del Perú: me refiero al nitrato, caliche o salitre de gran demanda internacional en especial de Europa, como abono pero mucho más rentable en la producción de pólvora.

La otra anotación liminar está relacionada con la naturaleza del libro, obra que por usar entradas alfabéticas, con valiosos datos de los grados militares, unidades de combate, hechos de guerra, en su mayoría de soldados en busca de una pensión o montepío, con resultado exitoso, incierto o sin él, constituye un meritísimo trabajo adaptado a la comodidad del diccionario. Ahondado en los anales post guerra, gracias al empeño y constancia del investigador y autor de la obra, quien por lo gigantesco de su tarea ha podido mostrarnos, por ahora, únicamente, 291 registros y 55 fotografías de sobrevivientes de guerra cuya nómina cubre de la letra A hasta la letra B. Queda pendiente los que siguen de la C a la Z.

De otro lado, el libro, con los registros básicos de los campos de batalla -sin proponérselo pues no es su tema- recrea en el lector las acciones de guerra a la simple lectura de las fichas de aquellos sobrevivientes, procedentes de todos los rincones patrios, actores de grandes combates y escaramuzas, desde las primeras que se dieron en Chipana, nuestros viejos límites con Bolivia sobre la margen derecha del río Loa, pasando por la formidable batalla de Tacna en las pampas de Intiorco y el asalto del Morro de Arica; los forzados desembarcos en Pisagua y su recia resistencia, la masacre de Germania; la impensada catástrofe de San Francisco; los desembarcos en Pisco, los de Bujama; la ocupación de Pachacamac y el valle de Lurín, la finta de Manchay y su fracaso del portachuelo de Rinconada de Ate; las grandes batallas de San Juan, Miraflores y Chorrillos, la toma de Lima; la victoriosa campaña de la Resistencia o de la Breña y los combates de Pucará, Marcavalle, Sangrar y el épico asalto y toma de Concepción, esta última con exterminio de una compañía chilena; las batallas postreras de San Pablo y Huamachuco y su epílogo, la firma del tratado de Ancón con su secuela que aún no disipa las sombras de aquella época, sin contar, por cierto, con la campaña marítima de Grau al mando del Huáscar y otras acciones navales. Pues de toda ellas resultaron soldados sobrevivientes y por esta razón cada entrada alfabética del libro es un vívido retorno a esos días de combate.

Pienso que desde las eruditas Memorias del general Mendiburu, que me resultan un placer revisar, cuando se trata de la época virreinal-republicana, pasando por unas cuantas obras dispersas de compiladores de las acciones militares del Perú, hasta los tres tomos del Diccionario Histórico de Tauro del Pino, no actualizado, la obra que nos presenta el Dr. Alejandro Reyes difiere de ellas, por su naturaleza ceñida a la data de investigación y a la sobriedad, se ha dado a las prensas de investigación histórica una sólida fuente, potencial en el tiempo.

Estamos, entonces, próximos a obtener una valiosa herramienta con relación a la Guerra del Salitre.

Nace un libro inédito en su concepción

La presentación de esta reciente producción del Dr. Alejandro Reyes, está en programa para el día sábado 13 de octubre del corriente año a las 11:00 horas, en el Salón General de la histórica Casona de la Universidad Mayor de San Marcos en el Parque Universitario, en la que académicamente nacerá una valiosa aunque inesperada obra de investigación especializada.

En tanto, para entender mejor aquella importancia, mostraré algunas entradas, ligeramente comentadas.

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En memoria de los sobrevivientes de la Guerra del Salitre

La obra en su contexto

Desde la entrada que correspondeCabo 2o. Abanto Duclos, Santiago alfabéticamente al combatiente, sobreviviente ABANTO DUCLOS, Santiago, resulta imposible no rememorar el clamor épico y la gran victoria peruana de la que el clase sobreviviente fue actor y testigo excepcional en la batalla de San Pablo, librada el 13 de julio de 1882, contra los regimientos chilenos bien dotados en personal, vitualla y armamento, a la que asistió, nuestro peticionario, en el grado de cabo 2º de la Segunda Compañía de Artillería, conducida por el coronel Daniel Nieto y comandante Fuentes y a órdenes directas del capitán Elías Bellido.

Registra la ficha su declaración de pobreza y ancianidad, en su domicilio fiscal de la calle Tarapacá s/n, y el domicilio legal del jirón José Gálvez No 30 de Cajamarca.

Su petitorio ocurre en los años difíciles propios de la senectud, por la que eleva formalmente ante las autoridades militares, el 11 de agosto de 1936 la solicitud con prueba testimonial para que le sea concedida una cédula de goce, ergo pensión y, a continuación. la denegatoria de la Comisión Calificadora por carecer de fundamentó legal, el 31 de diciembre de 1940, ratificada por Resolución Ministerial de 15 de abril de 1941, es decir cuando el suplicante contaba con 77 años de edad y por deducción había combatido muy joven disparado, animoso, eficiente y victoriosamente, las piezas artilleras peruanas de su compañía en las alturas de San Pablo, a los 18 años.

Soldado, Aguirre Hidalgo, Toribio

Aquella otra que pertenece a don AGUIRRE HIDALGO, Toribio, natural de Chorrillos, Lima; soldado que se dio de alta en 1876 quien por razones de salud solicitó y le fue concedida la baja para ofrecerse voluntario al estallar la guerra, alistado como soldado en el Batallón No 4, de Reserva y como tal combatió en la Batalla de Miraflores, el 15 de enero de 1881, una de las más sangrientas de la guerra.

Reubicado en la calle Gamarra No. 361, de la Urbanización Manzanilla, Lima, en escrito de 21 de marzo de 1937 se presentó como indígena chorrillos como participante a la citada batalla. Vista su solicitud y analizados sus documentos probatorios le fue concedida la respectiva solicitud que le otorgaba la pensión de 60 soles mensuales. Había nacido en Chorrillos en 1853, pensionista de guerra que falleció en Lima el 12 de mayo de 1943.

Sar. 2o, Augusto Angulo, PeraltaLa de ANGULO PERALTA, Augusto, natural del Callao. El 24 de agosto de 1880 fue nombrado sargento 2º de la Segunda Compañía No. 10 de Reserva. Participó el 15 de enero de 1881 en la batalla de Miraflores al directo mando del capitán Rafael Quiroz del Batallón que mandaba el Dr. Ramón Ribeyro.

Con domicilio en la calle Víctor Fajardo No. 121, Miraflores, Lima solicitó ante la Junta Calificadora haber sido sobreviviente de la batalla de Miraflores y actuadas las pruebas se le concedió la pensión de 60 soles mensuales. El fiscal objetó tal pensión alegando que todos los ciudadanos estuvieron obligados a inscribirse en defensa de la Patria cuándo la guerra contra Chile “[…]sin que este hecho signifique que todos ellos combatieron[…] pero el 19 de diciembre de 1938 se ordenó el pago de 720 soles por devengados, cuando ya contaba con 89 años. Nació en el Callao el 3 de setiembre de 1849.

Como siempre las objeciones jurídicas de los fiscales argumentan razones tenidas en peso para producir un rechazo, pese a que tal pensión de 60 soles estaba otorgada por Resolución Suprema, instrumento de la más elevada categoría que se basa o funda en los elementos probatorios actuados en instancias técnicas.

Basta con estas pruebas para conocer de primera mano la suerte de estos veteranos que eran rechazados en sus petitorios o atendidos, generalmente, en las etapas finales de la vida.

Del autor

El doctor Alejandro Reyes Flores, de amplísima experiencia académica, en su desempeño como Profesor de Historia y Director de Investigaciones Históricas, es, en consecuencia, autor de importantes obras, de ellas:

  • Investigación sobre Sindicatos en el Perú
  • Vida cotidiana en los pueblos de Cerro de Pasco, Demografía, Economía y Sociedad. Siglo XVIII
  • Contradicciones en el Perú colonial. Región Central. 1650-1810
  • La familia Montero; empresarios nacionales. Siglo XIX
  • América Latina en la década del 90
  • Huancavelica, Alhaja de la Corona. 1740-1790
  • Burguesía chilena y Guerra del Pacífico
  • Libertos en el Perú
  • Hacendados y comerciantes. Piura-Chachapoyas-Moyobamba-Lamas-Maynas. 1770-1820;
  • Calixto Romero. Para quitarse el sombrero. 1880-1920, y
  • Barrios Altos. La otra historia de Lima. Siglos XVIII – XX.

Artículos

  • Imágenes de Ayacucho colonial
  • Miguel Grau, La infancia en el mundo
  • De los Apeninos a los Andes
  • Los chinos en Lima. Siglo XIX
  • Desarrollo y Universidad
  • El Callejón del Fondo
  • El tesoro de los jesuitas
  • Naufragio Histórico
  • Los héroes anónimos
  • La voz de los sobrevivientes de la Guerra del Pacífico
  • La Bruja y otros

Y un agregado más, nuestro distinguido investigador, resulta descendiente, por la rama materna, de la familia Laura del distrito de Mito, los Verástegui Laura, uno de ellos, Verástegui Zamudio que combatió en la campaña del Centro, del feraz valle central del departamento de Junín; por ello lleva en las venas sangre de los indesmayables guerrilleros que asistieron a la campaña de la Breña, en especial el asalto y batalla de Concepción.

Sábado, 13 de octubre; 2018

Llamado a coparticipar de la presentación del libro del Dr. Reyes, con los cometarios del caso, se siguió el siguiente programa:
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Texto de los comentarios al Libro. Dr. Luis Siabala Valer

Señor Decano de la Facultad de Economía de la UNMSM, Magister Hoover Ríos Zuta; Doctor Alejandro Reyes Flores, ex profesor principal de Investigación e Historia del Perú de la UNMSM y autor de la obra Guerra del Pacífico, Soldados sobrevivientes; Doctor Ernesto Yepes del Castillo, Doctor en Sociología por la UNMSM, PhD por la Universidad de Mánchester; Economista Jorge Manco Zaconetti, profesor de la Facultad de Economía; damas y caballeros, distinguida concurrencia:

Invitado generosamente, sin otro mérito que la amistad, para participar activamente de la presentación de la reciente obra salida de las prensas, cuyo autor es el doctor Alejandro Reyes Flores, séame permitido comentar algunas características del libro que hoy nos convoca:

Para ello, una sucinta reseña del antecedente histórico:

La economía del Perú al finalizar el SXIX

El Perú, en abril de 1879, mostraba una sociedad mercantil predominantemente oligopólica. Los nitratos del sur peruano junto al depósito natural de guano de las islas, registraban las transacciones comerciales de mayor volumen en las cuentas fiscales, la primera de las citadas, el salitre, llevaba preferencia en los respectivos territorios de su explotación.

Así, tres países explotaban el salitre con arreglo a estas peculiaridades:

  • La república de Bolivia con importantes covacheras u oficinas del Estado en el extenso despoblado de Atacama y sus límites, con la república de Chile, en paralelos geográficos no solo inciertos sino movidos cartográficamente en razón de los tratados, se caracterizaba por una población de obreros, operarios y empleados en su gran totalidad de nacionalidad chilena, al servicio de los capitales provenientes de la Compañía del Salitre y Ferrocarril de Antofagasta, entidad destinada a la exploración y extracción del salitre en territorio boliviano. Por su lado, el personal boliviano en la provincia de Atacama, estacionado en su capital, el puerto de Antofagasta, se circunscribía al Intendente, a una docena de gendarmes de seguridad y los guardas de aduana, situación comodísima para al gobierno de La Paz que había dispuesto administrar, de esta sobria forma, aquella riqueza de las pampas. Esta flagrante negligencia habría de cobrarle a la postre un elevado precio.
  • La república del Perú, antes de la nacionalidad de las salitreras, la explotación se daba por concesionarios de las ricas vetas a flor de tierra en la Provincia Litoral de Tarapacá. Una región despoblada únicamente visitada por uno que otro explorador y, ocasionalmente, sus costas por marinos que hacían la aguada en la desembocadura del río Loa y alguna que otra de la escasa vertiente al Pacífico. Ese era el vasto territorio peruano que limitaba con la república del altiplano, en la margen derecha del río Loa, hasta el paralelo 23 del desierto de Atacama.
  • La república de Chile, con escasa producción propia en los desiertos al sur de Mejillones, estaba constituida en administradora del personal obrero y operario chileno en las tareas de la saca como dueño de los capitales aportados para la exploración, extracción, exportación y sus beneficios dentro del territorio boliviano.
  • Pero, en la práctica, existía una política de preponderancia hegemónica en las costas del Pacífico meridional de los puertos del Callao y Valparaíso.

El Perú, con el antecedente de haber sido 44 años antes la antigua sede del virreinato, aún ostentaba, en no pocos de los miembros de la sociedad, los resabios heredados de la antigua grandeza nobiliaria, de natural ociosa, y por corolario de lo dicho, contribuían a los ingresos fiscales el esfuerzo aislado de unos cuantos acomodados terratenientes, concesionarios en especial de las salitreras de Tarapacá.

Cuando el gobierno boliviano del general Hilarión Daza introdujo el impuesto de 10 centavos quintal de salitre extraído, que no fue reconocido por el usufructuario, alegado que este acto incumplía el estado de congelamiento por 25 años del susodicho precio y que en uso de las clausulas pusiera el impase a merced del laudo arbitral del emperador de Alemania, fue rechazado de plano este extremo por el mandatario boliviano quien expresó que bastaban los tribunales bolivianos. Entonces la poderosa sociedad capitalista, muy adicta al palacio de la Moneda a donde acudió, consiguió, el zarpe de unidades de la armada, naves que ocuparon la capital de la provincia de Atacama, desembarcando marinería y tropas de infantería en el puerto de Antofagasta, el 14 de febrero de 1879 apoderándose de las oficinas administrativas de la Aduana boliviana, sustituyendo con personal y tropa chilena a la equivalente nacional; fue un claro preludio de guerra y el gobierno boliviano declaró haber un estado de casus belli.

El Perú, compelido a honrar su parte de aliado salió en consecuencia a cumplir su rol en ese papel de defensor mancomunado, atado como estaba por el Tratado suscrito en Lima el 6 de febrero de 1873, que se conoce también como Tratado de Alianza Defensiva (Perú-Bolivia), Pacto Secreto Peru-Bolivia y también Tratado Riva Agüero-Bustamante, es decir por los apellidos de los ministros acreditados de las altas partes mandantes, los señores José de la Riva Agüero Looz Gorswaren, por el Perú y Juan de la Cruz Bustamante, por Bolivia.

Este tratado, destinado en la práctica a ser declarado, en el momento preciso el casus foederis lenguaje diplomático que significa razón de la alianza circunscrito a cualquier intervención beligerante extranjera, pero que tenía a Chile como el indicado, fue activada el domingo 6 de abril de 1879 y en consecuencia a ello el Perú al no aceptar la neutralidad y rotas las negociaciones, marchó a la guerra.

Vinieron luego las acciones militares conocidas, todas ellas enriquecidas, en estos nuevos tiempos con información que se va recogiendo en los tres países, historiografía que en mucho honra la memoria de quienes perdieron la vida o sobrevivieron bajo sus respectivas banderas, combatiendo desde las vastedades de los desiertos del sur donde enseñorea la neblina o camanchaca y crece el recio tamarugo, hasta los altos páramos serranos del norte y las profundas depresiones de la hermosa sierra central del Perú, dilatado territorio donde se vertió, profusa, la sangre de los combatientes.

Es decir, desde la acción naval de Chipana, al sur en el las márgenes del Loa, pasando por la batalla de Iquique; los forzados desembarcos en Pisagua; la inesperada derrota de San Francisco; la masacre de Pampa Germania; la vitoria peruana en Tarapacá; la muy peleada en las pampas de Intiorco, Alto de la Alianza o batalla de Tacna, donde las tres naciones concurrieron con sus ejércitos en pleno; fue la de Tacna, salvando las distancias y las proporciones de los beligerantes, una de las batallas modernas del S.XIX libradas en América. Vendría luego de la caída de Tacna y la contramarcha de los escasos aliados sobrevivientes a territorio boliviano para no regresar jamás rompiéndose de facto la alianza defensiva; la épica batalla del Morro de Arica; los desembarcos en Pisco, Chincha y las grandes batallas de San Juan, Chorrillos y Miraflores; la toma de una Lima en luto; para después oponer una paulatina y sostenida resistencia bajo al animoso estímulo del general en jefe, Andrés Avelino Cáceres, que logró una gran movilidad de los pueblos en los breñales del centro, que pelarían sin miramiento, victoriosos, incontenibles, al lado de tropas regulares, tal como lo describen los partes militares de las acciones de Marcavalle, Pucará, Sangrar y la toma y recuperación por asalto de Concepción; la victoria peruana de San Pablo, hasta el desastre de Huamachuco, al margen de otras escaramuzas y guerra de zapa por montoneros peruanos al acecho.

Se accede otorgar reconocimiento y pago de supervivencia de guerra

Pocos habían tenido acceso a los documentos, roles y documentos de recluta y movilización que obraba en repositorios y archivos militares, hasta que se dio la norma  después de las elecciones presidenciales en mayo de 1908, que eligieron presidente del Perú a don  Augusto B. Leguía hasta la dación de la Constitución Política de 1920, salvo las comisiones y juntas calificadoras que se sucedieron destinadas a la atención e informe de miles de solicitudes por el mandatario  Augusto B. Leguía, también sobreviviente de Miraflores. Empero las solicitudes aún fueron atendidas y hecho los pagos algunos años, más hasta su extinción total.

Corresponde acotar, que por la coyuntura política especial que se confrontó, nada se actuó con los sobrevivientes de la guerra Civil de 1884-1885, entre el ejército del general Manuel Iglesias Pino, avituallado por el ejército chileno y las tropas de regulares y montoneros del general Andrés A. Cáceres que finalmente entró triunfador a Lima.

Es decir, tropas que de alguna forma fueron las mismas que pelearon la Guerra del Salitre, interregno que oficialmente corre desde el sábado 5 de abril de 1879, al sábado 20 de octubre de 1883, día que fue suscrito el lesivo Tratado de Ancón, que ponía fin a la guerra y disponía la salida de las tropas chilenas de Lima y paulatinamente las del territorio nacional.

Este hecho de fin de las hostilidades y cesión de importante territorio del sur, se produjo justificado en el manifiesto a la nación llamado Grito de Montán, el 31 de agosto de 1882, por el general Manuel Iglesias Pino, en inteligencia con el general en jefe de ocupación comandante Patricio Lynch Solo Zaldívar, urgido por las autoridades de gobierno en Santiago de Chile, que veían prologarse la resistencia más allá de lo previsto, sin haber conseguido la tan ansiada rendición del Perú –rendición que jamás se produjo- y los consecuentes gastos de un ejército de ocupación ya cansado, paulatinamente deteriorando y con desertores en su haber.

La suerte de los militares sobrevivientes

En cuanto a las solicitudes de los sobrevivientes peticionarios la coyuntura política de 1908, cuando se dio la ley de indemnización cesó, como tenemos señalado, coincidente a la promulgación de la Constitución Política del Perú, del año 1920, quedó sellada cuando en 1920 se puso fin a la Constitución Política de más larga duración, votada en 1860 y suscrita por el general Ramón Castilla.

Del libro del doctor Alejandro Reyes Flores

Pero, en nuestros días, para fortuna de los actuales investigadores, un sector de rica veta ha sido descubierta, adecuadamente seleccionada, prolijamente escrita y documentada, y ahora queda a disposición de los investigadores y el público en general.

El doctor Alejandro Reyes Flores, el autor a quien lo distingue su vocación de investigador e historiador, profesor recientemente jubilado de esas especialidades de nuestra Universidad Mayor de San Marcos ha conseguido, luego de algunos años de brega y el concurso de algunos alumnos, ponerse en contacto con el espíritu de aquellos sobrevivientes de la Guerra del Pacífico y que don Mariano Paz Sueldan tituló Narración Histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia -que debería denominarse con propiedad Guerra del Salitre, hoy nos ofrece una importante herramienta bibliográfica al alcance del investigador en particular y del público lector en general.

Esta resulta ser, además de las virtudes señaladas, una obra donde se comulga el sentir de más de dos centenares de militares, durante el drama de la edad provecta, las menguadas fuentes de manutención de ingresos y su esperanzado petitorio para conseguir se les reconozca su condición de combatientes y con derecho a los beneficios pensionarios por su participación al servicio de la defensa del Perú en los campos de batalla.

Los archivos, en este caso, acervo del Instituto de Estudios Militares del Perú, conservan miles de expedientes con sus resoluciones de aceptación y denegación e indefinición.

La anotación resultante respecto a la extensión de la obra y su naturaleza, por usar entradas alfabéticas, con datos personales de los grados militares, unidades de combate, acciones de guerra de la que fueron directos actores aquellos soldados, clases y oficiales en busca de una pensión o montepío, constituye un meritísimo trabajo adaptado a la comodidad del diccionario, ahondado en los anales post guerra gracias al empeño y constancia del investigador y autor, quien por lo gigantesco de su tarea ha podido mostrarnos, por ahora, únicamente, 291 registros y 55 fotografías de sobrevivientes de guerra cuya nómina cubre de las letra A ala B.

Queda pendiente el reto de escribir la nómina que sigue de la C a la Z.

Algunos peticionarios asistieron a más de una batalla, otros a un sola y no faltó el anciano que declarase, sin éxito, haber asistido a toda la guerra.

He tomado tres fichas registradas por el doctor Alejandro Reyes Flores y las comento para destacar su importancia como instrumento de investigación:

La entrada que corresponde alfabéticamente al combatiente sobreviviente ABANTO DUCLOS, Santiago. Resulta imposible, de su lectura, no rememorar el clamor épico y la gran victoria peruana de la que participó este clase, actor y testigo excepcional de la batalla de San Pablo, librada el 13 de julio de 1882, contra regimientos chilenos ya veteranos bien dotados en personal, armamento, vitualla y ambulancia a la que asistió, en el grado de cabo 2º de la Segunda Compañía de Artillería, conducida por el coronel Daniel Nieto y el comandante Fuentes, a las directas órdenes del capitán Elías Bellido.

Registra, la respectiva ficha, su declaración de pobreza y ancianidad que transcurre en su domicilio fiscal de la calle Tarapacá s/n, y el domicilio legal del jirón José Gálvez Nº 30 de la ciudad de Cajamarca.

Su petitorio ocurre en los años difíciles propios de la senectud, por la que eleva formalmente ante las autoridades militares, es decir incluso fuera ya de los alcances de la ley en caducidad, el 11 de agosto de 1936, la solicitud con prueba testimonial para que le sea concedida una cédula de goce, ergo pensión y, a continuación la denegatoria de la Comisión Calificadora por carecer de fundamento legal, datada el 31 de diciembre de 1940, ratificada por Resolución Ministerial de 15 de abril de 1941, es decir cuando el suplicante contaba con 77 años de edad y por deducción que había combatido de 18 años disparado animoso, eficiente y victorioso las piezas artilleras peruanas de su compañía en las alturas de su amada San Pablo en  Cajamarca.

Aquella otra ficha que pertenece a don AGUIRRE HIDALGO, Toribio, natural de Chorrillos, Lima; soldado que se dio de alta en 1876, quien por razones de salud solicitó y le fue concedida la baja para ofrecerse voluntario al estallar la guerra tres años después, alistado como soldado en el Batallón Nº 4, de Reserva y que como tal combatió en la Batalla de Miraflores, el 15 de enero de 1881, una de las más sangrientas de la guerra.

Desarraigado de la destruida Chorrillos, reubicado en la calle Gamarra Nº 361, de la Urbanización Manzanilla, Lima, en escrito de 21 de marzo de 1937 se presentó como indígena chorrillos como participante a la citada batalla.

Vista su solicitud y analizados sus documentos probatorios le fue concedida la pensión de 60 soles mensuales. Había nacido en Chorrillos en 1853, en consecuencia, se enroló a los 28 años, pensionista de guerra que falleció en Lima el 12 de mayo de 1943 a la edad de 90 años.

La de ANGULO PERALTA, Augusto, natural del Callao. El 24 de agosto de 1880 fue nombrado sargento 2º de la Segunda Compañía No. 10 de Reserva. Participó el 15 de enero de 1881 en la batalla de Miraflores a directas órdenes del capitán Rafael Quiroz, del Batallón que mandaba el letrado doctor Ramón Ribeyro Álvarez que a la sazón se desempeñaba como Ministro de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia del Perú.

Aquí consigno breves datos biográficos de este notable magistrado. El doctor Ramón Ribeyro Álvarez, nacido en Lima en 1839, mandó tropas en la batalla de Miraflores en 1881 a la edad de 42 años y falleció en 26 de agosto de 1916, después de ocupar diversas carteras ministeriales; fueron sus padres don Juan Antonio Ribeyro y Eulalia Álvarez del Villar Puelles. Su instrucción superior la hizo en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y es muy probable que sus grados de bachiller y de abogado los obtuviera en alguno de los recintos académicos de esta casona que hoy nos congrega.

Abogado, magistrado, catedrático universitario, conspicuo miembro de la institución de justicia, se batió al frente de sus hombres en el Reducto Nº2, ubicado junto a la línea del ferrocarril entre Lima y Chorrillos, allí se encontraba nuestro peticionario Augusto Angulo Peralta formando parte del efectivo del Batallón Nº 4, fuerte de 300 hombres.

Con domicilio en la calle Víctor Fajardo Nº 121, Miraflores, este solicitante ocurrió ante la Junta Calificadora exponiendo haber sido sobreviviente de la batalla de Miraflores y actuadas las pruebas se le concedió la pensión de 60 soles mensuales. Pero el fiscal objetó tal pensión alegando que todos los ciudadanos estuvieron obligados a inscribirse en defensa de la patria cuándo la guerra contra Chile “[…]sin que este hecho signifique que todos ellos combatieron […] pero el 19 de diciembre de 1938 se ordenó el pago de 720 soles por devengados, cuando ya contaba con 89 años. Nació en el Callao el 3 de setiembre de 1849 y había asistido a su puesto de combatiente a la edad de 32 años.

Baste con estas pruebas para conocer de primera mano la suerte de estos veteranos que eran rechazados en sus petitorios o atendidos, generalmente, en las etapas finales de la vida y, desde luego, la importancia del libro como fuente de investigación.

Finalmente, me permito añadir que a las dotes académicas del autor, doctor Alejandro Reyes Flores deben agregarse su amor al lugar que le vio nacer, los limeñísimos Barrios Altos, tan caro a sus recuerdos infantiles; y la inédita a su ascendencia por la rama materna, fincada en la comunidad de Mito, en los valles centrales de Junín, los Verátegui Laura, uno de ellos, el combatiente Verástegui Zamudio; por ello nuestro maestro lleva en las venas sangre de los indesmayables breñeros que actuaron con gran decisión, en especial el asalto y batalla de Concepción, hecho de armas que celebramos, desde lados contrapuestos de victoria y derrota, peruanos y chilenos cada 9 de julio.

Muchas gracias.

Algunas fotos a las que se sumarán otras oficiales en el transcurso de ser recibidas

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La mesa de honor presidida por el señor Decano de la Facultad de Economía, Magister Hover Ríos Zuta (Centro), lo acompañan, el Dr. Luis Siabala Valer, el Phd. Ernesto Yepes del Castillo y el Econ. Jorge Manco Zaconetti.

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El Dr. Siabala hace un recuento de la Guerra del Salitre y comenta el libro y su importancia, hasta hoy tan solo conservada en los repositorios militares. Una valiosda herramienta de investigación que abrirá detalles de las maciones militares singularmente  narradas por sus directos propagonistas.

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Entrega de la insignia de la UNMSM y diploma correspondiente, por el Econ. Señor Jorge Manco Zaconetti, docente principal de la Facuktad de Economía.
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Diploma de participación, al Dr. Luis Siabala
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Economista docente, don Jorge Manco Zaconetti, detalla las particularidades de investigación que le cupo al Dr. A. Reyes en el Primer Tomo y la invocación que el siguiente se haga posible muy pronto.

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Doctor Alejandro Reyes Flores, autor del libro, en uso de la palabra 

 

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Doctor A. Reyes, da cuenta detallada de la obra con la viva emoción didáctica con que es capaz de informar su experiencia.

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Diploma al PHd, Ernesto Yepes del Castillo por su brillante elocución y visión profética de la Guerra del Salitre

 

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Infantería [Máximo Ancho 640 Máxima Altura 480]

José B. Sepúlveda, héroe peruano

Juan B. Sepúlveda

Teniente coronel José Buenaventura Sepúlveda

Exordio: En estos días de turbulencia parlamentaria se habla mucho del apellido de origen chileno Sepúlveda, hay posiblemente un correlato familiar con quien murió al frente de una sección de la caballería peruana que quiero recordar con motivo de la Guerra del Salitre (1879-1883)

Importantes lecciones de la historia

Emblema 2

Tarapacá, Nov. 06, 1879. 10:00 horas

Acción en Pampa Germania

Despejada la espesa camanchaca, forma local de llamar a la densa neblina que suele velar el desierto en las madrugadas y primeras horas del día en esas meridionales latitudes, es posible observar entonces la pampa que se extiende rutilante de S/N y O/E con zonas de cerrillada agreste y oquedades producto de la intensa extracción del caliche.

La avanzadilla, una pareja de jinetes peruanos, desde un altozano a vista de anteojo, emite señas reglamentarias informando terreno despejado de tropa enemiga.

La sección de la caballería peruana, 44 jinetes provistos de rifles, destacamento tomado del Regimiento Húsares de Junín N° 1 al mando del teniente coronel Juan Buenaventura Sepúlveda y su similar del regimiento boliviano Bolívar N° 1 del Húsares, armados de sables que conduce el comandante Soto avanzan entonces seguros rumbo al norte procedentes del puerto de Iquique de donde venían; el jefe peruano después de tomar breve contacto con las tropas del general Juan Buendía jefe de la importante plaza, capital de la Provincia Litoral de Tarapacá, sede de un importante contingente de tropa y equipo, continuó su avance de exploración hacia su destino, lo habían hecho en marchas forzadas por Pozo Almonte con dirección a Pisagua, vía Agua Santa y a esa hora hacían un alto horario a la vista de Pampa Germania, antigua oficina salitrera de las que por entonces habían establecidas.

En esta inteligencia, el jefe del destacamento dispuso las seguridades de ordenanza para descansar las agotadas tropas a las que se ordenó en parte desmontar y desensillar. Así los 90 jinetes llegan y hacen alto al abrigo de una considerable depresión del terreno cuyos bordes ocultan hombres y caballada. La tropa apeada, fijados los vigías y separadas las acémilas en lugar adecuado, se dispone un descanso. Sepúlveda ordena toque de llamada y de inmediato el clarín con sus agudos tonos llena el silencio de aquella zona donde el sol aviva su calor paulatinamente. Los oficiales apuran el paso para recibir instrucciones.

Con la expectación del encuentro de algún regimiento chileno, se colocan centinelas con vista al N y al NO, lógicos caminos de ruta de colisión por lo que se afina la mirada sobre cualquier polvareda o señal del avance del enemigo para detener de inmediato su proyección en pos del campamento aliado, sede del grueso de las tropas aliadas, cuyo punto más importante gravita al norte en el oasis o pozo de Dolores, frente al cerro de San Francisco.

A su vez, en la necesidad de explorar la zona peruana después del desembarco y toma de Pisagua, el coronel chileno, Francisco Sotomayor ordenó al miliciano Francisco Vergara, con grado de teniente coronel, la comisión de explorar el sur de la pampa con unidades de avanzada de la caballería chilena y dejar expedito el terreno a las tropas de infantería y artillería que ya estaban dispuestas en el oasis de Dolores al que había arribado en ferrocarril desde Pisagua donde se produjo un sangriento desembarco.

Era el caso que los contendientes desconocían mutuamente sus posiciones, Sepúlveda ignoraba la pérdida de Pisagua y el desembarco con avance por ferrocarril de las tropas chilenas y su acomodo en los flancos y la cima del cerro San Francisco; el enemigo invasor en expectativa nada sabía lo concerniente al puerto de Iquique donde suponía que aún permanecía el ejército al mando del general peruano Juan Buendía, contingente importante por su efectivo y armamento.

Marchas de posible colisión

Distancia desde Iquique, Pozo Almonte hasta Pampa Germania: 76 Km recorridos a marchas forzadas por los exploradores aliados de Sepúlveda.

Distancia desde el campamento aliado de Dolores, frente al cerro de San Francisco, ocupado por los chilenos hasta Pampa Germania: 30.5 Km recorridos por los exploradores chilenos de Vergara.

Vergara, en la intuición que los aliados hubiesen hecho lo propio de avanzar desde el Sur en demanda de los chilenos sabía que en cualquier punto equidistante de máxima referencia habría necesariamente que sostener un encuentro de armas. Apuró entonces el paso con las precauciones militares del caso y ordenó una avanzada de exploración la que llegó a Germania con ligera antelación de los aliados y que convenientemente oculta pudo observar aquellos movimientos de que hemos dado cuenta.

Tomando nota de la dirección de la vigilancia aliada, con hábiles jinetes en buena monta armados todos con carabinas Comblain y sables, los chilenos preparan una sorpresa que en efecto les daría buenos frutos resultado de la disciplina de la tropa, antelación y buen equipo: Vergara ordenó una finta y dejó que un piquete apareciera por el NO, mientras el grueso del escuadrón practicó un prudente rodeo para atacar a los aliados en espera de un enemigo por donde no se tenía previsto, el sur, a la par que simulaba una retirada. La acción tuvo efecto con los resultados propios de la sorpresa.

Exterminio de Pampa Germania

Carga de caballería en San Juan de Chorrillos -Edición

Al toque de generala, Sepúlveda dispuso la defensa con sus jinetes, una parte a pie y la otra a caballo y se comprometió en un vigoroso esfuerzo contra tropas de caballería que fueron apareciendo por los flancos; finalmente copados se produjo el exterminio de ese valiente escuadrón, por fuego cerrado de las carabinas chilenas y su crecido número. Los jinetes peruanos sólo tenían sable, los bolivianos únicamente fusiles y tuvieron que batirse a caballo y a culatazos. Los heridos fueron repasados y los prisioneros fusilados. El comandante Sepúlveda del Perú y el mayor Soto de Bolivia se contaron entre los muertos en batalla. Vergara dispuso perdonar la vida de un oficial aliado a quien ordenó montar y salir del desastroso escenario para que contase a los aliados, la eficacia de las armas chilenas y su acción victoriosa.

Datos biográficos del jefe peruano

(versiones coordinadas de las escasas disponibles)

Juan Buenaventura Sepúlveda Fernández nació en la hacienda La Huaca, ubicada en la provincia limeña de Cañete, el 14 de julio de 1848. Fue hijo de José Antonio Sepúlveda Aldea, capitán chileno del batallón Colchagua del Ejército Unido Restaurador que había llegado embarcado en la flota chilena con el grueso de tropas procedente de Valparaíso al mando del general San Martín con el propósito de culminar con la independencia de España, pues la fuerte guarnición realista del Perú sería una amenaza contra cualquier emancipación de América Meridional, según lo había calculado el general argentino y apoyado el general Bernardo O’Higgins; posteriormente el padre se afincó en el Perú en la provincia de Cañete y contrajo nupcias con la dama cañetana Teresa Fernández.

A los 22 años ingresó en la Academia Militar, optando por el arma de caballería. En 1879 era teniente coronel en el regimiento Húsares de Junín, al mando de un escuadrón del mismo y otro regimiento boliviano Húsares de Bolívar, partió de Iquique al tenerse noticia de la toma del puerto de Pisagua por el ejército chileno, siguiendo las órdenes del general Juan Buendía se encargó de cubrir la retirada aliada siendo la tropa a su mando sorprendida y derrotada por la caballería chilena al mando del coronel José Francisco Vergara en el combate librado en las inmediaciones de la oficina salitrera de Germania el 6 de noviembre de 1879, en el cual resultó muerto en combate.

El Regimiento de Caballería Blindada N° 113 acantonado en la ciudad Tacna lleva su nombre.

José Antonio Sepúlveda Aldea, el padre y su hijo Juan Buenaventura Sepúlveda Fernández (Mayores detalles, pues son escasas las fuentes)

Su historia comienza con el arribo de la expedición libertadora de San Martín al Perú y junto a él llegó el patriota chileno Bernardo O’ Higgins y Riquelme, quien brindó valiosa colaboración en la lucha por la independencia, por ello se le cedió las Haciendas Montalván y Cuiva, que habían pertenecido a don Pedro Arredondo. En 1825, Simón Bolívar ratifica esta concesión. O’Higgins hizo traer de su patria a su hijo Demetrio quien vino acompañado de un discípulo de aulas llamado Antonio Sepúlveda Aldea. En 1838 llegó por mar al Callao de donde pasó a Cerro Azul.

Establecido en el valle, Antonio Sepúlveda, cajero de las haciendas del general O’Higgins, contrajo matrimonio con la dama cañetana Teresa Fernández, de cuya unión nació, en la Hacienda La Huaca de Cañete, José Buenaventura Sepúlveda el 14 de julio de 1848; se le bautizó en la Parroquia de la Concepción en Lima (actual local del Congreso Nacional).

El joven José Buenaventura a los 10 años se trasladó a Lima para estudiar Educación Primaria. En 1864, a los 16 años de edad retornó a Cañete para desempeñarse como mayordomo de campo de la hacienda Arona. Obedeciendo a su vocación por la carrera militar, a los 22 años ingresó a la Escuela Militar. La infausta guerra del guano y del salitre de 1879 lo encontró con el grado militar de mayor de caballería; luego fue ascendido a comandante y enviado al campo de operaciones.

El 6 de noviembre de 1879 se inmortaliza en la Batalla de Agua Santa o de Pampa Germania, hecho que alcanza un gran significado puesto que había luchado contra la patria de su padre, en defensa de la suya, el Perú, cumpliendo la promesa de luchar y defender a su patria hasta morir. Junto con él ofrendaron su vidas otros tantos, integrantes del Regimiento Húsares de Junín y Húsares de Bolívar, a quienes comandaba.

En esta acción, los jinetes chilenos dirigidos por José Francisco Vergara y Sofanor Parra vencen a la caballería aliada comandada por el teniente coronel José Sepúlveda -conforme lo tenemos narrado- en Pampa Germania, cercano al oásis Agua Santa.

La historiografía peruana y el historiador militar chileno Francisco Machuca cuentan que los chilenos simularon una retirada con el fin de sacar a los aliados de sus posiciones defensivas en la estación de Germania para luego dar la vuelta y atacar a quienes les perseguían. Con ello en superioridad numérica, con mejor armamento y cabalgaduras vencen a los aliados.

Según parte de Vergara cayeron muertos alrededor de 60 a 70 aliados, entre ellos el comandante Sepúlveda, tomando además 5 prisioneros. Los chilenos lamentaron la pérdida de 9 soldados (3 muertos y 6 heridos).

Para que estos hechos heroicos no quedaran en el olvido y perdure en la historia por generaciones, en el año 1937, se crea el Colegio José Buenaventura Sepúlveda que luego sería convertido en Gran Unidad Escolar por el presidente Odría, hoy es la Institución Educativa JBS.

Los restos del héroe cañetano fueron sepultados en el mismo campo de batalla.

En 1886, establecido el nefasto tratado de paz con Chile, el cónsul del Perú en Iquique don Guillermo Billinghurst, nombró una comisión integrada por Pedro Dávalos y Lissón, Santiago Devéscovi y Emilio Pardo Figueroa, para que identificaran los cadáveres.

Los restos exhumados en la Provincia de Tarapacá, entre los que se encontraban los de Sepúlveda, llegaron al Callao el 13 de julio de 1890, celebrándose honras fúnebres en la Iglesia Matriz de éste puerto, el gobierno declaró Duelo Nacional los días 15 y 16 de julio. Luego fueron trasladados a la Iglesia de La Merced en Lima, para sus correspondientes exequias. Llevados al Cementerio Presbítero Maestro, descansaron allí hasta 1908 y el 8 de setiembre, durante el mandato del presidente José Pardo, se inauguró la Cripta de los Héroes donde finalmente descansan en paz, con el ascenso póstumo a coronel.

Sorpresa de Germania, 1879 - copia

Sorpresa de Germania

Tarapaca Campaign - Wikipedia

Mapa chileno de operaciones en la Provincia Litoral de Tarapacá

Sable, caballería

Fuentes:

Parte de los datos han sido tomados, con algunas ediciones de forma, del blog de Jonatan Saona:

La Guerra del Pacífico 1879-1884 (Perú, Chile y Bolivia)

http://gdp1879.blogspot.com/2012/09/jose-sepulveda.html#ixzz53HDnxmsi

Carga de la caballería chilena:

https://cronicahistorica.wordpress.com/carga-de-la-caballeria-chilena/

Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Buenaventura_Sep%C3%BAlveda

Grabados: INTERNET, de libre disposición

El día que se enfrió el planeta

Volcán Huaynaputina

VOLCÁN HUAYNAPUTINA



Fuente: La Opinión de Tenerife. 24 de abril, 2008. Dice esta crónica:

Una gran erupción volcánica en Perú en 1600 provocó una bajada de temperaturas en todo el mundo

NOTICIAS RELACIONADAS

La otra cara de Hawái. Ciencia y Tecnología.- La histórica erupción que en el año 1600 se produjo en el volcán Huaynaputina, en el entonces virreinato del Perú, provocó un impacto global en la civilización, con una alteración temporal del clima que ocasionó retrasos y mermas en las cosechas en Asia, Europa y América, además de una gran hambruna en Rusia. Así lo considera un nuevo estudio realizado por expertos de la UC Davis, uno de los diez campus que integran la Universidad de California. OTR/PRESS Esta erupción es conocida por los científicos por haber eyectado gran cantidad de sulfuro a la atmósfera. Paralelamente, tres estudios diferentes han mostrado que el año inmediatamente posterior, 1601, fue excepcionalmente frío, pero no se habían documentado hasta ahora sus efectos. “Sabíamos que hubo una gran erupción, que fue un año frío, pero eso era todo”, declaró Ken Verosub, profesor de Geología de esta universidad.

El sulfuro reacciona con el agua en el aire formando gotitas de ácido sulfúrico, que en grandes cantidades provocan en la atmósfera un enfriamiento al reducir la cantidad de luz solar que alcanza la superficie. Pero estas gotitas terminan disipándose y su efecto sólo se prolonga durante alrededor de un año.

Verosub y su equipo combinaron registros históricos de la época tanto de Europa, como de China y Japón, axial como de las colonias americanas de España y Portugal y de Filipinas, para buscar información sobre cambios en agricultura, el clima y también hallar consecuencias sociopolíticas.

LA HAMBRUNA QUE DERROCO AL ZAR BORIS I

Pues bien. En Rusia, el bienio 1601-1603 provocó la peor hambruna en la historia del país, hasta el punto de que el zar reinante, Boris I, terminó siendo derrocado. Los registros en Suiza, Lituania y Estonia inician inviernos excepcionalmente fríos entre 1600 y 1602; en Francia la cosecha de vino de 1601 se retrasó, y la producción en Alemania se vino abajo, al igual que en el Perú. En China, los árboles florecieron demasiado tarde, y en Japón el Lago Suwa se heló en invierno antes que nunca en un periodo de 500 años.

Hasta cierto punto, no podemos probar que el volcán fuese responsable de todo esto. Pero sí hemos constatado que 1601 fue un año llamativamente frío en conexión con ese evento”, según declaraciones de este científico recogidas por otr/press en la Web de la UC Davis.

Entre otras erupciones similares que podrían haber afectado de forma a la vida humana en todo el planeta destacan la del Tambora en Indonesia en 1815, cuya secuela en la agricultura europea ha quedado muy documentada. Verosub estima que una erupción volcánica de esta magnitud puede producirse cada 200 años aproximadamente, lo que aumenta la posibilidad de pueda reproducirse en la primera mitad de este siglo.

UBICACIÓN Y DATOS HISTÓRICOS DEL VOLCÁN

Perú, Departamento de Moquegua, provincia de General Sánchez Cerro, Cap. Omate.

Durante la colonia fue un partido o subdelegación de la Intendencia de Arequipa que comprendía en su integridad el Cercado de Arequipa, Arica, Moquegua, Camaná, Collaguas o Caylloma, Condesuyos de Arequipa, Tarapacá e Iquique-Pisagua.

Departamento de Moquegua, 1865

MAPA DE MOQUEGUA EN 1865

A 30 km. al sur del volcán Ubinas se encuentra el Huaynaputina -llamado también Omate, Quinistaquillas, Chiquimote, Chequepuquina o Morro Putina (anotación esta última del compilador).

Se ubica a 16º 35′ de latitud Sur y 70º 52′ de longitud Oeste. Su altitud actual es de 4,800 msnm, con un semicono de 200 a 500 metros de elevación.

Cráteres del Huaynaputina

Ambos volcanes se ubican a la margen derecha del curso alto del río Tambo (cuya cuenca cubre territorios del Oeste de Puno, el Norte de Moquegua, y el Sur de Arequipa), y forman parte de la cadena de “Volcanes de los Andes Centrales” (El segmento de la Cordillera de los Andes entre los 14º y 28º de latitud Sur, que corresponde a la Cordillera Occidental del Sur del Perú y a la zona fronteriza de Bolivia, Norte de Chile y Noroeste de Argentina)

Entre geólogos y vulcanólogos la erupción del Huaynaputina, ocurrida a lo largo de casi dos semanas entre el sábado 19 de febrero y el jueves 2 de marzo del año 1600, es considerada la más violenta que haya sido registrada en el área andina desde el siglo XVI. Ya que la zona -entonces como ahora era relativamente aislada, la información histórica disponible proviene de la ciudad española más cercana al volcán: Arequipa.

El proceso comenzó con una serie de temblores previos, progresivamente más fuertes, iniciados hacia el lunes 14 de febrero y, luego de la primera erupción, percibida no sólo por la formación de nubes de humo volcánico, que oscurecieron la atmósfera e impidieron ver el sol en las horas diurnas por dos semanas y la abundante caída de ceniza que cubrió la ciudad y los campos, sino por el estremecedor ruido de las explosiones volcánicas; los últimos remezones y caídas de cenizas habrían llegado hasta el miércoles 15 de marzo siguiente.

La erupción del 19 de febrero debió romper la cúspide, mientras que la del 2 de marzo debió ser una erupción lateral, que dejó el cráter del volcán en su estado actual: un semicírculo al Oeste y una zona abierta el Este, que cae casi perpendicularmente a un cañón que baja unos 2,000 metros hasta el río Tambo. Fue aproximadamente un mes de intensa actividad volcánica en el Sur Andino, incluyendo el Altiplano del Titicaca.

Un sacerdote jesuita, escribiendo desde Arequipa el viernes 3 de marzo, informaba:

La causa de tan grande tribulación a sido aver rebentado un bolcán del pueblo de Omate que dista de aquí diez y ocho leguas; sábese que a sido de grandíssimos fuegos y piedras con lo qual se an undido y asolado cinco o seis pueblos que están en su cirqüito. Ase dicho por cosa cierta que en doze días y más a sido siempre en aquel paraje noche obscuríssima (…); dízese que en el pueblo de Omate, que es junto al mismo bolcán quatro leguas distante, an caído piedras de cinco y siete libras y que an perecido asta sesenta personas del dicho pueblo, quedando las cassas dél sepultadas en la arena y ceniza. De los demás pueblos comarcanos al dicho bolcán no se sabe cosa cierta”.

Y, sobre el alcance de los efectos de la erupción, añadía:

nueva a llegado que cunde la ceniza por la parte del Collao asta Chungara [La Raya-Santa Rosa] y Chuqüito, y por la parte de la costa donde mayores daños a hecho entre más de quarenta leguas (…). Después de todo esto huvo nueva cierta que la ceniza avía llegado asta la ciudad de Chuquisaca [hoy Sucre, Bolivia], que está de Arequipa hazia el otro polo, más de ciento y treinta leguas, y que allá se havían oído también aquellos temerosos sonidos (…); en Juli y Chuquiabo [La Paz] y la demás tierra intermedia cayó también la ceniza y se oyeron los sonidos a manera de piezas gruesas de hartillería“.

El Virrey don Luis de Velasco, escribiendo del Callao el lunes 8 de mayo, decía:

A los 19, 20, 21 de Hebrero [= febrero] se oyeron disparar por la costa arriva [al Sur] donde estava la armada esperando los enemigos [corsarios holandeses] y todos afirmaron que heran [disparos] de artillería y que devían de estar peleando con ellos, que causó mucho contento, (…) y a los 5 de Marzo tuve aviso de cómo en las provincias de Camaná y sus valles havía caído y llovido tanta ceniza que casi cegava la gente y que no se v[e]ían unos a otros con la oscuridad grande que hacía y se oyeron tantos tiros en distancia de 90 y 100 leguas de costa arriva [al Sur] y abajo [al Norte] en mismo tiempo, que ha causado mucha admiración”.

El fraile carmelita Vázquez de Espinosa, quien visitó la región en 1618, escribió:

cuando reventó el volcán que estaba en la provincia de los Ubinas 12 leguas de la mar río arriba, que era un cerro pequeño que estaba en medio de una sierra el año de 1600 arrojó de sí tanto fuego y ceniza que alcanzó la ceniza más de 200 leguas por todas partes, y cayó en los navíos que navegaban por la mar; al presente hay mucha ceniza a cabo de tanto tiempo por espacio de más de 150 leguas como la vi cuando caminé por aquellos llanos”.

Cuenta que, en Arequipa, en 1615 el cronista indio Guamán Poma afirmaba (ortografía de la época):

Le fue castigado por Dios cómo rreuentó el bolcán y sallió fuego y se asomó los malos espíritus y salió una llamarada y humo de senisa y arena y cubrió toda la ciudad [de Arequipa] y su comarca adonde se murieron mucha gente y se perdió todas las uiñas y agiales y sementeras. Escurició treynta días y treynta noches. Y ubo proceción y penitencia y salió la Uirgen María todo cubierto de luto y ancí estancó y fue seruido Dios y su madre la Uirgen María. Aplacó y [a]pareció el sol pero se perdió todas las haziendas de los ualles de Maxi [Majes]. Con la senisa y pistelencial de ella se murieron bestias y ganados”.

Al dibujar Guamán Poma la ciudad de Arequipa y la villa de Arica, ambas aparecen cubiertas de nubes, con lluvia de cenizas y una procesión en la plaza principal.

El jesuita Cobo, escribiendo en 1653, indica:

no se cogió en los seis años siguientes gota de vino”, el principal producto comercial arequipeño de la época. Sin embargo, ya para 1618 el carmelita Vázquez de Espinosa vio una recuperación de la economía agrícola regional: “ya ha vuelto sobre sí y está tan pingüe y gruesa, como antes”.

El agustino Calancha explicaba en 1638:

abrasó la ceniça las raízes de las cepas [de vid]; pero si antes davan las sementeras ocho [f]anegas por una, dieron con la ceniça treynta por dos, piedad del castigo, multiplicando el pan lo que quemava al vino la fertilidad de la tierra; fue cobrando fuerças aunque la sugetavan en partes las ceniças, pero poco a poco recobró su fecundidad”.

El ciclo natural se había cumplido y, tras una década, la actividad humana se había más que recuperado luego de la catástrofe del año 1600.

Lima, domingo 25 de marzo de 2007

D. Gaspar de Zúñiga Acevedo y Figueroa, conde de Monterrey

ÉPOCA DEL VIRREINATO

Gobernaba el vasto virreinato, don Gaspar de Zúñiga Acevedo y Fonseca, Quinto conde de Monterrey (1604-1606) Encontramos interesante el terrible acontecimiento de la naturaleza, que hemos glosado de dos principales fuentes y oportuna la ocasión, además, para narrar algunos hechos del señor conde de Monterrey, en cuyo breve ejercicio tuvo lugar este notable hecho:

Nació en Monterrey, Galicia. Se educó con los padres jesuitas.

Felipe II lo nombró virrey de la Nueva España, 1595. Sucedió a don Luis de Velasco quien había sido promovido al virreinato del Perú. En setiembre de 1603 quedó enterado de su nombramiento al virreinato del Perú.

Su viaje desde Veracruz hasta el puerto de Paita se hizo en tranquilidad. Permaneció por razones de su precaria salud en dicho puerto del cual zarpó, con rumbo al Callao, pero por efectos de un temporal la nave retornó al punto de zarpe para disponer, una veintena de días después hacer el viaje por tierra, fatigoso recorrido por lo largo y consecuentemente penoso, habida cuenta la quebrantada salud que traía el regio funcionario gallego.

Finalmente, hizo su tan esperada entrada en Lima, el 28 de noviembre de 1604, después de más de cinco meses de viaje con descansos prolongados.

Su relación con los naturales, de la muy varia del virreinato de Nueva España, fue ejemplo de prudencia y caridad, de allí que su retiro fuese motivo de congoja muy sentida.

Esta singular conducta la repitió en el Perú donde, desgraciadamente, su permanencia fue breve pues falleció antes de cumplir el tercer año de su gobierno.

• En su ejercicio, se levantó la iglesia de la Soledad, primera sede de los padres franciscanos en Lima quienes posteriormente erigirían la contigua y monumental Iglesia de San Francisco, cuya portada en piedra gris, se reputa como la mejor de estilo barroco de América.

• Diego de Padilla, fundó en 1604 la ciudad de Oruro.

• Se erigen los obispados de Santa Cruz de la Sierra y de la Paz, en el Alto Perú.

• El arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, funda, en 1605, el monasterio de Santa Clara en Lima.

• Como consecuencia de su decisión se organiza en 1607 el Tribunal y Audiencia Real de Cuentas y Particiones, también conocido como Tribunal Mayor de Cuentas.

• El crecimiento de las ciudades de Lima, Cusco y Potosí dieron preponderancia a las artes manuales que empezaron a producir mayor mercadería para la vida ordinaria y también fina artesanía y objetos de lujo, por todo lo cual los gremios adquieren importancia; se organizan aprendices a la cabeza de un experto o maestro artesano. Asocian su organización a determinada iglesia o capilla y de allí aparecen muchas de las cofradías, que han llegado hasta nuestros días.

Para el ejercicio del conde de Monterrey, se legisla respecto a los espaderos, zurradores y zapateros, sumándose a lo que habían hecho sus antecesores, D. García Hurtado de Mendoza en 1594, con carniceros, menuderos, pasteleros, mesoneros, cereros, confiteros y Dn. Luis de Velasco en 1604, que se ocupó de los sederos, entre otros especialistas.

• Aún predomina el recuerdo de la violentísima erupción del volcán Huaynaputina, también llamado Omate, o Morro Putina, evento que se registró en febrero de 1600, en plena administración del virrey, Luis de Velasco y Castilla y Mendoza, Marqués de Salinas, cuyos efectos se hicieron conocer en el planeta. Tuvo, entonces, lugar la destrucción de la ciudad de Arequipa, en gran proporción.

• En Lima se le conocía al Conde de Monterrey por el Virrey de los milagros (Ricardo Palma) por los muchos y notables que se produjeron durante su presencia en la capital del virreinato.

Al consumir el producto de sus haberes, destinado invariablemente a obra pía y para socorro de los necesitados, quedó pobre, por lo que a su muerte el 16 de febrero de 1606, se hubieron de procurar los dineros sufragándolos la Audiencia.

La caja mortuoria y ornamentos fueron colocados al lado del altar mayor de la iglesia de San Pedro donde permanecieron hasta mayo de 1607, fecha en que subrepticiamente sus huesos fueron pasados a una pequeña urna de madera cuidándose devolver a su anterior lugar del altar el primer catafalco y así, en secreto, partieron a España portándolos el padre Messía, designado procurador a Roma y Madrid.

Posteriormente encontró sepultura en la iglesia del colegio de Monterrey, su natal Galicia, institución fundada por él.

Puerta principal de la Basílica de San Francisco de Lima

FUENTES

Historia General del Perú. Virreinato R. P. Rubén Vargas Ugarte. S. J

INTERNET

http://lsiabala-almanzur.blogspot.com/2006/12/virreyes-del-per.html

http://laicacota.blogspot.com/2007/03/huaynaputina-1600.htmlEfigie del Virrey, Wikipedia

Variaciones sobre un tema de Valery Vasilevskiy

Velero en el Antártico

¡Ohh…! ¿Qué belleza exótica tengo a la vista? la producen esos témpanos y montañas gélidas de la Antártida; más aun, ha sido registrada desde un bote que se alejó intrépido desde su nave nodriza, el brickbarca holandés Europa, para retratarla a la distancia, conforme ya se suponía aparecería: una impresionante expectación y se la quería incluir -al pairo- en aquella ensenada.

Hay, sin embargo, en esa belleza de magistral panorama mucho de sobrecogedor; ¿Será acaso por la desértica expresión que la vida estaría yerma y oculta en esa desoladora exposición de los hielos eternos?, ¿Tal vez por el sentimiento de orfandad que me aflige, acostumbrado como estoy a climas más bien templados?, ¿O, quizás, a la incierta situación de lo que pudiese sobrevenir tal un enigma o, quién sabe, el fatal letargo tan propio de los intensos fríos…? como quiera ser, mi apabullada imaginación asocia mil y una situaciones ante aquella hipnótica escena.

La tonalidad, propia de la lejanía y persistencia del sol en esas latitudes, donde atardece en horas insólitas, cuando en otras la noche está avanzada, descansa el cuerpo y la mente tiene visiones de ensueño… en éstas la luz es diáfana, constante y pintada de matices suaves del asalmonado.

Los intrépidos y rudos capitanes de veleros que se aventuraron por estos páramos, tengo la persuasión, que rompiendo la rutina asentaron en sus bitácoras más de un expresión poética junto a su pragmática, objetiva y seca anotación de reglamento…

Es entonces que el adagio para cuerdas de Barber, viene a mi mente y cobra importancia…

Dramatis personae

Valery Vasilevskiy
Valery VasilevskyEstupendo fotógrafo, autor del registro motivo de este artículo. Uno de los tripulantes de la brick barca Europa, velero-escuela mercante de bandera holandesa que hace su prolongado recorrido de instrucción por el mundo. Es natural el grado de inspiración del señor Vasilevskiy con los hielos de la Antártida. Foto tomada de la página del señor Valery Vasilevskiy en Facebook.
Samuel Osmond Barber
Samuel O. BarberNació en West Chester, Pensilvania, en 1910. Considerado como un niño prodigio, comenzó a tocar el piano a los seis años y a componer a los siete. Cursó estudios en el Curtis Institute of Music de Filadelfia. Algunos compañeros destacados en Curtis fueron Leonard Bernstein y Gian Carlo Menotti, siendo Menotti quien realizó el libreto de la ópera más famosa de Barber, Vanessa, la cual fue estrenada en 1958 en la Metropolitan Opera House de Nueva York. Foto de Wikipedia
Su Adagio para cuerdas (1936) se ha ganado un lugar permanente en el repertorio de conciertos de las orquestas. Fue galardonado con el Premio Pulitzer de Música en dos ocasiones: por su ópera Vanessa (1956-1957) y para el Concierto para piano y orquesta (1962). Datos de Wikipedia.
Nota sobre la Orquesta Sinfónica de Detroit:
Leonard StatkinLeonard Slatkin conduce el Adagio de Barber para cuerdas, en memoria del fallecido James DePreist, gran director norteamericano y viejo amigo de la Detroit Symphony Orchestra. YouTube
Brickbarca Europa
Veleros, uno de ellos Juan Sebastían ElcanoAcoderado a un molón de la Base Naval del Callao con ocasión de la arribada por la regata internacional de grandes veleros “Velas Sudamérica 2010″, en mayo del año 2010. Uno nuevo se produjo en el 2014 y se espera repita en el año 2021. Foto del autor, publicada en mi blog Harun-al Rashid y en mi página de Flickr.

Lima, 20 de junio, 2015

Ancla Navío

Grabado tomado de la galería Facebook, del señor José González Spaudo. Su autor, señor Valery Vasilevskiy.

Las Memorias Grabadas

PERÚ
EL BORROSO RASTRO DE LA NAVEGACIÓN HISTÓRICA 

少年心に焼きついた帆印)

Exp. KonTiki

Escribe Tetsuji IDA, del Kyodo News, Tokyo, Japan

La imagen de la vela que se quedó grabada en el corazón del niño…

Por entonces, yo tenía 8 años. Apoyándome en la baranda que existía aquí, me quedé durante horas observando la pequeña balsa remolcada lentamente por un buque de la Armada, hasta que desapareció en el horizonte.”

Callao, ciudad naviera adyacente a la capital del Perú, Lima.

En la playa donde vuelan las gaviotas, Luis Siabala Valer (76 años) entrecierra los ojos por la nostalgia.

El 28 de abril del 1947, el niño Luis, quien adoraba los barcos, había pedido a su madre para levantarse temprano e ir de Lima al puerto del Callao. Ese día, una balsa zarpó de esas playas al Océano Pacífico, junto con sus seis tripulantes.

El líder de los tripulantes era Thor Heyerdahl (1914-2002) reconstruyó la balsa de los antiguos habitantes de Sudamérica, basándose en los registros de antiguos libros y utilizando únicamente los materiales que podía conseguirse en la época antigua, como la madera de balsa cuya característica es su liviandad y las sogas de fuerte cáñamo. La embarcación fue bautizada con el nombre Kon-Tiki, por el dios Sol del Imperio Incaico.

Hasta ahora, Luis recuerda claramente la imagen de aquel dios Sol dibujada en la gran vela.

@‚P‚X‚S‚V”N‚É‚¢‚©‚¾uƒRƒ“ƒeƒBƒL†v‚ª“쑾•½—m‚É—·—§‚Á‚½ƒyƒ‹[EƒJƒ„ƒI‚̍`‚É—§‚¿A“–Žž‚ÌŽv‚¢o‚ðŒê‚郋ƒCƒXEƒVƒAƒoƒ‰i‹¤“¯j
Luis cuenta lo que recuerda sobre la balsa Kon-Tiki, en el mismo puerto y punto de partida, en 1947

El antropólogo noruego Heyerdahl y su esposa, recién casados, visitaron una pequeña isla del Océano Pacífico. En la isla, el científico se dio cuenta que el idioma y la cultura de los habitantes de la zona tenía mucho en común con la de los indígenas de Sudamérica. Por esta razón, Heyerdahl dedujo que los antiguos sudamericanos navegaron el océano, aprovechando la corriente, hasta la lejana Polinesia. Él sostenía que, como los sudamericanos de esa época no contaban con grandes embarcaciones, navegaron en balsas de madera. Esta teoría, que para muchos era demasiado extravagante, apenas fue tomada con seriedad. Sin embargo, Heyerdahl logró convencer y conseguir el apoyo a través del ejército estadounidense y el gobierno peruano; trasladar la madera de balsa, talada en la selva ecuatoriana, hasta el Callao; y, por último, reconstruirla en los astilleros de la Marina de Guerra, sin usar un solo clavo ni alambre, fiel a la crónica antigua.

Luis apunta una dirección y comienza a rememorar:

La balsa zarpó más o menos, por aquella zona…

Me acuerdo que la pequeña embarcación se veía tan frágil cuando era tirada por un gran remolcador de la Armada; que muchas personas se reían diciendo “la soga se romperá y la balsa se desarmará… que aquello era un reto imposible”. Pero, yo tenía la certeza de que zarparía con éxito…

Luego de 101 días de navegación, la Kon-Tiki, tal como previó Heyderdahl, llegó a una pequeña isla de la Polinesia distante 8,000 kilómetros del Callao.

Aun así, la teoría de Heyerdahl es negada por la mayoría de las investigaciones posteriores.

Sin embargo, el libro “La Expedición Kon-Tiki” ha sido un best-seller que fue traducido en 70 idiomas, y la película documental “Kon-Tiki” ganó el premio Oscar.

La idea de que los indígenas de Sudamérica hubiesen poseído gran capacidad de navegación y llegaran hasta el sur de Océano Pacífico, fascinó a mucha gente. Hasta el Presidente de la República ordenó a la Armada dar pleno apoyo al emprendimiento de    Heyerdahl”. Cuenta el director del Museo Naval, Contralmirante Fernando Casaretto (75 años), mientras muestra la foto que se tomó con el mismo Heyerdahl, posteriormente, con ocasión de otra expedición.

P1020943

Sin embargo, actualmente, no hay nada que conmemore el zarpe de la Kon-Tiki en el puerto de Callao. Además, quedan pocas personas que vivieron aquel acontecimiento. El semblante de Luis, quien narraba entusiasta aquella historia de hace aproximadamente 70 años, de repente mostró algo de tristeza.

La verdad es que en esta playa no hay a la vista panel alguno, o una placa conmemorativa en aquel muelle, que mencione los detalles y fecha del zarpe de la frágil nave. Ha pasado tanto tiempo y los intereses de las personas han cambiado. Así, aquella histórica partida está condenada al olvido…

La edición del libro “La Expedición Kon-Tiki”, que había sido best seller en el Perú, también se agotó hace mucho tiempo.

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La balsa en plena construcción, en el puerto de Callao (Fotografía del Instituto de Estudios Marítimos del Perú, ofrecido por el comandante Fernando Rubio)

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Itinerario y derrota de la balsa publicadas en Japón

Actualmente, aquella balsa que realizó la histórica navegación, se encuentra en el “Museo Kon-Tiki” situado en un suburbio de la ciudad de Oslo, la capital de Noruega, país natal de Heyerdahl. El Dios Sol, dibujado en la gran vela, mantiene una mirada serena en la sala de exposición, con iluminación de baja intensidad que crea un ambiente misterioso.

El ex director del museo Thor Heyerdahl (76 años) quien es el primogénito del antropólogo Heyerdahl, tenía 8 años de edad, cuando zarpó la Kon-Tiki. La misma edad que tenía Luis, el testigo del zarpe.

Como mi madre estaba tan convencida de que mi padre nunca perdería su vida en el mar, yo también no dudaba que la expedición se llevaría cabo con éxito.” comenta, con el mismo tono que Luis.

Según Thor, lo que su padre más detestaba era ser considerado como “explorador”. Recuerda que cada vez que finalizaba una navegación, su padre siempre se sentaba a escribir un gran volumen de textos.

«Mi padre era verdadero hombre de ciencia. Hoy en día, hay pocos científicos como él que tienen el coraje de comprobar sus teorías a costa de todo. Percibo que, en medio de la abundancia de Internet, de las películas de ciencia ficción y los aparatos electrónicos, etc, la gente está perdiendo interés hacia el mundo real.

 Thor Heyerdahl jr.

                 Thor Heyerdahl Jr. En Oslo

Desde el año pasado, conmemorando los 100 años del nacimiento de su padre, Thor empezó a visitar varios países para trasmitir a los niños y jóvenes del mundo el pensamiento de su padre y el legado de Kon-Tiki.

Apaguemos los televisores y las computadoras. Miremos la naturaleza de nuestro alrededor y el mundo exterior. Allí, aun hay mucho que no conocemos y tantas fronteras por descubrir.

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La balsa Kon Tiki en el Museo Kon Tiki en Oslo. Aun conserva su vela con la imagen del Dios Sol

Nota del autor (señor Tetsuji Ida)

P1020948El amante del mar, Thor Heyerdahl, escribe en su libro que el mar no separa sino traslada y une a la gente. Luego de Kon-Tiki, él emprendió otras expediciones en los botes Rá y Tigris en los océanos Atlántico e Índico, y se dio cuenta de la contaminación ambiental que genera el petróleo que flota, formando pequeñas manchas en medio del mar, por derrame de los buques petroleros. En el Museo Kon-Tiki, Thor dijo estar orgulloso de los logros y las actividades de su padre, quien trabajó en los proyectos internacionales para remediar la contaminación petrolera en el océano, y clamó la importancia del mar como el patrimonio de toda la humanidad, izando la bandera de la ONU en su embarcación. Me quedo pensando, qué diría y qué acción tomaría Thor Heyerdahl, si viese la situación actual del mar, tan maltratado por la pesca abusiva, la contaminación marina y el calentamiento global.

Siabara san 1

  Siabara san 2

Página de un par de los diarios que reprodujeron el artículo del señor Tetsuji Ida
 Taller de investigación en el Museo Naval del Perú

P1020941

   Traductora señora Yuko Murai, y señor Tetsuji Ida con documentos históricos

P1020946

            Comandante BAP (R) Fernando Rubio lee un diario de la época
                                                  

 P1020938

Dios Tiki

 

La Biblioteca Nacional del Perú y la tesis del botín justificado

Lunes 9 de abril de 2007

José Toribio Medina, Chile

Don José Toribio Medina Zavala, bibliotecario chileno
Este artículo, otro, La protesta de un bibliotecario y uno más se vinculan con la política devolutiva de libros de Chile al Perú que se promovió al comenzar está primera década, tarea que se cumplió posteriormente y que los ajustes por saldos pendientes, sean por búsqueda en ejecución o por no haberlos habido, dado el considerable tiempo, son asuntos de reparación que dice bastante del nivel con que trataron el asunto las partes que atendieron este laudable propósito.

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En octubre de 1996, visité el local la Biblioteca Nacional en Santiago de Chile; me proponía leer determinado manuscrito virreinal en los altos del espacioso edificio de la Alameda O’Higgins, allí se ubica la Biblioteca Americana José Toribio Medina, y en él se guardaba aquel documento perteneciente a la Biblioteca Pública  de Lima, como se llamó en un tiempo la Biblioteca Nacional del Perú.

Mi llamada a la puerta de cristales con visillos de esta estupenda edificación, antigua pero muy bien conservada, fue atendida por el bibliotecario de turno, vestido con un sencillo guardapolvo color celeste. Era un empleado ya mayor que peinaba canas.

Al conocer mis señas y que era peruano me franqueó la entrada y me condujo por el largo pasillo de la sala Medina, hasta la oficina principal donde destacaba un escritorio con una carpeta y útiles que acusaban profuso y constante uso. Los libros se mostraban de los costados de las altas paredes en una sala con techo iluminado y pinturas al fresco; amplio ambiente con predominio de la madera, en estantes, paredes y techo. Un precioso ambiente de estudio.

Me invitó a tomar asiento y expresó con amabilidad que lo hiciera en el sillón y al mismo escritorio del señor Toribio Medina, acto simbólico de especial significación. Al inquirir mi deseo de lectura expliqué que me proponía leer las memorias del Virrey Don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos (1666-1672), para conocer de su propia pluma el informe que elevó al Rey con los resultados de su incursión en Laycacota para develar el movimiento de José Salcedo levantado contra la persona del virrey del Perú, hecho que el señor de Lemos logró con gran suceso y cuyos detalles me encontraba investigando en la Biblioteca Nacional en Lima, pero que siguiendo la suerte de las fuentes estas me habían traído a Santiago de Chile.

Me alcanzó diligente el Gran Índice, bastante deteriorado y pronto dimos con el documento buscado. Me facilitó de inmediato una copia en microfilm. Poco después obtuve también las ampliaciones en papel del buscado informe que ahora conservo en mi poder. Las memorias constituían uno de los volúmenes de la cuantiosa biblioteca trasladada a Chile consecuencia de la ocupación de Lima, interregno del 17 de enero de 1881 hasta el 20 de octubre de 1883. El libro muestra el sello de la Biblioteca Pública de Lima y el sobresello de la Biblioteca de Chile. (Ver fotocopia la final del artículo)

Respecto a los anuncios tan voceados que se están haciendo en estos días (abril 2005) de la inminente devolución de libros llevados a Chile por acción de aquella ocupación de Lima, es necesario dar a conocer algunos detalles que llenen los vacíos que no se han dicho sobre algunos asuntos.

Antecedentes

En diciembre de 1880, fue editada en París la Historia de la Guerra del Pacífico – 1881, escrita por el historiador chileno Diego Barros Arana, con el propósito de formar la conciencia del lector extranjero distorsionada por la propaganda peruana, según lo expresa el editor, respecto de los abusos y exacciones de las tropas invasoras, amén de aclarar lo concerniente a la verdad de las operaciones militares y desvirtuar o justificar las presas y botín capturados.

En efecto, el señor Barros, en uso de una fácil y clara prosa exhibe toda suerte de pruebas, y para cumplir su cometido, expresa:

«Cuando el gobierno de Chile adelantaba los aprestos de que hemos hablado en el Capítulo anterior, no había perdido la esperanza de hacer entender al enemigo que era llegado el caso de poner término a una guerra tan funesta ya para la alianza Perú – boliviana. Creía entonces que todavía era posible demostrar prácticamente al enemigo la imposibilidad en que se hallaba para defender el territorio peruano no ya contra un ejército numeroso sino contra pequeñas divisiones. Este fue el objeto de una expedición que las quejas, los insultos y las lamentaciones de los documentos oficiales del Perú, y los escritos de su prensa, han hecho famosa. Esta misma circunstancia nos obliga a dar algunos pormenores.

A fines de agosto de 1880 estaban listas en los puertos de Iquique y Arica las fuerzas que debían formar esta división (se refiere a la expedición de Lynch al norte del Perú). Componíanlas 1,900 hombres de infantería, 400 jinetes, 3 cañones Krupp de montaña con su respectiva dotación de soldados y oficiales, una sección del cuerpo de ingenieros militares y una ambulancia completa con sus médicos, cirujanos y sirvientes. Formaba toda la división un total de 2,600 hombres. Dos grandes transportes convoyados por las corbetas de guerra Chacabuco y O´Higgins, debían conducir estas tropas. El mando de ellas fue confiado al capitán de navío Patricio Lynch. Aparte de las indicaciones que se le hicieron sobre los puntos en que convenía operar, el capitán Lynch debía reglar su conducta a las instrucciones generales que constituían el código de guerra del ejército de Chile.

El gobierno de Chile había distribuido desde el principio de la guerra a todos sus oficiales, como dijimos en otra parte, las Instrucciones para ejércitos de Estados Unidos en campaña, a fin de que ajustaran a ella su conducta. Para que se conozca el carácter de estas reglas, nos parece conveniente reproducir aquí el juicio acerca de ellas de Bluntschli en la Introducción de su Derecho internacional codificado. Dice así:

«Aparecieron durante la guerra civil que desoló a Estados Unidos estas instrucciones que se pueden considerar la primera codificación de las leyes de la guerra continental. El proyecto de estas instrucciones fue preparado por el profesor Lieber, uno de los jurisconsultos y filósofos mas respetados de América. Este proyecto fue revisado por una comisión de oficiales y ratificado por el presidente Lincoln. Contiene prescripciones detalladas sobre los derechos del vencedor sobre el país enemigo, sobre los límites de estos derechos, etc., etc., (en una palabra, sobre todo lo concerniente a la guerra…)

Son mucho más completas y desarrolladas que los reglamentos en uso en los ejércitos europeos… (Cita los más importantes artículos):

Art. 1. Una ciudad, un distrito, un país, ocupados por el enemigo, quedan sujetos, por el solo hecho de la ocupación, a la leí (sic) marcial del ejército invasor su ocupante; no es necesario que se le expida proclama o prevención alguna que haga saber a los habitantes que quedan sujetos a la dicha leí

Art. 7. La leí marcial se extiende a las propiedades y a las personas, sin distinción de nacionalidad.

Art. 8. Los cónsules de las naciones americanas y europeas no se consideran como ajentes (sic) diplomáticos; sin embargo, sus personas y cancillerías sólo estarán sujetas a la leí marcial, si la necesidad lo exige; sus propiedades y funciones no quedan exentas de ella. Toda infracción que cometan contra el gobierno militar establecido, puede castigarse como si su autor fuese un simple ciudadano, y tal infracción no puede servir de base a reclamación internacional alguna.

Art.10. La leí marcial da al ocupante el derecho de percibir las rentas públicas y los impuestos, ya sea que éstos hayan sido decretados por el gobierno espulsado (sic) o por el invasor.

Art.13. La guerra autoriza para destruir toda especie de propiedades; para cortar los caminos, canales u otras vías de comunicación; para interceptar los víveres y municiones del enemigo; para apoderarse de todo lo que pueda suministrar el país enemigo para la subsistencia y seguridad del ejército.

Art.21. Todo ciudadano o nativo de un pais (sic) enemigo es, él mismo, un enemigo, por el solo hecho de que es miembro del Estado enemigo; y como tal está sujeto a todas las calamidades de la guerra.

Art.37. El invasor victorioso tiene derecho para imponer contribuciones a los habitantes del territorio invadido o a sus propiedades, para decretar préstamos forzosos, para exijir (sic) alojamientos, para usar temporalmente en el servicio militar las propiedades.

Art. 45. Toda presa o botín pertenecen, según las leyes modernas de la guerra, al gobierno del que ha hecho dicha presa o botín.

Esta notable tesis fue tomada al pie de la letra por la oficialidad del ejercito chileno, de ella los más conspicuos jefes, el comandante Patricio Lynch y el coronel Ambrosio Letelier. Este último, oficial de caballería, formó parte de una de las expediciones a los pueblos del centro, específicamente el valle del Mantaro y también el de Canta.

Su suerte de encontrar únicamente ancianos, mujeres y niños, por haber sido reclutados los varones en los cuerpos de resistencia de Cáceres hizo fácil su presencia de rapiña y muerte. Pero los vengativos guerrilleros, impuestos de estos excesos, fueron a su encuentro y le dieron batalla en Sangrar, jurisdicción de la provincia de Canta (que por error los historiadores chilenos llaman Sangra), dejando a las tropas chilenas en situación bastante socorrida, por lo que Letelier y los que escaparon emprendieron la fuga hacia Lima.

No descuidó llevar consigo el cuantioso botín fruto de latrocinio en personas y propiedades de la Iglesia. Es decir, el oro y plata en especie y dinero colectado fueron motivo de manifiesta codicia y dio lugar para que, llegado a Lima, y al saberse que la caja militar también había sido materia de hurto se le abriera un consejo de guerra, por disposición del propio Patricio Lynch. El consejo falló su culpabilidad y la correspondiente pena. Más tarde el gobierno de su país le exculparía, por consideraciones a sus distinguidos servicios durante la guerra.

Este oficial no hizo honor a su patria, pero como hemos visto de la tesis del profesor Lieber, recogida por Bluntschli en la Introducción de su Derecho Internacional codificado, sus actos estarían revestidos de alguna aunque discutida legalidad que la justificaría a mérito de esta disposición.

Pero corresponde a don José Toribio Medina Zavala (1852-1930) bibliófilo, investigador, coleccionista e impresor y por qué no decirlo notable polígrafo, la suerte de una figuración más importante que las citadas con anterioridad.

Su nombre se encuentra estrechamente vinculado al patrimonio cultural de Chile. No es poco el aporte a la cultura documentaria que hizo a lo largo de su valiosa vida; pues se tradujo en una abundante recopilación de obras, fuentes y documentos para la historia y la literatura colonial hispanoamericana y chilena, y en la publicación de numerosos estudios monográficos donde dio a conocer sus hallazgos. Esta significativa contribución le valió el merecido reconocimiento de sus compatriotas, pero también de todo investigador latinoamericano.

Nota bibliográfica

Don José Toribio Medina Zavala nació en Santiago el 21 de octubre de 1852, y debido a las características del empleo de su padre, durante su infancia vivió en varias ciudades del país. A los trece años se radicó definitivamente en la capital a orillas del Mapocho e ingresó al curso de Humanidades del Instituto Nacional, de donde egresó en 1869 con distinciones en latín y literatura. Luego siguió la carrera de derecho en la Universidad de Chile, se tituló en 1873 y al año siguiente fue nombrado Secretario de la Legación Chilena en Lima.

Durante la ocupación de Lima (Enero de 1881-Octubre 1883) asimilado entonces como oficial al Estado Mayor del Ejército de Ocupación actuó como Auditor de Guerra en su calidad de abogado; pero también tuvo a su cargo, o se dio el tiempo necesario para disponer el destino de la Biblioteca de Lima, que conocía muy bien de sus años de investigador y por ello sabía de las bondades del primer repositorio peruano. Nadie podría haberlo hecho mejor.

A él se debe la cuidadosa escogencia y posterior embalaje de los libros, infolios y toda suerte de documentos de vieja data, muchos de ellos únicos en su género en esta parte del mundo. Formaron, valga la verdad, parte del botín de guerra sobre cuyo derecho hace mención el teórico alemán Bluntschli que cita don Diego Barros Arana, según tenemos informado.

Dice una somera biografía chilena respecto del bibliotecario, durante los seis viajes al Perú, realizados por el erudito, el contacto con el inmenso caudal de archivos coloniales acumulados en la antigua capital del virreinato, habíale despertado la pasión por los impresos antiguos que marcaría la vocación de su vida. Más tarde, los resultados de su infatigable labor de recopilación fueron reunidos en la Biblioteca Americana y son ahora material de consulta indispensable para los estudiosos del pasado colonial hispanoamericano.

Pude leer con vivo interés, en una pequeña vitrina de la oficina de aquella Biblioteca de Santiago de Chile, la carta de ofrecimiento de venta de su colección particular de libros al gobierno chileno; hace presente don José Toribio que aquél es el único patrimonio que dejará a su familia y de no ser aceptada esta oferta se vería en la necesidad de atender la que le había hecho una de las universidades de los Estados Unidos de Norteamérica, para adquirirla. Sobre la misma carta se puede leer el decreto y la autógrafa del presidente de Chile disponiendo su compra.

Es menester expresar que la obra de José Toribio Medina, como compilador, hizo posible los significativos avances registrados por la historiografía chilena a fines del siglo XIX y comienzos del XX, puesto que la publicación, en su propia imprenta, de la Colección de Historiadores de Chile y la Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile, sirvió de base documental para la obra de destacados historiadores como Diego Barros Arana y Miguel Luis Amunátegui.

La sala Medina, de la Biblioteca Americana que lleva su nombre, siempre ha estado disponible para cualquier investigador, especialmente peruano y no es del todo cierto que los libros hubieran permanecido ocultos a los ojos del lector. Yo he sido testigo de esta realidad.

Bienvenidas sean de vuelta a casa las colecciones que formaron parte de un botín de guerra, las curiosidades bibliográficas, y con ellas las Memorias de los Virreyes del Perú, además de la primera Historia del Perú de que se tiene noticia, sistematizada como tal, escrita por el español don Sebastián Lorente, que migró a nuestra tierra y se confundió con su pueblo, la cultura y su destino.

Archivo Toribio Medina. Sgo. Chile

Archivo Nacional. Biblioteca Americana José Toribio Medina. Sala Medina. Santiago de Chile. Chile

 

 Lemos y Toribio Medina

 Primera página del informe que hace el, Don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos (1666-1672) 19. Virrey del Perú, al Rey Don Carlos II

 Créditos

Gráficos:

José Toribio Medina, en uniforme de diplomático. INTERNET

Sala Medina, Biblioteca Americana José Toribio Medina, Biblioteca Nacional. Alameda, Santiago de Chile, Chile. INTERNET

Primera página del informe que hace el, Don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos (1666-1672) 19. Virrey del Perú, al Rey Don Carlos II [el Hechizado] sobre los sucesos de Laycacota y la sumaria ejecución de penas a los sublevados encabezados por Joseph de Salcedo. Copia de mi propiedad adquirida en el Archivo Medina.

Bibliografía:

Diego Barros Arana, Historia de la Guerra del Pacífico 1879-1881.- Editorial Andrés Bello; mayo de 1979. Santiago de Chile, Chile.

Don José Toribio Medina Zavala y su presencia en Lima

http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Toribio_Medina

Notas biográficas del famoso bibliotecario

http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-663.html

Hora 06:48:00 AM Publicado por Luis Siabala Valer

Mal de Hansen y Shushupe

 A don Pablo Livia Robles.
A los ingenieros, don Carlos Urquizo Bolaños, y don Jaime Sandoval Espinoza.

(Relato y testimonio de un caso de ciencia nativa y singular cura de la lepra)

 
Yarinacocha
Laguna de Yarinacocha, Pucallpa-Perú

Nota introductoria

Pucallpa, (Collaría), febrero de 1945.- Una pequeña aldea de tierra roja arcillosa, de allí su nombre tomado del quechua; predominaba en el ambiente el penetrante y sostenido ruido de afilados dientes de cintas y discos de los aserraderos.

Con la toma del tronco, en cuyo grueso cuerpo se clavaban aquellos agudos filos de acero, se iniciaba el monótono sonido que empezaba agudo, finamente agudo, alargándose in crescendo hasta alcanzar elevadas notas para silenciar en seco, por un instante, con el reacomodo de la pieza o el seccionamiento de otra nueva… y así, hasta finalizar la jornada reglamentaria… desesperante actividad sonora la que sufríamos bajo el calor húmedo y la picadura de insectos, aunque de esto último ya teníamos experiencia, adquirida durante dos años en la selva y sabíamos paliar, mas no aquel ruido que dominaba el sofocante ambiente que impotentes terminábamos por aceptar.

El Ucayali, gran barco de la compañía Morey, que hacía la carrera Iquitos-Pucallpa, nos había conducido de surcada desde la ciudad de Iquitos a este pequeñísimo puerto fluvial ubicado en una planicie algo elevada con relación al caudaloso río; esperaríamos aquí los transportes para la primera jornada por senda de tierra virgen que nos llevaría hasta Aguaytía, de allí a Huánuco y Cerro de Pasco, para culminar el último y largo tramo en el Ferrocarril del Centro, hasta Lima.

Los enormes troncos que formaban balsas se acumulaban a la orilla del río y eran subidos por rampas, halados por cadenas que tiraban malacates o grúas, hasta la plataforma de corte de aquellos devoradores de madera… para formarlos en tablas. Un fuerte olor a viruta predomina en el ambiente. Completo de esta forma la descripción de aquella fabril actividad en ese embarcadero del distrito de Collaría, posteriormente Pucallpa, que hacía de puerto en la provincia de Coronel Portillo, por entonces de reciente fundación, hacía algo más de año y medio, en julio de 1943.

Ahora, la ciudad de Pucallpa, con una elevada población de 180,000 habitantes (2015) y comercio pujante es la capital del departamento de Ucayali, por entonces una lejana provincia de Loreto. Es la segunda ciudad más importante de la Amazonía peruana, después de Iquitos. Algunas de las principales actividades económicas de los pobladores son la pesca, la agricultura, la ganadería y la extracción maderera; posee, además, una pequeña refinería de petróleo y otra de gas, ubicado en el distrito de Curimana.

Regresábamos, decía, después de dos años; mi padre, oficial de la Guardia Civil, con esposa e hijo de vuelta a Lima; dos años de dura, exótica e inolvidable vida en Iquitos, la capital de la provincia de Maynas y del departamento de Loreto –con naturales privaciones en cuanto a los alimentos, el habla y las costumbres- que así de diferente era la vida en la selva amazónica. Había empezado mis estudios primarios en el colegio San Agustín y llevaba el eco de aquellas lecciones aprendidas coercitivamente de memoria, al más puro estilo de aquella orden de sacerdotes españoles, método de vieja escolástica que jamás pude asimilar.

Para conocer la región mi padre decidió, en lugar de la vía aérea, el viaje mixto de navegación por río y carretera. Se acababa de terminar la ruta o trocha que unía Pucallpa con Aguaytía y de allí con Huánuco. Deberíamos aguardar unos días la llegada de dos vehículos de la Fuerza Aérea para transportarnos a quienes por entonces ya formábamos pasaje algo numeroso.

Aquellos transportes, relucientes adquisiciones durante la segunda guerra mundial en sus etapas finales -Alemania se rendiría en mayo de aquel año, pero las acciones de guerra se trasladarían al Pacífico donde Japón se mantenía en activa beligerancia- tenían tracción a las cuatro ruedas y toldo; ofrecían, por todo acomodo, los asientos de la tropa de los lados del barandal y para maletas y bultos el espacio del centro.

Pero las peripecias de aquel viaje a Lima, algo más de 850 kilómetros en cerca de 19 días por sendas sin asfaltar, por tierras de selva aún virgen con largos tramos de lodazales y, en los mejores, un pobrísimo afirmado, pudiera ser materia de otro relato. Me concretaré por ahora al episodio del cual fui testigo privilegiado y que hoy tengo el ánimo de relatar por su singularidad, un hecho que pese a los años he rememorado a uno que otro amigo y que ahora muestro disposición de darlo a conocer.

Al promediar un día en espera de los transportes, salimos a tomar los alimentos al restaurante o cabaña que hacía las veces de tal. Nos acomodamos como siempre de vista al río. Algunos comensales ocupaban, dispersos, algunas mesas. Era esta una cabaña levantada en palafito, es decir sobre postes en seco, en previsión de la inundación que siempre suele ocurrir, sencilla pero amplía sala con un techo de hojas de palma.

De pronto un hombre relativamente joven, vestido de blanco y sombrero de paja se acercó cuidadoso y decidido a nuestra mesa y en actitud y porte militar se dirigió a mi padre respetuosamente:

El relato

Con su permiso mi teniente, permítame presentarme, soy el guardia NN, no sé si me recuerda…

Mi padre hizo un esfuerzo y de pronto contestó:

Guardia NN, qué hace usted aquí tan lejos de su destino. Claro que lo recuerdo, usted fue dado de baja por haber contraído la lepra y confinado en el lazareto de San Pablo… ¿Se curó o ha desertado…?

-Nunca llegué a ese destino mi teniente. Permítame relatarle los hechos y luego quedaré a su disposición.

-Bien, tome usted asiento, le presento a mi esposa y a mi hijo… cuente su presencia en este lugar.

Ni madre y yo estábamos absortos y extrañados. Trataré de ordenar aquella narración con mejor lenguaje de aquel que mis oídos de niño escucharon en tal ocasión:

Recuerdo –empezó el inesperado interlocutor- aquel día que pasaba la revista médica de rutina y estaba en espera de mi turno; usted, mi teniente observó que la colilla de cigarrillo que estaba fumando me estaba quemando los dedos y yo no lo sentía. Avisado el médico me hizo algunos  hincones en la espalda, hombros y pecho que fueron del todo insensibles para mí. Estaba en una de las fases avanzadas de la temida lepra. Susto y desconsuelo.

Recuerdo también que se dispuso mi baja del cuerpo de policía y otorgarme, en vida, la correspondiente derrama, como si hubiese muerto. Con ello también, la necesidad ineludible de que se me internara en el leprosorio de San Pablo donde debería permanecer por causa de la enfermedad; en esa colonia numerosa de enfermos que allí pasa el resto de sus vidas.

Yo era joven y no me resignaba a semejante situación. Al fin de cuentas era soltero y mis padres, naturales de la región, eran los únicos seres por los que debía velar. Decidí, en la primera oportunidad que se me presentara evadirme de esta pesadilla y la conseguí río abajo de Iquitos. Ensayando la persuasión con mi escolta para dejarme ir, ya fuere por convencimiento o bajo la amenaza de contagiarlo: Así fue; el batel, con motor fuera de borda se acercó a la orilla y salté con mi bolsa de reglamento para internarme de inmediato en la selva, lo más rápido que pude.

Caminé presuroso conforme la naturaleza lo permitía y así, sorteando peligros seguí la vereda de la selva conforme esta se abría a mi paso. Caminé muchas horas y se hizo de noche para lo cual busqué un lugar aparente para dormir. Desperté con los rayos del sol que se filtraban por la espesa arbolada y pude ver a un hombre, un nativo, que me observaba cuidadoso apoyado en una corta lanza que tenía por arma. ¿bora… ? ¿yagua…? ¿campa…? Por allí esas familias nativas son frecuentes. Llegado el momento me hizo señas para que le siguiese y al tener por acompañante un extraño que se mostraba obsecuente o nada belicoso confié en su paso y le seguí.

Poco tiempo de caminata y llegamos a una aldea en un claro del bosque; para entonces una multitud de niños nos hacía compañía en medio de un agudo vocerío. Mi captor me condujo hasta una cabaña solitaria y me ordenó ingresar en ella. Poco después me visitó el hechicero quien después de observarme me dio a beber de un mate una sustancia amarga. Fue aquella bebida mi único alimento durante varios días.

Una mañana, mi captor y amigo me despertó y me dijo que lo acompañase.

Caminamos por algún lado muy espeso y de vez en cuando mi conductor usando su lanza hurgaba entre las hojas. De pronto dio un paso atrás, lo que buscaba lo había encontrado: una gran serpiente de tonos marrones y amarillos en figuras de rombo se había erguido lista para atacar. Un tramo de su enroscado cuerpo se elevaba. Algo aterrador, si se tiene en cuenta todo lo que se dice de la Shushupe, que era una de gran tamaño. Sin perder tiempo mi guía me ordenó que me acercara al animal y lo indujo bajo amenaza de su lanza.

El terror me paralizó, pero un violento empujón me arrojó sobre aquella bestia que mordió mi brazo una y otra vez; fue demasiado para mi… perdí el conocimiento.

Cuando desperté después de algunas horas, o días, no puedo precisarlo, estaba curado y había recuperado la sensibilidad. Mis bienhechores celebraron el acontecimiento, y acogido dentro de aquella buena gente, encontré hogar y ahora vivo con ellos. Vine a Pucallpa donde me desempeño como guía para los buscadores de madera y de ello vivo. Esa es la historia mi teniente”

El informe que mi padre posiblemente pasaría a la superioridad por semejante acontecimiento, ignoro si causó algún efecto; igual suerte habría seguido la recomendación que de seguro incluiría las investigaciones necesarias para conocer aquella singular cura de la enfermedad bíblica, por una no menos eficaz pero terrible forma de administrar veneno, el cual cuidadosamente dosificado y paliadas sus mortales consecuencias, mediante el antídoto que suministró el hechicero a nuestro leproso, contrarrestó la muerte curándole de la lepra por acción de la mordedura de la letal Lachesis Muta, serpiente Bushmaster, o  la muy temida Shushupe como se le conoce en nuestras selvas del Amazonas, una especie de serpiente de la familia Viperidae que resulta ser la víbora más larga del mundo, y posiblemente la segunda serpiente venenosa más grande, tan solo superada por la cobra real, pero que aquella familia tribal sabía administrar maravillosamente.

 Lachesis muta (Shuishupe)

Shushupe (Lachesis Muta)

Antigua embarcación del Amazonas

Barco típico de los ríos amazónicos

La lepra es una enfermedad infecciosa de nula transmisibilidad, producida por la bacteria Mycrobacterium leprae, descubierta por el médico noruego Gergard Henrick Armauer Hansen, (1841-1912) debido a lo cual se denomina enfermedad o mal de Hansen. Fue históricamente incurable, mutilante y vergonzante.

En Lima, la iglesia de San Lázaro, en el Rímac, fue lazareto, y la lejana Isla de Pascua en los mares del Sur, el remoto confín virreinal donde se condujo enfermos del terrible mal. En Iquitos aún existe la colonia de San Pablo.

Han pasado sesenta y nueve años de este singular acontecimiento y todavía, al reproducirlo, siento algún estremecimiento.

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Preciso instante que el guardia civil NN recibe la derrama de la junta correspondiente.  Mi padre, el primero de la izquierda. Foto del archivo paterno

Fuentes anexas:

Fotos de INTERNET

Pucallpa, Wikipedia:

http://wiki.eanswers.com/es/Pucallpa?ext=t&cid=5062

Lepra o Mal de Hansen:

http://wiki.eanswers.com/es/Lepra?ext=t&cid=5062

 

 

La primera lanza de Colombia

MARTES, 10 DE JUNIO DE 2008

 Operaciones militares de la guerra con la Gran Colombia (1828-1829)

Lanceros de la sabana

El llanero grancolombiano José María Camacaro desafía al peruano que se atreviera a tomarle el reto de duelo a lanza en Portete de Tarqui (Cuenca, Ecuador, 27 febrero 1829)

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[…] de esa forma, agrega el oficial de caballería grancolombiano que llegó al campo peruano con bandera de parlamento, si el contendiente peruano resulta vencedor las tropas colombianas, que son en mayoría, dejarán a las peruanas la retirada y podrá evitarse la derrota que de seguro sobrevendrá sino no se acepta el ofrecimiento que hace mi comandante Camacaro, la primera lanza de Colombia, de batirse a caballo y lanza con quien se atreva a aceptar este reto […]

Los llaneros del Apure

Eran los días cuando el gobernador español Domingo de Monteverde se enfrentaba a las tropas de Simón Bolívar, que el criollo y realista José Tomás Boves, en la llamada guerra a muerte, feroz enemigo de los independentistas grancolombianos, tenía reclutados a los peones de las estancias ganaderas de las sabanas a orillas del Apure, en la jurisdicción de San Fernando del Apure, gran río tributario del caudaloso Orinoco, en la actual Venezuela.

Con ellos las victorias sangrientas y sin cuartel se sucedían. La independencia debería esperar hasta la batalla de Carabobo en 1820. Aquel día los llaneros de José Antonio Páez darían cuenta de su ferocidad dentro de las tropas realistas.

Desde las épocas más remotas los españoles habían confiado la crianza de sus preciados bovinos que pacían de los grandes espacios de la cálida llanura a estos habilísimos jinetes vestidos con el blanco liqui-liqui que su nombre proviene del francés liquette que así llamaban en Francia a una guerrera inspirada en la casaca inglesa y que llegó a Venezuela de las manos de unos viajeros caribeños.

Este atuendo es el traje típico nacional venezolano, como que lo habían heredado de los grancolombianos. No olvidar que Ecuador, Colombia y Venezuela vienen a tomar esas denominaciones recién en 1830 después de la revolución de José Antonio Páez, levantado contra Bolívar, cuando se subdivide la Gran Colombia.

Usado por los llaneros gracias a su frescura y duración consiste en un traje completo, generalmente elaborado con lino o dril valenciano, de color claro, beige o blanco, con pantalón y la camisa holgada de cuello redondo que se mantiene cerrada con una yunta o mancuerna. Cuatro bolsillos dispuestos simétricamente completan el conjunto que le da al llanero una discreta elegancia.

Un sombrero de cogollo o de pelo’e guama, identifican al criollo que viste de fresco liqui-liqui con el que mitiga la inclemencia de las llanuras venezolanas.

Jinetes de hermosos caballos de origen andaluz, expertos desde la más tierna infancia en los secretos de la doma y la ganadería no requerían de botas pues confiaban en sus pies descalzos donde una costra poderosa suplía a la mejor suela y desdeñaban las cómodas monturas para realizar su cotidiana faena. Sus largas perchas, garrochas, picas o lanzas, eran su herramienta, con ella azuzaban a las reses la obediencia y el arreo, con ellas estos centauros también zanjaban sus diferencias y acudían al combate.

La guerra los había reclutado de ambos bandos. Pero sin duda, eran el general José Antonio Páez, vencedor de Carabobo y José María Camacaro lo mejor en asuntos de lanza y caballo.

Simón Bolívar Palacios

Simón Bolívar, por José Gil de CastroCon las victorias de Junín y Ayacucho el ex Perú colonial pasaba ahora a confrontar las consecuencias de su independencia. La ocupación del Perú, en su mayoría, de las tropas grancolombianas y la directa injerencia del Libertador en los destinos y determinación territoriales, premunido para esto de poderes suficientes del Congreso nacional, acarreaban problemas.

No se lograba, de un lado, con el escaso –por no decir ningún erario nacional- partida alguna que no fuese la proveniente de empréstitos para solventar el cuantioso mantenimiento de tropas y bestias y, de otro, los asuntos de gobierno no armonizaban entre quienes asumieron el mandato a la salida del Perú del Protector don José de San Martín, con los del Libertador grancolombiano.

La tirantez entre Riva Agüero y Bolívar iba en aumento. El célebre general caraqueño no las tenía todas consigo, su epistolario de aquella época así lo muestra. Además, sumamos lo dicho a las intrigas de quienes habían quedado al mando de Colombia, fueron finalmente estos los motivos principales de la salida de Bolívar del Perú.

Antes, el gobierno peruano votó el pago de una cuantiosa suma en moneda de oro para gratificar los exitosos esfuerzos del encumbrado jefe, de sus comandantes y tropa en general. Asumía entonces el Perú una deuda pactada con la colonia británica que habría de honrarla con dificultad y mucho apremio.

No había gustado a la clase conservadora peruana, la directa decisión de Bolívar, comunicada al mariscal Antonio José de Sucre y Alcalá, a la sazón en el Alto Perú, para que haciendo eco de los movimientos separatistas seccionara el sur peruano con el nombre de República de Bolívar. De esta forma nuestros viejos límites con Chile por la orilla del Paposo o Salado se retraían a las orillas del Loa dando paso de esta mutilante forma a la provincia litoral de Atacama jurisdicción de la naciente república del Ande.

Tampoco su directa intervención para que Guayaquil, que había sido peruana siguiera siéndolo, al igual que Jaén y Maynas. Es decir, las escisiones territoriales no cuadraban, como era natural, a ningún peruano.

Molesto por estas circunstancias y dado el hecho que José Domingo de La Mar, Mariscal Jose de La MarPresidente del Perú había organizado dos ejércitos, el uno para marchar al sur y recuperar el Alto Perú a cargo del general Gamarra y el otro, a las órdenes del general Necochea, partiera al norte para asegurar o evitar la segregación anunciada del territorio nacional, Bolívar optó por la declaratoria de guerra, en julio de 1828.

La Mar, al frente de las tropas, se encaminó entonces con dirección al Ecuador, departamento de Colombia. El 28 de noviembre de 1828 penetró y ocupó Loja y todo el departamento de Azuay; posteriormente también Guayaquil, puerto que fue evacuado por el general colombiano Juan Illingworth a la espera de refuerzos.

Antonio José de Sucre, el mariscal de Ayacucho, entonces de vuelta a Quito tras renunciar a la presidencia de Bolivia, obligado por Santa Cruz, se unió al general Juan José Flores, gobernador del departamento del Ecuador, concentró el ejército del sur de Colombia cerca de Cuenca para presionar a las tropas peruanas, que el 10 de febrero de 1829 la habían ocupado. Dígase de paso que el mariscal La Mar era natural de Cuenca y se sentía peruano sin la menor duda.

Batalla del Portete de Tarqui

El 27 de febrero de 1829 en el llamado Portete de Tarqui, a pocos kilómetros de Cuenca, tropas de la Gran Colombia, comandadas por Antonio José de Sucre y Juan José Flores enfrentan a las peruanas de José de La Mar, presidente del Perú en campaña.

La mañana del día 27 y después de una larga marcha que duró toda la noche anterior, el mariscal Sucre consiguió situar la 1ra División colombiana de 1600 hombres compuesta por tres batallones y un escuadrón al norte de la llanura de Tarqui en posición ventajosa, mientras esperaba la llegada de la segunda división.

Mientras tanto, en cumplimiento de las órdenes de La Mar, la vanguardia peruana del general Plaza fuerte de 900 infantes avanzaba sobre el portete.

La batalla dio inicio cuando la avanzada peruana de reconocimiento del capitán Uria tropezó con la grancolombiana del capitán Piedrahita; trabase entonces un sangriento combate que comprometió al batallón Cedeño, comandado por el célebre y temido lancero, José María Camacaro y al resto de la División peruana de Plaza. El desorden inicial de la batalla y la falta de visibilidad hizo que estos batallones se enfrentaran entre ellos.

El general Juan José Flores, por su lado, consiguió penetrar los bosques que le separaban del enemigo y organizar un ataque conjunto de los diversos batallones.

Superado en número y con las municiones agotadas el general Plaza ordenó el repliegue en busca del grueso del ejército peruano y encargó proteger la retirada al coronel Quiroz quien fue de inmediato acosado por la infantería y caballería grancolombianas.

Cuando a las 7 de la mañana el resto del ejército peruano de La Mar arribó al campo ya la división de Plaza había sido batida y el enemigo ocupaba su posición. El batallón Pichincha que protegía el flanco de La Mar fue obligado a retirarse no sin sufrir fuertes pérdidas mientras que los dispersos de la división Plaza impidieron que el comandante Salaverry se posicionara en el desfiladero.

Viendo que el Portete de Tarqui ya había sido tomado por el ejercito grancolombiano La Mar dispuso la retirada del ejército hacia Girón, posición un tanto a la retaguardia. Entonces la caballería grancolombiana del coronel O’Leary intentó cortar la retirada de la infantería peruana, en vista de ello el general argentino Mariano Necochea al frente de los Húsares de Junín comandó una carga de caballería que consiguió desbaratar a la caballería contraria y detener el avance de su infantería protegiendo de tal manera la retirada de la división peruana.

La historia ha recogido en este momento el célebre duelo a lanza del coronel peruano Domingo Nieto, jefe del primer escuadrón de los Húsares de Junín con su valiente retador comandante Camacaro que mandaba al escuadrón Cedeño.

Duelo a lanza, Camacaro – Nieto

Escuchado el parlamento colombiano, según el exordio con que empezamos este artículo, el coronel Nieto aceptó el desafío confiado que las condiciones eran caballerosas y de esta forma podría evitarse derramar más sangre y una retirada sin mayores consecuencias.

Se hizo la liza en el propio campo; los lanceros de los llanos vivan de anticipado el triunfo de la primera lanza de Colombia, pues bastante muestra de ello había ofrecido Camacaro con los numerosos enemigos que había dejado muertos en todas las batallas, asunto que lo hizo famoso y temido por lo certero de su lanza:

Las tropas contendientes espectaron con subido interés las evoluciones de aquellos caballeros que afianzando sus cabalgaduras y con sus lanzas en ristre se acometieron al galope.

El choque fue contundente, para sorpresa de los más que hicieron sepulcral silencio, Camacaro fue atravesado y levantado en vilo de su silla por la diestra lanza de Domingo Nieto quien de esta forma puso fin a los días del invicto llanero de la sabana. Las condiciones pactadas no se cumplieron y los colombianos con furor vengativo atacaron en masa.

Necochea cargó entonces con sus Húsares de Junín.

El grueso del ejercito grancolombiano consideró prudente conservar su posición mientras que el peruano logró replegarse en orden y formar sus divisiones en la llanura.

Las bajas del Portete de Tarqui fueron considerables para el ejército peruano que dejó 1000 hombres entre muertos y heridos y 300 prisioneros mientras que el grancolombiano confesó 400 bajas en combate, a los que hay que agregar 600 reclutas desertores.

Firmado el Tratado de Girón, La Mar aceptó las condiciones de Sucre. Las fuerzas peruanas se habrían de retirar del departamento de Azuay y abandonar todas las plazas ocupadas. Si bien las fuerzas derrotadas se retiraron, La Mar se negó a entregar Guayaquil y se preparó para iniciar una nueva ofensiva.

Durante cinco meses la guerra se estabilizó pues la armada peruana aún continuaba dueña del mar y bloqueando el principal puerto a orillas del Guayas; el ejército grancolombiano no se hallaba en condiciones de intentar rescatarlo. Finalmente el mismo Bolívar se había desplazado hacia el sur para dirigir la campaña y recuperar Guayaquil.

La guerra acabó con un inesperado golpe de estado en Lima que encabezó el general Agustín Gamarra que de esta forma derrocó al gran mariscal José de La Mar Cortázar y lo deportó, innecesariamente, a Costa Rica donde algún tiempo después murió. El nuevo gobierno de Gamarra cesó las hostilidades y entregó Guayaquil el 20 de julio.

El 22 de septiembre de 1829 se firmó un tratado de paz en Guayaquil y se preparó una comisión mixta para fijar definitivamente los límites entre ambos países.

No obstante la disolución de la Gran Colombia pocos meses después dejó unas conclusiones poco claras, en gran parte por un desacuerdo sobre la cédula real de 1802, que señalaba los obispados de Maynas y Quijos como parte del virreinato de Lima, en lugar de la Real Audiencia de Quito, donde habían pertenecido hasta entonces.

Este fue el origen del largo conflicto fronterizo entre Ecuador y el Perú.

Mariscal Domingo Nieto Marquez

Domingo Nieto y Márquez, prominente hombre de la caballería peruana, había nacido en el puerto de Ilo, Moquegua, el 15 de agosto de 1803. Descendía de los condes de Alastaya. Fue presidente provisorio de la república de 1843 a 1844; falleció en el Cusco, el 27 de febrero de 1844; recibió en vida el seudónimo de El Quijote de la Ley.

El Regimiento de Escolta Mariscal Nieto fue la escolta presidencial hasta el primer gobierno del actual mandatario del Perú quien, relegándolo, lo entregó a los Húsares de Junín. Empero, el actual presidente Ollanta Humala Tasso ha restituido al Regimiento Escolta del Presidente, Mariscal Nieto, a su antigua posición en palacio.

Fuentes

Historia Militar del Perú. Tomo II. Carlos Dellepiane. Teniente coronel de caballería. Lima, 1931

Historia de la República del Perú. Octava edición Jorge Basadre

Formación de la República. Reynaldo Moya Espinoza.

Efigie de Domingo Nieto, de Wikipedia

Llaneros de la sabana Internet

Presidentes del Perú

http://lsiabala-almanzur.blogspot.com/2008/02/presidentes-del-per.html

Publicado por Luis Siabala Valer

Artículo refernte. Wikipedia:

https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Camacaro

Pablo Alberto Livia Robles dijo…

Mi siempre querido y siempre ponderado Lucho:

La lectura de esta tu reseña y de las otras que he tenido el privilegio de leer anteriormente, creo me permiten manifestar mi complacencia y agrado en la forma tan interesante de ilustrarnos.

Siempre a tus órdenes.

Pablo

 

El maletilla

LUNES, 30 DE JUNIO DE 2008

A don Fernando Marcet Salazar, don Fernando Díaz Tenorio, y mi amigo de España, don Antonio Dopico

Maletilla

Maletilla. (De maleta, mal torero). com. Persona joven que, desasistida de medios y de ayudas, aspira a abrirse camino en el toreo comenzando a practicarlo, a veces, en las ganaderías o procurando intervenir en tientas, capeas, becerradas, etc. (RAE)

Bragado

– ¡Salió la luna! Ahora a lo nuestro… ¡Vamos!, ¡Un momento…!, ¡Alto, aguardad que alguien viene!

Una pareja de guardias civiles se acerca al paso de sus cabalgaduras, los sables colgados del tahalí, las tercerolas en las fundas junto al morral; tocados como siempre de ese castizo sombrero de dos picos que semeja montera de torero; una mano a las riendas y un brazo en jarras… pronto se pierde la ronda en los recodos del camino.

– Me gusta, hombre, algún día me metería a guardia civil… ¡Vamos, seguidme! susurró con mando el oculto mozalbete.

Del matorral cercano, al plenilunio, sigilosos aparecen tres pillastres de formas, hablar y similar aspecto de nuestro amigo. Se le unen y desvisten cuidadosos. Todo un rito, luego con el hatillo de sus pobres ropas en alto ingresa la tropilla a las frías aguas y ensaya el largo vado que aunque de poco caudal presenta considerable fondo…

– ¡Qué hermosa luna y que bellos esos toros, especialmente aquél que está atento de nosotros… !

Quien así divaga entre susurros y pensamientos es un mozalbete algo mayor de diez años, delgado y vivaz, con aquellos ojos y pelo negros como los hay muchos por Andalucía.

De la orilla del frente una cerca deja entrever algunas reses que otean la presencia humana… un mozuelo termina de cruzar el vado y oculta el bulto…, otro también y así, de uno en uno llegan en experta acción encubierta por aquel recodo algo más allá de la orilla; de allí hasta la cerca de espinosa y crecida zarza hay muy corta distancia a los potreros. Del otro lado, se extiende la pastura y las suaves colinas donde se guardan, con celo y cuidado, los valiosos erales para la Feria de Córdoba que se da en mayo, cuando viste de gala el coso de Los Tejares.

Con marcado tino Juanete, como le apodan sus compañeros de aventura, salva con habilidad por el mejor sitio aquella P1030371cerca protegida con el seto de espinos, y luego de salir de esos agudos embarazos escoge un magnífico burel, mejor dicho aquél que receloso permanece atento de la evolución de los intrusos y que ahora, con algún mugido, codicioso escarba el pasto… nuestro furtivo aprendiz se coloca en suerte, extiende el trapo que hace de capote y cita al astado.

Arrancase éste con el estrépito de su gran peso y el niño lo recibe con una verónica de pintura. Un oleé… forzadamente sordo deja escapar el menudo público siempre protegido del otro lado del cerco que improvisa un burladero… un ruido mayor del necesario y acudirían los peones armados con sus trabucos de boca acampanada, gran calibre y con sus perros… la cosa tornaría peligrosa y la vida estaría entonces en juego, sea por el toro bravo, las tarascadas de los fieros canes acostumbrados a saltar a la yugular, o las postas de aquellas armas… pero, ¿Acaso no valieran la pena ¡hombre! todas esas simplezas por unos instantes de toreo? ese afán de lidiar tan marcado, era irresistible. La ocasión se pintaba sola y ahora conjugaban luna, buen ganado y el sabor de la aventura… perder la vida pareciera negocio secundario.

Los toros aprenden rápido y resulta criminal llevar a la plaza toros capeados… de allí que la prohibición de hacerlo apuntaba directamente a los menudos y pobretes hijos del pueblo, a los maletillas que jugándose el pellejo malogran al toro bravo; pues orden había para disparar a matar de saberlos toreando, mejor dicho cuando hurtaban al destino un lindo toro.

Una considerable parte de los peones, como siempre, hacía la guardia y estos mozuelos como en todos los tiempos y ocasiones en la vasta cuenca del Guadalquivir se daban maña para torear en clandestino. ¡Cuántos habían pagado cara su afición! Si esta desdicha sucedía el llanto de las madres en los depósitos de cadáveres y los velorios era conmovedor… Pero la ley establecía con rígida severidad la suerte de los maletillas y nada abogaba en favor de este socorrido oficio que era un paso a la muerte por doble partida… ¡Una revolera y cambio de capa a muleta; recibe al cárdeno por naturales y remata de pecho! ¡Olés! y aplausos sordos.

La luna brilla por todo lo alto, es la dicha…

De pronto unos ladridos, voces de alarma, un tropel que se acerca y nuestra menuda granujería pone pies en polvorosa buscando el socorro del río cuya orilla está cercana…

Juanete quiere una suerte más y no escucha o no quiere escuchar las voces de los que arrancan y, por el contrario, se prepara para otro lance… los perros ya están cerca, siguen a la jauría un par de peones con sus armas listas…

-¡Que te pillan Juanetillo, salta hermano, salta yaaa … !

Firme el muchachito con galanura tiende la pañosa, tiempla y carga la suerte… se arranca el toro; … ¡fatal resuena un estampido! hay un revuelo de cuervos y lechuzas en el matorral y entre jirones de negros nubarrones la luna al ocultarse, parece que se conduele…

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Logotoro

Los Tejares

Autor: Luis Siabala Valer.- Pando; 29/VI/2008
Publicado originalmente a las 12:27
Grabados
La Fiesta Nacional, El libro de oro de la tauromaquia. Primera Edición. Ejemplar N° 2386 Barcelona MCMLI. (Toros, de D. Perea-Museo de Bellas Artes, Córdoba, España)
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Don Juan Lepiani, evocador de los grandes sucesos peruanos

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 La captura de Atahualpa. Juan Lepiani Toledo (Lima, 1864-Roma, 1932)

Resulta al parecer muy natural y espontáneo -y en este parecer nada hay de inédito- que alguna vez los destacados artistas nacionales del pincel, especialmente de nuestro pasado mediato o ya lejano, entregaran su arte como tema de sus entornos personales, que comprende familia, costumbre e historia nacionales, con maestría que enorgullece. Expreso esto para desmarcarlos, en lo posible, de aquella otra función crematística a la cual se debían profesionalmente por razones de oficio.

En este punto tenemos registradas celebradas obras que produjeron, en algún momento de su activa vida los ascetas del pincel, identificándose con temas históricos clásicos, por su significado y trascendencia, aplicado que fuera en ello peculiar arte y cultura, esplendor épico, poético y lírico de que fueron capaces, para lograr que la imaginación y conciencia públicas entendiesen, con especial sentimiento indeleble, aquellos hitos que marcaron los destinos nacionales de pasadas épocas.

Es el caso de don Teófilo Castillo quien resultó insuperable al dejar en el óleo o en la acuarela estupendas interpretaciones de las Tradiciones Peruanas de don Ricardo Palma Soriano, conforme lo tenemos escrito, en este mismo blog, bajo el título Un pintor para la evocación.

Que, rememorando los cruentos finales días del Imperio Inca y los albores del Reino del Perú, don Luis Montero pintara con dramatismo académico La muerte de Atahualpa; notable suceso el de ese enorme óleo que durante largo tiempo fuera un cuadro itinerante y que ya restaurado, tenemos a la vista en el Museo de Arte del Paseo Colón.

Tampoco puedo dejar de anotar la activa tarea de nuestro pintor mulato, en la transición del virreinato a la república, a quien dediqué el artículo El mulato retratista, de gran aceptación en Chile de la época de don Bernardo O’Higgins.

Omito deliberadamente a los escultores y otro tipo de artista que también han seguido este sendero filosófico, para cuya obra me he permitido escribir Mármol, bronce y cincel, esta ocasión la he reservado para algunos pintores peruanos de marcada tendencia evocadora.

Con relación a nuestro biografiado, sucede que el entusiasmo que despierta el estilo, color, porte y traducción de la narrativa historiográfica con que aborda los temas artísticos don Juan Lepiani Toledo, como ningún otro, afirma el hecho histórico -puesto en el óleo- para ser grabado en el más sólido de los granitos de la mente.

Veamos con algún orden cronológico algunos de sus famosos cuadros:

Lepiani, Los trece de la isla del GalloLos 13 de la Isla del Gallo (1903)

Francisco Pizarro, decide pese a los fracasos y penurias, y fiel a su convicción de que el Sur está la meta para terminar con el infortunio, traza la célebre raya en la arena y luego de cruzarla le siguen doce aventureros del total que habían quedado en esa remota e inhóspita isla de la costa septentrional del Pacífico, el resto habría de retornar a Panamá. Este óleo de generosas proporciones, forma el patrimonio del Museo de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, en el apacible distrito de Pueblo Libre, en Lima

El asesinato de Pizarro

 El asesinato de Pizarro (Boceto)

Tremenda la decisión del momento, pero la necesidad suele ser hereje: la pobreza en la que había quedada sumida la derrotada y humillada hueste de Almagro, después de la derrota que sufrieron en la batalla de Salinas (6 de abril de 1538) que puso fin a la guerra civil entre los conquistadores, hizo que los conjurados, cansados de las necesidades de todo orden y también de alternarse la capa, (Ricardo Palma, Los caballeros de la capa) la única con que contaban para salir a la calle (no era posible eludir tan importante prenda de vestir en aquellos siglos) decidiesen, encabezados por Juan de la Rada, viejo maestre de campo almagrista, ir a palacio y terminar con el responsable de tales penurias, acabar con el odiado marqués-gobernador del Perú, hacerse del poder y dárselo a Almagro el Mozo, para luego disfrutar la suerte de los victoriosos. Cumplieron con dar muerte a Pizarro, quien pese a sus años se batió bizarramente aquel domingo 26 de junio de 1541 y fue muerto mediante bajos recursos por feroz estocada al cuello. Aquella victoria, producto de esta suerte de magnicidio, no habría de durar mucho tiempo.

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La proclamación de la Independencia (1904)

El general San Martín, investido de los poderes suficientes proclama la Independencia del Perú en la Plaza Mayor de Lima, el 28 de julio de 1821.

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La entrevista de La Serna y San Martín

Fracasada la entrevista de Miraflores, la primera de las destinadas a evitar la transición cruenta que habría de producirse entre las bien equipadas tropas del virrey La Serna y las patriotas que aguardaban entre Huaura y Ancón, se decide por otra, a cinco leguas al noreste de Lima, en Punchauca, evento al que se presta un hacendado español quien brinda su casa para sede de las entrevistas, que se realizaron entre el 4 de mayo y el 2 de junio de 1821. Las conferencias, donde no faltó el protocolo, la elegancia y la buena mesa, al igual que la anterior de Miraflores terminaría en fracaso: el virrey La Serna sabía que, pese al deseo de San Martín de prolongar la monarquía bajo términos constitucionales para dejar el Perú libre de la tutela española y sin el empleo de las armas, jamás sería aceptado por España. El Perú era, en mucho, la pieza más preciosa del joyel de la Corona. En consecuencia, ambos jefes se prepararían para la lucha.

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La entrada de Cocharcas (1903)

Don Nicolás de Piérola Villena, al frente de la coalición partidaria que se opuso a la continuidad del gobierno del general Andrés A. Cáceres, el célebre Brujo de los Andes, irrumpió en la capital por los Barrios Altos la madrugada del 17 de marzo de 1895, franqueando la puerta de Cocharcas para dar lucha sin cuartel al mandatario que opondría feroz resistencia en las calles de Lima hasta el 19, que tuvo lugar un armisticio. Persuadido Cáceres que estaba en juego el prestigio ganado por sus hazañas con los bravos breñeros, durante la resistencia contra el invasor chileno, accedió poner fin a la pelea y abandonar el País. Lepiani, testigo de aquellos luctuosos hechos tenía por entonces 30 años. Ha hecho célebre el episodio con este cuadro que conserva el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia.

La Respuesta La respuesta de Bolognesi (1894)

La respuesta de Bolognesi, al parlamentario, mayor Juan de la Cruz Salvo, emisario del general en jefe chileno que tenía rodeada la plaza de Arica, y que en virtud de la superioridad de recursos materiales y humanos ofrecía la honorable rendición del jefe peruano y el de su Estado Mayor a cambio de respetar sus vidas, que tuvo por respuesta, confirmada por cada uno de sus estupendos capitanes, de pelar hasta quemar el último cartucho.

Batalla del Morro de Arica, 07061879

El último cartucho (1894)

 Extraordinario lienzo que lleva la fecha de factura, año de 1894 y la firma Juan Leppiani, que forma el valioso patrimonio de la casa natal del coronel Bolognesi, hoy Museo de los Combatientes del Morro de Arica, cuya descripción la remito al artículo Una casa de la calle de Afligidos.

Alfonso Ugarte

Alfonso Ugarte

El coronel Alfonso Ugarte Vernal, en su salto a la inmortalidad al quedar diezmada la guarnición del Morro y cuya estampa Lepiani ha dejado para eterna memoria.

Miraflores, enero 15, 1881
El tercer reducto (1891)

Uno de los mejores de nuestro artista; dramático el panorama de Miraflores la mañana del 15 de enero de 1881. En primer plano, confundidos con tropas regulares la Reserva se prepara para soportar el asalto de la numerosa hueste enemiga que tiene por fondo al Morro Solar, decisivo ataque para tomar Lima. El detalle casi fotográfico de altísima factura no requiere mayor explicación. Obra maestra de don Juan Lepiani.

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Juan Lepiani Toledo (Lima, 1864, Roma, 1933)

Algo de su biografía

José Juan de Dios Mateo Osbaldo Botaro Lepiani Toledo, nació en Lima, el 20 de septiembre de 1864, hijo de los limeños don Melchor Botaro Lepiani Loyola y doña Manuela Toledo. Casó en 1891 con María Josefina Grossberger, con la que tuvo cinco hijos. Solía firmar sus obras como Leppiani.

Gobernaba por entonces el general Juan Antonio Pezet, etapa en la que se produjeron los luctuosos hechos de Talambo (Piura), que habría de conducir al enfrentamiento del Perú con el gobierno de España, ejercido por Leopoldo O’Donnell y Jorís, presidente del Consejo de Ministros, durante la monarquía de Isabel II y como consecuencia el ominoso Tratado Vivanco-Pareja, la captura de las Islas Chincha, el combate de Abtao, el bombardeo de Valparaíso, y finalmente el célebre combate de 2 de Mayo en la rada del Callao, antecedentes estos que formaban parte de la tierna etapa infantil y muy posible referentes de la juventud y madurez del artista limeño.

También la Guerra del Salitre habría de tenerlo como testigo por lo que sus cuadros de esta etapa son populares por su gran realismo.

Alguna vez ejerció como pagador en la línea del ferrocarril central, pero seducido por su naturaleza observadora y artística, estudió pintura en Lima y al efecto recibió lecciones de los maestros, el español Ramón Muñiz y el peruano Francisco Masías.

Para los años finales del S XIX y principios del S XX realizó sus grandes obras de carácter histórico y patriótico.

En 1903 viajó a Europa, para tomar contacto con museos y exposiciones. Instalado en Roma, ocupó su tiempo a la copia de las pinturas de grandes artistas, de ellos Rafael y Tiziano, reproducciones que le permitió vivir con relativa holgura durante varios años Su trabajo destacaba por la pulcritud y maestría con que estaban ejecutados. Fue testigo de la Primer Guerra Mundial y las tragedias que derivaron de la gran conflagración que acaba de celebrar su primer centenario (2014).

En 1928, ya anciano y casi ciego por el severo y exigente trabajo al que se había sometido, retornó al Perú, pero casi de inmediato decidió regresar a Europa. Allí, le sorprendió la crisis mundial de 1929, que sumada a su precaria economía y quebrada salud le produjo la muerte. Falleció en Roma en 1933. En esta ocasión, entrevistado por la revista Mundial de Lima se registró esta que sería la última fotografía del pintor:

Sin título

Pese a que la crítica especializada peruana le habría sido mezquina o haberlo ignorado, las obras de Lepiani atraen por su realismo y la emoción patriótica con que han sido tratadas, lo que dice bastante de la penetración de los sentimientos que produce contemplar aquello hechos inmortalizados en sus lienzos.

De ellos los inspirados en episodios de la guerra del Pacífico:

También halló su inspiración en otros periodos de la historia peruana, como hemos visto la conquista (Los 13 de la Isla del Gallo, La captura de Atahualpa, El asesinato de Pizarro, en boceto y la emancipación (La entrevista de La Serna y San Martín en Punchauca, La proclamación de la Independencia). Los sucesos contemporáneos no escaparon tampoco a su pincel, tal como lo prueba otra de sus obras maestras, La entrada de Cocharcas, que representa al caudillo Nicolás de Piérola, montado a caballo ingresando a Lima por la portada de Cocharcas, durante la guerra civil de 1894-1895, cuando Lepiani tenía 64 años de edad.

Fuente principal:

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Lepiani

Grabados, en su mayoría tomados de INTERNET

El Tercer Reducto, tomado de Historia General del Perú, La República (1879-1884). Tomo III. Rubén Vargas Ugarte. S.J. Ed. Milla Batres, Lima, 1971. Primera Edición

Asesinato de Pizarro, en boceto. Museo de Arte de Lima. MALI

Coronel Alfonso Ugarte, La entrada por Cocharcas, fotografías del autor tomadas en el Museo de Combatientes del Morro, 2013, y en el Museo Nacional de Antropología, Arqueología  Historia, 2013.

Fotografía del pintor en 1928, Revista Mundial, Hemeroteca, Biblioteca Nacional del Perú.

Mármol, bronce y cincel

Mariscal Ramón Castilla Marquesado (1797-1867)

Revistando monumentos, sin mayor autoridad que el ejercicio de la razón.

Alguna vez, amable lector, sin proponérselo se detuvo usted en la plazoleta donde abre su puerta el templo de La Merced atraído por el bronce del mariscal Ramón Castilla Marquesado. Aquí alguna notas que absolverán sus interrogantes:

Su autor, el escultor peruano David Lozano Lobatón (1865-1936), no sólo captó a golpe de cincel los rasgos mestizos del viejo soldado tarapaqueño, usando la escala natural, sino que en los cincelados ojos quiso expresar el carácter del vencedor de Yungay, al vengador de cerro Barón en Valparaíso; al creador de los ministerios públicos; el archivo y armada nacionales; al magnánimo vencedor de Mapasingue; al autor de las leyes de endeudamiento y presupuesto públicos; del promotor del mercado de abastos; de la penitenciaría de Lima; etc., etc., en suma, al constructor de la moderna República del Perú.

Se muestra en uniforme de gran parada, capote largo, descubierta la cabeza, banda de presidente, bastón de mariscal, sable pendiente del tahalí con dragonas trenzadas, calzando botas granaderas con espolines, que avanza el paso con dirección al templo fronterizo con una velada sonrisa socarrona y algún malvado pensamiento que ya urde para ensayarlo en honor de sus enemigos políticos.

Reconforta su presencia en la estatua, más aún en estos tiempos que la manoseada democracia nos depara cada suerte de mandatario tan distante del viejo mariscal, varias veces presidente de la república (1845/51; 1855/57; 1857/62)

Sin duda, Lima registra esta efigie como ejemplo de arte escultórico sin par; proporcionada en sus formas, ademán natural, expresión legítima y gracia estupenda.

Vale la pena una sostenida mirada; para ello nada mejor que detenerse y contemplarla. Representa también el pundonor, el carácter varonil y la resolución capaz; la sagacidad, la previsión y la oportunidad.

Manuel de Candamo Iriarte (1841-1904)

Otro monumento, con la belleza de las proporciones y los nobles rasgos de su dueño, es el de don Manuel de Candamo Iriarte. Presidente de la República (1895, 1903/1904) ahora en su nuevo emplazamiento dentro de los jardines inmediatos al Centro de Estudios Histórico Militares y el Instituto Libertador Ramón Castilla, del paseo Colón. El fundador del Partido Civil que habría de fallecer en los albores de su gobierno, elegante caballero vestido de levita; posiblemente nos siga con la mirada sorprendido de nuestro extraño atuendo.

Lima ha consagrado en el bronce a dos militares extranjeros con las galas de la monumentalidad y el esplendor: al generalísimo José San Martín Matorras cruzando los Andes, jinete del típico criollo cabeza de carnero, tan útil en las pampas y el rodeo, bestia leal y resistente del gaucho y del arriero. Singular conjunto ecuestre que se yergue desde 1921 en un espacio que antes abrigaba la estación de trenes de San Juan de Dios, hoy Plaza San Martín y muy cerca de la desaparecida plaza de la Micheo.

José de San Martín (1778 – 1796)

El primer Congreso Constituyente convocado en el Perú, contemplaba en su histórica primera agenda -22 de septiembre de 1822- la solicitud de renuncia al cargo de Protector del Perú del General San Martín, tema que debate y aprueba, igualmente, sin mayor oposición, que el Perú sería república. Se habría de contrariar de esta manera el caro deseo del generalísimo quien abogaba, sin dislates, por la monarquía constitucional como el medio apropiado para gobernar el Perú. No en vano se habían sucedido en el mando del imperio y del virreinato, catorce incas y cuarenta virreyes. La república democrática olía a novedad y anarquía. El olor se ha extendido hasta nuestros días, pero algo más cargado de anarquía que de novedad.

Educado desde temprana edad como cadete de las tropas isabelinas en España, San Martín, templado por las luchas contra el yugo de Napoleón y las permanentes contra las tribus del Marruecos español sumado a su acuartelamiento en Cádiz, pronto sustituyó su acento argentino, para adaptar el contagioso dejo andaluz que mutila la última letra de las palabras y; de paso, arrancar con la guitarra fandangos, rumbas y bulerías. En Lima causó sensación en los círculos sociales el militar argentino, de tez morena y hablar gaditano muy celebrado por las jóvenes limeñas.

Simón Bolívar y Palacios (1783 – 1830)

La hermosísima estatua ecuestre, levantada en memoria del mariscal Libertador del Perú, (1824/25) Simón Bolívar Palacios, grancolombiano, nacido en Caracas, actual Venezuela, es un modelo de proporciones. La grandeza pública del marcial jinete sólo fue eclipsada por las ansias de poder vitalicio que le embargaban y que le enemistó con el Perú.

Irónicamente, la erección de este monumento fue aprobada, años después, por quien alguna vez sufrió arresto por directa orden del Libertador al devolverle respuesta digna: el coronel Ramón Castilla. Una reproducción de esta figura ecuestre luce orgullosa en la ciudad de Caracas. El original, notable trabajo de la más fina factura, en bronce y mármol, obra de los escultores, el italiano Adán Tadolini y el alemán Müller, superintendente de la fundición de Múnich, y el soberbio pedestal del italiano Felipe Guacarini se levanta en la Plaza del Congreso, antaño plazuela del Estanque, de la Caridad, de Rivera el Mozo, de la Recova, de la Universidad, de la Constitución, de la Inquisición y Plaza Bolívar, que predomina indistintamente.

El Libertador había de ser notable con la espada y la pluma, en ambas diestro, su rasgo importante radica en su atildada prosa y rico vocabulario. José Antonio de Sucre y Alcalá, el Mariscal de Ayacucho, sería el realizador de la grandeza de Bolívar. Grupo ecuestre que inmortaliza al general cumanés, brazo derecho del Libertador caraqueño, se yergue magnífico dentro de aquella plazoleta del área del Parque de la Exposición. Copia de ese monumento a Sucre luce la Plaza Mayor de la ciudad de Huamanga. Fue asesinado en las montañas de Berruecos, en el Ecuador.

D. Fermín Tangüis (1851-1930)

Escondido entre las verjas del Parque de la Exposición, raudo, como si quisiera alcanzar la calzada de la Avenida Arequipa, con su típico caballo de paso peruano, vestido con el poncho, pañuelo al cuello y aprestos costeños, el puertorriqueño don Fermín Tangüis, borincano de nacimiento y peruano de corazón, lleva suave la rienda y la mirada digna y calma mientras su jaca de fina ambladura le transporta en eterna actitud. En su fundo Urrutia, de los campos de Pisco se cultivaba, a salvo de las plagas, el injerto del estupendo algodón peruano que los expertos de Liverpool bautizaron con su apellido germano en 1910.

Nada más representativo en los Barrios Altos y la plaza Santa Ana que el milanés Antonio Raimondi Dell’Accua; viajero conspicuo del Perú del ochocientos; incansable, permanece de pie -mientras investiga algún espécimen- la mirada fija con la lupa ante los ojos.

Sus preciosos tomos El Perú y Atlas del Perú, esperan olvidados en busca de algún mecenas para su reproducción y divulgación. ¿Qué nos pasa señores?

Militares, más que civiles tienen asegurada la memoria ciudadana en el mármol y en el bronce, por lo menos en Lima. Pero nadie escatimará que en su tiempo los hechos que produjeron fueron paradigma que les ha reconocido la posteridad de un monumento.

D. Hipólito Unánue (1775-1833)

El protomédico ariqueño, don Hipólito Unánue Pavón, editor de El Mercurio Peruano, célebre periódico que llegaba a sus suscriptores por entregas en el formato de cuartilla, fue en los albores coloniales y todavía lo es, fuente de conocimiento del Perú. El mármol que perenniza al sabio lo muestra en actitud sedente en el precioso patio de la Facultad de Medicina San Fernando, a la vera de la remozada Av. Grau.

En bronce y sobrio pedestal de mármol de fina factura, se luce don Bartolomé Herrera, sentado de espaldas al antiguo local de la Universidad Mayor de San Marcos en el Parque Universitario; el eminente e ilustrado clérigo arequipeño nacido en 1808 y fallecido en 1864, con un ademán de la mano expone… educado en el célebre Convictorio de San Carlos, fue esclarecido pensador, conservador ultramontano por esencia, y consecuente antiliberal.

Del lado del Hotel Lima Sheraton, por la Avenida Wilson, el mestizo cusqueño Inca Garcilaso de la Vega contempla la Lima bullanguera, cargada de hollín, tráfago de vehículos y ambulantes. Posiblemente medita este desconcierto en su fresca y acogedora casa en la lejana Córdoba, preocupado por qué el Perú aún no la ha adquirido. Prepara en tanto, subido sobre su pedestal en Lima, algunas notas para sus Comentarios…

Una fontana con el dios Neptuno, tridente, peces y ninfas luce espléndido; es la única muestra de ese tipo a la romana en todo el Perú, se ubica dentro del área cercada del parque Neptuno en la Av. Wilson. ¿Nuestra Fontana Trevi?

Otra, totalmente en mármol, obsequio de la colonia China por el primer centenario de la Independencia del Perú, se levanta a un lado del Palacio de la Exposición o Museo del Arte, en el Paseo Colón. El agua que vierte de un cántaro un niño desnudo puede tener efectos hipnóticos si se sostiene la contemplación.

Entre el bosquecillo de ficus, con borde a la Avenida a la que ha prestado su nombre, la Patria agradecida extiende la mano al almirante Berguesse du Pettit Thouars. Mármol y bronce ricamente trabajados. La decidida conducta del comandante de la escuadrilla francesa, surta en el Callao, desalentó al engreído vencedor de San Juan y Miraflores de la destrucción de Lima después de los luctuosos 13 y 15 de enero de 1881.

El porte militar, jinete de buena monta, del mariscal Andrés Avelino Cáceres Dorregaray es el motivo principal de una plaza en Jesús María. El Brujo de los Andes, dolor de cabeza del invasor chileno, fue admirado -y de hecho se constituyó en constante invitado- en la Prusia del Kaiser Guillermo I. El mariscal quien representó al Perú en Berlín solía acudir con alguna regularidad por invitación del emperador al Schloss aus Charlottenburg, para narrar al monarca episodios de la campaña de la Breña. Servía de intérprete a tan distinguidos personajes el coronel cajamarquino Julio C. Guerrero, ayudante del mariscal.

Alegórico más que expresionista, lanzado su caballo hacia el espacio, no permite que la enseña patria sea presa del enemigo quien, por antonomasia es el portaestandarte del Perú. Muy lejos de su casa solariega de la quebrada de Aroma en Tarapacá, donde transcurrió su infancia, el bizarro coronel Alfonso Ugarte Vernal, ahora cabalga en la limeña Av. Javier Prado. Ese salto del Morro, que inmortalizó en Arica la mañana del 7 de junio de 1880, es tema que no se olvida y su impronta grabada en acero retempla el alma de todo peruano, pero aún más si se trata de cualquier ex alumno del colegio que lleva su egregio nombre.

José Santos Chocano, dice de Alfonso Ugarte:

«………………………………………………»

«De pronto en un corcel, entre el tumulto

que arrolla el invasor, rápido avanza

Alfonso Ugarte; esgrime un meteoro.

Tal en las sombras del dolor oculto

brilla, a veces, un rayo de esperanza…

Es blanco su corcel (cascos de oro

y pupilas de Sol). Rasga la bruma

como flecha veloz; y sobre el alta

cumbre, erguido en dos pies, salpica espuma

con relinchos de horror… ¡y luego salta!

Estrellóse, por fin, en la ribera,

y la ola, al besarlo, lastimera,

lo envolvía en la mortaja de su espuma;

mientras un solo instante, uno tan sólo,

detuvo su fragor la lucha fiera;

que todos, todos, con sorpresa suma,

parecían mirar entre la bruma

el rayo aún de esa veloz carrera…

Muy próximo al monumento del coronel Ugarte se alza el de otro distinguido militar en la avenida Javier Prado en el crucero con la avenida Pershing, es la magnífica estatua ecuestre del general argentino Mariano Necochea, tantas veces herido por lanza y sable pero finalmente vencedor de la Independencia.

Las estatuas de Lima, pálidamente descritas, son trasunto de nuestra historia, algunas de ellas producto del cincel de maestros sin par.

Fuentes gráficas:

Monumento al Mariscal Ramón Castilla Marquesado.- Fotografía del auto de este artículo

Monumento al Generalísimo José de San Martín.- INTERNET

Ecuestre del Libertador Simón Bolívar.- Fotografía del autor del presente artículo.

Ecuestre de D. Fermín Tangüis.- INTERNET

Ecuestre del general Mariano Necochea.- INTERNET

Inca Garcilaso de la Vega.- Pendiente

Fuente Neptuno.- Pendiente

Coronel Alfonso Ugarte.- Pendiente

Pando, 19 de abril, año 2004.

Edición reciente, 15 de enero, año 2022

Publicado por Luis Siabala Valer Etiquetas: ayudante, Cajamarca, Cáceres, Guillermo, Kaiser, Prusia en 4:39

 

Uno de los capitanes de Bolognesi

JUEVES, 22 DE ABRIL DE 2010

 roque-saenz-pena1

General Roque Sáenz Peña Lahitte (Buenos Aires 1851 – 1914)

 Héroe del Morro de Arica

Presidente de la Argentina

Personajes de la Guerra del Salitre

 Infantería

El monumento que se levanta en Lima en el distrito de San Isidro, muy cerca de la intersección de la avenida Javier Prado con Camino Real, conserva la memoria de un personaje militar atado a la historia nacional con los vínculos de la sangre derramada en Tarapacá y Arica, se trata del capitán argentino, teniente coronel y posteriormente general del ejército peruano, don Roque Sáenz Peña Lahitte, uno de los pocos sobrevivientes del asalto chileno al Morro de Arica el 7 de junio de 1880.

 Asalto al Morro de Arica

El asalto al Morro de Arica. Juan Lepiani (1895) Museo de los Combatientes del Morro. Lima

En la batalla de Tarapacá (27 de noviembre de 1879) sirve bajo el mando del coronel Andrés Avelino Cáceres, cuando se obtiene un triunfo aplastante aunque transitorio sobre las tropas de Chile.

Uno de los lados del pedestal de su monumento en Lima registra el mensaje que expresa la razón por las que nuestro actor hizo las armas por el Perú en horas de guerra:

Palabras de Roque Saenz Peña_picnik

Placa en el monumento al General Roque Sáenz Peña, Lima, Av. Javier Prado

7 de junio de 1880.- Producida la pérdida del Morro después que el puñado de hombres de Bolognesi vendiera caras sus vidas, en medio del tropel y el tráfago de los instantes postreros, Sáenz Peña, herido en el brazo derecho, contempla el tendal de cadáveres entre los que destaca el del anciano jefe de la plaza y sus comandantes; de inmediato el capitán argentino y comandante peruano, segundo jefe del batallón Iquique es tomado prisionero. Su primer jefe, coronel Alfonso Ugarte, pocos instantes atrás se había lanzado del morro bandera en mano jinete de su brioso alazán, para pasmo de propios y extraños (Ver).

Ajeno a cualquier pedido por salvar la vida mantiene el porte militar ante su captor, con la dignidad de un soldado que acaba de ser vencido pero contagiado del valor de subordinados y camaradas que han muerto firmes en el cumplimiento de su deber. Viste levita azul negra, como de marino; el cinturón, los tiros ausentes del sable, encima de la levita; pantalón borlón, de color un poco gris; botas granaderas y gorra. A primera vista se descubre al hombre culto, de mundo. Antes de abrigar la carrera de las armas se había recibido de abogado.

Así, consideraciones de esa naturaleza de dignidad, valor y el de su nacionalidad argentina le alejan del pelotón de fusilamiento y pasa como prisionero, entre los poquísimos que quedaron con vida en aquella valiente jornada en las alturas de la histórica mole al sur de Tacna. Más tarde será entregado a la superioridad militar que lo deposita en la Aduana y después embarca en el vapor Itata.

Roque Sáenz Peña queda sometido a un consejo de guerra y se le confina cerca de Santiago de Chile. Puesto en libertad luego de tres meses, a instancias de su familia y del gobierno argentino, regresa a Buenos Aires en septiembre de 1880. El Congreso de la Nación Argentina, en voto unánime, le devuelve la ciudadanía argentina, que había perdido de jure al incorporarse al ejército peruano.

 Bolognesi y sus comandantes

En la foto (junio 1880), Roque Sáenz Peña (primero de derecha a izquierda) junto a los oficiales del coronel Francisco Bolognesi, previa a la batalla del Morro. Existe duda con relación a que el grupo de los distinguidos jefes del staff que aparecen con el ínclito coronel Bolognesi fuere quienes posaron para esta toma pues su autenticidad no estaría certificada. Como quiera que se trata de la foto que se exhibe en la Casa de la Respuesta en el puerto de Arica la coloco en esta crónica con la recomendación que sea efectuada o expresada tal verificación, pues la verosimilitud merece un estudio de expertos en historia del arte y aquellos que tienen jurisdicción y competencia para ello en materia fotográfica, asunto que me permito recomendar sea atendido por la autoridad competente

Buenos Aires, 19 de marzo de 1851.- Nace Roque Sáenz Peña, hijo de Luis Sáenz Peña, presidente de la nación de 1892 a 1898 y Cipriana Lahitte de Sáenz Peña. Provenía de una familia partidaria de Juan Manuel de Rosas; sus abuelos paterno y materno, Roque Julián Sáenz Peña y Eduardo Lahitte, habían sido diputados de la Legislatura durante el gobierno de aquel. Después de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros, la tradición federal de los abuelos y del padre, que no cambiaron sus convicciones, los mantuvo alejados de la función pública.

Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires. En 1875 se graduó de doctor en Derecho.

Durante la Revolución de 1874 defiende a las autoridades de la nación como capitán del regimiento N° 2. Vencida la revolución, es ascendido a Segundo Comandante de Guardias Nacionales, pero solicita ser relevado de filas. Opositor a Mitre, milita en el Partido Autonomista y en 1876 es elegido para una banca de Diputado en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Llegó a desempeñar la presidencia del cuerpo a los 26 años, siendo así uno de los presidentes más jóvenes de la Cámara. En 1878, a raíz de las disidencias producidas dentro del autonomismo con motivo de la política de conciliación iniciada por el presidente Avellaneda a la que Sáenz Peña se oponía, renunció a su cargo y terminó por abandonar transitoriamente la política.

Al declararse la guerra entre Chile y Perú, en 1879, se ausenta silenciosamente de su país y viaja hacia Lima. Ofrece sus servicios al Perú, que le otorga el grado de Teniente Coronel (Comandante). Con este grado pelea en San Francisco, Tarapacá y el Morro de Arica.

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 Como Jefe de Línea, en uniforme de general de brigada, desfila por Lima en junio de 1905

Lima, miércoles 7 de junio de 1905.- En esa fecha, veinticinco años después de la famosa gesta, huésped del Perú en reconocimiento a su actuación durante la guerra del Salitre, es invitado oficialmente para inaugurar el monumento al héroe peruano Francisco Bolognesi Cervantes en la amplia plaza de su nombre. Es el primer gobierno del doctor José Pardo y Barreda (1904/08) Pronuncia un encendido discurso, pieza elocuente de épica retórica que ahora reproducimos; recibe la medalla de oro que se le otorga por ley del Congreso y los galones de general de brigada del ejército peruano.

 Bolognesi, por Querol BN

 Detalle del magnífico monumento al Héroe del Morro, del escultor español Agustín Querol y Subirats, ahora en el castillo del Real Felipe, Callao

Su discurso:

Coronel Bolognesi: uno de tus capitanes vuelve de nuevo a sus cuarteles, desde la lejana tierra atlántica, llamado por los clarines que pregonan tus hechos esclarecidos… llegamos a honrar sus actos que te dieron el renombre en la hora justa y en su momento histórico cuando ya no gravitan sobre la tierra sino escasos eslabones de tu generación.

Señores: le conocí batallando sobre el Cerro de Dolores… llegó a Tarapacá y conquistó el laurel marcial… fue en Arica donde me honró con su amistad, en esa relación íntima de una guarnición bloqueada.

Pelearemos hasta quemar el último cartucho, soberbia frase de varón, con digno juramento de soldado… y el juramento se cumplió por el Jefe y por el último de sus soldados.

Coronel Bolognesi: tus sobrevivientes te saludan, todos rodeamos tu monumento, no falta a esta cita ninguno de tus soldados y todos venimos a refrescar en el recuerdo las horas gratas de tu dulce amistad y a sentir las emociones y regocijo de tu pueblo en esta fecha nacional, porque a los muertos ilustres no se lloran: se saludan, se aclaman y se veneran…«

En 1906 el gobierno de José Figueroa Alcorta lo designa representante extraordinario para asistir a los actos de la boda de Alfonso XIII de España. Allí es nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante España, Portugal, Italia y Suiza. De regreso a la Argentina, en 1907 es nombrado para encabezar las misiones diplomáticas en Suiza e Italia. Llegado a Roma, recibe instrucciones de su gobierno para representar al país en la segunda Conferencia de Paz de La Haya; allí sostendrá una posición favorable a la creación de un tribunal internacional de arbitraje.

En 1909 forma parte del tribunal arbitral que lauda las diferencias entre Estados Unidos y Venezuela. Su misión diplomática ante los gobiernos italiano y suizo se prolonga hasta 1910; en Italia se enterará de su proclamación como candidato a Presidente de la República. Su candidatura era apoyada por los partidarios de incluir a las minorías en el sistema político.

Presidente de la Nación.- El comicio electoral de 13 de marzo de 1910, lo elevó a la primera magistratura. Asumió la presidencia el 12 de octubre de 1910.

Bajo su mandato se vota la ley electoral basada en tres elementos clave: el voto secreto, obligatorio y universal, utilizando el padrón militar. La ley fue un gran avance en su tiempo ya que permitía a grandes masas participar del acto electoral, aunque aún distaba de ser completamente universal: las mujeres y los extranjeros (que por entonces eran una gran parte de la sociedad) aún no tenían derecho a voto. Además, aunque los extranjeros no votaban, en cambio eran tenidos en cuenta al determinar la población de los distritos y la cantidad de diputados que podían elegirse por cada uno. Esta sería proclamada el 10 de febrero de 1912 como Ley N° 8871, conocida desde entonces como «Ley Sáenz Peña».

Fallecimiento.- Desde el momento de su asunción como presidente, su salud no era buena, pero empeoró sensiblemente a partir del año 1913. Finalmente delegó el mando presidencial en su vicepresidente Victorino de la Plaza.

Murió el 9 de agosto de 1914, dos años antes de terminar su mandato. Yace en el cementerio de la Recoleta de la capital bonaerense.

Su figura es recordada en el Perú, algunas ciudades de han dedicado una calle con su nombre o levantado monumento en su memoria. El puerto del Callao tiene por avenida principal la céntrica Sáenz Peña.

General Roque Saenz Peña

Monumento al general Sáenz Peña en la Av. Javier Prado, Distrito de San Isidro, Lima

Fuentes:

Wikipedia, la principal.

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/saenz_pena.htm

Fotos:

Internet

Mármol y monumento en la Av. Javier Prado, del autor.

Publicadas por Luis Siabala Valer Hora 1:33:00

Etiquetas: argentino, Arica, brigada, Buenos Aires, capitán, general, Javier Prado, monumento, Tarapacá

Baldomero Espartero en el Perú

LUNES, 24 DE MARZO DE 2008

 Baldomero Espartero, Wikipedia

 Notas sobre un militar afortunado

Eran los días cuando la independencia de las lejanas colonias españolas de América meridional germinaba efervescente; las juntas de gobierno, al igual que en la metrópoli, brotaban por doquier en las vastísimas extensiones del dominio español y el virrey Fernando de Abascal, desde el Perú, sofocaba los levantamientos con hábil eficacia y denodado esfuerzo.

La presencia de Napoleón en España, que había colocado en el trono hispano a su hermano José y al legítimo rey Fernando VII al otro lado de la frontera de los Pirineos, mantenía ocupados a los españoles en los esfuerzos de la resistencia.

La historia estaba a punto para decantar a un personaje.

Joaquín Baldomero Fernández Espartero Álvarez de Toro, Conde de Luchana, Duque de la Victoria, Duque de Morella, Vizconde de Banderas y Príncipe de Vergara, nació en Granátula de Calatrava, Ciudad Real, el 27 de febrero de 1793. Así recoge la biografía oficial los títulos nobiliarios y los datos del nacimiento de este personaje.

De humildísimo origen; de joven, fiel a la inveterada costumbre española, se le había destinado para sacerdote, pero bien pronto supo que su vocación por las armas era de mayor fuerza que por la de la sotana. Tomó plaza desde temprano en los regimientos de línea y asistió a todos los combates que libraron la guerra de independencia contra los franceses, de feliz corolario con la victoria de Bailén.

Para reforzar al virrey del Perú, la corte de Fernando VII había conseguido desplazar a ultramar a seis regimientos de infantería y dos de caballería, a las órdenes del general Miguel Tacón y Rosique; entre los oficiales de aquella expedición venía Espartero en septiembre de 1814, con en el grado de teniente del Regimiento Extremadura, embarcando en la fragata Carlota hacia América, el 1 de febrero de 1815, para reprimir la rebelión independentista de las colonias. Así, el joven oficial quedó integrado en una de las divisiones que se dirigieron hacia el Perú desde Panamá.

Llegaron las tropas al puerto de El Callao el 14 de septiembre y se presentaron en Lima; venía con ellos la orden que disponía sustituir al virrey del Perú, Fernando de Abascal, Marqués de la Concordia por el general Joaquín de la Pezuela, flamante Marqués de Viluma.

Bien pronto veremos a Espartero en acción exitosa; forma parte del comando del brigadier Jerónimo Valdez que opera en Torata con base en Moquegua. Su carácter fuerte y templado en el combate le hacía eficaz, astuto y cruel con el vencido. Se trataba de evitar la penetración al Perú de fuerzas hostiles procedentes de Chile y las Provincias Unidas del Plata, al mando del general José de San Martín.

Para obstaculizar aquellos movimientos, se fortificaron Arequipa, Potosí y Charcas, tarea que emprendió Espartero con energía y acierto, gracias a sus dos años de formación en la escuela de ingenieros. Entonces le llegó el ascenso a capitán el 19 de septiembre de 1816 y, antes de cumplir un año en ese servicio, el de segundo comandante. En 1823 era ya coronel de Infantería a cargo del Batallón del Centro del ejército del Alto Perú. El 9 de octubre de 1823 el victorioso comandante fue ascendido a brigadier otorgándosele el mando del Estado Mayor del Ejército del Alto Perú.

Es en Arequipa, bella ciudad del sur en la que el militar español se labraría un afecto reciproco con miembros de la sociedad. Allí encontraría en una bella joven de la aristocracia local espacio para los sentimientos.

Gobernaba ya el Perú, el virrey don Joaquín de la Pezuela, inteligente militar del arma de artillería en quien el virrey Abascal había cifrado su mayor confianza y no se había equivocado. Fue enviado al Alto Perú para contener a los rebeldes bonaerenses que victoriosos en La Plata querían extender sus éxitos por los altos páramos del sur del Perú. De la Pezuela, al mando de las tropas coloniales peruanas, obtuvo sendas victorias sobre Belgrano en Vilcapuquio y Ayohuma, y la más importante en las punas de Sipe Sipe, en Viluma, sobre las fuerzas argentinas de Rondeau. La recomendación de Abascal, por esta meritoria conducta, hizo que se elevase al brigadier al rango nobiliario de marqués de Viluma, como jefe del Ejército del Alto Perú.

Pronto reemplazaría al propio Fernando de Abascal, el marqués de la Concordia, en el elevado cargo de virrey del Perú, conforme los hechos y las circunstancias que hemos narrado.

Pero los jóvenes brigadieres españoles llegados al Perú, sobre los que ejercía predominio don José de La Serna e Hinojosa, veían en el virrey un militar anticuado en sus procedimientos y por demás tolerante con los criollos, política que había heredado del sagaz Abascal, gracias a lo cual se le había conferido el apropiado título de Marqués de la Concordia. Ellos mismos eran de esa nueva casta, que como Espartero habían sido testigos de las bondades del liberalismo constitucional votado en Cádiz y por lo tanto les resultaba el virrey, amén de lo dicho, un conservador a ultranza.

A poco se confabularon para derrocarlo, hecho que siguió del llamado motín de Aznapuquio, que tuvo lugar en una hacienda cercana a Lima, el 29 de enero de 1821.

El depuesto de la Pezuela dejó palacio y marchó con su familia y escolta a su bella residencia de la Magdalena, villorrio al oeste de la capital, de clima benigno, estancia apacible y confortable. Poco después el marqués embarcó para España. Al expresar su informe al rey, de inmediato quedó investido de honores amén de un elevado cargo militar.

Naturalmente, el pronunciamiento de La Serna al deponer al legítimo gobernador, había quedado en cuestión. Para evitar males mayores urgía poner al rey al tanto de las circunstancias que dieron motivo a esta destitución. Se decidió entonces enviar a España a un emisario. No se encontró mejor persona para ello que la de don Baldomero Espartero.

Entonces el joven brigadier dejó Arequipa y embarcó para España desde el puerto de Quilca, el 5 de junio de 1824, en un barco inglés. Llegó a Cádiz el 28 de septiembre y se presentó en Madrid el 12 de octubre. A las calidades de resuelto amador y empedernido jugador, sumaba Espartero un hábil trato; consiguió de Fernando VII el crédito suficiente para que La Serna quedase confirmado en el gobierno del Perú y en posición de tan buenas nuevas inició su retorno. Embarcó en Burdeos camino de América el 9 de diciembre, coincidiendo la fecha con la pérdida del Virreinato del Perú.

Un viaje largo, por supuesto, lo suficiente para que en la vieja colonia ocurriesen hechos notables. Es así, que durante su ausencia se había dado la victoria de Ayacucho y los ejércitos aliados comprometidos en esa justa dominaban el Perú ya independiente.

Pero Espartero no lo sabía y al tocar tierra en Quilca el 5 de mayo de 1825, sin noticias del desastre de Ayacucho, es tomado prisionero por lucir uniforme español y portar armas, hecho proscrito en las Capitulaciones firmadas por Canterac en Ayacucho, que prescribían la pena de pasar por las armas al infractor sorprendido en tal estado. En consecuencia se le condujo prisionero con escolta a la ciudad de Arequipa, lugar de las preferencias sentimentales de tan importante reo, pero donde a la sazón también se encontraba el generalísimo Simón Bolívar Palacios.

Leídos los despachos relativos a la captura de Espartero, Bolívar dispuso su fusilamiento. Pero es aquí donde la suerte, esta vez en forma de bella mujer, abogara por su vida. La joven amante se presentó ante el caraqueño para rogarle redimir semejante pena; el generalísimo tampoco era del todo indiferente con las hijas de Eva.

Muy temprano por la mañana del día siguiente el carcelero recibió una nota con la orden del Libertador para que, en el término de la distancia, embarcara el preso para España, desterrado a perpetuidad. El afortunado, reo en capilla, había pasado la noche jugando en firme y logrado ganar una considerable fortuna, que los perdedores suponían jamás habrían de hacerla efectiva. Veleidades del destino, se equivocaron. Suerte en el amor y en el juego.

Llegado a España, se le consideró a Espartero uno de los ayacuchos, mote con los que el pueblo quería afear a los generales españoles vencidos en la pampa de Quinua y que en puridad de verdad no le correspondía, por cuanto, como hemos puntualizado, había salido del Perú antes de estos trascendentales acontecimientos rumbo a Madrid.

La fortuna seguiría sonriéndole, pues algún tiempo después de su llegada durante la cual optó por esposa a una acaudalada dama que lo convirtió en terrateniente, fue llamado por la regente, doña María Cristina, para colocarle al frente de los ejércitos isabelinos enfrentados en la primera guerra carlista, promovida por don Carlos Isidro de Borbón quien había levantado bandera contra la pequeña Isabel II fundado en consideración a normas sucesorias por las que reclamaba el trono para sí.

Nombrado Comandante General de Vizcaya en 1834, bajo las órdenes de un antiguo jefe suyo, el general Jerónimo Valdés, participó así en el frente norte durante la Primera Guerra Carlista, desempeñando un destacado papel, no sin antes haber puesto en fuga distintas partidas carlistas.

Espartero, retomó a las viejas tácticas de astucia y dureza excesiva contra el nuevo enemigo y con excepción de una batalla perdida consiguió con el Abrazo de Vergara, cerca de la ciudad vascuence de Vitoria, concordada con otro ayacucho el general Rafael Maroto, poner fin a esa primera sangrienta etapa de la guerra secesionista. Reanudada más tarde con mayor vigor, siguió su notable actividad distinguiéndose en esta lucha fratricida. En 1834 ascendió a Mariscal de Campo.

Esto le valió para ser nombrado Duque de la Victoria y luego Regente, en reemplazo de doña María Cristina.

Sin embargo, los vaivenes de la política le llevarían a notables cambios, uno de los cuales fue su alejamiento de la corte y su refugio en Inglaterra, para años después retornar a España y finalmente alejarse a la soledad de su casa en Logroño, localidad de La Rioja.

En esta situación, con ocasión de la revuelta del pueblo contra Isabel II, una comisión de notables se acercó a su retiro para rogarle aceptase el trono de España habida cuenta del gran vacío que había acaecido con el destronamiento de la reina, y de esta forma poner fin a los problemas de sucesión. Peligraba pues la corona. Espartero rechazó la tentadora oferta de ser rey de España, en parte por su avanzada edad y también a consideraciones políticas.

Elevado al trono el príncipe italiano Amadeo de Savoya como rey de España con el nombre de Amadeo I y primer Duque de Aosta, quedó temporalmente resuelto el problema sucesorio y el nuevo monarca concedió a Espartero el título de Príncipe de Vergara, el 2 de enero de 1872, con tratamiento de Alteza Real, un caso sin precedentes en los anales de la monarquía española.

Así, don Joaquín Baldomero Fernández Espartero Álvarez de Toro, Conde de Luchana, Duque de la Victoria, Duque de Morella, Vizconde de Banderas y Príncipe de Vergara, alcanzó la provecta edad de 86 años y falleció en Logroño, el 8 de enero de 1879, en poder de considerable fortuna pero sin sucesor directo pues no había dejado descendencia.

 

Borbones, FernandoVII, el Deseado

Publicado por Luis Siabala Valer en 5:56

3 de abril de 2008, 1:09

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Luis Montero y los Funerales de Atahualpa

DOMINGO, 21 DE NOVIEMBRE DE 2010

Para don Pedro José Abad

 

Los Funerales de Atahualpa. Luis Montero

 Interesante trayectoria de un cuadro itinerante

El paso fugaz por la vida y la construcción de una celebridad, son las dos características de don Luis Montero Cáceres, pintor piurano, hijo de un comerciante de San Miguel de Piura, quien solicitó al quiteño José Anselmo Yáñez impartirle sus primeras lecciones de pintura. A los once años, en 1837, las recibe también del dibujante Robert Tiller, francés que purgaba delito por falsificación de moneda en la cárcel local.

Nuestro biografiado, aficionado temprano a las bellas artes, llegó al mundo en 1826 y lo dejaría 43 años después, una temprana partida en 1869 que si bien truncó para las artes nacionales la tarea de un productor excelso, no fue óbice para que legara aquella importante obra que ahora nos ocupa.

Es para 1843 cuando ingresa en la Academia de Dibujo y Pintura que regentaba en Lima desde fines de 1840 su paisano y notable maestro, don Ignacio Merino tan solo durante un semestre; Merino fue su primer maestro de pintura, lo fue también de Ipinza, Laso, Masías y Torrico. Pero la necesidad de recursos hace que Montero se dedique al comercio; es así que torna dependiente de una tienda de Lima y para 1847 dirigía un negocio en Ica.

Resulta anecdótico, cuando no verosímil, que aquel retrato que hizo en miniatura del general Ramón Castilla Marquesado, en 1848, entonces elevado como jefe de la junta de gobierno en 1844, fuera el origen de una beca para Montero. Mostrada, la diminuta pieza causó sensación por la precocidad artística de su autor y la fidelidad.

Se dispuso el monto de cuatrocientos soles mensuales y su partida a Italia para estudiar en firme las bellas artes. En Florencia, la medieval y legendaria ciudad toscana, ingresó en la academia de los maestros Guiseppe Bezzuoli y Benedetto Servolini.

En 1852, el Presidente José Rufino Echenique, sucesor de Castilla, posó para sus bastidores, esto es durante el gobierno que inició en 1851 y entonces renovó la pensión del artista. De esta forma Montero regresa por segunda vez a Europa, nuevamente a Florencia y pasa después a Francia; pero aquel beneficio culminó abruptamente con la batalla de La Palma (5 enero, 1855) la derrota de Echenique y su inmediata deposición por el victorioso jefe de la Restauración, el mismo general Castilla. Montero queda entonces sin recursos y retorna a Lima en 1856.

Su fama acreció en la capital peruana con la factura de retratos de personajes de la sociedad y temas de extracción clásica. No fue vasta la producción de Montero, por el contrario resultó escasa. En 1860 se realizó en Lima la primera exposición de pintura, y el artista participó presentando 19 cuadros que le valió una nueva beca del gobierno para que continuara sus estudios en Italia y Francia; radicó en Florencia, después viajó a Cuba, donde estableció un concurrido estudio en La Habana. Había vuelto por tercera vez a Europa.

Los Funerales de Atahualpa

En Florencia emprende su famosa obra, es allí donde con tesón y acusado acento academicista se ocupó de trasladar al lienzo y al óleo, en proporciones generosas, (350 x 430 cm) uno de los momentos dramáticos de la conquista del Perú: aquél cuando habrían tenido lugar las exequias del emperador inca para quien Pizarro ordenó vil garrote, pese haber obtenido el codicioso conquistador extremeño cuantioso rescate en oro, impresionante recaudo, posiblemente uno de los mayores que haya pagado cautivo alguno desde la más remota antigüedad.

El cuadro de proporciones generosas, hermosamente enmarcado, decorado en pan de oro lleva el nombre del acontecimiento histórico: Los Funerales de Atahualpa.

Ejecutado con factura académica de marcado dramatismo, conforme lo aseguran los expertos, efecto que tampoco pasa desapercibido para los profanos, resulta la versión histórica dada a conocer por cronistas de la conquista y explicados literariamente por Guillermo Prescott; pero usando, con libertad o licencia, de los cánones de la historia del arte elementos no correspondientes a la cultura inca ni ajustados a la raza cobriza del pueblo conquistado.

Con relación a estos mortales despojos imperiales, describe el hecho el historiador norteamericano Prescott en La Conquista del Perú:

[…] “indígenas” lloran y tratan de acercarse al cadáver del Hijo del Sol. Los soldados contienen al desordenado tropel de mujeres que interrumpen la ceremonia religiosa. Se celebraron sus exequias con gran solemnidad. Pizarro y los principales caballeros asistieron de luto, y las tropas escucharon con devota atención el oficio de difuntos, que celebró el padre Valverde. Interrumpieron la ceremonia muchos gritos y sollozos que se oyeron a las puertas de la iglesia, las cuales abriéndose de repente, dieron entrada a gran número de indias esposas y hermanas del difunto, que invadiendo la gran nave, rodearon el cuerpo diciendo que no era aquél el modo de celebrar los funerales de un inca y declarando su intención de sacrificarse sobre su tumba… Después las intimaron que se saliesen de la iglesia, y muchas de ellas al retirarse se suicidaron con la vana esperanza de acompañar a su amado señor en las brillantes mansiones del sol […]

De ello habría resultado esta versión pictórica que presentamos en dos partes, para ensayar alguna descripción por separado:

Las concubinas de Atahualpa

  LAS CONCUBINAS, MUJERES Y HERMANAS DE ATAHUALPA

Con excepción del monarca, exangüe en su litera con ropajes ajustados al atuendo inca, con grilletes, aherrojado a su lecho mortuorio posiblemente para mantenerlo a salvo, las mujeres que plañen con desesperación son modelos latinas con atuendos latinos tomadas de la pintura en boga del siglo XVI. También las columnas, de forzada hechura contrastadas con los muros de clásicas hornacinas trapezoidales incásicas, son producto de imaginación y composición venidas en socorro.

Resulta justificada la necesidad de improvisar que tuvo Montero, dado que el conocimiento de la cultura inca no había alcanzado por entonces los niveles que hoy son de dominio general. Destacan otros aspectos sin embargo: Soberbio el porte de Pizarro, caballero de larga y canosa barba, que acusa la gravedad del momento vestido de oscuro, sombrero en mano; mientras activos y expresivos tonsurados dominicos rezan el responso; tan elocuente el gesto del prior Valverde que trata de convencer a una aflictiva concubina como enérgico el de los alabarderos para contener el tumulto que pugna por llegar al catafalco.

Pizarro y Aahualpa

PIZARRO Y ATAHUALPA

Deseoso de exponer su obra, posiblemente bien calificada por la exigente y entendida critica florentina, Montero decide llevarla al Perú en 1867. Emprendió el largo recorrido desde tierra toscana por el Mediterráneo, con posible partida, lo decimos usando imaginativamente de algún lógico itinerario que tiene por partida Génova y escalas en Marsella, Barcelona y Cádiz para cruzar luego el proceloso Atlántico y tocar en Río de Janeiro donde, precedido de la fama, hubo de exponerla en el Teatro San Pedro con gran suceso y homenaje ofrecido por la colonia italiana. En Buenos Aires se exhibe el lienzo desde octubre de 1847 hasta febrero del siguiente año, allí se mantuvo el mayor espacio de tiempo registrado de ese lado de América del Sur; pasa luego a Montevideo. La recaudación ayudó en mucho a la transportación hasta el Pacífico y el puerto del Callao, donde arriba en septiembre de 1868.

La muestra en Lima tiene lugar en la Escuela Normal que registra la vista poco frecuente de 15 000 personas en muy corto tiempo.

Montero retribuyó la beca concedida por el Congreso de la República obsequiando el cuadro a esa corporación parlamentaria. Le fue otorgada una medalla, el premio de veinticinco mil soles y la pensión vitalicia de dos mil anuales.

Se dispone entonces la exhibición permanente de Los Funerales de Atahualpa en uno de los impresionantes espacios del Palacio de la Exposición. Allí, en ese recinto expresamente diseñado en Francia para la Exposición de Balta que tuvo lugar en Lima en 1872, quedaría fincada desde entonces su remota sede y registrado su detalle en inventarios.

En 1869, nuestro pintor preparaba su cuarto viaje a Europa; tenía en mente otro gran lienzo sobre otro tema de historia, La Rendición de Rodil, dramático episodio que tuvo como actor principal al brigadier español José Ramón Rodil y Gayoso en los albores de la independencia -militar que mantuvo firme la bandera española en los Castillos del Real Felipe dos años más allá de la batalla de Ayacucho- es en tales circunstancias de su partida cuando el artista es contagiado de la peligrosa y letal fiebre amarilla que azotó la costa peruana y el puerto del Callao.

Don Luis Montero Cáceres fallece produciendo consternación.

Pero aquel lienzo nacido en talleres florentinos por hábiles manos peruanas estaba destinado a otro viaje, esta vez uno forzado en hora aciaga para el país. En 1881, durante la ocupación de Lima, que habría de durar, desde el 17 de enero de 1881 hasta el 20 de octubre de 1883, la ciudad se vería despojada de importante acerbo patrimonial, entre ello el famoso cuadro que toma rumbo hasta Santiago del Nuevo Extremo, que es el nombre con que bautizó Valdivia a la capital de Chile.

Don Ricardo Palma Soriano, convertido en reconstructor por entonces de la Biblioteca de Lima, ahora Biblioteca Nacional, acude al criterio del presidente de Chile, Domingo Santa María con el que guardaba amistad y consigue la devolución del cuadro de Montero cinco años después de aquella forzada partida.

Ahora, 146 (2010) años después del viaje desde la lejana Florencia el óleo sobre lienzo, clasificado dentro del género conocido como pintura de historia, está sometido a una cuidadosa restauración por mano experta con la contribución internacional, en el Museo del Palacio de la Exposición, hoy Museo de Arte de Lima (MALI) que utiliza tecnología del momento y aceptando vistas del público. En mis años escolares aquel cuadro, o la única copia oficial que se ordenó, pendía, si mal no recuerdo, de la pared de la escalera que conducía a la hemeroteca ubicada en el sótano de la anterior sede de la Biblioteca Nacional en la avenida Abancay. Resultaba impresionante.

Notas académicas tomadas del brochure oficial:

* En el siglo XIX la pintura de historia, el género más prestigioso en la jerarquía de las artes plásticas, había ampliado su rango más allá de las tradicionales escenas de la Biblia o de la antigüedad clásica para abarcar episodios de otros períodos y lugares.

* El pintor Luis Montero (San Miguel de Piura, 1826 – Callao, 1869) fue uno de los primeros artistas americanos en intentar representar la historia local en su obra Los funerales de Atahualpa, cuya compleja composición integra de manera eficaz treinta y tres figuras.

* Esta gran pintura es reconocida así como una pieza inaugural de la pintura de historia en América del Sur.

* Por su enorme formato, su inédito tema local y el dramatismo de la escena representada, el cuadro cautivó a la crítica europea y americana. En el largo recorrido que la trajo de Florencia a Lima, dejó una amplia estela de influencia que tendría una importante repercusión en tanto en el desarrollo de la crítica de arte como en la de la pintura de historia de la región. Esta exposición, organizada con el Congreso de la República del Perú, busca conservar esta obra y recuperar su compleja historia. Un equipo internacional de investigadores trabaja ahora en Argentina, Brasil, Italia y Uruguay para dar forma a un libro documentado sobre esta pintura.

* Luis Montero Inspirados por una nueva concepción estética, los artistas nacidos tras la Independencia buscaron marcar una ruptura con la tradición del arte virreinal, para inscribirse en el ámbito cosmopolita de la pintura europea. Al igual que otros pintores de su época, como Francisco Laso o Ignacio Merino, Montero viajó a Europa en busca de la formación profesional que no podía recibir en su propio país, donde no existían entonces ni academias ni museos.

* Con el apoyo del Gobierno, entre 1848 y 1850 realizó sus primeros estudios en Florencia con los maestros Guiseppe Bezzuoli y Benedetto Servolini. A su retorno al Perú en 1851 presentó El Perú libre, obra que obsequia al gobierno peruano, y La matanza de los inocentes, grandes lienzos que señalaban ya su madurez como pintor. Un segundo viaje lo lleva nuevamente a Italia, de donde pasa luego a La Habana, antes de regresar al Perú en 1859. Hacia 1862 emprende su tercer viaje a Italia. Montero solo volverá a Lima en 1868 para presentar lo que sería su obra maestra, el enorme lienzo de Los funerales de Atahualpa, que le consiguió la consagración definitiva. Poco después fallece en el Callao, víctima de la fiebre amarilla. Estaba por emprender nuevamente viaje a Europa, para realizar otra gran pintura de historia, La rendición de Rodil, una escena emblemática del fin del dominio español en América

* La escena representada La elección del tema es el primer asunto que determina el éxito de un cuadro de historia.

Síntesis de la cronología del viaje del famoso cuadro

 * Abril, 1867.- Los Funerales de Atahualpa se exhibe en el taller del pintor en Florencia. Poco después emprende el viaje a América del Sur.

* Agosto, 1867.- Se exhibe en el salón del teatro San Pedro en Río de Janeiro. La colonia italiana ofrece un banquete al pintor.

* Octubre, 1867.- En Buenos Aires se exhibe en el almacén de Fusoni Hnos. hasta fines de febrero del año siguiente. Pasa entonces a Montevideo.

* Septiembre, 1868.- Montero llega a Lima. Su cuadro se exhibe en la Escuela Normal hasta fines de octubre. Se estima que 15 000 personas visitaron la muestra.

 * Noviembre, 1868.- Montero obsequia su cuadro al Congreso de la República.

* Julio, 1872.- Junto con otras obras procedentes de la Biblioteca Nacional la obra se instala en el Palacio de la Exposición. La imagen del cuadro ilustra el billete de 500 soles emitido por el Banco Nacional.

* 6 de junio, 1881.- El Alcalde de Lima, coronel Rufino Torrico, en oficio expresa: […] Lima, 6 de marzo de 1881.- Señor D. D. Melitón Porras. Director del Hospital de la Exposición. En sesión de la fecha y atendiendo a que la Municipalidad carece de fondos que se requieren para subvenir a los gastos que demanda el Hospital de Sangre de la Exposición; y que es de imperiosa necesidad procurar esos fondos, pues así lo exige un deber humanitario y patriota: se resuelve, acéptese la idea propuesta por el Sr. Dn. Pedro Bartinelli, director de dicho Hospital en el oficio que se acompaña y en consecuencia autorizase la venta del cuadro al óleo que representa la muerte de Atahualpa que existe en el local de la Exposición, para con su producto atender a dichos gastos pagando de preferencia las deudas que existen pendientes. Que me honro comunicar a UD. para su inteligencia y cumplimiento. Dios que a UD. (Firmado Rufino Torrico.) […]

* Julio, 1881.- Lima, ocupada por tropas chilenas. El cuadro, junto a otras obras del Museo Nacional incluyendo El Perú Libre, de Montero, es llevado a Chile.

* Enero, 1885.- Es devuelto al Perú por el presidente Domingo Santa María y la gestiones del jefe de la Biblioteca de Lima, don Ricardo Palma Soriano.

* Junio, 1885.- Se traslada temporalmente a la Biblioteca Nacional para ser copiado a tamaño original por el pintor belga W. Faget. En este lugar lo vería Rubén Darío, durante su visita a Lima en 1888.

* 1906.- Con otras piezas que integran la Galería Municipal de Pintura, se instala en una de las salas del Museo Nacional establecido en el Palacio de la Exposición donde permanece hasta hoy.

* 1935.- Se emite el sello postal con motivo del IV Centenario de la Fundación de la ciudad de Lima (Enero 18 1535 – 1935) con la estampa de los funerales.

* 2010.- MALI, Una Historia Recuperada: Los Funerales de Atahualpa de Luis Montero. Del 22 de octubre de 20 10 al 1 de mayo de 2011.

Dos muestras de la escasa producción de Montero:

Retaro de Anciano. Luis Montero

 RETRATO DE ANCIANO

 Venus Dormida, L. Merino

VENUS DORMIDA

Créditos y Fuentes

La Conquista del Perú (1851). De Guillermo Hickling Prescott (1796–1859) Historiador norteamericano nacido en Salem, Massachusetts. Su abuelo Guillermo Prescott servido como coronel durante Guerra revolucionaria americana. Con problemas en un ojo por un accidente en la Universidad de Harvard, donde se graduó en 1814. Realizo un extendido viaje por Europa y a su vuelta se casó, abandonó la idea de la carrera legal para dedicarse a la literatura. Después de diez años del estudio, publicó en 1837 su Historia de Ferdinand e Isabella, que lo colocó de inmediato en un alto lugar dentro de los historiadores. En 1843 siguió con la Historia de la conquista de México, y en 1847 por la Conquista de Perú. Su obra en tres tomos sobre Felipe, III volumen apareció 1858, fue dejada inacabada. Un ataque de apología en 1859 fue la causa de su muerte.

Sus severos trabajos de investigación, le caracterizaron por una energía narrativa admirable, basados en sus propias investigaciones sobre documentos inéditos en archivos de España. Prescott era un hombre del carácter amable y benévolo; gozó de la amistad de muchos de los hombres más distinguidos de Europa así como de América. Su biblioteca especializada llegó a sumar millares de libros.

Trabajos publicados

La historia de Ferdinand y de Isabella

La conquista de España

La conquista de México

La conquista de Perú

La historia de Philip II

Diccionario Enciclopédico del Perú. Tomo III, Juan Mejía Baca. Lima, 1966.- Montero, Luis.

Diccionario Histórico Biográfico Peruanos Ilustres, Camila Estremadoyro Robles, Lima, 1987.

Internet

MALI (Museo de Arte de Lima)

http://www.mali.pe/agenda_detalle.php?id=8

http://www.jdiezarnal.com/artepinturafuneralesatahualpa.html

http://www.slideshare.net/ETNILUMIDAD/zz-2-15-luis-montero-caceres-pintor-peruano-n-30

http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/alma_mater/2000_n18-19/retrato.htm

http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/alma_mater/2000_n18-19/retrato1.htm

http://galeon.com/piuraylaconquista/atahualpa07.htm

http://www.ccsm-unmsm.edu.pe/arte/expo_miguel_garcia.htm

http://blog.pucp.edu.pe/item/115713/la-toma-de-cajamarca-y-la-captura-del-inca

Publicado por Luis Siabala Valer

Crónica de un viaje complicado

MIÉRCOLES, 23 DE JUNIO DE 2010
A don Pedro Li Ormeño

Mariano Ignacio Prado Ochoa

 General Mariano Ignacio Prado Ochoa, Presidente de la República
(Huánuco, 18 julio 1826-París, Francia, 1901)
 Fleca

 Por lo visto el viaje de Prado en momentos cruciales de la guerra del Salitre aún no termina… 131 años después de su partida sigue la discusión (2010)

El diario El Comercio, el día 19 de diciembre de 1879 en su nota editorial, expresó con relación a este famoso viaje ésta que aquí se glosa:

Asombro, por no expresar indignación ha causado en todos los círculos la partida del general Prado, quien con el alba, ocultando los alcances de tan deplorable conducta, en la mañana de ayer y a bordo de una fragata de bandera norteamericana, ha zarpado del puerto de Pisco, con rumbo a Europa. Las circunstancias de este censurable viaje que ha contado con la permisión del congreso no pueden dejar de considerarse en las actuales circunstancias que el país confronta una guerra, un acto de deserción de la primera autoridad nacional. Su condición de militar, además de general en jefe del ejército aliado le obligaban a permanecer al frente de los destinos nacionales y no optar por la dejación de esos sagrados deberes escudándose en el pretexto que su presencia habrá de favorecer los créditos en los Estados Unidos y en Europa, para adquirir las armas necesarias que urge la nación para la consecución de la guerra. Consideramos que para el caso suficiente garantía y solvencia moral la tienen las comisiones Althaus y Canevaro, designadas para atender este servicio y que ya se encuentran operando en esas plazas […]”

¡Qué pasó, por qué razón el decano de la prensa nacional se mostró tan molesto e inquisitivo en aquella oportunidad!

Hoja de vida del general Prado, en síntesis:

1826 18 de julio, Nace en Huánuco, segundo hijo de don Ignacio Prado Marín y de doña Francisca Ochoa Tafur, miembros de una destacada familia criolla de Huánuco.

1837-1845 Estudios de filosofía y matemáticas en Huánuco. En Lima, Convictorio de San Carlos. Interrumpe sus estudios por la muerte de su hermano mayor y se aboca a los asuntos agrícolas de las tierras patrimoniales.

1853 Se traslada a Lima. Cuenta con 27 años de edad.

1854 Capitán de la Guardia Nacional, es apresado el 1 de enero por exponer su crítica de los asuntos hacendarios, especialmente marcados por el pago de la llamada Deuda de la Consolidación, en pleno ejercicio del gobierno de don Rufino Echenique. Es desterrado a Chile el 29 de marzo pero logra desembarcar en Arica y se presenta ante Castilla en Arequipa el 20 de mayo.

Promovida la revolución liberal es enviado a Huancavelica, Acobamba, para hostigar a las tropas del gobierno. Sostiene con valor, el 2 de agosto durante 12 horas, el ataque de las fuerzas del gobierno deseosas de pasar el puente de Izcuchaca, Tayacaja, dando tiempo a que los revolucionarios consoliden sus posiciones y aprovechen de esta coyuntura táctica para tomar rumbo a la capital.

Por esta acción de armas es ascendido a sargento mayor. Tiene 28 años de edad. Luego se bate en Chongos, Chupaca y Llocllapampa; en Yauli captura parque y caballos a las tropas leales al gobierno, el 19 de octubre, acción que le promueve a teniente coronel. Los ascensos vienen rápido.

1855 El 5 de enero toma parte de la batalla de La Palma que pone fin al gobierno del general Rufino Echenique Benavente (1851-54 1854-55) quien busca asilo en la legación de Estados Unidos.

Llamada la Convención Nacional, Prado es elegido diputado por Huánuco.

1856 Se encuentra en el servicio activo al mando del regimiento Lanceros de la Unión.

1857 Contribuye a la reacción de Trujillo contra el movimiento iniciado en Arequipa del general Manuel Ignacio de Vivanco y de esta forma consolida el norte a favor de Castilla.

En Lima protesta por la violenta disolución de la Convención Nacional. Castilla lo envía a romper las defensas que había construido Vivanco en Arequipa.

1858 Participa en decidida acción en el asalto a la ciudad de Arequipa, el 6 de marzo, cuyo pueblo había asumido partido por Vivanco; se pelea calle por calle y casa por casa con gran pérdida material y humana. Tomada la ciudad del Misti Prado asciende a coronel.

1858-1859 Prefecto de Tacna y Prefecto de Arequipa, al restablecerse la categoría de departamento que le había sido suprimida a la Blanca Ciudad por su rebelión contra el régimen constituido.

1859 Toma de Guayaquil, el 29 de diciembre, por la declaratoria de guerra con la Gran Colombia. Manda el regimiento Lanceros de la Unión.

1862 Termina su acantonamiento en Piura y pasa a Chiclayo.

1863 Prefecto de Tacna.

1864 Prefecto de Arequipa.

1865 Encabeza el movimiento Restaurador para poner fin al gobierno del general José Antonio Pezet y el infame Tratado Vivanco-Pareja.

El 25 de junio con el pronunciamiento de Puno adopta el título de Jefe Supremo Provisorio, pero reconoce al general Pedro Diez Canseco sucesor legal del presidente depuesto y coloca a sus órdenes el Ejercito Restaurador en Ayacucho el 24 de junio.

El 6 de noviembre ocupa Lima y apoyado por el ejército asume la dictadura el 28 de noviembre. Abre campaña contra la escuadra española en aguas del Pacífico, enviada por la reina Isabel II con la mal disimulada intención de recuperar sus viejas colonias de América Meridional.

Promueve con este propósito y suscribe la Cuádruple Alianza con Chile (5 de diciembre), Ecuador (30 enero de 1866) y Bolivia y declara la guerra a España el 14 de enero de 1866.

1866 El 2 de mayo, el pueblo del Callao, sólidamente reforzado por peruanos y extranjeros, expulsa a la escuadra española de aguas del Pacífico después de un nutrido y severo duelo de artillería. Prado ya tenía 40 años de edad.

1867 El 28 de agosto convoca al Congreso Constituyente para dar fin a la dictadura.

El 31 de agosto se vota la nueva Constitución y es proclamado Presidente de la República.

El 22 de septiembre estalla la revolución en Arequipa y el 6 de diciembre en Chiclayo. Derrotadas sus fuerzas renuncia el mando por presión del Congreso.

1868 Viaja a Chile.

1872 Al asumir el mando el partido civil con Manuel Pardo Lavalle, nuestro biografiado retorna y alcanza el grado de general de brigada a los 46 años de edad.

1874 Diputado por el Callao. El presidente Pardo lo envía a Europa para negociar con los tenedores de los bonos de la deuda externa.

1875 El 7 de julio queda restablecido el crédito del país.

1876 El 2 de agosto, por elecciones, asume la presidencia de la república.

1877 Mariano Ignacio Prado tenía en arriendo perpetuo una propiedad de Guillermo Gibson Délano. Esta hacienda llamada Maquehua se encontraba en Arauco, en el río Carampangue en Chile.

Prado pagaba 50 centavos por cada tonelada de carbón. Al fallecimiento del propietario, ese año, compra subvaluado el fundo Maquehua a la familia de Guillermo Gibson Délano quien era concuñado y deudor de Agustín Edwards Ossandón político chileno y prominente prestamista “habilitador” de mineros. [1]

1879 El 5 de abril, Chile declara la guerra al Perú.

El 18 de diciembre, perdido el Huáscar en Angamos (8 de octubre) e invadida Tarapacá, luego de la toma de Pisagua (11 de noviembre), con anuencia del Congreso de la República, cuya mayoría civilista le es adicta, viaja a Los Estados Unidos en una fragata de ese país, por el puerto de Pisco.

Sería portador de un importante caudal producto de erogaciones con el propósito de adquirir pertrechos, en especial una nave de reemplazo del glorioso monitor de Grau. Los datos de esta erogación se habían publicado, día a día, con detalle del monto y la especie.

1880 Enterado de lo impopular de su partida lanza una proclama desde Nueva York donde puntualiza las razones de su salida. Depuesto el vicepresidente general Luis La Puerta de Mendoza. Vicepresidente del Consejo, encargado del mando (1879, 1867-68, 1879) por el caudillo Nicolás de Piérola Villena, el nuevo gobierno declara a Prado traidor y le suprime el grado de general y la ciudadanía.

1883 El 20 de octubre se firma, por plenipotenciarios chileno y peruano, en la caleta de Ancón, el tristemente célebre Tratado que lleva el nombre del balneario, mediante el cual se termina la ocupación del Perú y se accede a la cesión de los territorios de Tarapacá hasta Tacna.

El Perú no recibe adquisición o pertrecho alguno proveniente del general Prado.

1887 Luego de permanecer en Guayaquil retorna al Perú y poco después es miembro prominente de la empresa de fuerza eléctrica de Lima y posteriormente la Cia. de Tranvías. [2]

1901 A la edad de 75 años fallece en París, Francia.

Había estado casado con la dama arequipeña doña Magdalena Ugarteche Gutiérrez de Cossío; y mantuvo compromiso con Casilda Lunares y María Avelina Gutiérrez.

Sus tres hijos mayores que tomaron parte activa en el teatro de guerra fallecerían, el capitán Grocio Prado en la batalla de Tacna, Justo Prado, de tuberculosis durante la cruda campaña de la Breña, mientras que Leoncio Prado encontraría gloriosa muerte tras la batalla de Huamachuco al ser fusilado por el ejército chileno a órdenes del coronel Alejandro Gorostiaga; antes de morir escribiría la siguiente carta a su padre:

«Huamachuco, julio 15 de 1883. Señor Mariano Ignacio Prado. Colombia. Queridísimo padre: Estoy herido y prisionero; hoy a las a las 8:30 debo ser fusilado por el delito de haber defendido a mi patria. Lo saluda su hijo que no lo olvida. Leoncio Prado»

Un movimiento, iniciado en 1945 ha tratado, sin éxito, de limpiar las graves dudas que pesan sobre quien habiendo cosechado triunfos militares, al lado de su protector el benemérito Libertador Mariscal Castilla, dejó el país en momentos difíciles, permitiendo de esa forma que el mando de los ejércitos aliados pasare a manos del presidente de Bolivia, conforme se había estipulado en el Tratado defensivo de 1873; las consecuencias de una derrota y el estigma de un acto de corrupción, jamás probado pero tampoco esclarecido en la jurisdicción de los tribunales.

2010 Hasta la fecha, no se conoce, salvo conjeturas, o la propia comunicación del presidente a un amigo en Lima, según se puede ver de uno de los documentos “inéditos” «hallados» y publicados por Luís Humberto Delgado Coloma. (Guerra entre el Perú y Chile – 1879. De la historia del general Mariano Ignacio Prado con documentos originales e inéditos Lima: Editores Ariel S. A. tercera edición, 1965. pp. 335-336) [3] qué suerte habría corrido el monto del caudal que se le habría confiado.

El Perú ha tenido a la vista el caso de una familia que con el tiempo formaría el poderoso Imperio Prado [4] que únicamente declinó con la llegada al poder del general Juan Velasco Alvarado y su frustrada revolución jamás definida ni consolidada.

Historiadores de crédito [5] y algunos que merecen cuestionamiento [6] han tratado, en sendas publicaciones, justificar la ausencia en mala hora del general Prado y el hecho, no probado, que jamás habría dispuesto monto alguno procedente de erogaciones o del erario nacional.

Sin embargo, la condenación pública siempre dispuesta a juzgar prima facies y con ese objetivismo primitivo no exento de certeza (Vox populi, vox Dei), pesaría sobre estos inteligentes intentos de escritores y periodistas.

Es el clásico juicio de la Historia por hechos jamás ventilados en causa pública. Hay otros tristes ejemplos.

 

Fragata Novara, 1850

Creditos y notas

Diccionario Enciclopédico del Perú. Tomo II, Alberto Tauro. Edi. Mejía Baca. Lima, 1966

[1] Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Agust%C3%ADn_Edwards_Ossand%C3%B3n

Mazzei de Grazia, Leonardo (2000). Gestiones empresariales de un norteamericano en Concepción en el siglo XIX: Guillermo Gibson Délano. Santiago de Chile: Universidad de Concepción.

[2] […] Historia de la electricidad en Lima. Internet.

La electricidad llegaría a Lima en la penúltima década del siglo pasado luego de una historia de iluminación en base a hachones de madera untados con grasa, lámparas de aceite, mecheros de kerosene y, a partir de 1857, iluminación a gas. De esto ya hace más de 110 años.

Por concesión municipal, el 15 de mayo de 1886 se inauguró el alumbrado público eléctrico que iluminó la Plaza de Armas, los jirones Unión y Carabaya, el puente, la bajada del puente y la Plaza de la Recoleta. La corriente procedía de una planta a vapor de 500 h.p. instalada frente al Parque Neptuno, hoy Paseo de la República.

Hacia 1895 se instaló la Empresa Transmisora de Fuerza Eléctrica, con planta en Santa Rosa de la Pampa, en la margen izquierda del Río Rímac. La primera transmisión se efectuó el 6 de agosto a las once de la mañana. Posteriormente, la Sociedad Industrial Santa Catalana absorbió los capitales constitutivos de la Empresa Transmisora y la compañía asumió el nombre de Empresa Eléctrica Santa Rosa bajo la dirección de Mariano Ignacio Prado.

En 1899 había formado la Sociedad de Alumbrado Eléctrico y Fuerza Motriz, con la planta y Piedra Lisa a la margen derecha del río Rímac. En abril de 1900, Santa Rosa se comprometió a la instalación de 4,500 lámparas. Para 1901, el alumbrado comprendía 1800 postes y el servicio particular, 8500 luces.

En 1902 su número llegó a 10 mil lámparas destinándose gran parte de la producción hacia Miraflores, Barranco y Chorrillos. En ese mismo año se instaló la Planta Térmica en Lima tambo para el primer ferrocarril eléctrico del Perú, el de Chorrillos inaugurado en 1904. […]

[3] Aquí el tenor del «descubrimiento» de Luis Humberto Delgado: New York, julio 10 de 1880 Sr. Don Manuel Barinaga. Muy señor mío: Por diferentes conductos he sabido, que Ud. y su compañero don Miguel Iglesias, de secreto en secreto van propalando por todas partes que Piérola tiene documentos que prueban haberme valido yo del Gobierno argentino para que mediase con el de Chile a fin de ajustar la paz. Y que lo hice por consideración al Presidente de Chile, que es mi compadre.

Sólo Piérola en su empeño de engañar al pueblo disculpándose conmigo, es capaz de imposturas tan ridículas. Él jamás presentará hechos, ni documentos que obren contra mí, como Director de la Guerra, ni como Presidente de la República. No me he valido de Gobierno alguno para ajustar la paz, ni el Presidente de Chile es mi compadre, ni mi amigo; lejos de eso, en las elecciones para Presidente, mis simpatías manifestadas por la prensa fueron a favor de don Benjamín Vicuña Mackenna.

El tal Piérola y sus secuaces dicen también, que después de haberme locupletado con la Hacienda Pública, me traje del Tesoro £ 180,000. Esta suposición es tan ridícula como las demás. Nunca tomé del Tesoro un peso más de mi sueldo, ni especulé con el destino, ni hice con alguien arreglo, combinación o negocio alguno, por el que reportase yo la más mínima utilidad. Faculto a cualquiera que me afronte lo contrario.

Como todos pueden tener seguridad de que cuanto Piérola diga o haga decir contra mí, es indebido y calumnioso: que en mi vida pública no he hecho otra cosa que servir a mi Patria con absoluta abnegación y pureza, y en fin, que la habría salvado indispensablemente, sin la fatal revolución que ese desgraciado hizo.

No me extraña que por disculparla, recurra a semejantes medios: lo que me extraña es que V. V. de cualquier modo que sea, con inocencia o sin ella, secunden a ese farsante en su ruin intento.

¿Qué dirá V.V. si después de la inculpación que me hace, después de tantos ofrecimientos y bravatas para vencer y acabar con el enemigo, si después de prometer cortarse la mano antes de firmar la paz, resultase firmándola él mismo?

¿Qué dirán todos, si al efecto, se valieron como acostumbra, de una farsa para aparentar que el pueblo le pedía y lo obligaba?

Ya lo veremos… Mientras tanto me suscribo a Ud.

Atento S. S.

MARIANO I. PRADO

[4] Felipe Portocarrero S. «El imperio Prado», 1890-1970

[5] Jorge Basadre, Mariano Paz Soldán y Sir Clement Markham, consideran estas acusaciones como calumniosas aunque critican el actuar de Prado al decidir ausentarse del país en un momento tan sensible para la opinión pública por muy nobles que fueran sus objetivos.

La defección de Hilarión Daza, presidente de Bolivia, por la cañada de Camarones que dejó sin refuerzos a los aliados en San Francisco (Noviembre de 1879), le costó el mando y pagaría años después esa traición con la vida, a su retorno de Europa a manos de un sicario boliviano en las frías punas de Uyuni, al intentar retornar a su patria de incógnito.

[6] Luis Humberto Delgado Coloma. Historiador y periodista nacido en Sullana 1899. Fallecido en Lima. Empleado del Congreso de la República; de fecunda imaginación y recursos; en 1946, lo designan delegado del Perú ante la UNESCO. Autor de más de veinte obras. Hábil para escribir a solicitud, de ellas para el alcalde don Isaías Garrido Ugarte al conmemorar la provincia de Sullana 25 años de creación política, “El Terruño, historia de Sullana”, con un apéndice sobre la ciudad de Piura (1936). “Fuego y sangre” (novela). “Vida de José Enrique Rodó”. “América trágica”. “Historia Republicana del Perú.” “La obra de Francisco García Calderón”. “Historia de Grau”. “Visión del Cuzco y canto a Lima”. “Poema triunfal”. “El suplicio de Ariel”. “La vida de Víctor Hugo” publicada en El Comercio, mayo de 1935. “Italia en África”. “Símbolo de la muerte”. “Fin de la guerra en África”. “Las guerras del Perú”. “El drama del matrimonio”. “Historia del Senado del Perú 1829 a 1929”. “Ella y yo”. “La cama 19”. “Mi divorcio y mis hijos”. “El hombre de dos caras”. “Vida de Jesucristo”, Guerra entre el Perú y Chile- 1978. De la Historia del General Mariano Ignacio Prado, con documentos auténticos e inéditos producto de una intensa búsqueda a tenor de su prologo; es uno de los demitificadores de Mariano Ignacio Prado.

Publicadas por Luis Siabala Valer Hora 18:02:00

Tienta de utreras

 

Armas de los Borbones

 

Carta, de los días de  la invasión de Napoleón a España; respuesta a Los del Jaral, escrita para quienes gustan de la tauromaquia y también, con todo respeto, para los que la repudian o la desconocen

Toro bragado

Señor de Noblecilla, entrañable marqués y amigo:

Que placer leeros y saber de vuestras peripecias en Madrid.

Por estos días de luto y congoja noticias como la vuestra son linimento y cura para los males. Vaya yo a saberlo y sentirlo. No tengo en mi haber mejores informes que aquellos de la valiente prueba de los jiennenses de nuestra amada Andalucía dando muestras de su coraje sobre los franceses; siempre lo fueron, tanto osados como valientes, no en vano reza el refrán: «Para los toros del Jaral, los caballos de allí mismo» si de alguna forma debemos entender a nuestro pueblo será respetando sus tradiciones. ¿Que no se les permita un encierro?, ¿Que quiera limitárseles a esos duros aldeanos de las Alpujarras la dicha de los capotes? ¡Inconcebible señor mío!

Una avanzadilla del general Jean de Dieu Soult, que es la que me aseguran se aventuró por Jaén y alrededores, se hizo presente por Badajoz con dirección a tierras lusitanas, va ya para un mes y ahora me explico la cautela con que lo hizo. Se tiene conocimiento que guerrilleros a las órdenes del tan buscado Juan Martín a quién apodan El empecinado le habían tendido una emboscada por los desfiladeros de Despeñaperros en Sierra Morena con fuertes bajas para ese invasor. – Mon Dieu, ces paysans terribles!

Por noticias de los sucesos de Bayona, traídas entre tropezones y ocultamientos, he podido conocer que su majestad Fernando, ahora prisionero en Valençy, pasa sus larguísimos días ocupado como siempre con las agujas del crochet dándole a la calceta. ¡Regia ocupación! Que si alguien lo hace mejor, nadie como él. No creo que sea desconocido para Vd. que las cartas de don Manuel Godoy, el defenestrado favorito del rey Carlos IV, son las que me tienen al tanto de estos detalles, gracias a la vieja amistad que nos acerca.

También tengo por conocido que no deja de preocupar a su majestad menudo asunto, aquel de los movimientos del pueblo en su ausencia. Me lo han asegurado, y claro que el motivo de preocupación para tan excelsa persona lo tiene que ser también para nosotros, como que los grandes de España y los primos del rey, sentimos igual desasosiego, no tanto por la presencia francesa, que sí por las llamadas juntas generales, que a la sola insinuación de algún alzado se están formando en todos los pueblos. ¡Pretextos, amigo mío, únicamente pretextos! Pero también por la de aquellos diputados a las Cortes de Cádiz, venidos desde las provincias de ultramar, que los hay del Perú, de Nueva Granada, de Charcas, de La Plata, de Nueva España, con propósitos que para nuestros caros intereses nada bueno habrán de aportar, téngalo Vd. por seguro.

Pero es que el desgobierno y la anarquía, con las que el cielo ha querido castigarnos, no pueden ni podrán evitar al usurpador José I, por más bandos y fusilamientos que se proponga disponer desde Madrid, la justa reacción del pueblo. Este Bonaparte, no sólo es un intruso en nuestra tierra donde con desenfado apoya socarronamente las libertades constitucionales de los reformistas y que algunos aprovechan, sino, que los viejos y bien surtidos lagares de palacio corren peligro de secarse por el inmoderado gasto que hace del buen vino que allí se almacena; amén, como si fuera poco, por pretender secularizar aquella novedad que se la ha inventado de los tendidos de sombra, que por contraparte se deduce haberlos de sol, y este mandato para todas las plazas del reino. ¡Qué desfachatez!

Los liberales, sobre todo los que vienen de ultramar, han terminado por acaparar los principales cargos en las asambleas gaditanas, apoyadas, claro está, por los afrancesados sin disimulo alguno; se asegura que aquella chusma está dispuesta a votar una Constitución tan libérrima como le cuadra a los tiempos. Libertades e igualdades, ¡Qué va! ¡Váyase a saber el esperpento que de allí saldrá!. El cautiverio de sus majestades en tierras vascas, allende los Pirineos, muchas calamidades puede acaecer para España si se prolonga en demasía.

Pero permitidme, muy querido marqués, daros buenas noticias, que también las hay en medio de este embrollo. Preparándonos a la feria del veinticuatro de junio, como acostumbramos los pacenses, he podido, gracias a Dios, reunir las mejores utreras de mi dehesa y llevarlas al tentadero; pues recuerdo que hace algunos años tuve la fortuna de teneros como invitado, entonces pudimos alternar con muleta y capote durante toda una semana, y apuramos los tintos jerezanos que tanto gustan a Vd.

Por las restricciones habidas con los pastos, ocupados por las caballadas de las tropas gabachas, bastante estropicio y escasez estamos pasando, pero no lo suficiente para no atender con la pastura necesaria para nuestras reses bravas y cumplir los cometidos legados de nuestros mayores, que fama les asiste habernos formado entre los buenos ganaderos de estas tierras extremeñas. Mi anciano padre aún se da maña para dejar menuda protesta por asunto que no le cuadra en materia de crianza de reses que ataña a la defensa de su divisa. Severo censor el mío que no abandona las faenas del campo, y como cualquier mozalbete cabalga desde temprano arreando reses, con sus peones, desde los pastos a los abrevaderos. Bueno, Vd. lo conoce.

Algunos importantes invitados, de ellos los señores de Villanueva, vuestros parientes y vecinos de Cáceres, deseaban espectar, notablemente nerviosos, a su hijo, vuestro sobrino, el gallardo condesito Ramiro, quien, como cuadra a los novilleros tuvo su oportunidad con el capote, la muleta y una vaquilla. Notables comarcanos asistieron a la consabida tienta. ¡Qué va! El sol, el buen vino y la campiña saben disimular la guerra y todas las calamidades. Bendito sea nuestro suelo.

El joven Ramiro, quien apenas supera los dieciocho abriles, me había solicitado la primera utrera, para el día inaugural. Se la concedí gustoso, dado que a su natural compostura, desenvuelta y segura, se le agrega al mozuelo un talento especial para descubrir la nobleza, bravura y aquellas virtudes que buscamos los ganaderos en las novillas, especialmente utreras, futuras vacas madres con miras a nuestros sementales. Los lances que supo aplicar y su particular destreza nos han permitido observar las condiciones valiosas que anhelamos en nuestro ganado.

La primera que le salió de corrales, una bragada astifina, bellamente armada, buscó alegre los medios a la cita del mozuelo, quien, usando de algunos sencillos lances la llevó al picador. Había que probar su bravura. Percibido jinete y caballo, acudió la hembra arrancándose en largo, y así lo hizo una y otra vez, ausente a los puyazos o pese a ellos; ignoraba la garrocha que la hería sin amenguar su embestida; certificando con esto la casta firme de que estaba dotada, condición importante para engendrar becerros. ¡Bravura amigo, bravura!

gaonera_blogdetoros_comYa colocada en suerte la novilla, nuestro futuro espada fue a su encuentro muy quedo… paso a paso, luciendo un novísimo lance, tan elegante como temerario y que algunos suelen llamarle “de frente, por detrás”, que tiene de expectante como de pinturero, aprecie Vd.: Con la capa a la espalda le presentó el vuelo por un lado, estando la novilla frente al novillero, luego le cargó la suerte llegado a su jurisdicción para entonces embarcarla en la capa y llevarla toreando con remate hacia fuera, al tiempo que se dio vuelta para, de nuevo, presentarle la tela por el otro lado; así, repitió la suerte las veces que consideró oportuno. Aquí, un desplante. Nuevamente, esta vez con la muleta, en los límites del terreno de la hembra, nuestro jovenzuelo esperó y se dispuso por naturales… estoy seguro que los señores de Villanueva, pese a que quisieran alejar a su hijo de estos afanes, tendrán que habituarse más tarde con un futuro torero que tiene para famoso con mucha facilidad. La condesa mordiscando un pañuelo mal disimulaba su angustia de madre; el conde, atildado y sereno no perdía el trasteo de su hijo.

El condesito quiso ahondar aún más y a las veces que citó acudió pronta la bragada, todo esto en medio del obligado silencio del tentadero, pues sabido es que así lo tengo dispuesto por experiencia de ganadero, con lo fácil que cualquier ruido distrae a las novillas. En esto hay rigor y mucho cuidado. Hasta aquí puedo informaros que tratándose de acometida, búsqueda del engaño, ausencia de brusquedad y marcada codicia, fueron anotados por atributos notables los de aquella hembra, -en registros con el 97- Beltranita. Del lote aquél pocas novillas fueron descartadas, el resto pasó la estima.

Con este breve anuncio tenga Vd. conocimiento, apreciado marqués, de las calidades con que se estrenó, en la tienta de utreras, aquel joven sobrino suyo.

La familia estuvo alojada con nosotros hasta fines de mes. Con algo de cuidado por la situación nos dimos tiempo y, como es tradición, fuimos de montería en busca de perdices y ciervos de los que dimos cuenta.

Hasta aquí llego, amigo mío, me alegra reiterar que durante las festividades pude escoger para madres valiosas hembras que en su momento, de seguro, habrán de parir tan bravos ejemplares como aquellos del Jaral de tan grata recordación y que han dado que hablar por la región. Por estos tiempos el postillón no viene con la regularidad de antes, es posible que esta carta llegue a Vd. con notable retraso, añadido al que me ha tomado contestaros.

Salúdalo afectuosísimo, vuestro amigo y seguro servidor.

En Badajoz, a los 16 días de agosto del año de 1809.

(Fdo. -) El conde de la Montería

Al señor marqués de Noblecilla y Villanueva, don Felipe Baldetaro e Hinojosa.

Jaén

Fleca

Algo del vocabulario taurino, allegado y también histórico

Astifino, la cuerna con puntas agudas. Toro cuyas astas son finas desde la mazorca, continúan finas en su trayecto y termina en pitones afilados.

Bragado, aquella res que muestra alguna mancha blanca en el vientre, con relación a bragas o calzones. En Andalucía es común Abragado, desde antiguo.

Brega, la lucha o afán de habérselas con el toro bravo y en general todo lo que esta actitud representa de arrojo y también belleza.

Faena, en la plaza, las que efectúa el diestro durante la lidia, y principalmente la brega con la muleta, preliminar de la estocada.

Gaonera, lance llamado en la antigüedad, “por delante, desde atrás”, puesto en uso con notable habilidad por el diestro mexicano Rodolfo Gaona, con gran suceso. Lance en el que de frente al toro y con el capote a la espalda se le cita por uno de los dos lados y se interpreta como si de un natural o un derechazo se tratara. Ya citado por «Paquiro», es un lance que popularizó el mexicano Rodolfo Gaona, y que, al parecer, aprendió del banderillero Saturnino Frutos «Ojitos».

Juan Martín Díez, llamado “el Empecinado”, militar español, héroe de la Guerra de la Independencia española en la que participó como jefe de una de las guerrillas legendarias que derrotaron repetidas veces al ejército napoleónico.

Nicolas Jean de Dieu Soult, general del los ejércitos napoleónicos presente en España.

Utrera, novilla desde los dos años hasta cumplir los tres.

Por naturales, dicho de un pase de muleta que se hace con la mano izquierda y sin el estoque.

Tentadero, corral o sitio cerrado en que se hace la tienta, actividad está última para probar la bravura o condiciones de vaquillas y becerros, con fines de reproducción.

Publicado inicialmente el MARTES, 17 DE OCTUBRE DE 2006

Imágenes tomadas de INTERNET

Real Orden de Santiago

El Toisón de Oro

José de Armendariz
Don José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte
(1724-1736) Vigésimo octavo virrey del Perú

El gran collar que luce, el señor de Castelfuerte, es nada menos que el Toisón de Oro, una de las más antiguas preseas de España y posiblemente la más importante entre las europeas. Los reyes de España lo llevan. La orden de este nombre estaba instituida desde antiguo. El único Virrey del Perú que lo poseyó.  Aquí una imagen:

Insigne Orden del Toison de Oro

Insigne Orden del Toisón de Oro

De la más fina joyería y valor intrínseco, también constituye preciado símbolo; lo son cada uno de sus hermosos y bien labrados eslabones. Lleva pendiente un cordero, fina representación del vellocino de oro, aquél sueño o quimera de Odiseo más conocido por Ulises, el legendario argonauta, héroe de Homero, vencedor de Troya, marido de la fiel Penélope, padre de Telémaco y dueño de Argos, el viejo y ciego can, único ser que lo reconoció a su vuelta a Itaca.

Había emprendido Ulises la búsqueda de aquel vellocino por el mundo de la antigüedad griega con notable suceso y cuya apasionante narración ha llegado a nuestros días.

No poca cosa podría acaecer para cualquier poseedor un cordero cuya lana de oro creciera conforme se la esquilmara… acaso fuera fiel símbolo del ideal español.

En España, las noticias de la insurrección en el Paraguay, que terminaría con la captura y ejecución en Lima de su líder don José de Antequera caló hondo en la corte y se dispuso que para virrey era necesario enviar a un militar, en reemplazo del prelado virrey que tenía el virreinato del Perú hasta entones, Fray Diego Morcillo, arzobispo de Charcas.

Este había de ser, el marqués de Castelfuerte, don José de Armendáriz, natural de Ribagorza, Navarra, el más notable militar que vino a América del Sur (Mendiburu) y el único entre los virreyes que fue Capitán General, actor, en su época de las más importantes campañas militares del reino. Condecorado por sus hechos de armas con la Cruz de Santiago.

Era el marqués de un temple y carácter notables.

Recibió su nombramiento para el virreinato del Perú, se embarcó para su destino el 31 de diciembre de 1723 y entró en Lima el 14 de mayo de 1724. Gobernó con mano firme hasta el 4 de enero de 1736 fecha que le sucedió el marqués de Villagarcía. A su paso por Panamá tomó severas acciones para desposeer a los ingleses de cualquier pretensión. Desarmó a un navío de aquella nacionalidad que potencialmente se le reputaba corsario. Nada de ingleses con él.

En este preciso punto conviene exponer que la nobleza española, en época de los Habsburgos o Austrias menores (dinastía que empezó en el S XVI con Carlos I, quien pasó luego como emperador de Alemania, como Carlos V, hasta el desafortunado Carlos II, apodado el Hechizado, al finalizar el SXVIII que se prolongó con los borbones) en lo fundamental, estaba compuesta de la siguiente forma:

Los primos del rey

Los parientes del rey

Los grandes de España

A ninguna de ellas pertenecía, sin embargo, el marqués.

Bien, luego de esta parrafada de mito, leyenda e historia veamos de repaso la importancia que tuvo el citado representante de la corona en el virreinato del Perú y su dilatada jurisdicción civil, militar y eclesiástica:

Hechos notables:

• Fueron ejecutados en Lima el oidor de la Real Audiencia de Charcas don José de Antequera, y el alguacil Mayor de Asunción don Juan de Mena, lo que había de causar un sonado tumulto en la plaza mayor con los padres franciscanos que abogaban por el perdón del reo condenado a degüello, que el severo militar sofocó con el resultado, además de las ejecuciones anunciadas, de la desgraciada muerte de dos patrocinadores de las víctimas, ambos sacerdotes franciscanos.

• Se abren las dos portadas posteriores de la Catedral, que dan a la calle de Santa Apolonia, patrona de los sacamuelas, ergo dentistas de la época, de allí las tenazas que se muestran amenazantes hasta la fecha en el arco de esa puerta. San Cristóbal lo era la otra.

• Felipe V, después de los 11 años, 7 meses y 21 días de gobierno en el Perú le condecoró con el Toisón de Oro, a su retorno a España.

Las que siguen son las sabrosas notas tomadas de La tradición peruana, Pepe Bandos, de don Ricardo Palma Soriano, por José el nombre de pila del virrey y su profusa emisión de mandatos, órdenes y demás disposiciones que se publicaban en las esquinas de viva voz o en carteles.

• D. José de Armendáriz, natural de Ribagorza en Navarra, marqués de Castelfuerte, comendador de Montizón y Chiclana en la orden de Santiago, comandante general del reino de Cerdeña, y ex virrey de Granada en España, reemplazó como virrey del Perú al arzobispo fray Diego Morcillo. Refieren que el mismo día en que tenían lugar las fiestas de la proclamación del hijo de Felipe V, fundador de la dinastía borbónica, una vieja dijo en el atrio de la catedral: «A este que hoy celebran en Lima le están haciendo el entierro en Madrid». El dicho de la vieja cundió rápidamente, y sin que acertemos a explicarnos el porqué, produjo mucha alarma. ¡Embelecos y novelerías populares! o positivo es que seis meses más tarde llegó un navío de Cádiz, confirmando que los funerales de Luis I se habían celebrado el mismo día en que fue proclamado en Lima. ¡Y dirán que no hay brujas!

• Como sucesos notables de la época de este virrey, apuntaremos el desplome de un cerro y una inundación en la provincia de Huaylas, catástrofe que ocasionó más de mil víctimas.

• Un aguacero tan copioso que arruinó la población de Paita.

• La aparición por primera vez del vómito prieto o fiebre amarilla (1730) en la costa del Perú, a bordo del navío que mandaba el general D. Domingo Justiniani.

• La ruina de Concepción de Chile, salvando milagrosamente el obispo Escandón, que después fue arzobispo de Lima.

• La institución llamada de las tres horas y que se ha generalizado ya en el orbe católico.

• La llegada a Lima en 1738 de ejemplares del primer Diccionario de la Academia Española. (Anoto aquí, de colada, que las primeras reglas de ortografía compiladas en el Diccionario de Autoridades se publicaron en 1879)

• La víspera de la ejecución de Antequera y de su alguacil mayor don Juan de Mena hizo publicar su excelencia un bando terrorífico, imponiendo pena de muerte a los que intentasen detener en su camino a la justicia humana. Los más notables personajes de Lima y las comunidades religiosas habían estérilmente intercedido por Antequera. Nuestro virrey era duro de cocer.

• A las diez de la mañana del 8 de julio de 1731, Antequera sobre una mula negra y escoltado por cien soldados de caballería penetró en la plaza Mayor. Hallábase cerca del patíbulo cuando un fraile exclamó: «¡Perdón!», grito que fue repetido por el pueblo. -¿Perdón dijiste? Pues habrá la de Dios es Cristo. Mi bando es bando y no papel de Cataluña que se vende en el estanco -pensó el de Castelfuerte-. ¡Santiago y cierra España! La infantería hizo fuego en todas direcciones. El mismo virrey, con un piquete de caballería, dio una vigorosa carga por la calle del Arzobispo, sin parar mientes en el guardián y comunidad de franciscanos que por ella venían. El pueblo se defendió lanzando sobre la tropa lágrimas de San Pedro, vulgo piedras. Hubo frailes muertos, muchachos ahogados, mujeres con soponcio, populacho aporreado, perros despanzurrados y, en fin, todos los accidentes fatales anexos al desbarajuste tal. Pero el bando fue bando. ¡O somos o no somos! Siga su curso la procesión, y vamos con otros bandos.

• Los frailes agustinos se dividieron en dos partidos para la elección de prior. El primer día de capítulo ocurrieron graves desórdenes en el convento, con no poca alarma del vecindario. Al siguiente se publicó un bando aconsejando a los vecinos que desechasen todo recelo, pues vivo y sano estaba su excelencia para hacer entrar en vereda a los reverendos. Los agustinos no se dieron por notificados, y el escándalo se repitió. Diríase que la cosa pasaba en estos asendereados tiempos, y que se trataba de la elección de presidente de la república en los tabladillos de las parroquias. Véase, pues, que también en la época colonial se aderezaban pasteles eleccionarios. Pido que conste el hecho (estilo parlamentario) y adelante con la cruz. Su excelencia, con buena escolta, penetró en el convento. Los frailes se encerraron en la sala capitular. El virrey hizo echar por tierra la puerta, obligó a los religiosos a elegir un tercero, y tomando presos a los dos pretendientes, promovedores del tumulto, los remitió a España sin más fórmula ni proceso.

• Escenas casi idénticas tuvieron lugar, a poco, en el monasterio de la Encarnación. La madre Nieves y la madre Cuevas se disputaban el cetro abacial. Si los frailes se habían tirado los trastos a la cabeza, las aristocráticas canonesas no anduvieron mezquinas en araños. En la calle, el pueblo se arremolinaba, y las mulatas del convento, que podían no tener voto, pero que probaban tener voz, se desgañitaban desde la portería, gritando según sus afecciones: «¡Víctor la madre Cuevas!» o «¡Víctor la madre Nieves!». Este barrullópolis reclamaba bando. Era imposible pasarse sin él. Repitiéndose el bochinche, entró tropa en el convento, y la madre Nieves y sus principales secuaces fueron trasladadas a otros monasterios. Esto se llama cortar por lo sano y ahogar en germen la guerra civil.

Resulta importante añadir que la provincia del Paraguay que respondía a la Audiencia de Charcas y consecuentemente al Virreinato de Lima, por su lejanía, la riqueza de su suelo, especialmente hierba mate y el hecho que las autoridades bastante relajadas en su imperio de tales, había criado hombres de libre albedrío y costumbre lejanos a la aceptación de cualquier autoridad. En semejantes condiciones el caldo de cultivo frente al primer atisbo de sujeción produjo movimientos armados en dos momentos importantes, que la historia denomina revoluciones.

Una de ellas, la primera, fue la que asoló la región y por largos años con Antequera a la cabeza.

Los jesuitas quienes habían logrado, para envidia de propios y extraños, una convivencia pacífica e industriosa con los naturales, colocándose al servicio de aquellos -todo lo contrario a lo acostumbrado, gracias a su fructífera tarea en las misiones- fueron blanco directo de Antequera. En este asunto los frailes franciscanos de la comarca habían prestado su apoyo al insurrecto, claro está que formando parte de los muchos que veían a los padres jesuitas con malos ojos.

A esto súmense las pretensiones territoriales de los portugueses del Brasil y las de conquista de la taimada Inglaterra.

Igualmente, movimientos armados de indígenas y mestizos en gran número se levantaron en Cochabamba, en el Alto Perú, movidos por el abuso de los corregidores y por asuntos de paga a los mitayos que extraían las riquezas que los virreyes cuidaban llegasen a España en la cantidad y con las seguridades del caso. Menuda tarea.

Castelfuerte, adecuadamente escogido cumplió su papel, puso celo y bastante orden en el vasto reino. En 1736 Armendáriz entregó la oficina a su sucesor, José Antonio de Mendoza, marqués de Villagarcía tercero . El ex-virrey regresó a España, se convirtió en capitán de la guardia del rey, y fue elegido Caballero de la Orden del Toisón de Oro en 1737.

Falleció en Madrid en 1740.

Fuentes

Historia General del Perú. Virreinato

RP Rubén Vargas Ugarte S.J.

Sobre los Grandes de España

http://www.blasoneshispanos.com/ROrdenesCiviles/01-El_Toison_de_Oro/OmToisonDeOro.htm

http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/00363818779947406317857/027931_000

 http://grandesp.org.uk/historia/historia.htm

Sobre el Toisón de Oro

http://es.wikipedia.org/wiki/Tois%C3%B3n_de_Oro

http://www.escriptorium.com/articulos/el-toison-de-oro/

Sobre Virreyes del Perú

http://lsiabala-almanzur.blogspot.com/2006/12/virreyes-del-per.html

Efigie del marqués, Wikipedia

INTERNET

 Publicado originalmente  por Luis Siabala Valer en VIERNES, 30 DE MAYO DE 2008 16:44

La protesta de un bibliotecario

DOMINGO, 27 DE MAYO DE 2007

 

Ejercito de Chile entra a Lima

 Tropas chilenas ingresan por el jirón de La Unión
 Cómo se produjo el despojo de la Biblioteca Pública de Lima

Cañon rayado La Hitte 1

Enero 17 de 1881, es miércoles, al día siguiente Lima estará de aniversario, 346 años de su fundación española pero es probable que no haya celebración. El jirón de La Unión, aquella serie de calles que resumía en dos palabras el atildado buen gusto de sus numerosas tiendas de moda, la confitería de Broggi & Dorca y las tertulias musicales en el Palais Concert que sabían de la bohemia y elegancia, ofrecía aquel día por la tarde un sombrío y triste espectáculo: tropas chilenas desfilan por su calzada rumbo a la Plaza Mayor para alcanzar su objetivo en el Palacio de Gobierno.

Eugenio Courret, el fotógrafo francés, tocado con su clásica gorra asoma al retorcido balcón de su estudio al estilo Art Noveau; había dejado de imprimir hacía varios días en placas de vidrio los retratos de la selecta concurrencia que solía acudir a su estudio de la calle de Mercaderes; la gente no está para fotos, el cierrapuertas es general y cientos de banderas extranjeras se muestran en las puertas de los establecimientos y en los balcones.

Tropas de élite en correcta formación marchan acompasadas por los redobles. El rítmico golpe de los calamorros de la infantería sobre el empedrado de la calzada repercute multiplicado como otros tantos dolorosos golpes en el pecho de madres, ancianos y niños. La juventud de Lima y del Perú entero, lo mejor de su patrimonio, yace en los cálidos y lejanos arenales de San Juan y Miraflores. Hay luto por doquier.

En la mirada de los vencedores se muestra la expectación por las horas venideras; en sus rostros, donde se refleja la huella de la cruenta pero cara victoria que acaban de conseguir se deja traslucir, sin embargo, el asombro que les produce penetrar en una ciudad exótica, silente como un sepulcro, ornada de balcones y celosías a las que sin ser vistos asoman miles de ojos. Ojos acostumbrados, otrora, al fasto de los virreyes y a sus triunfales ingresos.

De muchas casas penden banderas y escudos de las más diversas nacionalidades. Se presenta Lima a los ojos de los soldados del sur como una ciudad de embajadores. Flaqueza del momento: a la raza le acometen grados de exultación pero también le sacuden temblores. En un intento de escudar la nacionalidad humillada y en peligro, bajo el subterfugio de la renuncia de su identidad, muchos buscan amparo en ese recurso. En el local del diario El Comercio se ha izado la bandera de Colombia para significar que sus dueños se amparan por la nación de origen de uno de sus propietarios, el señor Aurelio Miro Quesada procedente de la provincia de Panamá.

El cierrapuertas tradicional es completo; portones y postigos asegurados, las calles solitarias. Solamente algunos perros acompañan jadeantes y animosos a la hueste guerrera que después de salvar las cuadras del céntrico jirón de La Unión hace su aparición en la plaza principal para detener su marcha en la calzada, frente a la Casa de Pizarro, en Cajones de Ribera, como se llama la calle donde abre su puerta Palacio de Gobierno. Separada la tropa para guarnecer la vieja sede, el resto se dirige sobre los locales que la inteligencia chilena ha determinado para acomodo del grueso del ejército de ocupación, que llega paulatinamente.

La Universidad Mayor de San Marcos, la Escuela de Artes y Oficios, la Municipalidad, el cuartel de Santa Catalina, el de Barbones, la Pólvora, antiguos predios del ejército; casas y cuadras de particulares, de ellos la fábrica de sodas La Pureza, de R. J. Barton y otros muchos imprevistos hospedajes dan cupo a la mayor concentración de tropas, equipo y acémilas que hasta entonces había soportado Lima.

La Exposición, el vasto edificio inaugurado por el presidente José Balta para la Muestra Americana de 1872, queda convertida en un inmenso hospital. Muchos batallones íntegros levantan sus tiendas de campaña en espacios abiertos o en medio de los jardines. Lima de pronto se ha transformado: piezas de artillería con sus armones y todo el aparato de guerra que acompaña al invasor se muestra ahora en calles y parques; acémilas de tiro, de carga, de montura; carros con el bagaje y las ambulancias de campaña.

En la plaza mayor, unos cuantos cuerpos de esas unidades hacen su entrada en Palacio de Gobierno, el resto se reparte como tenemos dicho y también una compañía ingresa en la Biblioteca Pública de Lima, como entonces se llamaba cuyo Director, desde 1875 era el coronel don Manuel de Odriozola.

Pocas semanas después el señor de Odriozola recibe la visita del coronel Pedro Lagos Marchant, el fiero y envanecido combatiente de la nación mapuche en Malleco; el jefe del asalto al Morro de Arica y ahora comandante en jefe del ejército de ocupación de Lima. Pide al director de la biblioteca visitar el local, a lo cual accede el director llevándole por salas, oficinas y depósitos. Al finalizar el meticuloso recorrido, el militar pide las llaves al bibliotecario quien es reacio a dárselas; finalmente no le queda otro recurso que ceder a esto que se convierte en requerimiento y apremio.

El destino de los libros de la biblioteca que ya lo hemos descrito en sendos artículos: La Biblioteca Nacional y la tesis del botín justificado  y La Lista de Domeyko, siguió la suerte del saqueo, por lo que Odriozola se dirigió al cónsul norteamericano, en carta datada el 10 de marzo de 1881 dirigida a mister Christiancy, ministro de los Estados Unidos en el Perú, en la esperanza que en algo pudiera intervenir, pero sabemos que fue inútil aquel propósito.

Este es el tenor de la célebre carta que releva de mayores comentarios:

Lima, marzo 10 de 1881

El infrascrito, director de la Biblioteca Nacional del Perú, tiene el honor de dirigirse a V. E. pidiéndole haga llegar a conocimiento de su gobierno la noticia del crimen de lesa civilización cometido por la autoridad chilena en Lima.

Apropiarse de bibliotecas, archivos, gabinetes de física y anatómicos, obras de arte, instrumentos o aparatos científicos, y de todo aquello que es indispensable para el progreso intelectual, es revestir la guerra con un carácter e barbarie ajeno a las luces del siglo, a las prácticas del beligerante honrado, y a los principios universalmente acatados del derecho.

La biblioteca de Lima fue fundada en 1822, poco después de proclamada la independencia del Perú, y se la consideró, por los hombres de letras y viajeros ilustres que la han visitado como la primera entre las bibliotecas de la América Latina. Enriquecida por la protección de los gobiernos y por obsequio de los particulares, contaba, a fines de 1880, muy cerca de cincuenta mil volúmenes impresos, y más de ochocientos manuscritos. Verdaderas joyas bibliográficas, entre las que no escaseaban incunables o libros impresos durante el primer medio siglo posterior a la invención de la imprenta, y que como v. E. sabe son de inestimable valor -obras rarísimas hoy, especialmente en los ramos de historia y literatura. Las curiosísimas producciones de casi todos los cronistas de la América española, y libros regalados por los gobiernos extranjeros, entre los que figuraba el de V. E. con no despreciable contingente; tal era señor ministro, la biblioteca de Lima, biblioteca de que con justo título estábamos orgullosos los hijos del Perú.

Rendida la capital el 17 de enero a las fuerzas chilenas, transcurrió más de un mes respetando el invasor los establecimientos de instrucción. Nadie podía recelar, sin inferir gratuito agravio al gobierno de Chile, gobierno que decanta civilización y cultura, que para él serían considerados como botín de guerra los útiles de la universidad, el gabinete anatómico de la escuela de medicina, los instrumentos de las escuelas de artes y de minas, los códices del archivo nacional, ni los objetos pertenecientes a otras instituciones de carácter puramente científico, literario o artístico.

El 26 de febrero se me exigió la entrega de las llaves de la biblioteca, dándose principio al más escandaloso y arbitrario despojo. Los libros son llevados en carretas, y entiendo que se les embarcaron destino a Santiago. La biblioteca, para decirlo todo, ha sido entrada a saco, como si los libros representaran material de guerra.

Al dirigirme a V. E. hágole para que ante su ilustrado gobierno, ante la América, y ante la humanidad entera, conste la protesta que, en nombre de la civilización, de la moral y del derecho, formulo.

Con sentimientos de alta consideración y respeto tengo el honor de ofrecerme de V. E. muy atento servidor.

Manuel de Odriozola

 Coronel Manuel de Odriozola

Coronel don Manuel de Odriozola (1804-1889)

Nuestro biografiado, señor Manuel T. de Odriozola de Herrera, nació en Lima, el 11 de agosto de 1804 y falleció en el Callao el 12 de agosto de 1889; militar y publicista; fue el primer patriota que se incorporó en Pisco al ejército libertador. Tomó parte en la Segunda Campaña a Intermedios y en la guerra contra Bolivia y la Gran Colombia y alcanzó el grado de coronel. Fue nombrado Director de la Biblioteca Nacional del Perú y ocupó el cargo de 1875 a 1881, año que este repositorio fue tomado por las tropas de ocupación y despojado de sus libros y documentos.

Al señor de Odriozola se debe Documentos Históricos del Perú, obra en diez volúmenes publicada en 1863, que compendia documentación de la colonia; la revolución de Túpac Amaru, la de Pumacahua; las conspiraciones y luchas por la emancipación; los documentos oficiales de la guerra de la independencia, principalmente los relativos a San Martín y Bolívar. Continúa con una serie importante de documentos republicanos hasta 1830. Los Documentos Literarios del Perú, en once volúmenes; en esta destacan las Actas de la Sociedad Patriótica con las deliberaciones y discusiones respecto de la monarquía y de la república; los artículos de don Ricardo Palma; el problema surgido por el asesinato del ministro Monteagudo; allí también se publica el Compendio de Geografía de Larriva y otros muchos más de singular valor.

Las fichas bibliográficas que se pueden ver en los registros de la Oficina de Investigaciones de la Biblioteca Nacional consignan Los cuadernos de Odriozola, un compendio de notas curiosas y profusa información de la colonia y la república sistemáticamente anotadas por el señor de Odriozola y a la que se remite Palma con frecuencia cuando trata de ejemplares de libros raros. Recuerdo haber leído de su puño y letra una sentida dedicatoria a uno de sus hijos.

Es sustituido en la dirección por don Ricardo Palma Soriano, quien es nombrado el 2 de noviembre de 1883 y como subdirector al señor Toribio Polo. El tercer nombramiento de aquella fecha es para el coronel don Manuel de Odriozola, en el cargo de Director Honorario con derecho a seguir habitando el departamento que ocupaba y a considerársele para el percibo de su haber en el cuaderno de Fundadores de la Independencia.

La Biblioteca Nacional resurge como Ave Fénix de sus cenizas gracias al esfuerzo de don Ricardo Palma. Desafortunadamente el 10 de mayo de 1943 un incendio la destruye por completo; el agua de los bomberos se encarga del resto. Sobre este siniestro se levantaron las más severas conjeturas, era el gobierno del presidente Manuel Prado Ugarteche. El Dr. Jorge Basadre Grohmann es llamado para su restauración. De sus esfuerzos tenemos el local de la Av. Abancay.

Paradójicamente los libros cautivos en Santiago de Chile son los únicos que salvaron del incendio y constituyen patrimonio invaluable de las primeras épocas cuando por el cuidado de los jesuitas, y la disposición del general San Martín se instituyó esta casa de cultura nacional, en 1822.

El ilustre Director falleció el 12 de agosto de 1889 a la avanzada edad de 85 años.

Dala de la Biblioteca Pública de Lima.1881-1941

Biblioteca Pública de Lima

Fuentes

INTERNET

Fotografía de don Manuel de Odriozola,  Biblioteca Nacional del Perú

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 Primer sello de la Biblioteca Nacional. D. 13 de junio de 1836, tomado del tríptico Fondo Antiguo y Colecciones Peruanas. Año MMIX

Fotografía de una sala de la Biblioteca Pública de Lima, como se llamaba entonces.

 Carta que aparece en la obra de don Mariano Felipe Paz Soldán, Narración Histórica de la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia. Campaña de Lima; Lima, Editor Milla Batres; 1979. Tomo 3

Diccionario Histórico Biográfico, Peruanos Ilustres; Camila Estremadoyro Robles; Lima – Perú, 1987. Instituto Cultural Ancashino (INCA)

Anécdotas Históricas en la Bibliotecología (2); Susana Roxana Gamboa

Fuentes INTERNET

Diario La República:

http://www.larepublica.com.pe/component/option,com_contentant/task,view/id,108672/Itemid,0/

La Biblioteca Nacional: Aportes para su Historia; Biblioteca Nacional del Perú:

http://www.comunidadandina.org/bda/docs/PE-CA-0015.pdf

Publicadas por Luis Siabala Valer Hora 12:11:00

El monitor Manco Cápac y su comandante, capitán de fragata José Sánchez Lagomarsino

LUNES, 1 DE ENERO DE 2007

Capitán de fragata, José Sánchez Lagomarsino

  Comandante José Sánchez Lagomarsino
 Operaciones navales durante la Guerra del Salitre
(Perú-Chile, 1879-1883)
 Arica, viernes 27 de febrero de 1880

Después del bombardeo, desembarco en Pisagua y posterior descalabro de San Francisco, quedó asegurada la plaza de Tarapacá; el ejército chileno tomó entonces previsiones para penetrar en el sur del Perú, donde Tacna y Arica todavía defendidas resultaban de naturaleza estratégica. Libre la costa peruana del peligro que representaba el monitor peruano Huáscar y su comandante Grau, muerto en acción en el combate de Angamos el 8 de octubre de 1879, Chile consideró que había llegado el momento para preparar las operaciones en tierra.

Se dispuso el bloqueo de Arica, para evitar el aprovisionamiento o desplazamiento de la guarnición peruana y para efectuarlo se comisionaron al monitor Huáscar, al mando del capitán de fragata Manuel Tomas Thomson Porto Mariño y a la cañonera Magallanes, con el capitán de fragata Carlos Condell de la Haza. Estas naves arribaron al célebre puerto el 25 de febrero de 1880, para relevar al blindado Cochrane y su escolta la corbeta Covadonga que ya lo bloqueaban y que habían recibido castigo de los fuertes y baterías del morro.

M. Thomson

Además de estos cañones, reforzaba la defensa en la rada de Arica el monitor Manco Cápac, una nave de lento andar, muy fuerte coraza y provista de dos cañones Dalgreen de 15 pulgadas capaces de disparar granadas de 500 libras desde la torre giratoria. Su silueta chata y alargada que dejaba ver torre y chimenea daba a esta unidad una extraña apariencia.

 Monitor Manco Cápac

Esta nave, por su característica concebida para operaciones fluviales más que marítimas había sido destinada a la defensa como pontón. Su obra muerta o superestructura sobresalía del agua unas cuantas pulgadas y ofrecía poco blanco al fuego enemigo. Pero su andar de algo más de 4 nudos, no la hacía aparente para las evoluciones rápidas en el mar. Estaba al mando del capitán de fragata José Sánchez Lagomarsino.

La lancha torpedera América secundaba al monitor en esta tarea.

El viernes 27, a las 8:30 horas, Thomson, dispuso hacer disparos sobre el puerto con la artillería del Huáscar, al instante las baterías del morro y los fuertes contestaron los fuegos, empeñándose en un duelo que duró cincuenta minutos sin mayores resultados por ambas partes.

El Huáscar, La antigua nave peruana, inmortalizada por Miguel Grau, que había sido capturada en Angamos, venía ahora con distinta bandera, reforzada con artillería de retrocarga con dos cañones de 40 libras, tipo Armstrong cuyo alcance estaba entre 6.000 y 7.000 metros. Estos importantes cambios, dejaban al monitor en excelentes condiciones de batir la artillería de ánima lisa de los fuertes del Callao y Arica, ambas con un alcance de 3.500 metros. Había sido dotado con nuevas calderas y su máquina estaba repasada.

A las 14 horas, despechado por los resultados, Thomson decidió atacar esta vez un convoy de abastecimiento y tropa que se desplazaba en el ferrocarril procedente de Tacna, en el sector de playa Chinchorro y dispuso acercarse con la Magallanes para batir cómodamente al tren.

En este evento, penetró el Huáscar dentro del sector de fuego de las baterías de tierra de 200 libras y las piezas del monitor Manco Cápac con sus cañones de 500 libras, y sin medir consideración táctica alguna disparó sobre el convoy. Entonces, el comandante chileno, habiéndose ubicado temerariamente dentro del campo de tiro de la artillería peruana de inmediato recibió fuego concentrado bien dirigido.

Una granada hizo explosión en el monitor cerca de un cañón hiriendo mortalmente a un aspirante y matando seis hombres de la tripulación e hiriendo a doce. Además, hirió levemente al segundo comandante capitán de corbeta Emilio Valverde Prieto y al teniente 2o. Tomás Segundo Pérez.

En estas circunstancias el comandante peruano, capitán de fragata José Sánchez Lagomarsino, ordenó que la lancha América, saliera acompañando al monitor Manco Cápac, que estaba bajo su directo mando, para batir al enemigo, maniobra que se efectuó con toda decisión pese al lento andar del ex monitor confederado.

Thomson creyó sencillo atender la invitación a combate que le ofrecía el Manco Cápac y puso rumbo a él usando el rápido andar de la nave a su mando. Hizo maniobras destinadas para embestir con el espolón pero fracasó en su intento. Disuadido de ello habida cuenta del superior blindaje del monitor peruano, ordenó entonces virar y en un momento ofreció la popa a su enemigo. Sánchez Lagomarsino, que tenía dispuesta su torre giratoria con los poderosos Dalgreen, disparó uno de ellos por la aleta de estribor del blindado enemigo, y la granada en su fatídico recorrido, pasó por el alcázar de popa del monitor donde se encontraba el desdichado comandante chileno cuyos restos quedaron esparcidos en cubierta. El proyectil destruyó el palo de mesana, aventó el código de señales y mató un número de tripulantes al hacer finalmente explosión. El Huáscar quedó fuera de combate y los ingenieros, en renovado empeño, pusieron en actividad nuevamente a la nave pero la retiraron de la línea de combate.

Combate de Arica, Manco Cápac contra Magallanes y Huáscar

Combate de Arica del viernes 27 de febrero, 1880

El Manco Cápac y su acompañante la lancha América regresaron a su apostadero con la misma parsimonia y seguridad con que habían levado anclas rumbo al combate. Arica se mantendría otros cinco meses, libre del acoso por mar.

Parte oficial del combate naval de Arica por el capitán de fragata José Sánchez Lagomarsino

Comandancia del monitor Manco Cápac

Al ancla. Arica, febrero 27 de 1880.

Benemérito señor contralmirante, jeneral (sic) en jefe del primer ejército del sur.

Me es honroso poner en conocimiento de US. los acontecimientos realizados el día de hoi (sic) a bordo de este monitor, con ocasión del combate empeñado entre las baterías de la plaza i el “Huáscar” i la “Magallanes” que bloquean el puerto.

A 7 hs. A. M. se me dió (sic) parte por el oficial de guardia de que el “Huáscar”, en son de combate, avanzaba lentamente por el O., en demanda, al parecer, del fondeadero, i dispuse que en el acto se alistase el monitor para prevenir cualquiera eventualidad, porque personalmente observé que eran sospechosos los movimientos del enemigo.

En efecto, a las 8 hs. 15 ms., encontrándose el “Huáscar” al alcance de los cañones del Morro, rompió sus fuegos esta batería, cuando aquél se hallaba situado de este monitor a una distancia de 4.000 metros, mui (sic) superior al alcance máximo de nuestra artillería, razón por la cual me ví (sic) obligado a esperar que el enemigo, en sus evoluciones, se aproximase, para ofenderlo desde el fondeadero en que estaba obligado a permanecer este buque, por el mal estado de una de sus calderas, cuya compostura, se trabaja activamente.

A las 8 hs. 40 ms., después de apreciar la distancia que nos separaba, rompió sus fuegos este monitor sobre el “Huáscar”, continuándose hasta las 9 hs. 50 minutos, que éste se alejó, gobernando al N. E.

Mientras tanto la corbeta “Magallanes”, que desde mui temprano estaba fondeada por el N. del puerto, a seis millas aproximadamente, a los primeros disparos se puso en movimiento i, lejos del alcance de los cañones de las baterías, hizo algunos tiros sobre la población, uno de los cuales cayó bastante cerca de la popa de este monitor, pero se retiró con el “Huáscar” cuando suspendió éste sus fuegos.

A 11 hs. A. M. los dos buques situados al N. del puerto descargaron varios tiros de su artillería sobre el tren de pasajeros que venía de Tacna, e inmediatamente reparé el monitor para salir a batir al enemigo, dando orden de activar la reparación de la caldera de estribor que, como US. tiene conocimiento, se encontraba en mal estado desde días anteriores, i cumplo con el deber de recomendar a US. la actividad i el interés desplegado por el primer maquinista don Tomas Colguhoun para dejar espedita (sic) en el menor tiempo la compostura de esa caldera, obra que a no ser por esta circunstancia, habría demorado un tiempo más dilatado para su terminación.

A la 1 h. 15 ms. P. M. dejé el fondeadero, gobernando sobre el enemigo, que se conservaba a una distancia de cinco millas, más o menos, emprendiendo la marcha hasta tres millas fuera del puerto; i una hora después, estando a 3.500 yardas el “Huáscar”, descargó su artillería de la torre, i sucesivamente hizo otros disparos, hasta que encontrándome a 2.000 yardas hice romper los fuegos de este monitor, a las 2 hs. 10 ms. Se trabó entonces el combate, que por parte del enemigo era sostenido por el “Huáscar”, que acortaba la distancia, i por la corbeta “Magallanes”, que se conservó al mayor alcance de sus cañones; continuó, pues, avanzando hasta estrechar la distancia, haciendo siempre fuego sobre el blindado enemigo. Hubo un momento desgraciado en que se entorpeció uno de los cañones de la torre, por haberse quedado dentro de él la primera sección de la lanada; i fue entonces cuando el “Huáscar” nos ponía su proa, aproximándose rápidamente. En tal situación, gobernó sobre dicho buque, que llegó a pasar por nuestro costado de babor a la distancia de 50 yardas, empeñándose un pequeño tiroteo de ametralladoras i fusilería del enemigo el que era sostenido desde a bordo por la jente (sic) que me acompañaba sobre la torre.

Subsanado con actividad el inconveniente de que acabo de hacer mención, descargué sobre el “Huáscar”, que estaba ya por la aleta de babor, una de las piezas de la torre, cuyo proyectil fué (sic) a herir la popa de ese buque, echándole abajo la (sic) asta en que sostenía su pabellón.

A 3 hs. 30 ms. hice suspender los fuegos porque el “Huáscar”, aprovechando de su andar, se puso fuera de los tiros de este monitor, gobernando hacia afuera, lo mismo que la “Magallanes”.

Once tiros se hicieron con las piezas de la torre, de los cuales dos han ocasionado averías al enemigo; de los disparos de éste i la corbeta, que pasan de cincuenta, i entre los que cayeron sobre nosotros, solo causaron lijeras (sic) averias, (sic) llevándose parte del pasamanos alto i uno de los candeleros de la torre; hemos tenido también despedazada una de nuestras falúas. A las 4 hs. 30 ms. volví a ocupar con el buque de mi mando su antiguo fondeadero.

Antes de terminar, permítame US. hacerle presente que el digno capitán de navío don Juan G. Moore se me presentó voluntario a bordo, en el momento de la salida del monitor, solicitando cualquier puesto; i que tanto él como Leoncio Prado, cuya salud se encuentra notablemente quebrantada, el alférez de fragata don Francisco Forcelledo, ayudante de US, i el subteniente de artillería don Eduardo Lecea, han permanecido durante este corto combate sobre la torre, al lado del que suscribe. Lo que participo a US. conforme a ordenanza.

Dios guarde a US. B. S. C. A.

José Sánchez Lagomarsino.

En cuanto a la historia del monitor Manco Cápac, esta nave formó parte de las adquisiciones navales que hizo el gobierno peruano en 1868. Pertenecía a la clase Canonicus y su nombre USS era Oneota. Una nave blindada de fuerte coraza de hierro, su obra muerta sobresalía a toda carga únicamente 12 pulgadas y, generalmente, embarcaba agua sobre la cubierta. El viaje rumbo al Callao duró 15 meses. Fue remolcado.

Los datos que siguen pertenecen al Libro de Guardias de la nave, fechada el 3 de enero de 1869, al ancla en South West Pass, New Orleans:

 Desplazamiento: 1034 toneladas

 Fuerza de las máquinas: 330 caballos

Eslora: 226 pies

Manga: 43 pies

Calado de popa: 13 pies y 3 pulgadas

Calado en proa: 13 pies

Artillería: Dos cañones de ánima lisa sistema Dahlgren de 15 pulgadas

Blindaje del costado: 5 planchas de una pulgada

De la cubierta: 1 pulgada 7 octavos

De la torre 10 planchas de 1 pulgada.

 Comandante, Capitán de fragata, don Camilo Carrillo

Teniente primero, José María Coronel Zegarra

Teniente graduado, Elías Aguirre

Teniente segundo, Ramón Freire

Teniente segundo graduado, José Rosas

Alférez de fragata, Diego Ferré

Alférez de fragata, Daniel Mac Kay

Tripulación, 64 hombres

El capitán de fragata AP José Sánchez Lagomarsino, tuvo importante y destacada participación en la defensa de Arica el 6 de junio del mismo año; al mando del Manco Cápac se había enfrentado entonces al Almirante Cochrane y a la cañonera Covadonga. Luego vino la acción sobre las naves chilenas bloqueadoras, del 27 de febrero de 1880. Cinco meses después, tras la victoria chilena en tierra, Sánchez Lagomarsino hundió su buque para evitar que cayera en manos enemigas. Fue capturado con su tripulación y enviado en calidad de prisionero de guerra a San Bernardo, en Chile.

Nació en Lima en 1844, murió en Chosica en 1898. Asistió a los combates de Abtao y 2 de Mayo, en el cual resultó herido por el casco de una bomba. “Contribuyó al restablecimiento del orden constitucional cuando los coroneles Gutiérrez se apoderaron del mando, ejerciendo su influencia en las masas populares chalacas, y a la cabeza de ellas” (El Callao, 21 de marzo de 1898).  Sus relaciones con el contralmirante Lizardo Montero fueron tirantes y de profunda desavenencia.

 Manco Cápac navegando con velamen

 Monitor Manco Cápac, al servicio de la Armada Peruana, en plena navegación

USS Ajax

 Vista del USS Ajax acoderado, 1890; de la clase Canonicus. Operó en la guerra Hispano-americana. Nave de la misma categoría del monitor Manco Cápac. Obsérvese la fuerte estructura. Vista de proa.

Créditos:

Foto del comandante Sánchez. Archivo Courret. Biblioteca Nacional del Perú

Foto del comandante Thomson. Historia Ilustrada de la Guerra del Pacífico. (1879-1884) Edit. Universitaria. Sgo. de Chile. Mayo 1879.

http://es.wikipedia.org/wiki/Combate_naval_de_Arica

http://members.tripod.com/~Guerra_del_Pacifico/arica.html

http://www.armada.cl/prontus_armada/site/artic/20090728/pags/20090728124359.html

http://www.armada.cl/site/tradicion_historia/historia/biografias/179egoyc.htm

http://es.wikisource.org/wiki/Parte_oficial_del_combate_naval_de_Arica_por_el_capit%C3%A1n_de_fragata_Jos%C3%A9_S%C3%A1nchez_Lagomarsino

Foto USS Ajax, 1890. Wikipedia Combate de Arica del 27 de febrero de 1880, grabado de Wikipedia.

Publicado por Luis Siabala Valer Etiquetas: Callao, Canonicus, Chile, Cápac, Guerra, Huáscar, Manco, monitor, Thomson en 22:13

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La Batalla de Tacna

Paint, CáceresCoronel Andrés A. Cáceres D. (Ayacucho, 1836-Ancón, Lima, 1923)

Operaciones militares de la Guerra del Salitre

Intiorco, miércoles 26 de mayo de 1880

Fue la de Tacna, salvando las distancias y las proporciones de los beligerantes, una de las batallas modernas del S. XIX libradas en América; su antecedente inmediato nueve años atrás la encontramos en la guerra franco-prusiana (1870-1871) cuando los ejércitos del Kaiser Guillermo I, conducidos con habilidad por el mariscal de campo Helmuth von Moltke, derrotaron en la batalla de Sedán a las tropas francesas y a su general en jefe el emperador Napoleón III.

El antecedente remoto se ubica dieciséis años antes con la batalla de Gettysburg, una de las más encarnizadas de la guerra civil de los Estados Unidos (1861-1865), que movilizó enormes contingentes de tropas y pertrechos. Ninguna otra tendría después de aquéllas esa importancia en América por los intereses en juego, la disposición de los ejércitos y el armamento empleado, hasta que se produjo la batalla del 26 de mayo de 1880, peleada en las cálidas pampas de Intiorco en Tacna.

Es claro que la experiencia europea como la americana habían aportado factores importantes a la ciencia militar y a la de los armamentos. Los militares mejor instruidos de Chile, Perú y Bolivia tenían en cuenta aquellos referentes. A saber: Los fusiles y carabinas habían abandonado los sistemas de chispa y posta por los de cápsula formada por casquillo, fulminante, pólvora y bala todo en uno y con sus particularidades así lo ofrecían algunos de los sistemas imperantes en la época, Comblain, Chassepot, Remington, Piebody, Spencer, Winchester, Grass, Minnie, Martín Evans; etc, etc.

ComblainFusil Comblain

La artillería de campaña formada por piezas de gran alcance y la de montaña, tan buscada por el Perú y Bolivia en función a lo complicado de sus territorios, habían sido probadas durante las últimas operaciones en Europa. Alfried Krupp fabricaba cañones de acero en sus fundiciones de Essen y su demanda era considerable: el eficiente sistema de cierre de la culata dejó obsoletos los mejores cañones de bronce alimentados por la boca, llamados también de avancarga, por la velocidad con que se podían efectuar los tiros y la consecuente cadencia del fuego en batería. Chilenos y bolivianos los tenían de estos tipos. El Perú piezas Blackley y Armstrong, de ánima rayada pero de avancarga, o de menor calibre como las piezas Vavasseur traídas de Inglaterra por el coronel Bolognesi durante el gobierno del General Ramón Castilla.

Krupp 1879Krupp 1879

El invento de la ametralladora con el sistema del norteamericano Gatling, que consistía en un haz variable de tubos a manivela montado sobre chasis ligero con ruedas, para disparar fuego permanente y concentrado, alimentado por balas alojadas en almacenes adosados, resultó un arma que por su cadencia de fuego se prestaba eficaz para el fuego de cobertura como para detener asaltos masivos.

 Ametralladora Gatling

Ametralladora Gatling modelo 1865

Los servicios de comunicaciones abastecidos por el telégrafo a pila emitían su señal por Morse por rutilantes cables de cobre con sus manipuladores que se operaban desde una pequeña mesa o desde el muslo gracias a un arco rígido de ajuste; la intendencia con el transporte de los bagajes en carros uncidos a troncos de caballos o mulos; ambulancia y maestranza también modernizados; la cocina de campaña con marmitas y

calderos, salvo la inveterada costumbre quechua y colla de las rabonas o mujeres que seguían a los ejércitos de origen andino para atender a sus enrolados maridos con alimentos, agua, lavado de ropa, carga y afecto; y las cantineras del ejercito de Chile asimiladas a las ambulancias para el cuidado de los heridos.

Tacna era el punto táctico para finalizar o continuar la guerra. Fuera de estas tropas comprometidas quedaban en Tarapacá fuerzas de reserva chilenas y en Arequipa se había formado el llamado Segundo Ejército peruano.

Planes de ataque y defensa

Habiendo sido ocupada Tarapacá, Chile estimó que el Perú cejaría en su empeño de continuar la guerra; entonces la conservaría como garantía para cobrarle una fuerte indemnización; pero, luego les pareció a los políticos, que en su gran mayoría eran financistas y mercaderes conocidos de La Moneda, que mejor que la indemnización era la garantía y deberían quedarse con ella, pero como quiera que no se expresó ningún ánimo de rendición y por el contrario se hicieron esfuerzos para continuar la resistencia, se dispuso llegar a Lima y tomar la capital para conseguir aquella esperada rendición.

Pero las necesidades logísticas del invasor hacían necesaria la captura de Tacna y la del magnífico puerto de Arica que sería el lugar de embarque para el norte. El ministro Sotomayor, jefe de la logística chilena, decidió que la artillería de campaña y su parque en Ilo fueran llevadas en transportes navales hasta la caleta de Ite más al sur. Además, que la caballería y la artillería de montaña partieran por tierra hasta alcanzar el valle de Sama y coincidir allí con las procedentes de Ite.

El Perú, en la contingencia de prevenir que aquello pudiera suceder reforzó sus tropas del sur, artilló el morro de Arica y los fuertes que guarnecían aquel puerto y con su aliada Bolivia concertó mantenerse en guerra. Las tropas aliadas quedaron en su cuartel general de Tacna.

Para el coronel boliviano Eliodoro Camacho el plan de defensa sería aguardar a los chilenos en el valle de Sama, bien provisto de recursos, y batir al detalle a las tropas sedientas y cansadas que por secciones se irían acercando al feraz valle. Plan contrario al defensivo y sedentario que propugnaba Montero propuesto a defender Tacna haciendo que el gasto del viaje fuera para el enemigo.

Entonces el coronel Camacho recurrió al Presidente de la República de Bolivia, general Narciso Campero a la sazón en La Paz, urgiéndole se hiciera cargo de la situación.

Las pampas de Intiorco

Al noroeste de Tacna sobre la seca meseta que corre al frente y por lo alto de la bella ciudad del río Caplina -un curso de agua de poco caudal que se pierde en los arenales antes de desaguar al Pacífico- el desierto es implacable, lo era más en 1880 por la modalidad de transporte a lomo de bestia.

Pese a la dureza de los elementos únicamente el recio tamarugo crece allí a expensas de los humedales que destilan de las camanchacas o neblinas tempranas. Cuando éstas se disipan abre el sol e inexorable abraza la pampa conforme transcurre hacia su cenit. La ausencia de agua y sombra son factores mortales para los imprevisores o aventureros.

Aquella meseta presenta un ligero declive al oeste hacia el distante océano y su suelo no siempre es plano, algunas depresiones, de ellas Quebrada Honda, algo más de una legua de Tacna hacen las dificultades del camino; mide de este a oeste entre 400 a 600 metros y unos 10 metros de terreno en depresión y 100 metros de norte a sur. La parte sur del lado de Tacna presenta una pampa con una ceja que es el borde norte de Quebrada Honda. Se trata de la pampa donde está el cerro Intiorco que le da su nombre.

Los arrieros que se arriesgaban por esa zona lo hacían para acortar en algo la ruta desde Ilo con una necesaria parada o pascana en el valle de Sama, de allí por Intiorco hasta Tacna el asunto era severo. Los había quienes venían de lejanos pueblos de las orillas del Locumba, de las poblaciones de Ilabaya, Candarave o más arriba en la cordillera.

En fin, por la zona nada es fácil salvo perecer de sed o de hambre si por negligencia se ha descuidado la provisión suficiente de agua y las raciones de boca para hombres y bestias que deben seguir el camino de huella algo endurecido por las carretas y las acémilas. Al occidente de ese camino, el terreno, por las dificultades que presenta es impracticable. Hacerlo por el oriente, por Quebrada del Diablo, producía superstición y los conocedores lo evitaban.

Desembarco chileno en Ite, de reconocimiento y sorpresa

A mediados de mayo tropas chilenas procedentes de Ilo desembarcaron en la caleta de Ite, conforme hemos expresado. Se acarreó bagajes, artillería y su parque en lanchones desde los buques hasta la playa; a la caballada le tomó mayor tiempo desembarcar, en su mayoría ganado mular necesario para tirar de los pesados cañones, 17 piezas Krupp que comprendían calibre de campaña y un número considerable de ametralladoras de tubos del sistema Gatling. Se despacharon algunas compañías sobre Moquegua usando el ferrocarril desde el puerto. Pese a los embarazos que ofreció la resistencia el valle fue dominado. Una columna peruana se hizo fuerte en las alturas del cerro Los Ángeles, al este de la ciudad y de allí pasó a Tarata.

El ministro de guerra chileno, en campaña, Rafael Sotomayor Baeza, que contaba con el apoyo de su amigo el presidente Pinto que lo había nombrado en el cargo, era, a despecho de los mandos militares, el director logístico, estratégico y supervisor de las operaciones de guerra. Una verdadera imposición civil en asuntos militares. A él se debía que la artillería de campaña, en vez del largo recorrido de las rutas regulares hasta el próximo valle de Sama, imposible de conducirse por su peso por esos caminos, fuera izada por las escarpaduras hasta las elevaciones de la caleta de Ite, para lo cual el cuerpo de zapadores practicó plataformas de tramo en tramo cuesta arriba, construyó los aparejos para elevar las onerosas piezas con sogas tiradas por mulas y a brazo de hombre para luego proseguir rumbo a Sama, estas operaciones duraron cuatro días. Sama sería entonces el punto de reunión para formar el ejército y el de partida del ataque a Tacna distante 38 kilómetros.

Llegados a la cima, de por sí una hazaña, la numerosa hueste continuó trepando los faldeos interiores y alcanzada que fue con esfuerzo la llanura, puso rumbo sureste hacia Buena Vista – Las Yaras, poblados sobre el río Sama donde se había ordenado la concentración de todas las divisiones chilenas; allí repondrán fuerzas gracias a la abundancia de elementos y pastos de aquel valle para después, descansadas convenientemente que fueran y previo reconocimiento de las posesiones enemigas, seguir rumbo a Tacna.

Se pensaba continuar la marcha al menguar el sol y luego de los altos horarios caer sobre los ejércitos aliados. Frente a Buena Vista, el 18 de abril, una avanzada de 20 cazadores que destacó Vergara sobre esa localidad había sido destrozada por los Flanqueadores de Tacna que operaba por la zona a las órdenes del coronel tacneño Gregorio Albarracín Lanchipa. Tomada la población, cuarenta aldeanos que habían defendido sus propiedades fueron pasados a cuchillo por los chilenos de Vergara, en abierta y cobarde represalia.

Sotomayor, investido de la cartera de ministro en campaña, pertenecía a la casta de accionistas de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, al igual que otros asimilados al ejército chileno, como José Francisco Vergara Echevers, que comandaba la caballería, un acaudalado cívico que también formaba dentro de los mandos del ejército de 13,500 hombres que marchaba sobre Tacna.

Este Vergara, comerciante con propiedades en Viña del Mar, donde se conserva su famosa Quinta destinada a festivales de verano, se distinguió por su crueldad y abuso.

A él se debe la masacre de los jinetes peruanos en la oficina salitrera de Germania. Una acción excesiva e innecesaria. Como él una suerte de supervisores chilenos, desde el Congreso de la República o desde el Gobierno se movían vivamente interesados en el éxito personal de la guerra y mandaban tropas de línea (Sotomayor, Vergara), o las mantenían con sus aportes dinerarios en fábricas de armamento, material ferroviario, bagajes, vestuario; etc, etc. que para el efecto de la guerra se habían montado en Valparaíso y Santiago. Capitalistas ingleses de la banca y el comercio formaban un núcleo importante en esta lucrativa aventura de conquista de los territorios del desierto.

Era la euforia por el salitre y la demanda mundial para fabricar pólvora que los empeñaba en la lucrativa tarea con el pretexto de la defensa patria.

Para el veterano general Erasmo Escala, jefe del ejército chileno, resultaba intolerable la intrusión civil en asuntos militares y más de una discusión había ocasionado su pedido de relevo y renuncia al cargo. El presidente Pinto, haciendo eco en la solicitud de Sotomayor, aceptó por fin aquella reiterada renuncia y para proveer su reemplazo se tuvo que escoger un jefe aparente a la conducción civil. Le fue necesario entonces decidirse entre el general Villagrán que era capaz e inteligente, condiciones no aparentes a la tutela civil que ejercía Rafael Sotomayor, y el general Manuel Baquedano González, de 60 años, que más bien
pasaba por obediente, escasamente instruido, sin valor intelectual y algo tonto (Bulnes)Manuel Baquedano Gonzalez

Se decidió por Baquedano que tenía, además, el antecedente de haber desalojado a las fuerzas de peruanos que se refugiaron y resistieron en las alturas de Los Ángeles en Moquegua al frente de los cuales estaba el coronel Andrés Gamarra, el 22 de marzo de ese año de 1880, quien, después de una pertinaz resistencia contra la numerosa tropa chilena se retiró con los restos de su efectivo a Tarata.

El durísimo esfuerzo de la subida de Ite había fatigado a la tropa y muchos hombres se abatieron extenuados. Las ambulancias estaban muy activas. El 20 de mayo, de pronto cundió la noticia, el ministro Sotomayor, víctima del tremendo esfuerzo y la responsabilidad que llevaba empeñados le produjeron un fulminante ataque de apoplejía que lo mató de inmediato en su campamento de Las Yaras. La noticia se propagó como áurea supersticiosa por doquier, no poca cosa era la muerte de un mando superior, en este caso un ministro de estado. La batalla por Tacna cobraba la vida de un importante enemigo.

Baquedano, pese al deceso producido y por la confusión del relevo en la conducción de las operaciones, se hizo el desentendido, no reconoció el mando del civil José Francisco Vergara, a quien días antes el ministro Sotomayor lo nombrara su reemplazo en caso que fuera necesario, actitud aprobada por la Moneda; por el contrario Baquedano lo relevó del mando de la caballería por un miembro nato de esa arma, el teniente coronel Tomás Yabar. De esta forma Baquedano, el tenido por tonto, se mantuvo al frente del ejército y sus planes fueron cumplidos.

Para conocer el emplazamiento de los aliados envió tropas de caballería, el 10 de mayo, con dirección al sur al frente de Intiorco. Estas estuvieron a la vista de los emplazamientos aliados y retornaron con su informe. Pero aquellos datos necesitaba confirmarlos.

Dispuso entonces la salida de un escuadrón de caballería de 700 jinetes a cuyas grupas deberían ir unos 300 soldados de infantería, además de llevar dos piezas Krupp. Este partió el 13 de mayo. Oficiales en gran número incluido Vergara, fueron de esa partida de reconocimiento que llegó frente a las tropas aliadas y después de hacer observaciones de los emplazamientos y disparar sus cañones y recibir la contestación, quedó claro que la izquierda aliada era en proporción la más débil y que las piezas chilenas alcanzaban los 4,000 metros y las aliadas 3,000. Luego retornaron a su base en Buena Vista ese mismo día para confirmar los datos de la expedición anterior.

Con un plan mejor estructurado, Baquedano, después de dejar la caballería, excepto el primer escuadrón de Carabineros de Yungay, ahorrándose así el necesario acarreo de agua y forraje para la caballada, partió de sus campamentos en Buena Vista – Las Yaras, el 25 de mayo rumbo a las pampas de Intiorco.

El general Campero llega a Tacna

Como hemos dicho, los jefes aliados sabedores de los esfuerzos del enemigo para desembarcar y trepar por Ite habían ensayado teóricos planes de defensa. El coronel boliviano Eliodoro Camacho en quien recaía la responsabilidad del mando de sus propias tropas traía abierta discrepancia con el contralmirante peruano Lizardo Montero respecto de cuál debería ser la línea de defensa aliada; para Camacho era importante avanzar las tropas hasta el valle de Sama y mantenerse de los recursos naturales que ofrecía, de ellos el agua. Esperarían al enemigo que de seguro llegaría por secciones y lo batirían al detalle. En caso de algún revés tenían disponible el camino hacia Bolivia. Es decir, se sugería pasar de la perniciosa espera defensiva a la acción del ataque. El plan estaba basado en una línea bien provista de recursos y la ventaja de recibir al enemigo cansado por las marchas en terreno difícil. Correspondería la decisión al general boliviano Narciso Campero.

El contalmirante peruano, Lizardo Montero Flores, en cambio, decía haber recibido instrucciones del dictador Piérola para mantener una línea defensiva y que había que prepararla en las cercanías de la propia Tacna, fuente básica de subsistencias, de la forma más adecuada, dejando al enemigo hacer el desgaste por secos arenales y con la posibilidad, en caso de un revés, de las rutas a Bolivia por Pachía. Pero Montero tenía el plan de que esa retirada sería sobre Arica que presentaba una mejor línea defensiva a la que podría llegarse por ferrocarril.

De alguna forma sería necesario zanjar esta discrepancia. Hacía poco tiempo que el presidente de Bolivia, general Hilarión Daza Groselle, depuesto por el coronel boliviano Eliodoro Camacho en Tacna, por su inexplicable y vergonzosa defección en Camarones, había sido reemplazado en el cargo de la primera magistratura de su país por el general Narciso Campero a quien adornaban cualidades distintas y que gozaba de gran aceptación. Sabedor de las disputas en Tacna y en su calidad de general en jefe de las tropas aliadas, por así consignarlo el respectivo tratado defensivo de 1873, hizo caso a las reiteradas instancias de Camacho y con un par de ayudantes marchó de La Paz a Tacna donde llegó de improviso.

Al mando ya de las tropas, como quiera que los partidarios de la táctica de Camacho fueran sus paisanos de igual manera que para los peruanos lo era la de Montero, el Presidente de Bolivia, ahora en su calidad de Jefe del ejército aliado decidió con la práctica asegurar la teoría de Camacho. Dispuso la salida de las tropas con toda su impedimenta y bagajes rumbo a Sama.

La ausencia de suficientes bestias para la conducción del material de guerra fue el primer inconveniente que se encontró; tampoco existían las acémilas y odres requeridos para el acarreo del agua; de esta forma al llegar a Intiorco, aproximadamente siete kilómetros al noreste de Tacna, la fatiga hizo los primeros estragos en este ejército. Narciso Campero Leyes decidió entonces retornar a la ciudad y el plan de Camacho quedó desechado.

Más tarde, sin embargo, un espía italiano que había seguido la ruta de Intiorco aseguró haber visto al numeroso ejército chileno que se acercaba desde Sama. Alarmado por esta noticia Campero ordenó apresuradamente que nuevamente las tropas se pusiesen en marcha y por consenso se acordó como el mejor lugar para esperar al enemigo las estribaciones inmediatas a Quebrada Honda, justamente hasta donde habían llegado en su expedición anterior, la pampa de Intiorco.

Se colocaron los batallones en una línea de defensa en forma de media luna con vista noroeste, para que los rayos del sol no pudieran herir los ojos; escogieron el lado sur y de espaldas a Tacna un poco más al borde de la elevada pampa y cuyo glacis baja hasta los arenales inmediatos al valle del Caplina donde se yergue Tacna. Ese lugar fue denominado Alto de la Alianza, en virtud del compromiso de peruanos y bolivianos en la defensa territorial.

Más tarde una avanzada chilena de 60 mulos con odres y su escolta de caballería fue interceptada y hecha prisionera por un destacamento de caballería de los Húsares de Junín que se encontraba de vigilancia en las avanzadas de Quebrada Honda que los condujo al cuartel general aliado donde fueron interrogados.

Los prisioneros declararon que efectivamente el ejército chileno marchaba sobre Quebrada Honda y tenía una fuerza de 22,000 hombres. Campero alarmado por el número de enemigos quedó persuadido que la única manera de reducir las fuerzas enemigas era un ataque por sorpresa durante la noche cuando estuvieran descansando en la depresión. Este plan lo comunicó a Camacho y a Montero que aceptaron de inmediato y con entusiasmo. Entonces se hicieron los preparativos y sin un plan claro y en franca improvisación Campero se puso a la cabeza de las tropas que dividió en tres secciones que marcharían paralelas, lo suficientemente espaciadas y precedidas por guías; dejó una reserva en Intiorco y marchó a la media noche del 25 al 26 para sorprender y batir a los chilenos donde pernoctaban.

Dos horas después de la marcha se presentó la niebla o camanchaca y en medio de la oscuridad el coronel peruano Cáceres, conocedor de la zona, advirtió que oblicuaban un tanto hacia la derecha de tal forma que podría haberse sobrepasado al ejército enemigo. Noticiado de esto Campero ordenó corregir el rumbo sobre la izquierda y pronto chocó con las tropas bolivianas del centro que continuaban al norte, entonces cundió la confusión, el extravío era un hecho.

Se dieron órdenes de inmediato para que los ayudantes del comandante en jefe regresaran a Intiorco para alimentar hogueras y a esa señal retornar a su base las cansadas tropas, frustradas en su pretendida sorpresa al enemigo.

Pero la división del coronel Herrera que marchaba a retaguardia ignorante de estas disposiciones pasó sin ser visto entre las columnas de los que retornaban a sus bases y de pronto se encontró a inmediaciones de las avanzadas del ejército chileno cuyos centinelas al divisar su presencia hicieron disparos que fueron contestados por las tropas de Herrera. Una gran alarma cundió entre el ejército enemigo que apresurado disparó una pieza Krupp en la oscuridad, al tanteo, hiriendo a su propia gente. Herrera entonces, fracasada la sorpresa en sus propósitos finales y luego de advertir que se encontraba solo, regresó a Intiorco. Así de aventurado e improvisto resultó el plan de sorpresa al enemigo que pernoctaba.

Poco después del amanecer retornaron a sus bases las tropas aliadas, donde los esperaba un ejército de rabonas bolivianas y la cocina de la intendencia peruana. Los batallones que habían incursionado en Quebrada Honda llegaron a las seis. Herrera recién apareció al frente a las siete.

Armados los fusiles en pabellones los soldados se línea se preparaban a tomar desayuno, cuando de pronto los vigías de avanzada tocaron a generala con lo que la tropa acudió a las armas; se ordenó a las rabonas retornar de inmediato a Tacna. El ejército chileno hacia su aparición dejando una gran polvareda; los contundentes cuerpos de infantería se presentaban a lo lejos en sus uniformes característicos.

Ejército aliado

Primera Línea
De acuerdo con los planes, el general Narciso Campero, presidente de Bolivia y general en jefe del ejército aliado, dispuso la siguiente conformación:

Extrema derecha, contralmirante Lizardo Montero
Primera y Sexta divisiones peruanas
Batallón peruano Lima Nº 11
Primera División Peruana, coronel Justo Pastor Dávila
Batallón peruano Cusco
Batallón boliviano Murillo
Primera mitad del Primer batallón de la Tercera División Boliviana
Batallón Peruano Lima Nº 21
Sexta División Peruana, coronel César Canevaro
Batallón peruano Rímac
Segunda mitad del Primer batallón de la Tercera División Boliviana
6 cañones Krupp y 2 ametralladoras, en el reducto de la derecha, coronel boliviano Flores.

Centro, coronel Castro Pinto
Segunda División Boliviana, coronel Acosta
Batallón boliviano Loa, coronel Castro Pinto
Batallón boliviano Grau
Batallón boliviano Chorolque
Batallón boliviano Padilla
1 cañón rayado, en reducto 2 ametralladoras 2 cañones rayados La Hite 4 ametralladoras, en reducto

Extrema Izquierda, coronel Eliodoro Camacho
Tercera División Peruana, coronel Suárez
Batallón peruano Pisagua
Batallón peruano Arica
Segunda División Peruana, coronel Andrés A. Cáceres
Batallón peruano Misti
Batallón peruano Zepita
7 cañones de a 4 y 2 Blackley de a 12, en el reducto de la izquierda, coronel Arnaldo Panizo

Segunda Línea
Reserva del ala derecha Batallón peruano Nacionales, formados por ciudadanos de Tacna, profesionales, empleados públicos, obreros, gendarmes de policía y otros cívicos, al mando del prefecto Pedro Alejandrino del Solar
Batallón boliviano Colorados, coronel Idelfonso Murguía
Batallón boliviano Alianza
Batallón boliviano Aroma (Amarillos)
Cuarta División Boliviana, coronel Gonzáles
Batallón boliviano Zapadores

Reserva del Centro
Batallón peruano Arequipa
Quinta División Peruana, coronel Herrera
Batallón peruano Ayacucho
Columna Sama, de la División Solar

Reserva del ala Izquierda
Batallón Huáscar
Cuarta División Peruana, coronel Mendoza
Batallón Victoria
Batallón Viedma
Primera División Boliviana, coronel Zapata
Batallón Tarija
Batallón Sucre

Detrás del ala derecha
Escuadrón peruano Húsares de Junín
Escuadrón peruano Flanqueadores de Tacna,
coronel Gregorio Albarracín Lanchipa.
Escuadrón peruano Guías
Escuadrón boliviano Coraceros
Escuadrón boliviano Vanguardia de Cochabamba
Escuadrón boliviano Libres del Sur
Escuadrón boliviano Escolta

Los 6 cañones Krupp de la brigada de artillería boliviana y 1 pieza peruana de bronce, más 2 ametralladoras del ala derecha aliada estaban encerrados dentro de un parapeto protegido por sacos de arena que habían sido construidos con el auxilio de un español.

Parapetos aliados almenados

Total del Ejército Aliado: 9,500 hombres (5,500 peruanos, 4,000 bolivianos)

Ejército chileno

Extrema derecha:
Primera división, coronel Santiago Amengual
Regimientos Chillán (600)
Navales (600)
Esmeralda (1,200)
Valparaíso (1,200)
Ocho piezas Krupp
Ametralladoras

Centro:
Segunda División, coronel Francisco Barceló
Regimientos Santiago (1,200)
2. de Línea (1,200)
Atacama (1,200)
Ocho piezas Krupp
Ametralladoras

Extrema Izquierda:
Tercera División, coronel Domingo Amunátegui
Regimientos Lautaro (1,200)
Zapadores (600)
Coraceros (600)
Ocho piezas Krupp
Ametralladoras

Entre la Derecha y el Centro:
Cuarta División, coronel Orozimbo Barboza
Regimientos Chacabuco (600)
Coquimbo (600)
Granaderos (600)

Comandante en jefe chileno, general Manuel Baquedano González, al mando de la reserva conformada por los regimientos:
Buin (1,200)
3. de Línea (1,200)
4. de Línea (1,200)
Carabineros (700)
Cazadores (500)
Coraceros (500)
Pontoneros (250)

Artillería chilena Krupp de campaña

Total: 13,500 hombres

La Batalla

Plano general de las operaciones de Intiorco

 

En virtud al reconocimiento chileno, del 13 de mayo, Baquedano había calculado que la izquierda aliada era la más débil por tanto dispuso que la derecha avanzara su infantería con aquella dirección, a la par que la artillería rompió los fuegos para cubrir el ataque.

Eran las 10 de la mañana, apuntaba el sol y la claridad era espléndida.

Proyectiles de los cañones de campaña en su comienzo se introducen en la arena sin estallar. Camacho adelanta sus tropas que dispararan a su vez sobre el enemigo que se aproxima formado en guerrilla, sus cañones rayados hacen efecto en los asaltantes que para evitar mayores estragos se lanzaron a la carrera de frente y por el flanco. En esta situación las tropas de Cáceres del Zepita van al encuentro de los chilenos con decidido ímpetu disparando sus rifles para frenar el asalto. La lucha es porfiada en este punto al extremo que Baquedano dispone el refuerzo inmediato con el apoyo del regimiento Cazadores. La fuerza defensiva aliada es recia y los batallones chilenos son destrozados y van cediendo terreno.

Campero al observar ese movimiento ordena reforzar el contraataque de la izquierda con el batallón los Colorados que acude al trote y se une al Zepita para resistir los esfuerzos de la caballería enemiga para desmembrarlos; cada vez que se produce una carga, colorados y zepitas forman en cuadro y rechazan las cargas a nutrido fuego de fusil. Un movimiento probado con éxito por Wellington en Waterloo contra la poderosa caballería de Ney. La derecha chilena del coronel Amengual cede y empieza el repliegue. Pero Baquedano atento a esta circunstancia emplea a la reserva. Se lanza entonces aquella.

El escenario de gran confusión, estruendo y humo tiene por fondo el griterío enardecido de las tropas en pugna. En este punto ya generalizada la batalla en toda su línea es preciso conocer, en glosa, del informe del coronel Andrés A. Cáceres Dorregaray, detalles de esta acción:

[…] el (Contraataque) se inició, saliendo fuera de la línea, con el avance de mi división, la de Suárez y la de Castro Pinto. Apenas había adelantado yo unos cien metros a la cabeza de mis batallones Zepita y Misti, cuando perdí el caballo. Mi ayudante, Capitán Lazútegui, me dio el suyo, que quedó pronto inutilizado. Mi segundo jefe, comandante Llosa, al avanzar sobre el enemigo, recibió un balazo en el pecho, que le mató instantáneamente; su caballo, sintiéndose sin jinete, partió a la carrera, pero fue alcanzado por uno de los oficiales; al tiempo de poner el pié en el estribo, fue arrancado éste por una bala y hube de montar por el lado opuesto. De los ayudantes, que me acompañaban cayeron los capitanes Chacón y Cabello. El abanderado, teniente Padilla, cayó haciendo flamear la bandera en medio de la lucha, y ordené al teniente Castellanos que recogiera la insignia del Zepita.

Nuestro contraataque seguía, en tanto, pertinaz. Los Colorados rivalizaban con nuestros bravos del Zepita, y la refriega tornábase cada vez más enconada. Aliados y chilenos acometíanse furiosamente, haciendo extraordinarias proezas. Con todo, nuestro decidido empuje adelantaba, pero nos faltaron refuerzos para cubrir las bajas y sostener la impulsión del contraataque, refuerzo que ya no era posible obtener porque todas las reservas estaban empeñadas en la línea de combate.

El enemigo, fuertemente reforzado, volvía, en tanto, al ataque. La lucha era tremenda. El fuego que nos dirigía de todas partes diezmaba mi división y la de Suárez, y hubo momentos que estuvimos en un tris de ser completamente envueltos, pues el resto de la línea no había acompañado nuestro avance, por hallarse combatiendo duramente en sus propias posiciones. Varios jefes habían ya caído en la porfiada lid, muertos o heridos; y a poco fue también herido el valeroso coronel Camacho, comandante general del Centro. El general en jefe, que no perdía detalle en la conducción de la batalla, ordenó al instante al coronel Ramón Gonzáles sustituirle […]

El coronel boliviano, Idelfonso Murguía, jefe del batallón Los Colorados, cuando se refiere al empuje que conjuntamente el batallón peruano Zepita contuvo e hizo retroceder a las maltrechas tropas del Santiago y el Atacama que asaltaron la izquierda aliada, explica el uso táctico de una bien probada organización para contener la carga de los Coraceros que venía en socorro de los batallones en fuga, al mando del coronel Vergara:

[…] Presentóse la caballería enemiga en veloz carrera y por escuadrones, pretendiendo flanquear nuestro costado izquierdo y envolvernos. Vi entonces ocasión de cumplir mis previsiones de los días de instrucción: los brillantes cuadros de infantería, que para algunos estaban proscritos de la táctica moderna. Nos sirvieron allí para mostrar al enemigo la destreza y pujanza de nuestros soldados. Ante la carga de la caballería chilena, ordené formar cuadrilongos. Se formaron en número de seis. Al centro tres dirigidos por los intrépidos mayor José María Yáñez, capitán Gumercindo Bustillo y capitán Juan S. González. A mi izquierda otro, por el jefe del tercer batallón, teniente coronel Zenón Ramírez, que a mil metros a retaguardia había perdido su caballo. Por último, otros dos cuadrilongos a mi derecha bajo el mando del teniente coronel Felipe Ravelo. La rapidez de su formación correspondió a la rapidez del avance del enemigo. Una inmensa nube de polvo y el estruendo de sus armas acompañaban a los corceles. Llegó el enemigo hasta 15 metros de nosotros. Una descarga que parecía hecha por un solo hombre lo recibió, y después otra y otra. La caballada dio vuelta en menos tiempo del que basta para decirlo. Ordené dispersión en guerrilla para seguir con el avance. Se me obedeció con pasmosa serenidad. Los bravos del batallón se lanzaron en persecución del agresor. […]

La artillería peruana, dotada de piezas de menor factura que las chilenas mostró en un primer momento su eficacia. Escuchemos al coronel Arnaldo Panizo Abasolo, comandante general

de la artillería de campaña, en una glosa de su parte fechado en Tarata el 30 de mayo de 1880:

[…] a las 7 de la mañana, se presentó, a la vista, el enemigo, manifestando por su orden de marcha y formación, pronunciar su ataque por el ala izquierda de nuestra línea, lugar que yo ocupaba con la Brigada de Campaña a retaguardia de nuestra infantería.

A las 8.45 a.m. recibí orden verbal de S. E. el Superior Director de la Guerra, para avanzar y romper los fuegos sobre el enemigo, tan pronto que estuviera al alcance de nuestros cañones; en efecto, a las 9 a.m. ordené al comandante de la Brigada Tnte. Cnel. Don Domingo Barboza, hiciera avanzar la 2. batería, comandada por su capitán don Eduardo Águila, con el 3. Jefe de la Brigada, Sargento Mayor don José Manuel Ordóñez, sobre la ceja delantera del campamento que ocupábamos, y que a su derecha, se colocara la sección de a 12, comandada por el Capitán don Ricardo Ugarte, con el 2. Jefe de la Brigada Sargento Mayor don Pedro Ugarteche, quedando de reserva, a retaguardia, la 1. batería comandada por el Sargento Mayor Graduado don Manuel Carrera, lo que fue ejecutado inmediatamente, hice romper los fuegos con magníficos resultados sobre la línea enemiga, cuyos fuegos fueron contestados por su artillería, hasta las 10 a.m. en que haciéndonos esta, por demás más (sic) descargas por baterías, ordené al Comandante de Brigada, aumentara las distancias entre las piezas e hiciera venir a la línea, la 1. batería que se hallaba de reserva; ejecutado lo cual, ordené nuevamente, romper los fuegos hasta las 11 a.m., que recibí orden del Sr. Cnel. Comandante en Jefe del ala Izquierda del Ejército, Dn. Eleodoro Camacho para cesar los fuegos, y ocultar las baterías de la vista del enemigo, colocándolas a la izquierda, de la línea de infantería, en un bajo pliegue del terreno; mientras tanto, el enemigo avanzaba sobre nuestras posiciones, y los tres batallones bolivianos Tarija, Viedma y 2. de Línea se hallaban a la vanguardia de muestras baterías, desplegados en guerrillas y esperando al momento del ataque.

A las 11.3 a.m. dichos batallones recibieron orden de romper los fuegos, y como ocupasen las posiciones que yo había dejado, avanzando al mismo tiempo sobre el enemigo, que venía haciendo fuego y ocultándose por momentos en los repliegues delanteros y perfectamente pronunciados del terreno, era absolutamente imposible, a la artillería que estaba bajo mis órdenes, hacer fuego en la posición que había dejado, so pena de herir a nuestros propios soldados, que con un arrojo digno de alabanza, se lanzaban valerosos sobre el enemigo. Ante tal situación, y cuando los batallones Victoria y Huáscar, que se hallaban a retaguardia, a pocos metros de distancia, avanzaban también hacia la línea, ordené que la 1. y 2. baterías cargaran su material y desfilando por la izquierda al trote pasaran a ocupar una lomada que se hallaba a retaguardia y a la izquierda del puesto que ocupaba el batallón Victoria; en cuyo punto un tanto elevado sobre el terreno de vanguardia, podíamos dominar al enemigo que avanzaba, sin ofender a nuestras tropas.

La 2. batería ejecutó su movimiento de cargar su material y desfilar inmediatamente sin ser ofendida por los fuegos enemigos, por hallarse en la parte más baja del repliegue citado, pero en su tránsito, el nutrido fuego del enemigo, que había pronunciado su ataque por ese lado y que avanzaba arrollando nuestra izquierda, había muerto y herido la mitad de su gente, entre ellos, herido su capitán don Eduardo Águila, matando al mismo tiempo seis mulos conductores, cuyas cargas quedaron en el campo. Una vez en la altura, soportando un vivísimo fuego de fusilería y ametralladora, nos fue imposible hacer fuego, pues ya nuestras tropas estaban confundidas con las del enemigo. Mientras esto pasaba con la 2. batería; la 1. que había quedado a la retaguardia, y en terreno más elevado, al cargar su material para seguir a la 2., fue víctima, así su tropa como sus acémilas, de nutrido fuego enemigo, a pesar de la serenidad y empeñoso interés del Jefe de la Brigada, Mayor Graduado don Manuel Carrera y demás oficiales de la batería, para salvar sus piezas, todo empaño fue imposible, quedando heridos el Capitán Graduado don Elías Bodero y Teniente don Eduardo del Castillo.

La sección de a 12, que ocupaba el centro de las baterías ya citadas, por su naturaleza pesada, para seguir con la regularidad debida al movimiento de las anteriores, y hallándose más cerca de la ceja predominante de nuestras posiciones, a las órdenes del 2. Jefe Sargento Mayor Graduado don Pedro Ugarteche, hicieron seis disparos, hasta que encontrándose acribillado por el fuego enemigo, y sin poder retirarse por las razones ya expuestas, perdiendo toda su gente, y, al Maestro Mayor de obreros Pedro Sánchez, que con sus subordinados, se ofrecieron a servir dichas piezas, a pesar de los heroicos esfuerzos de este Jefe, de su Capitán don Ricardo Ugarte y los de igual clase graduados don Eloy Caballero y don Pedro Odriozola, y después de quedar contusos el 2. y 3., viendo imposible todo esfuerzo de salvar esta sección, se replegaron a la 2. batería.

El que suscribe, con sus tres piezas de la 2. batería y 18 hombres, los tres jefes de la Brigada y los oficiales que se habían replegado, viendo pronunciado el triunfo a favor del enemigo trató de salvar las piezas mandándole orden con el Alférez Pedro Carlín al Capitán Don Félix del Piélago, que se hallaba encargado del parque, se replegase hacia nosotros que nos dirigíamos siguiendo la oleada de dispersos, que cubría la entrada a Tacna, hacia el Alto de Lima, eran las 3 p.m. […]

La sangrienta batalla costó a los ejércitos aliados de 2,500 a 3,000 soldados, lo que dice de la resistencia que opusieron al enemigo que dejó en el campo 2,200 hombres. Los batallones chilenos que perdieron el 50% de su efectivo fueron el Regimiento de Infantería Santiago y el Batallón de Infantería Atacama No. 1, ambos pertenecientes a la 2. División.

Corresponde un alto precio el pagado por el arrojado batallón de los Colorados de Bolivia que fue exterminado. Numerosos y distinguidos jefes y oficiales aliados rindieron la vida aquel memorable día.

Las tropas sobrevivientes bolivianas pusieron rumbo al altiplano. Montero con el parque que se pudo salvar hacia Arequipa. La débil resistencia de Tacna, emprendida por sus autoridades, fue acallada por una descarga de artillería.

Por la tarde el coronel Santiago Amengual hacía su entrada en la vieja ciudad del Caplina; quedaría cautiva hasta 1929.

Museo de Sitio en Intiorco

Próximo al cementerio militar y la cruz monumental que se levanta en la pampa de Intiorco, en Tacna. Conserva documentos, uniformes, armas y municiones de aquella batalla que convocó a tres ejércitos. Fue erigido en la década de los años ochenta.

Pueden verse algunos emplazamientos y las demarcaciones en el terreno de las tropas aliadas, practicadas en los lugares que ocuparon.

Así informó The New York Times, entre otros hechos, la acción de Tacna:

http://query.nytimes.com/mem/archive-free/pdf?res=9C07EEDB173EE733A25755C2A96E9C946797D6CF

Fuentes:

Historia Militar del Perú, 2. Tomo; Teniente Coronel de Caballería, Carlos Dellepiane, 1931, Lima-Perú

Guano, Salitre y Sangre, Ricardo Querejazu Calvo. Cochabamba, Bolivia, 1979

Historia General de Bolivia, Alcides Argüedas. Librería Editorial Juventud. La Paz-Bolivia, 1994 Historia de la Guerra del Pacífico (1879 – 1881); Diego Barros Arana, Ed. Andrés Bello. Santiago de Chile, 1979

Narración Histórica de la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia; La campaña del sur. Tomo II. Mariano Felipe Paz Soldán. Ed- Milla Batres. Edición conmemorativa del Primer Centenario de la Guerra del 79.

Internet

En el Alto de la Alianza, Luis Guzmán Palomino

La Batalla de Tacna, Jorge Ojeda Frex

Parte peruano del coronel Andrés Cáceres

Parte boliviano del coronel Idelfonso Murguía

Parte peruano de la batalla por el coronel Arnaldo Panizo

La batalla de Tacna, de Wikipedia que cita este artículo,

http://en.wikipedia.org/wiki/Battle_of_Tacna

Diversos gráficos de procedencia peruana y chilena

Monumento del Alto de la Alianza, en Intiorco, Tacna

Fanfarria militar Cavalery Trumpet calls.- Roland Kiper. Belgian Military Marches. Conductor: Norbert Nozy /CD87 040 DDD/ NOBLESSE -1993 Drummers Lilt.- Te Corps of Drums. Royal Marines. Hellmark 303782 – 1996

Publicadas por Luis Siabala Valer Hora 11:24:00

Etiquetas: Colorados, Cáceres, Intiorco, Panizo, Tacna

Regata Velas Latinoamérica 2014

Al señor José González Spaudo, de Concepción, Chile, invaluable amigo, gran aficionado a la fotografía y a la náutica

Afiche

ITIN

Nota: Lamento no haber podido acudir a este importante y bello evento internacional. He reunido, sin embargo, material oficial y periodístico para conformar algo de historia.

El 24 del corriente mes de abril, 2014 ha recalado al puerto del Callao la  Regata Velas Latinoamérica 2014, con una derrota similar a la de 2010. Esta vez con menor número de unidades que aquella, y dos de ellas incorporadas, el barco Dr. Bernardo Houssay y el catamarán de aluminio Ice Lady Patagonia II de Argentina.

Auspicia esta Regata la Armada Argentina con el propósito de celebrar el Bicentenario de las acciones navales de Montevideo de 1814.

Sigue siendo apasionante contemplar estas naves movidas por el viento y la pericia marinera de sus tripulaciones.

Notas y grabados oficiales

imagen-velero-callao

A la cuadra del Callao

Naves participantes

Libertad

Fragata Esmeralda

Cisne Branco

Cuauthémoc

Guayas

Simón Bolívar

Velero Gloria

Catamarán Dr. Bernardo Houssay

Catamarán Ici Lady

Galería del arribo al Callao

Proa y bauprésProa al puerto
AcoderandoAcoderando
A bordo del ARA LibertadOficiales peruanos a bordo
Marinera limeñaMarinera limeña
Bnada ARA LibertadBanda del ARA Libertad
Empavezado nocturnoEmpavesado nocturno

El artículo que sigue a continuación, reprise de la anterior recalada en el Callao, es un homenaje a la presente 7. Regata Velas Latinoamérica, 2014.

Dijimos entonces:

MIÉRCOLES, 12 DE MAYO DE 2010

Rendezvous en el Callao

 Veleros, uno de ellos Juan Sebastían Elcano

BAP Escuela Unión; bric-barca Europa, Holanda y fragata Esmeralda, Chile

Remolcadores SIMA-Callao

 Remolcadores de maniobra en bahía, fabricados en los astilleros SIMA-Callao

Esmeralda, Chile; ARA Libertad, Argentina; Guayas, Ecuador

Esmeralda, Chile; ARA Libertad, Argentina, Guayas, Ecuador

Bauprés, Gloria, Colombia

Bauprés del velero escuela Gloria, Colombia

Gloria; Cuautémoch; Cisne Blanco; Sagres; Capitán Miranda

En fila, Gloria, Colombia; Cuauhtémoc, México; Cisne Blanco, Brasil; Sagres, Portugal, Capitán Miranda, Uruguay

Esmeral, Libertad, Guayas

Esmeralda, Libertad, Guayas

Un regalo para la vista en día excepcionalmente claro

La cita en el Callao de once veleros, en su mayoría buques-escuela de otros tantos países, se cumplió según derrota de largo itinerario empezada el 2 de febrero de 2009 en Río de Janeiro, Brasil y que tiene final el 28 de junio 2010, en Veracruz, México; regata que busca celebrar el bicentenario de la independencia de las repúblicas sudamericanas que empezó en 1810, con excepción del Perú, el último país que consiguió su independencia en 1821, por lo que las celebraciones de este baluarte español de América meridional tendrá que esperar hasta el año 2021.

Denominada Bicentenario, repetimos, es una regata internacional de grandes veleros «Velas Sudamérica 2010», para celebrar el centésimo segundo aniversario de independencia del dominio de España.

Día agradable aquel del sábado 1. de mayo que dio comienzo a la jornada de visita a las nueve de la mañana, tiempo escaso por lo que únicamente fue posible abordar hasta las quince horas, cuatro de las más importantes naves acoderadas a los molones del Arsenal Naval del Callao o Base Naval, apostadero de la armada peruana cuyas principales unidades habían salido a la bahía para dar cabida a la flota de veleros jamás reunida desde el siglo XIX y las primeras décadas del XX.

Curiosos, aficionados y marinos frustrados -como el autor de estas notas- debemos haber vivido, qué duda cabe, la fantasía del pasado en un anacrónico viaje. Inolvidable experiencia que esta bitácora se propone que así sea.

Aquí detalles de esta singular recalada en el Callao:

Derrota de Velas Sudamérica 2010

Itinerario:

1. Río de Janeiro (Brasil) 02 – 07 febrero

2. Mar del Plata (Argentina) 22 – 26 febrero

3. Montevideo (Uruguay) 28 febrero – 02 marzo

4. Buenos Aires (Argentina) 04 – 09 marzo

5. (*) Isla de los Estados (Arg.) 18 marzo

6. Ushuaia (Argentina) 20 – 23 marzo

7. (*) Cabo de Hornos (Chile) 24 marzo

8. Punta Arenas (Chile) 27 – 31 marzo

9. Valparaíso (Chile) 13 – 18 abril

10. Antofagasta (Chile) 21 – 23 abril

11. Callao (Perú) 28 abril – 02 mayo

12. Guayaquil (Ecuador) 07 – 11 mayo

13. Cartagena de Indias (Colombia) 19 – 23 mayo

14. La Guaira (Venezuela) 29 Muy – 02 junio

15. Santo Domingo (Rep. Dom.) 06 – 09 junio

16. Veracruz (México) 23 – 28 junio

Veleros participantes:

Capitán Miranda-Uruguay (1930)

Cisne Blanco-Brasil (1999)

Cuauhtémoc-México (1982)

Esmeralda-Chile (1954)

Europa-Holanda (1911)

Gloria-Colombia (1967)

Guayas-Ecuador (1976)

Juan Sebastián Elcano-España (1927)

Libertad-Argentina (1960)

Sagres-Portugal (1937)

Simón Bolívar- Venezuela (1979)

USGC Eagle-USA (1946)

La afluencia de público aumentó conforme transcurrió el día. La visita a cada nave toma considerable tiempo y en consecuencia no era posible abordar todas, pero con cuatro de las más significativas nos bastó para preparar algún material fotográfico que ahora entregamos y tenemos la sensación, color, olor y sonido de ese entorno aún presentes.

Veleros escuela visitados

ARA Libertad (Argentina)

 

Cabillería de babor

Cabillería de babor

ARA Libertad, puente de mando

Puente de mando de la fragata ARA Libertad

La fragata Q2 ARA Libertad, construida en el Astillero Río Santiago, es una fragata con gavias dobles (cinco vergas por palo que puede bracearse hasta 45°) y cuatro palos cruzados (bauprés, trinquete, mayor y mesana). La altura máxima del palo mayor es de 49,8 m y tiene seis guinches eléctricos para maniobra de velas. Tiene 27 velas de Dacron, son 15 cuadras, 5 foques, 6 cuchillas y una cangreja, con una superficie total de 2.652 m2, siendo éste un buque escuela. Tiene como misión completar la formación profesional de los guardiamarinas de la Armada Argentina.

La construcción del buque escuela a vela, encarada en el Astillero Río Santiago del AFNE (Astilleros y Fábricas Navales del Estado), llegó a su fin el 28 de mayo de 1963 con la entrega oficial a la Armada Argentina de la fragata ARA Libertad (Q-2), que relevó de su tarea al crucero ARA La Argentina y a la legendaria fragata ARA Presidente Sarmiento.

El primer remache de su quilla fue puesto el 11 de diciembre de 1953. Botado su casco el 30 de mayo de 1956, su construcción y alistamiento sufrieron los avatares de la situación política argentina, comenzando las pruebas de mar recién a fines de 1961.

En el año 1963 zarpó del puerto de de Buenos Aires en su primer viaje de instrucción.

En el año 2004 se inició, nuevamente en el mismo astillero que la vio nacer, un completo proceso de modernización de media vida, que finalizó el 2 de marzo de 2007. La remodelación del buque escuela incluyó el reemplazo del sistema propulsor, la planta eléctrica, el sistema central de aire acondicionado, el cambio de la cubierta y la reparación integral de toda la estructura. También incluyó una reforma en los sollados de los guardiamarinas para poder incluir comodidades para las nuevas generaciones de mujeres que cursan en la Escuela Naval.

Velero Escuela Libertad

Foto INTERNET, ARA Libertad entrando a puerto

Buque Escuela Esmeralda Chile)

Datos técnicos:

 Desplazamiento 3.673 t APC

2.900 t en rosca

Eslora 113,1 m

94,13 m sin el bauprés.

Manga 13,1 m

Puntal 8,68 m

Calado 7 m

Calado aéreo 48,7 m

Aparejo bric-barca

Armamento 2 cañones de 57 mm

Propulsión vela/ motor Diesel

Velocidad 16,5 nudos (32,41 km/h)

Autonomía 1.200 a 17 nudos

Tripulación 323 personas

Esmeralda

Acoderada en la Base Naval del Callao, fragata Esmeralda, Chile

Por la banda de babor

Por la banda de babor

Puente de mando

Puente de mando

Cubierta principal con dirección al alcázar de proa

Cubierta principal con dirección al alcázar de proa

Banda de babor, hacia el alcazar de popa

Banda de babor, hacia el alcázar de popa

Historia

El buque escuela Esmeralda es un buque de instrucción de la Armada de Chile. Es el sexto buque chileno bajo el nombre Esmeralda. Actualmente es el segundo velero más grande del Mundo (altura y longitud) junto con su gemelo perteneciente a la Armada Española, el Juan Sebastián Elcano.

Su nombre es en honor a la fragata Esmeralda (1ª), navío de la escuadra española capturado en El Callao la noche del 5 de noviembre de 1820, por el Almirante Lord Thomas Alexander Cochrane, y posteriormente, a la corbeta Esmeralda (2ª) comandada por el Comandante Arturo Prat Chacón, muerto gloriosamente en el Combate Naval de Iquique. Los Oficiales ingresados de la Escuela Naval Arturo Prat y las 70 primeras antigüedades del Personal de Mar ingresados de la Escuela de Grumetes Alejandro Navarrete Cisterna realizan el Crucero de Instrucción a bordo del Buque Escuela por el plazo de un año.

Construcción. En 1946, España ordenó a los astilleros Echavarrieta y Larrinaga de Cádiz, la construcción de una embarcación gemela del Buque Escuela Juan Sebastián Elcano, como reemplazo del segundo buque escuela de la Armada Española, el Galatea. Este nuevo barco llevaría el nombre de Buque Escuela Juan de Austria.

El 18 de agosto de 1947 los astilleros Echavarrieta y Larrinaga fueron destruidos tras la explosión de la Base de Defensas Submarinas de España. El Gobierno de España, en forma de ayuda se hizo cargo de las deudas acarreadas por la explosión y creó la Sociedad de Astilleros de Cádiz S.A. El trabajo sobre el barco quedó temporalmente detenido. En 1950 Chile y España entraron en negociaciones para saldar las deudas contraídas con Chile como consecuencia de la Guerra Civil Española. Chile aceptó el barco inacabado como parte del pago y, en 1951, los trabajos se reanudaron.

El 12 de mayo de 1953 se realizó el lanzamiento desde las gradas de la Sociedad de Astilleros de Cádiz S.A.

El buque fue entregado al gobierno chileno, el 15 de junio de 1954.

Buque escuela Juan Sebastián Elcano (España)

Datos técnicos:

Astillero Echavarrieta y Larrinaga – Cádiz

Clase Juan Sebastián Elcano

2 buques

Tipo Bergantín goleta

Autorizado 6 de abril de 1923

Botado 5 de marzo de 1927

Asignado 29 de febrero de 1928

Destino Activo

Características generales

Desplazamiento 3.700 t APC

2.900 t en rosca

Eslora 113,1 m

94,13 m sin el bauprés.

Manga 13,1 m

Puntal 8,68 m

Calado 7 m

Calado aéreo 48,7 m

Aparejo Bric-barca

Armamento 2 cañones de 47

Propulsión vela/ motor Diesel

Velocidad 16,5 nudos

Autonomía 1.200 a 17 nudos

Tripulación 257 personas

Historia

El Juan Sebastián de Elcano fue botado en Cádiz, España, el 5 de marzo de 1927.

El primer nombre que recibió el proyecto de este barco fue «Minerva», diosa que aparece en el mascarón de proa, pero por un real decreto del 17 de abril de 1925 fue cambiado por el nombre con el que hoy tiene. El casco fue diseñado por la compañía Echevarrieta y Larrinaga de Cádiz. El mascarón de proa y otras tallas del barco fueron encargados al escultor bilbaíno Federico Sáenz Venturini. Para el diseño de las velas se eligió al proyectista inglés Nicholson. Su primer velamen era de lino y se encargó a la fábrica Ratsey Isapthone de Gosport, una de las importantes firmas inglesas del momento. Las velas de respeto fueron realizadas por la casa Echarne de Gijón. A su entrega, el buque escuela contaba con un motor diesel auxiliar de 800 caballos (unos 600 kW). El precio de coste del barco ascendió en aquella época a 7.569.794 pesetas.

 

Guasrdia del portalón de popa

Guardia del portalón de popa

Armas del portalón de popa

Armas de la guardia del portalón de popa

Fragata con masteleros del trinquete y cangrejas en su arboladura

Desde el muelle, fragata con masteleros en el trinquete y cangrejas en su arboladura

Al regreso de su primer viaje y tras los diagnósticos oportunos se supieron sus virtudes y defectos, y estos últimos fueron tenidos en cuenta para ser corregidos y mejorados en sucesivos cambios y obras de carena y recorrido. Hasta el comienzo de la Guerra Civil, estas reformas habían sido: el 15 de julio de 1930, por su escasa potencia el motor fue sustituido por otro Pressel Mancon grupo electrógeno; el 14 de agosto de 1933 se construyeron los pañoles en el sollado de proa; en julio de 1933 los tanques de agua se trasladan de la toldilla a proa; el 8 de mayo de 1934 se instala en babor el repetidor de la giroscópica en el puente y en el despacho del comandante; en 1933 y por orden del comandante Moreno Fernández se colocó en el mamparo de proa de la toldilla la placa con la inscripción latina «Tu Primus Circundedisti Me«, que rememora el escudo y lema que Carlos I otorgó a la familia de Elcano. También fueron bautizados los 4 palos con los nombres que recuerdan a los buques escuelas anteriores.

La primera travesía del barco fue de Cádiz a Málaga con S.M. Don Alfonso XIII a bordo. En su primer viaje visitó los puertos de Cádiz y Málaga (donde desembarcó S.M. dirigiéndose a continuación a Sevilla, sede en aquel momento de la Exposición Universal, donde permaneció hasta el 30 de abril). Puede decirse que este viaje fue el ensayo general antes de efectuar su primera navegación alrededor del mundo recalando en Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. Antes de llegar a Canarias permaneció 40 días en el Atlántico sin tocar puerto hasta el 6 de junio. El 4 de julio llegó a Pasajes en Guipúzcoa, donde recibió la bandera de combate de manos de la Infanta Beatriz de Borbón, hija del rey Alfonso XIII. Dicha bandera fue obsequio de la Diputación Provincial de Guipúzcoa. Del 18 de abril al 15 de julio de 1928 se recorrieron 5.769 millas repartidas en 57 singladuras y dando una velocidad media de 4,2 nudos.

Terminado este periodo de prueba, pasó a la Carraca para limpiar fondos y prepararse para su primer crucero de instrucción, que consistió en dar la vuelta al mundo en dirección opuesta a la que en su día hizo el ilustre navegante del que recibe su nombre, siendo su comandante el Capitán de Fragata Manuel de Mendvil, comenzando el 1 de agosto de 1928 y finalizándolo el 29 de mayo de 1929. Recorrió los siguientes puertos: Cádiz, San Vicente (islas de Cabo Verde), Montevideo, Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Adelaida, Melbourne, Sidney, Suva, San Francisco, Balboa, La Habana, Nueva York y Cádiz.

25 años después se usaron los mismos planos para construir el barco escuela chileno Esmeralda en 1952-1954.

La embarcación cuenta con dos purificadores de agua y un depósito de gasóleo de 265.000 litros que alimenta tanto sus motores de propulsión como sus generadores eléctricos. Con una capacidad de carga de poco más de 600 toneladas puede estar en alta mar durante más de veinte días sin tener que ir a puerto a abastecerse.

En sus viajes de entrenamiento tarda unos 22 días en llegar hasta América, haciendo escalas en diferentes puertos en su recorrido. Da la vuelta al mundo en aproximadamente nueve meses; hasta el año 2008 lo había hecho diez veces. El resto de sus salidas ha viajado a América y regresado a España sólo navegando en el océano Atlántico.

Velero Europa (Holanda)

 Datos técnicos

Puerto: La Haya

Astilleros: Rederij Bark Europa by – 1911

Eslora 56 m

Manga 7,45 m

Calado 3,9 m

Casco Acero

Desplazamiento 575 t

Sup. Vélica 900 m2

Tripulación Total 62

Postal de la bric-barca Europa

Postal adquirida a bordo. bric-barca Europa con todo el velamen desplegado
Mastelero del trinquete, reparando amarras
Reparando amarres en el mastelero del trinquete
Bella tripumante en el mastelero de la gavía mayor
 Bella tripulante sobre el mastelero de la gavia mayor
Reparaciones en el mastelero
Reparaciones en el mastelero
Gloria, mascarón de proa; efigie de Europa y Zeus
Mascarón con la efigie de Europa y Zeus

Velero Guayas (Ecuador)

Eslora 78,4 m

Manga 10,7 m

Calado 4,5 m

Casco Acero

Desplazamiento 1.217,82 t

Sup. Vélica 1.611,27 m2

Tripulación Total 187

Historia

Velero construido al igual que el Cuauhtemoc, Simón Bolívar y Gloria en los Astilleros Celaya en Bilbao-España en 1977, tiene como función principal la formación y entrenamiento de los marinos ecuatorianos.

Velero Escuela Gloria Colombia

 

Columna de veleros-escuela. Encabeza el velero Gloria

Columna de veleros escuela con nutrida concurrencia, encabeza el velero Gloria

Datos técnicos

Eslora 76 m

Manga 10,06 m

Calado 4,87 m

Casco Acero

Desplazamiento 1.300 t

Sup. Vélica 1.400 m2

Tripulación Total 155

Historia

Con 42 años de vida en el mar. Construido en los astilleros de Celaya de Bilbao, España es un bergantín barca con un aparejo de tres palos: Trinquete, Mayor y Mesana, y en cuyas vergas se aferran 23 velas entre cuadras y latinas que incluyen foques, estays y en el Mesana: cangreja y escandalosa.

Simón Bolívar (Venezuela)

 

Gran pabellón en la driza de mezana

Gran pabellón en la driza de mesana

Historia

Construido en los Astilleros y Talleres Celaya en Erandio, Vizcaya. Fue botado el 21 de noviembre de 1979 y entregado a la Armada Venezolana el 12 de agosto de 1980, siendo adscrito al Comando de la Escuadra.

En su proa lleva el mascarón de La Libertad, diseñado por el artista venezolano Manuel Felipe Rincón. Desde su botadura, ha navegado aproximadamente 225.000 millas náuticas en un total de diecisiete Cruceros de Instrucción.

Bella tarde.

Fuentes navales de INTERNET

http://www.velasudamerica2010.com/

http://youtu.be/1necq4-u5ng

http://youtu.be/Ky-zrrkipzQ

Fotos del autor

Publicado por Luis Siabala Valer en 10:38

Etiquetas: 1810, bauprés, bicentenario, Callao, Elcano, escuela, esmeralda, mesana, regata, rendezvous, sebastián, vela, velero

Resistencia y asalto a Concepción

A don Máximo Sánchez Arévalo, bisnieto del coronel Máximo Tafur (1859-1883)

Jefe guerrillero

Operaciones militares de la Guerra del Salitre

Domingo, 9 de julio, 1882

“El Mariscal Cáceres tenía la imaginación como un arma secreta. Fue un soldado encendido por la pasión creadora, un imaginativo audaz. Por algo le decían El Brujo. Cuando nadie veía el camino, se desplazó certeramente hacia el Perú central y de la nada levantó un ejército. Donde no existía sino desaliento, desató energía. Cuando todo parecía hundirse, encontró una razón de combate. Fue el fundador y jefe de un nuevo ejército popular. Encarnó la conciencia nacional y la dignidad indeleble. El invasor vio en Cáceres al hombre más peligroso, porque era precisamente el más imaginativo, y trató muchas veces de matarlo. Pero El Brujo estaba bien protegido: no por la magia misteriosa sino por el poder popular”

ROMUALDO, Alejandro 1982; Comentario en: Reflexiones sobre la resistencia de La Breña, Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú. Ed. Lima: Ministerio de Guerra.

Antecedentes importantes

Para el segundo año de ocupación de Lima, la presencia clara y cada vez más evidente de la resistencia en el centro del país traía preocupadas a las autoridades militares chilenas. En la sierra central columnas de campesinos se movían a la cabeza de jefes nombrados, sea por voluntad colectiva o como respuesta al llamado de un indiscutible jefe que se hacía más visible y que cobraba autoridad, el coronel Andrés Avelino Cáceres Dorregaray.

General Andrés A. Cáceres Dorregaray (1833-1923)

Después de permanecer oculto a salvo gracias a la diligencia de los padres jesuitas del convento de San Pedro, en Lima, en cuyo hospital curó de las heridas que recibió en Miraflores en la jornada del 15 de enero de 1881 y puesta su cabeza a precio por el enemigo, se había evadido y marchado al centro, al feraz valle del Mantaro. Allí prepararía la resistencia y a sus escasas tropas de línea se sumarían entonces columnas de montoneros armados con cualquier instrumento ofensivo, acicateado el ímpetu por el odio al invasor que tanto daño causaba en sus pueblos.

Su casa en Lima, de la calle San Ildefonso en los Barrios Altos, ocupada por su esposa y alguna familia, era materia de vigilancia constante. Pero allí bullía una quinta columna o inteligencia siempre dispuesta a prestar los socorros de ambulancia o los envíos furtivos de armas, al paso del ferrocarril que detenía en la cercana estación de Viterbo rumbo a la sierra central, que para entonces su punto más alto y final era la localidad de Chicla, en las altas punas de la cordillera.

Oriundo de Chupas, en Ayacucho, poblado en las pampas inmediatas al sur este de Huamanga, el coronel, veterano de todas las campañas del sur, hablaba con fluidez el quechua y por ello llegaba con facilidad al corazón de los pueblos por donde pasaba que a su voz se enrolaban, sumándose al pequeño ejército de regulares que le acompañaban el batallón Zepita, que era el más conspicuo por haberlo comandado en toda la campaña del sur; de esta forma se asimilaban sencillos campesinos armados con rejones y antiguas armas coloniales de fuego dando lugar a una considerable fuerza.

Formaban parte de su Estado Mayor, selectos oficiales que se le reunieron y un grupo de entusiastas adscritos que respondía a la Ayudantina, como se le denominaba; eran estos señoritos hijos de los hacendados de la sierra central decididos a presentar al enemigo un frente móvil de sorpresa y desgaste en un terreno alto con una orografía agreste tal como lo presentan los contrafuertes del hermoso, extenso y fértil valle del Mantaro.

Destacamentos a la búsqueda de Cáceres

El comandante en jefe de las tropas de ocupación, con cuartel en Lima, por entonces contralmirante Patricio Lynch Solo Zaldívar, dispuso la salida de sendos regimientos con dirección al Mantaro, para poner fin a la amenaza que ya había sorprendido a las tropas regulares que incursionaron a la sierra en busca de botín y exacción. Pero la actividad de los guerrilleros era un constante obstáculo para atender estos propósitos.

En este punto es preciso recordar que en la fase final de la guerra por la emancipación fueron montoneros peruanos los que en pampa Quinua, Ayacucho, afligieron el flanco derecho del valiente brigadier español Jerónimo Valdez, como que guerrilleros fueron los que encabezados por Juan Martín “el Empecinado” dieron cuenta de las tropas francesas en las jornadas anteriores a Bailén, en España. Es decir, aquellos eran cuerpos de irregulares animados por una suerte de venganza que apuntalaba fuertemente sobre su espíritu y por ello fueron capaces de conseguir triunfos insospechados.

Un regimiento chileno, en general, comprendía 1,200 plazas de infantería, asistido de artillería y caballería, es decir, un conjunto bien afiatado de combate y su componente adecuadamente armado, muy bien montado, avituallado por su intendencia y socorrido por sus bien dotadas ambulancias, con lo que le bastaba para penetrar con suficiente autonomía, como era el caso que nos ocupa, dentro de los breñales de la sierra peruana con la ventaja consecuente de la fuerza y la aplicación del cupo a los indefensos pueblos, cuyos padres e hijos habían acudido a formar la resistencia que Cáceres estaba convocando. Este era el caso del regimiento Chacabuco, o Sexto de Línea, cuyo jefe el coronel José Francisco Gana había dispuesto que una columna de esa cuerpo se adelantara y ocupase Concepción.

Plan de ataque y resistencia en simultáneo

Entre mediados de 1881 y mediados de 1882, la primera maniobra estratégica concebida por Cáceres, durante la llamada Campaña de la Breña, fue emprender una guerra de guerrillas para, en el entreacto, formar y adiestrar sus primeras tropas. Una vez que estas hubieron adquirido volumen y consistencia, adoptó un esquema defensivo y al abrigo de esa estrategia de guerra de desgaste alcanzó la fuerza suficiente para pasar a la contraofensiva.

Dentro de este contexto de resistencia y contraataque se dieron las continuas incursiones de las fuerzas peruanas en las localidades de Matucana, La Oroya, Tarma, Jauja, Chicla, San Mateo, con preferencia a muchas otras, con notable suceso.

Para fines de 1881, persuadido de la importancia de esta acción de iniciativa personal, el dictador supremo del Perú, don Nicolás de Piérola, ascendió a Cáceres, dueño ya de una respetable fuerza disciplinada y armada, al grado de general y lo nombró jefe superior político-militar del centro. Contaba con 3,000 hombres, ocho piezas de artillería y un regimiento de caballería, fuerza con la que daba sorpresivos golpes a los chilenos desde Chosica, pequeña e idílica localidad a diez leguas al este de Lima.

Tampoco dejó de lado el concurso de sus campesino-guerrilleros de las diversas comunidades altas de los Andes, como lo eran las de Apata o las de Comas quienes operaban con la habilidad propia de su naturaleza frugal y resistente a la faena en altura, en especial la colocación de trampas o galgas al borde de los abismos en los desfiladeros y pasos obligados de los breñales, arte que dominaban a la perfección y otras tareas destinadas al apoyo táctico de las tropas regulares.

Era conocido y un motivo de apremio y temor para el enemigo, que necesariamente se aventuraba por los desfiladeros, el peligro que significaba para las tropas, acémilas y equipo, generalmente parque de artillería cuando en las alturas tronaba de pronto fatal, in crescendo, el horrísono alud de las galgas que dando tumbos empujaban a su paso rocas de mayor tamaño, mensajeras terribles de la muerte.

Consideraciones de paz y envió de fuerza punitiva

Consolidada la ocupación de las principales ciudades de la costa del Perú –excepto Arequipa, Cusco, Puno y vastos sectores de la sierra- el alto mando militar chileno tenía claro que la presencia de la fuerza hostil que operaba en los Andes, con el coronel Cáceres a la cabeza, haría imposible la tan ansiada paz que urgía, habida cuenta de los altos costos de la ocupación -que no lo era de todo el país- inmenso para tal propósito, la manifiesta hostilidad y el desaliento de las propias tropas por el abandono de la metrópoli, tal como lo señala el historiador chileno Jorge Hinostroza en su famoso Adiós al Séptimo de Línea, capítulo Los batallones olvidados y, sobre todo, el avance para concertar acuerdos de paz que negociaba con el presidente del gobierno provisorio, con sede en el pueblo de la Magdalena, don Francisco García Calderón.

Sin otro recurso, el jefe militar de ocupación, contralmirante Lynch, para evitar que la guerra se prolongase indefinidamente, por cuanto no se había dado la rendición oficial del Perú -hecho que jamás ocurrió- envió, en mayo de 1881, una fuerte expedición punitiva rumbo a Junín y Cerro de Pasco al mando del teniente coronel de caballería Ambrosio Letelier Salamanca con órdenes de destruir sin contemplaciones cualquier forma de resistencia por parte de los peruanos.

Coronel chileno Ambrosio Letelier Salamanca

Letelier pasaría a la posteridad no sólo por su ineptitud como oficial, sino principalmente por la crueldad con que asumió su función en la sierra central peruana, imponiendo cupos, saqueando e incendiando sin el menor escrúpulo, indiscriminadamente, propiedades y exigiendo cuantiosos y absurdos rescates. En Huancayo había impuesto uno de 100,000 soles y 60 caballos a la población.

Su nefasta actitud, incluyendo el hurto de dinero propiedad de la caja militar del ejército chileno fue censurada por su propio comando, quién lo sometió a corte marcial por corrupción. Posteriormente el gobierno de La Moneda lo exculparía por considerar importantes sus servicios en la guerra.

La acción de este militar, que deshonra las armas chilenas, valdría de por sí crónica aparte, por la forma de exacción y depredación con la que cumplió su cometido, pero baste decir que su innoble conducta sirvió para endurecer la resistencia. Aquella misión resultó un fracaso y por el contrario originó un escándalo por los actos manifiestos de corrupción y abuso de autoridad que le fueron atribuidos a Letelier. Dueño de un cuantioso botín colectado de las casas de hacendados, campesinos y de ornamentos preciosos extraídos de los numerosos templos, huyó acosado por los guerrilleros sedientos de venganza.

Para proteger su retirada desde Cerro de Pasco, Letelier ordenó a un batallón del regimiento Buín desplazarse desde Casapalca hasta el caserío de Cuevas.

Una sección de dicha fuerza se dirigió luego hacia la hacienda de Sangrar (que los historiadores chilenos por desconocimiento denominan Sangra), donde fue atacada por un batallón peruano, que le causó muchas bajas y la pérdida de cincuenta estupendos rifles.

Alarmado por este suceso, escarmentado por la resistencia, Lynch llevó a Letelier a juicio militar, suspendió el envío de este tipo de expediciones y para asegurarse la conquista de la sierra central dispuso un ejército, fuerte de unos 3,220 hombres, al mando de competentes oficiales. El primero de enero de 1882, aquel ejército, dividido en dos columnas y al mando del coronel José Francisco Gana, emprendió su marcha hacia los altos breñales del Perú.

Coronel chileno, José Francisco Gana

Este era el detalle de ese efectivo:

Batallón Lautaro, 750 hombres

Batallón Chacabuco, 800

Batallón Tacna, 820

Regimiento Carabineros de Yungay, 400

Regimiento Cazadores a Caballo, 50

Dos baterías de montaña (12 cañones) y 4 ametralladoras, 400 hombres.

Total del efectivo: 3.220 plazas.

Los animales de transporte de tropa, carga y tiro: 1,250 acémilas, de ellas 100 mulos y 600 caballos de la artillería que guarnecía la Capital.

Para la fecha, el general Cáceres, jefe político y militar del Centro, obraba sobre la base de la siguiente disposición y efectivo:

Coronel Francisco de P. Secada, comandante en jefe del ejército del Centro.

Batallón de línea Zepita

Batallón de línea Tarapacá

Batallón de cívicos América

Batallón de cívicos Huancayo

Escuadrón Cazadores del Perú

Cinco piezas de montaña. Para entonces Cáceres contaba con 4 cañones Krupp y 4 piezas de avancarga, ánima lisa, por toda artillería.

Total del efectivo: 1.000 hombres.

No tardarían en darse los primeros enfrentamientos entre las tropas regulares chilenas con las de Cáceres. En Huarochirí, la fuerza de Cáceres sufrió su primer revés por la defección traicionera, en pleno combate, de los batallones del coronel Manuel de la Encarnación Vento y de algunas tropas de caballería. Cáceres impidió la debacle y pese a las pérdidas logró replegarse sobre Tarma. Su ejército había quedado reducido a 1,000 hombres de infantería, 98 jinetes y 90 artilleros, pero aún constituía una importante unidad de combate.

Urgido de refuerzos, pues estos se encontraban en Ayacucho, a las órdenes del coronel de artillería Arnaldo Panizo, le adelantó un mensajero para notificarle tuviese disponible aquellas tropas a su llegada; pero Panizo, alegando obediencia a las órdenes del dictador supremo Piérola se mostró remiso a proporcionarle dichas fuerzas y en previsión, por el contrario, se hizo fuerte en las alturas del cerro Acuchimay que domina la ciudad.

Cáceres apareció en marcha envolvente, el 22 de febrero, por donde menos se le esperaba y emprendió el asalto cuesta arriba con sus disminuidas tropas y consiguió imponerse a Panizo. Asimiló entonces el efectivo conquistado y ahora, formando una sola fuerza, reemprendió su marcha sobre los chilenos que ocupaban el valle del Mantaro.

El jefe del Destacamento Chacabuco

Integrando el componente del ejército de Gana, venía el Sexto de Línea o Chacabuco, al mando del comandante Marcial Pinto Agüero. Fuerte de seis compañías había tenido una destacada y decisiva participación en las batallas de San Juan y Miraflores y en la toma del Morro Solar, que no había sido fácil. Por ello se le consideraba un regimiento de élite.

Con referencia al regimiento Chacabuco la profusa historiografía chilena refiere que en los inicios de la campaña del Pacífico, desde el asalto de Pisagua, esta unidad formada por voluntarios de la clase obrera, al mando de oficiales profesionales, perteneciente en su mayoría a la burguesía -como también era costumbre dentro del ejército peruano-, apuntamos nosotros, no tenía enrolados los provenientes de las clases acomodadas, lo que ocasionaba la consecuente molestia por semejante privilegio y el desigual peso de la carga del conflicto.

Por esta razón muchos jóvenes de las clases media y alta concurrieron a sus filas. Entre ellos Ignacio Carrera Pinto, sobrino del presidente de Chile y descendiente de José Miguel Carrera y Verdugo, prócer de la independencia de su país, enrolándose en el ejército donde recibió el grado de sargento del Regimiento Cívico Movilizado No 7 de Infantería, Esmeralda, conocido como el Séptimo de Línea.

Ocupada Lima, Carrera fue ascendido al rango de teniente. Poco más de un año después, fue promovido al rango de capitán y jefe de la cuarta compañía del regimiento Chacabuco, que en aquellos momentos formaba parte de la división que ocupaba la sierra central del Perú. Ascenso del cual no alcanzó a enterarse.

La fuerza chilena llegó a operar, en su mayor amplitud, un radio de trescientos kilómetros entre las localidades andinas de Chicla, Marcavalle y Cerro de Pasco, localidad minera esta última arriba de los 4.000 metros sobre el nivel del mar. El cuartel general fue la ciudad de Huancayo, capital del departamento de Junín, a orillas del río Mantaro, a 3.340 metros de altitud y a la vista de los nevados del Huaytapallana, conocida por su clima templado y saludable.

Para obtener mayor control el jefe de la división del centro, coronel Gana, había dispuesto guarnecer el valle con fracciones de tropas ubicadas en los pueblos y caseríos distanciados unos de otros entre 20 y 30 kilómetros. Era claro que esta forma fraccionada de estacionar tropas podría acarrear consecuencias de gravedad. Así lo intuyó Lynch y no se equivocó.

Los sucesos importantes inmediatos tienen lugar en febrero, cuando ausente el coronel Gana, que retornó a Lima, dejó el mando de las tropas del centro al coronel Estanislao del Canto, a la sazón comandante del regimiento Buin, Segundo de Línea.

Sobre la base de estas consideraciones respecto a lo fraccionado de las guarniciones del valle del Mantaro, Lynch ordenó al jefe chileno abandonar Huancayo y replegarse a Jauja donde tendría mejor dominio del ferrocarril de la Oroya y en caso de emergencia el paso del ejército al otro lado de la cordillera de los Andes. La ofensiva podría reanudarse concluido el penetrante invierno andino.

Sin embargo, del Canto, apremiado por las circunstancias y el considerable número de enfermos retrasó el repliegue. Asolaba el tifus.

Pucará y Marcavalle

El 5 de febrero la fuerza chilena sostuvo un primer combate con las tropas de Cáceres en la localidad de Pucará al noreste de Huancayo. Las tropas enemigas, en franca desorganización, luego de sufrir muchas bajas, replegaron hacia Zapallanga donde buscaron refugio. Habían dejado abandonado considerable cantidad de armamento y munición.

Era el momento esperado por el general Cáceres. Decidió rodear las fraccionadas fuerzas chilenas, para impedir su retirada hacia Lima y batirlas al detalle, por partes. Marcharon en consecuencia y ajustados al plan tres columnas con un total de 1,300 soldados y 3,000 guerrilleros.

La primera columna el batallón Pucará número 4, las columnas guerrilleras de Comas y Libres (voluntarios) de Ayacucho y fracciones del batallón América, al mando del Coronel Juan Gastó; la segunda columna, un batallón de regulares y un destacamento de guerrillas, a órdenes del coronel Máximo Tafur y, la tercera con el resto del ejército, permaneció bajo el mando del propio Cáceres.

El coronel Gastó debía marchar por el sector derecho de las alturas del río Mantaro y, virando por la localidad de Comas, caer sobre el pueblo de Concepción y batir al destacamento que ocupaba ese lugar. La columna de Tafur debía avanzar hacia el oeste, pasar por Chongos y Chupaca, caer sobre la Oroya, atacar a la guarnición chilena y cortar el puente del mismo nombre para impedirle el escape hacia Lima. El general Cáceres se reservó batir a los destacamentos chilenos de Marcavalle y Concepción.

El 8 de julio Cáceres arribó a la localidad de Chongos y se desplazó por los pueblos de Pasos, Ascotambo, Acoria y otros sin ser avistado por el adversario; acampó finalmente en las alturas de Tayacaja, frente al poblado de Marcavalle, primer objetivo militar de la expedición.

Desde aquella posición los peruanos pudieron divisar claramente a las tropas chilenas del Regimiento Santiago. En la madrugada del 9 de julio, el general Cáceres ejecutó un ataque simultáneo con artillería e infantería. La sorpresa fue tal, que en no más de 30 minutos las fuerzas chilenas se vieron obligadas a retroceder hasta el pueblo de Pucará, ubicado a poco menos de un kilómetro y medio de Marcavalle, en dirección a Huancayo.

En este proceso los chilenos sufrieron 34 bajas. En Pucará se trabó un nuevo combate entre las tres compañías del Santiago y cuatro compañías de los batallones peruanos Tarapacá, Junín y la columna de guerrilleros de Izcuchaca. El ataque peruano alcanzó tal intensidad que la tropa chilena debió emprender otra apurada retirada. Las pérdidas sufridas por el enemigo invasor en las acciones de Marcavalle y Pucará fueron considerables. Tuvieron 200 bajas, entre muertos y heridos. Asimismo dejaron en el camino municiones y demás pertrechos de guerra. Sus muertos fueron enterrados por las tropas peruanas; entre ellos seis oficiales, para quienes el general Cáceres dispuso sepultura especial así como los honores militares correspondientes. Un auténtico soldado.

Concepción

Fundada el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, por el conquistador español Hernando Pizarro, el pueblo de Concepción, última sede de la capital del corregimiento de Jauja; capital distrital en la provincia de Jauja por ley de 21 de enero de 1857, promulgada por el mariscal Ramon Castilla, se ubica a un poco más de cinco leguas al noroeste de Huancayo y a nueve de Pucará, para 1877 comprendía por entonces las áreas rurales de Aco, Andamarca, Cochas, Comas, Chambará, Lacuashuachac, Matahuasi, Mito, Orcotuna, San Antonio de Ocopa, Mucllo, Santo Domingo, San José de Quero, y Santa Rosa de Ocopa, con unos algo más de once mil habitantes, de los cuales sólo habitaban Concepción 229.Fundada el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, por el conquistador español Hernando Pizarro, el pueblo de Concepción, última sede de la capital del corregimiento de Jauja; capital distrital en la provincia de Jauja por ley de 21 de enero de 1857, promulgada por el mariscal Ramon Castilla, se ubica a un poco más de cinco leguas al noroeste de Huancayo y a nueve de Pucará, para 1877 comprendía por entonces las áreas rurales de Aco, Andamarca, Cochas, Comas, Chambará, Lacuashuachac, Matahuasi, Mito, Orcotuna, San Antonio de Ocopa, Mucllo, Santo Domingo, San José de Quero, y Santa Rosa de Ocopa, con unos algo más de once mil habitantes, de los cuales sólo habitaban Concepción 229, una de las fracciones diseminadas por orden del coronel del Canto a lo largo de diversos pueblos del espléndido valle.

Dicho jefe chileno, el 5 de julio, había dispuesto que la cuarta compañía del Chacabuco, a órdenes del capitán Ignacio Carrera Pinto relevara a la tercera compañía del mismo regimiento en el pueblo de Concepción. La compañía de Carrera consistía en 57 soldados, 1 sargento, 4 cabos y 1 segundo oficial. A ellos se sumaban 2 subtenientes de la quinta y de la sexta compañía del Chacabuco, convalecientes del tifus. Además 10 soldados, todos ellos excluidos del servicio por enfermedad; 9 pertenecientes a diversas compañías del Chacabuco y 1 a la primera compañía del regimiento Lautaro. En total, 77 hombres; 4 de los suboficiales estaban acompañados por sus mujeres, enroladas como cantineras, quienes convivían con ellos como también era lo usual entre las tropas peruanas y bolivianas.

La vida apacible en aquel pueblo, pese al natural rechazo de la población, hacía parecer que el destacamento recién llegado no sufriría mayores contratiempos y la posibilidad de un enfrentamiento inmediato con el ejército peruano se vislumbraba remota.

El cuartel de la guarnición, era la casa parroquial contigua a la iglesia y del otro extremo se levantaba otra de dos pisos que hacía de enfermería, predios ubicados en la plaza de armas del pintoresco pueblo de Concepción. En prevención Carrera Pinto había dispuesto defensas externas. La parte posterior del improvisado cuartel daba a las faldas del cerro. Para evitar sorpresas el teniente ordenó levantar barricadas en las bocacalles en los accesos a la plaza, conforme le previno un natural sentido de defensa…

El 9 de julio, a las 9 horas, se produjeron los ataques a las guarniciones chilenas de Marcavalle y Pucará que desde luego pasaron inadvertidas en Concepción. El enemigo retrocedió hacia Zapallanga. Las tropas del Santiago lograron hacerse fuertes en un lugar llamado La Punta, donde fueron reforzados por el destacamento acantonado en Zapallanga.

Advertidos del acontecimiento y pasada la sorpresa de los primeros momentos, la fuerte división central de Huancayo se movió para socorrer a sus camaradas; por esta razón y otras circunstancias contingentes, Cáceres suspendió el ataque a este sector, con el propósito de reemprender las hostilidades al día siguiente. Había logrado su objetivo principal y los chilenos habían sido desalojados de Marcavalle y de Pucará.

Del Canto recogió a los sobrevivientes del Santiago, y con el grueso de la división se replegó a Huancayo, y en vez de tomar rumbo a Concepción el comandante en jefe decidió permanecer en aquella ciudad y pasar ahí la noche. Había recibido noticias de Concepción, pero nadie podía imaginar los dramáticos sucesos que ahí se producirían con los del Chacabuco, uno de los regimientos que se había distinguido en las batallas del sur. Una sección de setenta hombres al mando del teniente Ignacio Carrera Pinto dos oficiales, cuatro clases y cuatro cantineras, habría de sufrir, víctima de sus hechos, la venganza de numerosos campesinos que armados de cualquier forma los aniquilaría.

Con arreglo al plan general de operaciones, el coronel peruano Juan Gastó, comandante general de la división de Vanguardia, avanzó sobre el destacamento de Concepción. Llevaba 300 soldados del ejército regular y 1,000 campesinos armados con lanzas, todas las armas de fuego que pudieron colectar y sus infaltables rejones, bajo las órdenes del comandante guerrillero Ambrosio Salazar Márquez quien debería ejecutar el asalto.

Jefe montonero a caballo

Concurrían también diligentes otros jefes guerrilleros, primer comandante de la columna Apata, Andrés Avelino Ponce Palacios y el alcalde Juan Manuel García, segundo jefe de Aquella columna; el Jefe apatino Emilio García Barreto; el alcalde Juan Manuel García; el jefe guerrillero Jerónimo Huaylillos de la columna Comas, teniente Juan Nicanor Castillo; teniente Santos Alzamora; el coronel Mariano Aragonés, primer Jefe de la columna Comas; el tercer jefe de la columna Apata Ambrosio Salazar Márquez; el teniente Antonio Cama Portugal; el segundo y tercer jefes de la columna Comas, José Manuel Mercado y Manuel Concepción Arroyo; los capitanes Arcadio Minaya y Mariano Villasante que mandaban a los guerrilleros de Concepción; el teniente Juan Nicanor Salas; el subteniente Julián Farje, además de otros jefes valientes y esforzados comuneros, de ellos Juan de la Mata Sanabria, Marcos Chamorro, Esteban Alzamora, Tomás Astucuri, Cipriano Camacachi, Paulino Monge, Gregorio Maldonado, Bonifacio Pando, Lino Huamán, José Quintanilla, José T. Martínez, Víctor Cuenca, Justo Ponce, Jerónimo Véliz, Mariano Jesús, Estanislao Pairiona; el capitán de caballería Venancio Martínez; José Rosa Martínez, Crisanto Ponce, Pablo Bellido, Pedro Medina, Baltazar Chávez, Jorge Carrera, Santiago Quispe, tenientes Felipe Muñoz, Antonio Cama Portugal y Juan Nicanor Castillo Salas; Santos Alzamora, Luis Salazar, Toribio Gamarra, Ricardo Cárdenas, Estanislao Vivar, Rufino Meza, Fernando Urrutia; el doctor Santiago Manrique Tello; Luciano Villasante, Esteban Alzamora, Melchor Moreno, Daniel Peña, Manuel Santos, Moreno, Manuel Alzamora, Marcos Chamorro, Adolfo Coca, Pedro León, Miguel Patiño, Ismael Carpio, Dámaso Peña, Ángel Véliz; los oficiales Francisco Carbajal, de Moquegua; el alcalde Nicolás Berrospi, de Cerro de Pasco; el coronel Andrés Bedoya, de Tacna; el alcalde Pablo Bellido, de Ayacucho, estos últimos sin mando efectivo pero que formaban el pequeño cuerpo de regulares del coronel Juan Gastó y muchos otros más cuyos nombres iremos incorporando.

Montonero a caballo

El asalto

Aquel domingo 9 de julio, las campanas doblaron llamando al oficio religioso, pero fuera de costumbre el destacamento chileno no concurrió a la misa de las 9 horas conforme había acudido otros domingos, asunto que llamó la atención de los pobladores quienes no acostumbraban ingresar al templo cuando lo había hecho el destacamento. Era evidente que esperaban algún ataque.

A las 2 de la tarde las fuerzas peruanas aparecieron por los cerros que rodean Concepción, una abigarrada y nutrida poblada armada con rejones, machetes y algunas armas de fuego en compañía de soldados regulares de uniforme pero en menor número.

El sorprendido teniente Ignacio Carrera Pinto evaluó de inmediato cómo enfrentar la situación.

Teniente chileno, Ignacio Carrera Pinto

Emprender una retirada rápida pero ordenada aconsejaba el instinto, dado el crecido número de la hueste atacante o, de lo contrario, permanecer en el sitio. Pero era muy probable que en el intento de retirada los guerrilleros peruanos pudieran emboscarlos y batirlos en campo descubierto, eso era evidente.

Únicamente quedaba el recurso supremo de la resistencia. Se decidió mantener la posición, pues se esperaba contar con el apoyo del coronel del Canto, que luego de evacuar Huancayo, debía pasar por Concepción en el transcurso de las próximas horas. Tal cosa se esperaba, pues así estaba dispuesto.

Para coadyuvar este último plan de apresurada contingencia, el jefe chileno despachó a un cabo y dos soldados para que abriéndose paso de alguna forma llegaran al cuartel general de Huancayo para dar cuenta de la socorrida situación en que se encontraba el destacamento, a la par que dispuso sus hombres para la defensa.

Quedó entonces la guarnición fatalmente reducida a 74 soldados. Pero, como era de esperarse, los mensajeros fueron descubiertos en su intento y los comuneros dieron rápida cuenta de ellos y con este hecho desvanecida la búsqueda de socorro.

Hemos dicho que el coronel del Canto no marcharía aquel fatídico día sobre Concepción; había decidido permanecer con el grueso de sus fuerzas en Huancayo. Además, acababa de recibir una comunicación del propio teniente Carrera, a la a 1 y 30 de la tarde, por la que daba parte que la guarnición bajo su mando se encontraba sin novedad. Ironías del destino.

La fuerza peruana inició esporádicos y aislados disparos desde las colinas. La guarnición chilena, obligada a conservar municiones, no contestó el fuego. Estaba preparada para repeler un ataque frontal. Carrera dividió entonces su destacamento en principio para defender el perímetro de la plaza de armas, donde había anticipado barricadas, para lo cual distribuyó a sus hombres en los cuatro accesos a la plaza.

En poco tiempo ejército y guerrilleros peruanos bajaron las laderas; por el sendero de Lastay, los comasinos; al mismo tiempo los hombres del ejército regular aparecieron por el lado opuesto de la quebrada de Matinchara, por el camino que conduce a Quichuay; quedaba de esta forma cercado el pueblo. De inmediato emprendieron el asalto simultáneo a la plaza. Los chilenos parapetados respondieron con una descarga cerrada, causando muchas bajas en los asaltantes, pero el ánimo caldeado de éstos no se amilanó y continuaron en la brega. Fueron rechazados una y otra vez hasta llegar de a poco a las posiciones chilenas, primera fase del combate, que se prolongaría por una hora.

La disciplinada destreza de los defensores a cubierto, disparando sus fusiles Comblain de reglamento, producía tiro certero y causaba considerable baja. Las embestidas peruanas con sus armas de toda suerte y factura no podían romper las barricadas y se veían obligadas a retroceder para reintentar una y otra vez penetrar las defensas del adversario no sin antes causarle muertos y heridos. No había, pese a las bajas sufridas por los peruanos, intención alguna de suspender o concluir el ataque. Era evidente, sin embargo, que pronto los esfuerzos de resistencia serían acallados.

Los chilenos poco tiempo después fueron forzados a replegarse el centro de la plaza cargando a sus heridos y dejando los cadáveres de sus compañeros caídos en acción. Los guerrilleros, bajo la viva voz de su jefe, comandante Ambrosio Salazar Márquez, avanzaron resueltos. La nueva posición que tomaron los chilenos los había dejado más expuestos. El teniente Carrera ordenó entonces el inmediato repliegue hacia el cuartel y la plaza de armas quedó desierta, excepto los cadáveres de los primeros momentos.

Afirmadas con trancas las pesadas puertas conventuales y tapiadas las ventanas, los resueltos defensores buscaron troneras para disparar. Todos quienes pudieron tomar el fusil acudieron a las armas. Había llegado ese momento cuando los espíritus enardecidos se atacan y acometen con esa fuerza irrazonable, una paradoja desesperada por salvar la vida.

Había en el espíritu de los pacíficos y laboriosos trabajadores del campo, convertidos ahora en feroces guerreros, la indignación y sed de venganza por las tropelías, cupos y abusos cometidos por las fuerzas chilenas contra sus pueblos y familias y por ello no cejaron en su empeño y se lanzaron cada vez más osados y decididos para recibir fuego nutrido y compacto que los replegaba con las consecuentes bajas.

Suspendido por un momento el ataque, el coronel Gastó, consciente que tarde o temprano se tomaría el cuartel chileno y en consideración al posible exterminio del valiente destacamento enemigo, amén del profuso derramamiento de sangre, envió a uno de sus oficiales para que, bajo bandera de parlamento, planteara la rendición de los parapetados soldados con arreglo a los usos y costumbres de la guerra.

Aquí queremos consignar detalles del relato del corresponsal en campaña del diario chileno El Mercurio, que como es un hecho lógico no estuvo presente en la acción por cuanto el exteminio de chilenos fue total, con relación al apremio de rendición dispuesto por Gastó, muy difundido por la prensa chilena más no consignada en los partes peruanos.

Rezaría el texto, en clara redacción militar:

“Señor Jefe de las fuerzas chilenas de ocupación.- Considerando que nuestras fuerzas que rodean Concepción son numéricamente superiores a las de su mando y deseando evitar un enfrentamiento imposible de sostener por parte de ustedes, les intimó a deponer las armas en forma incondicional, prometiéndole el respeto a la vida de sus oficiales y soldados. En caso de negativa de parte de ustedes, las fuerzas bajo mi mando procederán con la mayor energía a cumplir con su deber.”

Ignacio Carrera Pinto, persuadido de su dramática situación frente al enemigo superior en número y consciente de su ligazón familiar con el mandatario de Chile, además de saberse descendiente de un prócer, habría respondido resuelto en el mismo papel de notificación:

“En la capital de Chile y en uno de sus principales paseos públicos existe inmortalizada en bronce la estatua del prócer de nuestra independencia, el general José Miguel Carrera, cuya misma sangre corre por mis venas, por cuya razón comprenderá usted que ni como chileno ni como descendiente de aquel deben intimidarme ni el número de sus tropas ni las amenazas de rigor. Dios guarde a usted“.

Bien, continuamos, cumplidas las formalidades de la guerra y estando a la respuesta el mando peruano dispuso la reanudación del ataque que se produjo de inmediato, a pecho descubierto, por hombres en su mayoría armados con rejones, pero nuevamente fue rechazado con las feroces descargas de plomo.

El combate encontró a los adversarios, con el mismo ímpetu, hasta que la tarde alcanzó a la noche; el frío se acentuó, el silencio se apoderó de la plaza y cada bando se apresuró en asistir a sus heridos y a reponer fuerzas. En el ánimo de los chilenos estaba pendiente la esperanza de la llegada de Gana y la salvación. Era cuestión de tiempo, en tanto sólo quedaba continuar la lucha…

A eso de las 7 de la noche se reinició el combate, esta vez los atacantes continuaron disparando contra el cuartel pero avanzaron protegidos por la oscuridad. Finalmente alcanzaron las paredes del recinto. Los hombres del Chacabuco salieron en grupos a repeler a la bayoneta, con lo que lograron hacer retroceder a sus atacantes. Esta acción, repetida en varias oportunidades, pese a lograr alejar a los peruanos de su posición por un momento, les había hecho sufrir bajas en mayor proporción.

Dueños ahora de la posición de la plaza, los atacantes pudieron penetrar a las casas aledañas al cuartel que terminó rodeado. Trepados sobre los techos vecinos y desde distintos ángulos, continuaron disparando contra el objetivo y causando más mortandad entre sus agotados adversarios.

Ya el cuartel chileno estaba soportando sus últimos instantes. Los gritos intimando a la rendición se sucedían. Pero era evidente que aquellos soldados preferirían seguir la lucha, la alternativa de la vida era remota en manos de los guerrilleros. Sabían del rencor que les guardaban.

Para la media noche de aquél fatídico día la mitad de la compañía del Chacabuco había perecido. Los sobrevivientes seguían batiéndose. Entonces, una variante dramática surgió de momento. Fueron practicadas varias aberturas en las blandas pero gruesas paredes de adobe del viejo templo y algunos osados asaltantes que penetraron por ellos treparon sobre el techo de paja y le prendieron fuego; de inmediato el incendio se propagó. Se quería forzar la evacuación del enemigo a campo descubierto.

Lenguas de llamas, avivadas por los atacantes hicieron presa del cuartel y sus precarios ocupantes se agolparon donde mejor pudieron. Carrera Pinto decidió otra salida con objeto de limpiar el perímetro. Al frente de su grupo se abrió paso, avanzando por el frente y los costados del cuartel.

El resto que permaneció en el interior intentaba alejar a los heridos del fuego y detener a los peruanos que ya ingresaban. Fue en estas circunstancias, según versiones chilenas, que el decidido teniente y varios de sus hombres cayeron muertos en acción, el primero por una bala que le atravesó el pecho. No más de dos docenas de hombres combatían desesperados, ahora bajo el mando del subteniente Montt que también resultó muerto. La responsabilidad recayó entonces en el joven Pérez Canto.

Los emisarios enviados para pedir la nueva rendición fueron baleados en el fragor del combate y ello enfureció a los atacantes que consideraron tal reacción como un acto de traición. Los ataques se prolongaron durante toda la madrugada, sin mitigarse y sin que los chilenos se decidieran a presentar bandera de parlamento.

Amaneció finalmente y Pérez Canto se vio obligado a efectuar una nueva incursión fuera del cuartel y sucumbió en su propósito. Dentro del recinto sólo permanecía el joven subteniente Cruz con una docena de soldados y tres cantineras.

Con la iglesita tomada en llamas, los restantes soldados salen a resistir

Por su parte el comandante de guerrilleros, don Ambrosio Salazar Márquez, quien quedó como único responsable militar de las acciones para neutralizar al destacamento chileno, apreció la dilatación de la lucha sin ver nada positivo y decidió dar más ímpetu al ataque.

El coronel Gastó, ante semejante derramamiento de sangre, quiso salvar la vida de los sobrevivientes y exhortó a Cruz a deponer su actitud combativa. Fue inútil, el contagio de heroicidad era evidente. Entonces Cruz ordenó a los pocos hombres que le quedaba salir del recinto para abrirse paso a la fuerza hacia la plaza. En el acto subteniente y acompañantes sucumbieron.

La batalla había concluido.

Los pocos soldados aún con vida no tuvieron más opción que soltar sus rifles entre el llanto desconsolado de las cantineras. Habían sostenido su lucha hasta el final. Se entregaron al comandante que ejercía el dominio del asalto. Pero el oficial peruano no era suficiente para contener la manifiesta y boceada ira de los guerrilleros.

El coronel Gastó y la mayoría de soldados y oficiales del ejército regular se habían retirado poco antes en cumplimiento de órdenes superiores, pues sabía que en la práctica el combate había concluido y era cuestión de poco tiempo rendir a los sobrevivientes enemigos.

Por ello, aproximadamente a las 8 de la noche dispuso que las tropas del ejército regular se dirigieran hacia al fundo Santibáñez, entre Quichuay e Ingenio. El mayor Juan Manuel García, que se esforzaba para que los guerrilleros los tomaran en calidad de prisioneros, impotente finalmente no pudo frenar a los enfurecidos campesinos. Pero los antecedentes eran elocuentes respecto del trato y la reciprocidad.

Todo guerrillero, en su condición de tal, capturado por los chilenos era pasado por las armas, se desconocía el carácter de beligerantes de esos improvisados guerreros, quemaban sus viviendas, saqueaban sus pueblos y ejecutaban a sus padres, hermanos e hijos. Esta vez, decenas de ellos yacían muertos en aquel combate de Concepción. Guerrilleros, muchos de ellos que únicamente hablaban el quechua pero que tenían el sentido de lo suyo y la fuerza determinante de la pelea.

Ajenos a toda voz persuasiva se lanzaron sobre los sobrevivientes y ante el horror del vecindario los ultimaron sin contemplación.

El 10 de julio el general Cáceres reanudo la marcha sobre Huancayo para continuar la lucha, pero del Canto ya había evacuado la población con dirección a Jauja, por la cual la capital de Junín fue recuperada por las fuerzas peruanas.

Represalia chilena

En su repliegue, el jefe chileno entró en Concepción y se dio con el dantesco cuadro. Acto seguido ordenó en venganza fusilar a cuanto montonero y residente, sin exclusión de edad o sexo estuviera a mano, incendiar las viviendas y arrasar con el pueblo.

Por iniciativa del comandante del regimiento Chacabuco dispuso que, por el cirujano de la división, los corazones de los cuatro valientes oficiales fueran retirados de sus cuerpos para ser transportados a Lima y posteriormente remitidos a Santiago, donde descansan en una columna de mármol ubicada a inmediaciones de la entrada por la puerta derecha de la Catedral.

El general Cáceres honra al comandante Ambrosio Salazar al citarlo en el parte de guerra sobre los combates de Marcavalle, Pucará, Concepción y San Juan Cruz, publicado en Tarma el 28 de julio de 1882.

Dice en el parte:

“El 10 tuve conocimiento de la retirada emprendida de las fuerzas de Huancayo y la toma del cuartel de Concepción, donde pereció toda la guarnición chilena al brío de los guerrilleros de Comas mandada por el Teniente Coronel provisional, don Ambrosio Salazar”.

Y en cuanto a los vencedores de Concepción expresa:

“Guerrilleros de Concepción, estoy orgulloso de vosotros, y el Perú entero debe estarlo también. Si mi nombre como lazo de unión patriótica ha merecido nuevo lustre por vuestros heroicos e insospechados hechos bélicos, ellos me obligan a proseguir como hasta hoy, en el futuro, por los senderos, a través de todas las dificultades y sacrificios, por sólo el bienestar y dignidad del Perú”.

Parte del comandante guerrillero don Ambrosio Salazar y Márquez:

Comandancia de la “Columna Cazadores de Comas”

Ingenio, julio 10 de 1882- 1p.m.

Señor coronel don Juan Gastó, Comandante General de la División Vanguardia del Ejército del Centro.

S.C.C.G.

Ayer á las diez a.m. dejamos el caserío de San Antonio, á donde arribamos en una sola jornada, habiendo salido de Comas el 8 del que rige, con objeto de atacar la fuerza chilena que guarnecía la ciudad de Concepción. A las 4 p. m. Llegamos á otro caserío nombrado Lastay, que está sobre la expresada ciudad á distancia de tres kilómetros; aquí hicimos alto para distribuir á la fuerza de mi mando, que constaba de 170 hombres con rifles desiguales, las municiones que á costa de muchas fatigas me arbitré en Comas, después del primer combate que libré en dicho pueblo contra una fracción del escuadrón chileno “Yungay”, que fue destrozado también por las fuerzas que me obedecían el dos de marzo del año en curso.

US. opinó que la hora era inoportuna para emprender el ataque y que además era necesario saber con fijeza sobre el paradero del señor General Cáceres y su ejército, o de algún movimiento que éste haga contra el grueso del ejército enemigo, que en la actualidad ocupa Huancayo; y que, en consecuencia, era más conveniente en concepto de US. ocupar las alturas de este pueblo, para estar atento á las evoluciones que lleve á cabo dicho señor general y operar en seguida de concierto con ellas.

Yo no quise cejar ni un punto de la resolución que traía desde que salí de Comas, de atacar al enemigo sin pérdida de instante. Viendo el sargento mayor don Luis Lazo, 2° jefe de la columna Ayacucho, que mi propósito era inquebrantable, se asoció á mi dictamen y dijo en voz alta, como á US. le consta, que él me acompañaría en mi empresa aunque sea solo.

Entonces US. me dio el alto y honroso de dirigir el ataque, alegando que no conocía la topografía de la ciudad que, media hora después, fue el teatro de la lucha sangrienta; acepté desde luego tan honrosa comisión inmediatamente me adelanté á tomar el camino que conduce sobre el Morro que sobre sale de la colina que domina Concepción por el este, distante mil metros de la plaza de la ciudad, con la columna de mi mando, el 2° jefe de ella sargento Mayo Uladislao Masías y don Crisanto Meza, quien espontáneamente, me ofreció sus servicios del día anterior en San Antonio.

Una vez que hube llegado al expresado Morro, abrí los fuegos contra los chilenos, que desplegaron en guerrillas en la plaza y en el patio del convento que hacía de cuartel, nos esperaban, á consecuencia sin duda de algún aviso que en ese instante tuvieron de nuestra aproximación por ese lado. Por espacio de una hora sostuve un nutrido fuego de fusilería en esa posición hasta que US., según convenimos de antemano, se introdujese á la ciudad sin ser visto por el enemigo, siguiendo el camino de Quichuay, para llevar á cabo un movimiento envolvente, es decir, para desembocar á retaguardia de los combatientes de la plaza, por la equina de la casa la Sra. Valladares; tomada la retaguardia por US. descendí de frente para tomar el flanco derecho de los adversarios, apareciendo por los portales.

El movimiento se ejecutó sin tropiezo ninguno, los chilenos de la plaza, luego que se apercibieron de ello, se replegaron al cuartel incontinenti; hasta esa hora mis fuerzas no sufrieron más bajas que dos caballos, uno de ellos de mi ayudante, capitán Cipriani (sic) Camacachi. Eran las 6 p.m.

Pocos minutos después, el ayudante de US, capitán Revilla, me comunicó que US. en su propósito de conservar intactas sus fuerzas, en obediencia á instrucciones superiores, se retiraba á las alturas á pernoctar y procurarle rancho á sus soldados. También me participó que el teniente coronel don Francisco Carvajal había sido herido.

A las 6 y 30 p.m. ordené á mis ayudantes Bellido y Camacachi que trajesen kerosene de la tienda de don Daniel Peña, quien minutos antes me dio dos rifles con 50 cápsulas de dotación cada uno, y ofreciome el aludido combustible si necesario fuera. Los ayudantes no se hicieron esperar mucho, trajeron de 12 á 15 latas de petróleo y procedimos á incendiar el convento, arrojándolo sobre sus techos; opté por esta medida para obligarlos á rendirse o salir de allí para batirse á cuerpo libre; no conseguí mi objeto: los enemigos no cesaron de dirigirnos sus proyectiles por las numerosas ventanas del edificio; Camacachi, que fue uno de los que con más intrepidez cebaba el fuego, perdió la mano derecha de un tiro que los enemigos le asestaron desde su encierro.

Algunos de Concepción, no arriba de once, se pusieron á mis inmediatas órdenes, con sus respectivos rifles, y tomaron parte activa en el combate, fueron los siguientes; Daniel Peña, don Ricardo Cadenas, doctor Santiago Manrique Tello, don Santos Moreno, don Dámaso Peña, Esteban Alzamora; Marcos Chamorro, Adolfo Coca, subteniente Juan A. Castillo, Ismael Carpio y Mariano Villavisante; de todos éstos murieron en la acción Chamorro y Alzamora. Los enemigos abandonaron el cuartel reducido á cenizas á las 12 de la noche y se refugiaron en el local contiguo, situado al costado izquierdo de la iglesia matriz, dejando en aquel más de 15 cadáveres.

Entonces los nuestros, con ese brío irresistible que desde el principio del ataque desplegaron, los estrecharon en un círculo más reducido; se apoderaron de las paredes de los flancos, de las torres de la Iglesia y de los techos de ésta.

A esta hora se hizo la lucha por demás encarnizada; los oficiales chilenos dentro del salón principal del último local, destacaban fracciones de 6 u 8 soldados, se batían con desesperación y de seguro después de 15 o 20 minutos de sostener con los nuestros nutrida fusilería en total fuera de combate, gravemente heridos o muertos. Los que ocupaban la torre próxima al á última trinchera del enemigo, son los que bajas han ocasionado á éste. Cesaban los fuegos de una y otra parte por intervalos más o menos cortos de tiempo; en esta situación nos mantuvimos toda la noche hasta las 7 Am. de hoy; á esta hora anhelamos llegar al epílogo del sangriento drama, ideamos hacer forados en las paredes que circundan al cuartel y dar el último asalto.

Concluida la operación de los forados por varias partes y viendo los enemigos que el peligro era inminente, izaron un pañuelo blanco, símbolo de paz; creyendo los nuestros que ya se redirían, avanzaron sin hacer fuego, hasta medio patio, donde fueron recibidos con una lluvia de balas, no sin causarnos numerosas bajas. Esta innoble acción produjo en la fila asaltante la más viva indignación, que arrancó juramentos de un modo unísono para no dar cuartel al resto de los que aún se resistían dentro de los espesos muros de su trinchera. En el acto se abalanzaron 50 hombres al recinto de los enemigos, como una jauría de tigres, y ultimaron á éstos después de una resistencia verdaderamente horrible.

El capitán Carrera Pinto, subteniente Cruz y 9 soldados sacados de trinchera, fueron fusilados en la plaza; los subtenientes Pérez Canto y Montt sucumbieron en el fragor de la lucha dentro de aquella.

A las 9 Am. de hoy, la función de armas tocó á su término, cuando ya no hubo enemigos con quienes combatir.15

En resumen: toda la guarnición chilena de Concepción, de capitán á tambor, constaba de 79 hombres ha sido totalmente exterminada, después de 17 horas de combate casi incesante; además, fueron muertas también dos mujeres de los soldados, de tanto coraje, que en lo más recio del combate, animaban á los suyos en alta voz que continuasen peleando. Ha sido encontrada muerta entre los montones de cadáveres una criatura recién nacida y otra fue salvada viva por don Dámaso Peña; una de las mujeres había dado á luz días antes del combate dos criaturas gemelas. No necesitó recomendar la conducta de los que asaltaran Concepción, ella se recomienda por sí misma; fue su divisa vencer y vencieron. Cuentan con más de 40 bajas, entre muertos y heridos, siendo mayor el número de éstos; serán llevados para su curación al convento de Ocopa, donde los padres franciscanos, según carta que tengo á la vista, han improvisado un hospital de sangre.

Los caballos de los vencidos fueron tomados por algunos individuos del pueblo, muy al principio del combate, quedan en poder de mis fuerzas todo el despojos de éste: rifles, vestuario y peroles.

Pocos momentos antes de ingresó US. á la, plaza con la fuerzas de su mando y contuvo con energía los desbordes de los guerrilleros, que, procedentes de los pueblos vecinos, acudieron á última hora en masas considerables. Como US. ha visto personalmente, la mayor parte de los cadáveres están hacinados en el local que ocuparon á las 12 de la noche, en el que se refugiaron al principio del combate, esto es, el convento, hay más o menos 15: en la plaza quedan 13 inclusive lo de los oficiales y dos mujeres.

Elevo á US. este parte con los detalles que escribo, á fin de que por su órgano llegue á conocimiento del general Cáceres, jefe superior para que se entere sobre el espléndido triunfo alcanzado por la columna de mi mando contra una fracción del ejército de Chile que guarnecía Concepción: que aunque tenemos noticia segura sobre su paradero, hasta el momento, pero á juzgar por los días que lleva de camino desde su salida de Ayacucho, debe estar ya cerca del cuartel general del grueso del ejército enemigo (Huancayo) aprontándose para el ataque.

Dios guarde á US.

(Firmado) Ambrosio Salazar

Tomado de: Memorias sobre la Resistencia de La Breña del Teniente Coronel AMBROSIO SALAZAR y MÁRQUEZ. Por: Juan P. Salazar / Huancayo 1918.

Cáceres y su famosa Ayudantina

 Las derrotas sufridas por el enemigo dieron lugar para que el comando chileno apurara la retirada de la sierra central, que logró trasponer el puente de la Oroya, que no había podido ser destruido por el coronel peruano Máximo Tafur. De haberlo conseguido la suerte de aquella división chilena ya bastante maltratada se hubiera tornado apremiante.

Cáceres quedó dueño del valle del Mantaro. Estableció su cuartel general en Tarma y se dedicó a reorganizar su ejército. Su objetivo había sido parcialmente logrado. Para enero de 1883 ya contaba con 3,200 hombres instruidos, equipados y disciplinados.

Lo esperaba la jornada de Huamachuco.

Nota respecto a la resistencia de la Breña

Las enseñanzas de estas operaciones con guerrillas fueron aplicadas, más tarde, por el teniente coronel Julio César Guerrero, coordinador del Estado Mayor alemán en el África, en 1916 (Einen Schwarzen Adler)

Créditos y Fuentes:

Bibliografía:

Historia Militar del Perú. Tomo II. Carlos Dellepiane, Teniente Coronel EP de Caballería. Lima, 1931.

El Asalto de Concepción, 9 de julio de 1882; Jesús R. Ponce Sánchez, Huancayo 1965. Segunda edición corregida y aumentada. Talleres Gráficos de La Voz de Huancayo S. A. Julio de 1965.

Historia de la Campaña de la Breña. May. EP (r) Eduardo Mendoza Melendez. Editorial Milla Bares, 1981.

Internet:

Archivo fotográfico peruano Courret

Fotos de libre disposición de fuente chilena

Silueta en miniatura del general Cáceres. Foto del autor.

Montonero a caballo, Acuarela de Pancho Fierro

Jefe Guerrillero. Nota: Este dibujo que pertenece al artista peruano Dionisio Torres con el nombre de Basilio Auqui, famoso guerrillero de la época de la Independencia del Perú, comprende la iconografía simbólica de cualquier guerrillero del Ande Peruano, en especial del Valle del Mantaro durante la Resistencia de la Breña.

Caballería toques de trompeta. Marchas militares belgas; René Gailly CD87 040 – 1993

Royal Marines. El cuerpo de los tambores. The Beat of Battle. Hallmark 303782. Inglaterra

Breñeros en formación

Enlace:

https://es.wikipedia.org/wiki/Campa%C3%B1a_de_la_Bre%C3%B1a

22 pensamientos en “Resistencia y asalto a Concepción

Pedro Abad en 11/03/2017 en 16:16 dijo:Es una veta de oro este blog. He leído con mucha emoción este episodio de la resistencia peruana en la sierra central. Cuando leo la lista de los que pelearon allí son tan comunes para mí sus nombres y apellidos, y es que pertenecen ahora a compañeros de trabajo, de estudios o a mis alumnos, quizás descendientes de estos buenos combatientes. Estremecedora también la situación de los chilenos que lucharon hasta morir.

29 de julio de 2010, 0

Marco Ugarte en 11/03/2017 en 16:11 dijo:

Hola Lucho:

Siempre es grato leer que compartimos el mismo sentimiento y que no son pocas las personas que no acompañan.

Un abrazo,

Marco

19 de marzo de 2010, 17:05

Rafael Córdoba Rivera en 11/03/2017 en 16:09 dijo:

ESTIMADO LUCHO

SIENTO MUCHO ORGULLO QUE UN PROMOCIONAL MIO DE PRIMARIA Y SECUNDARIA, ´´CANTINERO´´ SEA UN DESCENDIENTE DE HÉROES…MAXIMO SE CARACTERIZO POR UNA CLARA INTELIGENCIA, BONHOMIA…CON EL PASAMOS HORAS FELICES EN REUNIONES Y FIESTAS, CUANDO JÓVENES…SALUD POR EL

RAFAEL

19 de marzo de 2010, 10:0

Máximo Sánchez Arévalo en 11/03/2017 en 16:06 dijo:

Máximo Sánchez Arévalo dijo…

Como bisnieto del coronel Máximo Tafur, al leer tu crónica, he vibrado con mucha emoción, por el relato de las acciones de guerra de nuestros héroes que salvaron el honor de la patria.

Te felicito por tu sapiencia, versación y espíritu patriótico y me siento muy orgulloso de ser tu compañero de promoción en secundaria.

Por otra parte, te agradezco la dedicatoria de Resistencia y Asalto a Concepción.

Máximo Sánchez Arévalo.

16 de marzo de 2010, 19:08

Jorge Ortiz Porta en 11/03/2017 en 15:49 dijo:

Estimado Luis:

He leído con mucho interés tu página titulada “Operaciones Militares de la Guerra del Salitre” te felicito por la forma clara y realista con que describes las hazañas de Andrés Avelino Cáceres, a mi criterio el grande de los héroes que ha tenido el Perú. Soy un Porta descendiente de Federico Porta capitán de la Ayudantina que tu mencionas. estoy haciendo un pequeño libro sobre estos personajes, por tal motivo te solicito respetuosamente me permitas extraer de tu artículo algunos párrafos. agradeciéndote por anticipado tu atenta respuesta.

Jorge Ortiz Porta.

18 de noviembre de 2009, 18:10

Luis Adolfo Siabala Valer en 11/03/2017 en 15:42 dijo:

La diversidad de opiniones volcadas en este artículo describe la sincera reacción de los lectores, quienes a una voz alabamos no solo el estilo sino el contenido periodístico, cual corresponsal de guerra, que el Dr. Siabala recrea de manera profesional y acuciosa. Los detalles geográficos, las anécdotas y todas las crónicas de campaña nos sitúan en el marco vivencial de los hechos, (inevitable encarnar a un montonero) y voluntarios que se involucraron en la contraofensiva de Cáceres. Loable la reivindicación de personalidades dejadas de lado por las autoridades en la materia hasta la fecha. Un justo reconocimiento aplaudido por los descendientes de los protagonistas.

De verdad, mis reiteradas felicitaciones.

Lucho

10 de septiembre de 2009, 0:59

Marco Campos Rosemberg en 11/03/2017 en 15:38 dijo:

Estimado Lucho:

Excelente narración, tan vívida que nos parece estar en medio de la acción bélica. Ya nos habías compartido el asalto a Concepción, pero esta vez nos has brindado tal cantidad y calidad de detalles que nos haces sentir la terrible realidad de la guerra. La mejor prueba de lo vívido del relato es la cantidad y calidad de los comentarios, varios de ellos provenientes de descendientes de aquellos héroes.

Sigue escribiendo, por favor.

Un abrazo con mis reiteradas y sinceras felicitaciones,

Marco

21 de julio de 2009, 12:55

Pablo Libia Robles en 11/03/2017 en 15:35 dijo:

Mi dilecto amigo:

Tu impecable narración nos hace decir:

Es cierto, porque nosotros estuvimos allí.

Fraternalmente,

Pablo Livia Robles

21 de julio de 2009, 10:37

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Marco Ugarte en 11/03/2017 en 15:29 dijo:

Hola Lucho:

Un par de aspectos, ahora con un poco más de oportunidad. Yo soy descendiente del coronel Benjamín Ugarte y por él guardo parentesco con los Farje, ahora que no sé exactamente cómo se dio, a lo mejor la tanta valentía de la época en una ciudad pequeña se transformó en parentesco. También hubo un teniente Pedro León, al parecer hermano de mi abuela Carmen (esposa de Benjamín) y el diseñador de la ahora conocida como Casona Ugarte León.

En tu artículo explicas la vacilante actuación de Gastó, entró brevemente a la batalla a exigencias de Salazar, como sujeta al plan previo de Cáceres y a sus órdenes, sin embargo, me parece que más ha quedado como una situación sin explicación precisa pero negativa sobre Gastó, quien luego de estar de observador de la batalla se acantona en Ingenio pasivamente, a escasos kilómetros, durante los días 10 y 11 de julio, días en que del Canto mata a unos 700 entre viejos, niños, mujeres, embarazadas, heridos y enfermos de la forma más desalmada, e incendia Concepción con sus ocupantes, si no habían sido muertos ya, adentro, y así continúa durante su ruta hacia Tarma. Jauja se salva de ser quemada y saqueada por el hostigamiento incesante a del Canto de los guerrilleros de Concepción.

Algo menor. Mencionas a Cipriani, es Cipriano Camacachi, quien pierde la mano de un disparo al tratar de verter kerosene al interior del convento desde el techo y luego muere por la infección.

[…][…]

Un abrazo,

Marco

Nota del autor del blog:

Queda pendiente la averiguación que debería hacerse, de ser el caso, para enmendar el parte oficial del comandante A. Salazar, en lo referente al apelativo del guerrillero Camacachi que aparece en el citado documento, tomado de INTERNET, como Cipriani.

19 de julio de 2009, 20:37

Marco Ugarte en 11/03/2017 en 15:27 dijo:

Oye, Lucho, qué interesante. Justamente, Farje recibe el estandarte ensangrentado del Batallón de Concepción N° 27 de manos de mi abuelo Benjamín que cayó herido en San Juan de Miraflores. Ese estandarte fue enviado por mi mismo abuelo al ministro de Guerra y Marina hace 100 años y estuvo en el museo del Real Felipe, pero ahora anda refundido en alguna dependencia militar. Por otra parte, tengo entendido que los Farje son mis parientes, pero no he visto a ninguno de ellos hace varias décadas.

Un abrazo,

Marco

15 de julio de 2009, 9:57

Carlos Urquizo Bolaños en 11/03/2017 en 15:23 dijo:

Lucho hermano:

Efectivamente, de vez en cuando un gesto, una palabra, alguna circunstancia toca dulcemente nuestras fibras más íntimas. Celebro que los lectores encuentren valor en tus interesantes artículos y que en sus comentarios dejen constancia de su aprecio. Algunos de ellos volverán y con el tiempo se convertirán en tus “clientes” o intercambiarán contigo importante información para expandir tus proyectos. Espero que poco a poco establezcas una red integrada por nuevos amigos quienes compartan un mutuo interés por los temas que te agradan.

Mi hermano nuevamente felicitaciones por los gratos momentos que tu esfuerzo te está brindando, estoy seguro que vendrán otros más.

Carlos

12 de julio de 2009, 23:28

Rafael Córdoba Rivera en 11/03/2017 en 14:41 dijo:

ESTIMADO HERMANO:

ME ENORGULLECE CONTAR EN MI PROMOCION EMCH CON EL DISTINGUIDO TTE. CRL. HUMBERTO FARJE, DESCENDIENTE POR PARTIDA DOBLE DEL STT FARJE.

UN ABRAZO,

RAFAEL

12 de julio de 2009, 1:57

Alejandro Reyes Flores en 11/03/2017 en 14:38 dijo:

Alejandro Reyes Flores dijo…

Siempre apreciado Lucho, te saluda Alejandro, he leído de “un tirón” tu artículo sobre Concepción desde las 6 a 7:15 a.m. Te felicito, hermano de mi alma. Ahora voy a lo que ya tú sabes lo que vengo haciendo. Hasta donde he visto mi archivo tengo información sobre Andrés Ponce Palacio y del mismo Salazar Tafur. Te adelanto que mi familia por abuela materna son de Mito: los Verástegui-Laura, ya encontré uno de ellos: Verástegui Zamudio que peleó en la campaña del Centro.

Estimado Lucho, tu artículo me infunde energías para proseguir en el proyecto que tú conoces, sigue hermano que yo estaré a tu lado para hacer la Historia de los de “abajo”, de los que se les ha negado-hasta ahora-, “la voz”.

Un abrazo,

Alejandro

11 de julio de 2009, 7:28

Luis Siabala Valer en 11/03/2017 en 14:31 trasladó al Blog lo que el lector A. Farge, comentó:

Agustín Farje Núñez dijo…

Apreciado Señor Historiador

Dn. Luis Siabala Valer

He leído conmovido el relato que hace de la batalla de Concepción y mi emoción tiene válidas razones, aparte de las patrióticas:

Mi padre era concepcionino.

La Familia Farje estaba afincada en la idílica ciudad de Concepción desde mediados del s. XIX. En la Batalla de Concepción peleó un antepasado mío: el Sub Teniente Julián Farje, quien también estuvo en San Juan y Miraflores integrando el Batallón Concepción.

Lo felicito porque destaca usted, vívidamente ésta y otras gestas heroicas en la Resistencia de la Breña, que salvaron el honor nacional. Le manifiesto mi reconocimiento más sincero y le reitero mi felicitación por su esforzado trabajo.

Atentamente,

Agustín Farje Núñez.

PD: Ojalá la Historia del Perú oficial, y que se enseñó a lo largo de los años, hubiesen incluido enfáticamente el relato de estos esforzados hechos gloriosos, así como lo hiciera con otras acciones heroicas, pero, que llevaron la amargura de la derrota. Tal vez nuestra autoestima apuntase un poco más alto.

10 de julio de 2009, 13:15

César Coloma Porcari en 11/03/2017 en 14:19 dijo:

Muchas gracias por tu apoyo y felicitaciones por tus blogs.

César Coloma Porcari

27 de mayo de 2008, 12:31

Luis Adolfo Siabala Valer en 11/03/2017 en 14:0

Dr. Siabala

El estilo de la narrativa bélica en este relato, propio de las plumas versadas con los hechos reales y objetivos, describe la epopeya de Cáceres, junto a Gastó y Diego Ambrosio, y tantos otros héroes anónimos en medio de la parafernalia que implicó esta campaña descrita en una crónica objetiva, cual corresponsal de guerra. Los lectores podemos verlo todo: caballos y montoneros, fusileros y voluntarios en la escarpada geografía de la sierra central, donde el temple guerrero gravita tras una sola consigna: reivindicar el honor y reducir al invasor.

Felicito una vez más tu acertada incursión en las páginas de la historia no contada.

Con admiración y afecto,

Tu hijo Lucho

29 de abril de 2008, 22:22

José Huerto Rojo en 11/03/2017 en 14:05 dijHola Lucho, gracias por hacerme conocer en detalle parte de nuestra historia, cuando recibí tu mensaje me encontraba en Bogotá por motivos de trabajo, en este viaje no lleve mi laptop solo tenía mi pocket PC y con eso no podía abrir tu pagina por lo grande que es, ahora ya de retorno he podido ingresar para disfrutar de esa valerosa acción, sobre todo de un relato tan minucioso, digno de hombres dedicados y estudiosos como tú, gracias nuevamente muchos saludos y un fuerte abrazo Pepe.

29 de abril de 2008, 4:49

Carlos Urquizo Bolaños en 11/03/2017 en 13:55 dijo:

Mi muy estimado Lucho:

Quedo muy agradecido por anunciarme la adición de tu nuevo artículo sobre la batalla de Concepción.

La descripción que haces sobre la furia de las comunidades del Mantaro para rechazar al abusivo agresor y la decisión de los 74 soldados chilenos de luchar hasta la muerte en una pelea perdida de antemano, es un relato muy vívido.

En mis paseos por la foresta, de vez en cuando medito sobre algunas curiosidades, entre ellas están ciertas extrañas costumbres de nosotros los humanos. Por ejemplo ¿Por qué tantas personas, como los 74 chilenos de Concepción, llegan al extremo de sacrificar sus vidas en el afán de luchar por el objetivo de sus líderes, mientras que ellos (Los líderes) operan en la seguridad de sus oficinas o cuarteles?

Cuando entré a tu blog vi con agrado que hasta ese momento tenías 305 lectores de 18 países, durante la lectura me obsequiaste una marcial marcha militar, y ya apareció la bandera flameante del Perú. Muy pronto vas a hacer competencia a las grandes zagas, como la Guerra de las galaxias!

El año 1984 cuando estudiaba en el CAEM (Centro de Altos Estudios Militares) uno de mis compañeros de estudio apellidaba Cáceres, un Coronel del Ejército, quien decía ser nieto del Gral. Andrés Avelino Cáceres.

Lucho recibe merecidas felicitaciones.

Carlos

28 de abril de 2008, 0:10

Dorelly Ruiz Barraza en 11/03/2017 en 13:46 dijo:

Luchín:

Destacado relato de los acontecimientos históricos ocurridos en ese lugar maravilloso de nuestro querido Perú: Concepción y que gracias al mando castrense é inteligencia de Don Andrés Avelino Cáceres Dorregaray culminó en la victoria peruana sobre los Chilenos.

Luchín estoy muy orgullosa de tí. Continúa ilustrándonos.

Dorelly

Pando, 27 de abril del 2008

Rafael Córdoba Rivera en 11/03/2017 en 13:43 dijo:

SINCERAMENTE, EXCELENTE, MI HERMANO

26 de abril de 2008, 0:35

Jorge Bejar Aybar en 11/03/2017 en 13:38 dijo:

Lucho: Tu vibrante relato ha tenido la virtud de revivir y enriquecer nuestra memoria de esta epopeya, que conocíamos solo a grandes rasgos desde la época escolar. Con tu permiso, voy a difundir entre mis conocidos tu valioso y patriótico aporte.

Un abrazo,

Jorge Bejar A.

Einen Schwarzen Adler

JUEVES, 7 DE ENERO DE 2010

Al Coronel EP (r), don Rafael Córdoba Rivera y a mi hijo Jamil Raúl Siabala Valer

Coronel César Guerrero 2

 Julio César Guerrero

(Cajamarca 1887-1982)
Teniente coronel del Ejército Peruano
Oberst (Coronel) del Ejército de Alemania
General del Ejército de Bolivia
Águila Negra (Schwarzen Adler) del ejército pruso-alemán

Orden prusiana Swarzen Adler

Orden prusiana del Águila Negra

Majestuosa y legendaria se presenta la figura y carácter de este oficial peruano del arma de artillería, maestro en el arte de la guerra de guerrillas.

Cuanto más grande resulta el olvido en que la historia nacional le tiene sumido, su fama, ocultada por cortinas de ingratitud, inopia y estulticia se agiganta con los años dentro de los escasos círculos de quienes le tenemos presente y respetamos su memoria. Hay una deuda con él.

Ni su severa preparación militar, la valiosa experiencia de combate adquirida en notables campañas internacionales, su dominio del idioma alemán y dotes didácticas le resultarían suficientes para que le fueran reconocidos méritos que jamás buscó; tampoco el hecho poco frecuente, sino único, que durante su estancia en Prusia como ayudante del ministro diplomático del Perú, general Andrés A. Cáceres, tan admirado por el Kaiser Guillermo II y a instancias de este emperador, tomase la dirección de la revista militar alemana Das Krieg (La Guerra) tanto que, además, se desempañaba en calidad de coordinador del estado mayor alemán, bajo el mando del general Paul Emil von Lettow-Vorbecken, a quien habían confiado la defensa de las colonias de Alemania en el África central, Camerún y Tanganika, la Tanzania actual, en la Gran Guerra; estos hechos serían insuficientes o la causa, agregamos, para que la posteridad nacional no quiera reconocerle su singular importancia.

Su experiencia en el ataque y resistencia con guerrillas comprende un vasto escenario de campañas, que por lo apasionante, no hay espacio suficiente para hacerle homenaje; tampoco es necesario pretender hacer historia de todas ellas: Frente ruso de los Lagos Masurianos; su contacto con los generales Hindemburg y Ludendorff y la victoria de Tannenberg; su participación como asesor en la Guerra de Bolivia contra el Paraguay, llamada Guerra del Chaco; Maniobras del ejército alemán en Europa; invitado a presenciar las maniobras del Ejército Soviético; presencia en las guerrillas de China; etc.; etc.

 Deseo concretarme a su valiosa actividad en Prusia durante la Gran Guerra.

 Primera Guerra Mundial, África central

El mayor Julio C. Guerrero se agrega a las tropas del Deutsche-Afrika Schutztruppe (Fuerza alemana de protección de África) que en 1914 ya se encontraban en el África oriental alemana a las órdenes del coronel, luego general Paul Emil von Lettow-Vorbeck, quien contaba únicamente con las escasas fuerzas de la zona, unos 3000 soldados apoyados por 12 compañías de nativos guerreros o askaris.

Las fuerzas británicas coloniales de Rodesia reforzadas por tropas expedicionarias fuertemente equipadas procedentes de la metrópoli eran una severa amenaza. Alemania se empeñaba en un largo frente en Europa y no era posible distraer elementos; por estas consideraciones y usando el sentido práctico de la economía y eficiencia germanas operaría von Lettow-Vorbecken.

Mariscal Andrés Avelino Cáceres Dorregaray (1833-1923)
General Andrés A. Cáceres,  (1836-1923)

La participación del militar peruano en su calidad de coordinador del estado mayor, resultaba importante entonces, pues llevaba aprendida la escuela adquirida en el Perú y enseñada por el general Andrés A. Cáceres en su resistencia de la Breña durante la Guerra del Salitre (1879-1883), una experiencia rica en organización, concepción logística y golpes de sorpresa que le hizo célebre contra el invasor chileno en las serranías del Centro del Perú, muy útil por tanto al habilísimo von Lettow, penetrado de las audaces tácticas del general Andrés A. Cáceres, conforme se puede conocer en el siguiente enlace. (Resistencia y asalto a Concepción)

Von Lettow-Vorbeck, al iniciarse la guerra en Europa fue sordo a los mandatos de Berlín de mantenerse a la defensiva, pues en el terreno de las operaciones militares tenía la convicción que la única posibilidad de victoria consistía en un certero ataque contra el  enemigo que rodeaba las posesiones alemanas, antes de que estuviese preparado para repelerlo, es decir una aplicación de conceptos decisivos de previsión, anticipación y rapidez.

Paul Emil von Lettow-Vorbeck desfilando con sus askari (400×240)

Tropa guerrillera askari desfila con su comando prusiano, 1915

En noviembre de 1914, las tropas coloniales británicas iniciaron un ataque anfibio contra la ciudad de Tanga, a los pies del célebre Kilimanjaro, la montaña más alta del África, que se convertiría en la mayor batalla de la I Guerra Mundial en suelo africano pero fueron derrotadas por aquellas escasas tropas alemanas que victoriosas pasaron al ataque de las líneas del ferrocarril construido por los británicos.

El 18 de enero de 1915 este cuerpo de ejército, notablemente eficaz, aunque escaso de hombres y pertrechos, volvió a derrotar a los británicos en la batalla de Jassin. Estas victorias iniciales le permitieron capturar nuevas armas y víveres al enemigo con los que pudo suministrarse mejor al pequeño ejército, pero a costa de considerables bajas.

En la Batalla de Tanga, de 1914 -la mayor victoria de Paul von Lettow-Vorbeck en Paul Emil von Lettow-Vorbeck, el León del África (1870-1964)África- aquel cuerpo germano quedó seriamente disminuido en hombres y equipos lo que le forzó al cambio de estrategia, sustituyendo los combates directos por la guerra de guerrillas contra los británicos procedentes de sus colonias de Kenia y Rodesia. Aquí el mayor Julio Guerrero habría de recomendar, poner en práctica, colaborar con los planes y adquirir, por reciprocidad, mayor experiencia en la ciencia de la guerra de guerrillas conformada además por soldados nativos, tomada, qué duda cabe, de la gran experiencia peruana, escasamente 32 años antes contra el invasor chileno en los breñales de la sierra central.

Con el claro propósito de dar alivio y facilitar la victoria alemana en el frente de Europa occidental, el exitoso general von Lettow, dispuso múltiples y sorpresivos ataques contra fortificaciones, líneas de ferrocarril y comunicaciones para forzar también a los británicos a enviar más hombres y armas al África a costa de retirarlos de Europa.

En marzo de 1916, cuando los británicos lanzaron una nueva ofensiva con 45000 hombres, los alemanes nuevamente se aprovecharon de su conocimiento del terreno para emboscar al enemigo, infligiéndole grave derrota en Mahiwa, en octubre de 1917; allí los británicos perdieron 1600 hombres y los alemanes sólo 100, lo que prueba lo eficaz que resulta, pese a las contingencias, un puñado de soldados hábilmente dirigidos con un estupendo soporte de estado mayor.

El 13 de noviembre de 1918, dos días después de producirse la rendición de Alemania, sin condiciones, vuelven estos veteranos soldados-guerrilleros a derrotar a los británicos en Kasama. Finalmente, enterado von Lettow-Vorbeck, ahora apodado Der Afrikaner Löwe, el León del África, que la rendición alemana era un hecho, sus tropas entregaron las armas en Abercorn, actualmente Zambia.

Corolario

La ancianidad del comandante Julio Guerrero transcurrió en su modesto hogar en Cajamarca, rodeado de su familia y considerable biblioteca que comprendía, entre valiosos libros y traducciones propias, más de sesenta obras editadas e inéditas, de ellas Guerra de Guerrillas y Belicología que las ofreció al Ejército en calidad de donación, gesto tratado con desdén por quienes en los años 70s tenían a su cargo los asuntos del Ejército, clara muestra de envidia y mezquindad, bajo pretextos intonsos de falta de dinero; finalmente el editor centroamericano Carlos Milla Batres compró los libros y derechos de autor de nuestro biografiado a precio de regalo sin resultado editorial conocido. Estupenda biblioteca que debería pertenecer a la nación.

El mismo sentimiento negativo hizo que al ilustre Guerrero,  autor entre otras obras: Memorias del General Andrés A. Cáceres y La Guerra de las Ocasiones Perdidas, además, celebrado conferencista en materia de resistencia y guerrilla, no se le reconocieran sus grados de coronel del ejército alemán y general del ejército boliviano.

Murió en la modestia de su hogar, dentro de la pobreza, a la edad de 95 años, pero hasta el último de sus días su pensión de general le fue honrada por el Congreso de Bolivia.

Estamos pues, qué duda cabe, ante un selecto Schwarzen Adler (Águila Negra) del Imperio prusiano.

Africa Alemana del Sudoeste

Tropas coloniales Alemanas en el África

A continuación inserto un interesante artículo respecto al coronel Julio C. Guerrero, publicado en el diario La República, por el historiador peruano, Juan José Vega (1932-2003), el 29 de abril de 2001:

http://larepublica.pe/politica/323788-el-comandante-julio-cesar-guerrero-por-juan-jose-vega

Fuentes

Wikipedia, Primera Guerra Mundial.

Memorias Del General Andrés A. Cáceres. Ed. Milla Batres, Lima, 1986

Foto, Ídem.

Tropa alemana en África. Tomado, sin confirmar, de Flickr

Publicadas por Luis Siabala Valer Hora 11:12:00

Etiquetas: Breña, Cáceres, Guerra, Hindemburg, Kaiser, Ludendorff, Resistencia, Salitre, Tannenberg, Masurianos, Berlín, Concepción, guerrillas

El mulato retratista

A don Andrés Merino Espiñeira; Santiago de Chile

José Gil de Castro

(Lima 1785; Lima, 1850)
Entre la colonia y la república
Infante José Nepomucemo Figueroa Araoz
Infante José Raimundo Nepomuceno Figueroa Araoz

Profusa la historiografía de este maestro de singularísimo estilo en el óleo, retratista contemporáneo de personajes notables; engreído de las damas de la sociedad virreinal y republicana a orillas del Rímac y del Mapocho; creador de ese estilo hierático con que quiso mostrar a libertadores generalísimos, mariscales encumbrados, encopetadas damas y grandes señores; delicado pincel de madonas santas de conventos, monasterios e iglesias. El peruano del barrio santiaguino de Lastarria, pintor con establecimiento a inmediaciones del Cerro de Santa Lucía, el limeño don José Gil de Castro y Morales, también conocido en su época como el Mulato Gil.

Simón Bolívar, por José Gil de Castro

Difícil no reconocer de primera vista su Simón Bolívar, rostro de pardo de largas patillas y negro bigote, con esa levita de tieso y elevado cuello en color punzó sobre paño negro con dorados y charreteras bordadas a profusión del estilo en boga, de simétrica abotonadura, retrato que le tomó en directo en 1822; o su San Martín, con el corvo sable dorado, tahalí y correaje blancos investido de la banda con los colores isabelinos, conforme posaría para sus bastidores en 1818, antes de traer sus ejércitos al Perú.

San Martín por José Gil y Castro

Imposible pasar por alto los colores de su paleta en el rostro de mejillas ajamonadas del general Bernardo O’Higgins Riquelme, vencedor de Chacabuco, padre chileno de la Patria Nueva, posteriormente el asilado voluntario de Montalbán en Cañete, Perú; célebre vástago de Ño Ambrosio, el irlandés (Don Ambrosio O’Higgins, Marqués de Osorno, trigésimo sexto Virrey del Perú; (1796-1801)

Bernardo O'Higgins Riquelme

Es a este encumbrado militar que Gil de Castro debe la fama. Amigo del pintor, que le retrató con mucho acierto, O’Higgins le otorgó la condecoración Al Mérito, en el grado de legionario.

Y si de madonas santas se trata, aquí dos muestras de sus pinceles en la virgen de las Mercedes y de Santa Isabel, reina de Portugal:

  Virgen de las Mercedes, José Gil y Castro

NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES
Santa Isabel reyna de Portuga, José Gil de Castro
SANTA ISABEL, REINA DE PORTUGAL

Personajes coloniales como el que muestra el grabado;

 Cnel. Judas Tadeo de los Reyes y Borda

 CORONEL JUDAS TADEO DE LOS REYES Y BORDA

O también, en la baja escala social pero elevada del patriotismo, la modesta del pescador chorrillano don José Olaya Balandra, mensajero por antonomasia de la independencia del Perú.

José Olaya y Balandra

JOSÉ OLAYA BALANDRA

Iconografía toda esta muy familiar a nuestros ojos que la hemos visto en museos y reproducidas en libros de la infancia y juventud; sin embargo, carecemos de su efigie pues tampoco se conoce de algún autorretrato y nos contentamos con imaginarlo como se muestra el mulato, hijo de blanco con negra, mestizaje que lleva confundidos la vitalidad serena y la sensibilidad aguda de sus progenitores.

Datos biográficos

Las fechas de su estada en Chile, su retorno al Perú y deceso en Lima no son claras ni coincidentes, excepto la de su nacimiento que se conoce por su fe de bautismo que expresa que nació en Lima, el 1° de septiembre de 1785, que fue pardo libre, hijo legítimo de José Mariano Carvajal Castro y María Leocadia Morales.

Su formación artística la habría seguido en la escuela pública de dibujo y pintura, creada por José del Pozo y su maestro habría sido el español avecindado en Trujillo, Julián Payo.

En 1805 o 1810 se habría trasladado a Chile, radicándose en Santiago. Su presencia en Chile sería para cumplir con deberes castrenses. Encontró allí ambiente propicio para la pintura religiosa, los retratos militares y los personajes de las clases adineradas, de gran demanda en la naciente república.

Por su destacada labor como retratista y pintor recibe, en 1816, el nombramiento de Maestro Mayor del gremio de pintores por el Cabildo de Santiago.

Casó en Santiago en 1817 con doña María Concepción Martínez y aprovechando su experiencia militar y su alto conocimiento de dibujo, cartografía y cosmografía, obtuvo diversos nombramientos militares, entre ellos el de capitán de ingenieros de Chile y Perú, capitán de fusileros del batallón de Infantes de la Patria y la Orden al Mérito de Chile.

Mantuvo, como hemos dicho, gran amistad con el general Bernardo O’Higgins, debiéndose a él los más logrados retratos del prócer. Gil de Castro se convirtió en el gran retratista de las campañas de los ejércitos libertadores de Sudamérica y en consecuencia, su pintura representa el paso de la colonia al período de la república. En 1820 O’Higgins lo nombró segundo cosmógrafo, miembro de la mesa topográfica y proto-antigrafista del Supremo Director.

Instaló su taller en la actual calle Victoria Subercaseaux de Santiago, a inmediaciones del cerro Huelén (Voz mapuche) llamado Santa Lucía, donde recibía a numerosos clientes que posaban para él en largas sesiones.

Dicen los estudiosos del artista que de acuerdo a las fechas de sus cuadros, el pintor permaneció en Chile hasta 1825. A partir de ese año, solo se conocen obras firmadas en Lima que corresponden a retratos de las damas más importantes y elegantes de la sociedad peruana.

Se puede ver de sus pinturas al óleo las características imperantes del arte pictórico de la época colonial. Un estudiado dibujo y el paulatino uso de colores luminosos y simbólicos como el rojo. Demostró una particular sensibilidad para captar los rasgos fisonómicos de sus modelos incluyendo todo tipo de detalles y elementos escenográficos con realce de la alcurnia y dignidad de los retratados, ahora, muy de su estilo, algo acartonados dado el hieratismo de que solía revestirlos.

De esta forma sus pinturas adquieren no solo un valor artístico, sino también valioso testimonio histórico. Su presencia en Chile, resultó de mayor significación cuantitativa que en la del Perú, por la demanda de sus servicios que, además, le produjo las distinciones que le fueron concedidas y la memoria con que se le recuerda en el vecino país.

Nadie es profeta en su tierra. Veamos:

Premios y distinciones

1816 Es nombrado Maestro Mayor del Gremio de Pintores.
1820 O’Higgins lo nombró Segundo Cosmógrafo y miembro de la mesa topográfica y Proto-Antigrafista del Supremo Director.

Exposiciones individuales posteriores

1993 Retrato de Don José Raymundo Juan Nepomuseno de Figueroa y Araoz. Casa de Remates Jorge Carroza. Santiago, Chile.
1994 José Gil de Castro en Chile, Reactivando la Memoria. Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile.

Exposiciones colectivas

1940 Exposición de Arte Chileno, Buenos Aires, Argentina.
1942 Chilean Contemporary Art, The Toledo Museum of Art, Estados Unidos.
1962 Retratos Chilenos por Artistas Extranjeros, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile.
1972 150 Años de Pintura Chilena, Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina.
1974 Precursores Extranjeros de la Pintura Chilena, Instituto Cultural de Las Condes, Santiago, Chile.
1975 El Eterno Femenino, Instituto Cultural de Providencia, Santiago, Chile.
1975 La Modelo y el Pintor, Sala Forestal, Santiago, Chile.
1976 Siglo y Medio de Pintura Chilena: Desde Gil de Castro al Presente, Instituto Cultural de Las Condes, Santiago, Chile.
1977 200 Años de Pintura Chilena: Primera Exposición Itinerante, Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación, Santiago, Chile.
1978 Colección Guzmán Ponce, Instituto Cultural de San Miguel, Santiago, Chile.
1980 El Arte y la Banca, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile.
1981 La Historia de Chile en la Pintura. Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile.
1982 Recorriendo el pasado de la Pintura Chilena, Instituto Cultural de Las Condes, Santiago, Chile.
1984 15 Elegidos en la Pintura Chilena: Exposición Retrospectiva, Instituto Cultural de Las Condes, Santiago, Chile.
1984 Pinacoteca de la Universidad de Concepción en Homenaje a Claudio Arrau, Centro Histórico de la I. Municipalidad de Chillán, Chillán, Chile.
1987 Panorama de la Pintura Chilena desde los Precursores hasta Montparnasse, Instituto Cultural de Las Condes, Santiago, Chile.
1991 Siglo y Medio de Pintura Chilena, Instituto Cultural de Las Condes, Santiago, Chile.
1994 Pinacoteca de la Universidad de Concepción, Corporación Cultural de Las Condes, Santiago, Chile.
1995 Retratos en la Pintura Chilena, Instituto Cultural de Providencia, Santiago, Chile.
1998 La Región del Maule y sus Pintores, Museo O’Higginiano y Bellas Artes de Talca, Talca, Chile.
2004 Retratos: 2000 Years of Latin American Portraits, El Museo del Barrio, New York, Estados Unidos.
2005 Retratos: 2000 Years of Latin American Portraits, San Diego Museum of Art, California, Estados Unidos.
2005 Retratos: 2000 Years of Latin American Portraits, Bass Museum of Art, Miami Beach, Florida, Estados Unidos.
2005 Retratos: 2000 Years of Latin American Portraits, National Portrait Gallery at the S. Dillon Ripley Center, Smithsonian Institution, Washington D.C., Estados Unidos.
2006 Retratos: 2000 Years of Latin American Portraits, San Antonio Museum of Art, Texas, Estados Unidos.
2009 Chile Mestizo, Centro Cultural Palacio La Moneda, Santiago, Chile.

La plaza Mulato Gil de Castro en Santiago de Chile

Dice la nota que glosamos de INTERNET: Interesante y novedoso centro cultural, ubicado cerca del hermoso Parque Forestal. Motivados por la actividad artística y bohemia que ya se había ido instalando en el sector, los arquitectos Ignacio Cruz y Walter Biggeman diseñaron este armónico conjunto de casas con una plaza central, con el objeto de acoger talleres, cafés y salas de exposición que convocaran al público interesado. Pronto ese espacio se convirtió en lugar de visita obligado para todo el que quisiera pasar por bohemio o intelectual, lo que de algún modo también le dio cierta artificialidad.

En definitiva, la Plaza Mulato Gil de Castro es sin duda un lugar turístico y en su interior el visitante puede encontrar tiendas de artesanía y libros, un pequeño Museo Arqueológico y una amplia oferta de restaurantes y cafés de gran calidad.

Datos de investigación

Finalizamos esta reseña con una crónica que comprende las épocas de la colonia y de la república, en el Perú y Chile, que a nuestro bueno de Gil de Castro le tocó vivir, de 1785-1850, sus sesenta y cinco años.

Bajo los Borbones:

34. Virrey Teodoro de Croix; 1784-1790
35. Virrey Frei Francisco Gil de Taboada y Lemus; 1790-1796
36. Virrey Ambrosio O’Higgins; 1796-1801
37. Virrey Gabriel de Avilés; 1801-1806
38. Virrey Fernando de Abascal y Souza; 1806-1816
39. Virrey Joaquín de la Pezuela; 1816-1821
40. Virrey José de la Serna; 1821-1824

En la república:

1821-1822 José de San Martín Matorras
1823-1824; José Bernardo de Tagle y Portocarrero
1822-1823; 1827-1828; José de la Mar Cortázar
1823; 1838-1839; José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete
1823; José Antonio de Sucre de Alcalá
1824-1825; Simón Bolívar Palacios
1825-1826; Hipólito Unánue Pavón
1826/27; 1836-37; Andrés Santa Cruz Calahumana
1827; 1828-1829; 1834-1835; Manuel Salazar y Baquíjano
1829; 1839; 1829; 1830-1831; Antonio Gutiérrez de La Fuente
1829-1833; 1838-1840; 1840-1841; Agustín Gamarra Petrona
1831; Andrés Reyes y Buitrón
1832; Manuel Tellería Vicuña
1833; José Braulio del Campo-Redondo Cisneros
1834-1836; 1837-1838; Luis José de Orbegoso y Moncada
1834; Pedro Bermúdez Ascarta
1835; Felipe Santiago Salaverry del Solar
1835 Juan Bautista de Lavalle y Zugasti
1826-1827; 1836-1837; Andrés de Santa Cruz Calahumana
1837 Pío Tristán y Moscoso
1838 José; María Galdeano de Mendoza
1829-1833; 1838-1840; 1840-1841; Agustín Gamarra Petrona
1840-1841-1842; 1844-1845; Manuel Menéndez
1842; Juan Crisóstomo Torrico González
1842-1843; Francisco Vidal La Hoz
1843; Justo Figuerola de Estrada
1843; Manuel Ignacio Vivanco de Iturralde
1843-1844; Domingo Nieto Márquez
1843-1844; Domingo Elías Carbajo
1845-1851; Ramón Castilla Marquesado

Chile

Gobernantes y presidentes

1810-1811 Mateo de Toro y Zambrano
1811-1811 Juan Martínez de Rozas
1811-1811 Fernando Márquez de la Plata
1811-1811 Juan Martínez de Rozas
1811-1811 Juan Antonio Ovalle
1811-1811 Martín Calvo Encalada
1811-1811 Juan Martínez de Rozas
1811-1811 José Miguel Carrera Verdugo
1811-1812 José Santiago Portales
1812-1812 José Miguel Carrera Verdugo
1812 1812 Pedro José Prado Jaraquemada
1812 1813 José Miguel Carrera Verdugo
1813 1813 Francisco Antonio Pérez
1813 1814 José Miguel Infante
1814 1814 Agustín de Eyzaguirre
1814 1814 Antonio José de Irisarri Alonso
1814 1814 Francisco de la Lastra de la Sotta
1814 1814 José Miguel Carrera Verdugo
Mariano Osorio
Casimiro Marcó del Pont
Casimiro Marcó del Pont Ángel Díaz y Méndez
1817- 1823 Bernardo O’Higgins Riquelme
1823- 1823 Agustín Manuel de Eyzaguirre
1823-1823 Congreso de Plenipotenciarios
1823-1823 Ramón Freire Serrano
1823-1826 Ramón Freire Serrano
1823-1823 Diego José Benavente
1823-Ramón Freire Serrano
1826-1827 Agustín Eyzaguirre y Arechavala
1827-1827 Ramón Freire Serrano
1827-1827 Ramón Freire Serrano
1827-1829 Francisco Antonio Pinto Díaz
1829-1829 Francisco Ramón Vicuña
1829-1829 Francisco Antonio Pinto Díaz
1829-1929 Francisco Ramón Vicuña
1829-1830 José Tomás Ovalle Bezanilla
1830-1830 Francisco Ruiz-Tagle Portales
1830-1831 José Tomás Ovalle Bezanilla
1831-1831 Fernando Errázuriz Aldunate
1831-1831 Fernando Errázuriz Aldunate Vicepresidente
1831-1836 José Joaquín Prieto Vial
1831-1836 José Joaquín Prieto Vial
1841-1846 Manuel Bulnes Prieto
1846-1851 Manuel Bulnes Prieto

Fuentes

INTERNET

Pontificia Universidad Católica del Perú
http://www.uc.cl/faba/ARTE/AUTORES/GilObrasT.html

Wikipedia

http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Gil_de_Castro

Portal de Arte
http://www.portaldearte.cl/autores/gildecastro.htm

Artistas plásticos chilenos
http://www.artistasplasticoschilenos.cl/biografia.aspx?itmid=300

mavCanal Cultural
http://www.mav.cl/expo/gil_de_castro

http://es.viajes.yahoo.com/p-guia_viaje-830472-plaza_mulato_gil_de_castro_santiago-i

Gobernantes y presidentes de Chile

http://www.arabe.cl/chile/presidentes.html

Museo del Banco Central de Reserva del Perú

http://museobcr.perucultural.org.pe/interior.htm

Publicado por Luis Siabala Valer en 21:39
Etiquetas: Gil, Huelén, Lastarria, Lucía, retratista, Santiago

El polaco que venció los Andes

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Bronce de Malinowski  en el Hall de la Estación Central del FC de Lima

Ernest Malinowski, 110 aniversari9o de su fallecimiento

Afiche del 110 aniversario del ingeniero Ernest Malinowski (1818-1899)

Lunes 4 de abril; 2009. Salón de actos de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. 12 horas.

Con motivo del centésimo décimo año del fallecimiento del señor Ernest Malinowski, ingeniero polaco contratado por el gobierno del general Rufino Echenique para hacer posible el desarrollo ferroviario del Perú, tuvo lugar, al medio día de ayer, una concurrida ceremonia en el auditorio de la citada universidad, que contó con la presencia del embajador de Polonia.

El historiador, señor Elio Galessio, en apretada pero elocuente síntesis, disertó respecto a Malinowski lo suficiente para rememorar la obra del ingeniero polaco, una de las cuales fueron las defensas construidas en el Callao que pusieron fin a la aventura de su majestad Isabel II y su expedición científica a las costas del Pacífico que terminó el 2 de mayo de 1866, a fuego de cañón.

Además, sus proyectos, que incluyeron, de manera especial, los del ferrocarril Central formando parte del equipo de otro constructor ferroviario, don Enrique Meiggs, llegado de Chile en época de la administración gubernativa del coronel José Balta, quien trajo consigo otros ilustres ingenieros del ferrocarril; el que corre de Arequipa al Cusco; el de Ica-Pisco y todas aquellos que ya en construcción se paralizaron por falta de fondos para solventar la costosa obra ferrocarrilera mientras el presidente Balta se debatía entre una severa oposición y la dura crisis que agobiaba las arcas fiscales nacionales.

Este gobierno, anotamos, terminaría con los luctuosos hechos del 22 de julio de 1872, con la sublevación de los coroneles Gutiérrez Rojas, la muerte de José Balta y el linchamiento de los sublevados por acción del pueblo limeño.

Finalmente, como corolario al estado de cosas imperante, estalló la guerra de 1879 y la consecuente total paralización, por la destrucción de cuanta obra importante de FF CC poseía el Perú.

Destrucción, añadimos, de puentes y vías; secuestro de máquinas y equipo ferroviario, gracias a la singular habilidad del coronel chileno, Federico Stuvens, con estudios en ingeniería ferroviaria en Metz, Francia.

Incorporado al Ejército en 1879, al estallar la Guerra del Pacífico, sirvió como oficial de ingenieros a cargo de los ferrocarriles y máquinas resacadoras de agua, su depredadora y eficiente actuación se extendió desde la línea Ilo-Moquegua; Palo Seco -formidable y moderno trapiche del ingeniero Derteano en el Santa, Chimbote-; la suerte del ferrocarril particular de Pacasmayo; el del Callao, hasta donde obrara línea peruana alguna; toda obra férrea era inutilizada o sistemáticamente desmontada por acción de este invasor.

Del expositor y su tarea

Impulsado por esa especial y contagiosa pasión por los ferrocarriles, particularmente los del Perú, acudí a la invitación del señor Elio Galessio Castañeda, experto peruano quien ha dedicado gran parte de su vida al cultivo de la historia ferrocarrilera nacional, el pasado pionero sudamericano del Perú; su política financiera y el patético presente republicano; persona entusiasta y dinámica que ama y sufre al alimón la suerte que nuestras administraciones gubernativas han reservado a los caminos de hierro y sus locomotoras, pero siempre animado de la recuperación de este valioso medio de comunicación de carga y pasajeros, jamás está ausente en eventos de su dominio.

El distinguido expositor, autoridad seria y solvente en estos temas, es, además, dueño de las valiosas fotografías que exornan la muestra; generosas ampliaciones con impecables leyendas que evocan con la claridad de sus contenidos un pasado hermoso; inéditas la mayoría de ellas.

Es autor del magnífico libro Ferrocarriles del Perú: un viaje a través de su historia, obra singular por su contenido y alcance, indispensable en la biblioteca de todo peruano.

Durante el evento, diligente cicerone, nos informa e invita a contemplar locomotoras de las más varias que nos cupo poseer, de ellas destaca una preciosa máquina Roger, tipo Pony que servía a los constructores Meiggs y Malinowski para inspeccionar las líneas férreas y, para asombro, la máquina 206, que todavía corre y es pionera de la ruta del FF CC Central.

Las Garret, máquinas de gran porte y doble tender que fueron devueltas pues la dinámica del ferrocarril Central no permitía semejantes dimensiones; espectaculares vistas de puentes: el Infiernillo, obra de Meiggs (sobre la base de los planos efectuados por el ingeniero norteamericano Brooklyn, constructor del puente que lleva su nombre y salva las aguas del East River en Nueva York, consignamos nosotros); el viejo puente de Fierro, sobre el Chili aún existente, que entre admirado y atemorizado yo contemplaba en mi corta infancia en Arequipa; una vista de la estación de la Oroya, en los albores del siglo XX, ya que el FFCC recién alcanzó aquella ciudad en 1893.

Es oportuno referir aquí que la línea Central, al estallar la guerra de 1879 llegaba hasta Chicla. Allí se detuvo hasta que el gobierno de Cáceres (1890) lo entregó a The Peruvian Corporation, de administración inglesa, para terminar nacionalizada por el gobierno del General Juan Velasco Alvarado. Ahora está en lenta pero franca recuperación.

Gratísimo y evocador este evento, hecho efectivo sobre la base del patrimonio fotográfico particular y la erudición del señor Galessio.

Ernest Malinowski (1818 – 1899)

Vino al mundo el 5 de febrero de 1818 en la localidad de Seweryny, en época que no existía Polonia dado que, su actual territorio, era por entonces dominio ruso-germano, preponderantemente de la jurisdicción de San Petesburgo. Su independencia como tal la consigue en 1918.

Su familia, disidente nacionalista y patriota, tuvo que refugiarse en Francia, lugar donde arribó en 1831 cuando nuestro biografiado contaba con trece años de edad. Alumno, finalmente, de la Escuela de Puentes y Calzadas de París, impedido de graduarse por su condición de extranjero, asimiló exitosamente la técnica de ingeniero y catorce años después ingresó a trabajar al servicio del Cuerpo de Puentes y Calzadas, donde adquiere maestría, pero siempre dentro de limitaciones académicas, pues las ordinarias estaban únicamente reservadas para los profesionales franceses.

Es con el general Rufino Echenique Benavente (1851-54 /1854 – 55) y su política ferrocarrilera, anotamos, que se proyecta el FF CC de Islay a Arequipa; se construyen aduanas y mejoran muelles en algunos de los puertos más importantes; se elimina el pasaporte interior; se declara el libre tránsito por los puentes; se reforma el reglamento de comercio; se dota a Lima de nuevo mercado; se intenta una política de inmigración europea para reemplazar a la china iniciada en 1846, y se contratan ingenieros extranjeros, de ellos Malinowski junto con los franceses Emilio Chevalier y Carlos Farragut.

Malinowski arriba al Callao el 31 de octubre de 1852.

Podemos compendiar su obra de esta forma:

1. Su directa participación en el proyecto del ferrocarril Pisco-Ica.

2. Diseño y construcción de la línea de FF CC Pacasmayo-San Pedro de Lloc.

3. La continuación, San Pedro de Lloc-Guadalupe.

4. La formación en diciembre de 1852, de la Comisión Central de Ingenieros Civiles, más tarde Junta Central del Cuerpo de Ingenieros y Arquitectos del Estado, institución responsable de la mayor parte de las obras publicas diseñadas y ejecutadas en la segunda mitad del siglo XIX en el país.

5. Inicia el proyecto de una escuela de ingenieros que es culminada o puesta en ejecución en 1876 por otro polaco de grata recordación, don Eduardo J. de Habich, la Escuela de Construcciones Civiles y de Minas del Perú, hoy Universidad Nacional de Ingeniería.

6. Línea Calashique-Magdalena, considerada dentro de la línea del FF CC Pacasmayo-Cajamarca.

7. El ferrocarril Chimbote-Huaraz-Recuay, de vía angosta.

8. En 1859, presenta al gobierno de Castilla el proyecto del ferrocarril transandino. Ramón Castilla no dio prioridad a este proyecto; Malinowski no cejó en la idea y siguió presentando estudios al respecto en posteriores ocasiones.

9. En 1865, es encargado por el entonces ministro de guerra, José Gálvez, para dirigir las obras de defensa del Callao contra la escuadra española; comprendieron éstas una cadena de fortificaciones que sirvieron pare emplazar los cañones. Según relato de José Gálvez, acabados los trabajos de ingeniería, Malinowski se enroló en las filas peruanas pare luchar contra la escuadra española. El gobierno peruano lo incluye con sentido agradecimiento en la lista de los héroes «Vencedores del Dos de Mayo»; así consta del diario oficial El Peruano de 18 de mayo de 1866.

10. En 1869 trabaja nuevamente en la proyección del ferrocarril transandino que, partiendo del Callao, debía remontar los Andes y llegar hasta el valle de Jauja, como había propuesto Manuel Pardo en su Estudio sobre la provincia de Jauja, de 1859. Malinowski hizo el trazo preliminar, seleccionó la ruta por la quebrada del Rímac – descartando otras posibilidades- y preparó el presupuesto de las obras.

El estudio de Malinowski fue la base de la propuesta de construcción presentada por Enrique Meiggs, aprobada por el gobierno peruano en diciembre de ese año.

Nuestro biografiado resulta así ser el dueño del diseño que hizo posible la construcción del ferrocarril sin precedentes en el mundo, hasta bien entrado el siglo XX, por la altitud que alcanzó de 4758 msnm, amén de las severas e insospechadas dificultades geográficas que consigue sortear gracias a sus puentes y túneles en los primeros 141 Kms. de su recorrido hasta Chicla.

11. En 1889, ante una licencia concedida a Eduardo de Habich, director de la Escuela de Ingenieros, el gobierno le nombró director interino, de esta forma quedó la Escuela en sus manos por el tiempo que Habich cumpliera el restablecimiento de su salud en Europa. Malinowski ejerció el cargo hasta la vuelta del titular en 1890.

Durante la ocupación chilena se vio obligado a emigrar al Ecuador en 1880, y retornó en 1886. En 1888 es nombrado socio activo de la Sociedad Geográfica de Lima. En 1889 es elegido miembro activo de la Beneficencia Pública de Lima.

Don Ernest Malinowski, el Ingeniero de los Ferrocarriles, falleció en su casa de Lima el 2 de marzo de 1899.

Fuentes:

Internet:

http://quipu.uni.edu.pe/OtrosWWW/webproof/public/revistas/comunidad/25/5.htm

Afiche y fotografías: Señor Elio Galessio. Álbum, Perú Tren:

http://www.perutren.org/portal/

Fotografía de E. Malinowsky. Wikipedia

Enlace externo:

Crónica del primer ferrocarril de carga y pasajeros:

http://harumalraschid.blogspot.com/2008/07/crnica-del-primer-ferrocarril-de-carga_18.html

Publicada  inicialmente en Blogger el martes 5 dee mayo de 2009

8 comentarios:

5 de mayo de 2009 16:04